Partida Rol por web

Si en un principio creí que encontrar a Sir Hans iba a ser algo que me llevara tiempo, jamás pensé que realmente me llevaría... tanto. Ni siquiera que no estuviera ni en la sala de los Lores, ni tampoco en las Barracas... Pese a todo, con paciencia y tras recorrerme casi todo el castillo durante dos horas sin parar, acabé dando con él.

Miraba hacia la ciudad con gesto serio. Incluso aun cuando se percató de mi presencia y trató de ocultar su seriedad por una mirada más tranquila, notaba que algo ocurría. Él también debía ser consciente de lo que pasaba en el sur del Reino.

—Sir Hans —saludé, llevando mi mano al pecho y haciendo una inclinación pronunciada en muestra de respeto—. Es un placer coincidir con usted.

Luego me acerqué a él hasta colocarme a su lado. Mi espalda permanecía recta, y mis brazos reposaban tras ella haciendo que sacara pecho de forma natural. Era la posición en la que nos obligaban a estar en la academía cuando recibíamos instrucciones y... lo había interiorizado tanto que ya era imposible que pudiera permanecer quieta de otra forma. Por eso, cuando Lady Taalis me «regañaba» y me pedía que relajara la postura frente a ella, en mi interior se producía algo similar a un cortocircuito.

—Disfrutando del día en la medida de lo posible —contesté—. Son tiempos difíciles, ¿no cree? De grandes sacrificios.

No quise decir más. Era suficiente como para mostrar mi intención sin ser claramente específica. Las paredes escuchaban... era mejor ser discretos. Finalmente volví a mirar a la ciudad.

—Nunca había apreciado la ciudad desde este lugar... ¿le importa si comparto las vistas con usted?

Aquello último lo dije suavemente, más para mí misma que para Sir Hans incluso aunque la pregunta fuera dirigida expresamente a él. Y es que desde aquel lugar, se podía ver la ciudad en toda su esplendidez... con los ciudadanos haciendo sus labores matinales ajenos a nuestra mirada observadora. Si bien era cierto que debido a la lejanía parecían como hormiguitas en un hormiguero, se podía apreciar su movimiento por las diminutas calles o el gentío en la plaza del mercado.

Aún me sorprendía lo diferente que era del pueblo en el que viví mis primeros años...

- Hmmm - Exclama el hombre ante tus palabras - Y pronto se pondrán mas difíciles de lo que ya son - Reflexiona el caballero mientras continua observando. 

Mucho mas abajo puedes ver los guardias apostados en las murallas del castillo, los carruajes de los nobles que los desplazan por doquier, la gente humilde que se mueve por todas partes como hormigas mientras hacen su día a día... el bullicio del mercado llega hasta ustedes como un murmullo, la ciudad estaba muy viva, llena de colores y de vibrantes movimientos, en oposición al castillo, donde el tiempo parecía estar detenido, donde la gente conspiraba a puertas cerradas... el emperador es solo una sombra de lo que fue en un pasado, es bien sabido como un rumor de que está en su lecho de muerte. 

- ¿Necesitas algo, lady Alanna? - Exclama finalmente el caballero - Como has dicho, en estos tiempos de tribulaciones los problemas abundan, no es muy buena época para los jóvenes caballeros recién nombrados, quienes carecen de vínculos - Te comenta mientras fija sus ojos en ti con un leve interés - Muchos de tus pares se han comprometido ya con algún noble o alguna facción, pero tu aún no lo has hecho, ¿verdad? 

Era un paso natural quizás para muchos, querer pertenecer a algo, pues aunque los caballeros todos deben ser leales al emperador, desde hace años que no hace facultad de liderarlos, por ello muchos han vuelto sus lealtades a otros señores. No es mal visto, no mientras estén obligados a atender el llamado del emperador en cualquier momento de ser necesario. Aunque últimamente las cosas se han vuelto demasiado turbias. 

La confirmación de que pronto se harían más difíciles era todo lo que necesitaba para saber que Sir Hans, como no podía ser de otra forma, estaba al tanto. Como Lady Taalis, él también parecía especialmente preocupado... y no era para menos, pues la noticia de una invasión desde el sur era lo que faltaba para hacer caer los cimientos del Reino... precisamente en un momento de debilidad, con el emperador en su lecho de muerte y los herederos luchando por hacerse con el poder...

—No, Sir Hans. No estoy aliada con ninguna facción —respondí—. Sé que... en mi situación... me beneficiaría tener un apoyo en la nobleza y servir a uno de los jóvenes petendientes. Sin embargo, mi espada está únicamente al servicio del Reino y nuestro emperador.

No tenía tiempo, ni quería, verme involucrada más de lo necesario en trifulcas e intrigas internas. De hecho... era muy mala intrigadora y conspiradora. Mi forma de ser no encajaba en un ambiente como aquel... por lo que trataba de evitarlo a toda costa.

