Partida Rol por web

- ¿Vamos a discutir ahora de filosofía? Tenemos dos opciones, ceder al chantaje o no ceder al chantaje, y para mí la respuesta es clara.

Elynea se mordió el labio inferior imperceptiblemente, cuado Karin mencionó lo que pensaba sobre las relaciones con los daedra pero no dijo nada. Aquello le había escocido más de lo que estaba dispuesta a admitir.

—Se llama "empatía", Suro, no "filosofía"—masculló—. Ya sabemos todos que esto no está bien y que no podemos dejarlo así, pero al menos intenta entender por qué dice lo que dice. O qué dirías tú en su lugar.

Lo segundo fue acompañado de una ligera mirada de reproche: No hace mucho él mismo había perdido el trasero con tal de ayudar a Aerin solo porque le conocía, pese a que cualquier otra persona podía haber visto que sólo había dos opciones: matar al vampiro o no matarlo. Y también habría tenido la respuesta clara.

¡Que nació así! Casi escupió en voz alta. El Hijo de Dagon hacía honor a su título, si la mujer no mentía. Y no creía que lo hiciera. Alguien, entre ellos, sabía más de lo que había explicado hasta entonces.

Khaled giró la cabeza hasta que su mirada se encontró con la de Carcette. ¿Es esa la razón por la que no nos querías en el combate? ¿Para evitar explicaciones?

El guardia rojo no podía contestar a los argumentos de la madre de Sigvatr. Una madre hacía lo que tuviera que hacer por su hijo, aunque significara entregar su vida o la de otros. Incluso él, que había perdido a la suya antes de aprender a gatear reconocía ese vínculo. Pero no podían dejarlo libre. No era la víctima inocente y desafortunada de una maldición, como Aerin. Había abrazado su herencia.

Cuando la mujer bardo adelantó una pierna, extendió un brazo férreo para retenerla si decidía proseguir.

—Esto es diferente, Karin —dijo—. No es el hijo de un desgraciado educado a base de palizas. Elynea tiene razón.  Sigvatr ya ha tomado su decisión.

No podía haber sio una vida fácil. En Skyrim menos que en ninguna otra región. Pero en su lugar, otro más fuerte hubiera renegado de su destino. Hubiera escupido en el ojo de su "padre" y hubiera trazado su propio camino en el mundo, haciendo de su maldición una bendición. Incluso acudiendo a un sanador para librarse de lo más visible de su herencia daédrica. Sigvatr, sin embargo, había abrazado su condición y su ascendencia, sellando su destino.

—No vamos a dejarte libre. Suelta a la pobre señora. Ínmolate en combate contra nosotros o ríndete.

Carcette trabó la mirada con la de Khaled, pero la desvió rápidamente. Parecía saber algo de todo ese asunto, y preferir callar.

—¡No me des sermones, dunmer, no sabes nada! Mi hijo tuvo un hermano. Una criatura raquítica y despreciable que lleva por dentro del cráneo —la mujer se estremeció—. Mi hijo no es malvado, pera esa cosa le susurra cosas, todo el día, que sólo él puede oír. Y cuando hace algo que no le gusta, le rasca el cráneo y le produce unos dolores de cabeza que le hacen vomitar sangre. Si te dieran a elegir entre la obediencia o la muerte, ¿correrías tan rápido al encuentro de tu destino para arrojarte sobre tu propia espada?

»Aquí está vuestro pecador. Aquí está vuestro monstruo de cuatro brazos. Si os lo queréis llevar, llevadme a mi también y compartiré su destino. Y que los Divinos os juzguen por vuestros pecados con la misma dureza con la que juzgáis vosotros a mi hijo.

He asumido que Khaled tomaba un 10 en su tirada de Averiguar Intenciones contra Carcette.

Krista sigue cubriendo con su cuerpo a su hijo, prestando especial atención a los movimientos de Suro.

—No voy a matar a un inocente. Otra vez no. Y esta mujer obviamente lo es —gruñó Uthgerd.

—Qué fácil es burlarse de que los Vigilantes golpeamos primero y preguntamos después —dijo Carcette con amargura—. Podéis desaprobar nuestros métodos, pero espero que ahora comprendáis por qué lo hacemos así. Todos los monstruos tienen tristes historias que contaros si lo permitís. Verdad o embuste, deben morir por el bien de todos. Hacemos lo que debe hacerse.

Blandió el martillo y avanzó un paso. Los scamps rugieron, enseñando los dientes.

—Asumiré la responsabilidad de quitarnos de en medio a esta mujer, thanes, si me dais la cabeza de Sigvatr para empalarla en una pica.

Aquello fue la gota que colmó el vaso.

—NO vas a matar a ningún inocente delante de mí—intervino Elynea a quien le importaba más bien poco lo mucho que pudiera cabrearse Carcette por cortarle el paso—¡Esto el maldito colmo de la hipocresía! Todo el santo día con esa moralidad superior hablando de los pecados de los demás y de monstruos, y cuando hay que resolver un conflicto difícil no actuáis mejor que uno. ¡Misericordia suprema, mis narices!

