Arthur H. Wheeler

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27/09/2019, 18:20

Arthur H. Wheeler

"La magia tiene una forma extraña de hacer las cosas, querida. Las palabras son mágicas, por ejemplo. Pueden crear y destruir, si sabes cómo utilizarlas." - Arthur H. Wheeler, Escritor de novelas policíacas, mago de fin de semana, homosexual a tiempo completo.

Lo crueles que pueden resultar los niños es algo que todos conocen, sobretodo con aquellos que no se acercan a la apariencia que se supone todos deben tener o, que por alguna mala suerte, nazcan con una preferencia distinta a la que impone la mayoría. Pero Arthur era ambos. Un niño gordo y homosexual no era "alguien" sino "algo" con el que los otros niños pudieran descargar sus propias frustraciones: burlas, abusos, golpes, encerrarlo en casilleros, quemarlo con colillas de cigarrillo. Tú nómbralo y seguro que Arthur ya lo ha vivido. Por eso, su refugio fue la lectura y con el tiempo, la escritura. Al principio no eran más que historias fantásticas de caballeros de brillante armadura salvando doncellas en apuros, lo que cualquier psicólogo del tres al cuarto diría que era una proyección de sus propias inseguridades. A la medida que fue madurando en su propia lectura, también su escritura cambió. Un tono mucho más serio, oscuro y con algo de antiheroísmo se apoderó de él y no lo soltó por casi el resto de su vida; con una pluma que con los años lo llevaría a la fama mundial por ser el autor de múltiples best-sellers, tando de ficción como plasmando la realidad con toques novelescos, que tanto ama la audiencia. Alguna de sus obras, incluso, han sido llevadas al cine y adoradas por la crítica. Pero ese no es la historia de hoy. Es la historia de cómo descubrió un mundo muy por encima de lo que todos creen y conocen como la realidad. La historia de como Arthur se convirtió en Mago y de cómo eso cambió por completo su vida. Aunque te aseguro, no es tan interesante como alguna de sus novelas.

Las 6 p.m. en la preparatoria de Pittsburgh en Pensilvania, era el último día de clases de Arthur para graduarse ese verano. Estaba en detención con otros tres compañeros de su curso, todos matones, pues se había involucrado en una riña con ellos y había mandado a uno a la enfermería con tres costillas rotas. Todos tenían marcas en el cuerpo de algo que les había pasado. Tres días antes, más temprano en la mañana, se había enterado de su admisión en Yale para estudiar literatura inglesa. Pero en ese día algo más importante en su vida pasaría. Era la primera vez en la vida de Arthur que reaccionaba ante los abusos y lo hizo de la peor manera.

Aquellos cuatro chicos (los tres de detención y el que había sido llevado a la enfermería de urgencia), planeaban algo grande para el fin del curso. Querían ridiculizar de la peor manera posible a Arthur de una forma que nunca olvidaría y que de haber logrado seguro habría causado graves daños en su psiquis, pero algo los detuvo. Motivados por alguna fuerza diabólica en su interior, los cuatro muchachos planeaban violarlo en el baño y tomar fotos de él mientras lo hacían para publicarlas como "el marica más grande de la historia de la preparatoria", sin medir las consecuencias de lo que algo como eso ocasionaría. O tal vez sí y no les importaba.

Esperaron a que entrara al baño, que convenientemente habían mantenido cerrado para el resto, y atrancaron la puerta con pestillo. Apenas si pudo encerrarse en uno de los cubículos, también trancado, rogando que fuera suficiente para detener las ansias de infligir dolor que tenían los matones en ese momento, y colapsado de miedo se mantuvo inmóvil la mayor parte del tiempo que los chicos se regodeaban en su miseria, describiendo explícitamente lo que planeaban hacerle a Arthur y lo que harían con las fotos que tomaran de ese incidente.

Cuando pudo reaccionar, tomó su libreta donde apuntaba ideas para sus historias y escribió algo tembloroso con una pluma roja, la primera que encontró. Apuntó cada letra con una presión tal que casi traspasaban la hoja sobre la que escribía, como si fuese el último aliento que daba:

"El último verano del 89 en el último cubículo del baño

del último lugar de la tierra en el que quisiera estar,

una historia macabra se lleva a cabo. Hazme invisible,

para no ver. Hazme aire, para no sentir. Hazme fuego para

herir a quienes me quieren lastimar. Arde, arde, arde. Hazme

roca que al golpear no se rompa jamás."

Un golpe rompe la puerta del cubículo donde estaba y rebota contra su cabeza, echándolo al piso en un estado cercano a la inconsciencia. Con una mirada borrosa vio la pequeña libreta salir desprendida de sus manos y fue a parar unos metros hacia el fondo del baño. Mientras pateaban a Arthur y lo desprendían de sus ropas, sintió como un calor intenso invadió todo su cuerpo y los golpes dejaron de doler. Escuchó el craqueo que hizo el pie de uno de ellos al impactar contra su propio cuerpo, que parecía estar hecho de roca. La libreta a lo lejos parecía brillar. Las tuberías del baño se empezaron a romper y uno de los lavabos se desprendió con tanta fuerza de la pared que impactó contra uno de los matones, rompiéndole varias costillas. La puerta que habían desprendido de un golpe para sacar a Arthur del cubículo también salió impulsada por los aires, impactando contra la cara de uno de los matones, desfigurando su rostro y desprendiendo su dentadura. Cuando el último de los que quedaba en pie se acercó a Arthur, zarandeándolo y gritando que se detuviera, sus manos se prendieron en fuego como un fósforo, carbonizándolas casi por completo. Arthur perdió el conocimiento poco después.

Aquel incidente lo hicieron pasar como un mero accidente, una tubería de gas que pasaba por el baño se rompió al mismo tiempo que las de agua, que causó que volaran escombros por los aires y alguna chispa inició la combustión del más desafortunado. No hubo un solo castigo a los chicos, apesar de que hubo intento de violación y la escuela se encargó de encubrir el hecho de la mejor manera que pudo. Pero nada volvería a ser igual.

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