Partida Rol por web

-Si nos hubieses dado a nuestra hermana desde un principio, esto no habría acabado así... la culpa es tuya.

Sigue mirando al extraño con el ceño fruncido mientras aleja a su hermana de allí y la intenta proteger de que ese hombre se la vuelva a llevar.

Al comprobar que Akari necesita ayuda, dos jóvenes que inicialmente dudan un momento, finalmente se acercan con cautela y logran alejar a Hikari de la pelea.

Al tomarla en sus brazos e inclinarse sobre ella, Akari puede ver que continúa con vida, ya que los labios le tiemblan y bajo sus párpados, sus ojos se mueven como si soñara. Sin embargo, está pálida y sudorosa, como si estuviera gravemente enferma. Se agarra a las ropas de Akari, mientras esboza una mueca de dolor. Es evidente que sufre, aunque no sabéis por qué.

Mientras tanto, la tensión entre los dos hombres que se enfrentan crece... y parecen a punto de lanzarse uno sobre otro.

 Entonces atacar violentamente y lanzar armas pesadas sin importar que le puedan pegar a ella es su forma de salvarla...

Al ver que parece enferma y que sufre, se gira hacia Juzoh.

-Juzoh! Deja eso para mas tarde! Hay que llevarla con padre! RAPIDO!!

A esa última palabra le pone un tono de orden, que Juzoh sabe bien que no debería ignorar o podría acabar mal.

Justo cuando Akari termina de pedirle a su hermanastro que regresen a casa con Hikari, se puede oír una exclamación en la parte baja de la calle.

- ¡Es.. esperad!

Al volver la vista, veis a una joven que sube corriendo, casi sin aliento. Lee la reconoce al instante, es la joven que le indicó el camino al templo de los Ichijo. Por algún motivo, le ha seguido hasta aquí. Akari y Juzoh también la conocen de vista, aunque no sabrían ponerle nombre. La chica llega hasta el lugar de la contienda, tarda unos segundos en recuperar el aliento, y después le habla directamente a Juzoh.

- No... no puedes... -dice entrecortadamente-. Este hombre... ayudó a Hikari. Yo lo ví... Estaba sacando... agua del pozo y... un ser extraño la... la atacó. ¡Una enorme araña blanca! Pero él se... se enfrentó a ella e hizo que... se desvaneciera. Luego recogió a Hikari... para llevarla a casa.

Habla muy deprisa, como si fuera a desmayarse ella misma en cualquier momento. Al oír sus palabras, la gente comienza a murmurar, asustados por el hecho de que haya aparecido otro ser extravagante por los alrededores... como si los shikigamis no hubieran sido suficiente.

-Ya aclararemos eso más tarde - dice mirando a la chica y luego al extranjero -. Hay que llevarla a casa... y ese hombre, aunque la haya ayudado en ese momento, no ha querido entregarnos a Hikari cuando se lo hemos pedido.

Mira a los jóvenes que la ha ayudado con Hikari.

-Ayudadme a llevarla al templo... necesita que un médico la vea.

Al ver llegar a la joven mi actitud cambia, ladeo mi sombrero, recojo mi abanico y avanzo para ayudarla.

 - Los demonios pueden tomar cuerpos de hombres, sin embargo no por ello pueden acercarse a los templos. Si uno de ellos la queire es por algo, y no estaba dispuesto a entregarla hasta probarles.

-Gracias por su ayuda, por favor, permitame ayudarla a caminar.

Acompañado por la joven avanzo tras los hermanos. En lo momentos en que parece que perdemos el paso, cojo con cierta fuerza, (pero no sin delicadeza) a la joven, para alcanzar el paso.

Sin decir palabra, Juzoh se tranquiliza, ajeno a las palabras del desconocido. Agarra el increíble mazo, que se había clavado en el suelo con fuerza, y como si no pesara nada, se lo apoya en el hombro y se acerca a Akari.