Lanzó un sonido a medio camino entre el resoplido y una risa amarga

—Es fácil burlarse de los Vigilantes, claro, tan fácil como meter en el mismo saco a todos los daedrinos, qué ironía—gruñó haciendo un dramático aspaviento con los brazos—. Pero supongo que eso no cuenta, porque también es "lo que hay que hacer".

Se volvió y señaló a la madre de Sigvatr aunque no perdió de vista a Carcette por el rabillo del ojo, no quería que se le escapase a clavar a la señora en el suelo como si fuese una punta.

—Y usted—añadió—. Deje de echarnos las culpas a los demás; le hemos dicho ya que lo sentimos, que comprendemos su problema, y créame, si estuviese en nuestra mano arreglarlo, lo haríamos. Pero no lo está, y no podemos. ¿Qué rayos quiere que hagamos? ¿Que pongamos en peligro a todo Tamriel sólo por una persona que lo único que va a hacer es destrozar la vida de otras?  ¿Se ha parado a pensar en lo egoísta que es eso o en el flaco favor que le hace a su hijo dejando que esa cosa lo obligue a actuar así?

Y en ese momento tuvo que coger aire. Estaba hasta las... orejas de que todo el mundo no hiciera más que escudarse detrás de una tras otra excusa con tal de no enfangarse en una decisión difícil. Si de ella dependiera, le habría dado un puntapié a la señora ya solo por la estupidez que les estaba pidiendo; una cosa es querer a tu hijo, pero otra muy distinta dejar que se convierta en un asesino esclavo de... lo que fuera aquel engendro.

Pero no dependía exactamente de ella, como thane, tenía que velar por la seguridad de los ciudadanos de la comarca, aunque los ciudadanos en cuestión fuesen un dolor en el trasero que no quisieran saber nada de su propia seguridad. Y seguramente aquella mujer les odiaría el resto de su vida. Pero lo único que podían aspirar a desear era que algún día el dolor inicial la dejase en paz y lo pudiera entender para poder dejar ir ese odio.

—¿Crees que podríamos sujetarla o algo así?—murmuró Elynea a Khaled que era el que tenía más cerca. La dunmer apretaba los dientes ocultando en la medida de lo posible lo mal que le sabía tener que ver a alguien que había cometido un error por la desesperación pagarlo tan caro—. O... dejarla fuera de combate. O lo que sea, maldición, no quiero que la maten solo porque quiere defender a su hijo.

- Si su hijo se va, serán los hijos de otros los que mueran. Podemos discutir esto horas, pero la realidad es que hay un monstruo asesino responsable de docenas de muertes que amenaza con matar a su madre si no lo dejamos ir. Así que, o le dejamos ir o no le dejamos, y si no le dejamos él decidirá si mata a su madre, lucha contra nosotros, o se rinde. Tal y como yo lo veo, el único que puede decidir lo que va a pasar es él, nosotros no tenemos la opción de dejarle ir.

Khaled se mordió el labio antes de responder a Elynea. Estaba demasiado lejos para “saltar” hasta la mujer y tratar de apartarla.

—Puedo probar algo…

Sigvatr no parecía un hombre inteligente, quizás consiguiera distraer su atención unos instantes, lo suficiente como para que los demás actuaran. Y si no, maldito sea todo, vamos a tener que matarlo de todas maneras.

Khaled cerró los ojos y dejó que la magia fluyera desde su interior. Fabricar sonidos era uno de los trucos más sencillos que conocía, y hacía uso de él a menudo… para entretener a críos, no para

Abrió los ojos de nuevo y centró la mirada en la estatua que decoraba el altar de Mehrunes Dagon, sin desplazar la cabeza.

—¡Me avergüenzas! —rugió una voz profunda y retumbante, surgida del altar del Príncipe de la destrucción—. ¡No te entregué mi favor para contemplar cómo te agazapas tras su madre como un cordero!

—¡Me avergüenzas! —rugió una voz profunda y retumbante, surgida del altar del Príncipe de la destrucción—. ¡No te entregué mi favor para contemplar cómo te agazapas tras tu madre como un cordero!

Sigvart esbozó una sonrisa de medio lado.

—Vuestros trucos no me engañan —dijo, con voz desdeñosa—. Conozco perfectamente la voz de mi padre, y si él hubiera hablado, estaríais arrodillados y temblando de miedo.

El monstruo puso una de sus manos en el hombro de su madre para apartarla mientras con las demás desenvainaba un mandoble y colocaba un escudo delante del pecho. Los scamps aullaron, excitados, y saltaron en el sitio aporreando el suelo con sus peligrosas garras.

—Es obvio que no les ha impresionado tu historia, madre. Responderé a vuestro desafío, necios, y enviaré a Oblivion vuestras almas para que mi padre os atormente por toda la eternidad.

