Partida Rol por web

El ataque del paladín estuvo repleto de entrega y brutalidad. A la par que corría hacia el encuentro del perro salvaje, su enorme espadón se arrastraba sobre la tierra de aquel hermoso lugar, como si de una azada se tratara. Cuando estaba a punto de llegar hasta el animal, proyectó toda la fuerza de sus pies y sus hombros lanzando un tazo oblicuo de derecha a izquierda, y de abajo arriba.

Tras el tajo, toda la verdosa y húmeda hierba se salpicó de sangre, mientras el perro a duras penas conseguía mantenerse en pie...

Las hostilidades ya habían comenzado. El diminuto ser había desaparecido de la vista de todos tras el ataque de Satinder.
Elenzeran, por su parte, se encontraba lidiando con el enorme perro. La potencia de su acero brillaba en mitad del combate. ¡Qué magnificencia!

Gudrid vio por el rabillo del ojo que Obelus se encontraba expectante por entrar en acción. La sacerdotisa se aproximó a su posición con cierto temor, pues últimamente el ulfen se comportaba de modo muy violento. No obstante, eran compañeros y debían trabajar con unidad y compenetración. Así pues, posó su mano en el hombro del grandullón y vertió parte de la calidez que su piel exudaba.
- Vamos, Obelus. Lucha una vez más; transforma tu odio en fuerza constructiva. Pronto habrá terminado esta pesadilla.

El bárbaro se desconcentra ante la cantidad de palabras que suelta la sacerdotisa y no consigue darle al perro.

En un último intento, más por frustración que por otra cosa, intenta morder al perro, pero no está muy acostumbrado a su forma adquirida.

El perro-lobo lanzó una agónica dentellada al pelirrojo ulfen, pero lo único que consiguió fue caer exhausto tras la terrible herida que el paladín aasimar le había proferido. Poco más pudo hacer...

Ewan, en su nueva condición diminuta, permaneció al lado de Rampart. Por el rabillo de ojo había visto que sus compañeros habían aniquilado al perro, pero la malvada hada se había hecho invisible, y era más que probable, que desencadenase alguna desgracia sobre ellos, en su nueva y ventajosa condición de no visible.

Ewan no pudo más que mantenerse aleta, y dispuesto a actuar, cuando el hada hiciese acto de presencia ...

Rampart quedó también en un estado de alerta. El enemigo se había esfumado por efecto mágico, y tenía la segura sensación de que volvería para causar estragos en ellos.

El arquero semielfo apuntó hacia direcciones aleatorias con su arco tratando de hallar la ubicación de la maléfica hada.

Los pathfinders miraban a un lado y a otro, intentando detectar alguna pista que les permitiera desentrañar dónde se encontraba la pequeña hada, pero no consiguieron ni tan siquiera adivinar su ubicación. El aquero semielfo, mantenía presto su arco. Viraba con rapidez sobre sus talones a la espera de que apareciera, pero lo único que sucedía es que aquellos instantes de relativa tregua, se volvían desesperantes y agónicos.

Súbitamente, la criatura del bosque se hizo visible sobrevolando el hombro derecho del soldado de Nirmathas. Apenas pudo detectar nada el semielfo, pues los movimientos de la fata eran suaves y plásticos como los de un felino.

- ¡¡Aiiiiifffffffiuyuuuu shiiiiilufiiiii!!- Y tras susurrar a su oído una serie de palabras en su lengua melódica y silbante, lanzó una punzada con su estoque del tamaño de un alfiler, clavándose en la yugular derecha del semielfo.

TRADUCCIÓN SIMULTÁNEA: 

- ¡¡Aiiiiifffffffiuyuuuu shiiiiilufiiiii!!-: ¡¡Pagarás por esto, traidor!!

La bestia cayó ante el tremedo golpe propinado por el mandoble del aasimar, no sin antes lanzar una dentellada a Obelus que se destrozaría el vientre... Pero no fue capaz. Con el horizonte despejado, Elenzeran se dirigió rapidamente a la posición de Satinder para echarle una mano. En el combate cerrado el arquero nirmathano no era muy ducho, prefería las distancias largas a las cortas...

El perro había caído, pero la pequeña criatura aún continuaba acosando a los compañeros. Elenzeran se aproximó a la posición del arquero para auxiliarle en la lucha.
Por su parte, Gudrid se reunió con Ewan que aguardaba en la retaguardia junto a su cuadrúpedo amigo.
Posó su mano sobre el lomo de Rampart y oró para renovar las fuerzas del ser extraplanario.

Obelus deja caer su espadón y se dirige hacia la fata con intenciones no muy amistosas, gruñendo, enseñando los dientes y cuando está suficientemente cerca, los usa.