Mi deber, como había dicho con total sinceridad a Sir Hans, estaba comprometido con el bien del Reino.

—¿Qué hay de usted, señor? —le pregunté, con gran curiosidad—. ¿Tiene predilección por algún noble en especial? ¿Daunt tal vez? Aunque ella no es noble, pero parece ser una persona bastante influyente, ¿no cree?

Sentía curiosidad por conocer más de la chica-bestia. No era noble, y se rumoreaba que estaba cautiva en el reino por capricho de alguien poderoso. Sin embargo, era indudable que tenía cierto poder e influencia en el castillo. Quería saber la opinión que tenía Sir Hans respecto a ella...

Tus palabras causaron una gran carcajada en el enorme caballero, una risa sincera, le causo bastante gracia tu comentario. Tardo un par de segundos en componerse lo suficiente como para contestar nuevamente. 

- Una respuesta adecuada, se nota que eres la aprendiz de Lady Taalis, quizás se haya imprimido demasiado de su personalidad en ti - Dice casi a modo de pregunta a si mismo, y en parte como comentario - ¿Daunt? - Pregunta luego de un rato tras tu otro comentario - Ah te refieres a esa mujer... - No puedes distinguir si hay aprecio o no en su voz, pero parece levemente molesto al mencionar su nombre - De todas las personas que has podido nombrar, has nombrado a la persona mas peligrosa, aunque quizás no lo comprendas pues eres muy joven y careces de perspectiva - Sir Hans niega con la cabeza - Yo estoy atado por un juramento mas estricto que el tuyo, soy parte de la guardia del emperador por lo que no puedo tomar bando en asuntos triviales como ustedes los mas jóvenes - Habías escuchado acerca de eso, Taalis te lo contó en una oportunidad, cuatro caballeros forman parte de la guardia personal del emperador, y para que algún caballero pueda ascender a ese puesto uno de los cuatro debe morir, es un juramento muy profundo y una gran atadura, algo que no puede ser tomando a la ligera - Puede que te lleves bien con esa muchacha, quizás incluso puede que sea algo bueno para ti, después de todo son mas o menos de la misma edad, pero ten mucho cuidado si decides inclinarte a su favor, la experiencia me dice que mas pronto que tarde comenzaran a aparecer toda clase de problemas desagradables. 

¿Que clase de problemas? ¿Intentos de asesinato? ¿Intentarán inculparla de algo? Después de todo es una persona que pese a no poseer un titulo o un cargo en la corte ostenta cierto grado de poder... aunque si desapareciera de golpe también sería un problema... ¿O acaso se referirá a algo mas? Por su expresión no parece muy dispuesto a hablar de Daunt, quizás no sea la mejor persona para obtener respuestas, no puedes ver que es exactamente, pero no parece que Hans y Daunt estén en los mejores términos, quizás puedas llamarlo intuición femenina, pero tienes esa impresión. 

Ante la carcajada de Sir Hans y su comentario sobre mi parecido con Lady Taalis, mi rostro se ruborizó durante un breve instante. Debía admitir que no esperaba semejante carcajada tan repentina, ni tampoco el hecho de que me comparara con Lady Taalis... El rubor, por supuesto, vino más por este segundo dato... y es que admiraba tanto a Lady Taalis que la simple razón de que me compararan con ella era del tal orgullo para mí, que incluso sentía algo de vergüenza.

En cualquier caso, todo dejó paso rápidamente a una mirada intrigada mientras escuchaba lo que me decía sobre Daunt.

—...

Así que él y Daunt no estaban en buenos términos, ¿verdad? Sin duda, eran dos personalidades muy diferentes. A decir verdad, incluso me atrevería a decir que Daunt era... realmente diferente a cualquier persona que conocía. ¿Quizás eso era lo que la convertía en una persona tan exótica e interesante? Era probable. Pero también la convertía en una persona extraña para todos...

Y de sobra sabía que...

El clavo que sobresale recibe más golpes...

Era un dicho que había aprendido a base de ganarme enemistades conforme se hacía más que evidente mi notable talento marcial. ¿Afectaba este dicho a Daunt también? ¿O la intuición de Sir Hans era realmente objetiva y no fruto de los prejuicios por la raza de la chica-bestia y sus cualidades diplomáticas?

—Entiendo —contesté finalmente cuando terminó de hablar, luego volví a centrar mi mirada en la ciudad—. Espero que sepamos hacerle frente a esos problemas. Por el bien del Reino...

