Partida Rol por web

-Cough, cough. -Tosió el detective. Los segundos se tornaban en horas hasta que escuchó los pasos del que fue su 'compañero' alejarse. Su mirada se nublaba.

-Al final, lo que hice no sirvió de nada. -Pensó con resignación. -Yo moriré igual, John podría haber sobrevivido. -Supongo que me lo merezco. -Susurró, después esbozó una sonrisa mientras observaba cómo el cielo desparecía

-¿Será el mundo que se va al carajo? ¿Será mi vista?

Ante la impotencia que le ocasionaba la situación, Phil hizo lo que casi cualquier ser humano con un mínimo de instinto de conservación haría, intentar sobrevivir.

Levantó el cuerpo inconsciente de Charles, se lo cargó al hombro y comenzó a rodear la estructura del faro buscando una posible entrada. Mientras avanzaba tan rápidamente como el peso de su compañero le permitía pudo escuchar la débil tos que brotaba de los labios de Robert, tendido en el suelo con la mirada fija en el vacío que otrora fuera el cielo.

Justo detrás de él apareció la siniestra figura del monstruo que se había comido a John. Desde tan cerca se podía apreciar su tamaño, completamente erguido de más de dos metros de altura, algo en aquella criatura... hizo que la sangre de Phil se le congelara en las venas.

Phil deja a Charles en el suelo y se gira para observar la situación con un mínimo de detenimiento. 

El tiempo discurría lentamente. -¿Aún no he muerto? El arma está en mi mano. –Pensamientos básicos iban pasando por su mente, fraguándose en un plan. Levantó el arma y la sujetó junto a sus sienes. Entonces sintió una presencia. -¿Así es como tratas a tus siervos? –Preguntó con una risa cruel. Entonces cambió de opinión, apuntó y disparó. BANG

Tras dejar a Charles en el suelo y al escuchar el disparo de Graves, Phil también decidió pasar a la acción. 

Ambos disparos de ambos hombres acertaron de pleno a la criatura, que siguió su camino como si nada.

Siguió su lento avance, aunque daba la sensación de que no era tanto por falta de movilidad, como parecía en un principio cuando apareció en la casa, si no más bien una especie de espera, de juego con su presa, como un gato que persigue a un ratón por el mero hecho de verle correr... hasta que lo caza.

La figura se colocó junto al detective Graves. Unos ojos amarillos, brillantes como dos carbones encendidos miraron fijamente las pupilas dilatadas del policía. Acto seguido, uno se sus tentáculos se enganchó en la pierna sana, la rodeó con fuerza y de un tirón la arrancó de cuajo, consumiéndola al instante. El gritó que profirió el otrora detective resonó en los huecos más profundos del insondable vacío que los rodeaba hasta desaparecer en abismos cósmicos. De la otra pierna se desprendió una sustancia negra que se adhirió al cuerpo del monstruo.

Sin detener su paso, ignoró al agonizante Robert y se dirigió hacia el lugar en el que se encontraban el inconsciente Charles y el asustado Phil.

- Uaaaaaaaaaaaaahhhhh - un ahogado pero grave grito abandonó el cuerpo de Phil al ver cómo arrancaba la pierna del detective como si deshojase una margarita. Reacción lo más rápidamente que pudo girándose y corriendo en busca de la entrada al faro.

Y de esta manera Phileas McReel, periodista y hombre honorable como el que más, dejó abandonados a su suerte a sus compañeros.

Giró, corriendo con todas las fuerzas que le quedaban a su maltrecho cuerpo alrededor de aquel faro del infierno.

Cuando llegó al otro lado se paró en seco. Allí ya no había nada, absolutamente nada. Un anillo rocoso rodeaba la estructura de la construcción haciendo las veces de pasillo de un par de metros de ancho, pero no había nada más. No había cielo ni tierra, no quedaba ni rastro de la mansión, del mar o de la lluvia que les había azotado. Solamente quedaba el vacío más sobrecogedor que aquella triste alma había visto jamás.

Avanzó con sumo cuidado por aquella cornisa hasta llegar a la puerta del faro y comenzó a ascender por las empinadas escaleras de caracol.

