Partida Rol por web

Steve haraganeaba en mitad del parque. Instalado en un domo geodésico de temperatura y humedad controladas, a su alrededor crecía un fascinante conjunto de plantas y árboles de los más variados tamaños y formas. Un ojo avizado de botánico incluso hubiera advertido que algunas de aquellas plantas no deberían existir... Pero Steve tenía 15 años y estaba harto de verlas. Había escapado a su sesión de estudio convenciendo a su profesora particular, Elisa, de veinticinco años, que no necesitaba repasar. Después de una intensa sesión de sonrisas y susurros medidos para obligarla a aproximarse terminaron por convencerla de que era mejor dar por terminada la clase por adelantado. Y llamar a su novio.

Matemáticas. Si algo no necesitaba repasar era matemáticas. Sólo quería sentir la agradable falsa brisa, los filtrados restos de sol y su cerebro atrofiandose con la inactividad y el silencio.

Que no duró mucho.

- Eh, macaco, damos ese juego.
- ¡Si, danoslo, me apetece aprender!

Leonard y Bruno. Matones. Corrección, aspirantes a matones. Doce años. ¿Doce? Bueno, por lo menos Bruno. Y sonaba a que tenían una presa. Bueno... Al menos se acabó el aburrimiento.

Echo a andar hacia la fuente de los gritos. Tres arbustos más allá de donde se escondía para sentirse culpable por perder el tiempo, estaban los reconocibles perfiles de Bruno y Leonard, espigado uno y cerdil el otro. Su presa es un muchacho de nueve años o así... Le recordaba, aunque no conseguía rescatar su nombre del fondo de su memoria. Le encanta contra la caseta del jardinero y por lo rojo de su mejilla ya le habían soltado una. El pobre chico apretaba un tablero de ajedrez contra su pecho. Steve de aproximó en silencio, tomando de un montón de restos de poda una varilla de avellano verde y recién podado. Flexible.

La hizo silbar a la nalgas de ambos matones en rápida sucesión.

- ¿Que tal un dos para dos, chicos?

Acorralado, otra vez por aquellos matones cobardes, sabían de sobra que uno solo no podía conmigo así que siempre me intentaban acorralar entre los dos, ya había recibido el primer golpe al menos y eso justificaba la defensa propia tal y como me había enseñado mi padre, ahora solo debía esperar a que alguien me escuchase o tendría que correr y dejar atrás el regalo que me hizo cuando cumplí los ocho años.

 - ¡Dejadme en paz! - Grité custodiando el preciado y puntiagudo tesoro - ¡Eh, señor! ¡Ayudeme!

Imploré al chico juvenil que se acercaba con una rama de avellano, vareando cual pueblerino listo para guiar a las reses, si tuviera una espiga en la boca y no llevara gafas hubiera intimidado más, siempre me han dicho que los hombres de campo eran brutos y se enfadaban fácilmente si no les gustaba algo. Pero ahí estaba, mi salvador, un tipo alto y fuerte, con otro arma.

Valiendome de la distracción que me dio aquel hombre deje de cubrir mi tablero de ajedrez, y lo zarandee de abajo a arriba, intentando que la parte roma golpeara la entrepierna de Leonard, de esta se acordaría durante unos meses. Sin soltar mi tablero y tras intentar dar ese golpe mi siguiente idea era zafarme a un lado y ver como el chico de las gafas le daba un varazo en los morros. ¡Bien merecidos lo tenían esos aspirantes a Jaffa que no tenían honor!.

Un varazo en la jeta, un trompazo con el tablero en la nariz, un empujon aprovechando su mayor tamaño y peso. Los matones no son nada cuando les haces frente. En apenas diez segundos los dos buscalios ya reculaban.

- ¡Se lo pienso decir a mi padre! ¡Se quien eres! ¡El adoptado, el de los Richards!

Steve sonrió con salvajismo, mostrando los dientes.

- Tu hermana mayor también sabe quién soy, Leonard. Dale recuerdos de mi parte, ¿ok?
- ¿Mi hermana? -el delgado muchacho encontró algo de valor en el honor ofendido de su familia e interrumpió la huida.
- Dile que se le olvidaron en mi casa. Ella sabe que...
- ¡Eres un...!
- ¡Fuera, antes de que te arree de verdad!-y la amenaza de un daño más real, más apasionado pareció surtir efecto. Los matones pusieron pues en polvorosa.

Steve respiraba agitado, más por la emoción de la pelea que por un verdadero esfuerzo físico. Tendría problemas, eso seguro. Sólo entonces recordó al muchacho, su excusa para meterse en líos.

