Partida Rol por web

Redmond levantó la cabeza de sus apuntes al escuchar las últimas palabras de Eve y ese "yo" tan remarcado al hablar de no matar a la gente. La chica se había tomado muy a pecho las palabras de Blue y, cuando se cambió de sitio para sentarse al lado de Alix, Red aprovechó para mirar a la vidente.

Sonrió cuando la mirada de Blue se cruzó con sus gafas de espejo. Le dedicó una media sonrisa cómplice y un alzamiento de cejas con los que se transmitían conceptos como "vaya genio tiene mi prima", "has tocado una fibra sensible" y hasta "alerta". 

Después, siguió con sus cálculos.

La limusina volaba, silenciosa, por la autopista. Ágador, el conductor, había escogido esta ruta, pues aunque no era tan directa como atravesar la ciudad (tal como habían hecho Starfire y su acompañante) era más rápida.

El interior se encontraba en calma. Alix y Eve, sentados juntos en un extremo, se concentraban para potenciar sus habilidades, anticipándose a lo que pudieran encontrar después; Alix “tuneaba” su traje alquilado y Eve, a su lado, meditaba, expandiendo su mente y su sentido del tiempo.

Red trabajaba en sus cálculos, pero no estaba tan abstraído como para no prestar atención a lo que hablaban Arthur y Vesper, que aprovecharon el viaje para trazar un plan, una estrategia que les ayudara a conseguir que las premoniciones de la vidente no se hiecieran realidad.

Durante el viaje, el no tan joven escritor pasó la mayor parte del tiempo mirando por la ventana las luces de la ciudad a su paso, absorto en sus pensamientos y en sus propias tribulaciones. La luna se asomaba tímida en el horizonte lejano, a lo lejos alguien canta una alabanza a la santísima Virgen María, una súplica para que los protegiera con su manto de los hombres viles. El destino no pudo escoger una mejor melodía para acompañar su camino. En su mente, repasaba la estrofa final.

Ave Maria! Reine Magd!

Der Erde und der Luft Dämonen,

Von deines Auges Huld verjagt,

Sie können hier nicht bei uns wohnen,

Wir woll'n uns still dem Schicksal beugen,

Da uns dein heil'ger Trost anweht;

Der Jungfrau wolle hold dich neigen,

Dem Kind, das für den Vater fleht.

Ave Maria!¹

Reaccionó tarde a la pregunta de Vesper, pues era algo difícil de contestar. Quien conociera a Arthur sabía que era difícil sacar al escritor de su ambiente, era alguien que acostumbraba a hablar pausadamente, con un tono calmado y sostenido todo el tiempo. Con ese siseo que lo caracterizaba, y una gesticulación propia de un caballero. Pero había algo en toda esa situación que lo descolocaba, lo ponía nervioso y le resultaba difícil ocultarlo, lo que era el doble de frustrante para él. –Conozco el lugar. –Respondió. –Más de lo que me gustaría, en realidad. El sol, que simboliza la luz del Universo que nos guía a un estado más elevado no es más que una fantasía, es una luz falsa, que nos embelesa y nos manipula como instrumentos ciegos de nuestra propia destrucción. Como polillas que, atraídas por una lámpara, van directo hacia su muerte. –Lo dice como si se tratara de una experiencia propia. –Es un lugar malo, sé por qué lo escogieron, aunque haya sido una simple casualidad: es a donde van a parar los desdichados y todos los sueños rotos de esta ciudad. –Se lamentó. –Como los de esa chica travesti, acostumbrada como debe estar a los abusos, no se imagina el destino que le aguardaba cuando puso su vida en las manos de ese hombre. Porque, así como el diablo le encanta cebarse de sus hijos putativos como de aquellos que se creen divinamente inspirados, así los hombres malos abusan de los vulnerables y desvalidos. Y ese lugar, ese maldito hotel, es el hogar predilecto para quienes albergan en su corazón oscuras intenciones. – Hizo una pausa, pues el Ave María dio paso a La mamma morta, de María Callas. –Pero ese hotel también es un refugio para los parias, para los fracasados, para los que lo han perdido todo que en lo profundo de sus seres guardan esperanzas de que todo mejorará, algún día, ese Sol resplandeciente brillará de nuevo para ellos.

