Partida Rol por web

Y por fin llegó el momento del ataque, de hacer frente al enemigo, no tenía muy claro que presentían con esa paja y ramas, quizás apilarla y prenderle fuego, esperaba que el muro estuviese preparado a tiempo.

Subí y busqué una buena almenara para lanzar mis proyectiles, pese ala urgencia traté de tomarlo con calma ya que había que era importante acertar y no desperdiciar munición.

La espera había llegado a su fin, es el momento de matar Orcos y como buen enano no iba a hacerlos esperar.

El griterio y la histeria parecian haberse alzado en el interior de la torre, el enemigo atacaba, al fin... Nagredog no disponia de arco, ni ballesta ni ningun arma con el que atacar al enemigo. Dada la situacion, y oyendo que el enemigo corria con los parapetos hacia las puertas. El enano se alegro de estar levantando el muro, habia que darse prisa.

- !!Animo, mas rapido!! ¡¡El muro debe estar acabao cuanto antes!! - gritaba mientras movia piedras a todo correr, realmente habia que acabarlo. Mientras lo hacia recordo esos parapetos, eran malos, de paja, con ramas secas...

- Oh no, que Mahal nos guarde...- Nagredog cayo en la cuenta en ese momento, fuego, si lograban acercar esos parapetos a la puerta, podrian hacerlos arder cual yesca. La puerta cederia antes o despues, y el muro estaba sin acabar. Miro a su alrededor y busco al muchacho mas joven que vio, de entre los que ayudaban a construir la tapia.

- Muchacho, a prisa tienes que buscar a Eresgal, a Faramis o a Thangon. Dale el siguiente mensaje de parte de Nagredog el enano. - Se aseguro de que lo mirase atentamente - Diles que han de llevar todo el agua posible a los ventanales que hay sobre la puerta, diles que el enemigo no debe conseguir encender la pira que prepara delante de ella. ¿Lo has entendido? ¡¡Rapido muchacho, se un heroe!! ¡¡Corre!!

Cuando lo vio marchar volvio a cargar piedras y a alentar a sus compañeros de faena. La cota de malla tintileaba al contacto con las rocas, su martillo colgaba del cinto y la capa, echada para atras, le daba demasiado calor, pero no habia tiempo de pararse a quitarsela. 

En cuanto vio que parte del ejército enemigo se reunía,  y descubrió sus intenciones, Nagredog llamó a un joven para que avisará a cualquiera de los comandantes de Ilmaryen para que les informará. El muchacho, sin pensárselo dos veces, salió corriendo a cumplir esa tarea.

Emyr, a pesar de no ser un gran arquero, comenzó con buen pie, al herir con su primera flecha a un enemigo, y tras fallar su segundo intento de acabar con él, dejar a un segundo moribundo, que tras recibir otro impacto de una saeta de un aliado cayó muerto. Lo intentó con un tercero, pero tras errar el primer disparo, prefirió guardar munición, y no efectuar otro.

Por su parte, Vârkim, había decidido una estrategia completamente opuesta a la de Emyr, por cada saeta disparar a un rival distinto, quizás con la idea en mente de herir al máximo número posible de ellos. Tampoco le fue mal así, ya que consiguió acabar con uno con su primer proyectil, ayudar a una aliado a acabar con un segundo, y herir a otros dos.

Sin embargo, Lunadan, el arquero más experimentado del grupo, y por lo tanto sin que hubiera sorpresas, fue el que mejor lo hizo. Llegando a acabar con dos enemigos con sus 3  primeras flechas y ayudar a poner fin a la vida de otro. Incuso, hiriendo a un oponente con cada proyectil que salía disparado desde la cuerda de su arco, aunque en ocasiones, ese no fuese al que apuntará.

Alguno de los comandantes de Ilmaryen había optado por seguir las sugerencias de Nagredog, pues varios hombres se afanaban en sacar agua del pozo lo más aprisa posible, y salían disparados hacia el piso superior.

En esos segundos de asalto, los atacantes siguieron recibiendo una dura recibida en forma de disparos. Aunque los aventureros contribuyeron menos a ello, pues Vârkim siguió hiriendo a multitud de enemigos, pero sólo consiguió acabar con uno de ellos tras aprovecharse de un disparo de un aliado, que se reprodujo también al contrario.

