Partida Rol por web

Antes de que nadie se introdujera por ninguna de las puertas, Lucas decidió abrir una segunda puerta. Eligió la de la lámpara y entonces algo sucedió. La otra puerta no se cerró en ningún momento, pero sí que se apagó la única luz de emergencia que había en aquel rellano. Todo volvió a quedarse a oscuras, e incluso las luces que se habían materializado antes por sorpresa, y que había iluminado todo el pasillo anterior también se habían desvanecido.

Tras la petición de Ketsu Sen y de Ismael, un amago de algo que parecía empezar a aparecer con forma de luz, también se desvaneció inmediatamente.

Aquella sala parecía absorber la luz de todo lo que les rodeaba. Pero, ¿acaso aquello era posible? Aunque claro, desde que habían recibido aquella entrada, lo posible o imposible se fundían en una delgada línea. El caso es que, ahora ya no podría verse nada. Todo volvía a estar completamente a oscuras y ya ni siquiera había nada que les guiase, ni un punto fijo de luz hacia una dirección. Oscuridad absoluta. Y la oscuridad provocó el grito de la muchacha que estaba con el niño.

La muchacha parecía haber entrado en pánico. Luis no sabía que su hermana temiese tanto a la oscuridad, había pasado por aquel pasadizo sin ningún miedo, pero siempre estaba aquel punto de luz a lo lejos que les había indicado la dirección a tomar. Ahora ya no había allí nada, y encima para colmo, su hermano y él se encontraban en un pequeño habitáculo rodeado de tres hombres desconocidos y maduros, y tan solo una mujer para defenderlos. La chica estaba histérica, había tratado de disimularlo porque su hermano estaba allí, pero ya no podía evitarlo.

Instintivamente, Ketsu Sen se colocó en posición defensiva de combate. Estirando la pierna derecha hacia delante y flexionando la izquierda, descenció hasta casi rozar el suelo con su pelvis. Sus manos, empuñando sus dagas, se movieron con velocidad. El antebrazo izquierdo se colocó sobre su frente, separado varios centímetros, y el otro brazo lo estiró, en paralelo con su pierna.

Cerrad esa maldita puerta dijo y guardó silencio. Si no podía ver, podría escuchar, y quizás esquivar algún golpe.

Ismael estaba de acuerdo con la chica oriental:

-Cierra esa puerta!-dijo amagando un grito.

Podia ser que aquella habitación absorbiera la luz? Todo era posible en aquella situación, por ese motivo, no debian bajar la guardia en ningún momento.

Al abrir la puerta toda luz desapareció. La chica gritó. El cuerpo de Lucas reaccionó solo, tratando de protegerse aunque no viese nada. Siempre que habia algun peligro inmediato del que fuese minimamente cosciente sus capacidades se activaban de modo instintivo. Gracias a eso habia sobrevivido alguna que otra vez. Sus compañeros lo instaron a que cerrase la puerta y así lo hizo. 

Cuando su madre señaló que sus temores eran probablemente ciertos, un escalofrió le recorrió la columna y luego se extendió por el resto de su cuerpo, helándola por completo. -¿Qué? – interrumpió con brusquedad como si de pronto hubiese olvidado que ella misma había barajado esa posibilidad pero el discurso de su madre no solo siguió sino que a oídos de Arlet empeoró.

“Ya estoy haciendo algo, ¡estoy estudiando una carrera para averiguarlo! Yo puedo con esto”.  Le replicó a su madre sólo en su cabeza, apartándose un poco de ella para poderle mirar el rostro entero con condescendencia; incrédula de sus palabras, del espíritu de ellas, no solo no buscaban resaltar el lado positivo de todo aquello sino que parecía un contrato oculto, que esperar algo de ella, y no solo furiosa por lo recién vivido, sino sacando a relucir su falta de comprensión en sus cambios de humor por los exámenes, su falta de apoyo en la mudanza y las malas caras por excusarse de excursiones familiares por estudiar.

