Partida Rol por web

Puedes perseguirlo, pero tienes que darle algo de ventaja porque no solo te ha quitado el arma sino que te ha dejado inconsciente un rato. Yo te aviso.

A todo esto, Ford empieza a ser como inmortal. Va a haber que buscarse la manera de matarlo jajajajaja

Cita:

No te preocupes, moriré pronto.

O no xDD

Acabo de unos minutos McQueen abrió los ojos, primero lentamente, para luego hacerlo de golpe. Se palpó el cuerpo, luego cogió la linterna y buscó a su alrededor

Cabrón, me quitó el arma. Pero ¿por qué sigo vivo?

Se quedó unos segundos pensativo

El muy hijo de puta quiere jugar conmigo, bien, veremos a ver quien caza a quien

Alumbró hacia el suelo y contempló un juego de pisadas que no eran las suyas y se lanzó a perseguir a Ford

- De acuerdo... bien, tratemos de abrirla pues. No creo que quede nada vivo aquí abajo, pero nunca se sabe...

A la vez que decía la última frase, Brochard sentía un vuelco en el corazón. Las muestras de la enfermerían habían "vuelto a la vida" tras una pequeña hidratación. La sólo visión de un regimiento de las SS volviendo a la vida como entes sin voluntad le heló la sangre. Por fortuna, los zombies no existían... ¿Verdad?

Se acercó a la puerta, buscando el cierre. Sólo esperaba que los nazis no hubieran plantado medidas de seguridad adicionales.

- Bien, veamos cómo funciona esto...

Thalassa se acercó a la puerta y volvió a usar el mismo método que había hecho con la puerta de comunicaciones. Por medio de un cuchillo de campaña, retiró la cerradura y buscó el cable que unía la cerradura al dispositivo electrónico. Una vez conseguido, se giró hacia sus compañeros.

-Listo. Ayudadme a abrirla.

Un sonoro "click" hizo que Brochard mirara con incredulidad a la arqueóloga, a la vez que anulaba el cierre de la puerta. Lo cuál significaba que aún debía de haber electricidad de algún tipo.

- ¿Seguro que Ford no es el arqueólogo y tu la ingeniera, Bright? - Bromeó Borchard, mientras plantaba el hombro sobre la puerta. - Bien, vamos allá.

Empujó la puerta con fuerza, tratando de desplazarla, en sus manos llevaba la linterna y la P38 cruzadas, listo para elevar los brazos y disparar a cualquier cosa que hubiera allí detrás. Eso siempre que él fuera más rápido...

El pequeño grupo entró en la habitación. Era sin dudas, una armería. Había pistolas, fusiles y ametralladoras, además de un par de lanzallamas. Todos tenían aspecto envejecido  no parecían muy de fiar.

También había otra puerta que estaba abierta y parecía comunicar con otra sala o pasillo.

Ford continuó el avance y llegó a una zona en la cual había otra puerta, ésta doble y abierta de par en par, a su derecha. El túnel continuaba también hacia delante y se perdía en la oscuridad.

Casi como un SWAT, Brochard dio un paso al frente entrando en la sala, linterna y arma en mano, apuntando con el haz de luz a todos los rincones. Aunque más que un operativo de elíte, parecía una mala imitación teatral. Lo suyo no había sido nunca la acción. ¿Qué estaba tratando de demostrar? Una vez seguro de que no había nada que los atacara, centró su vista en el ignente arsenal que se presentaba ante ellos. Fusiles, pistolas, lanzallamas... todos con años de corrosión en su armazón. Usar algo de eso, quizá no era la mejor idea.

- Con esto podríamos armar a un pequeño ejército... menuda forma de saltarse el Tratado Antartico eh.

Sólo que aún no existia... - Pensó para si mismo, mientras relajaba la pose. Fue en ese instante en el que se fijo en la puerta entreabierta ubicada al otro lado de la estancia. Esta vez, parecían no necesitar de cerrajero.

- Parece que podemos seguir por ahí. ¿Qué podrían conectar los kartoffen con la armería?

Sin dejar de apuntar con la linterna a la puerta, se acercó a las armas apiladas, agarrando un fusil con unos 4 peines del 7,62. Si algo sabía de aquellos trastos es que eran duros de narices. Guardó la P38 en uno de los bolsillos del abrigo polar, mientras amartillaba el cerrojo del arma.

- Langley ya está servida, pero vosotros dos - dijo refiriendose a Kleist y Bright - también deberíais tomar un arma si sabeis disparar. Que le follen al Tratado.

Impresionada de cómo Thalassa había podido abrir la puerta sin tanta complicación, parece que para los arqueólogos no hay puerta que se le resista, a comparación de los ingenieros, sonreía para mis adentros; la puerta fue abierta, afine la mirada y cuando Brochard ilumino el interior de aquella sala, no pude evitar soltar un silbido al ver la gran cantidad de armamento que había allí dentro.

-Vaya, esto es una buena noticia, aun así, con suerte estas armas aun funcionen… pero con un poco de limpieza y un poco de aceite se pueden volver a la vida unas cuantas de ellas-

Sin pudor ni temor, ingreso a la sala de armas observando con detalle a mi alrededor, esto de alguna manera era un museo, una reliquia en el tema armamentista, buscaba un arma en específico, una Kar 98k, también mientras miraba busque entre los estantes las herramientas y elementos de limpieza y mantenimiento de las armas, al ser la armería era lógico encontrar aquello allí, aunque por el paso del tiempo quien sabe.

También, me acerco a los lanzallamas y los inspecciono, buscando encontrar que todavía puedan dársele uso.

El fúsil y las armas que veis parecen están oxidadas y polvorientas. Hay munición, eso sí, pero muchos de los cargadores están oxidados.

Langley, encuentras tu arma. Brochard, tú también.

Los depósitos de los lanzallamas están a la mitad, así que deduces que son herméticos peeeeero hasta que no los pruebes, no lo sabrás.

En realidad, ¡¡¡quién sabe si algo de esto funcionará!!! Tendríais que desarmar los fusiles para limpiarlos, y no hay aceite a la vista.

De todas maneras, os recuerdo que armas, pistola, tenéis. Es verdad que lanzallamas no. 

McQueen era un tío duro así que no esperaba que me dejase escapar tan facilmente, así que seguí mi carrera aunque un poco más despacio, momento en el que encontré una puerta de doble hoja abierta. Giré la cabeza y ví como otro túnel oscuro se adentraba en la oscuridad-Vayamos por aquí a ver qué mierdas encuentro-susurré agotado, como siguiera a ese ritmo, no duraría mucho tiempo, así que sin perder tiempo atravé la puerta abierta.

Friedrich frunció el ceño al advertir la facilidad que tenía Thalassa para abrir puertas. ¿Seguro que era una arqueóloga y no una ladrona profesional?

El historiador advirtió que sus compañeros se adueñaban cada uno de un fusil Mauser Kar 98K y decidió hacerse él con otra de aquellas maravillas de larga distancia. Luego, optó por abastecerse con una Walther P-38, una de las pistolas alemanas de mayor renombre de la Segunda Guerra Mundial.

Decidió agarrar además cuatro cargadores para su fusil, así como dos cargadores para la pequeña pistola. Considerando que no necesitaba nada más, sus ojos se posaron entonces en los lanzallamas.

-Deberíamos llevar con nosotros alguno de esos... -dijo Kleist, pensativo-. Puede que nos encontremos una pared helada, y con un lanzallamas podríamos solventar ese problema.

Tomando el lanzallamas y colgándoselo a la espalda, el historiador consideró que ya se había aprovisionado lo suficiente para lo que pudiera suceder.