Partida Rol por web

Los arbustos se movieron un poco más, pero a ellos se le unió una voz vagamente familiar de hacia unas horas.

No temas, hermana. anunció antes de aparecer. Soy un amigo. lentamente el nórdico que habías salvado horas antes apareció entre la oscuridad de la maleza con las manos en alto, mostrando no tener intenciones hostiles.

Vi tu fuego. dirigió la mirada hacia la hoguera ahora apagada. Me acerqué buscando cobijo.. no sabía que eras tú. tomó aire lentamente. Te agradezco tu ayuda antes, me salvaste la vida. no se movió del límite del bosque, carraspeó y preguntó. ¿Puedo acercarme?

Al escuchar la voz del nórdico me relajé un poco.

-Bienhallado- dije, y señalé el guiso -. Hay comida si lo deseas en la cazuela- dije, acercándome al fuego. Aún quedaban algunas brasas, así que eché un leño, lo suficiente para que diera calor pero que se mantuviera dormido -. Soy Hati Garra Roja, hija de Aela La Cazadora- me presenté. Entonces arrugué la frente y me incorporé mirando a nuestro alrededor, atenta a cualquier sonido -. Ese imperial... aún te busca, ¿no es cierto?- pregunté, tensa. Si había seguido al nórdico hasta allí, podía suponer un peligro para mí y Botitas -¿Por qué te acosaba?

Me senté cerca de mis enseres y tanteé disimuladamente la empuñadura de una de las espadas cortas. Definitivamente, los dioses no quieren darme descanso esta noche, pensé a sabiendas de que no podría pegar ojo.

El nórdico se acercó rápidamente a la comida que le habías mostrado, con pocos ascos empezó a comer con desesperación. Se notaba que estaba hambriento, la lumbre lunar mostró que aun tenía el mapa de cicatrices y cardenales que el imperial le había dejado por todo el cuerpo. Casi atragantándose, alzó su mirada hacia a ti con un asentimiento.

Hati. Yo soy Jorol de Peñón de Shor. Te agradezco.. tu ayuda.. antes y ahora. asintió repetidas veces relajando su cuerpo tras haberse alimentado. Se sentó junto al fuego macilento respirando más tranquilo.

Sí, seguirá buscándome. Pero le di esquinazo. dijo convencido, mostró una sonrisa confiada. Ese imperial no sabe moverse por nuestra tierra, no te preocupes. aseguró Jorol. Los thalmor vinieron a mi pueblo. Yo me encontraba en las minas.. venían a por mi hijo. echó una fugaz mirada a la estatua de Talos. Aún le adoraba.. pero alguien se lo dijo a esos elfos.. apretó los labios con rabia. Mi esposa intentó detenerlos.. la mataron.. y se llevaron a mi hijo. Yo fui detrás de ellos.. los embosqué y maté a dos de ellos, el último.. mató a mi hijo delante de mi y usó su magia contra mi dándome por muerto. se quedó en silencio unos segundos, movió la cabeza pensativo.

No sé como lo averiguaron.. que estaba vivo.. pero mandaron a ese perro imperial a por mi. la miró a los ojos, y respiró profundamente. Gracias.. 

Escuché la historia de Jorol. Era una historia que no me resultaba del todo desconocida. Todo nórdico hijo de vecino ha escuchado, visto o sufrido abusos similares por parte de los thalmor y sus marionetas imperiales. Sentada, miré hacia las tímidas brasas mientras rodeaba con mis brazos las rodillas, acariciando de vez en cuando a Botitas.

-Lamento lo que te ocurrió, Jorol- dije, con sinceridad -. Todo por adorar a Talos... ¿Qué será lo siguiente? ¿Prohibirnos soñar con que una buena muerte nos lleve a Sovengar? ¿Dejar de cantar las hazañas de Ysgramor?- bajé la mirada y suspiré -El verdadero enemigo es el Dominio, pero todas esas muertes de hermanos y hermanas, hijos y padres, recaen sobre las espaladas del Imperio. Los imperiales se han sometido a los thalmor y convertido en sus marionetas... pero éso no los exime de culpa.

El nórdico te escuchó en silencio sin intervenir, como si estuviera obnubilado en sus pensamientos. Pero no, Jorol añadió algo con la boca pequeña.

Tienes razón. El Imperio es una pantomima.. el Dominio.. ellos son peligrosos. dijo lentamente mientras terminaba los restos de la comida de la cazuela. Nunca se está suficientemente listo como para lo que los dioses nos deparan..