Apartó la vista de la ventana y miró a Vesper a los ojos, enfuriados, ardientes y temblorosos. El historial de Arthur con abusivos había dejado una marca de rabia en su interior, pues guardaba un profundo rencor hacia las personas que se aprovechaban de los débiles y de los desamparados, como lo había sido él alguna vez. –No sé si esta noche alguien tenga que morir, pero por mi sangre que no será esa chica. – Dijo con la determinación de alguien que se encontraba ya decidido a darlo todo.

La ópera cerraba con la impecable interpretación de María Callas, exclamando: Io son l'amore, io son l'amor, l'amor" E l'angelo si accosta, bacia, e vi bacia la morte! Corpo di moribonda è il corpo mio. Prendilo dunque. Io son già morta cosa!²

Con las últimas palabras de aquella mujer, llegó inexorablemente L’inverno de Vivaldi.

El discurso de Arthur era inspirador y su alegoría sobre las polillas y la luz me tocó particularmente, ¿Quién no se había sentido así alguna vez en su vida, arrastrado por un maelstrom hacia el centro mismo de sus demonios?

-Entonces, ¿Cuál sería el plan? -pregunto haciéndome un poco la tonta -Porque ir con valentía es muy hermoso pero poco pragmático, sobre todo si hay un arma involucrada -. Los miro a todos, los que están acumulando energía para convertirse en supersaiyajín y a Red y a Arthur. -Red, tú irás primero, ¿Qué intentarás allí? ¿Ver la situación, nos pasarías la logística interna? -inquiero.

-¿Eve tocará la puerta e intentará noquear al sujeto y Alix irá luego como refuerzo? -sugiero, más para que aporten ideas que para imponer un curso de acción -Arthur y yo podríamos escabullirnos a sacar a la chica de allí -sostengo, le guiño un ojo al escritor -Te dejaré cargarla.

- A veces es mejor morir en un éxtasis de luz como pfolilla que vivir en las sombras el resto de tus días. Aunque tampfoco soy muy listo, no me hagáis mucho caso.

Alix levantó un segundo la vista de su chaqueta con una triste sonrisa y habló mientras sujetaba el tapón del rotulador dorado entre sus labios.

- Yo lo que haría es la técnica ratera. En la pfuerta del motel espfiamos, y tengo un truco pfrepfarado para bfuscar todos los refuerzos que pfodamos. Mathews aún no me ha contestado el muy capfullo pero espfero que lleguen en algún momento, a pfoder ser de esta noche.

Levantó un momento la chaqueta a la altura de sus ojos para ver el patrón de flores doradas que parecían hebras metálicas entretejidas en la prenda, convirtiendo lo que fue una chaqueta de vestir en algo más postmoderno de metal y lino italiano.

- Me escabfullo y fuerzo la pfuerta de la entrada. Las cerraduras de motel no suelen ser muy difíciles. Una vez abierto dejamos que Eve entre a lo bruce lee y nosotros tratamos de salvar a la chica. Trataré de hacerle sentir a ese mal nacido todo el dolor que ha infligido a sus víctimas.

Tomaron la salida de la autopista y, tras transitar un poco por aquella zona dejada de la mano de Dios, olvidada y perdida, los recibió el verde parpadeo de luces de neón anunciando que habían llegado a su destino. El cartel estaba en mal estado, y las letras se encendían alternativamente, como si un poltergeist las estuviera controlando.  El Lucky Days era un Motel común, con un espacio para los coches en la entrada, las habitaciones en dos plantas dispuestas en forma de U y una piscina en el centro con tumbonas y zona de barbacoa. La habitación 7 se encontraba en la planta baja, en una de las esquinas.

Al bordear la piscina para llegar hasta la puerta, a Redmond le llamó la atención el reflejo de las letras en el agua turbia, que se encontraba sucia, llena de hojas y basura que algunos clientes incíbicos habían arrojado dentro (pues era otoño y no estaba en funcionamiento), y en su secuencia caótica le pareció entender un mensaje*.

La luz de la habitación 7 se filtraba a través de una pequeña rendija entre las cortinas, cerradas y opacas. No era tan grande como para poder ver lo que ocurría dentro, pero sí lo suficiente para saber que la habitación estaba ocupada. No había ni rastro del Lamborghini, pero al acercarse pudieron escuchar los sollozos enmudecidos de la puta.

