Partida Rol por web

--Petrushka, yo que tu me quedaba tranquilita aqui. Ahí afuera hay mucha vigilancia, no vaya a ser que quien te quiso desmantelar vea que sigues vivita y coleando...

--Pero, tu misma. Aquí no hay puertas cerradas, puedes ir, venir y hacer lo que estimes oportuno. 

-- ¿No estas de acuerdo Fiodor?

—Completamente de acuerdo —respondió. —No estaría de más, de paso, que aprovecharamos este tiempo para explicar a nuestra nueva... amiga, cómo funciona el mundo. No sería recomendable que llamara la atención más de lo debido.

Por "como funcionan lel mundo" se refería al cumplimiento de leyes, convenciones sociales básicas, la estructura social y ese tipo de cosas.

Petrushka miró a Ratón como quien espera por un veredicto. El chico le devolvió la mirada y asintió.

—Creo que es lo mejor —dijo posicionandose del lado de Fiodor y Sabaka. —Recuerda lo que pasó en el vertedero.

El chico ya estaba a mitad de camino hacia la salida cuando se detuvo. Miró por última vez a Petrushka y se despidió:

—No tardaré, ¿vale?.

Atravezó la lona plástico y sus pasos se pierdieron entre montones de chatarra y basura en la dirección en que se encontraba la ciudad.

El viejo Fiodor se cruzó de brazos y lanzó una mirada adusta al aparato : —¿Se puede saber que ocurrió en el vertedero?.

Petrushka quiso contestar, pero... Luka no quería que fuera con ella, así que muy a su pesar asintió y guardó silencio. Si lo analizaba de manera fría, Sabaka tenía razón. Si realmente había sido un aparato desechado por el gobierno, no sería buena idea que descubriesen que aún seguía activa. Pero, pese a ello, Petrushka se sentía extraña solo con la idea de estar lejos del muchacho. Por lo menos, tenía constancia de que no sería por mucho tiempo.

En cuanto a la pregunta sobre qué había pasado en el vertedero...

—Dos hombres amenazaron a Luka con un arma —dijo esbozando una ligera sonrisa, que contrastaba con lo que iba a mencionar a continuación—. No eran amigos, así que neutralicé al que suponía una amenaza. El otro huyó.

Quien decía neutralizar, decía acabar con la vida. Era una forma de maquillar las palabras, pues... con la reprimenda de Luka, Petrushka había deducido que matar no estaba bien.

Finalmente, Petrushka miró a Sabaka con curiosidad.

—¿Quiénes son los yakuza? —preguntó, sin rodeos—. ¿Son amigos?.

Sí, Petrushka había aprendido a catalogar a las personas en base a dos criterios que consideraba de vital importancia y que creía que definían a la sociedad humana: ser amigos o no ser amigos.

Fiodor escuchó la respuesta del aparato y no dijo nada. Lo único que emitió su boca cerrada fue uno de esos sonidos que suenan de manera similar a un 'jum'. ¿Era aquello un signo de aprobación o simplemente un 'entiendo...'?. Quién podía saberlo.

--Petrushka, tienes que tomarte las cosas con mucha calma. Los humanos no somos tan simples como para poder ser catalogados en amigo o enemigo. El problema es que te han borrado bastante bien tu base de datos y tus recuerdos. No tengo ni idea de como razona una I.A. pero lo que está claro es que te vendría bien una cierta ayuda para poder empezar a comprender la sociedad en la que vivimos. Claro que puede ser muy interesante ver como se desarrolla tu consciencia, tu forma de pensar y como se moldea tu carácter a partir de cero. Pero también puede ser muy peligroso para los que te rodean.
-- El reciente incidente por ejemplo se pudo haber solucionado de una forma menos drástica... o tal vez no... 
--Ahora hay un cadáver tirado ahí fuera. El cadáver de una persona. Las personas no se pueden reiniciar como las máquinas. Matar es un tema que tiene su intríngulis... es bastante definitivo... no sé si pillas la idea.

-- La Yakuza por ejemplo. Amigos no son, pero tampoco son enemigos.
-- La familia, otro tema peliagudo.  Petrushka, vas a necesitar algún tiempo para poder entendernos. Sería bueno que lo tuvieras  presente a la hora de decidir como actuar, siempre cabrá la posibilidad de que no estés interpretando la situación adecuadamente.
-- Fiodor, no crees que sería de gran ayuda implantarle a Petrushka una memoria ajena. Si tuviera implantada la memoria de una persona, ya tendría implantada una base de valores, de pensamientos, de vivencias y experiencia que le ayudaría a entender mejor el mundo en el que vivimos. La cuestión también tiene miga, te imaginas a Petrushka con la memoria de un Jose Stalin o de un Hernán Cortés? 
--El tema éste de la I.A. androides, aparatos e implantes nunca me ha gustado. 
-- Petrushka, ¿y si un día de estos decides que los humanos no somos más que un atajo de pringaos que lo único que sabemos hacer es joder todo lo que tocamos?
-- Bueno, respondiendo a tu pregunta acerca de la Yakuza, me han encargado una tarea. Se puede decir que nuestra relación con la Yakuza es amistosa...