- Yo me encargaré, hermana - la violencia y furia que le llenaban ya se habían evaporado, y ahora sólo estaban la preocupación y la ternura hacia el cuerpo tembloroso de Hikari.

Tomándola en su gigantesco brazo como si fuera un polluelo herido, avanzó junto a Akari en dirección al templo, no sin dedicar una última mirada a Lee y a la recién llegada.

- Si lo que intentas es ayudar, será mejor que nos acompañes y hablemos con el Sumo Sacerdote... pero no te acerques a mis hermanas...

Había cierto deje de resentimiento con el desconocido, aunque también algo de culpabilidad.

-Ningún demonio se atrevería a tocarme y, mucho menos, poseerme. Soy Onmyoji, una exorcista.

Mira a su hermana, con preocupación... si ha sido un demonio quien la ha atacado quizá no pueden salvarla... si no han llegado a tiempo, quizá...

No... mejor no pensar en eso...

Sin tardanza, el grupo se encamina al templo a paso rápido. Algunos transeúntes intentan cortarles el paso para que les expliquen qué está ocurriendo y qué son aquellas apariciones que tanto daño están causando, pero la premura les guía y basta un gesto serio de Akari, Lee o Juzoh para que enmudezcan y les dejen paso.

Apenas tardan diez minutos en llegar hasta la puerta principal del templo, decorada con el torii característico. La franquean, y nada más poner el pie Juzoh en el suelo sagrado, Hikari comienza a estremecerse y a murmurar en sus brazos. Cada vez está más claro que aquello es algo sobrenatural, y no meramente físico.

Pasan al recinto interior, donde los sirvientes han terminado de arreglar el estropicio causado por la purificación de los shikigamis. Ahora todo tiene mucho mejor aspecto, pero el padre de Akari y Juzoh no está por allí. Todo está silencioso, y en la gran sala de madera sólo pueden oírse los leves quejidos de Hikari.

Se muerde el labio... en principio ella podría intentar el ritual para purificar a Hikari, pero en esa situación no es que tenga mucha confianza en sí misma y prefiere que sea su padre quien lo realice para que no haya ningún error que después puedan lamentar.

-¿Dónde estará padre? Hikari no aguantará mucho más...

Está nerviosa... y se le nota.

 Dejo mis cosas en un rincón (incluyendo la extraña moneda) y me pongo a recitar sutras.

Juzoh estaba terriblemente preocupado, pero no debía mostrar flaqueza delante de Lee o de sus hermanas, aunque dudaba que Hikari pudiera verle. Sus gigantescas manos llevaban a la dulce criatura como si fuera de cristal, moviéndola lentamente y acunándola entre sus brazos. Alzó levemente la voz, llamando a los criados.

- ¡Necesitamos una cama! ¡Agua fría! ¡Buscar al Sumo Sacerdote! ¡Akari, tu sabes más que yo de esto, ¿qué hacemos?!

El guerrero miró consternado a la pequeña sacerdotisa, buscando respuestas.

Se decide a actuar... están en la sala principal del templo, donde se realizan todos los rituales, así que puede servirse también de ese lugar sagrado...

-Traed un futon y colocadlo ante el altar... hay que encender el fuego sagrado para la purificación... 

Se comienza a mover... no hay tiempo que perder... se acerca al lugar donde debe arder el fuego y lo enciende, según mandan los rituales...

Justo cuando Akari acaba de encender el fuego, que empieza a arder con suavidad, los criados aparecen al ruido de las voces de Juzoh. Se alarman al ver a Hikari en ese estado, y comienzan a ponerse nerviosos y a moverse sin saber qué hacer. Uno de ellos, sin embargo, logra calmarse e ir corriendo a buscar al patriarca de los Ichijo.

Transcurren unos minutos, durante los cuales sólo se escuchan los leves gemidos de Hikari, tendida ya en el futón y descansando. No parece estar mejor... Finalmente, el padre de Akari y Juzoh aparece andando con paso rápido, seguido del criado.