Los últimos acordes lastimeros y llenos de dolor de Maria Callas interpretando la desgracia de la soledad, el dolor y la pérdida. Casi llorando por la pobre travesti en manos de ese malnacido que se creía con derecho a pisotear a los descastados y los forajidos. Los que no se habían amoldado a esa sociedad que protegía a los suyos pisando a los demás. Un trono de oro sobre un mar de cadáveres aplastados. 

Entonces los recuerdos amargos volvieron a él, sacudiéndolo como una corriente eléctrica. Llegaron al motel, la nueva catedral del pecado que se alimentaba de los débiles para resarcir los vicios depravados de las élites. Un sitio donde los despojos de la sociedad quedaban apilotonados en un sitio apartado con el único fin de servir de alimento a los engranajes del capital. El había vivido un tiempo en uno de esos sarcófagos en vida, con una de las bandas tenían uno de esas habitaciones para follar con iniciadas a la banda y prostitutas que cambiaban sexo por drogas. Esa fue su primera vez, con una cuarentona drogadicta e italoamericana  a la que llamaban la mamma, pero como decía la canción, la mamma e morta. La coca y el alcohol no fueron buenas compañeras.

Pero encontró un hogar que no era simplemente un preámbulo a la muerte. Donde la esperanza era una forma de vida. Y se había prometido a si mismo que no volvería a dejar que esa mierda lo consumiera, ni consumiera a nadie más. Bajó del coche antes siquiera que se hubiera detenido tirándose por el suelo de asfalto frente al enorme motel de carretera. Se quitó de un tirón la chaqueta para dejarla apartada a un lado mientras sacaba el táquer y dejaba fluir su magia para dar voz a los muertos. Varios de los miembros de su banda eran mejicanos, adoraban algo que el nunca entendió.. el día de los muertos. Y sin embargo, las calaveras decoradas, el pan de los muertos, las largas letanías y baladas de guitarra despertaban en el una melancolía y una sensibilidad que poblaba sus sueños con los recuerdos de los que ya no estaban, con una mujer alta y pálida vestida de negro observándolo desde el borde de su consciencia.

Dejó que sus manos volaran, despertando un nuevo día de los muertos para dar voz a los que habían sido silenciados. Llevando la consciencia de todos hacia ese lugar que navega entre la vida y el recuerdo, la ofrenda y la pena de los que abandonaron este mundo y dejaron en los corazones ajenos un ancla de pena, dolor, y a veces dulces experiencias.

“Vengo bailando desde el otro mundo

y es que mi casa está en el más allá.

Busco un alma que me dé un dulce nombre...

No quiero espantarte, solo quiero bailar”.

Canturreando las palabras de una balada para los muertos terminó contunuó con* su obra, tratando de percibir los sueños rotos, el dolor lacerante, el sufrimiento y las ansias de venganza de los que habían muerto en ese templo a la desgracia humana.

-- En el coche --

Blue había tomado el control de la situación y exponía posibles cursos de acción. - Cuando lleguemos deberíamos acercarnos discretamente y lo máximo posible. Los cálculos ya estarán terminados, - levantó un poco su libreta - así que podré proyectar mi visión y observar el interior de la habitación. Os informaré de la situación.

Miró a Alix y se encogió de hombros. - Igual no es mala idea que Eve entre a lo Bruce Lee... pero esperad a que os pueda contar qué es lo que veo. Ah, y una cosa, quizá deberíamos estar alerta no solo sobre el hombre, sino también sobre la Reina. Igual se asusta y trata de defenderse de nosotros. - Dejó que sus palabras calasen. - Esa posibilidad casi me preocupa más que ocuparnos de un imbécil y su pistola.

-- En el motel --

Al final no fue demasiado complicado llegar hasta el lugar. Se bajaron del coche sigilosamente y Redmond les indicó que se acercaran más. Había averiguado las coordenadas de geolocalización del hotel con su móvil, encendiendo por un instante la ubicación. Ya tenía todos los datos y podía lanzar el hechizo desde allí, pero cuanto más cerca estuvieran, más sencillo resultaría.

Se dirigieron hacia la habitación. Cabía la posibilidad de que les preguntaran qué estaban haciendo allí, así que Red iba atento a cualquier movimiento o indicación de que se habían fijado en ellos. Entonces observó algo extraño en la piscina. Algo que le llamó la atención y le erizó los pelos de la nuca.