Petrushka escuchó a Sabaka atentamente, analizando cada una de sus palabras en silencio. Creía que aquellas frases mostraban cómo eran los humanos. Aun así, habían muchas cosas que no entendía.

—Entiendo —mintió, le costaba reconocer que su I.A. era deficiente en algunos aspectos relacionados con la humanidad y su forma de vida en sociedad—. Evitaré neutralizar a más humanos. Aunque en aquella circunstancia, era la vía de acción con mayor probabilidad de éxito. Un 99%. Si no hubiera actuado de esa manera, podría haber conllevado a consecuencias fatales para Luka.

En cuanto a su pregunta sobre qué ocurriría si pensaba que los humanos eran de esa forma, Petrushka sonrió y negó con la cabeza. Por alguna razón, le hacía gracia.

—No tienes que preocuparte. No considero que los humanos seáis un atajo de pringaos. Al contrario.

Después de todo, si estaba en aquel mundo era gracias a los humanos: quien le creó, y quien le rescato del montón de chatarra. Sin embargo, Sabaka parecía tener dudas respecto a Petrushka. Bueno, quizás no sobre ella, sino más bien sobre el peligro que podía conllevar. A la aparato no le fue difícil percatarse de ello...

—No quiero una memoria ajena —dijo finalmente, tras meditarlo durante un nanosegundo—. Aprendo rápido.

Y no se fiaba... Durante la introducción de una memoria, había un lapso de tiempo en el que ella quedaría vulnerable. No quería volver a acabar sobre un montón de basura en un vertedero desconocido.

La memoria de un Hernán Cortés... —repitió Fiodor mentalmente y rió visualizando la ocurrencia de Sabaka. —En cualquier caso, y creo que por suerte, nos sería logísticamente imposible meterle a nuestra amiga cualquier memoria en la cabeza, ya fuera la de Stalin o la de la mismísima Teresa de Calcuta.

Petrushka los miraba. ¿De que demonios hablaban?. ¿Quienes eran esos personajes que nombraban?. Otro nanosegundo y extrajo esa información del Velo. Ahora lo entendía y no le hizo demasiada gracia el chiste. De cualquier manera, no dejaría que metieran nada en su cabeza. Además, si el chico tenía razón, los nuevos datos de una memoria ajena sobreescribirían sus verdaderos recuerdos aún latentes bajo la superficie de su nueva y vacía memoria.

—¿Acaso no sería mejor idea rescatar lo viejo que meter algo nuevo? —Petrushka pensó en las palabras de Duscha por un momento y dudó. ¿Sería viable?.

—Si es posible insertar una memoria, también será posible extraerla de alguna manera. No sé, digo yo... —la lógica de la mujer algunas veces era aplastante.

—Es posible —respondió él—. Pero de momento tendremos que conformarnos con explicarle a grandes rasgos como funciona el mundo —Concluyó.

El viejo Fiodor no había pasado por alto el hecho de que, varias veces, Sabaka había mencionado que tenia una tarea. Una misión encomendada por la Yakuza y que, según sus propias palabras, lo conectaban directamente con el aparato. ¿Que clase de tarea era esa?. ¿Y por qué los conectaba a ambos?. La curiosidad mataba a Fiodor, pero prefirió no preguntar. Si Sabaka deliberadamente no había dado más detalles, tendría sus motivos.

Su arrugada mano obligó a la botella de vodka a vaciar su contenido rellenando ambos vasos. Había que tener el paladar bien lubricado para todo lo que aún tenían que explicar...

_{Casi tres horas después.}

—¡Mensajero! —una voz metálica se arrastró entre las capas de plástico del invernadero abriéndose paso hasta el interior.

—¡Mensajero!. ¡Sé que estás ahí! —volvió a sonar para reclamar la presencia de Sabaka con ímpetu y fuerza. —¡Sal fuera de una maldita vez!.

Por inescrutables razones particulares habían dado con él. ¿Cómo era posible?. Estaba completamente desconectado del velo y no recordaba haber descuidado en ningún momento la rutina de seguridad que ejecutaba religiosamente para evitar que le siguieran.

Sabaka, ahí fuera, en medio de ese páramo esteril alguien grita tu nombre.
¿Vas a mirar para saber de quién se trata?. ¿Piensas salir a su encuentro?.

Si lo haces dime quién te reclama y qué es lo que quiere de ti.

--Fiodor, creo saber quien es, hazme el favor de conectar el electroimán si oyes mi expresión favorita... el que tenemos enterrado en el suelo delante del invernadero, creo que nuestro visitante está justo encima.

Sabaka se quitó el reloj, lo depositó junto a su cuchillo sobre la mesa y salió del invernadero.

Afuera se encuentró al tipo desagradable; el de la pierna mecánica.