- Hola. Le has dado una buena hostia a Bruno. Yo soy Steve -le dijo tendiendo la mano. Era un chico valiente, eso seguro. Ni una lágrima. Y cuando intervino, contraatacó, no se limitó a huir-. Bonito tablero. ¿Sabes jugar?

De pronto escuchó un ruido entre los arbustos, y se giró esperando ver volver a Bruno y Leonard. Pero solo consigo distinguir un brillo de pelo rubio con el rabillo del ojo.

- ¿Estás solo? -pregunto al chaval- ¿Has venido con algún amigo? ¿Ha quedado aquí para jugar?

A punto de llegar, River pudo ver como había tres chicos cerca de Samuel, dos parecían estar molestándolo mientras que el tercero le… ¿Ayudaba? Corriendo tanto como podía, llegó al tiempo de que se marcharan los dos abusones, agachándose tras el matorral, volvió de nuevo a sus divagaciones “¿Salgo? ¿Debería salir? ¿Y si les molesto mientras hablan? No creo, Samuel me dijo que no le molesto, así que es mejor que salude… ¿Pero y si molesto al nuevo?” La indecisión se hacía cada vez más presente, no sabía si quedarse escondida, salir o irse. Por suerte recordó lo que había hablado con el psicólogo hace unos momentos, que debía confiar un poco más en si misma y en sus amigos. Haciendo gala de una falsa determinación, incentivada sólo por las palabras de otra persona, se levantó, saliendo de entre las hojas mientras intentaba no romper el vestido, uno blanco y largo hasta pasar las rodillas.

- Ho… Hola… -Saludó mientras se situaba al lado del que ya conocía, temerosa de elevar la vista, tan sólo se limitó a mirar hacia el tablero de ajedrez, razón por la que habían quedado los dos ahí- ¿Estáis bien? Parece que os estaban molestando -Si alzó el rostro fue para mirar en la dirección en la que los otros dos se habían ido, como si necesitara asegurarse de que no volvían en busca de más.

- Llegas taaaaarde - Dije meneando el tablero entre mis manos - Tranquila que esos no vuelven, creo que le hice un cascanueces a uno, hehe. 

Me lleve un dedo a la nariz sonriendo a River con un gesto en exceso de confianza y luego miré al otro chico.

- Si, claro que se jugar, vengo de vez en cuando por aquí cuando me aburro pero esos dos estaban hoy con animo de peleas - 

Rebusque por los alrededores para recuperar una cajita de madera tallada con patrones extraños y carentes de sentido para los que no sepan que es un Chauron. Tras tantear la caja y comprobar que todas las piezas estaban en su sitio, no eran piezas convencionale sino piezas talladas a mano habilmente en madera oscura y clara, representando diferentes personajes , vehiculos o criaturas de algun juego o serie de television de los ochenta y noventa.

Con sumo cuidado y haciendo las cosas a su aire empezo a montar el tablero de ajedrez sobre el cesped y estiro las piernas una vez poso el culo en el suelo. Sonriendo con salvajismo y quizas con cierto aire triunfal miro a sus acompañantes.

- ¿Jugamos un rato?

De detrás de los arbustos salió una muchachita algo flaca, con una larga melena rubia. Una niña más o menos de la edad del otro muchacho. Sin poderlo evitar, se relajó y su sonrisa abandono el rastro de violencia, haciéndose más condescendiente, mientras repartia miradas entre ambos. Por lo visto ya se conocían.

Cita:

Lo cierto es que Steve había comenzado a irse, lanzando con gesto distraído la rama de vuelta a la pila de restos de poda. La pregunta le pillo desprevenido. ¿Jugar? ¿Con unos críos como ellos? Por eso se sorprendio a si mismo cuando escuchó su propia voz.

- ¿Seguro que no molesto? -dijo, haciendo un explicito barrido con los ojos del muchacho hasta la niña- Quiero decir, me encantaría jugar. Especialmente si sois buenos. No suelo encontrar rivales decentes.

Metió la manos en los bolsillos. La necesidad de huir era grande, como casi siempre que tocaba conocer a gente. A pesar de su fachada de seguridad, su timidez prevalecía en momentos de interacción social íntima como aquellos. Lo que hiciera o dijese no eran para la galería. Ahora no era un actor, sino solo Steve. Pero se recompuso pronto. En su mano se deslizó la baraja de póker que siempre llevaba consigo.

- ¿Sabéis que? Creo que me quedaré con vosotros un rato -carraspeó mirando hacia atrás, tocándose nervioso la nariz-, por si les da por volver. Y si nos aburrimos... ¿os gustan los juegos de cartas?