- ¿Qué está pasando? – insistió una vez más aunque la experiencia de esa conversación le había enseñado que no obtendría respuesta alguna, solo valía lo que ella afirmase, como si todo aquello estuviese en su cabeza, justo como le había parecido nada más poner un pie en ese vestuario.

Se apartó un poco más, arrastrando su trasero por el banco de madera, huyendo del contacto con esa mujer que había dicho ser su madre, pero todavía necesito unos segundos más para repasar todo lo ocurrido, encontrar las fuerzas para ponerse en pie e irse hacia la puerta sin escuchar a su corazón gritar de dolor dentro del puño opresor que era la lógica y razón que habían tomado el control de ella, quizás incluso con un cierto tinte de ira por crearse engañada, aunque fuese por sí misma.

- Desearía estar contigo realmente. – confesó pomo en mano, con tono de riña – Desearía no haber recibido nunca esa invitación; pero quizás sí que esté en el lugar correcto, quizás sí debía venir a este “circo de los horrores” para descubrir que sé decir basta a mi locura; así que hasta aquí hemos llegado.

"Me largo de aquí" - giró el pomo para irse*.

¿¡Pero qué...?!- pensó Luis cuando de repente, en el momento en el que Lucas abrió la puerta, la oscuridad les envolvió a todos, como si esa habitación se hubiese tragado toda la luz. Pero eso no era lo peor de todo, pues lo que verdaderamente asustó a Luis y le hizo preocuparse de verdad no fue la mera oscuridad, fue el grito de Elena. Para Luis, su hermana era la más valiente y escucharla gritar de esa forma casi hizo que su mundo se viniese abajo, por lo que hizo lo único que podía hacer. Se aferró con todavía más fuerza a Elena, aunque si era para tranquilizarla a ella o para tranquilizarse el mismo, no lo sabía.

Ante la repentina aparición de la oscuridad, el cuerpo de Marcial se puso en tensión, reaccionando instintivamente poniéndose en guardia al mismo tiempo que los pelos de la barba se le erizaban como un puercoespín.

El grito de la joven no sirvió para precisamente la situación, pero le recordó su función de protector.

Pese a la situación, por dentro estaba extrañamente calmado, atento a cualquier amenaza invisible, intentó concentrarse en su poder a la vez que se posicionaba de tal manera, de que en la medida de lo posible fuese extremadamente difícil poder atacar a los dos niños sin tener que pasar pon encima suyo primero.

Tras poder comprobar como absolutamente todas las luces que les rodeaban se apagaban hasta tal punto en el que nadie pudo ver nada, todos se pusieron en guardia. Se prepararon para lo peor. Si alguno pudiese ver en la oscuridad podría ver como la piel de Lucas tomó una tonalidad plateada, Luis se aferraba a su hermana, Marcial se ponía delante de los hermanos para protegerles y la oriental se ponía en guardia. Se decidió cerrar la puerta, pensando que así volvería la luz. Pero se equivocaban, aquello que pensaban que era capaz de absorber la luz, había apagado toda la estancia y aunque hubieran cerrado la puerta, seguían estando a oscuras.

Pero el caso era que continuaban igual que al principio, delante de tres puertas, y sin saber qué es lo que se escondía detrás de cada una de ellas. Aunque sí sabían algo, detrás de la de lámpara había algo que "absorbía la luz". ¿Sería eso, o quizá algo que pudiera ser aún más peligroso?

En cuanto Arlet se puso en pie y se alejó de su madre, Anna se tensó y salió detrás de ella. La joven estaba dispuesta a salir por la puerta que había venido, pero se equivocaba. Cuando miró hacia allí se dio cuenta de que no era misma puerta por donde había entrado. Era como si se hubiera transportado con sus poderes a otra extraña sala, un lugar totalmente desconocido para ella, pero en el que su madre sí que es encontraba. El problema vino que al tratar de girar el pomo de la puerta no hubo suerte. La puerta no se abría, y eso hacía que resultara imposible huir de allí.