Una premonición...

Lucky Days Motel

Lucky Days Motel

Lucky Days Motel

Lucky Days Motel

Lucky Days Motel

Lucky Days Motel

Lucky Days Motel

Lucky Days Motel

Lucky Days Motel

Lucky Days Motel

Lucky Days Motel

Lucky Days Motel

Lucky Days Motel

Lucky Days Motel

Lucky Days Motel

Mumdy Mortem* Alix, le pareció entender entre los parpadeos aleatorios del luminoso sobre la superficie de la piscina, en la que podía ver un reflejo oscuro del Motel, como si de un mundo de tinieblas se tratara. Se sorprendió, pues el Gigante Rojo no solía mostrarle mensajes tan claros. Este, sin embargo, no dejaba lugar a dudas; le estaba previniendo sobre lo que su insensato compañero pretendía conseguir, como comprendió al escuchar su canción, ver el dibujo que había empezado a hacer tras ellos sobre el asfalto del parking y recordar sus palabras en la limusina, que en ese momento tomaban un sentido escalofriante.

Tengo un truco pfrepfarado para bfuscar todos los refuerzos que pfodamos

No lo podía creer ¿En serio era Alix tan estúpido como para intentar contactar con los espíritus de los muertos que rondaban el hotel para que les ayudaran? ¿Además de haber avisado a la policía? ¿Acaso no bastaba con ellos cinco para detener a un simple borracho?

Aunque no dominaba tales artes sabía de sobra, por todos los libros esotéricos que había estudiado, que no se podía jugar con las entidades alter-mundanas sin tomar antes las medidas de protección adecuadas, y que aun tomándolas siempre era una tarea arriesgada. Alix, al lanzarse a dibujar como un loco justo al llegar, casi saltando del coche en marcha, le demostraba que ni siquiera había pensado en tales medidas, y dudaba que fuera capaz de controlar lo que invocara, más en un sitio como aquel, un lugar maldito como Arthur les había prevenido...

Por fin estamos aportando ideas, sonrío y los escucho. Lo que Alix propone me resulta interesante y práctico, aunque estoy muy intrigada con cómo llamará refuerzos y observo detenidamente lo que hace con su rotulador. -Me parece bien que intentes someter junto con Eve al atacante de la muchacha trans -doy mi parecer -Pero te pido que no te ensañes mucho, no sabemos a ciencia cierta si es un asesino hecho y derecho o un tipo violento al que se le ha ido la mano, aunque parezca muy fina la línea hay diferencia -explico recordando algún libro sobre psicología que tenía en mi biblioteca -Sobre todo en lo que implica la premeditación y eso nos ayudará cuando tengamos que dar explicaciones a la policía cuando llegue. -Si es que llega.

Miro a Red luego y mientras trato de prestarle toda mi atención, es difícil cuando tu mente se distrae con el mismo objetivo sobre el que quiere focalizar. Ya había tratado de no reírme con los gestos que me había hecho antes -no quería enojar más a Eve- y me había costado mucho. -Ajam... -me encuentro verbalizando torpemente, enseguida parpadeo un par de veces para obligarme a concentrarme -Es cierto, veré si puedo convencerla de no obrar contra nosotros, en un momento de estrés nunca se sabe...

Al salir del automóvil constato que el lugar es sórdido como me imaginaba y la piscina llena de basura me da asco, pobre chica... Arrastrada a este basural... Suspiro pensando que la ropa que llevo puesta no es la mejor y los tacos no ayudan tampoco, pero haré mi mejor intento.

El mensaje era increíblemente claro. Cuando Álix se había bajado del coche asi en marcha y se había puesto a pintar no le había dado demasiada importancia; se estaría preparando. Pero las letras reflejadas en la piscina le estaban diciendo con reflejos de neón exactamente lo que el graffitero pretendía hacer... y era algo demasiado peligroso. Volvió sobre sus pasos.

Álix aún estaba pintando su extraño diseño (¿una calavera?). Por suerte, aún no había terminado. - ¡Álix! Para lo que estés haciendo, detén el ritual - dijo, acercándose a él con precaución. Le hizo un gesto al resto para que se acercaran, especialmente a Eve. - Este es el peor sitio en el que deberías ponerte a invocar espíritus. Es oscuro y huele a muerte. No sé lo que vas a invocar, pero creo que no nos va a gustar a ninguno. 

