Partida Rol por web

Lunadan suspiró. Estas rencillas son lo último que necesitamos en estos momentos. Si los soldados se dedicaban a pelear entre ellos, difícilmente podrían luego combatir juntos contra el enemigo invasor.

Lunadan avanzó hacia Eresgal, preocupado.

- Eresgal, ¿podemos hablar un instante? - preguntó.

- Sí, claro.- Contestó Eresgal, y luego esperó la respuesta de Lunadan, pero en una actitud que mostraba que tenía prisa.

Lunadan captó el mensaje, y se acercó a Eresgal con intención de comentarle sus temores.

- Creo que esta pelea entre soldados puede ser muy negativa para la moral. - dijo con preocupación - Sería bueno buscar alguna manera de elevarla, para evitar estas rencillas tontas. Si no, lo pagaremos en la batalla.

- Bueno si esto no va a más me retiro, mañana quiero estar fresco por si hay que partir cabezas de Orcos.

- Sí, sí. Pero más bien estar más entretenidos en quehaceres de la defensa deberían estar, para que no se sucedan actos como el de esta noche.- No negó que a Lunadan le faltará razón, pero por lo expresado se podía ver que tenía otras cosas en mente para evitar que se volviera a repetir un comportamiento similar.

Luego, se fue con prisa, y con una cara que aun denotaba su enfado por lo acaecido momentos antes.

Amaneció más oscuro que antes, con nubarrones importantes, y seguía nevando pequeños copos y lloviendo flechas  negras intermitentemente.

Ese día se comenzó a tapiar la puerta, por sugerencia de Nagredog, para resistir mejor un ataque directo contra ella. Pero se dejarían dos huecos a los extremos, del tamaño suficiente para que un jinete pasará por cada una de ellas, para en el caso que fueran a auxiliarles poder salir para unirse al combate. Además, después la tapia sería apuntalada con los maderos, que ya se encontraban allí hace días, para impedir que uno de los bloques de piedra saliera despedido ante un ataque de catapulta contra uno de los soldados.

Al mediodía, un grupo de hombres empezó a buscar  a los oficiales prestos. Un rumor se iba levantando a su paso, al parecer, Goromil el montañés no aparecía.

Así fue, que poco después Eresgal reunió a los aventureros para que se ocuparan de hallar al montaraz.- ...Se tienen sospechas de que Goromil pudiera tratarse de un espía de Rogrog...- Expuso así el motivo, de que encontrarlo cuanto antes o saber si se habría escapado de alguna manera de la fortaleza, era prioritario ese día para los aventureros.

- Asi se hara Eresgal - dijo Nagredog energicamente. - Necesitaremos una descripcion, algo con lo que poder identificarle en caso de verle.

Una vez descrito ese supuesto espia, o al menos sospechoso de ello, el enano abandono la presencia de sus compañeros para comenzar a buscar. Comenzaria por los sotanos, poniendo especial incapie en su ruta alternativa de escapa, e iria subiendo mirando habitacion por habitacion subiendo hasta llegar a lo mas alto

Nagredog había tenido una buena idea con lo de levantar esa tápia, no se lo que aguantaría en caso de ataque, pero un refuerzo al portón si que era.

Eresgal nos propuso una tarea, se tenía la sospecha de un posible espía entre nuestros hombres y acepté de buen agrado participar en su búsqueda e indagaciones, asentí con la cabeza y me puse manos a la obra.

Más problemas, esto empieza a ser un caos y todavía el enemigo no ha atacado - pensó Vârkim cuando Eresgal expuso la misión

Lunadan suspiró. Las preocupaciones se sucedían una detrás de otra, y eso que ni siquiera había comenzado el asalto. Ya no era la moral de los soldados: era la suya la que empezaba a flaquear.

Sacudió la cabeza. Vamos Lunadan, no puedes dejarte arrastrar por la desesperación.

- Claro. Cierto, Nagredog.- Le dio la razon respecto a la descripción, que se le había olvidado de dar por la urgencia en encontrarlo. Luego, continúo con la descripción.- Le sacaré una cabeza, de complexión media, y con un cabello muy enmarañado de color rojizo.-

En cuanto mencionó el color de su pelo, algunos enseguida lo recordaron de haberlo visto alguna que otra vez en la fortaleza, pero siempre con una actitud asustada ante la situación en la guerra.

El grupo se dividió en dos grupos, uno, compuesto por Emyr y Lunadan, empezaría revisando los niveles superiores de la torre e iría descendiendo, mientras que el otro lo haría por los sótanos e iría ascendiendo, hasta juntarse más o menos a mitad de la altura de la fortaleza.

No parecía que aquella fuera lo forma más eficaz,  ya que podrían haber cubierto más espacio en menos tiempo si cada un hubiera ido revisando la fortaleza por su parte. Sin embargo, y si no hubiera sido por esto, los aventureros igual no habrían dado con Goromil o lo hubieran hecho quizás ya entrada la noche cuando hubieran vuelto a realizar una última  pasada.

Puesto que, Nagredog que fue el primero en entrar al almacén(15) y de revisarlo más concienzudamente no descubrió nada. Sin embargo, Vârkim que se había quedado en la puerta observando como su compañero rebuscaba por la estancia en busca de Goromil, creyó ver, gracias a su posición, una especie de cuerda que colgaba del techo detrás de unas grandes cajas.