Y de la nada apareció en su mano un naipe con un teatral gesto entrenado. El as de trebol.

Dejó escapar una pequeña risa ante el comentario de su amigo- Lo siento, resultó ser una sesión más larga -Para ella, Samuel era impresionante, capaz de pelear con chicos mayores sin salir mal parado y además muy listo, sin embargo el nuevo también se le hacía impresionante. Con cuidado, se sentó al lado del menor, con las piernas dobladas a un lado- Podéis jugar vosotros, a mí se me da mal, pero parece que a vosotros no… No quiero perder de nuevo -Pese a que le daba igual ganar o no, buscaba más bien una excusa para que el mayor se quedara y no se sintiera una molestia.

- Por cierto, me llamo River, River Lindel -Lo primero era presentarse, pero en esta ocasión no lo fue, al menos pudo remediarlo- Siéntate con nosotros, luego podemos jugar a las cartas -No podía negarlo, el truco que acababa de enseñarles había llamado la atención de la rubia y acabaría preguntándole si sabría más como ese.

A la espera de que los dos chicos hablasen, tomó el coletero azul de su muñeca y lo sujetó entre sus labios, así podría comenzar a atarse una coleta baja y recoger el cabello para estar mucho más cómoda.

 - Mi padre juega bastante a las cartas con otros soldados - Comenté mirando las cartas - ¡Enseñame!

Alcé la voz y miré con una sonrísa pícara a River mientras volvía a recoger todo el tablero de ajedrez y le hice un gesto a la chica para que se acercara más.

 - Tenemos que jugar todos, nada de quedarse mirando - Miré a Steve con cuidado,  y luego le hice un gesto para que repartiera las cartas, volviendo a rascarme la nariz con algo de nerviosismo.

Esperaba que el resto del día fuese bien, entre risas y juegos, que todo eso se alargara lo suficiente para luego volver a casa satisfecho y sabiendo que había hecho un amigo mas en este lugar, pero tambien deseaba encontrarme con algo sorprendente y maravilloso como me habían descrito al entrar, cada día era una sorpresa.

- Encantado River. Yo soy Steve -y le tendió la mano a la niña.

Steve sonrió a los chavales. Eran jóvenes pero parecían simpáticos. Y que demonios, de todas maneras no se llevaba bien con ninguno de su edad. Quizás es porque era muy infantil. O todo lo contrario. Sin dejar de sonreir se sentó en el suelo, sacó de su bandolera un libro de Matematicas para que sirviese de tapete y se levantó un poco las gafas, hasta dejarlas sobre la frente. Desde tan cerca le molestaban.

- Bueno chicos. No se lo contéis a los adultos, pero os voy a enseñar a jugar a Texas Hold'em Poker...

Y aquella fue una tarde que en absoluto resultó aburrida.

Escena finalizada

Un examen sorpresa. MIER-DA. Con la única profesora a la que no podía camelar, la vieja momia, que enseñaba historia de primera mano.

- Venga chicos, sacad todos los libros del pupitre y ponedlos en vuestra taquilla, BIEN LEJOS. No quiero tabletas, calculadoras ni móviles a la vista, solo dos folios que yo os voy a entregar y un bolígrafo. Nada mas. El tema del examen es...

Y de pronto la voz estridente y desagradable de la Sra. Schneider quedo difuminada por un intenso y penetrante pitido que subía y bajaba de frecuencia, como la señal de un ambulancia, o de un coche de policía o de un coche de bomberos pero distinto... Era... era...

- ¡Chicos, hoy no había ningún simulacro! ¡Es una evacuación real! -de alguna manera, la delgada, escualida y seca señora Schneider consiguió imponer su voz a aquella sirena de emergencia.

Hubo risas nerviosas, y un par de crisis de histeria por parte de Martha, que enseguida fue calmada por su novio y Isaac, al que alguien calmó de un guantazo. Tenían 17 años, ¿no? Era hora de portarse como adultos.

- Chicos, ahora os quiero en orden. Sabéis lo que tenéis que hacer. Acudid a la fila de los pequeños y coordinar la evacuación de los que tenéis asignados.

Recuperada la calma, salieron todos del aula, los veinte preadultos, camino de la zona de estudiantes de menor edad. Los pasillos estaban poderosamente iluminados, nada de siniestros túneles con balizas anaranjadas que proyectasen ominosas sombras. Todo era normal, menos los ruidos y las luces LED de color verde que marcaban la ruta de evacuación. Se encontraban en el nivel 24. Tenían que acudir al 20 a través de las escaleras de servicio, sin perder a ninguno de los menores que tenían asignados. Cinco menores.