Jorol te miró con detenimiento, intrigado. Fijándose ahora en el aspecto que tenías, también echó una ojeada a Botitas que no se había separado de ti en ningún momento.

Puedo preguntar.. ¿qué hacías por estos caminos? Aela la Cazadora.. dijo pensativo, al caer en la cuenta abrió los ojos con asombro. ¿Eres la hija de la Heraldo de los Compañeros?

Miré a Botitas y sonreí, tomando al cachorro por el pellejo de la nuca, como lo haría una loba, antes de cruzar las piernas y dejarlo sobre mi regazo.

-Así es- respondí al nórdico, aunque no terminaba de confiarme y mantenía cerca mi espada. Por mucho que Los Compañeros fueran respetados en todo Skyrim, una mujer joven sola... era presa "fácil" para cualquiera -. La Heraldo es mi madre- confirmé, rascando al cachorro detrás de la oreja -. Nacida y crecida en Jorrvaskr, Los Compañeros son mi familia- cogí el odre de agua y bebí un poco. La noche, sin duda, sería larga. Quizá debería marcharme ahora que puedo, sopesé.

-Viajo hacia Falkreath con esta pequeña fiera- dije, señalando a Botitas mientras el cachorro mordisqueaba la manga de mi abrigo -, para reunirme con uno de Los Compañeros- mentí, precavida. Entonces, arrugué la frente -. Y ahora, ¿qué harás, Jorol?- le pregunté -¿Regresarás a casa o buscarás un nuevo hogar?

Jorol asintió gravemente, respetuoso. Las palabras que pronunció surgieron de sus labios lentamente.

Todo nórdico guarda respeto por los Compañeros de Jorrvaskr. dijo mientras apoyaba los brazos sobre las rodillas. De nuevo un silencio, miró a Botitas. Curioso compañero de viaje. sonrió levemente mientras asentía a tus explicaciones.

Pocos se aventuran por estos territorios.. el dragón que asolaba Falkreath fue destruido hace un año.. pero los caminos. mostró preocupación con la frente. Los caminos son pasto de salteadores y otras cosas más terribles. se levantó y se acercó al altar de Talos.

Supongo que seguiré haciendo lo que he hecho hasta ahora. dijo lentamente antes de volver hacia ti. Matar tantos thalmor como pueda, es lo único que me queda..

Fruncí el ceño ante las palabras de Jorol -Matar por matar sólo creará más sufrimiento y vacío- dije, muy despacio -. La venganza es un círculo vicioso, como el pez que se muerde la cola. Tú matarás thalmor, ellos enviarán más imperiales y, si sobrevives, los hijos y padres que vean la sangre de sus seres queridos en tus manos, querrán vengarse también, Jorol- acaricié la cabeza de Botitas -. No puedo decir que comprenda tu dolor, pero sí entiendo tu odio. Sin embargo, matar aldmer no te devolverá a tu familia.

Suspiré, apesadumbrada -Los thalmor son una mala hierba que se extiende demasiado rápido, asfixiando otras planas y árboles. Da igual que arranques una o dos, siguen creciendo y devorando todo a su paso como lobos hambrientos. Dedica tu vida a algo mejor, ayuda a otros... no merece la pena cazar thalmor mientras tengan al Imperio a su merced....

El nórdico te escuchó en silencio, con gesto grave, pero sin mirarte. Sus ojos estaban enfocados sobre el altar de Talos, como si ambos tuvieran una cuenta pendiente.

Puede que tengas razón. dijo lentamente. Pero no puedo negar lo que soy, ni lo que hago.. dejó morir esas palabras en el aire antes de volver hacia ti. Tienes razón cuando dices que los thalmor son como la mala hierba.. pero alguien ha de arrancarla, ¿no? 

El Imperio está enfermo. declaró con convicción. Ahora solo importa uno mismo.. eso es todo. Pero.. gracias. te miró a los ojos mientras decía esto. Te tendré en cuenta la próxima vez que.. pueda tomar una elección y hacer lo correcto. volvió junto a la hoguera, advirtiendo que te mostrabas desconfiada, asintió comprendiendo. Puedo marcharme si lo deseas, entiendo tu.. recelo.

-¿Tanto se nota?- pregunté, sonriendo con cara de circunstancia -Perdona, no quisiera ser desconfiada...- dije -mas la nuestra es una tierra salvaje y nunca viene mal ser cauto, ¿cierto?- intenté relajarme un poco -Lo que me preocupa, es ese imperial que te está dando caza. Podría haberte seguido hasta aquí...- me interrumpí antes de decir "y relacionarme contigo". Resoplé -Puedes quedarte si te place. Yo partiré antes del alba, con las primeras luces.

