Partida Rol por web

Turno 705

Como nos advirtió Zigur, a su orden cerramos los ojos durante unos instantes para no quedar cegados.

Segundos despues había que atacar y aprovechar el posible aturdimiento de esos monstruos. Así me avalance contra una de ellos atacando con todas las fuerzas, había que matarlas o dejarlas fuera de combate cuanto antes.

Turno 705

Al final se toparon con las arañas, pero algo llamó la atención de Adronath. Algo colgaba de una cuerda de telaraña. Algo parecido a una figura humanoide. Según parecía alguien había caído en las redes de esos viles seres.

Pero el grito de Zigûr le devolvió a donde estaban. Cerró los ojos. Como habían acordado el mago invocaría una poderosa luz con la que trataría cegar a las arañas. El guerrero sintió el fogonazo de luz incluso con sus ojos cerrados y esperaba que las arañas también lo hubieran sentido... pero maxificado.

- ¡¡ADELANTEEE!!- gritó el guerrero.

Tras esto el guerrero lanzó su ataque contra una de las arañas más grandes. Su hoja describió un argénteo círculo hasta llegar a la araña, cuando desapareció dentro del engendro, salpicando un purulento líquido proveniente del interior del cuerpo de su contrincante.

Turno 705

La elfa avanzó a la par del grupo, pero algo apartada; unas veces en la retaguardia, otras a los flancos, silenciosa y oculta entre los árboles y las malezas. Avanzaba vigilante buscando cualquier mínimo indicio de un ataque y dispuesta a repelerlo con un sortilegio. Pero no hubo tal; y cuando percibió un frío y cada vez más próximo susurro entre la hojarasca supo que era momento de armarse. Unos mudos acordes brotaron de su arpa y fue como si trocaran en un invisible escudo. Hecho esto, guardó el arpa y aferró el arco entre sus dedos mientras sus agudos ojos escrutaban en derredor y sus pensamientos se encomendaban a la valië. Pero fueron sus largas orejas las que captaron la presencia de las tejedoras, apenas un murmullo de pisadas...

Fue entonces cuando descubrió el cuerpo que pendía de unas redes tendidas por las tejedoras y un atroz escalofrío recorrió su pálida piel. ¿Era un elfo, un adan? ¿Vivía aún? Esas y otras fueron las preguntas que cruzaron por su cabeza, y no hallaron respuesta. Su primer impulso fue acudir en ayuda de aquel desgraciado, pero no era el momento. Aún no. Apretó los dientes y sus nudillos blanquearon de furia, de asco y de consternación. Luego calzó una flecha y esperó.

Sus compañeros se encontraban apenas a dos pasos de ella, tan próximos que podía oírlos respirar, expectantes también. La silvana aguardó paciente y al acecho, acodada tras un árbol y confundida entre la maleza cuando, de pronto surgieron cuatro pavorosas criaturas que rápidamente rodearon al grupo. Un monstruoso manojo de patas y de ojos, atroces y malignos; unas poderosas tenazas o colmillos. Cuatro pesadillas tan abominables como temibles. Una de las arañas atravesó la maleza muy cerca de Eruannë, tanto que uno de sus artejos casi rozó a la elfa. Arco en mano, esta apretó los párpados y no se movió ni respiró siquiera. Tensa pero paciente, aguardó el aviso del mago y que la repulsiva criatura avanzara un poco más.

Entonces todo fue vértigo y vorágine. Primero, un argentino y enceguecedor destello envolvió aquel tramo del bosque; luego, se alzó un confuso remolino de chillidos y de voces, de silbidos de flechas y de golpes de acero. 

Eruannë disparó la primera flecha, la que quebró el lúgubre silencio del bosque y sorprendió a la tejedora. Finalmente, con dos ágiles zancadas, se colocó a un lado de Adronath al mismo tiempo que este gritaba: “¡Adelante!”

…Y el combate se inició.