Steve acudió lo primero a por Christina, de 6 años, la pequeña de su grupo, la hija de sus vecinos. Salían de su clase de primaria como corderitos asustados, niños al punto de las lagrimas. Christina estaba desconcertada, pero al verle junto a la puerta se tranquilizó, intercambiando sonrisas.

- Hola peque, vamos a por caramelos, ¿ok?
- ¡Siiii! -la niña se subió a sus brazos con agilidad.
- Pero primero vamos a por los demás.

Después encontró a Marek, un niño de 8 años que apenas hablaba, pero al que le encantaban sus trucos de magia.

- Ey Marek, ¿todo bien?-el niño asintió, pacíficamente. Nunca parecía cambiar de expresión, siempre a medio camino de la seriedad y de una sonrisa- Ok, colega, dame la mano.

Y para terminar, apenas a unos pasos de las aulas de infantil, estaban esperando los alumnos de los demás grados, los mayores de 11 y hasta 16. Y sus "corderitos" ya estaban aguardando en corrillo, esperándole. A fin de cuentas era su monitor, no importaba la edad. River, Samuel y OA. Nada más llegar tendió la mano de Marek a River. Se encontraban ya cerca del hueco de la escalera. Olía a ozono, a humedad y a moho. La ventilación de aquella zona no funcionaba bien.

- Bueno chicos, le he prometido a Christine caramelos. ¿Tenéis algunos? -hizo una pausa, mirando los rostros serios de sus amigos. Si, narices, amigos. Aquellos eran sus amigos, por los que de inmediato se había preocupado al saber que la emergencia era real- ¿Os habéis enterado de algo?

No es que supiera mucho de lo que pasaba, pero los preofesores se habían alterado durante las clases y ahora teniamos que formar y seguir a otro estudiante de algun curso superior, la cosa pintaba fea y encima nos tocaba ir por los pasillos de esta planta, olía mal y yo tenía el estomago revuelto por haberme pasado anoche con los spagettis de la cena....quería ir al baño.

- ¿Quien nos ataca?, son extraterrestres, seguro - dije a mis compañeros sonriendo, mientras me ponía mas nervioso, que poco me gustaba el no saber que ocurría a mi alrededor - Ya podrian haber atacado mañana que teníamos el examen, jo'eeeeee.

Cuando ví al cuatro ojos acercarse le sonreí y alce la mano con un fuerte aspaviento y me puse de puntillas mientras para luego mirar alrededor cual suricato cotilla, tenía que ver que haciamos para calmarme.

- Oye Steve. ¿que pasa, quienes son los invasores? ¿los has visto?

Le pregunte en cuanto llegó a nuestro lado y saludó a los demas chicos de nuestro grupo, yo acabe poniendo la mano sobre el hombro de River y dije alzando el puño.

- ¡Sean quienes sean les vamos a dar una paliza!

Paralizada en su sitio, River no pudo hacer más que esperar hasta que el profesor comenzara a darles las indicaciones a seguir, ya habían pasado por algunos simulacros, pero cuando se daba una verdadera situación de emergencia todo se volvía sumamente diferente. Por suerte confió lo suficiente en el adulto como en su amigo como para salir del aula y encontrarse con Steve que iba a por ellos con dos pequeños más- Creo que tengo algunos -Dijo mientras tomaba la mano que le pasaban, aguantándolo con firmeza pero delicadeza a la vez, con la mano libre buscó en uno de los bolsillos de su pantalón, dando por suerte con tres de limón y cuatro de fresa- Toma cielo -Le ofreció uno de cada a Christina y lo mismo para Marek, centrandose tras eso en sus compañeros-

- Samuel… No deberías decir eso, deja que los mayores se ocupen -Le preocupaba que algo les pasara, en concreto a su compañero de clase, después de todo era su mejor y más cercano amigo.

El olor que llevaba notando desde hace rato comenzaba a hacerse pesado, hasta el punto en el que no podía evitar poner de vez en cuando mala cara al notarlo más fuerte. Sin poder hacer nada más, a merced de las dudas siempre latentes en ella, agarró el borde de la manga de Samuel en un desesperado intento por sentirse más segura, por mucho que quisiera lucir genial y segura como Steve, no podía abandonar su personalidad cobarde y siempre recurría a lo mismo, protegerse detrás de alguien.

- No creo que debamos seguir aquí mucho tiempo, puede que sea tóxico -Algo exagerado pero a la vez precavido, no era capaz de hacer algo más a parte de dar ideas, por muy pequeñas o inútiles que fueran, de momento se mantenía agarrando con su derecha al niño y con la izquierda a su amigo.