Partida Rol por web

Chrichton miraba las pantallas, miraba a su compañero y nada tenía sentido.

¿Vamos a quedarnos en esta lata de sardinas por la eternidad? ¡Mierda!

Pero sin ordenadores no podemos cuadrar nada... Si tuviese la referencia de Palas respecto a la trayectoria que hemos traído... y si la posición relativa de Júpiter y el sol me estuviese dando la referencia que me faltaba para... espera

- ¡Coño! no puede ser... ¡joder! pero... pero si es evidente... ¿Cómo no lo había visto antes? -de repente todos los datos fríos comienzan a cuadrar de manera sorprendente, nota que su mente está captando y procesando un montón de datos y va extrayendo las conclusiones que necesita.

-Es una puta órbita regular y predecible... como el resto de órbitas...

Así, en pocos segundos, su ánimo fue mudando. Siempre que vemos algo que antes no veíamos, siempre que comprendemos lo que no comprendíamos, en fin, siempre que se amplía el cerco mental en que vivimos y ampliamos nuestro acervo, se siente esa energía espiritual que reconforta, estimula y permite al que la tiene la capacidad de afrontar cualquier dificultad que tuviera delante. Esa transformación interna se traslucía a su semblante externo.
Young miraba desconcertado a su compañero, como si se hubiera vuelto loco.

- Pues ponemos rumbo 2-4-2, llegaremos a Palas antes que al otro barrio -dijo con una seguridad que Young captó sin ánimo de dudas y que le infundió una esperanza.

Everett Young no sabe muy bien a qué atenerse, salta a la vista que no entiende de dónde saca Crichton esa ruta, pero como resulta obvio que no existe ninguna opción mejor... de hecho ninguna alternativa en absoluto... opta por callar y dejarle hacer.

Y también, por qué no admitirlo, porque esa decisión que está mostrando el piloto, con toda esa seguridad asertiva que transmite... tiene un peculiar magnetismo. Es lo que suele pasar con las personas que creen firmemente en lo que hacen, aunque no haya ningún argumento sólido que les respalde, los demás los observan con un impulso irracional a creer en ellos.

Qué demonios, siempre es mejor morir intentando hacer algo que ocioso, abatido y abandonado a la desesperación.

El recorrido hasta la posición actual de Palas en su excéntrica órbita solar se hace largo y monótono, al veros obligados a avanzar únicamente con el impulso de un motor de hidrógeno convencional. Lo que con una nave convencional hubiera supuesto poco más de media hora de tránsito, acaba suponiendo en estas duras circunstancias veinte veces más... con el elevado coste que eso implica a vuestra limitada capacidad de soporte vital.

Mas finalmente, la esperada imagen del asteroide aparece ante vuestros ojos, ocupando buena parte de vuestro ángulo de visión desde la carlinga de la lanzadera. Sin embargo, como era previsible, la AURORA no está aquí. Como tampoco hay ya ninguna estación orbital prospectora en las proximidades. Apenas quedan algunos restos de la actividad minera abandonados en su superficie.

Es decir, que seguís abandonados a vuestra suerte en la profundidad del espacio...

El alferez se despereza, después de haber estado dormitando para intentar reducir al mínimo el consumo de oxígeno.

- No tengo la menor idea de cómo lo has hecho, John, pero lo hemos conseguido. Estamos de vuelta en Palas y solo ha sido gracias a tí -te felicita con un deje de tristeza en la voz- Al menos ahora tenemos la oportunidad de posarnos en su superficie y así podrán encontrar nuestros cuerpos cuando regresen a buscarnos. Y en lugar de ser considerados desaparecidos, tendremos un funeral con todos los honores tras haber muerto en acto de servicio... porque la verdad, no creo que la AURORA regrese antes de que se nos acabe el oxígeno.

Parece que tiene un ánimo un tanto derrotista...

- Mire señor, con todos mis respetos... -se humedece los labios, se muerde el inferior, se apreta los puños..., le mira a los ojos y se puede percibir la rabia que aguantan y que, a ese ritmo, no tardará en estallar por algún lado. Está intentando buscar las palabras adecuadas... sin éxito.

- Señor, ¡¡¡VÁYASE A TOMAR POR CULO!!! -le grita, para luego seguir en ese tono ciertamente alterado, con gotas de saliva que se esparcen hasta el cristal de su casco- ¡MIENTRAS SIGAMOS VIVOS TENEMOS UNA OPORTUNIDAD, JODER!

- Pero qué coño dice...