Así, que tras apartar las cajas, hecho sólo posible entre los dos, lo que hizo que dedujeran que el montañés debía de haberse colado por algún hueco entre ellas, descubrieron sin lugar a dudas lo que era el cadáver de Goromil.
Se encontraba ahorcado con una soga que colgaba de una viga, con lo boca extremadamente abierta debido al último instinto natural, e inconsciente, y más en este caso, por sobrevivir al intentar respirar.

El haber hallado su cadáver es una mala señal para los hombres de la guarnición, que cada día tienen la moral más baja. Por su parte, y tras no encontrar pruebas de que ciertamente se tratará de un espía, Faramis ordenó darle un entierro digno al atardecer.

Finalmente nuestros compañeros enanos encontraron al sospechoso, pero en forma de cadáver, el pobre no debía de poder con sus temores y prefirió poner fin a su tormento.

Lo moral no era muy buena, pero había que seguir adelante, dediqué la tarde a ver si podía conseguir un arco para cuando comenzara la batalla, pues el resto de mis armas eran cortas, pero solo si habían suficientes, tampoco destacaba en mis artes con los arcos.

Los trabajos de tapiar la puerta comenzaron más tarde debido a que a quien se le otorgó el título de jefe de la empresa, no tenía por oficio levantar paredes de piedra, sino de madera, ya que en realidad se trataba de un simple campesino que su meta de verse convertido en constructor se vio truncada cuando empezó la guerra, por lo que sólo disponía de nociones básicas.

Tras un croquis para hacerse una idea de  como debería de quedar el muro después de su construcción, esta comenzó con lentitud, ya que al igual que el que los dirigía, los trabajadores, aldeanos que se habían unido a  la milicia, era gente que sabía ganarse el pan, pero jamás habían realizado una tarea semejante, por lo que les costó un par de horas tomar un buen ritmo.

Emyr fue al salón de la práctica de la  arquería (51-52), donde no tuvieron reparo en prestarle un arco corto, y 20 flechas, que dijeron que disparará  únicamente cuando estuviera completamente seguro que alcanzaría algún enemigo, pues los proyectiles no abundaban, a pesar de haber estado recogiendo durante los días previo las saetas enemigas.

El día siguiente amaneció igual que los anteriores, pero ya no se apreciaba ver caer ningún copo, y aunque las nubes grisáceas no habían desaparecido, su densidad había disminuido, lo que producía que por algunos agujeros entre ellas se colaran unos débiles rayos de sol. Como si fuera una metáfora a la situación que vivían ellos mismos, aislados, con un futuro gris, pero con resquicios de esperanza, quizás incrédula, de que llegando ayuda del exterior o no aun podrían salir de aquella situación.

Agradecí disponer de un arma de alcance, al menos ahora mi lucha podría comenzar un poco antes y si trataban de poner escaleras para subir a la muralla trataría a abatir al máximo número de enemigos.

El día era gris, contemplé un rato las labores de tapiado y luego me subí de nuevo a la torre a contemplar si había alguna nueva por parte del enemigo, quizás no era mala cosa que tardaran en atacar, cabía la esperanza de que llegaran refuerzos, aún había lugar para la esperanza, quizás tan solo la de un necio.

Nagredog estaba todo el dia pertrechado con su armadura, cargando con su escudo y sus armas. Estaba mas que preparado para el comienzo de la batalla, pero esta no parecia llegar nunca. El tiempo corria a su favor, cuanto mas tardaran en iniciar las hostilidades, mas posibilidades tenian de recibir ayuda externa. Por otro lado, estar encerrado entre los muros de Ilmaryen solo acrecentaba el sentimiento de perdicion. Eran como presos que esperan su pena, solo que la pena impuesta era la muerte, sin duda.

El enano ayudo en la construccion de la muralla de piedra que taparia la puerta principal, el habia dado la idea y tambien ayudaria en su construccion. El no era cantero, albañil, ni nada relacionado, pero intento echar una mano en todo lo que se necesitara. Haria algo de ejercicio para no perder la forma y ademas permanecia entretenido.

Lunadan se dedicó a pasear por las murallas, acariciando la cuerda de su arco. Otro día más, amanecía sin que se diesen signos de un asalto, mientras las fuerzas aliadas parecían no llegar nunca.

Espero que estos malditos no planeen matarnos de hambre.

No quedaba mucho más que hacer, salvo esperar, y rezar lo que pudiesen o supiesen.

Era el cuarto día de asedio, mediodía, el ejército enemigo parecía mostrar una mayor actividad. Se veía correr a ciertos individuos de un lado hacia otro como si estuvieran organizando un ataque. Dejaron de construir parapetos, y se podía discernir claramente que las catapultas como muy tarde ya podrían estar operativas para el día siguiente.

Por su parte, en la fortaleza, los hombres recibían órdenes de sus oficiales de que permanecieran atentos, se esperaba un ataque inminente. Los trabajos de construcción de la tapia se encontraban a mitad de su finalización, y se redoblaban los esfuerzos en intentar acabarlo, tarea a la que de muy buena gana se unió Nagredog. El número de soldados encargados de vigilar cada planta disminuyó, a cambio de aumentar el número de arqueros en las torres.

El ataque se hizo de esperar, pero por fin llego, fue al atardecer, cuando el Sol estaba a punto de ponerse. Un grito, es el inicio del ataque, aproximadamente una treintena de los humanos enemigos corrían hacia la puerta cubiertos tras los parapetos que habían fabricado primero, de paja y pequeñas ramas resecas, para lanzarlos contra la entrada. Los defensores comenzaron a practicar puntería con el enemigo, conforme se acercaban, poniéndose a alcance.