Haría todo lo posible por ello... aunque presentía que todos estos años de duros entrenamientos estaban a punto de tener un significado. En cierto modo, incluso me sentía excitada por ello. Y es que cada día de mi vida, cada hora y cada segundo... lo había dedicado únicamente a prepararme para el combate y para defender el Reino... Aunque fuera un sentimiento difícil de explicar, el saber que por fin mi vida por fin tenía un motivo de ser, era suficiente como para sentir un ligero cosquilleo recorrer mi piel...

—Por cierto, Sir Hans —añadí finalmente—. ¿Puedo ayudar en algo? Quiero decir... he terminado con todos mis quehaceres y tenía la tarde libre, sin embargo la inactividad es algo que llevo muy mal. Me gustaría poder sentirme de utilidad y despejar la mente con alguna actividad.

Cuando preguntas si puedes hacer algo, el hombre asiente con la cabeza, al parecer si tenia asuntos pendientes de los que podrías encargarte tu, lo que supone quizás un alivio para ti al no saber que hacer con tu tiempo libre, cosa que lamentablemente ha sobrado en este tiempo. 

- Siempre hay trabajos en los que mantenerse entretenidos, aunque no sean fácilmente apreciados, ayudar a un anciano con sus compras, prestar algo de tiempo a alguien atormentado para aliviar sus penas... pero supongo que lo que tu buscas es algo con un poco mas de acción - Te mira y asiente, al parecer comprende a la perfección que eres una persona joven y en busca de méritos - Pensaba ignorar este asunto, pues superficialmente carece de importancia, pero no puedo sacarlo de mi cabeza, al parecer es algo mucho mas profundo de lo que aparenta. 

Sir Hans comprueba vuestros alrededores y finalmente te cuenta de que va su encargo. 

- Últimamente han estado robando ciertas plantas en las tiendas de la ciudad, para ser mas precisos flores - Exclama el hombre fornido... ¿por que le preocupan las flores? - En un comienzo fue de ese modo... pero pronto los robos de flores se propagaron hacia las herbolarías y finalmente, han robado dos noches seguidas flores en el castillo, el proceso se repite todas las noches, y antes de que te lo preguntes, no han robado flores normales, sino que han robado... ciertas variedades especiales... es mejor que el jardinero te cuente en persona que han robado - Se aclara la garganta - Si quieres ayudarme, puedes investigar el caso, y si logras atrapar a los culpables pues mejor. 

Tal y como menciono, superficialmente no parece un problema de grave importancia, hasta que te das cuenta, de que han robado herbolarías, cuyos jardines están fuertemente resguardados, e incluso han logrado entrar en el castillo y robar allí... hay algo detrás de todo esto, pero no tienes suficiente información aún. 

¿Robo de flores...?

A simple vista, no parecía un trabajo digno para un caballero... pero si me lo ofrecía Sir Hans significaba que realmente tenía más importancia del que yo, en un primer momento, era capaz de apreciar. De hecho, en el instante en el que dijo que se trataban de plantas de herbolarios, e incluso del castillo, se encendió la chispa de mi curiosidad.

Rápidamente, casi como un acto reflejo, se frunció mi ceño en una mueca que denotaba que mi mente empezaba a dar vueltas al asunto de manera concentrada.

—Hum, entiendo —acabé contestando—. ¿De qué tipo de flores se tratan? ¿Tienen alguna utilidad médica tal vez?

Sabía de sobra que ese tipo de plantas estaban firmemente protegidas... así pues, debía haber una razón de peso para correr el riesgo de intentar robarlas. Además, si quien fuera quien lo había robado había conseguido su objetivo en más de una ocasión, debía significar que estábamos hablando de alguien que realmente sabía lo que hacía... No podía ser un vagabundo o simple ladrón que roba plantas para venderlas en el mercado negro para sacarse algo de dinero fácil... Sino de alguien instruido que, con toda seguridad, tenía un objetivo más allá del de que conseguir piezas de oro.

¿Tal vez fabricar un veneno...?

No quise decirlo en voz alta, pero fue la primera intuición. En cualquier caso, si quería saber más sobre las flores que habían robado, debería ir a visitar al jardinero cuanto antes.

—Le ayudaré, Sir Hans —acabé sentenciando—. Ire a ver al jardinero para hacerle algunas preguntas. Si logro descubrir algo de importancia, se lo haré llegar lo antes posible.

Si no había nada más que me pudiera contar, iría al jardín. Probablemente el jardinero estuviera cuidando las plantas en aquel momento.

- Te deseo la mejor de las suertes pequeña - Exclama el hombre antes de volver su atención a la ciudad, en su rostro había una sonrisa melancólica. 