¡Un momento! Gritó la madre de Arlet. ¿Dónde te crees qué vas? ¡Aún tenemos muchas cosas de que hablar! ¡Y creo que tienes muchas cosas que contarme! ¿No te parece? ¡No podrás huir de este sitio hasta que no seas del todo sincera conmigo y asumas lo que tu verdadero yo quiere! ¡Reconócelo! ¡Dime que me has estado engañando y que me ocultas algo! ¡Dilo y solo así seguramente seas libre!

Intentad convocar otra vez las luces susurró Ketsu Sen, intentando escuchar todo lo que pudiese a su alrededor. Pensó en las tres imágines de las puertas. La de la lámpara había absorbido la luz, pero no podía usar la lógica con las otras puertas. La interrogación, ¿qué podría significar? ¿Que se despejarían todas sus dudas? ¿Y la de la familia?

No había nada que encajara como debiera, y eso le hacía fruncir el ceño. Pero tenían que elegir una y entrar, pues parecía que aquel maldito lugar no tenía otra salida posible.

Marcial no soportaba la situación en la que se encontraba. Para los demás la privación de luz podía hacerles sentir vulnerables, pero para él era algo mucho peor.

El mismo escudo invisible que le protegía permanentemente, alejaba cualquier cosa de su piel de manera que le hacía total y absolutamente insensible. Literalmente no tenía sentido del tacto y eso unido a perder su sentido de la vista, le hacía sentir como si estuviese flotando en medio de la nada. Completamente perdido, a la deriva y sin poder guiarse de manera alguna a excepción de su oído. Irónicamente el "hombre invulnerable" se encontraba totalmente indefenso y solo en aquella oscuridad.

   - Por favor, que alguien encienda una luz aunque sea un mechero.- Comentó con un gruñido mientras intentaba afinar sus oídos al máximo.

¡Joder! Gritó angustiada Elena. ¡Que alguien haga algo, por favor! ¡El de las luces, o quien sea! ¡Nadie es capaz de buscar algo que de luz! ¡Joder! Volvió a gritar. La chica no hacía más que pegarse a su hermano preocupada por la situación. Ninguno parecía ser capaz de actuar con claridad, ni tampoco de tomar una sola decisión. No hacían más que dar vueltas una y otra vez al mismo tema y ella se estaba empezando a poner nerviosa. El problema es que no se sentía con fuerzas suficientes para ser ella quien diera el primer paso. Temía que si abría alguna de esas puertas, a su hermano le pasase algo.

Aún y cerrar la puerta, cosa que Ismael no había visto pero si escuchado, la luz no volvía a estar presente. Era como si aquella puerta hubiera chupado toda forma luminescente de aquel lugar. Y aquello no era nada bueno...

Habían animado, en más de una ocasión, a que aquel que pudiera crear luz utilizara su poder. Pero puede que el temor a la situación o a las consecuencias, frenaba a quien fuera a crear una fuente de luz.

-Nadie tiene nada que haga luz?- y al momento, Ismael recordó una cosa: su móvil. Buscó en los bolsillos de su chaqueta para encontrar lo que les sería, posiblemente, de ayuda. Al encontrarlo, intentó buscar la aplicación de "linterna".

Lucas esperaba que al cerrar la puerta la luz volviera pero no fue así sus compañeros, algunos mas histericos que otros, clamaban por un poco de luz. 

Cierto era que la oscuridad era un poco abrumadora, pero nada que no pudiese controlar. sus poderes habian reaccionado al grito de la chica, pero como no sabia que estaba ocurriendo decidió mantenerlos. 

- Todos teneis moviles. Encendedlos. - Dijo Lucas tratando de sonar autoritario para que todos hicieran caso. Él mismo sacó su movil con la zurda mientras llevaba el arma en la diestra y encendia la luz de su telefono. No se iluminó a si mismo para no asustar a los demas por su aspecto otra vez cambiado. - No iremos por aquí. Pues no podemos ir a oscuras. - Estaba claro que su elección no habia sido la mas acertada, y todos estaban nerviosos. Tenia ganas de tomar el mando pero no queria volver a equivocarse de nuevo, por lo que preguntó al resto. - Abrimos la otra puerta o vamos por la del interogante?

