Partida Rol por web

El disparo resonó en el vacío con un eco que se perdía en las simas del tiempo y el espacio, pero la criatura no cesó en su avance, lento pero constante hacia Robert mientras el camino se desmoronaba a sus espaldas.

Charles había llegado a la cima del acantilado, a los pies del faro, y había desaparecido tras él, así como sus alaridos.

Por su parte, John, cargando sobre su hombro sano a Phil, que no dejaba de tropezar con los escollos del camino debido a su empeorada visión, llegaron a la explanada que daba acceso a la construcción y se encaminaron hacia ella.

El detective Graves, al ver a sus compañeros relativamente a salvo y a aquella cosa pisándole los talones, se planteó si había hecho bien deteniendo su ascenso. La pierna sana le ardía por el esfuerzo, y la otra por la hinchazón. ¿ Llegaría a tiempo para salvar su vida?

El disparo errado cayó como un jarro de agua fría en las esperanzas del policía de sobrevivir a aquella persecución macabra.

La criatura era más rápida de lo que aparentaba y él más lento de lo que quería aceptar... ¿Podía conseguirlo? Tal vez, o tal vez no... esa duda era la que le había empujado a detener su camino para intentar acabar a tiros con aquel horror de pesadilla. 

Hasta que no había parado de huir y se había enfocado en algo que no fuera alcanzar aquel maldito faro a como diese lugar no se había percatado de un detalle, un detalle que lo cambiaba todo...

Todos sus compañeros, en mayo o menor grado, habían enloquecido al ver aquella cosa, pero él no, por alguna razón, tal vez su mente escéptica, tal vez otro motivo más allá de su comprensión le había mantenido cuerdo hasta aquel momento...

Entonces la oyó. Aquella voz en su cabeza. Una voz que atravesaba el tiempo y el espacio, que venía de los abismos más profundos del universo.

-Robert... el pobre Robert... Sabes que no puedes huir... Lo sabes...- rechinaba la voz en su cerebro.

-Y sabes que yo tengo que alimentarme... de almas humanas...- continuó -Tú puedes ayudarme... puedes darme sus almas... Y yo te daré lo que deseas...  te devolveré tu pierna... Solo tienes que matarlos Robert... ¡Entrégamelos!-.

-No son nada tuyo... Nadie sabrá nunca lo que pasó aquí... Simplemente regresarás a tu mundo ¡con dos piernas! Y nadie dudará de que hiciste todo lo que estuvo en tu mano...-las palabras arañaban el alma del detective, que aún sujetaba su revólver.

¿Tenía elección?¿Podía huir?

-Lo sé. Confiaba en pararte. -Respondió en voz alta mientras echaba un vistazo atrás, a sus 'compañeros'. Todos parecían aparentemente a salvo. Empezó entonces a valorar sus posibilidades...

-Estoy muerto, ¿conseguiré algo? Juré defender al ciudadano. Serví a Bannon. Soy escoria. ¿Tengo posibilidad de redención? -Los pensamientos se agolpaban en su cabeza, ideas sueltas que resumían toda su vida, todos los pasos que le llevaron allí, sabía qué era lo correcto, pero... ¿interesaba lo correcto?-. Les dije que no vinieran. No les soporto: un metiche acomplejado, un profesor que nadie sabía qué pollas pintaba allí... Por contra el detective parecía buena gente, de hecho estaba ayudando a aquel periodista... No sé si se salvará.

-Está bien, devuélveme mi pierna para poder alcanzarles y mataré al detective. Supongo que podrás quitármela con la misma facilidad- Sentenció

Si la criatura leyese su cabeza vería verdad en sus palabras. Y algo oculto...

El ser emitió una vibración que parecía algo parecido a la satisfacción, y Robert empezó a notar un cosquilleo en su maltrecho muñón, seguía doliendo como el demonio, pero era una sensación de cierto bienestar.

Al poco tiempo una sustancia viscosa, similar a la que componía a la criatura, subió por su prótesis cubriéndola por completo y siguió reptando hasta llegar a la ingle, donde se detuvo.

La sensación de miles de agujas que penetraban por su muslo y quemaban su pierna casi le hace perder el conocimiento, pero al poco tiempo se dio cuenta de como el dolor remitía, de como su nuevo apéndice comenzaba a moverse con mayor soltura, casi con total normalidad, era pedazo de carne negra, maloliente, pero era su pierna, que era lo importante.

El pacto estaba sellado y sabía que ya no había vuelta atrás, Robert Graves, se había convertido en un siervo de Aquel que no debía ser nombrado. El Rey amarillo, Hastur.

El dolor cesó, entonces el Detective Graves se permitió el lujo de esbozar una sonrisa al tiempo que dejaba caer las muletas.  Se sentía vivo, por primera vez se sentía genial desde que empezó todo aquello, desde que empezó aquella misión más propia de lo absurdo, y como tal así había acabado, en medio de la nada, en un mundo que estaba cayéndose a pedazos mientras pinceladas oscuras iban ocupando cada vez más espacio, avanzando inexorablemente por toda aquella existencia -si es que se le podía llamar así- poniendo en riesgo sus vidas.

Empezó a subir la cuesta a un ritmo que nada tenía que ver con el anterior hasta que con varias zancadas se puso a la altura de sus compañeros.

-Lo siento. -Su respuesta parecía honesta, su mirada, que nadie parecía haber advertido, era triste. Pero también había mucha convicción.

-BANG- Disparó a quemarropa apuntando a la cabeza del que hasta entonces era su compañero.

Phil caminaba apoyando su peso en el hombro que le ofrecía el detective. Paso a paso se acercaban al final del camino, a la salvación, cuando el sonido de un disparo hendió el vacío y restalló como un látigo en su oído.

De repente, su punto de apoyo cedió y ambos se fueron de bruces al suelo. Durante unos instantes la confusión le dejó completamente bloqueado, hasta que un líquido caliente y pegajoso le inundó la cara y las fosas nasales. Levantó la cabeza y se quedó boquiabierto al ver el cuerpo sin vida de John tendido en el suelo.

Se giró violentamente hacia su atacante para encontrarse de bruces con Robert y su arma aún humeante.

Algo parecido a un halito abandonó el cuerpo del detective privado que quedó descolorido y demadejado y se introdujo en el ser inhumano que les perseguía.

Al recibir aquella energía vital, el ser adquirió forma humana y comenzó a reír con una risa que arañaba el cerebro.

Phil quedó mirando a Graves boquiabierto. No entendía qué acababa de pasar. 

- ¿Qué...? ¿Por qué? - alcanzó a decir. 

-No es nada personal. -Respondió secamente el detective en su rostro había una mueca de fastidio, como si le desagradara aquella situación. Se agachó retirándole el arma de donde le había visto guardarla previamente. También le cacheó buscando cualquier cosa interesante que pudiera tener.

A continuación empezó a adentrarse en la bruma buscando a su otro compañero. La densidad de esta no dejaba entrever ninguna silueta humana en lo alto de aquella colina en la que se encontraban. -¿Profesor Diehl? –Preguntó en voz alta.

- ¿No es nada personal? - Phil seguía descolocado por lo que acababa de pasar. Sin darse cuenta, se había visto desarmado por el detective. Restos del cuerpo de John manchaban su ropa. - ¿Qué está usted haciendo?

Phil observa fijamente a Graves buscando algo extraño en su mirada.