Era obvio que el sabía un poco mas de lo que dejaba salir, pero si llegaba y decía están fabricando algo con las plantas podría ponerlo en un aprieto, acusar a gente sin pruebas suficientes, especialmente si son personas poderosas, podría tener serias consecuencias, sin mas preámbulos, partes nuevamente hacia los jardines del lugar, en donde esta vez sin problemas lograste dar con el anciano jardinero, quien a esta hora reposaba bajo la sombra de un árbol, apoyado en la pala que tenía clavada en el suelo, se estaba limpiando el sudor de la frente con un pañuelo de una tela burda y sin decoraciones, pese al trabajo magistral que realizaba no era que le pegaran una fortuna por hacerla, y honestamente daba la impresión de que harían falta muchas personas para reemplazarle una vez el deje de trabajar, ya muerto o retirado.

El jardín en esta parte era frondoso, era casi un extracto de un bosque, y tenía cierta mala fama de ser un lugar en donde la gente se encontraba cuando no querían ser descubiertos, la frondosa vegetación ocultaba de la vista a quienes andaban en cosas misteriosas, y el emperador en persona ordeno que esta sección sea de ese modo por motivos que tu desconoces. Mientras avanzas hacia el jardinero sientes algo... que algo no está bien... no del todo bien...

Allí estaba el jardinero, descansando bajo la sombra de un árbol.

Parecía cansado de la labor matinal, y... no era para menos. Para hacer el mismo trabajo que hacía, eran necesarios por lo menos 3 o 4 personas más. Sin embargo él la realizaba solo, de manera diligente y sin ningún tipo de queja, cuidando de las plantas con un cuidado minucioso. A decir verdad, sentía admiración por él cada vez que contemplaba el jardín...

Con paso ligero, caminaba en su dirección, dispuesta a saludarle en cuanto alzara su mirada y nuestros ojos se cruzaran. Pretendía, además, ofrecerle mi ayuda con la intención de romper el hielo; y, una vez me hubiese ganado su confianza, hacerle preguntas discretas relacionadas con lo que había pasado.

Sin embargo, antes de que llegar hasta él, sentí algo extraño.

—...

Detuve rápidamente mi paso ipso-facto y miré a mi alrededor... Mi ceño se frunció, y mi mano derecha fue directa irremediablemente a la empuñadura de mi espada. Era una sensación extraña la que recorría mi cuerpo... un escalofrío que no auguraba nada bien.

Debía estar atenta y en guardia, con todos mis sentidos concentrados.

El jardín no era un lugar enorme, pero si todo estaba estrategicamente colocado como para que encontrar personas sea complicado, de por sí era una hazaña, casi se te paso desapercibido, casi... hasta que escuchaste una pequeña voz, casi como un susurro. Caminas en esa dirección protegida por los árboles para no ser vista con la mayor sutileza que tu cuerpo fue capaz de otorgarte, hasta unos treinta metros de distancia. Ocultos entre las ramas estaban dos personas, el ministro de estado, Julius Corvus, un hombre de unos cincuenta años humano, de cuerpo ancho por su gordura, dentro de la corte imperial quizás era la tercera persona con mayor autoridad de todo el reino, y junto a el, estaba nada más y nada menos que cierta chica morena que conocías, sus orejas la delataban. Pero pese a todo, parecía no ser una reunión alegre, pues de hecho Julius se le ve bastante agitado, la situación parece ser bastante peligrosa para ti, Julius era la clase de personas que era capaz de hacer desaparecer a alguien que le irritara. 

- ¡Esta es tu última advertencia, maldita alimaña! - Habla el hombre regordete con las venas marcadas en el rostro - ¡Si no cumples lo que te he pedido... sufrirás las consecuencias! 

El hombre, estaba realmente cabreado por algo, al parecer le había encargado algo que Daunt o no había cumplido porque no quería o por que no podía, la mujer lo mira con una sonrisa de poker impecable pero no responde a sus palabras, notas que la oreja de Daunt se mueve levemente y te mira, sus ojos se clavan en los tuyos, era obvio que se dio cuenta de tu presencia. 

- ¡Mírame cuando te hablo maldita ramera! - PAFFFF.

El sonido de la bofedatada resonó por el lugar, no se había medido en lo absoluto al golpearla, provocando que la chica en cuestión de un paso hacia atrás, con los ojos aún clavados en ti, pero luego vuelve su atención a aquel hombre furibundo. 

- Así se hará mi señor, me encargaré de que su mandato llegue a buenas manos - Da un par de pasos adelante haciendo que el hombre retroceda un poco - Pero si me vuelve a golpear... bueno, supongo que tendrá que asumir la responsabilidad. 

Daunt no te delata, es mas pretende ignorarte, seguramente llamarte te metería en problemas demasiado grandes y parece estar en buenos términos contigo, sin embargo, te sorprende su sonrisa, de pasar de ser bastante neutra para a ser algo así como muy amistosa y perturbadora... como si las palabras que le dedicará al primer ministro fuese una amenaza cargada de miel para suavizarla, el hombre parece estar sorprendido por esto y tiembla de rabia. 

