Partida Rol por web

David Telford Ochoa escoge sin titubeos uno de los subfusiles, un arma muy manejable y de fuego rápido:

- Si la misión se va a desarrollar en una Estación Orbital las distancias van a ser cortas -razona- Y esto es lo más práctico en espacios cerrados...
 

A su lado, Aiden Ford sonríe como un crío al que le acaban de dar un pastel y alarga las manos para coger su arma:

- Pues si se trata de un tiroteo en distancias cortas, hermano, yo me quedo con una escopeta...

¿Una misión? Ya iba siendo hora....

Miles le dedica una sonrisa de satisfacción a Sysko, que no tarda en disiparse cuando se percata de que no está incluído en tal misión.

...panda de hijos de puta con suerte

- Hay que joderse - murmura, de modo que solo Ben pueda escucharle

Ben se sonríe ante la reacción de su socio y niega con la cabeza mientras le recrimina su temperamento:

- No pidas nunca más acción de la que te toca, Miles, cobraremos lo mismo aquí sentados y llenándonos el estómago por no hacer nada, que pegando tiros en primera línea de fuego... -comenta cínicamente- No sé tú, pero por mi parte prefiero esto.

Contempla con ironía el gesto de frustración de su amigo y añade:

- Además, no podemos meter el Armaggedon en los pasillos de una estación minera... ¿O pensabas ir "a pelo"? -se mofa- ¿Volverías a ser un vulgar pisahormigas?

Karl Agathon pasea su mirada por todas aquella armas, dispuesto a escoger la mas adecuada para la mision que está a punto de comenzar...

- Que sean dos, Ford. Pásame una de esas escopetas. - dice con una media sonrisa- Listo, señor. - contesta en cuanto ha elegido el arma, dispuesto a ir a por aquella armadura de combate.

El último en pertrecharse es el propio Tigh, que escoge sorprendentemente una pistola aturdidora eléctrica con su correspondiente funda. Mientras la coloca en el cinturón del uniforme dedica una media sonrisa irónica a los marines que ha seleccionado.

- Supongo que todos ustedes tendrán claro que esas armas tienen un fin meramente intimidatorio, para meterles el miedo en el cuerpo a esos mamones de ahí fuera -comenta con marcado sarcasmo- Vamos a visitar una Estación Minera Orbital, eso no es más que una nave espacial civil medianamente grande… allí no hay blindajes por ninguna parte y un tiroteo desafortunado podría perforar el casco -les recuerda- Supongo que saben lo que es una descompresión por su entrenamiento para el combate extra-atmosférico… pero por favor, tengan en cuenta que no todos los componentes de esta misión llevaremos un traje presurizado.

De hecho, sólo los cuatro marines coloniales de la escolta irán equipados con la armadura de combate que los hace tan temibles…

- A menos que sea inevitable, preferiría que no abrieran fuego ahí dentro -concluye- Además, se supone que nos han invitado a abordarles, esto es una misión diplomática.

Aunque su torva sonrisa no parece respaldar esas palabras.

Los marines coloniales y su sargento acaban de equiparse y luego abandonan la sala común de la tropa en dirección a las compuertas presurizadas que dan acceso a la lanzadera auxiliar de estribor.

Por el camino se van reuniendo con el resto de tripulantes seleccionados para esta misión, que resultan ser el agente Bester del ONUG y las dos secretarias corporativas, Monipenny y Meredith Vickers.

Los ocho valientes cruzan la compuerta presurizada y esta se cierra a sus espaldas, separándolos del resto de la nave. Luego, las luces rojas parpadeantes indican que la lanzadera militar de clase Tintorera ha partido, desprendiéndose del Crucero de Combate AURORA.

Bester no había pronunciado palabra desde que abandonó el puente de mando del AURORA. Poco antes de subir a la lanzadera militar, se retiró aquellos guantes de cuero negro, estrechándole la mano a cuantos acompañantes iban a embarcar con él, como si de algún tipo de extraño ritual se tratara. Un fuerte apretón de manos, según entraban, para ser él el último en abordar la nave y tomar asiento en el lugar más apartado, y silencioso.

Si Bester había estado más veces en una nave espacial, fue un misterio. Se limitó a enfundar sus dedos con los guantes, abrocharse de una forma mecánica los cinturones y mirar al frente mientras el viaje duraba. Su expresión no varió lo más mínimo ni cuando la luz de atraque dejó claro que aquel viaje llegaba a su final.

Y cuando esto sucedió, el pequeño y silencioso hombre que había permanecido inmóvil durante el trayecto, se llevó la mano a la frente de una forma totalmente mecánica y ritual, para acabar esperando que todos los demás abandonaran la nave, dispuesto a salir el último de ella.

Manías, los hombres de la ONUG se hacían de manías.

Smith mira serio el despliegue de los marines con cierto desagrado. Hace una señal de saludo a su secretaria que podía representar cualquier cosa.

Antes de embarcar en la lanzadera, cuando todavía estaban en el puente, Saúl Tigh se acerca a Adama y le pasa algo discretamente colocándolo en su bolsillo mientras susurra:

- Ya que voy a abandonar la nave, sería mejor que tú tuvieras esto -murmura con una sonrisa torcida- Como hicimos en Ganímedes, viejo amigo, nunca se sabe cuándo vas a tener que ponerte duro...