Sabaka hizo el típico gesto interrogativo...

Metano se le acerca mas... --mejor, justito ahí. --Pensó Sabaka

--El jefe quiere verte.

—Nos debes unos cuantos creds —cuando Sabaka salió al exterior la voz metálica que se había colado en el invernadero reveló su procedencia. Era emitida desde la garganta oxidada de Metano, el cabecilla de los pandilleros con los que el mensajero se topó cuando intentó entregar el paquete de la Yakuza bajo el puente que cruzaba el río Yauza. Concretamente, aquel era el cromado que había tenido el "privilegio" de probar la eficacia del cilindro electrocutador de Fiodor. Al parecer ya se encontraba mejor...

—Serán cinco. Los tres del envío y dos como tributo por haberte cargado a uno de los nuestros —anunció.

—Peguémosle un tiro aquí mismo y acabemos de una vez con este mierda —a ella también la conocía. Sabaka aún recordaba su silueta alejándose a toda velocidad cuando Latas cayó fulminado junto a ella. Corría rápido. Eso no se le podía negar a la chica.

—Debe pagar por lo qu...

—Cierra el pico —la interrumpió. Se centró en Sabaka: —Mañana en taller Poderzhannykh. Cuando caiga el sol. No se te ocurra aparecer sin el cred y tampoco llegues tarde. Al jefe no le gusta la impuntualidad.

—A modo de adelanto, yo quemaría esta especie de comuna jipi hasta los cimientos —un tercero grito desde la lejanía de la parte superior de un todoterreno extremadamente tuneado. Al parecer los cromados no sólo modificaban sus cuerpos al extremo, también hacían lo mismo con sus vehículos.

El último que habló era un tipo negro. Músculos de ébano mezclados con un exoesqueleto de metal. A Sabaka le pareció un rival más digno que los demás. Con suerte, quizá hasta un reto. Entrevió sostenida por las oscuras manos del cromado algún tipo de arma gran calibre. Desafortunadamente, desde aquella distancia le fue imposible determinar el tipo de amenaza que representaba.

Otra vez estos capullos Sabaka...
De momento no se han puesto demasiado agresivos. Parece que sólo vienen a traerte el mensaje de su jefe.
¿Qué haces?.

¿Y tu Petrushka?.
Tus ojos ven en un amplio espectro y además son capaces de hacer zoom.
 ¿Te has quedado dentro o has salido a echar un vistazo?.

Petrushka observó la escena con curiosidad. En especial, le resultó realmente interesante el favor que le había pedido Sabaka a Fiódor. ¿Electroimán?. Por como le vio quitarse el reloj y las cosas metálicas que llevaba encima, se hizo una idea de por donde iban los tiros.

Cuando Sabaka salió, ella aumentó la capacidad auditiva de su oído biónico para escuchar la conversación que podría tener con el recién llegado. Aun así, miró a Fiódor.

—¿Está en problemas? —le preguntó.

Por la voz del hombre que esperaba fuera, notó que el nivel de amenaza crecía ligeramente. Había hablado con cierta tensión, e incluso había pronunciado una palabrota. Todo aquello eran síntomas de que algo iba mal entre ellos dos.

...

No tuvo que esperar demasiado para entender de lo que se trataba. Sí, estaba en problemas. Debía dinero a unos matones que querían acabar con él... Sin embargo, Petrushka no salió del lugar. Sabía que Sabaka tenía algún plan si las cosas se ponían feas. Además... ahora tenía prohibido matar humanos... a no ser que fuera totalmente necesario, claro.

—Mi familia tenía un desguace cerca de este lugar. Tuvimos que trasladar todo hasta aquí y la maquinaria más valiosa la enterramos para evitar tener que preocuparnos por los saqueadores —explicaba mientras buscaba la botonera que controlaba el electroimán—. Como imaginarás, algunas cosas aún las mantenemos operativas. Por si acaso...

—Joder, ¿dónde demonios lo he puesto? —durante un par de minutos anduvo visiblemente nervioso de allá para acá. Abrió puertas de pequeños armarios, cajones, e incluso miró debajo de el sillón, como si lo que buscara se tratara de un simple mando de televisor. Fiodor no era un tipo nada ordenado. A Petrushka ese detalle le acababa de quedar claro.

—¡Aquí está! —exclamó. Era como si hubiera encontrado el valioso tesoro de un galeón hundido.

Cuando Petrushka preguntó por problemas, el viejo se limitó a asentir con la cabeza.

Sabaka se acercó más a Metano y su compañera...

--Me teneis algo confundido... si macho, habeis encontrado el camino hasta aquí, sin embargo parece que no teneis mucha idea de con quienes os estaís metiendo. No me refiero a mi claro, yo soy sólo un mensajero... me extraña que no sepais para quien estoy ... bueno, estamos trabajando.

--Dile a tu jefe que no le debo nada a nadie y que no tengo tiempo para jugar con vosotros a los médicos.

Lo último se lo dijo a Zeta.