Le he pedido a Esti que me haga un plano de combate. En cuanto lo tenga, lo subo para que lo veáis. Mientras tanto, podéis tirar iniciativas y reaccionar ante lo que ha pasado.

Echad todo lo que tengáis en este combate. Sigvatr es un hijo de Mehrunes Dagon, y eso no es moco de pavo. Como diría el mismísimo Príncipe de la Destrucción: si sois débiles seréis aventados.

Con lo agustito que podríais haber estado en la choza del ex Barba Gris... xD

Iniciativas: (copiad, pegad y colocaros en vuestro sitio)

1. Carcette (19)
2. Sigvart (14)
3. Scamps (9)
4. Krista (6)
5. Uthgerd (5)

Khaled lanzó una mirada fugaz a Elynea y se encogió de hombros. No había funciondo, pero el resultado había sido el mismo. Podía centrarse en acabar con Sigvatr y sus secuaces daédricos, y retener a su madre al terminar el combate. No presumas que ella no es una amenaza...

Iniciativas: (copiad, pegad y colocaros en vuestro sitio)

1. Carcette (19)
2. Sigvatr (14)
3. Khaled (10)
4. Scamps (9)
5. Krista (6)
6. Uthgerd (5)

Karin casi sonrió cuando vio a la mujer liberada de los brazos de su hijo el todopoderoso y demoníaco hijo de un Daedra. Al menos, no pondría inocentes en medio, el bicho ése que tenía incrustado en la cabeza debía querer a su madre.

Pasó la mano el puño de la espada, pero decidió que no era el mejor momento para estorbar a los que sabían luchar de verdad. Debía cantar. Debía ser el Pajarillo una vez más, inspirar a los guerreros para que acometieran las hazañas.

Iniciativas: (copiad, pegad y colocaros en vuestro sitio)

1. Karin (20)
2. Carcette (19)
3. Sigvart (14)
4. Khaled (10)
5. Scamps (9)
6. Krista (6)
7. Uthgerd (5)

Elynea le devolvió a Khaled la mirada de reojo y soltó un resoplido de resignación por la nariz. Al menos lo había intentado.

Acto seguido empuñó bien el hacha y el escudo; era evidente que aquello iba a tomar el rumbo previsible. Independientemente de lo que hiciese su madre, Sigvatr prefería hacer las cosas por las malas.

—Tu "padre" no me da ningún miedo—gruñó.

Después de todo, cada uno tenía un Daedra de su parte.

Empezamos bien con los daditos...

Iniciativas:

1. Karin (20)
2. Carcette (19)
3. Suro (16)
4. Sigvart (14)
5. Khaled (10)
6. Scamps (9)
7. Krista (6)
8. Uthgerd (5)
9. Elynea (4)

Turno de Karin y Suro. Carcette ha retrasado iniciativa hasta 15.

Khaled y Uthgerd están bajo el efecto del aura de coraje de Carcette.

Iniciativas:

1. Karin
2. Suro
3. Carcette
4. Sigvart
5. Khaled
6. Scamps
7. Krista
8. Uthgerd
9. Elynea

Karin cerró los ojos un momento. Debía encontrarse con la música en su mente, y para ello necesitaba silencio. En Soledad había aprendido a dejar el mundo atrás cuando bajaba los párpados. Así estaba sola y encontraba ésa chispa maravillosa que le permitía crear la conjunción entre las matemáticas más puras y el arte más sublime; la música. Una magia especial más allá de todos los hechizos.

Kyne acudió en su ayuda y le entregó la melodía de una canción conocida, y también sopló su viento sobre el ingenio de su Bardo favorita para que pudiera cambiar los versos a su antojo.

Quiero hablaros de un monstruo, el Horrible Sigvatr, un feo engendro de armas tomar.
Le gustaba el buen vino, a su madre amenazar, relatar sus hazañas por tierra y por mar.
Pero un día Khaled de Carrera Blanca llegó, lo miró cara y cara y sin más le espetó:
¡Oh, matas, hieres y a tu madre no pareces querer! ¡Creo que hora de que yazcas sangrando ya es!
Empezaron la lucha Khaled y Sigvatr, con fiereza se oyeron espadas chocar.

Y así acaba la historia del horrible Sigvatr, que cambió la cabeza por dos brazos más.

Karin aún no tenía muy clara su adaptación  libre del Rojo Ragnar, pero tampoco importaba. Si sobrevivía, ya tendría tiempo de componer sus propios versos.

Música de Bardo, infundir valor ^^

El canto de Karin dispara la violencia que apenas había estado retenida unos instantes antes. Suro es el primero en reaccionar, y maniobra por el frente buscando un tiro claro que libere el camino hacia el semidaedra por si alguno de sus compañeros decide cargar.

La flecha entra por un ojo y sale por la nuca. Una astilla sumamente incómoda para el cerebro del pequeño ser.

Siempre le había gustado buscar los ojos de aquellos enemigos extraterrenales, solía dar mejores resultados, si acertabas, que los tradicionales flechazos en la rodilla.