Partida Rol por web

Dicho sin ambages: el laboratorio científico construido apresuradamente en el espacio que debería haber estado destinado al gimnasio de a bordo del Crucero Estelar AURORA es el sueño húmedo de cualquier investigador.

Cuando reclutaron al personal científico, las dos grandes Mega-Corporaciones implicadas en este proyecto común (Weyland-Yutani y Weltherrschaft Korporatsiya) recurrieron al mejor reclamo posible para atraerlos: Fondos Ilimitados para investigación. Esas eran las palabras mágicas, la dulce y embriagadora música del flautista de Hamelin.

Pues bien, tan pronto como entran en esta pequeña maravilla, sorprendentemente enclaustrada entre las paredes estancas de un Crucero de Combate, pueden constatar que al menos en esto, por una vez, no han mentido.

El laboratorio es todo lo que prometieron... y más aún.

Un único pensamiento asolaba al doctor Baltar mientras deambulaba por los pasillos de la nave. Un pensamiento amargo y, en cierto sentido, deprimente.

Acababan de embarcar y el crucero estelar Aurora ya estaba en plena ebullición: marines por los pasillos, personal civil en el comedor. Gente en continuo tránsito, unos con un propósito concreto y otros… bueno, otros tan sólo paseaban ociosos.

Si ya se estaba sintiendo asfixiado: ¿cómo sería cuando estuviesen en pleno vuelo espacial? Debería haber mandado al señor Smith bien lejos y no haberse involucrado en esta maldita misión.

Mil veces maldita. El mundo de Gaius se vino abajo en cuanto el Teniente Motti le mostró sus “dependencias”. Una suerte de cuarto común masificado con multitud de literas y –lo peor de todo- compartido con el resto del personal civil de la nave. Estaba claro que la mega-corporaciones creían en el derecho a la intimidad… para sus propios directivos. Y al resto que les den.

Sus pasos le acabaron llevando al laboratorio, donde se dedicó a mirar, abstraído, el equipamiento científico con el que contaba. Se paró ante un terminal sin importancia y empezó a repasar sus opciones.

Podía tratar de desestabilizar la posición del directivo de la W-Y revelándole al Comandante Adama la información que había “requisado”. Sin embargo no quería gastar tan pronto aquella bala de plata, ya que podía reportarle mayores beneficios. Podía también tratar de extorsionar a Mister Smith para que le dejase ir. Aunque visto cómo se desenvolvía el tiburón corporativo, no parecía un buen plan.

Y luego estaba aquel idiota que había aparecido con Shelly, sin duda vanagloriándose de su “conquista”. Repulsivo. También tendría que hacer al respecto.

En fin, quizás lo más sensato fuese empezar tanteando un poco al comandante, abordándole con el tema de las inteligencias artificiales a ver si conseguía sacar algo en claro.

Pero lo primero era lo primero…

—Seis —le dijo mentalmente al Bibliotecario—, vamos a entrar en el servidor central de la estación ahora. Trata de localizarlo mientras yo termino de preparar los programas. El objetivo es sencillo: entrar sin ser detectados y buscar en el servidor a) toda la información posible sobre el personal civil de la AURORA, en especial aquellos que ha traído la Weltherrschaft Korporatsiya b) documentación interna de las dos corporaciones, a ver si nos hacemos una idea de qué intereses tienen en el proyecto, y c) información en la red sobre TODO lo que haya disponible de Everett Young. 

El Doctor Baltar contemplaba desde un rincón y en silencio uno de los monitores encendidos de laboratorio, claramente abstraído. Parece atento a la innumerable cantidad de cifras y parámetros que salen en la pantalla, como tratando de dar con la respuesta a alguna cuestión no enunciada.  

—Seis —le dijo mentalmente al Bibliotecario—, vamos a meternos en la red a ver qué información conseguimos sobre esa tal Camille Wray y el personal que pretenda traer abordo. Ve seleccionando datos potencialmente interesantes mientras yo hago una búsqueda más intensiva en la red sobre posibles bulos o rumores corporativos. Quizás encontremos algo interesante.

O quizás no y todo acabe en una pérdida de tiempo, se dijo, quién sabe. 