- ¿Cómo te atreves? ¿T-Tu? ¿U-U-Una raza inferior a amenazarme a mi? ¿¡A mi!?

Notas sutilmente que Daunt te hace un gesto con la mano "da la vuelta y sal de aquí". 

De entre todas las cosas que podría esperar, ver a aquella pareja tan dispar era lo que menos me imaginaba que me encontraría.

Por un lado, Julius Corvus, ministro de estado, gritando en visible estado de cólera. Por otro, Daunt, la bella mujer bestia con la que horas antes había compartido el baño, mostrando una sonrisa diplomática en sus labios frente a su interlocutor... Ambos aprovechando la seguridad que otorgaba el jardín para discutir sobre un asunto que no lograba entender. ¿De qué se trataría? Obviamente de algo que no interesaba que llegaran a oídos de terceros... como los míos.

Por fortuna para mí, la única en darse cuenta de mi presencia fue Daunt. Julius parecía ajeno a que alguien más les estaba escuchando, incluso se vio en la potestad de abofetear e insultar indiscriminadamente a la chica bestia.

Sin poder evitarlo, mi ceño se frunció al instante y mi puño se apretó fruto de la rabia que sentía. Pero, desgraciadamente, no podía hacer nada... No porque supiera que Julius era un hombre influyente y peligroso como para acabar conmigo si se lo proponía, sino porque sabía que... si actuaba, sería aún peor para Daunt. Además, el gesto de ella no dejaba lugar a dudas: quería que me fuera cuanto antes. Así pues... asentí ligeramente con la cabeza y retrocedí unos pasos hasta desaparecer de la vista de ellos... Sin embargo, no me alejé mucho. Al menos no demasiado, con la esperanza de poder escuchar algo más de la conversación a escondidas. Y no por querer cotillear, o al menos no principalmente, sino para poder actuar en caso de que la furia y la cólera de Julius llegara a un punto incontrolable y peligroso para la salud de Daunt.

Tuviese que actuar o no, me prometí que... antes de que terminara el día, iría a los aposentos de Daunt...

A medida que te alejas te das cuenta que probablemente le abofetearon de nuevo, el primer ministro era bien sabido que era un hombre de poca paciencia y que odiaba a los de raza bestia, era conocido que en un pasado cuando era el general al mando del ejercito unos hombres de dicha raza mataron a su hermana, eso ya hace muchos años, rencor que nunca abandono. A medidas que te alejas solo logras distinguir una palabra... emperador. Algo estaban hablando relacionado al emperador, pero el hombre había perdido la compostura y ya poco le importaba la charla, al cabo de unos momentos notas que parece que la conversación se termino y que ambos se retiran en direcciones opuestas. Seguramente Daunt no estaba en las mejores condiciones, pero seguramente, muy probablemente no querría que la vieras en estos momentos. 

A medida que sales también de la espesura notas que el jardinero ya se estaba preparando para retirarse, estaba juntando sus herramientas y tenía un semblante serio, a medida que te acercas a el de la espesura sale el primer ministro bastante enfadado con las palmas de las manos enrojecidas, los mira a los dos y les dedica una mirada de desprecio antes de desaparecer en el interior del castillo. Antes de que pudieras decir algo, escuchas al jardinero hablar. 

- A lo largo de mi vida he conocido a muchos grandes hombres, pero ese no es uno de ellos - Comenta de manera despectiva y se encoje de hombros. 

No fue el único bofetón. Posterior a ése vino otro más... y, por cómo tenía las manos cuando por fin salió a la vista, probablemente la cosa no habría acabado ahí.

Todo mi cuerpo se estremeció fruto de la rabia y la impotencia. Sin embargo, ni siquiera con su mirada perdí los nervios. Había sido entrenada para controlar mis emociones. De haber sido de otra manera, probablemente le hubiera rajado en canal allí mismo; y es que odiaba a los hombres como aquel: sabedores de su poder y dispuestos a aprovecharlo para tratar al resto como simples insectos.

—Sin duda, no lo es...

El tono de mi voz mostraba una aparente (pero falsa) tranquilidad. Luego hice una pequeña pausa y miré al rosto de aquel anciano.

—Haces un trabajo excelente con las flores del jardín. Desde el campo de entrenamiento se pueden observar, así que las he visto crecer día tras día. Debo agradecérselo. Este lugar es más agradable gracias a su labor.

Especialmente teniendo en cuenta el laborioso trabajo que era y que sólo se encargaba de él una persona... además entrada en edad. Estaba segura de que le agradaría escuchar mis palabras.