Cada flecha de Lunadan siguió alcanzando a un objetivo, pero esta vez ninguna de ellas fue mortal. E incluso, como excepción, una de ellas fue parada por uno de los parapetos.

Los enemigos iban cayendo y cada vez les iba costando más mover los parapetos tras los que se defendían, y eso sin contar que aun les quedaba por subir las rampas de acceso a Ilmaryen. Así que sin pensárselo, y para que se cumpliera el plan de su jefe, una veintena de orcos salió corriendo para ayudarles a mover las estructuras de asedio.

Emyr, esta vez y a pesar de su escasa experiencia con el arco, lo hizo bastante bien pues consiguió batir a un rival, que si no estaba muerto, era como si lo estuviera; acabó con otro de aquellos hombres que ayudaban a los orcos, y fue el primero en conseguir causar una baja entre los refuerzos(orcos) del enemigo.

Con la ayuda de los brutales orcos caníbales, los hombres enemigos, no tuvieron problemas para conseguir alcanzar la puerta con un par de parapetos, aunque en un estrecho periodo de tiempo recibieron gran cantidad de bajas, en mayor parte por los arqueros de la fortaleza, y no de los aventureros.

Una flecha de Lunadan atravesó el ojo ocular de uno de los orcos, matándolo en el acto, y que hizo que sus compañeros que se encontraban a alrededor se batieran en retirada. Mientras que sus otros proyectiles tampoco consiguieron causar muchos estragos.

Emyr, animado por haber abatid al primer orco, se precipitó y erró en su disparo. Y luego, dándose cuenta de su erros, se lo pensó mejor antes de disparar, pero, esta vez,  se tomó demasiado tiempo, perdiendo a ese enemigo de vista.

Tras ser alcanzado en la aorta por una saeta de Vârkim, uno de los orcos cayó muerto tras intentar, sin éxito, parar la gran hemorragia. Los otros disparos  que realizó el enano, que no disponía de una buena vista actual de los enemigos, fallaron.

Tras conseguir su objetivo de transportar algunos parapetos repletos de material incendiario a la puerta, el enemigo se batió en su totalidad en retirada. Que realizaron sufriendo solo un par de bajas, ya que llegaron ordenes de que los arqueros no les dispararan para conservar todos los proyectiles posibles para otro asalto.

Pero el ataque no había acabado, desde la vanguardia del grueso del ejército enemigo, varias flechas flamígeras fueron lanzadas con el objetivo de alcanzar la madera y la paja seca de los parapetos para hacerlos prender. Y vaya si lo consiguieron, pues enseguida grandes lenguas de fuego comenzaron a morder la madera del portón.

Nada más ver aquello, toda el agua de los cubos que habían conseguido reunir hasta el momento cayeron sobre las llamas apagándolas. O eso creían los defensores, que ya lanzaban vítores por haber conseguido parar el primer asalto contra la puerta, pues pocos segundos después las llamas volvieron a resurgir con la misma fuerza. El enemigo había utilizado aceite de lámparas para a cualquier resquicio que quedará de fuego, este pudiera volver a resurgir con igual intensidad.

Los gritos de victoria cesaron, y los pocos que se oían eran silenciados por las ordenes que daban las oficiales para que todo el mundo dejará lo que estuviera haciendo, aunque fuese seguir construyendo la tapia, para ayudar a sofocar el fuego creando una cadena humana desde la puerta hasta el pozo para irse pasando cubos de agua con la intención de intentar salvar la puerta, aquel elemento constructivo-defensivo, que por ahora era lo único que los separaba de sus enemigos.

No me quedé insatisfecho del todo con el resultado de mis lanzamientos de flechas para la relativa poca práctica que tenía.

Con el enemigo ya lejos no nos quedó otra que observar el episodio del fuego, el momento inicial de euforia se vio silenciado pues parecía que habían usado aceite, con este el elemento el agua a veces no servía, pero mejor... - ¡Usad tierra! ¡Apagad el fuego con tierra! – Pero claro, estábamos entro de una construcción de piedra, sería difícil conseguirla, quizás imposible.

Bajé para investigar si era posible conseguirla en cantidad pues el portón era grande, si no, ayudaría a transportar cubos de agua.

¿Como hemos podido caer en esa trampa tan básica?

