Partida Rol por web

Young acaba de liberar las abrazaderas frenéticamente cuando los droides mineros ya estaban prácticamente encima suyo, hasta el extremo de que el traje espacial blindado muestra algunas quemaduras de sus soldadores...

Entonces John Crichton realiza una maniobra de despegue tan brusca que hace encenderse todos los pilotos de alarma del cuadro de mandos, saliendo al espacio entre una maraña de basura espacial que ha quedado dispersa en todo el área por la descompresión explosiva que sufrió la estación prospectora. Han perdido la atmósfera interior de la lanzadera al acceder de forma tan precipitada al interior, pero cuentan con el oxígeno de sus trajes, así como las bombonas de otros seis que están almacenados en la bodega para una tripulación máxima de ocho personas. Eso supone hasta 36 horas de soporte vital. Más les vale haber llegado a algún destino viable antes de que concluya ese limitado plazo...

El alferez Young cierra la compuerta trasera de la nave, que todavía permanecía abierta en el momento del precipitado despegue. Para vuestro alivio el mecanismo todavía funciona y queda sellado herméticamente.

- ¡Demonios, eso sí que ha sido ver la muerte de cerca! -comenta con un largo suspiro- Por un momento he creído que no salíamos de esta, esas cosas eran... terroríficas. ¡Casi me cago encima de miedo!

Calla al instante al recordar cierto incidente extremadamente molesto que sufrió no hace mucho a bordo del AURORA, del que es muy consciente siguen corriendo bastantes comentarios irrespetuosos entre la soldadesca. El incómodo silencio se prolonga unos minutos, hasta que el suboficial se da cuenta de lo pueril que es preocuparse por esa ridícula anécdota tras todo lo que han pasado.

- Todavía no me explico nada de lo que ha ocurrido a bordo de esa nave -vuelve a hablar, ahora con aire meditabundo- Somos los únicos supervivientes de toda la estación... y sólo por la fortuna de vestir un traje espacial en el momento en que se produjo la descompresión.

Crichton mira a su superior y le deja acabar de hablar, pero su cara, presa de los pensamientos de su habitual carácter, dejan entrever que espera algo lógico de su interlocutor...

Pero este pavo...

-Estoo, señor... ¿Qué tal si intenta comunicarse ahora con nuestra nave nodriza? Para saber por donde tienen el culo y eso, y contarles lo de los putos robots mineros pirados... finaliza mirando ya hacia delante.

Everett Young se pone serio y su semblante vuelve a reflejar la fría profesionalidad del oficial de seguridad informática y contramedidas electrónicas de la Armada Estelar. Avanza hasta tomar asiento el el puesto del copiloto, junto a Crichton, y empieza a operar con los sistemas.

- Lo primero que deberíamos hacer es confirmar nuestra posición actual, pues cuando esa estación prospectora ha activado su motor de fusión de pulso hemos empezado a dejar atrás la órbita de Palas con dirección desconocida -murmura casi para sí mismo para concentrarse en seguir el protocolo... si es que hubiese un protocolo de actuación para situaciones como esta- Así cuando contactemos con el AURORA podremos remitirles el punto exacto en el que deberán recogernos...

Trastea con los instrumentos unos instantes y de pronto la pantalla de telemetría queda en negro. El alferez frunce el ceño preocupado y al momento el intercomunicador también pierde la señal. Entonces es presa del pánico.

- Algo acaba de desconectar la antena de comunicaciones -dice por el intercomunicador de su escafandra sin poder controlar el miedo que se refleja claramente en su voz chillona- ¡Creo que tenemos a una de esas cosas encima, caminando por el casco de la lanzadera!

Los controles de la lanzadera están empezando a responder con cierta dificultad y aunque el sonido no se transmita en el vacío del espacio, eso no evita que se perciba una vibración rítmica en las paredes, como si algo estuviese golpeando el casco exterior de la nave...

De todos modos no parece muy probable que uno de esos droides mineros fuera a ser capaz de penetrar el blindaje de una lanzadera militar. Pero están provistos de un soplete de altas temperaturas capaz de operar en el espacio exterior, con suficiente tiempo trabajando incansablemente, vete a saber lo que podría llegar a perforar...

