Partida Rol por web

—Tezzork, puedes marcharte.

El gnoll asintió y se llevó a la mujer del escudo y a los seis gnolls escaleras abajo. Revisaste la habitación y sólo quedaban tres guardias gnolls. Sarah seguía a lo suyo, como si no te hubiera visto. Uno de los jugadores que se sentaba a la mesa, un elfo de cabellos rubios y casaca roja, empezó a repartir las cartas. Dulsarra levantó las cejas pintadas.

—¿Crees que lo de secuestrar a tu ayudante ha sido cosa mía? —te preguntó en un tono divertido—. ¿Me crees capaz de algo tan burdo? ¿Por qué haría algo así precisamente ahora, cuando podía haberlo hecho hace años?

La Madame miró sus cartas y adelantó un puñado de monedas al centro de la mesa para hacer su apuesta.

—No, querido. Este asunto es entre mis clientes Luskanitas y tú —dijo dándole una calada a su cigarro—, pero puedo convertirlo en cosa mía, si quieres.

Dulsarra sonrió como el gato que hubiera acorralado al ratón.

Ramiel rechazó jugar las cartas con un gesto elegante e indolente, como todo lo que hacía. Ahora se comportaba como el cortesano que era, hablar suave y movimientos calmados, mientras estudiaba la sala de juego. Liarse a navajazos allí dentro no saldría bien, no tenía motivos para hacerlo y tampoco contaba con aliados, sería picadillo antes de moverse un par de metros. Sonrió al pensar en la maga roja, no le importaría aprender uno de sus conjuros y dejar caer una bola llameante en el centro y hundir el burdel con él dentro.

El mundo sería un lugar mejor sin todos ellos.

-Entonces tendré que hablar con tus clientes Luskanitas, lo que han hecho ha sido muy feo; y de mal gusto, debo añadir -era una respuesta ambigua, pero vaya, había entrado allí para eso. Para buscar a Nadja. Miró al elfo y a los demás jugadores, calibrando el cruce de información-. Pero vaya, ya que estoy aquí, cuéntame ¿qué necesitas de mí que otros no pueden conseguir?

Dulsarra rió al ver que no apostabas, y su risa pronto devino en tos debido a sus pulmones ennegrecidos por el tabaco.

—¿No tienes ni un cobre en el bolsillo, Ramiel? —te preguntó Dulsarra, sin dejarse engañar por tu gesto indolente—. Si trabajases para mi no te faltaría el oro.

El resto de jugadores hicieron sus apuestas y al mostrar sus cartas, ganó el elfo de la casaca roja. Mientras se llevaba todo el dinero de la mesa dedicó a Dulsarra una sonrisa canallita que conocías bien.

—Dicen que si te reúnes con esos Luskanitas pueden lamentarlo. Dicen que te has juntado con un puñado de aventureros duros de pelar, y que te has vuelto muy preguntón. Dicen que os gustaría que rodaran ciertas cabezas en la ciudad, entre ellas la del Flaco. Pero no eres su líder. No tenéis líder. Necesitáis un líder que os dé un propósito. Me necesitáis a mi. 

Ramiel entrelazó los dedos de ambas manos sobre el regazo, la pierna todavía doblada y recostado en la incómoda silla que le iba a dejar la espalda destrozada cuando se levantase. Si es que todavía respiraba cuando saliese de allí. Comenzo a mover los pulgares.

