Partida Rol por web

Por un momento nuestro argumento parecía flaquear, pero el destino parecía ofrecernos una oportunidad, venían más asaltantes y podíamos ayudar a los defensores y demostrar así que estábamos de su parte.

Miré a mi compañero y corrí en dirección a la puerta que había que defender, apoyando mi hombro para hacer más fuerza y correr pasador en cuento fuese posible – ¡Todos a una… Vamos!

Thander se lanzó junto a su compañero contra la puerta para bloquear el acceso al lugar. Corrió y con el impulso se tiró sobre la puerta y apoyó todo su cuerpo sobre la misma para ayudar a cerrarla.

Lograron empujar la puerta y mantenerla cerrada contra la embestida de los hombres de fuera mientras el cabecilla del grupo lograba poner el pasador y atrancar la puerta. Muchos golpes y juramentos se escuchaban desde el otro lado de las puertas.

El cabecilla del grupo se presentó a Emyr y Thander como Azrahil, ese nombre no le decía nada a Thander pero a Emyr le sonaba bastante. Fue el propio Azrahil quien dio con la solución. -Ya se de que me suenas. -Le dijo a Emyr. -Tú estabas en la partida de caza que hicimos junto al príncipe. -Era cierto, Azrahil había sido el cazador que sobresalió en aquella partida, quedando tan sólo un poco por debajo del príncipe logrando matar a un oso y dos ciervos.* 

Azrahil era un hombre alto y espigado, ágil con su espada larga y de mirada sagaz. Tras cerrar las puertas subió a las torres de la entrada para mirar la ciudad desde allí. Entonces llamó a los hombres y a los nuevos acompañantes para que subieran con él. 

-Mirad, como suponía. - Mucho más abajo, en las calles, decenas de hombres luchaban entre sí. Los hombres que golpeaban la puerta, abajo, con sus gritos de rabia, eran símbolo de lo que ocurría: el ejército de uno de los barones de la ciudad estaba siendo atacado por los hombres de los otros dos. -Lord Migleth, mi señor, fue seducido por el señor de estos chacales para permanecer aquí. -Explicó el cazador. -Muchos le instamos a huir con el Príncipe, pero él se opuso. Ahora, muchos hombres valientes hallarán su muerte aquí, entre las lanzas de los corruptos y la maza de Rogrog. -Dijo mirando al horizonte. -¿Cómo habéis entrado aquí?. -Les preguntó sin levantar la vista de la horda negra que se aproximaba.

- Ah, cierto, la caza con el príncipe – Me quedé un momento evaluando el rostro y las palabras de Azrahil, parecía un hombre leal, pero no sabía hasta que punto se podría confiar en él.

- Que importa por donde entramos, lo que importa es... ¿Seguís siendo leal al príncipe? ¿Deseáis servirle de verdad fuera de aquí o morir en esta ciudad? – Sabía que el riesgo iba en aumento, pero quizás con estas preguntas me pudiese hacer la idea de que tipo de persona y si se podía confiar en él.

Thander escucha la conversación entre ambos hombres. Cuando ve las intenciones de Emyr le pone una mano sobre el hombro como haciéndole ver que quizá está pecando de buena persona. Quizá no sea buena idea comentarles más, o quizá sí.

Thander duda. Si Emyr lo ve claro, él no se opondrá, pero tampoco le hace mucha gracia la idea.

-Mi espada y mi vida siempre ha estado para con el príncipe. Y también la de mis hombres. -Respondió rotundo.

Thander parecía indeciso, pero pensaba que se podía confiar en Azrahil, ya lo había conocido, parecía un hombre de honor y leal.

- Estamos aquí para una misión que requiere el príncipe, llévanos hasta la Sala de los Herederos y te contaré más detalles – Le dije mirándolo a los ojos.

Supongo que mi confianza no era del cien por cien y por eso le iba contando las cosas poco a poco, quizás con el estandarte ya en mi poder le contase el resto de cosas. Si nos salía bien podíamos ganar mucho tiempo y quizás salir de aquí antes de estar asediados.

Thander se mantuvo callado y presto para cualquier situación. Aunque miraba con desconfianza a aquellos hombres, confiaba en Emyr. Se había ganado el respeto de los ragger, incluido el suyo. Por lo que sin dejar de mirar a aquellos hombres, dejó que Emyr llevase la conversación por su camino.

-Si sois hombres de Faramis, -Dijo señalando las libreas de los Raggers que vestían, - de seguro también sois amigos del Príncipe Aranarth. Venid, os llevaré a la Sala de los Herederos. 

Azrahil accedió así a ayudarles y les llevó presuroso hasta la Sala, conocedor del poco tiempo que les quedaba. Entrando por una de las dos puertas de la pared sur en la estancia donde había estado antes, Azrahil guió a los personajes a través de puertas y pasillos, salas y escaleras, hasta alcanzar la Sala de los Herederos. De no haber sido por él, no hubieran llegado a tiempo y se hubieran perdido entre tanto pasillo mientras el enemigo tomaba la ciudad.

La Sala de los Herederos era una estancia polvierienta, un corredor amplio con bultos cubiertos por lonas flanqueando el pasillo. Olía a antigüedad y mojo. Entraba algo de luz por los huecos entre los tablones que cubrían las ventanas. Más o menos en el centro, un cofre sobre una pequeña tarima descansaba bajo la enseña de la casa de Isildur. El cofre en sí es una obra de gran factura, pero demasiado pesado. Estaba cerrado con llave.