Y el peligro que supone tenerlo ahí fuera es innegable, ya que podría dañar seriamente estructuras que son vitales para el funcionamiento de la nave, como las toberas del propulsor de hidrógeno... o incluso los tanques de combustible.

Entonces una idea terrible se abre paso en tu mente, provocando un involuntario escalofrío que te recorre el espinazo. Los sistemas de armamento de la Tintorera, consistentes en dos toberas de misiles aeroespaciales V20 con diez proyectiles cada una... son armamento convencional de alto poder perforante y cabezas de fragmentación, destinado a causar daños estructurales masivos en su blanco. Y están todas juntas, en los dos laterales de la lanzadera.

Con una sola que hiciera explotar se desencadenaría una reacción en cadena...

Parecía que Chichton empezaba a relajarse realmente, pero Young le devuelve a la realidad.

- ¿La antena de telecom...? -dijo apagando su voz a medida que se iba dando cuenta que estaban jodidos.

Sin antena, con poca autonomía y con un perforador sobre el casco no tenían ninguna oportunidad...

- He de salir, no tenemos otra. He de intentar llegar a esa antena y neutralizar lo que sea que haya fuera... -sacude la cabeza y maldice con furia- ¡Me cago en Dios!

- Joder, hemos de hacer algo... Dijo mirando hacia ambosa lados como buscando la solución.

- ¡Voy a salir! dijo mirando al fin a su superior. Tras aguantarle la mirada unos segundos, en silencio, continúa. Sé que es una locura, pero si no acabaremos con la nave hecha una puta esponja.

Cuando se disponía a salir de la nave, una vocecita en su cabeza le manda una idea...

Se acerca a la cabina de mando de la nave y dice a su superior:

- Señor, puedo intentar desprender al cabrón ese, en el simulador hice alguna maniobra similar y creo que puedo conseguirlo, -dice no ajustándose del todo a la verdad- Aparte y déjeme la dirección de la nave.

A los mandos de su lanzadera militar, el intrépido piloto John Crichton emprende una serie de maniobras bruscas y arriesgadas para tratar de sacudirse de encima al droide minero que trata de causar el máximo daño posible...

Para ello, la mejor manera que se le ocurre es volar temerariamente cerca de cualquier estructura sólida en este sector del espacio. Y la mayor, sin duda, es la propia estación minera que acaba de abandonar, el carguero prostector Alexei Leonov, que ahora mismo está acelerando su reactor de fusión de pulso, pero aún no ha llegado a poner suficiente distancia. Forzando el propulsor de hidrógeno de la Tintorera (y gracias a que comparte la inercia que el carguero ya había adquirido antes de despegar de su hangar) todavía está a tiempo de darle alcance y hacer un vuelo rasante en torno a la gran nave minera.

Tan apurado como un buen afeitado...

¡Maldita sea mi estampa!, esa garrapata no nos suelta...

- Joder Alférez, écheme una mano, dice deseperado olvidando la difrencia de rangos. ¡A ver si con las ametralladoras exteriores puede liquidar ese hijo de puta!

- Está casi en el morro, voy a hacer  unas oscilaciones bruscas. En cuanto aparezca una parte de él lo cose a balazos. Suda ostensiblemente y se lo retira con el antebrazo antes de proseguir. Yo le aviso, esté atento.

Crichton se ha dado cuenta que en las piruetas que ha estado haciendo ha visto por delante aparecer y desaparece el droide. Tienen que estar ambos muy sincronizados para acertar, se trata de hacerlo en el segundo adecuado.

- Vamos allá. Gira brisco a la derecha, contragira rápido a la izquiera y entonces enciende los motores de retroceso, creando una gran fuerza inercial -¡Agárrese!- que les empuja para adelante. En ese momento aparece un brillo en el morro de la nave, el droide exterior, agarrado al casco por dos apéndices aparece como un brillo.