La voz de Seis resuena en tu cabeza tras unos instantes:

- En una primera búsqueda he encontrado bastante información pública sobre Camile Wray, abogada corporativa de la Wk, nacida en Irkust, región meridional de siberia, cerca del lago Baikal - eso explica sus rasgos asiáticos - Licenciada en derecho y en relaciones intercorporativas por la MGIMO de Moscú, según los archivos alcanzó su máximo logro profesional hace unos cinco años, cuando ganó un pleito contra la W-Y acerca de los derechos sobre un proyecto minero en Titán, la mayor luna de Saturno, amparándose en una argucia legal que se basaba en la existencia de una cláusula que saca al mercado una antigua concesión si no se invierte un determinado porcentaje de los beneficios en la mejora de sus instalaciones durante un margen de cincuenta años - y comenta con ironía - Seguro que nuestro Mr. Smith no tiene un gran concepto de ella.

Luego calla unos instantes, que sabes están siendo invertidos en otra pormenorizada búsqueda... pero se alarga demasiado. Cuando finalmente informa, el resultado es sospechosamente decepcionante.

- No encuentro información alguna sobre su secretaria y asistente personal, Meredith Vickers - jurarías que hay congoja en su tono al admitirlo, si es que una IA puede sentir eso - Me resulta muy extraño en una simple empleada... y si no fuera por haber estado en su presencia y descartado la existencia de ninguna conexión wi-fi, me plantearía si no fuese una replicante igual que la secretaria de John Smith.

Y concluye:

- Sobre el resto, aparte de identificarlos como el personal del listado que ya te presenté, no puedo obtener nada nuevo... si acaso unas holoimágenes un tanto excéntricas del Dr. Kern con una mascota modificada genéticamente de su propia creación que él llama "Cerdi".

Un hombre alto y espigado lleva un buen rato dando vueltas por el laboratorio científico, caminando de aquí para allá y sentándose en diferentes lugares, hasta que con cara de satisfacción se instala en un puesto concreto.

- Definitivamente, este será mi lugar de trabajo - comenta a media voz - Esta mi terminal y este mi asiento. Está lo bastante cerca de la compuerta como para no tener que atravesar media estancia para entrar y salir, distrayendome con proyectos ajenos, pero al mismo tiempo lo suficientemente alejado como para que quienes vengan no vean de forma inmediata lo que estoy haciendo, con lo que evitaré molestas interrupciones - razona para sí mismo - Y además, queda a la distancia justa de los conductos de ventilación para que la renovación del aire sea satisfactoria pero no me caiga encima un chorro contínuo que favorezca los costipados...

Vaya por dónde, lo que tenemos aquí...

Otro científico ataviado con una bata blanca bastante arrugada, que evidentemente traía en su equipaje de mano, se encamina directamente al terminal más apartado, en el fondo de la sala, echa una fugaz mirada con aire furtivo hacia ambos lados... y empieza a instalarse sin decir ni media palabra. No parece particularmente sociable.

Oh, vaya, eso no ha sido especialmente útil. Pobre, quizás esté exprimiendo demasiado las rutinas de inferencias de segundo y tercer orden del lenguaje; tendré que ser más explícito la próxima vez.

—Gracias Seis —le dijo mentalmente. ¿Por qué era tan agradable con ella? ¿Era por la autoconsciencia? ¿O era la voz de Shelly? Puede que una interacción de ambos factores—. Muy… interesante.

Más incógnitas que añadir a todo aquello. Tendría que averiguar algo más sobre la consejera Wray y su misteriosa asistente. Y teniendo en cuenta que la Weyland-Yuntai y que la Weltherrschaft Korporatsiya se habían enfrentado en el pasado… quizás pudiera recurrir al viejo “el enemigo de mi enemigo…”

Sólo entonces reparó en que el resto del personal científico estaba llenando el pequeño habitáculo. 

Reparó de repente en que no estaba sólo en el laboratorio. Con lo atestada que estaban todas las estancias de la nave, no era de extrañar que los técnicos y científicos acudiesen al nuevo laboratorio en busca de aire fresco. De hecho, si uno se paraba a pensarlo detenidamente era hasta gracioso que los científicos huyeran al antiguo gimnasio para trabajar y centrarse.

Se acercó Gaius entonces hacia el primer doctor que entró en la sala, el que estaba hablando sólo.

—Muy buenas —le dijo—, soy el Doctor Baltar. Me pareció verle cuando embarcamos y creo que le reconozco. ¿Es usted el doctor Kavanagh?

Por supuesto que era el doctor Kavanagh. Tenía una insulsa foto del sujeto en los archivos “requisados” por Seis.

—Seis —le dijo mentalmente a la hermosa IA—. ¿Puedes buscarme alguno de los últimos artículos académicos del doctor Kavanagh? A ser posible uno de los más citados. No hace falta que extraigas y analices el contenido completo, basta con que obtengamos el título y el resumen. 