Había sido una decisión difícil, pero por el momento parecía que confiar en Azrahil había sido una decisión acertada, entre tantas estancias habíamos ahorrado un tiempo precioso. – Si, somos hombres de Fáramis, nuestra misión consiste en llevarle lo que esconde este cofre y volver tan rápido como podamos.

Dicho esto me arrodillé delante del cofre y comencé a probar cada una de la llaves del manojo que nos habían entregado.

Thander respira aliviado al ver que aquellos hombres no parecen desconfiar de ellos, por lo que adopta una actitud m´´as amistosa aunque permanece en guardia. Cuando llegan a la sala que estaban buscando, Thander mira a Emyr y asiente cuando este comienza a buscar la llave adecuada para poder conseguir el estandarte real.

Thander espera nervioso que su compañero encuentre la llave y puedan salir de allí. Peligrosamente el enemigo se acerca y no quería que le pillase allí.

No tuvieron que zarcear mucho para dar con la llave correcta. En el interior del cofre se guardaban varias ropas de fina factura, todas con el emblema de la casa de Arnor. También se hallaban allí unos finos guantes de cuero negro, dos cuchillos de plata con la enseña real labrada en el pomo, un cofrecillo con tres rubíes y un cilindro exquisitamente tallado en cuyo interior descansaba el Estandarte.

Faramis había hecho un buen trabajo ya que estaban todas las llaves necesarias, le mostré el cilindro a Azrahil – Esto es por lo que nos enviaron aquí – Y ese tubo me asegurar de guardarlo bien guardado dentro de mis ropajes.

Tras ver brevemente lo que allí había – No he venido a saquear, pero sería una lástima dejar estos objetos de valor al enemigo, si os parece bien se lo puedo llevar también a Faramis y que él decida que hacer – Y si nadie se opone guardo las piedras en mi bolsa de las monedas, que era más apta para pequeños objetos. Los guantes y los cuchillos en mis bolsillos. Las ropas ya me parecía demasiado y no las cogí, me tendría que descolgar la mochila y no deseaba perder ni un segundo. Miré a mis dos compañeros – Por mí nos vamos cuanto antes – Había que darse prisa.

Thander apremiaba a Emyr mientras este buscaba la llave adecuada:-

-No hay mucho tiempo, compañero. en ese preciso momento Amyr abrió el cofre y pudieron ver lo que había en el interior.

-Faramis estará contento, lo mejor es salir de aquí cuanto antes. Tras lo cual volvió a empuñar su arma y comenzó a salir del lugar mirando constantemente de un lado a otro.

Azrahil se mostraba muy devoto y respetuoso con la sala de los Herederos y torció el gesto cuando Emyr dijo que se iba a quedar con los objetos para dárselos a Faramis. No le gustaba aquello y se mostró incomodo con la decisión.

-Su verdadero dueño es el príncipe. - Comentó. -Deberían quedarse aquí o en su posesión. -Sin embargo no añadió nada más y se giró para guiar al grupo a la salida. El tiempo apremiaba.

Cuando llegaron al salón les abordaron los hombres de Azrahil:

-¡Señor!. Las puertas están a punto de ceder. -Azrahil miró a Emyr y Thander, no podían salir por las puertas de la ciudad, y ellos habían entrado por alguna entrada secreta, era evidente.

Fruncí el ceño, aunque era razonable que Azrahil pudiese desconfiar no me conocía si pensaba que me iba a quedar con aquellas pertenencias y no tenía inconveniente de entregarlas en presencia de ellos.

Pero cosas más urgentes nos ocupaban ahora como para ponernos a discutir por esas cosas y más cuando seguía pensando que si los sacaba de aquí era la única forma de que volviesen al príncipe.

Nos notificaron que la puerta estaba a punto de caer – Hemos de irnos ya, pero no corráis la voz o la existencia de la entrada llegará a oídos del enemigo – Me puse a correr en dirección a la entrada por la que vinimos.

Condujeron a Azrahil y sus hombres de vuelta por donde ellos habían entrado, en aquellas circunstancias era la única salida segura. Cuando salieron al patio que daba acceso al pasadizo por el que habían entrado, el perro que se habían encontrado todavía estaba allí esperándoles y al verles agitó el rabo contento y se puso a juguetear alrededor de Emyr y Thander.

Llegamos de nuevo al patio, en el ambiente olía a guerra, de nuevo guerra. Era difícil de describir, pero era como un sexto sentido que te hacía estar en guardia.

Sonreí al perro – Creo que hicimos un amigo – Pero no había tiempo que perder y probablemente poder llevarnos al perro a través de las ventiscas del exterior de estas murallas sería poco menos que una quimera. Lástima de chucho, no me hubiese desagradado su compañía. Cuando llegásemos a la puerta del siguiente edificio, en el que estaba el pasadizo, me aseguraría de que quedase fuera y le haría alguna carantoña justo antes para que no ladrase.

Emyr se encargó de engañar al perro para que se quedara en el patio interior de la fortaleza con un par de carantoñas y alguna artimaña para distraerle buscando un palo mientras ellos se escurrían por la puerta, pero cuando la cerró el perro se dio cuenta y corrió hacía ella para arañarla y comenzar a gemir con tristeza.