- ¡Ya!, ¡acabe con él!, ráfagas amarillas y rojas trazan líneas rectas hacia el frontal de la nave, no imactan en un primer momento, pero la pericia de Young y Crichton hace que al fin un pequeño estallido ilumine sus caras y haga aparecer una sonrisa eurórica cómplice entre ambos.

- ¡TOMAAAAAA! Sí señor, ¡buen tiro!

La arriesgada maniobra funciona y durante un instante el droide minero queda ante la boca de las ametralladoras de la lanzadera militar de clase Tintorera... momento en que el alferez Everett Young abre fuego a bocajarro, destrozando la mitad de las patas y buena parte del chasis del cangrejo mecánico. Los restos no pueden mantenerse sujetos a la nave y salen desprendidos, flotando inofensivamente en el vacío del espacio.

A lo lejos, la nave prospectora conocida como Alexei Leonov se aleja en el espacio profundo, impulsada por su motor de fusión de pulsos. Es absolutamente impensable perseguirla con una simple lanzadera.

Young celebra el éxito compartido al haberse logrado quitar de encima la amenaza inmediata del droide minero, pero luego vuelve enseguida a caer en la desesperación, cuando inspecciona los aparatos de telemetría de la nave.

- Mierda, mierda, mierda...

Teclea compulsivamente revisando los sistemas que todavía siguen funcionales, mientas va agotando uno tras otro los últimos reductos de esperanza que podía albergar...

- ¡Maldición! -susurra finalmente, ya sin energía, con un desánimo que da más miedo que nunca- John, me temo que pese a todo lo que hemos luchado, estamos perdidos. Nos hemos alejado de la órbita de Palas antes de conseguir salir de la estación prospectora y ahora ese droide homicida nos ha dejado ciegos y mudos al destruir la antena de comunicación -se lamenta- No tenemos telemetría, no hay manera de saber dónde estamos exactamente y tampoco podemos contactar con la AURORA, ni con ninguna otra estación orbital de este sector... -aparta la mirada de los monitores, completamente derrotado- Joder, estamos tan muertos como si esa cosa hubera logrado perforar el casco de esta lanzadera, no tenemos autonomía de vuelo para llegar muy lejos y el oxígeno se agotará en poco más de un día...

Náufragos modernos en el vacío del espacio. Un destino peor que la muerte, que aterroriza a cualquier ser humano desde que se abandonó por primera vez el planeta Tierra. Una condena de la que no hay forma de huir...

La sonrisa de Crichton se esfuma cuando Young le devuelve a la pura realidad.

-No puede ser... debe haber una solución... se pasa la mano por la cara recogiendo el sudor que le empapa.

-Me niego a ser un puto satélite artificial... Se levanta de un brinco y anda sin rumbo por la nave.

- ¿No hay por aquí cerca un satélite, una prospección vieja... algo con una puta antena que podamos aprovechar? Dijo como si no hubiese escuchado que estaban sin telemetría... ¿O no se puede reparar de alguna manera la de la nave? Dijo con una voz que imploraba más que preguntar.

- Coño, es que sin antena no iría ni la señal de SOS de la nave... ¿O hay algún sistema auxiliar?

Volvió a su silla y se dejó caer como peso muerto.

Young se pasa las yemas de los dedos por el cuero cabelludo, casi como si masajeándolo insistentemente pudiera exprimir alguna idea de última hora...

- Bueno, no creo que pueda hacer gran cosa -propone titubeante- pero siempre puedo salir ahí fuera, ahora que vuelve a ser seguro, para ver si fuera posible improvisar cualquier chapuza que de algún modo vuelva a hacer funcionar la antena...

Recoge la somera caja de herramientas que siempre hay en las lanzaderas y abre la compuerta. No tarda mucho, pues a fin de cuentas ya lleváis puestos los trajes de vacío y no hay atmósfera en la carlinga. Activando las botas magnéticas y con la cincha de seguridad fijada al traje pasa un buen rato caminando de un lado a otro sobre el casco, transmitiendo por el comunicador de corto alcance toda una serie de exclamaciones, ruidos de desánimo e imprecaciones...