-¿Preguntón? -dijo, levantando las cejas, aunque lo que de verdad le sorprendía era que quisiera alzarse como líder de su "grupo de aventureros"-. No he hecho ni una sola pregunta desde que ese Flaco vino avasallando a mi local y le hizo pasar un mal rato a Nadja. Sabes que no soporto que hagan eso, pero como no había forma de encontrarles que no fuese visitando tu local, he intentando retrasarlo lo más posible porque, francamente, no quería hablar contigo. ¿Les has dejado un despachito para que hagan sus cosas? -Se mordió la lengua, resopló por la nariz y dramatizó su disgusto, que en parte era real-. Y en cuanto a esos aventureros que comentas -sacudió la mano-. Se acabó. Eran viejos amigos con los que me encontré esta mañana, nos unimos para salvar esta ciudad, casi me matan, y rememoramos tiempos mejores. Pero en cuanto llegamos a las puertas de tu establecimiento se lanzaron contra tus guardias, porque los bárbaros hacen esas cosas. Es gracioso, a uno de ellos lo he ayudado a librarse del patíbulo esta mañana y esta noche ha muerto gracias a su estupidez. El resto, en cuanto me has invitado a entrar, han salido por patas. Así que trabajo solo.

La última palabra salió con un poco más de rencor de lo esperado. Estaba solo allí dentro, estaba solo como lo había estado toda su vida. Siguió moviendo los pulgares y siguiendo el juego.

Dulsarra se tragó tu embuste sin rechistar siquiera.

—Vaya, pues es una lástima. Quizá les pueda hacer cambiar de opinión, pero eso tendrá que esperar.

Jugaron otra mano de cartas y volvió a ganar el elfo de la casaca roja. La Madame bebió un trago de whisky. 

—Es muy feo eso que has dicho, Ramiel —te echó en cara Dulsarra—. Mira que no querer venir a hablar conmigo, si tenemos una amiga en común. Aunque una cosa te condedo: mis deseos por hablar de negocios han hecho que descuide mis modales. Permíteme remediarlo de inmediato.

Chasqueó los dedos en dirección a una de las prostitutas y te señaló con la cabeza. Obediente, la muchacha, muy joven y muy hermosa, acudió para acomodarse en tu regazo con un vaso de whisky recién servido en las manos, para ti. La prostituta te miró los labios y abrió la boca. Su perfume y el suave aroma del whisky invadió tus fosas nasales.

Ramiel dejó que la muchacha se acomodara encima de él, le miró los labios y levantó una mano para ponerla encima de su cuello. Había ido a jugar, así que jugaría, al menos le daría a esa prostituta la mejor experiencia de su vida. Le sonrió de manera deslumbrante, la miró a los ojos hasta que ella se sintió incómoda por sostener el vaso de wishky y luego deslizó los dedos hacia su oreja, que rozó con los dedos calientes. Los introdujo entre los mechones de su pelo y le masajeó la nunca hasta que ella se puso a ronronear.

-Sé a qué amiga te refieres, Dulsarra. Pero, ¿de verdad quieres compartirme con ella? Como sea, antes me gustaría comprobar que tus clientes no le han hecho nada a mi ayudante, la chica no tiene la culpa. Estoy aquí, dispuesto para ti.

Le puso la otra mano en el muslo a la chica y comenzó a mover el pulgar sobre la piel, en círculos. No la besó, tampoco aceptó el whisky. El calor de la muchacha era suficiente.

Dulsarra soltó una carcajada.

—¿Qué sabrás tú de lo que yo quiero, muchacho? —te preguntó—. Nada me gustaría más que presenciar cómo le comes el coño a Violet. Puede que incluso me uniera a vosotros.

Jugaron otra mano, que volvió a ganar el elfo de la casaca. Dulsarra le echó una larga mirada y el elfo no quiso tentar su suerte, recogió sus ganancias y se fue dejando el asiento libre. Por su parte, la prostituta que tenías en las rodillas se abalanzó sobre ti a las primeras caricias. Enterró sus labios y en tu cuello y empezó a besar, lamer y succionar de una manera bastante hábil. Cuando te quisiste dar cuenta sus manos profesionales estaban tanteando tu entrepierna.

—¿Y qué vas a hacer, exactamente, cuando llegues allí, Ramiel? ¿Pegar una patada en la puerta, decir algo estúpido y morir a cuchilladas? Me disgustaría mucho perder a un puto de tu talla de una manera tan tonta.