Mientras tanto, el pobre Profesor Diehl, que con nadie se había metido y cuyo único pecado fue perder la razón, se encontró inconsciente, tirado en el suelo, abandonado por aquellos que una vez llamó compañeros. Olvidado por todos.

La criatura se detuvo unos instantes ante el cuerpo inerte de Charles, si hubiese tenido un rostro, sin duda su mueca hubiera sido de fastido, prefería las almas aterrorizadas, pero no por ello despreciaría aquella. Avanzó hasta que sus tentáculos cubrieron completamente el cuerpo del académico y, tras unos segundos, sufrió una nueva metamorfosis. Su cuerpo se cubrió de una sustancia que cobró la consistencia de la tela y su cuerpo endeble se rellenó y endureció.

Después de lo cual comenzó su persecución de aquél que portaba el Símbolo Arcano.

Abandonado, solo, totalmente aislado del mundo a excepción de sus sangrantes oídos que aún le ataban a aquella existencia. Éstos eran lo único que le conectaba al mundo, la capacidad de oír… Y el dolor. Aquella agonía le recordaba una y otra vez que estaba muerto, pero viviría de la peor forma hasta que su alma abandonase su cuerpo. Una existencia que no merecía la pena. Una vida que había buscado alargar todo lo posible, no había más que alargar, la historia que el protagonizaba estaba tocando a su fin. BANG El arma de fuego cayó al suelo aún humeante. El dolor cesó.

BANG

El sonido del revolver de Graves era perfectamente reconocible. Aún sin ver lo que acababa de pasar, Phil interpretaba la situación. Y seguía intentando huir.
Con cada escalón que ascendía, el cuerpo le pesaba más. Era algo que se podría achacar a la retorcida naturaleza en la que se encontraban, pero Phil sabía que lo que le pesaba era otra cosa. Era su conciencia.  

Phileas, Graves mató a John. Pero tú has matado a Graves y a Charles. Cobarde, pusilánime. ¿Lo has intentado acaso? ¿O era paripé?. 

- ¡No! ¡No podía hacer nada! Las balas no le hacían ningún efecto. ¡ESTABAN CONDENADOS!

Phileas. Sólo querías salvar tu culo gordo. Y no podrás. Y morirás. Y no lo harás como un héroe sino como un cobarde. Hazte un favor y cierra el portal. Pero quédate dentro. Quédate dentro, muerto, como una mosca aplastada contra el ventanal del faro. Insignificante.  

¡No! ¡No! ¡No merezco esto! - seguía gritando  al aire mientras subía escalones uno a uno. 

El eco que marcaba el fin de la existencia mortal de Robert Graves, se disipó en abismos insondables. Tanto el suelo que lo acogía como su propia envoltura física, se fueron descomponiendo en pequeños pedazos que a su vez se reducían a átomos, hasta volver a la nada.

Pero su alma no, su alma, quedó ligada a aquel lugar, a aquel vacío incognoscible. Después de traicionar al cuerpo de policía, a sus compañeros, a aquel al que juró servir y, finalmente, a sí mismo, la esencia misma del detective, el hálito que insuflaba vida a su ser se entretejió con la nada, con la oscuridad infinita que formaba aquel reino de pesadilla, condenado para toda la eternidad.

Olvidado, pero jamás perdonado.

La luz del faro asomaba bajo la puerta metálica que coronaba la escalera de caracol.

Phil, acosado por la culpa y la locura miró hacia abajo y no le sorprendió ver como el camino por el que había ascendido se desintegraba al paso de la criatura que le pisaba los talones, el universo mismo se reducía a aquel espacio diminuto, y a aquella puerta.

Empujó la hoja de metal que emitió un chirrido al abrirse y la luz inundó el rellano en el que se encontraba.

Una luz que no tenía nada de particular, no era como mirar a Dios a la cara, era la luz de un faro, simple y llanamente. Pero al mismo tiempo había algo que vibraba en su interior, algo que trascendía el tiempo y el espacio.

Y allí se encontraba Phil, a escasos metros de la meta que tanto había buscado y por la que otros habían perdido la vida. El medallón que contenía el Símbolo Arcano comenzó a emitir una tenue luz y un zumbido apenas perceptible, reaccionando al portal que tenía delante.