Arrugué la frente y me quedé mirando fijamente las tímidas brasas, pensativa.

Jorol asintió con gravedad, comprensivo.

Descuida, lo entiendo. dijo con talante tranquilo. Ser desconfiado te hace vivir más. cuando mencionaste el imperial, el nórdico arrugó la frente negando con la cabeza. No tendrás que preocuparte de ese imperial, te lo prometo. Tienes mi palabra. se llevó la mano al pecho con gesto solemne. Volvió al altar de Talos y dirigió una reverencia respetuosa, orando unas mudas palabras ante el mismo.

Luego se recostó en un lugar alejado de ti, dándote la distancia que necesitabas para estar tranquila. Botitas que había estado adormilado miraba a tu compañero de campamento en ocasiones, pero no parecía mostrarse especialmente hostil, no más con lo que pudiera mostrarse con un desconocido.

Dormiré un poco. Al alba nuestros caminos se separarán. recostado sobre el piso, el nórdico intentó relajarse. Los sonidos nocturnos se propagaron de nuevo. Buenas noches, Hati hija de Aela.

Un poco más tranquila, me acomodé en mi saco de dormir cuando Jorol se alejó un poco, dándome espacio, un gesto que agradecí.

-Buenas noches, Jorol- quice mentar a Talos, mas no me atreví por temor a que alguien nos escuchara. Por mucho que el nórdico dijera que no había de preocuparme por el imperial, ese instinto de supervivencia me decía que nunca diera nada por sentado. 

Me arrebujé entre las pieles, haciendo un hueco al cachorro y abrazando una de mis espadas, por si alguien o algo perturbaba mi sueño. Intenté dormir, pero cualquier ruido me hacía desvelarme. Sí... va a ser una noche dura.

La noche os abrigó acogedora, por suerte no hacia mal tiempo y la temperatura se mantuvo agradable. Te despertaste poco antes del alba, como era costumbre, un adormilado Botitas abrió su boquita haciéndose el remolón. Quizá por instinto comprobaste dónde se encontraba Jorol, pero ya no estaba. Se había marchado mientras dormías.

El día amanecía gris, un cúmulo de nubes se agolpaba en el cielo, pero tu experiencia te decía que no llovería. Al menos no inmediatamente, una comprobación de lo que llevabas encima demostró que lo tenías todo contigo. Jorol se había esfumado, no parecía haber dejado ningún rastro.

Al despertarme, lo primero que hice fue mirar hacia el lugar donde había dormido Jorol... pero estaba vacío y no había rastro del nórdico. Comprobé mis enseres y suspiré aliviada. 

-Al final demostró ser un hombre honorable, ¿no Botitas?- le dije al cachorro, recogiendo todas mis pertenencias, aunque no guardé la cacerola y los cuencos. Descendí por el sendero, camino hacia el lago, para enjuagar mis cacharros. Entonces recordé la lucha de las bestias y me pregunté si podría encontrar el cadáver de la sierpe derrotada. Al fin y al cabo, hay que aprovechar lo que la naturaleza los da.

El ambiente era tranquilo, los pájaros anunciaban el nuevo día y una brisa neblinosa fluía entre los arbustos. Tu descenso al lago no fue complicado, no estaba lejos. Botitas iba a tu alrededor saltando y ladrando, esperando que el despertar trajera consigo el desayuno. Un momento de distracción con el cachorro fue suficiente, del lateral del camino emergió una sombra furtiva a gran velocidad que te sacó del camino y te echó a un lado del mismo...

El golpe te dejó aturdida después de que Kaeso surgiera desde tu lateral, escondido entre los arbustos, con la inercia de su movimiento te llevó fuera del camino dejándote tumbada boca arriba, con él encima mientras te había inmovilizado la mano del arma con una mano y te tapaba la boca con la otra. Se recostó sobre ti, manteniendo un perfil bajo, mientras Botitas peleaba fieramente contra una de las botas del imperial. 

Ssssh... le dijo muy cerca de tu rostro y te miraba a los ojos tiñéndote de azul la mirada, tan cerca como no te hubieras imaginado horas antes, pero aún con la boca tapada que oprimía con fuerza. A tus intentos de forcejeo, él intentaba mantener la presa, aunque Kaeso parecía pendiente de algo que estaba sucediendo a vuestro alrededor. No te muevas.. exigió mirando hacia el camino, cabizbajo, de pronto empezaste a escuchar varios pasos de botas que venían del lado opuesto del camino por donde transitabas.