—Sin embargo, no he venido aquí sólo para agradecerle eso —continué—. Ha llegado a mis oídos la noticia de que últimamente desaparecen ciertas... plantas y flores... Estoy segura de que no hay nadie mejor que tú en todo el reino que me pueda contestar a esta pregunta: ¿qué tipo de plantas son? ¿qué utilidad tienen? ¿son sólo plantas decorativas o tienen propiedades que las hagan... especiales?

Mi mirada se clavó en la del hombre. No era una mirada agresiva, pero sí observadora... buscando cualquier gesto que me hiciera creer, o no, en las palabras que pronunciara... Después de todo, él podía ser perfectamente un posible sospechoso de aquellos robos.

Julius Corvus ya no se encontraba en el lugar, pero su estela de desgracia le seguía. El jardinero escucho tu comentario y negó con la cabeza, parecía que le sorprendía un poco tu interes, pero quizás encontraba extraño que un caballero se interesara en ello, posiblemente para muchos esto sería algo que deberían preocuparse los guardias. 

- Al inicio fueron rosas - Exclama el hombre anciano pasando la manga de su camisa por su frente para retirar el sudor - Sin embargo, eso fue una fachada, lo que han robado en verdad han sido unas flores llamadas "cinton" ¿Las conoce señorita? Son de un color verde desagradable, parecido al musgo que crece sobre las tumbas, también desprenden un olor a cadáver bastante notorio, y cuando las arrancas pierden su olor y se marchitan casi de inmediato. 

Ante lo que te comenta el jardinero te preguntas por qué alguien querría tener esas flores plantadas en este lugar, aunque nunca sentiste su olor, puede ser que hayan estado bastante bien ocultas. 

- Son usadas por los alquimistas para producir diversas cosas... drogas que confunden los sentidos y veneno - Exclama el jardinero - Su valor es muy elevado y son raras, no es de extrañarse que alguien las haya intentado robar. 

En vista que tienen diversos usos, es normal que alguien las quiera, pero ¿Quien mando a plantarlas? ¿El emperador? No pareciera que fuera el caso, después de todo, si ese hubiese sido el caso ya hubiesen rodado cabezas. Pero si hay algo que recuerdas... una vez... hace muchos muchos años lo escuchaste, de una conocida en el pueblo en donde te criaste, una señora anciana se lo mencionaba a su hija y tu pasaste a escucharlo de paso, si alguien masticara esa hojas, podría recuperar su vitalidad.

Cinton. No era la primera vez que escuchaba el nombre de esa flor. Pese a todo, desconocía que pudiese servir para hacer veneno ni que pudiera, además, aturdir los sentidos de una persona que la ingeriera. Hasta ahora, mi mente había estado rondando casi de manera permanente la posibilidad del veneno. Verlo confirmado por el jardinero como una utilidad de aquella flor no hacía más que afianzar la teoría de que alguien quería envenenar a otra persona. Sin embargo, también cabía la posibilidad de que sirviera para un propósito totalmente contrario a lo esperado: salvar a alguien a punto de morir.

Aún recordaba a la señora anciana hablando con su hija en el pueblo de aquella flor que ahora, curiosidades del destino, era el centro de mi atención. Ella no era alquimista, pero sus palabras estaban cargadas de una clara seguridad propia tan sólo de aquéllos que saben de lo que hablan.

—Entiendo —contesté—. Gracias por la información.

Luego hice una pequeña pausa, en la que sentí una ligera brisa recorrer mi cabello y hacerlo levitar con gracia durante tan solo unos escasos instantes. Aún tenía algunas preguntas más que necesitaba resolver... En mi interior, sentía la emoción de la curiosidad por resolver aquel misterio.

—Por cierto, ¿quién mandó plantar esas flores? —pregunté finalmente.

Siendo el único jardinero del castillo, además tan anciano, estaba segura de que quien hubiera tomado la decisión de que el jardín requería del Cinton, hubiera ido directamente a ordenárselo al jardinero que tenía frente a mí. ¿Tal vez fue nuestro emperador? ¿O algún noble de casa influyente? Lo que estaba claro era que no había sido una decisión espontánea, sino que tenía un propósito... al igual que el robo que se estaba produciendo en estos momentos.

En cualquier caso, ¿quién sería el objetivo? ¿Tendría que ver con el actual estado de salud de nuestro emperador? 

- ¿Quién si no? Su alteza el tercer príncipe - Exclama el hombre comenzando a retirarse - Quizás lo mas prudente sea que no te metas mucho en este asunto señorita. Muchos son conscientes de lo que paso, pero por algo han decidido ignorarlo. 

Hace una pequeña reverencia y también comienza a alejarse con rapidez, al parecer no quería verse envuelto mas de lo necesario en el asunto, por lo que tras darte aquella advertencia el hombre decidió alejarse, al parecer por donde se mire hay mas que solo  un simple hurto de flores, algo por lo bajo estaba mal, y seguramente era un asunto mucho mas profundo y peligroso de lo que aparentaba a simple vista. 

