Partida Rol por web

¡Papaaa! ¡Papaaa! ¡PAPAAAA!

Frodo berreaba como siempre en el peor momento. Elanor estaba ayudando a Rosita con la cena y no podía ayudarle. Enfín. La lectura quedaría para más tarde.

Estaban en aquel momento en un lugar llamado "El rincón del malabarista" Edoras quedaba atrás y Minas Tirith ya no estaba muy lejos. Aquel lugar era por lo visto un sitio para que se formasen actores y literatos. Y tenían un bonito teatro.

Cogió a Frodo en brazos. Por lo visto se había lastimado una rodilla.

Su mente seguía volviendo al texto. Los últimos apuntes estaban escritos con letra temblorosa. ¿Habría muerto alguien?

¡Deprisa! ¡Aquí! Les oigo. Combate. Combate.

El elfo comenzó a correr seguido de los tres compañeros que a duras penas se esforzaban por seguirles el ritmo. Ahora al forzar la marcha comenzaron a escuchar a lo lejos ruidos y gemidos, armas hendiendo y sangre siendo derramada.

¡Thranduil! ¡Los Salones!

Elenmenel sacó su espada larga con la furia llenándole los ojos. Al final del camino se veía una puerta algo abierta. Todavía estaban lejos.

Pocas veces ha visto un humano a un elfo apresurado pero Aranel se convirtió en aquel momento en uno de ellos y al tiempo que encordaba el arco comenzó a correr a gran velocidad dejando atrás al resto.

¡Thranduil! Gritaba con fuerza llamando la atención de todos.

Y llegaron a ver a lo lejos unas figuras que se debatían. ¿Qué era aquello? ¡Un huargo! y esa otra figura... ¡Un troll vestido de hierro!

¡Troll! ¡Troll! Gritaba el guerrero de los salones.

Resolución Turno 814-Resolución Turno 900

Y cuentan las leyendas que en aquel momento muchas vidas cambiaron de curso. En el resultado de aquel combate se decidieron muchos destinos y la historia mantuvo la respiración durante unos segundos.

Viniese o no la ayuda lo cierto es que el combate seguía. Aún peor, comenzaron a escuchar ruidos de carreras y gritos y acercándose veían nuevos enemigos. ¡Un nuevo huargo! Y más guerreros orcos. La posición se volvía muy comprometida.

La elfa no paraba de disparar y esta vez su arma también alcanzó a su enemigo causando grandes daños al darle cerca del cuello pero el troll negro no caía. Le miró con aire sádico.

¡Tu después! le dijo masticando las palabras.

El huargo atacó a Laufinwë pero éste había aprendido y no se dejó sorprender esta vez. Preparó su defensa y evitó ser alcanzado.

¡Ese no idiota! ¡El rohirrim! ¡Mata al rohirrim!

El Olog Hai quiso orientar al huargo. Se giró sonriendo a Laufinwë.

¡Ahora tú!

Y golpeó fuertemente al guerrero elfo, por suerte cogiendo la zona del escudo, que dio un fuerte crujido y parecía que iba a romperse pero se mantuvo de algún modo, con una gran abolladura pero haciendo su función. El golpe le impulsó hacia atrás dejándole la zona magullada y dolorida. Pero no había tiempo de pensar en ello. Seguía vivo.

Astomer atacó al troll con la intención de atraer su furia pero éste estaba más interesado en los elfos y le paró sin prestarle mucha atención.

Elhoram volvió a atacar. Esta vez sin tanta convicción. Venían más. Estaban en grandes problemas. Golpeó a su enemigo sin fuerzas. Aquel orco ya estaba para el arrastre pero interpuso su escudo. Él no era un guerrero. ¿Qué harían dentro de unos segundos? El Troll había azuzado al huargo contra él. Sentía acercarse el rostro de la muerte.

Marcad próximo turno como 901

Yo había gastado 30 de mi bo para parar... me parece que no lo contaste en el ataque del Troll

Turno 901

Y la valië escuchó la súplica de la silvana: la flecha atravesó a la gigantesca bestia resquebrajando en algo su pétrea resistencia. Fueron dos certeros flechazos que hubieran matado a cualquier otra criatura, pero no al troll. El engendro continuó atacando a cuanto elfo se cruzaba en su camino: primero fue Aegnor; luego Laufinwë... El estruendo provocado por el choque del garrote contra el escudo del peredhil le hizo temer lo peor a Eruannë, pero el favor de los valar estuvo junto al guerrero que resistió el golpe con gran entereza. Eruannë recargó otra vez el arco y fue entonces cuando escuchó unos gritos lejanos, con la cristalina entonación de los quendi. ¡Thranduil! gritaban aquellas voces... ¿Elfos? Sí, eran elfos del bosque y venían al rescate de la princesa. 