Esperó un instante para ver si entraba en razón. - No tengo visiones tan claras a menudo, colega. - Y no con tu nombre en ellas - Creeme, es mejor que pares.

No tardaron mucho en llegar al lugar de destino, y no había cambiado mucho desde la última vez que estuvo allí hace ya tantos años. Como si el tiempo se hubiese detenido en un estado de perenne descomposición, sin espacio para el cambio o para la armonía. Casi podía sentir el flujo de una resonancia repugnante, espesa y brumosa como si se tratase de algún pantano envenenado de esos que tanto había leído en reportes confidenciales. ¿Sería ese lugar también uno de esos sitios de perdición, de amargura, de desolación creados por la mano virulenta del hombre? La respuesta a eso tardaría en llegar, lo sabía, pues lo urgente ahora era rescatar a la chica en peligro. Una damisela en apuros, y nosotros los caballeros de armadura resplandeciente. Un clásico.

El coche llegó tan silencioso como podría esperarse de un Rolls Royce, mandado a hacer con especificaciones tan exactas que su manufactura era casi un secreto de Estado. – Álix, cariño, haz lo que dice el señor Rojo, no querrás despertar lo que yace aquí dormido. Es el material de lo que las pesadillas están hechas. – Dijo Arthur con su voz calmada, porque era literalmente ese. El anuncio de neón parpadeaba con el sonido que hacen las luces defectuosas, como un zumbido que no se va, pero al que te acostumbras con el tiempo. – Ágador, mantente cerca. – Le dijo al chófer, para que estuviera alerta ante cualquier cosa. – Avísanos si es que alguien viene. – Completó la orden, pues en su mente, debía ser una operación limpia y no quería tener nada que ver con la policía haciendo preguntas incómodas, más sabiendo que al final alguien terminaría muerto. O eso dijo Blue, y él le creía.

Del bolsillo interno de su traje sacó los dos trozos de pergamino que le sobraban, después de haber dado uno a Álix para sus ilustraciones, y con la pluma en su otra mano, sobre el capot de su coche, dibujó una estrella de cinco puntas con unas palabras escritas en orden. Era el tetragramatón, el antiguo nombre de Dios que se dio a sí mismo en la cábala judía según el Pentateuco.

Sobre ese papel escrito, puso el que estaba en blanco y su mano diestra sobre él. Con suma concentración, murmuró unas palabras para transmutar la tinta del papel de abajo hacia el de arriba e invocar una protección. – ADONAI, El señor mi Gran señor. EL, el Dios es un Dios poderoso. EL ELOHE ISRAEL, Dios es el Dios de Israel. EL EYÓN, el Altísimo. ELOHIM, creador del Universo. EL OLAM, el Principio y el Fin. EL-ROI, tú que eres el Dios que me ve. EL-SHADDAI, Dios de las Montañas. EMANUEL, Dios con nosotros. JEHOVÁ, el Señor. JEHOVÁ JIREH, el Señor proveerá. JEHOVÁ MEKADDESH, El Señor que santifica. JEHOVÁ-NISSI, El Señor es mi bandera. JEHOVÁ-RAFA, El Señor sana. JEHOVÁ-ROHI. El Señor es mi pastor. JEHOVÁ-SABAOT, El Señor de los Ejércitos. JEHOVÁ-SHALOM, El Señor es paz. JEHOVÁ-SHAMMAH, El Señor está presente. El Señor es mi compañero. JEHOVÁ-TSIDKENU, El Señor nuestra justicia. JAH, “YO SOY”, Dios nunca cambia. YAHVÉ, el Señor. – Así, recitó los veintiún nombres conocidos de Dios por los hebreos, y una luz tenue tuvo lugar en la palma de su mano, la tinta que estaba en el pergamino de abajo pasó al de arriba dando una forma totalmente: el Shem HaMephorash, o los 72 nombres ocultos de Dios: un término tanaítico que describe el verdadero nombre de Yavhé en la cábala judía. Era un talismán poderoso, pero en su caso, era el medio que necesitaba para ayudar a la travesti en la habitación, y Dios mediante –literalmente, al resto de sus compañeros.