Turno 705

Ya vienen, pensó Elorham y miró a las dos parejas de arañas. Entonces Zigûr dio el aviso, y el animista cerró los ojos. Deseaba de todo corazón que el mago tuviera éxito, porque la situación se podía volver muy peligrosa si las arañas que tenían en la retaguardia se juntaran con las que tenían delante.

En perfecta sintonía, el grupo actuó. Drustan, Ástomer y Adronath cargaron contra los monstruos, y los arcos de Laufinwë y Eruannë lanzaron flechas. Era como si todos juntos formasen un único ser, preciso y mortal. Elorham poco pudo aportar ahora, pero mantuvo la concentración a la espera de ver el resultado de la ofensiva del grupo. De ello dependía qué objetivos elegiria para el conjuro.

Echó una rápida mirada hacia atrás de cuando en cuando, por si aparecía el otro grupo de arañas.

Resolución Turno 705

El grupo se había preparado de modo apropiado y no se iba a dejar sorprender. Se colocaron relativamente cerca de aquel muro de telas de araña pero con cuidado de no quedarse pegados a ellas.

Las arañas surgieron y Zigur desencadenó su poder. Un fuerte fogonazo de luz invadió de repente el lugar y dos de aquellos seres se pararon, atontados.

Eruanne y Laufinwë desataron sus ataques, los proyectiles alcanzaron a sus enemigos. La sangre comenzó a brotar.

Drustan descargó la lanza alcanzando a uno de aquellos seres en una de sus patas, Astomer atacó a otra y logró hacer contacto pero el golpe fue poco colocado.

Adronath saltó y abalanzándose sobre otra de ellas cortó una de sus patas, el enemigo cayó al suelo y comenzó a convulsionarse.

Elhoram observaba todo aquello con asombro debido a la rapidez y efectividad con que habían actuado sus compañeros.

Turno 706

La elfa mordió sus labios y resopló.

Algo la inquietaba.

—Drustan o Adronath, encargaros de esta—pidió Eruannë y, mientras recargaba el arco, señaló con un ligero movimiento de la cabeza hacia la araña que ella misma había atacado instantes antes. Luego, añadió: —No deseo que nos tomen desprevenidos las que vienen detrás. Zigûr dijo que eran muy astutas y, si es así, estarán preparándose para empujarnos hacia las redes...

Sus azules y límpidos ojos se movieron con rapidez horadando cada detalle del entorno, casi como si fuera un depredador al acecho: el suelo, la pútrida maleza, los troncos, las ramas e, incluso, las copas de los árboles y las mismas telarañas que se desplegaban a su espalda.

—No nos sorprenderán —murmuró entre dientes.

Estaban muy cerca, estrechando el cerco para empujarlos hacia las telarañas. Las intuía, y casi podía escucharlas trabajar arteramente en su cometido. Pero no permitiría que se salieran con la suya.

En un momento su mirada se cruzó con la de Elorham:

—Están preparándose —le susurró.

Y otra vez, tenso el arco y preparada la flecha, la elfa buscó con una mirada implacable a su siguiente objetivo.

Iluminadme, Tintallë...

Turno 706

Eran más que un simple grupo de aventureros. Sus numerosas luchas juntos les habían hecho cohesionarse como si fuesen solo uno a la hora de atacar, y no solo eso, si no los preparativos anteriores. Y se notó, sobre todo lo notaron sus contrincantes. En solo un ataque habían logrado dejar noqueadas a tres de ellas, si bien de esas tres dos solo estaban aturdidas, pronto estarían postradas como la tercera.

Pero más allá de sonreir por lo bien que lo estaban haciendo, Adronath, imbuido como estaba en el fragor de la contienda, siguió concentrado en la misma.

Cuando Eruannë les pidió que se encargaran de la araña a la que estaba atacando, el guerrero ni se inmutó, hizo un cambió de guardia y acto seguido atacó a la araña con la que estaba Drustan para que su compañero se encargara de la de Eruannë.

Todo fue en silencio, no hacía falta palabras, los hechos hablaban por sí mismos.

Turno 706

- No debemos quedarnos, huyamos mientras continúen asi - dijo algo acelerado el mago sin pensarlo demasiado.