- ¡Akari! ¡Juzoh! -exclama preocupado- ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estaba Hikari?

Se acerca y se arrodilla junto a su hija mayor, examinándola. Le toma el pulso, palpa sus sienes y comprueba la temperatura de su frente. La muchacha está cada vez más pálida y sudorosa.

Akari y Juzoh no pierden detalle y observan el rostro de su padre. Parece preocupado, muy preocupado... casi se asustan al ver su expresión. Normalmente, cuando papá grita y frunce el ceño es desagradable y alguien va a salir escaldado. Pero el rostro del sacerdote está ahora serio como una roca mientras comprueba el estado de su hija, y eso es casi peor. Casi nunca han visto a su padre tan serio como ahora...

Finalmente, el patriarca hace algunos gestos extraños, emite un sonoro kiai y pone las manos sobre el pecho de su hija, cerrando los ojos y recitando unos ensalmos. Una ligera brisa parece entrar en la habitación, y Hikari deja de gemir... quedándose de inmediato dormida. Su padre limpia el sudor de la frente y la cara de la muchacha, y respira profundamente. Entonces os mira y casi dais un respingo cuando oís su grave voz:

- Hablad -dice simplemente.

Arrodillado junto a su padre y con la cabeza gacha, Juzoh tenía las manos fuertemente apretadas sobre sus rodillas. Estaba haciendo un terrible esfuerzo por no abalanzarse sobre el Sumo Sacerdote y coserle a preguntas sobre el estado de Hikari. Pero no, debía de ser respetuoso y paciente.

- Padre... - dijo amargamente - realmente no sabemos qué le ha sucedido a Hi... a nuestra hermana. Ese extranjero la encontró. Según parece, es quien sabe lo ocurrido.

En sus palabras se notaba un deje de enfado hacia Lee, pues si hubiera hecho caso a Juzoh e Akari desde un principio, habrían ahorrado muchísimo tiempo. Aunque también había notas de curiosidad por su estilo de lucha, y agradecimiento por haber salvado a su querida hermana del espíritu maligno. Eso si la historia que les había contado era cierta.

 Dejo de recitar los sutras por un momento y saludo al monje.

Mira a su padre, preocupada por su hermana. Quizá hicieron mal en mostrar cara de enfadados cuando ese monje gaijin llevaba a su hermana en brazos, pero no tendría que haber huido... la culpa no es solo de ellos.

-El monje gaijin llevaba a Hikaru en brazos cuando nosotros lo vimos... al verla en ese estado yo dije su nombre, aliviada de haberla encontrado y pregunté que qué le había pasado, pero el monje gaijin, en lugar de devolvernosla se escapó de nosotros... no tuvimos más remedio que perseguirlo y Juzoh tuvo que enfrentarse a él para que soltara a Hikaru... encontes... yo al ver su estado, los detuve y les dije que traerla rápidamente a casa.

El gigante golpeó el suelo con su puño, furioso ante el comentario de Lee.

- ¡Te atreves a responsabilizarme de lo que le sucede a Hikari! Si no hubiera sido por tu cabezonería, ahora estaría bien, ¡no habríamos llegado a este extremo!

Juzoh tenía los ojos desorbitados, el cuello hinchado y lleno de venas, y el rostro enrojecido.

- Te dijimos que era nuestra hermana, ¡la llamamos por su nombre! - señaló a Akari - ¡Es claramente una Onmyoji! ¿Cómo podría ser todo un engaño?

Apretó los dientes e hizo ademán de incorporarse para plantarle un zapatazo en plena cara.

Enarco levemente una ceja ante la actitud del gigante, y respondo con calma:

 Si me permite un consejo, debería pensar menos en usted y pensar mas en los demás o al menos pensar un poco sus acciones. Este no es el momento ni el lugar para andar peleando. Si tiene un problema conmigo deberíamos platicarlo afuera, y sin violencia.