Ordenando un poco tu mente sobre el hecho. Sir Hans esta consciente del problema, pero al parecer no puede encargarse el personalmente de este, posiblemente por que haya gente que se le opone como para que pueda investigarlo abiertamente, el jardinero obviamente sabe mucho mas de lo que deja escapar, pero lo mas probable es que no te dirá nada mas por las buenas... por otro lado fue el tercer príncipe el que mando a plantar estas flores, pero no ha hecho ni una declaración ni ha emitido ni una orden para atrapar al ladrón de estas... ¿Qué está pasando aquí? Incluso podría ser la causa de los males del emperador... o quizás sea otra cosa que se este preparando en las sombras... cuando hay drogas y veneno implicados posiblemente no sea nada bueno. 

Sea como sea, todo parece ser una maraña de cosas enredadas, en que clase de lío te estas metiendo. ¿Será prudente llegar al fondo de esto? Tampoco es como que puedas llegar y hablar con el tercer príncipe al respecto. 

El tercer príncipe, quien odiaba al principal heredero del reino y quien, según contaban los rumores, estaba enamorado de Daunt... Era extraño a la vez que un dato especialmente interesante. Sin embargo, saber que uno de los príncipes podía estar detrás de todo esto complicaba aún más si cabe las cosas... 

—La justicia y el orden no existirían si no hay quienes se nieguen a mirar para otro lado —contesté al jardinero ante su «consejo».

Le entendía, así como sabía la razón por la que me aconsejaba dejar el asunto como estaba: profundizar en aquello era como andar en arenas movidizas, tarde o temprano acabaría dando un paso en falso y hundiéndome en una vorágine de problemas del que sería muy difícil salir... Pero mi sentido del deber me impedía abandonar ahora...

En aquello reflexionaba mientras mis ojos seguían al jardinero alejarse, aún a sabiendas de que podría haberle sacado más información. No era una extorsionadora ni pensaba obligarle a las malas a que me contara lo que sabía, pues era consciente de que por las buenas no soltaría ni una sola palabra más. Por el contrario, me crucé de brazos y medité algunos segundos más en silencio.

...

Siendo el tercer príncipe quien parecía tratarse del principal sospechoso, creí ver claro que probablemente su objetivo era el segundo príncipe, amante de Daunt. Fuera como fuese, Daunt parecía estar hoy en todo aquello que me proponía hacer.

Iré a verla a sus aposentos.

Me había prometido que lo haría en cuanto terminará con el jardinero. Encima, después de haberla visto en una conversación sospechosa y teniendo en cuenta la relación que tenía con el segundo y el tercer príncipe, tal vez pudiera saber algo sobre el asunto de las flores. En cualquier caso... no sabía en qué bando se encontraba por lo que debería extremar precauciones y no hablar demasiado.

Fuera como fuese, antes de ir a sus aposentos decidí pasarme por la botica del cuartel militar a por alguna pomada que la aliviará de los golpes. Después de todo, había recibido tantos golpes durante mi vida que sabía ya a la perfección qué pomadas iban mejor para cada tipo de herida, así como aplicarlas y tratarlas para que hicieran mayor efecto sin provocar dolor. Aunque, como no podía ser de otra forma, ocultaría la pomada con la mayor discreción para que nadie supiera hacia dónde la llevaba ni para quién sería...

La marcha hasta la habitación de Daunt no fue muy larga, vivía en una de las torres mas altas, en el último piso, por curioso que parezca aunque no es un mal lugar, tampoco son precisamente los aposentos de una persona de la realeza, o de un noble importante, pareciera mas que nada una hermosa, calidad y ornamentada prisión... Con el ungüento en tus manos, comienzas a subir la escalera de caracol que lleva hasta sus aposentos, con la esperanza de que eso le ayude con los dolores de las bofetadas, te das cuenta de que a medida que subes parece hacer mas y mas frío... a pesar de que afuera hace calor. 

- Curioso... muy curioso....

Escuchas una voz, como un susurro que te rodea, tu sangre se hiela pero no eres capaz de darte cuenta de exactamente que o quien te ha hablado, todo sucedió en menos de 6 segundos, pero por unos instantes sentiste que la fuerza abandono tu cuerpo, como si a una marioneta le hubiesen cortado los hilos, tras ese breve tiempo aquella sensación desagradable te abandono y la temperatura comenzó a aumentar rápidamente hasta equipararse con la temperatura del exterior... ¿Qué diablos acaba de suceder? Tu corazón late a mil por hora. 