Alix observó extrañado, se encogió de hombros y rascándose la cabeza con el taquer lo tapó y lo guardó en sus pantalones.

- Alguien tiene que dar voz a los muertos. A veces la muerte y la tragedia son amargos, pero forman parte de nuestro mundo. Sin embargo, no quiero poneros en peligro. Yo me tiraría de cabeza pero no quiero arrastraros en mi propia elegía a la venganza.

Se levantó tomando la chaqueta pesada y metálica en su brazo izquierdo. Asintió a los demás y subió tratando de no hacer ruido hasta al otro lado de la puerta. Rebuscó su navaja multiusos y sacó la lima. Sonrió con picardía y susurró.

- Cuando queráis puedo abrir las puertas del reino.

- Debían estar lo más preparados posibles antes de entrar a lo loco. Tenía el fragmento de pergamino antiguo que le dio Arthur a un lado, la pesada chaqueta que le serviría de armadura y la intención férrea de traer la vindicación de los muertos a ese malnacido. Aunque no iba a proyectar sus visiones más allá del velo del mundo espejo, no quería meter a nadie en problemas, se juró que algún día volvería para purgar el mal de ese lugar.

Esperó a coordinar sus movimientos con sus compañeros. El reloj que Vesper esgrimía como un arma seguía corriendo en una carrera que no podían perder.

Se acercó a la puerta de la habitación siete, la tensión en el aire casi de podía cortar con un cuchillo. – La número siete, eh. – Dijo para todos y para nadie a la vez. – El número de la suerte, pero también el número de Dios. El número siete, según Hipócrates, por sus virtudes ocultas, tiende a realizar todas las cosas; es el dispensador de la vida y fuente de todos los cambios, pues incluso la Luna cambia de fase cada siete días: este número influye en todos los seres sublimes. Es la suma del tres perfecto y los cuatro puntos cardinales, o los cuatro elementos. Simboliza el todo. Según Hermes, como es abajo, es arriba, como es arriba es abajo para que perpetúe el milagro de la Unidad, así ocurre con el siete celestial, que tiene su correspondencia en el siete terrenal y en los siete metales que a su vez constituyen los siete pasos del proceso alquímico. El septenario, los siete planetas clásicos: El Sol, la Luna, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. Siete son también los días de la semana y los Artes que hay en la tierra y de siete cuerdas es la lira de Apolo. Según Cornelio de Agrippa, son siete los ángeles que cuidan la faz de la tierra: Miguel, Gabriel, Rafael, Anael, Samahel, Zadkiel, Zaphkiel. Pero también son siete los pecados capitales, como siete son los espíritus reposando sobre la vara de José, los siete cielos donde habitan las órdenes angélicas y siete los años en los que Salomón tardó en construir el templo. – Dicho esto, tomó el Shem HaMephorash y lo puso en la puerta, al que se adhirió como un grabado en madera. Miró a Redmon directo a sus gafas de espejo y pudo ver su propio reflejo en ellas. – Señor Rojo, por favor háganos los honores de ver qué sucede adentro. Cuando Eve atraviese el umbral de la puerta, debemos apartar a la chica de ese hombre cuanto antes, si tiene un arma, puede que logre ponerla en su contra. Pero necesito saber primero de qué se trata, para saber qué puedo hacer.

Álix se tomó bien su advertencia y paró el hechizo. Redmond no tenía ninguna duda sobre que se lanzaría de cabeza hacia el peligro sin pensar en las consecuencias, pero precisamente por eso era necesario que alguien estuviera a su lado... pensando en las consecuencias. - Estupendo, colega. Mantén eso en reserva y úsalo solo si no queda otra opción. - Y siempre tenemos muchas otras opciones.

Avanzaron hasta la puerta. Cuando Red miró a la piscina, el mensaje ya no estaba. O al menos, las luces de neón reflejadas sobre la superficie ya no mostraban el ominoso aviso. No puedo evitar sentir un escalofrío.

Al llegar a la puerta de la habitación, Arthur primero invocó los chorrocientos nombres de Dios y después les deleitó con una exposición magistral sobre el número siete. - Joder, señor Wheeler, no se ponga a hablar así de numerología o me va a poner cachondo. - dijo, con una sonrisa lobuna. En realidad, le había gustado mucho escuchar todos los conceptos sobre el significado del número sagrado, y ojalá pudiera echarle un vistazo a los libros de los que el escritor había sacado toda su sapiencia. Pero una cosa es que lo admirara y otra que no fuera a soltar un comentario sarcástico y mordaz si tenía oportunidad de hacerlo.