Sabiendo que se ha pasado tres pueblos, retoma el tono menos elevado, pero se le nota realmente enojado con su compañero.

- La nave nos buscará... -quiere creer- hemos de hacernos ver... buscar en la estacion minera, no sé, algún equipo abandonado, algún repuesto para nuestra antena, oxígeno... joder mirar entre la basura que dejan, no me pienso quedar aquí mirando su put... mirando el espacio, hasta que me ahogue...

Se sienta de nuevo a los mandos de la nave para acercarse aun más, Young le ha jodido la alegría que había experimentado al conseguir llegar y eso le había tocado las pelotas.

- Siéntese... y si va a decir algo como lo de antes, le ruego que se calle... señor.

El alferez Young opta sabiamente por guardar silencio y permanece sentado en el asiento del copiloto, cerrando los ojos.

Entretanto, la lanzadera militar se aproxima a la superficie de Palas y, ante la lamentable avería de su sistema de sensores, os limita a realizar una inspección visual. La explotación minera ha sido abandonada precipitadamente por las lanzaderas accesorias en las que trabajaba la reducida dotación de prospectores que no estaban a bordo de la malograda Alexei Leonov en el momento de la descompresión explosiva que acabó con todo el personal que no llevase traje de vacío, como vosotros dos. Es de suponer que los mineros que estuviesen sobre el asteroide intentaron volver precipitadamente a la estación orbital cuando las cosas empezaron a ir mal y esta conectó, aparentemente por su cuenta, el motor de fusión de pulso...

Claro que la mayor parte del trabajo pesado era realizado por medio centenar de droides mineros, y ya habéis tenido alguna mala experiencia con ellos. A saber lo que puede haber estado pasando aquí abajo.

En cualquier caso, en la superficie de Palas ahora mismo sólo se distinguen algunos restos abandonados de material diverso, cables y tubos de recogida del mineral, así como algunos contenedores que aún no habían sido cargados en las lanzaderas. Nada más a la vista. Ninguna lanzadera, ningún minero, ningún droide cangrejo...

Claro que para realizar un examen más concienzudo va a haber que aterrizar y darse un paseo extravehicular...

Chichton comprueba las reservas de oxígeno y sobrevuela bien de cerca la estación abandonada con escasos resultados.

- Tendremos que bajar y mirar entre la basura, esta nave está ciega. Y mejor eso que esperar a morir sentado. Piensa, pero en esta ocasión logra no decirlo y enrarecer más el ambente.

Busca un lugar donde se vean restor y aterriza sin problemas.

La lanzadera maniobra con agilidad y acaba posándose en un lugar despejado de la superficie de Pallas, aunque a corta distancia de algunos contenedores empleados en la explotación minera. De nuevo, no se ve nada relevante desde la perspectiva de la cabina, que cuenta con un excelente ángulo de visión: ni droides, ni cuerpos de mineros, ni cualquier otra cosa de interés más allá de las estructuras metálicas que almacenaban el mineral y unos cuantos cables y tubos dispersos...

Young permanece abatido y no parece muy dispuesto a colaborar:

- Pierdes el tiempo, John... -exclama con poca energía- Y yo no pienso salir ahí fuera, igual todavía queda alguno de esos droides cangrejo activo, podrían estar ocultos dentro de los contenedores...

Qué falta de sangre...

- Bien, quédese en la nave. Yo buscaré algo que podamos usar para transmitir comunicaciones.

Satisfecho en una mínima parte por haber controlado los pensamientos que atacaban sin piedad la actitud de Young, sale de la nave con el carrito de herramientas por si debe desmontar algo y su arma. La gravedad es muy baja y eso le puede permitir coger cosas útiles más pesadas si es que se las encuentra.

- A ver si veo un cacharro repetidor de señales que usen para el control de los droides. Sé que se usan en casos de minería en túnel, donde la señal por satélite se atenúa mucho... -dice por el intercomunicador, para ver si logra subir el  ánimo a ambos.

Se dirige hacia los contáiners y luego buscará una zona de excavación, a ver si tiene suerte en alguna de ellas.

John Crichton avanza con cautela hacia los contenedores abandonados de la prospección minera encargada de la explotación del asteroide Palas. Tiene sobrada experiencia en actividad y combate extravehicular, en condiciones de vacío, por lo que se mueve mucho más rápido de lo que hubiera podido hacerlo cualquier otro individuo no entrenado... pero eso no quiere decir que sea precisamente veloz, ya que la mínima gravedad imperante le obliga a medir con mucho cuidado cada movimiento si no quiere salir despedido varias decenas de metros flotando casi sin control.