Cabía la posibilidad de que se recuperasen y les diesen caza, tal vez lo mejor era rematarlas. El mago, sin embargo, preferirá huir y darlas esquinazo. El no era un guerrero, solo era un estudioso. Y solo su raza y la historia de sus antepasados y todo lo que se contaba en ellas al respecto, era lo que le mantenía allí. No sabia luchar, pero sí que poseía el suficiente temple para lograr mantenerse y no huir.

Respiro hondo y comenzó de nuevo a susurrar, lentamente, en voz baja...

- Izindi batân tâidô ayadda - comenzo a murmurar - îdô kâtha batîna lôkhî... - usaba la antigua lengua de sus ancestros, no era casualidad...

Turno 706

Drustan aún padecía las secuelas de la marcha por el tenebroso bosque. Si en la anterior batalla contra los huargos el beórnida había actuado como un espíritu vengativo, en esta ocasión sus débiles golpes apenas parecían afectar a sus enemigos.

Asintió a las palabras de la elfa, y trató de ensartar con su lanza a la aturdida criatura, sin mucho éxito.
Las palabras de Zgur proyectaron una sombra sobre su cansado espíritu. No estaban exentas de razón, pero el truco del erudito les había brindado una oportunidad que no podían dejar pasar. Estaban apostando su destino a esa baza, y el beórnida rezaba para que salieran con bien de aquella batalla.

Demasiado cansado para perder aliento hablando, siguió combatiendo codo con codo con Adronath

Turno 706 Bis

La elfa escrutó más allá de los árboles y entonces vio a la tejedora, rápida y silenciosa, moviéndose por el lóbrego bosque. Eruannë apuntó. Pero algo retuvo su mano, una aciaga inquietud, una secreta intuición. ¿Fue el miedo? Tal vez, pero el miedo jamás detendría su mano.

Fue cuando habló el mago que esa inefable sensación adquirió cuerpo.

-Están cerca. A unos doscientos pies -anunció.

Esas horripilantes criaturas se encontraban demasiado cerca como para escapar de ellas. Quizá la silvana fuera lo bastante rápida y ágil para eludirlas, ¿pero Drustan o el mismo Zigur? El beórnida estaba cansado y su pesada armadura era un lastre; y el mago... Su sabiduría y habilidades eran muchas y muy poderosas, pero dudaba de que fuera veloz. Les darían caza como a alimañas. Además del riesgo de caer en las redes o de perderse en el camino.

Aún tenían unos preciosos instantes, podían intentar huir o prepararse para el próximo enfrentamiento, pero no sería Eruannë quién tomara tal decisión.

Pensó en las oportunidades que tenían: el erudito invocaba el favor de la Valië; Elorham estaba concentrado; y los guerreros daban todo de sí. Tenían todas las eventualidades cubiertas. ¿Entonces por qué esa sombra azotándome?, pensó.

Con los ojos puestos en la araña y el arco preparado, nada podía detener la flecha silbando en el aire. Ni el arte del mago, ni la férrea voluntad del animista, ni...

-Por la Valië... -

Presta, Eruannë soltó el arco y aferró el arpa. Con los primeros acordes supo qué era lo que pesaba en su ánimo. Y su mirada brilló como una noche estrellada.

Turno 706

El primer ataque no había sido del todo potente y apenas pude hacerle un rasguño a la araña a la cual ataqué. Esperaba mayor fortuna en esta segunda oportunidad.

Vamos Laufinwe, debemos acabar con ellas cuanto antes, pronto llegarán más.

Turno 706

Las palabras de Eruannë confirmaron los temores de Elorham. Se giró para encarar la dirección por la que se acercaba el otro grupo de arañas. Confiaba en el grupo para acabar con las cuatro arañas que tenían delante.

- ¡Sin piedad! ¡Dadles muerte!, les animó y se centró en ver entre las telarañas y los árboles cualquier movimiento. Su conjuro estaba listo, y estaba esperando el momento de que hicieran su aparición suficientes arañas de la retaguardia.