Después, frente a la puerta, el escritor le conminó a usar sus poderes. Estaban a punto de entrar en acción y toda preparación sería poca. Sacó su libreta y observó los números. Había hecho los cálculos de camino al motel y solo hacia falta añadir... un siete. Todo cuadraba. Se concentró, sacó una pequeña piedra de cuarzo de su bolsillo, rozó sus gafas con ella y pronunció las palabras: - Malsgraphdon Vengraphmals Vengonmed'rux.

Al instante, su visión se expandió y atravesó la puerta.

Cuando Starfire recuperó la conciencia ya no estaba atada a la cama. Alcanzaba a escuchar un televisor encendido pero no veía al hombre que estaba con ella, de hecho veía poco con un ojo casi cerrado de hinchazón. Había un fuerte olor a orina pero no podía decir de dónde venía. Sentía el pecho, las piernas, el pene con un ardor intenso. Recordó los cigarrillos.

Se levantó como pudo, tratando de no hacer ruido. Anduvo a gatas por el suelo casi hasta llegar a la puerta. – ¿A dónde vas? – Escuchó detrás de ella. No quería darse vuelta, estaba congelada, aterrada. Empezó a sollozar. Sintió el frío metal en la espalda, todo parecía empezar de nuevo. La ira de los golpes y la tortura había pasado. En la voz del hombre había serenidad. Eso le dio mucho más miedo. Otra vez atada, esta vez las manos a la espalda con un precinto plástico.

El hombre la volteó y sus temores se confirmaron. Estaba completamente desnudo, con el arma en la mano y la cara completamente desencajada. El hombre sudaba aunque no hacía calor, los pelos se le pegaban a la frente, justo sobre los ojos desorbitados que delataban la pérdida total de razón. Ella estaba de rodillas, él, de pie frente a ella, la obligó a abrir la boca para poner la pistola dentro. Tenía la sonrisa del demonio.

El tiempo corría y las cuerdas se trenzaban unas con otras preparando el desenlace de los sucesos que ya estaban inminentemente sobre nosotros. Me llamó la atención el intercambio con Alix y el pedido de Red de detener su ritual, me pregunté con una curiosidad viva qué habría visto el pintor para motivarlo a parar así al grafitero.

Me quede última mientras dejaba que los demás tomaran iniciativa, me sentía satisfecha con el nivel de cohesión alcanzado en el plan trazado, sin embargo alguien tenía que cuidar la retaguardia, aunque solo fuera para gritar que venía la policía y decidí que sería yo, al menos mientras Red entraba y Alix se alistaba para forzar la cerradura. Me pregunté si no hubiera sido más útil ir como hombre, pero ya estaba hecho.

Mientras mis tacones plateados lamían el piso cercano a la piscina escuché el discurso de Arthur sobre el número siete con indisimulada fascinación, repasando algunas cosas que ya había leído, aprendiendo otras para agregar a mis conocimientos... El comentario sobre la numerología me hizo sonreír, a mí también me ponía cachonda el conocimiento, pero no agregué nada a las apreciaciones ya hechas.

Mirando a un lado y al otro esperé a que Red volviera con su reporte, solo esperaba que la muchacha adentro no hubiera sufrido ya mucho o que hubiera padecido algo irreversible debido a nuestra tardanza... Se me encogió el corazón dentro del pecho de solo pensar en todo lo que habría vivido hasta ahora solo por nacer con un cuerpo equivocado... Y no pude evitar que la angustia y la empatía se dieran la mano en mi corazón de solo pensar en que porque logré escapar a tiempo yo no había caído en lo mismo que ella.

Después, frente a la puerta, el escritor le conminó a usar sus poderes. Estaban a punto de entrar en acción y toda preparación sería poca. Sacó su libreta y observó los números. Había hecho los cálculos de camino al motel y solo hacía falta añadir... un siete. Todo cuadraba. Se concentró….