Pero aquella inesperada ayuda fue una alegría breve, porque a los ojos de la silvana aparecieron otros enemigos que corrían para unirse al combate. Por otra parte, la gran bestia la había señalado como la próxima víctima de sus golpes, tal vez pretendía vengarse de los dos certeros flechazos. Si acaso era así, estaba muerta. Sin armadura y sin escudo, ¿cómo podía defenderse de aquella horrible criatura? Pero confió en sus compañeros, en Laufinwë y Ástomer, ellos detendrían a bestia... 

Despreocupada de su propia suerte, Eruannë puso toda su atención en otra cuestión: las garras y los colmillos del huargo ya apuntaban hacia el animista y la elfa no iba a permitir que la bestia le tocara un cabello.

—Tintallë, iluminadme —susurró, al tiempo que una flecha salía disparada del arco. Y luego: —¡Elorham, os cubro! —exclamó.

Turno 901

El flojo ataque de Elorham no hizo más que empeorar las cosas para el animista. Y entonces, el trol negro gritó órdenes tan malvadas como astutas. Éste no era un trol salvaje y estúpido. No. Era uno de los olog-hai, creados en la Tierra Negra. Fuerte, inteligente, malvado. Y reconocía a los rohirrim. Y odiaba a los elfos.

Entonces escuchó a lo lejos, detrás de ellos, gritos de “¡Thranduil! ¡Thranduil!”. Y enfrente, más enemigos. Venían refuerzos, pero para ambos bandos. La lucha seguía, y el terrible huargo se giró para atacarle. Elorham tragó saliva. En este combate había sentido el odio y la furia, y el vacío en su corazón al matar a enemigos. Y ahora, sintió el miedo al ver las fauces del monstruoso huargo, y su mirada asesina.

El rohir intentó alejarse del peligro para ponerse a salvo, y en ese instante la flecha de Eruannë impactó con fuerza en el huargo. Aliviado, dio unos pasos hacia Eruannë. –¡Nihtegale! Muy oportuna, espero que tu arco siga cantando con esa precisión, le dijo. Y a continuación, junto a la elfa, trató de conectar con las fuerzas de la Naturaleza. El combate no había hecho más que empezar.

Turno 901

El golpe había sido demoledor. Mi mismísima existencia había sido sacudida por la fuerza del impacto... pero estaba vivo, apenas si tenía una contusión en el brazo del escudo y encima, este estaba aún en mi brazo contra todo pronóstico.

-¡Es todo lo que tienes! ¡Ven escoria de Mordor! Te detendré todo lo que haga falta.- La sangre edain en mis venas ardía. Generaciones de guerreros dunedain se peleaban por hacer arder la llama del combate en mi corazón. Apreste mi acero y me gire hacia el Olog-Hai. Ya no podía encargarme del huargo pues tenía una prueba aún superior a la que sobrevivir.

Empece a lanzar un par de fintas, buscando el momento justo para lanzar una estocada de verdad, pero cuidadosamente. Si me lanzaba al ataque abierto como mi sangre me pedía de seguro que mi suerte no se repetiría.

Turno 901

Con todo lo que había pasado hasta ahora, el encuentro con el príncipe de los salones, con la misión original completada, era hora de ayudar a sus amigos. Dos días de carrera en mitad de un bosque que antes los había confundido, la ayuda de los elfos y con los presentes que Legolas les había entregado, llegaron al fin junto a sus compañeros. Se enfrentaban a algo aterrador, un ser del que Zigûr nunca había oído hablar, parecido a un trol, pero con mas maldad y resistencia. No le importaba la luz del sol, ni el dolor que le habían infringido. Pero todo eso daba igual, antes o después tendría que morir.

Sus compañeros seguirían corriendo, pero el no lo necesitaba, algunas de sus artes no necesitaban de la cercanía para ser completadas. Asi pues, ralentizo el paso hasta caminar. Miraba fijamente a la bestia, aun lejana, fijando en ella sus pensamientos.

- Man hlaruva rávëa sure anarmë ilcalassë. Anar púrëa tihta, axor ilcalannar - Comenzó a susurrar en quenya...

Turno 901
Traducción

- ¿Quién escuchará el rugir del viento bajo el fulgor del sol. Un sol empañado que oscila sobre huesos relucientes -

Turno 901

Al fin los elfos consiguieron encontrar el rastro de sus enemigos. Fue una sorpresa grata para los oidos del beórnida escuchar, lejanas, las voces de sus compañeros.