Cuando finalmente regresa, parece la viva imagen de la derrota:

- John, me temo que no hay nada que hacer -susurra con un hilo de voz- Ese maldito droide ha hecho un destrozo meticuloso de nuestro sistema de telecomunicaciones y de todos los sensores externos. Sin acceso a los repuestos necesarios es absolutamente imposible repararlo...

Es decir que no podéis hacer otra cosa que vagar por el espacio, sin rumbo fijo... hasta que se os agote el combustible o el oxígeno, lo que ocurra antes. Esto parece ser el fin.

Crichton mira fijamente el infinito, puede que un minuto, puede que cinco. Sería imposible decirlo. Tras ese impreciso intervalo de tiempo se gira de nuevo a su superior. Le ha cambiado el semblante y su mirada asusta.

- Señor, ¿cuánto tiempo nos queda antes de que se acabe el oxígeno?

Everett Young alza la vista para decir con desánimo:

- Cada traje de vacío tiene autonomía para unas 12 horas -observa el control en la muñeca del suyo, comprobando como ya deben haber gastado unas cuatro o cinco horas de oxígeno- Y en la lanzadera siempre hay un traje por tripulante, es decir que aparte de los dos que ya estamos usando quedan otros seis en el almacen... eso nos deja suporte vital para otras 36 horas adicionales si hemos de repartirlos entre dos personas -comenta, aparentemente sin darse cuenta de la posibilidad de doblar ese tiempo en caso de que sólo hubiese un superviviente- Cambiar la bombona de oxígeno de un traje a otro sería sencillo gracias al conector presurizado que tienen en la cintura...

Repartirlos entre dos personas... repartirlos entre dos personas... repartirlos entre dos personas...

Esas palabras resonaron en la cabeza del soldado, que se resistía a escucharlas.

Chichton se resiste a quedarse en ese ataud espacial y comienza a teclear en el ordenador, aunque sin mucha esperanza, eso es cierto.

Young le mira interrogándose sobre lo que hace, entonces al fin habla.

- Pues estoy intentando ver si en el ordenador están las coordenadas de la derrota de la nave hasta que perdimos conexión, cosa que es muy reciente, y podemos así calcular la vuelta al puñetero satélite....

El hombre alza la vista, aparentemente sorprendido por la iniciativa y el sentido común demostrados por un simple marine al que consideraba poco más que carne de cañón, buena sólo para parar una bala. Pero lo cierto es que John Crichton sigue luchando, intentando cosas... mientras él mismo se había abandonado a la desesperación.

- Eso puede funcionar para regresar a la órbita de Palas -murmura con cierta renuencia- Pero obviamente el asteroide, o planeta enano, ya no estará ahí para cuando regresemos... aunque podríamos calcular su momento orbital a partir de los registros del ordenador de a bordo, esos datos aparecen en cualquier carta astronómica, y por tanto inferir su actual paradero para seguirlo entonces en su órbita solar...

Hace un alto, calculando mentalmente primero y luego saca la PDA para recurrir a algunas fórmulas.

- El problema entonces -vuelve a asomar la derrota en su voz- Sería la cantidad de combustible que necesitaríamos para alcanzarlo, dudo mucho que los propulsores de hidrógeno de esta lanzadera rindan para ello antes de agotar el combustible...

Es decir que la opción de regresar hasta el punto en que abandonásteis la órbita de Palas y luego seguir esta queda más allá de vuestra autonomía de vuelo en las actuales circunstancias. Para llegar allí, hasta Palas, el único lugar en que podéis esperar razonablemente que os venga a recoger el AURORA, habría que triangular una hipotenusa que os permitiese viajar directamente...

- Joder, teniente, tenemos que calcular una ruta en línea recta, écheme una mano -dice algo abrumado con toda una serie de datos reflejados en su rostro por las pantallas de control de la nave.

- Tenemos esa posibilidad... si no será imposible que nos encuentren en medio de la nada.... de la puta nada... -remata en voz más queda.

Se aparta y deja a su superior que intente algo.

- El problema, John -murmura con desconsuelo Young- es que ya no se me ocurre nada...

Y encorvado en su asiento oculta la cara entre las manos.