La fata está de suerte, los dientes del ulfen son bloqueados por los movimientos del elfo, que siente su aliento pesado al lado de su oreja.

Ewan, en su nueva condición de enano, vio la materialización de la pequeña fata, dando un tajo, más que importante pese a su tamaño, y rápidamente conjuró un pequeño orbe ácido para intentar impactar en la fata. Pero debía de ir con cuidado de no darle a Satinder, ya que la fata estaba prácticamente pegado a él.

Tanto intentó tener cuidado que su disparo terminó perdiéndose en el bosque ...

El arquero semielfo retrocedió un paso ante el acoso de la fata, que tan cerca de él estaba, causandole dolorsas heridas. Su puntería había abatido a objetivos más pequeños que aquella fata cuando entrenaba entre los tocones de árboles talados en las cercanías de Kassen así que el guerrero nirmathiano siguió confiando en usar su arco para aquel combate. 

Cargó una nueva flecha y destensó la cuerda, tal vez aquel sería el disparo letal que acabaría de una vez por todas con la dichosa fata.

Rampart estaba rugiendo a cada movimiento de la cabeza, ante la imposibilidad de localizar a la invisible data. Pero un ruido de dolor, el lamento de Satinder, puso a la bestia planar en línea con la posición de la escurridiza enemiga.

Con paso firme se desplazó hacia su posición y descargó una dentellada con la malsana intención de acabar con ese pequeño diablillo....

La fata reía con sorna ante los ataques fallidos de sus contendientes, dejando constancia con frases tan enojosas como: ¡¡Eres más malo que el baladre!! dedicada exclusivamente a Ewan, o ¡¡Usas la espada tan torpemente, que parece que seas zurdo de ambas manos!!- pero de repente las risas y ofensas del hada se transformaron en lamento ante el flechazo certero de Satinder y la garra de Rampart.

A pesar de ser ataques efectivos capaces de dejar fuera de combate a cualquiera, la criatura prsentaba una resistencia sobrenatural ante las armas que se estaban empleando contra ella.

- ¡¡Ya podréis contra una criatura diminuta y desvalida!! ¡¡Ya podréis gigantones!!- dijo refunfuñando. Acto seguido, se concentró y tras recitar una serie de palabras en su sibilante lengua, desapareció delante de los mismísimos morros de los pathfinders. 

Igual que anteriormente apareciera, la fata se desvaneció. Los pathfinders, sorprendidos por la capacidad de dicha criatura se quedaron boquiabiertos cuando ésta se volvió invisible. Engañosa y ladina resultaba aquel duende del bosque, pues a pesar de su tamaño y su aparente fragilidad, era más dura de lo que se esperaba y maquiavélica en sus ejecuciones.

Permanecieron durante un rato mirando en todas direcciones, pero la fata no se dignó a aparecer y plantar cara. Ellos eran demasiados, y aunque no habían logrado eliminarla, la criatura no tenía  intención de jugarse la vida allí contra aquellos gigantones como los había denominado.

Ante ellos, la puerta vegetal doselada de de zarzas y flores los invitaba a entrar, pues la Astilla Atávica seguía esperando... 

El semielfo volvió a agudizar sus sentidos para tratar de percibir a la maléfica fata que tan difícil les estaba poniendo aquel combate. - !Rápido! No podemos permitir que escape, sin duda alguna debe ser la artífice de la maldición provocada por la astilla atávica. - exclamó el arquero advirtiendo de la urgencia de la situación y corrió sin pensarlo dos veces hacia el interior de la puerta vegetal con el arco alzado una flecha tensada en su cuerda.

El bárbaro recoge el espadón y mira al interior, su sangre hierve y la furia que ha estado controlando cada vez se le hace más imposible, sabe que si entra en ese estado es posible que no sea capaz de recuperarse. Ese ha sido el único motivo por el cual no volvio a entrar en furia después de esa pequeña entrada en el rio. Demasiado peligroso.

Todos esos pensamientos inundaban la mente del bárbaro mientras seguía al elfo, que parecía casi más sediento de sangre que el propio bárbaro.

La pequeña criatura había desaparecido y tras unos momentos esperando por si aparecía, Elenzeran decidió que seguramente no volvería, el recibimiento que le habían dado no era para menos. También fue consciente que no tenían tiempo que perder y que la influencia de la Astilla Atávica podía poner al grupo de pathfinders en una situación crítica si no ponían solución cuanto antes.

Vamos!! Estamos cerca... Aguantad, chicos, aguantad... Ya llegamos...

Y enarbolando el mandoble se acercó hacia la puerta de aquella construcción agreste.