-Espera un momento Foxy- le susurró Eve al oído - ¿Me dejas mirar contigo? -

Red frunció el ceño ante la petición de Eve. No le hacía gracia que le hurgaran en el cerebro. Ya había tenido suficiente de eso para una o dos vidas. - Prima, si sabes hacerlo, conecta con mi visión y mi oído. - Britanny sabía hacer algo así, y era algo más respetuoso y menos íntimo. - Pero nada de trastear con mi cabeza. -

Eve le dio la mano a Redmond. Cerró los ojos, controlando su respiración y abriendo su mente para ver lo que su compañero veía y escuchar lo que escuchaba. No era un efecto invasivo, Red no la sintió hurgando en su mente, pero las percepciones del pintor aparecieron claras en el ojo interior de la bailarina.

Se concentró, sacó una pequeña piedra de cuarzo de su bolsillo, rozó sus gafas con ella y pronunció las palabras: - Malsgraphdon Vengraphmals Vengonmed'rux.

Al instante, su visión se expandió y atravesó la puerta.

************

El hombre había subido el volumen de la tele al ir al baño, por lo que no pudo escuchar a los extraños al otro lado de la puerta, ni estos entender la conversación, o más bien, monólogo, que tenía lugar adentro. Estaba desnudo, salvo por sus botas y su sombrero de vaquero, y llevaba un revólver en una mano y unas bridas en la otra. Su polla flácida colgaba como un guiñapo bajo su prominente barriga peluda, aun goteando orina.

- ¿A dónde crees que vas PUTA?- le dijo a Starfire cuando la vio intentando huir, arrastrándose por la apestosa moqueta a cuatro patas, a punto de alcanzar la puerta y la salvación.

Ella siente el frío metal reptar por su espalda, y entonces el hombre la agarra de uno de los pendientes y tira fuerte hacia atrás, doblando su cuello y haciéndola volver la cabeza para mirarle. Acerca su cara sudorosa al rostro magullado de la chica, y aprieta el cañón contra su frente

- Incorpórate despacio. ¡No!. No te levantes, ¡de rodillas!, ¿no querrás que ocurra un accidente verdad?- Starfire obedece.

-Las manos a la espalda.- se las ata con una brida.

-Ahora vuélvete- y Starfire queda de espaldas a la puerta y frente a aquel asqueroso tipo, que la mira desde arriba, sin dejar de apuntarla con el arma.

-Abre la boca. – ordena, Starfire duda un instante - ¡ABRE LA BOCA O ESPARZO TUS SESOS AQUÍ MISMO!- y Starfire obedece. Piensa que le va a meter la polla en la boca, pero en lugar de eso es el gélido metal lo que introduce.

-Vamos a seguir jugando, comprobemos si aun tienes tanta suerte…- y sin sacar el cañón de la boca de la reina destronada abre el revólver para liberar el tambor, lo hace girar, cierra el revólver, lo amartilla y…

click

La pistola no dispara.

-¡La señorita gana esta ronda!, ¡sigamos probando suerte!- celebra, vuelve a abrir el arma para girar el tambor, la cierra, amartilla y…

 click

La pistola no dispara.

Repite el mismo juego unas cuantas veces, mientras las gotas de sudor caen a chorros de una Starfire aterrada. La suerte le sigue acompañando, pero no sabe hasta cuando… y la frustración del torturador aumenta con cada giro de la ruleta rusa, hasta que finalmente su paciencia se agota.

-Veamos si la suerte te acompaña también en esta última ronda- abre una vez más el revólver para liberar el tambor, lo hace girar, cierra el revólver, lo amartilla y…

click

Espera unos segundos….

click

Espera unos segundos… y entonces los ojos de Red, y con él los de Eve se cuelan dentro.

click

-¡A la mierda, cubriós! – grita Eve, y antes de que los demás puedan reaccionar realiza un rápido movimiento de artista marcial con sus brazos, un par de giros para llamar a las Fuerzas y sintonizarlas con el empuje de su propia Mente, movimiento que acaba en un golpe seco al aire, con la palma de la mano abierta.

Alix, que se encuentra agachado junto a la puerta preparado para forzar la cerradura, siente como la energía del golpe de Eve vuela por encima de su cabeza, despeinándolo, un segundo antes de que la madera estalle en pequeños pedazos.

Uno de esos pedazos, algo más grande que el resto, cae rodando justo a los pies de Arthur; es el Shem HaMephorash que el escritor había grabado en la superficie con su magia.