-Ya va, ya va...- le dije en voz baja, con un tono cariñoso mientras el cachorro saltaba a mi alrededor. No pude evitar sonreír ante su entusiasmo.

Pero pequé de confiada. Me distraje con el perrito y no vi la figura que me asaltó de forma furtiva, echándome a un lado del camino. Al ver a mi atacante, abrí los ojos como platos, sorprendida, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda. El imperial... me había encontrado.

-Mmmpphhh, mmmmmhh- protesté, forcejeando para liberarme de su presa. Me retorcí en vano, pero cuando siseó tan cerca de mi rostro para que el cachorro no ladrara, me quedé de piedra, con la piel erizara y el miedo en mis ojos. No por mi vida, sino por temor a que le hiciera algo a Botitas.

Pensé lo peor, que el imperial se iba a vengar por perder su presa, que iba a hacerme... bueno, a sobrepasarse conmigo. Pero lo que más me preocupaba, aunque no tuviera sentido, era el cachorro. No obstante, mi agresor estaba pendiente del camino. Arrugué la frente, intentando girar un poco el rostro, cuando escuché las pisadas de botas.

El imperial mantenía su férrea presa en ti, sentías su respiración tensa sobre tu cuerpo, sus músculos fuertes de alguien acostumbrado al combate y al ejercicio físico. El hombre mantenía su mirada fija a un lado del camino, y cuando percibió los gruñidos de Botitas volvió la cabeza hacia él silbando suavemente como un pajarillo. El animal se calmó unos segundos y se quedó acurrucado junto a vosotros.

Como si respondieran a este silbido, los pasos se detuvieron unos segundos. Una voz aguda, arrogante, se escuchó desde algún lugar donde aún no alcanzabas a ver.

¿Qué ha sido eso? preguntó la voz arrogante. Otra familiar, la habías escuchado antes en algún lugar, respondió.

Un gorjal. No es nada. respondió esta. No hubo otro intercambio de palabras y los pasos se reanudaron.

A medida que se acercaban, el imperial se acurrucó cada vez más sobre ti hasta unir su mejilla sobre la tuya mientras seguía manteniendo tu boca tapada. Sentiste su corazón acelerado, su respiración nerviosa, y pronto las piernas de hasta cuatro individuos, el sotobosque os impedía ver más allá. El primer par de piernas correspondían a una suerte de pantalones de piel, una amalgama de pieles habitual en Skyrim. Los siguientes ya resultaron más.. exóticos. Una túnica morada, quizá azul, y unas botas negras de buena calidad, los otros dos individuos vestían partes de una armadura de tonos esmeralda y una cuidada decoración floral.

Kaeso te miró de soslayo, sabiendo que habías visto aquello, te quitó la mano de la boca confiando de que no abrirías la boca. Necesitaba su mano libre para llevarla a la empuñadura por si las cosas se torcían. Los cuatro individuos siguieron avanzando, se alejaron unos metros y pareció que abandonaban el camino hacia el sendero que conducía al santuario de Talos en el que habías pernoctado. Al cabo de unos minutos en el que el imperial no se movió, todo volvió a la normalidad.

No entendía nada, alternando mis ojos verdes entre el camino y el imperial. Cuando silbó para calmar a Botitas, miré preocupada hacia el lugar de donde provenían las pisadas y sentí mi corazón acelerarse. Intenté mantener la calma, pero la situación era demasiado tensa.

El imperial se agazapó más sobre mí, rozando su barba con mi mejilla. Sentí que me ruborizaba y tragué saliva, antes de fijarme en las botas de aquellos que marchaban por el camino. Fruncí el ceño, extrañada. Entonces el imperial apartó su mano de mi boca y lo miré entrecerrando los ojos. Pude gritar en aquel momento, pidiendo auxilio, pero por alguna razón, no lo hice, sino que volví a mirar hacia los matorrales mientras los pasos se alejaban.

Asegurándose de que no había nadie en los alrededores, Kaeso se apartó de encima tuyo, aunque manteniendo el perfil bajo. Se agachó junto a ti poniendo cara de circunstancias, hablando en voz baja.

Un placaje inesperado. sonrió burlón. Espero que no te hayas roto nada.. miró hacia donde se perdieron los pasos, tu mirada cambió a una más oscura. De nada.

Alzó las manos antes de que pudieras lanzarte a por su yugular, excusándose.

Calma, pelirroja. Aunque sé que te ha gustado.. no hace falta que me lo agradezcas. Esos thalmor no habrían hecho distinciones.. a pesar del tono distendido que mostraba, permanecía alerta. ¿Qué hay en esa dirección?