Ramiel dejó que la chica lo tocara, durante un rato, al menos, solo por las apariencias y porque siempre era agradable que lo tocaran a uno. Se endureció, tampoco lo disimuló, para algo era un profesional. Si había aguantado durante el par de horas que había estado poniéndole el culo rojo a Duvessa, podía aguantar que una prostituta cualquiera lo tocara. Cuando ella se meneó contra él, Ramiel la sostuvo por el pelo con suavidad, dejando claro quién mandaba allí. Le doy una sonora palmada en el muslo para que estuviera quieta.

-Algo se me ocurrirá, Dulsarra. Quiero que la chica vuelva a su casa, lo demás, me da lo mismo. Como si quieren seguir robando, extorsionando y matando a media ciudad.

Se puso en pie, cogiendo a la chica en brazos. La dejó en el suelo, indicándole que se pusiera de rodillas, y le dio una palmadita en la cabeza.

-Bien, ¿dónde están? -preguntó, poniendo los brazos en jarras.

Las palabras de Nahyeeda encendieron por un momento la sangre de Lilandra y a punto estuvo de dar media vuelta y cargar hacia los Gnolls de la puerta trasera del prostíbulo, pero el sentido común pudo más y cuando estaba a punto de responderle a la genasi intervino Wido.

Lilandra asintió ante la reflexión de Wido con respecto a cargar a pecho descubierto, también asintió ante la idea de dejar a Hengar en el almacén... y casi asiente por inercia ante la propuesta final cuando su imaginación le hizo lanzar una carcajada.

Cuando pudo controlarse unos momentos más tarde miró a Wido con lágrimas en los ojos y una chispa de alegría - Gracias por la broma Wido, necesitaba reirme. - se giró entonces hacia la genasi y, aún con una sonrisa pero más tranquila le respondió.

- Wido tiene razón, cargar ahora es suicida, ya era una apuesta apretada con Ramiel de nuestro lado y su rendición no ha hecho más que empeorar la situación. - meneó la cabeza y su sonrisa se esfumó - Como dije antes de salir del almacén, no serviría para mucho en un combate, conozco mis limitaciones y no me hago ilusiones con respecto a nuestras posibilidades contra tantos enemigos.

- Nahyeeda, a menos que puedas garantizar que nosotros podemos salir vivos de un asalto a la Vista, junto con Ramiel y su alumna, tenemos que conseguir refuerzos, y  Mishann es la única a quién que conozco en esta ciudad. Soy la primera en querer ir a ayudar a Ramiel, pero de poca ayuda resultaría si hago que me maten por él. Tenemos que confiar en que podrá mantenerse vivo hasta que lleguemos, después de todo está haciendo lo que desde un principio dijo que haría, entrar sólo en la cueva del lobo. - No diría que Ramiel no había confiado en que ellos pudieran completar lo que habían iniciado, aún después de haber insistido en un asalto nocturno. 

Meneó la cabeza y abatió los hombros - Haré lo que decidan pero no me quitaré la armadura ni dejaré las armas para entrar en ese antro.

Wido miró extrañado a Lilandra. Tras su risa y sus observaciones acerca del método acerca de como proceder en aquel asunto, se produjo un incómodo silencio. Wido miró a los ojos de Lilandra unos instantes y luego centró su mirada en Nayheeda, aunque al sentir que sus ojos se cernian sobre él, apartó la vista. Aquella hechicera le intimidaba.

- No bromeaba... - Dijo con seriedad absoluta. Quien conociera a  debía saber que sólo bromeaba si estaba borracho. Y ya no lp estaba. No mucho... - Hay ropa de mujer en el almacén y también maquillaje. Creo que sería interesante disfrazarnos de guarrillas. - Miró de arriba abajo a Lilandra. - Podemos ponerte un vestido hasta los pies y una boa de plumas en el cuello. Yo os puedo maquillar. ¿Bien?