-Si sale bien, las arañas afectadas no nos atacarán salvo si les atacamos nosotros. Si vienen muchas, intentaré calmar a las cuatro primeras. En ese caso, tenéis que atacar a las no afectadas en primera instancia, les susurró a sus compañeros.

TURNO 706

Parece que todo saldría bien, al menos con la primera oleada, pero Eruanne nos recordó a todos que esto era solo el comienzo, y que la segunda vuelta sería mucho peor.

Un movimiento fluido, dotado con la gracia de los primeros nacidos coloco otra saeta en el arco y los potentes músculos de mi torso y mis brazos, parecidos a los de un humano me ayudaron a sacarle todo el potencial de disparo al viejo arco.

Cuando la saeta salio disparada supe que daría en el blanco. Eso debería darle suficiente ventaja a los demás para que pudiera dirigir mis pasas al lado de la cantora para ralentizar la marcha de las demás arañas que se nos venían encima.

Zigur, Eruannë y Elhoram prepararon sus dones.

Zigur centraba su mente en la manipulación de esencias más allá de la comprensión de los seres normales pero él era capaz de doblegar la realidad a su voluntad y poco a poco una extraña energía, como un relámpago contenido, se acumulaba en su mano.

Eruannë por su parte guardó su arco, rebuscó en su mochila hasta encontrar el instrumento que más usase y sacó el arpa para comenzar a rasguear sus cuerdas con la destreza propia de su raza. No en vano el poder primero de Eru fue la canción y la elfa, a través de la música, se acercaba a la fuerza y poder de los mismos Valar a quienes trataba de imitar.

Elhoram sentía la presencia de aquellos seres algo más del límite de su visión. El animista tenía por costumbre empatizar con los animales pero aquellos engendros eran agentes del horror, perversiones del orden natural y como tal debían ser destruidos y parados. Eran aberraciones y se encargaría de hacer que no les pudiesen dañar.

Laufinwë tensó el arco y con precisión soltó el proyectil que se clavó con entusiasmo en el cuerpo de uno de aquellos repulsivos engendros. La araña trataba de hacer algo más pero era incapaz.

Adronath, el edain, se adelantó y hendió el corpachón de aquella araña que antes enfrentaba a Drustan. El ser se encogió sintiendo la herida y comenzando a sangrar.

Drustan también atacó a un nuevo objetivo, hendió la lanza con precisión y la sacó con rapidez aunque a pesar del aturdimiento de su adversario no hizo excesivo daño.

Astomer saltó y atacó con bravura, como no podía ser menos atendiendo a la fama de los montaraces e hirió a su enemigo en una pata de la que comenzó a sangrar.

Desde el límite de los árboles, cubierta por ellos, podían distinguirse el par de ojos de una gran araña. Siseó en un extraño idioma, recordaba el gorgoteo de un ícor desprendiendose de un tejido pero la reacción fue clara. La sensación de amenazá pasó, los sonidos de patas corriendo y acercándose quedaban en el pasado. El resto del grupo no se atrevió a enfrentar un grupo decidido y fuerte, prevenido y peligroso.

Los segundos siguientes se llenaron de gritos de furia y guerra y de hendiduras de armas y sangre de engendros. En pocos segundos las arañas que todavía estaban a su lado habían sido derrotadas. Sus repulsivos cuerpos expulsaban una sangre de color verde.

Todo había terminado, las arañas se habían retirado, al menos de momento.

Quedaron por lo tanto en el camino que todavía estaba bloqueado por las telas pero ahora por lo menos tendrían tiempo de retirarlas sin ser atacados y seguir camino. Por otro lado ... estaba el cuerpo que pendía entre las telas de araña. ¿Qué habría hecho que las arañas pusiesen aquello allí?

Turno 707

Los primeros acordes del arpa trocaron en un suave arrullo, como el aleteo de un pájaro. Luego, una melodía alzó vuelo y giró en torno al grupo. Entretanto, Eruannë controlaba el avance de la temible criatura y sus compañeros abatían con pasmosa celeridad a sus contrincantes.