Habrían perdido toda esperanza de resistir si caía esa puerta así que Vârkim se decidió a bajar lo más rápidamente posible y mirar la situación, quizás se podía salir por alguna puerta lateral y arrojar tierra a las llamas. Con esa convicción bajó hasta la puerta intentando buscar a alguno de los capitanes que se encargasen del tema.

Tanto Emyr  como Vârkim,  aunque habían tenido una buena idea para extinguir el fuego que ponía en peligro la puerta, no pudieron llevarla a cabo. El primero, porque en el sótano no encontró tierra en suficiente cantidad o fácil de recoger, ya que la que había era  únicamente la que con el paso del tiempo se había ido depositando. Y el segundo, recibió respuesta de uno de los oficiales, de que no había más salida que la que en esos precisos instantes se estaba quemando. El enano sabía que si que había una salida, pero se encontraba demasiado lejos, y además como le había recordado Faramis el resto de personas de la fortaleza no debían conocer su existencia.

Así que lo único que les quedaba si querían ayudar  a acabar con el fuego, que ya se había echó fuerte en las maderas de la puerta, era unirse a la cadena humana de transporte de cubos de agua.

Nagredog se temia lo peor, si la puerta llegaba a incendiarse del todo caeria, y con ella la proteccion. El tapiado estaba sin terminar, en caso de ataque total del enemigo tan solo los retrasaria un poco, pero nunca los detendria.

El enano ayudaba en la cadena, pasando cubo tras cubo Habia que echar agua desde arriba, pero tambien por el interior, una madera mojada no prenderia facilmente. El humo del fuego al contacto con el agua levantaba una basta columna de humo que se alejaba hacia arriba. Al menos la posible ayuda, si la habia, veria que estaban en apuros.

Corrí lo más rápido que puse al sótano, pero no, imposible, requeriría demasiado tiempo comenzar a excavar un agujero, así que volví de nuevo a la planta baja.

- ¡Mas agua! – No podía más que ayudar con aquella cadena, esperando que el agua acabase venciendo al fuego antes de que la puerta se desgastara demasiado.

Todos ayudaron a extinguir al fuego, lo cual consiguieron tras, aproximadamente, una hora de echar cubos de agua casi de forma continuada sobre la puerta, y no sin esfuerzo. La estructura de la puerta se había debilitado bastante pero aun podría llegar a resistir otro ataque, por lo que sin máquinas de asedio o fuego el enemigo no podría atravesarla.

La tapia estaba casi terminada, pero debido al cansancio que acumulaban todos los hombres, no se volvería a trabajar en ella hasta media tarde. Además, habría que volver a quitar y recolocar ciertos bloques de piedra, que se habían puesto de forma apresurada al ver llegar el asalto, que habían sufrido hace unos momentos.

Durante el resto del día, no hubo ningún intento más por parte del enemigo de tomar la fortaleza. Sin embargo, otra sombra se cernió sobre sus ocupantes, pues los rumores nocturnos de que la "Mansión Fortificada" había caído, e incluso antes que ella Amon Ephil, se propagaron rápidamente. Si aquello era cierto, y Elior(comandante de Amon Ephil) y sus hombres también habían sucumbido ante el enemigo, ya no podían tener esperanzas de recibir ayuda a tiempo ante el ataque final del enemigo que parecía estar fraguándose, y que se veía muy próximo en el tiempo.

Conseguimos apagar el fuego, eso era bueno, aunque había dañado la madera, nuestra salvación por el momento podría ser la tapia, el fuego no podría con ella y el enemigo no sabía ni que existía.

Pero llegaron rumores muy negativos, el enemigo parecía avanzar con firmeza y nos quitaba las esperanza de que viniesen en nuestro rescate, comenzaba a hacer a la idea de que habría que luchar hasta la muerte, o al menos hasta que en enemigo inundara este lugar y hubiese que tratar de salvar la vida de la dama por aquel pasadizo.

- Amigos, estoy agotado, voy a descansar un poco… - Me despedí de mis compañeros, entre la tensión del ataque y lo de apagar el fuego se me habían consumido gran parte de mis fuerzas, iría a mis aposentos a echarme unas horas sobre la cama.