Lilandra miró a Wido con alarma, está est imaginarlo vestido como una de las meretrices de Aguas Profundas no le causó gracia sino miedo. - Wido, ¿Realmente crees que podrías pasar por una mujer? Tu cuerpo y tu cara son más peludos que los de un mono, y tú tú figura es difícil de confundir con la de una mujer... Aún si los Gnolls no te conocieran sería casi imposible que creyeran que no te traes algo entre manos.

Preferiría volver al callejón e intentar sorprender a la sacerdotisa y a sus guardias antes que creer que me dejarán pasar porque cubra mi armadura con telas y mi rostro con maquillaje... - Miro a la maga - ¿Tu qué opinas Nahyeeda?, ¿Crees que el plan de Wido puede funcionar?

- Bueno... - Miró de forma agria a Lilandra. - No se. Creo que... - Gruñó ciertamente contrariado. - ¿Pasar por mujer, yo...? - Carraspeó. - Creo que tenemos más posibilidades de pasar como mujeres fáciles, que como Lilandra, Nayheeda y Wido. - Hizo una breve pausa. - ¡Al final los porteros son hienas! ¡Sus putas hembras son mucho más peludas que yo!

Nahyeeda bufó antes las estupideces de Wido.

—Yo puedo alterar mi aspecto de un modo que les resultaría imposible reconocerme —reveló la maga—. Me infiltraré en el burdel y trataré de sacarlo de allí con algún subterfugio. Un conjuro de invisibilidad, tal vez, o ilusión bien puesta, o teleportándonos a la calle, si es posible. Si todo falla, haré arder ese antro desde sus cimientos, y en ese caso, necesitaría que entretuvierais a los gnolls en la entrada para que no se nos acumule el trabajo. 

Se cruzó de brazos.

—¿Podréis, al menos, hacer eso?

—¡Como si tú pudieras objetar algo a sus actividades! —rió Dulsarra—. Sólo vas a conseguir que te maten como a un perro, Ramiel, pero si quieres hacerlo, adelante. Puedes encontrarlos en la habitación número 12. Procura no manchar ninguna alfombra con tu sangre, por favor.

Wido se quedó mirando a aquella furia llameante. Creo un silencio incómodo solo interrumpido por el sonido de su masticar. Estaba mascando algo. ¿El qué? No lo sabía nadie, posiblemente ni el propio Wido. Le lanzó una mirada rápida a Lilandra. Su rostro expresaba acritud. Le devolvió la mirada a Nayheeda.

- Si... - Respondió secamente. - Eso puedo hacerlo. - Añadió. Aunque hablaba sólo por él, pues Lilandra no parecía demasiado dispuesta. Aunque no era un mal plan. No mejor que el suyo, pero no estaba mal.

Lilandra estaba a punto de responderle a Wido que los Gnolls ya lo conocían, que no importa a cómo se disfrazara no lo dejarían entrar y que si lo hacían, sería para rodearlos y desarmarlos a gusto. Quería buscar una manera diplomática de hacerlo, lo cierto era que las últimas miradas del bárbaro dejaban en claro que no tenía muy buena opinión de ella y lo último que necesitaban era una pelea entre ellos.

Afortunadamente la genasi intervino proponiendo un plan que no sólo podía funcionar, sino que podían ejecutar sin perder tiempo en buscar refuerzos.

Lilandra sonrió y aceptó con un asentimiento de cabeza - Podemos distraer a los Gnolls de la entrada, ya sea por las buenas o por las malas nos encargaremos de que no entren a la Visita.

Por las buenas o por las malas.

Aquellas palabras resonaron en la cabeza de Wido. Eso le hizo pensar, algo que no  le se daba dedemasiado bien al norteño. Pero no pudo contenerse y lo dijo.

- Entonces Lilandra y yo nos disfrazamos de putas, entretenemos a los gnolls y tú mientras entras y sacas a Ramiel. ¿No? - Creía haberlo entiendo.