Aún así, por un instante, una parte de su ser se hizo algo más pequeña al descubrir la terrible bestia acorazada que les enfrentaba. Luchó contra el desazón de su alma y dejó que la furia inundase su ánimo. Eran los defensores de los pueblos libres. No existía rincón alguno para la duda. Él era un beórnida, descendiente del clan del Oso, y sabía que era el único de la compañia que podía aguantar los embites de aquel troll demoníaco.

- ¡¡¡Beooooooorrrrrnnnnnnn!!! - Gritó mientras cargaba, algo más lento, detrás del elfo.

Su destino estaba echado

Enemigos por todos lados, y más que se acercaban. Esto no pintaba nada bien.

Segúi mi plan de intentar llamar la atencion del uruk hai atacando sin mucha conviccion y procurando defenderme todo lo posible ante su terrible envestida.

Bestia inmunda, ven aquí si te atreves!! grito al uruk para llamar su atención.

Turno 901

El ruido del combate era cada vez más alto y ya no solo se pían los metales entrechocar, si no las voces de sus compañeros y amigos metidas en medio de la refriega.

El guerrero corrió todo lo que le daban sus piernas y aun así quería ir más rápido para entrar cuanto antes en la liza y ayudar en lo que pudiera. En su mente, que no en su boca pues permanecía cerrada apretada con fuerza por la rabia, solo aparecía una frase:

Eru, por favor, que mis amigos estén con vida.

Resolución Turno 901

La elfa se giró hacia el huargo. No permitiría que dañaran al rohir y la flecha voló mortal hasta alcanzar la pierna. El huargo trastabilló acusando la herida. No se movió acatando las órdenes del Olog Hai simplemente porque no podía. La sangre brotaba con fuerza, se retiró unos pasos sintiéndose morir.

Adronath corría, se sentía correr a cámara lenta, sintiendo que no iba a llegar a tiempo de ayudar a sus amigos. Lo vio. Vio llegar a un nuevo monstruo de aquellos y abalanzarse sobre la elfa, rompió sus defensas y la hirió mientras contenía la respiración. La elfa sin embargo se recompuso y se levantó, sangraba...

Laufinwë atacó con torpeza, se preocupaba de defenderse del Olog Hai con tanto interés como de atacar. Aegnor sacó una espada corta para defenderse del posible ataque del olog hai que esperaba y que ... nunca llegó.

En vez de ello Grub se encaró con el montaraz.

¡Tú también!

Le dijo y con una fuerza descomunal el garrote se abatió sobre el dunadan que sin embargo asentó los pies, colocó el escudo y se ayudó con su propia espada para de algún modo aguantar el embate. Saltaron chispas del golpe y parecía que se iba a vencer de algún modo la defensa del hombre pero aguantó.

Aranel y Elenmenel eran importantes miembros de los Salones pero aún así no podían acercarse más y rechinaban los dientes de desesperación.

Los orcos que llegaban ahora se desplegaron. Eran tropas de élite, estaban bien entrenadas. Uno de ellos se dispuso a cubrir al grupo con su arco, disparando a quien fuese menester. El otro se acercó al huargo tratando de ver si podía encontrar algún hueco y el tercero vio al montaraz ocupado con Brog. Corrió y echó mano de la espada, al llegar dio un salto y con el impulso atacó al mismo tiempo. Golpeó al montaraz en la cabeza con una fuerza terrible y parecía que le hubiese matado. Pero este se revolvió. Por lo visto el arma había resbalado sobre su filo dejando una fuerte herida que en el futuro se convertiría en cicatriz. No le había abierto el cráneo de milagro.

Zigur se apresuraba murmurando sus fórmulas mágicas. Él no necesitaba acercarse para conseguir dañar al enemigo. Se aseguraría de ser útil.

Turno 902

"Alguien ya contó los días, alguien ya sabe la hora, alguien para quien no hay ni premuras ni demora."

Primero fue el impacto de la atropellada embestida de la bestia; luego, las fétidas fauces destrozando el cuero de la bota y la frágil carne de la elfa. Eruannë trastabilló hacia atrás y el muro a sus espaldas pareció sujetarla con un frío abrazo porque no cayó. Contra todo pronóstico la elfa seguía en pie. Trémula, dolorida y renqueante, pero en pie. Tal vez los eldar morían así: de pie, como un mallorn, pensó la cantora. El dolor calaba hasta los huesos, pero eso no la amedrentó. Todo lo contrario. Cargó el arco otra vez y buscó con la mirada su próximo objetivo. Frente a ella, el feroz huargo; por un flanco se acercaba un orco; más allá la gran bestia continuaba atacando a sus compañeros. Vaciló apenas un parpadeo y apuntó hacia el huargo. Firme el pulso, certero el arco.