Para no variar, Ketsu Sen no hizo ni caso a Lucas. En él notaba lo que más podía odiar: El machismo y la superiordad del género masculino. Sus ganas de querer llevar a todos por el camino sólo conseguían ponerla de muy mal humor. Así que, llevase o no el móvil encima, no parecía tener ninguna intención de sacarlo e iluminar la estancia.

Sabía que alguno de los dos hermanos era capaz de generar luz, incluso puede que los barrotes anteriores, y cada vez estaba más segura de quién era, pero ya había pedido dos veces que usaran ese poder, la tercera podría ser a golpes, y no era el mejor momento. Esas personas podrían ayudarla a sobrevivir y salir de aquel lugar... O mejor, ayudarla a encontrar a quién les había involucrado en todo eso.

¡¿engañarte?! -protestó con indignación Arlet en su cabeza dejando de forcejear con el pomo de la puerta - ¡Mira quien habla!. Se giró de nuevo hacia su madre manteniendo la distancia de mosqueo.

- No te engañado. - protesto en voz alta con aires más sumisos, casi exculpándose- Has vivido lo mismo que yo, bueno no lo mismo, pero lo has visto. Ora estoy aquí, ora estoy allí. No lo entiendo, mami, no tiene explicación para mí.

Cerró los ojos por un segundo, incluso menos, un parpadeo largo, necesario para aliviar sus pulsaciones para encontrar ese valor perezosos del que solo se servía después de llamarlo unas cuantas veces.

- P-puede que tenga... - hizo una pausa incómoda, sin saber que palabra emplear: poderes le pareció demasiado fantástico, friki, delirante; "un don" no encajaba en su boca, le parecía falso y grimoso; "una habilidad especial" sonaba a que ni ella se creía lo que decía. -...puede que pueda teletransportarme. - optó por la descripción - Quizás he encontrado el modo de utilizar los cuantos sin querer, un gesto tal vez.

A veces -Siempre- veo como otro mundo, uno solitario, devastado, uno que creo que quiere que me quede en él. Es cálido aunque ruinoso.

Envuelto en la oscuridad, Luis permaneció aferrado fuertemente a su hermana, casi sollozando a causa de la impresión que el grito de Elena le había causado. Y cuando de nuevo volvió a gritar, las lágrimas asomaron a los ojos de Luis, aunque en aquella oscuridad no había nadie que lo viese.

¡Luz!- gritó el también, entre suplicando y ordenando, no le importaba de donde viniese, lo único que sabía es que si había luz, su Elena se calmaría y todo estaría bien

¡Luz!- pensó Luis a la vez que gritaba. No sabía bien lo que había pasado antes, y tampoco si funcionaria ahora que la puerta se había cerrado, lo único que tenía en su mente es que necesitaba desesperadamente una luz, su hermana la necesitaba, así que concentró toda su voluntad en hacer que apareciesen luces que iluminasen a su alrededor.

Ver las pequeñas luces de los móviles, tranquilizó un poco a Marcial, pues aunque tenues al menos le servían de punto de referencia para localizar al resto del grupo y saber donde se encontraba.

El mismo no tenía móvil, pues durante aquellos meses no lo había considerado necesario y tampoco quiso arriesgarse a hacerse con uno debido al temor de que al contratar una linea alguien descubriese su identidad falsa. Tal vez en su anterior vida solucionar aquel problema hubiese sido pan comido, pero en aquellos momentos no disponía de los conocimientos para ello.

   - No deberíamos arriesgarnos a abrir otra puerta.- Sentenció con voz neutra.- No sabemos que ocurriría de hacerlo, así que deberíamos ir por la del interrogante a ver a donde nos lleva. Con un poco de suerte se tratará de la salida.-