Se apoxima a las estructuras metálicas y rodea su perímetro desde una distancia prudencial, comprobando que la zona trasera, que no le era visible desde la lanzadera, esté despejada de cualquier peligro potencial. El container principal es de grandes dimensiones, casi una decena de metros cúbicos, y su compuerta está entreabierta. Luego, a cierta distancia, hay ortros dos mucho más pequeños que seguramente contendrían herramientas pesadas.

Entonces, cuando se asoma al interior, es cuando los ve. Los cadáveres de varios mineros que han encontrado una muerte horrible en este perdido rincón del sistema solar, con evidentes signos de violencia. Deben ser media docena. Todos, sin duda alguna, han sido asesinados. Es difícil seguir vivo con la escafandra perforada...

Y en el fondo del contáiner, con todas sus extremidades replegadas como si estuviera desconectado, atisba a reconocer uno de esos droides mineros que les atacaron a bordo de la Alexei Leonov. Seguramente el responsable de toda esta matanza.

La voz de Young llega a través del intercomunicador de corto alcance:

- ¿Qué vés, John? -inquiere nervioso- ¿Hay algo que pueda sernos últil?

Tras un respingo inicial, sigue mirando su entorno para ver ese posible repetidor... o alguna sombra fugaz que estuviese acechando...

- Negativo, de momento todo está despejado, sigo buscando.

No tiene ganas de que su superior, al que le parece que tiene horchata en las venas, se asuste.

Se acerca con cautela a los cuerpos, si tuviesen alguna botella de oxígeno sin empezar le vendría de perlas, o cualquier otra cosa de su interés. Cuando estás tan necesitado, hasta la basura de convierte en un tesoro.

Siempre con cautela, Crichton se aproxima a los cuerpos inertes y los examina. Por desgracia, las bombonas de oxígeno de sus trajes se han vaciado por completo hace mucho, tras romperse las escafandras. Y aparte de algunas herramientas básicas o los controles de los droides, que servían para marcar el lugar al que deseaban dirigir la excavación, no tienen nada más encima que parezca de utilidad en estos momentos.

Contenedores con mineral, un generador eléctrico portátil, toda una maraña de cables para alimentar diferentes aparatos...

Y algo más allá, una especie de pozo con forma de cono que desciende varias decenas de metros hacia las capas más profundas de la árida corteza de esta roca espacial. Al fondo se distinguen otras estructuras y uno de esos droides mineros con forma de cangrejo, aunque con todas sus patas replegadas en posición de letargo.

Por cierto, el que está al fondo del contenedor no se mueve lo más mínimo. Aunque después de la angustiosa vivencia saliendo de la Alexei Leonov, o de haberos quitado de encima por las malas al que se había agarrado a vuestra lanzadera, esas jodidas cosas te dan mal rollo solo con verlas, por muy inofensivas que parezcan.

La voz del alferez resuena de nuevo por el intercomunicador de corto alcance:

- Manténgame informado periódicamente de cualquier cosa que encuentre, por trivial que le parezca -insiste- Esto puede ser todavía bastante peligroso...

Siendo consciente de que si luego se entera le va a caer una bronca, se decide a compartir más información.

- Veo algún cadáver de, supongo, algún trabajador de la base... también hay algún droide, pero parece fuera de servicio. Corto.

Quizás podría usar lo que queda de ese trasto para comunicarnos...

La voz de Young suena bastante alterada, incluso se le escapa algún gallo mucho más agudo de su tono normal...

- ¿Que hay más cadáveres y más droides mineros? -se produce un tenso silencio y el intercomunicador transmite varias interferencias antes de que vuelva a oírse algo inteligible en medio de una respiración acelerada- Esto es demasiado peligroso, una de esas cosas podría volver a atacar la lanzadera en cualquier momento... es una completa temeridad permanecer aquí estacionados... -un nuevo silencio y luego una frase entrecortada y cargada de culpabilidad que hiela la sangre- L-lo siento, Crichton.

El vacío del espacio no transmite el sonido, pero como contrapartida la oscuridad que reina en ausencia de atmosfera permite percibir con mucha claridad cualquier destello lumínico. Como el del propulsor de hidrógeno de una nave que despega...

-No... no puede ser... -dice ahogado-. ¡NOOOOO! ¡No se vayaaaaa! ¡Por Dios, no me deje aquiiii!

Corre ilusamente hacia la nave como si quisiera pararla hasta que se para y contempla como sus esperanzas se disipan.