La sacerdotisa ya no tenía dudas acerca de la seriedad del bárbaro acerca de los disfraces, y lo cierto era que si el objetivo había pasado a ser una diversión pocas cosas atraerían más la atención de los Gnolls que Wido disfrazado de mujer. - Tu ganas Wido, pero con la armadura no puedo disfrazarme de meretriz, me pondré una barba postiza y ropas holgadas, si vernos intentar algo tan ridículo no hace que esas hienas pierdan tiempo riéndose de nosotros no sé que lo hará. El único problema que veo es que juntos sólo podremos distraer a uno de los grupos, tendremos que separarnos para distraer a los de la entrada y a los del callejón.

Miró a la genasi - Nahyeeda, estaremos esperando tu señal cerca del burdel pero fuera de la vista de los guardias, ¿Como sabremos si nos necesitas?

Ramiel sonrió de forma canalla hacia la madame, parecía bastante preocupada por su integridad y en verdad, él también estaba preocupado por su propia seguridad. Le hizo una reverencia a Dulsarra, flexionó una pierna y retrasó la otra, puso una mano en el pecho y alzó la otra, inclinándose hacia delante. Era una reverencia exagerada, pero quería darle ese efecto, su vida siempre era una interpretación constante de decoro y etiqueta.

-Mi sangre hará juego con la decoración, no te preocupes por eso.

Se enderezó y salió de la sala de juego con la cabeza alta, caminando con pasos lentos, sin tener ni idea de dónde estaba la habitación número 12. Pero no importaba, tenía que parecer que sabía lo que hacía aunque no fuese verdad. Ahora tenía que comportarse como el cortesano que había sido, buscó a un sirviente o una prostituta para preguntarle por esa habitación y se dirigió hacia allí, mientras elaboraba alguna clase de plan.

Nahyeeda se pellizcó los ojos en un gesto de hartazgo ante la insistencia de Wido sobre vestirse de mujer. 

—Haced lo que os dé la gana, mientras esos gnolls no molesten —se rindió la genasí, antes de encogerse de hombros—. Mi magia de combate no se caracteriza por su discreción, sabréis que os necesitamos si el lugar entero estalla en una bola de fuego, cosa que intentaré evitar a toda costa —dijo adelantándose a las protestas de Lilandra—. Trataré de enviaros una señal más discreta, una luz o algo así. Casi... observad desde fuera e intentad que se queden en la puerta y no entren al establecimiento para nada. ¿Vale?

Llegasteis al almacén, dejasteis allí el cadáver de Hengar y os asegurasteis de que todo estaba como lo habíais dejado y abristeis el cajón de ropa de mujer de vida licenciosa del que había hablado Wido. El destinatario no era otro que la Madame Dulsarra de la Vista del Norte. Por supuesto. Lamentablemente no había ninguna barba postiza para Lilandra, ¿quién diablos querría una barba postiza? La sacerdotisa tuvo que idear un Plan B sobre la marcha.

Con Wido ataviado y pintarrajeado como una fulana promiscua, volvisteis a plaza que dominaba la Vista Nocturna. Allí el panorama seguía siendo como lo dejasteis. Tezzork y tres gnolls vigilaban la entrada principal. Ryssa y otros tres gnolls, la puerta de servicio. No había rastro de Ramiel por ninguna parte. Nahyeeda lanzó un hechizo, transformándose en una mujer alta y morena, cuyos rasgos no se parecían en nada a los suyos.

—Vigilad —insistió, como despedida.

Se dirigió con pasos resueltos a la Vista del Norte, y los gnolls la dejaron pasar por la puerta principal como si nada. Ahora sólo cabía esperar y rezad porque todo saliera bien.

Lo dicho, quiero un plan B de Lilandra. 

Y no os preocupéis, si la cosa se alarga allí dentro, os sacaré una pequeña viñeta para rolear.