Acaso era su última saeta, su último aliento, su última mirada. ¿Cuál sería su último pensamiento? ¿Cuál la postrera palabra que exhalaran sus labios? Lo ignoraba, pero tampoco pensó en ello. Sus sentidos estaban concentrados en la próxima víctima de sus mortíferos ataques.

Decían algunos que desde el primer despertado que vio los innúmeras estrellas, fabularon los eldar y fijaron en piedra o en metal o en pergamino cuanto ciñe Arda o plasma el sueño. Pero que fue la palabra su primera labor. La palabra susurrada con la melodiosa cadencia que los señalaba como los hijos de la Primera Canción. Decían que lo que la lengua de los eldar abarcaba dejaba atrás la cifra de los astros o de la arena del desierto. Y quien quisiera agotarlas perdería la razón y la voz temerarias. La gran memoria de las eras que fueron, las espadas y los héroes, los lacónicos símbolos del álgebra, el saber que sondea los planetas que rigen el destino, las virtudes de hierbas y talismanes, el verso que perdura y la ciencia que descifra el solitario laberinto del hado... Todo, palabras que los eldar sembraron bajo el antiguo piélago celeste. Declaraban algunos que si ellas ardieran, ardería la historia. Se equivocaban, y Eruannë lo sabía. Las vigilias de los eldar engendraron las infinitas palabras, los tengwas y los libros... y si de todo eso no quedara uno solo, volverían a engendrar cada hoja y cada línea, cada trabajo y cada amor, cada lección de cada manuscrito.

Tal vez por esa secreta convicción la silvana no temió, no tembló su mano ni vaciló su flecha. Sabía, porque así se lo había narrado su padre, que en el tiempo primero aquel Oscuro que sojuzgó a los hijos de Ilúvatar y que impuso sobre la tierra el Mal, ordenó a sus engendros que destruyeran por el horror la larga historia de los eldar y las innúmeras generaciones de edain, pero sabía también que ellos no perecerían. Porque, aunque su sangre se derramara en la batalla, la memoria de aquellos hechos sería cantada hasta el fin de las eras.

Entonces Eruannë sonrió.

Turno 902

Drustan seguía corriendo sin perder el paso de sus compañeros, más ligeros que el acorazado guerrero beórnida.
Era injusto pensaba, llegar a la batalla tan sólo para ver morir a tus amigos. Frustrado, veía que habían llegado tarde, mas no por ello desfallecía, su mente ordenaba a sus piernas correr más rápido y más fuerte. No podían flaquear.

Su yelmo apenas le permitió vislumbrar el terrible golpe que el orco descargó contra la cabeza de Astomer. Ahogando un grito, vio como su compañero milagrosamente había esquivado el golpe mortal, el cual ya había empleado toda su maña en defenderse del monstruo acorazado. No había tiempo, se repitió mientras corría sin descanso

Su enemigo era el troll de la armadura. Drustan lo sabía. Pese a todo el miedo y temor que podía infundir aquella oscura criatura, era su responsabilidad. Los valar estaban mirando.

Lamentablemente el troll se encontraba repartiendo mandobles entre sus compañeros, y Drustan no veía un hueco por el que interponer su escudo. Cambio su carrera esperando coger por sorpresa al orco que atacaba la espalda del montaraz, esperando equilibrar algo la batalla y dando una opción a su compañero.

Turno 902

Desde una relativa lejanía, el mago invocaba el mismísimo calor del sol, su luz, sus rayos... Allí delante sus compañeros se batían en feroz lucha, una lucha que perderían si no lograban reaccionar. Lejos de pensar en estratagemas, el no era un combatiente, se concentraba en ese poder que buscaba. No debía esperar mas, no podía hacerlo, era el momento.

- Anarmë ilcalassë - dijo elevando la voz. Su mano derecha adelantada, su izquierda a la altura del pecho, ambas directamente enfocadas al olog-hai, lograron concentrar la energía que buscaba. De la palma de su mano, un tenue resplandor surgió hasta que, en una pequeña explosión, se transformo en un rayo.

El mago no había tenido la oportunidad de practicar demasiado aquel sortilegio, era poderoso a la par que peligroso, mucho podía salir mal, pero ahora no pensaba en eso.

El rayo cruzaba rápidamente el bosque directo hacia aquel ser...