Le acaba de entregar su llave codificada para la activación y lanzamiento de las armas nucleares. Ahora el comandante tiene las dos llaves en su poder y con ello la capacidad de decidir su empleo sin necesidad de alcanzar ningún consenso.

Recojo la llave que me da Saúl con gesto serio -Espero no tener que utilizarla. Se supone que en Palas solo hay una dotación de 18 personas y, aparte de ellos, en todo caso la nave que debe dar el relevo como estación minera. Fíjate bien en todo y, si ves signos de amenaza, comunicate con nosotros por radio. Ten cuidado viejo amigo y sé prudente, aún tenemos que labrarnos muchas hazañas -respondo a mi viejo amigo, despidiéndome.

El teniente Félix Gaeta se presenta en la sala común de la tropa con órdenes directas del comandante Adama:

- Alferez Young y soldado de primera John Crichton, deben equiparse con material de combate y acudir a la estación minera de Palas, constituirán un refuerzo para las tropas allí enviadas -les indica, mientras abre de nuevo el panel de armamento con su propia llave y clave codificada- Probablemente quedarán destinados como una guarnición temporal para mantener el control de esa nave, así que lleven sus propias raciones de campaña para no depender de fuentes externas, ya saben que el protocolo prohibe que ingieran nada que no hayan llevado con ustedes...

Así que Adama piensa dejar tropas en esa estación... y si envía al oficial informático de la nave será para garantizar el control de todos los dispositivos electrónicos y las transmisiones.

... Nada que no hayan llevado con ustedes... Bueno si lo trae alguien del grupo cuenta como que sí se puede...

-¡Si señor! dijo en voz alta pero con evidente falta de entusiasmo. Miró el vaso... estaba prácticamente vacío... y apuró las gotillas que quedaban.

-Hace un señal de "llegó nuestra hora" a Young y se levanta para equiparse.

Young, que parece totalmente recuperado del incidente de hace unos días, se pone en pie para encaminarse al panel de armamento, del que recoge una simple pistola reglamentaria con su funda. Un suboficial no va a precisar más potencia de fuego, y menos aún en una misión rutinaria a bordo de una estación orbital civil.

Sin embargo, va a equiparse con una de las armaduras de combate presurizadas, a fin de cuentas están en el espacio y cuando cualquier brecha en el casco supone la muerte tranquiliza bastante llevar un sistema de soporte vital autónomo que te proporcionaría hasta doce horas de margen, incluso en el peor de los casos.

Cuando concluye, asiente ante Gaeta:

- Listo para partir, teniente -asegura mientras fija el arma a la cintura- Le ruego que comunique al Dr. Baltar que no voy a reincorporarme al proyecto que estábamos desarrollando conjuntamente tras este descanso para comer... al menos en unas cuantas horas.

Crichton ve a Young coger la pistola y no puede reprimir negar con la cabeza, aunque de manera totalmente inconsciente.

Si tenemos que impresionar a civiles, hay que tener la más gorda, para que ni se les pase por la cabeza darnos problemas.

Pensado esto, escoge un fusil de asalto, cinchas, munición y un traje como su compañero.

- Bien señores, estoy listo.

Gaeta asiente, aparentemente complacido por su pronta respuesta:

- En ese caso, síganme hasta la lanzadera de babor, les están esperando en la estación de Palas.

Cierra cuidadosamente el panel de armas y retira su llave, para acompañar a los dos hombres a la segunda lanzadera militar de clase Tintorera que deberá pilotar Crichton.

El teniente Gaeta acompaña a Young y Crichton hasta la exclusa que da acceso a la segunda lanzadera de clase Tintorera de que dispone el Crucero de Combate AURORA. Les desea suerte cuando embarcan, con el tradicional gesto mudo del pulgar alzado y luego aguarda hasta asegurarse del correcto cierre de la compuerta presurizada.

Después se dirige de vuelta al puente de mando para presentarse ante el comanante Adama.

Tras un breve y anodino vuelo espacial de poco más de media hora, la lanzadera auxiliar Tintorera-I atraca en la compuerta de estribor del AURORA. Se activan los procesos de seguridad atmosférica y tras constatar que todo es satisfactorio se abren las dobles compuertas estancas permitiendo desembarcar a sus tripulantes.

Aunque en esta ocasión no sólo descienden el mayor Tigh, el sargento Pentecost, el agente Bester, las asistentes corporativas Vickers y Monipenny, así como los marines coloniales Agathon, Ford y Ochoa... sino también el prisionero que han tomado en el Alexei Leonov, nada menos que el veterano comandante Susumo Kodai.

La curiosidad es algo muy humano y la llegada de la lanzadera proveniente de la Estación Minera Orbital de Palas, que podría ser una pista esencial para la investigación que están desarrollando, atrae ineludiblemente la atención de casi todos los tripulantes del Crucero de Combate AURORA.

Más aún cuando se corre la voz de que traen un prisionero con ellos...