Fue asi que, mientras sus ojos escrutaban el bosque y sus dedos acariciaban las cuerdas del arpa, una tras otra, las arañas caían destrozadas entre horrendos chillidos sobre un charco de líquido viscoso, pero la elfa permaneció indiferente a tales hechos, sumida en la melodía y en una imperturbable acechanza.

Entonces anunció, con un murmullo que trajo tras de sí una ligera brisa de esperanza:

-Se alejan, retroceden... -y volteó brevemente la mirada hacia sus compañeros. -Las arañas retroceden -repitió, como si no diera crédito a sus propias palabras. Y tal vez fuera así.

¿En verdad abandonan el asedio? Ni siquiera concluyó ese pensamiento, tan confundida se encontraba.

Presta, Eruannë se encaminó con silenciosos pasos en dirección donde había visto a la tejedora poco antes, pero sin apartarse demasiado de los demás y le hizo una seña a Laufinwë para que hiciera otro tanto.

¿En verdad...?

Arpa en mano, Eruannë avanzó en la tenebrosa espesura y no regresó hasta que se convenció a sí misma de lo que era un hecho.

-Se fueron -confirmó instantes después -Debemos apresurarnos.

Y sus ojos se posaron en el pobre desdichado que pendía de las redes. ¿Estaría vivo? ¿Se trataba de un adan o de un quendi? Pronto lo averiguarían...

En efecto, retrocedían, pensó para sí, arma en mano y aún con el corazón agitado por el fragor de la batalla.

Pero en esta ocasión habían vencido con cierta prestreza y celeridad. Tanto los sortilegios de Zigur, como las flechas y espadas del resto habían marcado el devenir de la lucha, y esos horribles monstruos entendieron el peligro. No eran tan tontos como podía parecer a primera vista, aunque algunas ya no podrian volver a chillar ni a sembrar pánico y horror.

Pero no había que bajar la guardia, el peligro podría acechar en cualquier instante y ese bosque no era nada agradable.

Mientras el resto se ocupaba de la identidad de quien estuviese envuelto en esas telas, y si aún respiraba, el dunadan fue directo al enjambre de telas que cortaban el camino.

Alguien que me ayude, debemos despejar esto cuanto antes, dije al tiempo que daba estocadas mortales a esos hilos de inmisericordia.

Adronath sacó su arma del interior de la araña. Entonces escuchó las palabras de la elfa. Se retiraban. 

El guerrero miró a sus copañeros y actuó presto.

- Elorham y Zigûr ayudad a Eruannë a bajar al pobre desdichado que ha caido en las redes de las arañas.

- Laufinwë, vigila por si se acercaran nuevametne las arañas.

- El resto intentamos abrir una brecha en la telas de araña que cortan el camino, para seguir adelante con nuestra ruta.

Acto seguido el guerrero comenzó a cortas las hebras de la telaraña que tenían delante.

Turno 707

Elorham respiró hondo, y se relajó dejando que la fuerza ancestral fluyera a través de él y de vuelta a la Naturaleza. Se habían ido las arañas, pero podrían volver. En cuanto pudo, se movió a ver el cuerpo colgado en las telarañas.

Primero quiso comprobar si se trataba de un humano, y sobre todo si seguía con vida. Podrían haberle envenenado aquellas criaturas monstruosas. Si no veía peligro para sacarlo de allí, y con Eruannë y Zigûr sujetando el cuerpo, con su lanza, trataría de cortar los hilos que lo mantenían colgando en lo alto si no llegaba con su espada.

No disponían de mucho tiempo para salvar a la desafortunada víctima, y sabía que en cuanto sus compañeros hubieran terminado de abrir el camino, deberían seguir hacia delante.

Turno 707 bis

-Aguardad un momento, Elorham -exclamó Eruannë.

Dicho esto, entrecerró los párpados y escrutó el entramado que envolvía al cuerpo. Luego, una melodía agitó las redes y fue destejiendo aquel ovillo lentamente, de arriba hacia abajo, en armoniosos espirales.

Y, ante las expectantes miradas de la elfa y de sus compañeros, fue asomando un rostro.