La respuesta en tu cerebro es casi inmediata:

- Peter Cavanagh publicó recientemente en Solar Science, una holorrevista de impacto de su campo, un artículo titulado "Radiotelescopios de nueva generación: Utilidad de las ondas electromagnéticas de muy baja frecuencia en el estudio de la densidad planetaria en cuerpos celestes lejanos" - y comenta - Es tan aburrido como suena, acabo de leerlo... y no aporta ninguna novedad real a su disciplina.

Algo azorado, Kavanagh responde al saludo tendiendo la mano:

- Oh, sí, claro, soy yo mismo... eee... encantado de verle por aquí - responde con evidente desconcierto - Estooo... ¿nos conocimos en algún congreso de astrofísica, Dr. Baltar? Tendrá que disculparme... pero no lo recuerdo bien.
 

—No personalmente —respondió—. Pero tengo un antiguo colega de la ONUG, el doctor  Matthew, que alguna vez ha mencionado algo de su trabajo. Una revisión teórica sobre la densidad de cuerpos celestes lejanos, creo recordar. La verdad es que no soy ningún experto en astrofísica, pero me pareció que saludarle era lo adecuado —hizo una pausa para mirar alrededor, concretamente al equipo que el doctor Kavanagh había elegido—. Menudo laboratorio. Se ve que se han dejado una buena suma en las instalaciones. Una lástima que hayan escatimado tanto en todo lo demás —sobretodo en las acomodaciones del personal civil, pensó amargamente. 

Mientras contemplaba el ordenador, Gaius trató de desconectarlo mentalmente. Gastarle una pequeña novatada al doctor Kavanagh podía no ser la mejor manera de empezar las relaciones con él. No obstante necesitaba animarse de algún modo, y está clase de travesuras podían llegar a ser divertidas. Así tantearía además como de bien protegidos estaban los equipos informáticos de laboratorio. 

De pronto el terminal en el que se había instalado Kavanagh, sin que nadie haya tocado nada, emite un molesto pitido, destellea un par de veces... y entonces parece reiniciar el sistema. Aunque eso no es todo, pues en la pantalla aparece una inquietante cuenta atrás en grandes números parpadeantes, que viene acompañada de una voz electrónica que resuena en los altavoces de todos los equipos del laboratorio científico, desde un minuto y descontando:

- Sesenta, cincuenta y nueve, cincuenta y ocho, cincuenta y siete...

Llegue al laboratorio mucho mas tarde que el resto. Podria decirse que... tenia cosas que hacer, un asunto pendiente con una belleza rubia que no podia esperar.

Abri la puerta, decidido a echar un vistazo a aquel prometedor laboratorio que, de no ser por aquella molesta voz recitando una cuenta atras que comenzo a resonar en todo el laboratorio y que me hizo alzar una ceja con cierto desconcierto, lo que vi habia logrado impresionarme.

A simple vista quedaba claro que estaba equipado mas que satisfactoriamente y que, en definitiva, era todo lo que un ciéntifico podía desear, incluso alguien como yo. Sin embargo, todas aquellas maravillas ciéntificas tendrían que esperar. Si algo me habían enseñado los años era que, desde luego, las cuentas atrás no solían ser nada bueno.

Me acerque al grupito de mediocres aún con aquella expresión interrogante, observando a Kavanagh, sentado en aquel puesto.

-¿Qué has tocado, Kavanagh? Te tengo dicho que no se juega con las cosas de los mayores... - dije, inclinándome ligeramente sobre aquella pantalla, dispuesto a averiguar qué había ocasionado todo aquel desbarajuste.

Paciencia. Santa Paciencia.

Peter Kavanagh empieza a perder los nervios ante las infundadas acusaciones de ese prepotente e insoportable McKay, ignora lo que está pasando aquí pero si de algo está seguro es de que no tiene nada que ver con esa cuenta atrás...

- Yo no he tocado nada, me limité a sentarme aquí y encender el terminal... - gimotea con voz aguda, para enseguida proponer - ¡Avisemos al puente de mando de lo que está pasando aquí, antes de que sea tarde!

Podéis ver por el rabillo del ojo como el Dr. Kern se dirige silenciosa y discretamente hacia la salida, con intención evidente de abandonar la sala antes de que acabe esa inquietante cuenta atrás...

—Muy divertido, Seis —le dijo al Bibliotecario—. La verdad es que no esperaba que se desesperase tanto el pobre doctor Kavanagh. Muy original lo de la cuenta atrás, por cierto.

Preocupante, más bien. Sorprendentemente preocupante. A no ser…

—Porque la cuenta atrás es cosa tuya, ¿verdad, Seis?