- ¡Maldita sea, Young no puede hacerme esto!, ¿me oye? ¿Young? ¿Young? ¡No se vayaaa!

Se arrepiente de no haber hecho caso de ese pensamiento que calificó de malvado y que le decía que acabase con Young para no compartir el escaso oxígeno. Ahora no es hora de arrepentirse, es hora de buscar una salida a esta situación.

- AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARG!!! -grita dentro de su escafandra.

Si un droide minero viniera hacia él ahora mismo lo hacía cachitos a mordiscos de la rabia que le inundaba. Agarró un piedra y lo lanzó hacia aquel punto brillante que se alejaba.

Pero llegó un momento en que retomó el control.

Debes controlarte, John, así consumiras menos oxígeno... inspirar... expirar... inspirar... expirar...

Se giró después, para no ver la nave y ser poseído de nuevo por la rabia.

- A ver, nivel de oxígeno... vale, unas 12 horas. Debo encontrar suministros, refugio, antenas, de acuerdo ¿preparado? -se dijo. Marcarse un objetivo le puede permitir no perderse entre pensamientos divagantes incontrolados. Además no tenía opción.

Camina hacia los cadáveres de los desgraciados mineros que había éncontrado antes y los registra a fondo, luego irá hacia ese droide "dormido" para ver su estado.

La primera reacción de ira descontrolada, de rabia y de rencor, era perfectamente lógica.

Pero luego, el esfuerzo para recuperar el autocontrol consigue devolverle poco a poco al pensamiento racional. Primero se marca objetivos simples, como registrar de nuevo los cuerpos de los astronautas fallecidos o inspeccionar el droide minero apagado. Siempre es mejor plantearse metas sencillas de alcanzar, para ir recuperando seguridad en las propias capacidades. Además, cualquier cosa útil que encuentre podría marcar la diferencia entre la supervivencia o... mejor no pensarlo ahora mismo. No debe caer de nuevo en eso, debe controlar sus emociones.

Los cuerpos inertes de los pobres desgraciados que murieron aquí no tienen mucho de interés, ya los había inspeccionado antes. Sus bombonas de oxígeno se vaciaron por completo al romperse el visor de la escafandra. Aunque esta vez se fija en un pequeño detalle que antes le pasó por alto: son bastante menos compactos que el diseño militar de su armadura de combate, pero estos aparatosos contenedores de oxígeno de uso civil tienen dos espitas, una superior para conectarse al traje y otra en la base que parece estar ahí para permitir la recarga. Bueno, ahora sólo necesita un dispensador de oxígeno comprimido... claro, como si fuera posible...

En fin, no tiene que dejarse llevar por la desesperación. Continúa su minuciosa inspección pero lo único que llevan encima estos mineros son los controles de los droides de prospección, y no es que les fueran muy útiles cuando esas mismas máquinas les asesinaron, resulta eviente que no respondían al mando a distancia. De hecho, los trastos todavía funcionan y en la pantalla de uno de ellos está el resultado de un programa de diagóstico de fallos. La ironía suprema viene cuando dice que recomienda un reinicio para instaurar los protocolos del programa original.

Tendría gracia, de no estar en la mano inerte de un cadaver.

Luego avanza con toda la cautela del mundo y el arma en alto hacia el droide minero con todas esas las patas replegadas, que parece desconectado al fondo del container de almacenaje. Una pantalla verde parpadea lentamente, indicando que todavía tiene energía pese a estar en modo latente. Refleja las instrucciones de encendido, estos trastos siempre te tratan como si fueras idiota, como si los mineros de asteroides no supieran ya perfectamente cómo hacer su trabajo.

En ese momento el intercomunicador del traje emite un ruido de estática que le sobresalta. Tal vez haya sido una interferencia provocada por los circuitos del jodido droide minero, pero este parece seguir apagado, esperando su activación. Sólo ha sido un susto, maldita sea, si le hubiera pasado a otro se estaría descojonando a su costa ahora mismo.

Pero claro, aquí no hay nadie más. Nadie en absoluto.

Nadie salvo ese cabrón de Everett Young, allá arriba en la lanzadera. Y el comunicador de corto alcance sigue funcionando, así que tal vez podría intentar hablar con él, convencerle de alguna manera de que regrese, que no tomaría represalias, que todavía no es demasiado tarde y aún podrían salir de esta juntos, colaborando como personas civilizadas.

La verdad es que no se lo cree ni él mismo, como le ponga la mano encima...