Algunos de los que en días anteriores, en el desayuno, había pedido calma a Vârkim, ahora empezaban a mostrar una mezcla de síntomas que a ellos tampoco le gustaba, como tener que esperar sin hacer nada, y la desesperanza que se iba extendiendo por toda la fortaleza, tras los rumores de que no recibirían ayuda. Y que ese mismo día, poco más tarde fue confirmado por los comandantes, que les pidieron que no decayera su moral, que mantuvieran la esperanza de que resistirían cualquier asalto que se produjera por parte del enemigo.

Ese día volvió a comenzar a nevar ligeramente, cubriendo rápidamente los cadáveres de los orcos asaetados. Como el resto de los días las intermitentes lluvias de flechas se siguieron reproduciendo. Al mediodía, las catapultas comenzaron a lanzar rocas contra la fortaleza. Las primeras de ellas se quedaron cortas o muy largas, estaban estimando la distancia a la que debían de colocar las máquinas de asedio y conocer el tamaño de los proyectiles.

Al principio de la tarde, la primera de las rocas impacto en los muros de Minas Marendil. Los ocupantes sintieron el choque débilmente, pero algunos de los saldados, incluido Faramis, bajaron a los sótanos  para tranquilizar a las mujeres y niñas. Conforme más rocas fueron impactando la vibración que sentían los defensores se hacía más intensa. El polvillo, y unas pocas astillas de las vigas, caían sobre ellos. Por suerte, debido a la inmensidad de la fortaleza en comparación con los que allí se encontraban por aquel entonces, hizo que hasta entonces no se produjera ninguna baja.

A  medianoche, la nieve cesó brevemente por unos instantes, y las nubes se abrieron para dejar a la vista la escena de una luna rojiza. Según la tradición un mal augurio, que representaba la inmediatez del derramamiento de sangre en los cercanos días posteriores a su observación.

Lo único de provecho que se me ocurría para el día era recoger flechas para recomponer de nuevo la capacidad de mi carcarj.

Mientras observaba con impotencia las evoluciones de las catapultas enemigas, traté de estudiar las zonas más fuertes de la muralla para cuando las rocas fuesen más pesadas y dañinas.

Y poco más, traté de mantener mi propia moral atento a cuanto sucedía, también bajé en alguna ocasión a los sótanos para dar testimonio a los inocentes que de momento todo marchaba bien.

Vârkim como siempre estaba nervioso, aquel asedio no venia en buen momento y la verdad si por el fuese habría organizado un grupo de luchadores y habría salido por el pasadizo secreto a dar un poco de guerra por las noches y crear el caos o envenenar la comida, con todo el tiempo que llevaban allí encerrados les habría dado tiempo incluso de construir su propio tunel de salida y plantarse justo debajo de esos malditos orcos y volarlos por los aires o crear derrumbes para destruir sus máquinas de asedio.

Así se lo expuso de nuevo a Dimrod ofreciéndose por supuesto para realizarlo y supervisarlo.

Nagredog no se movia de la puerta, temia que por momentos esta cediese y un inumerable numero de orcos y norteños entrara por ella. Pero estaba la tapia, ese muro los contendria, solo podrian entrar de uno en uno, dos a lo maximo. concentrando los proyectiles alli, o mejor aun, colocando un par de enanos a las puertas, podiran con ellos. Sus cadaveres taparian las entradas que aun quedaban abiertas. No habia esperanza. Los aliados habian caido, o eso pesnsaba todo el mundo. 

Lucharian hasta el final, hasta que el agotamiento los hiciera ceder, o hasta que los muertos suepraran a los vivos.

Poco podia hacer el enano. Paseaba de aqui para alla, no se preocupaba de los civiles, pero si de alentar a los soldados. Los muros eran fuertes, mas si los hubiera diseñado un ingeniero naugrim, pero no estaban mal despues de todo.

Solo quedaba esperar a la muerte, y no tardaria en llegar.

- Creo que esa decisión no me compete a mí, sino a Faramis. Aunque sí que creo, para mal, que ya no hay tiempo, los combates por nuestras vidas no faltan mucho para llegar.- Contestó a Vârkim, no estando presentes ni Melyanna ni Matha, que aquel día no subieron a las estancias superiores en ningún momento desde que la primera roca fuera lanzada por als catapultas enemigas.

Las suposiciones de Dimrod, tuvieron su expresión real, ante la visión de la luna roja de aquella noche.