Afortunadamente en ese momento de debilidad no caíste por las escaleras, pero una vez recobras tus fuerzas te apuras para llegar hasta la habitación de la muchacha. Todo parece normal... no queda ni rastro de fuese lo que fuese que te acecho en ese momento. La puerta de la habitación estaba abierta. 

La habitación no era muy grande, tenía un radio de unos diez metros, en el centro había una cama y habían ventanas en todas las direcciones, un par de armarios en donde habían diversas prendas de ropa, y cerca de la cama, estaba una chica de raza bestia y piel morena tirada en el suelo, con sangre saliendo de su boca... te das cuenta de que hay escarcha en las ventanas de la habitación, aunque por la temperatura actual se esta derritiendo a un ritmo alarmante. En una esquina de la habitación hay una chimenea enorme, quizás sea la ornamentación mas grande de la habitación, y aunque tiene madera en ella no esta encendida. 

—¡Lady Daunt...! —no pude reprimir aquella exclamación al tiempo que me apresuraba a entrar e ir directa hasta donde estaba ella.

Yacía en el suelo, aparentemente inconsciente y con sangre en la boca. ¿Aquella sangre era producto de las bofetadas que había recibido en el jardín? No estaba segura... al igual que tampoco había estado segura de lo que había pasado en mi ascenso hasta los aposentos de ella.

Curioso... muy curioso...

Aun resonaban en mi cabeza aquellas misteriosas palabras que había escuchado momentos antes. Sin embargo, cuando había mirado a mi alrededor buscando a mi interlocutor, no había absolutamente nadie... ¿Quién había sido? ¿Me sonaba su voz? Imaginaba que no, pero aun así traté de indagar en mi memoria por si podía asociarla a alguien con quien hubiese hablado antes... Al mismo tiempo, retiré algunos mechones del frondoso y sedoso pelo de ella para dejar al descubierto su cuello, de manera que pudiese llevar mis dedos corazón e índice hasta él con la intención de tomarle el pulso y garantizarme que aún estuviera viva.

Su piel era suave y, en cierto modo, delicada. Además, estar tan cerca de ella me hacía apreciar aun más claramente su fragancia corporal... Era un olor realmente dulce e... incluso... hechizante. Tuve que concentrarme para darme cuenta de lo que realmente quería hacer.

—¡Lady Daunt, despierte...!

Era extraño como en las ventanas aún se mantenían las escarchas. Además, ese frío misterioso había calado tanto en mi cuerpo, incluso cuando ya la temperatura se había igualado nuevamente con el exterior, que aun seguía sintiéndolo. Si eso no fuera poco, ¿qué diablos me había pasado? Por un momento, cuando lo sentí por primera vez y escuché las palabras, había tenido la sensación de que mi energía se consumía repentinamente...

Fuera lo que fuese, estaba claro que aquella persona/cosa iba tras Daunt y yo simplemente me había interpuesto en su camino por casualidades de la vida... ¿tendría algo que ver con Julius? ¿o con el robo de las plantas?

Afortunadamente Daunt se encontraba con vida, su pulso era estable, por lo que sea lo que sea, había logrado hacer que se desmaye, aunque la sangre era realmente fresca, no parecía estar herida, al menos no de seriedad. Mientras terminas de comprobar su estado, intentas hacer memoria de aquella voz, sin embargo nunca habías escuchado a aquella persona en tu vida, su tono parecía monótono y algo escalofriante, era una voz que fácilmente recordarías pues, aunque suene redundante, no es algo que se pueda olvidar con facilidad, lo que lleva a la obvia pregunta ¿Como se verá aquella persona? Pregunta que de momento no podría ser respondida. 

- ¿Een..? - Exclama adolorida Daunt llevándose una mano a la cabeza, su despertar fue abrupto, pero se limita a emitir un sonido de confusión, notas que su respiración esta bastante alterada. 

Por unos momentos la chica mira en pánico a todos lados de la habitación, sus ojos se cruzan con los tuyos pero no permanecen ahí mucho tiempo, definitivamente se había dado cuenta de que había sido atacada de alguna manera, pero el culpable no parecía estar a la vista. Inhala y exhala, poco a poco notas que recupera la compostura. 

- ¿No has visto nada, no? - Exclama la chica con aparente confusión. 

No sabes exactamente si Daunt está en shock o no, pero es algo extraña su reacción, se ha tranquilizado de inmediato tras el ataque, al parecer ha evaluado que el peligro inminente ha desaparecido, niega con la cabeza y se esfuerza para ponerse en pie y sentarse sobre la cama. Por tu mente pasa la idea de que esto podría estar relacionado de alguna forma con lo de las flores... o con aquel odioso noble, pero aun no tienes forma de probarlo, ni sabes si realmente guardan relación. Por el momento Daunt parece mas confundida que otra cosa, juguetea con su pelo sentada en la cama, mientras parece sumida en una profunda reflexión.