Partida Rol por web

Fiodor echó un cable, literalmente, para atar a la cromada a la mesa, pero no quiso llegar más lejos de eso...

—Concertaré la reunión —dijo antes de dejar al mensajero a solas con el aparato. No tenía intención ni tampoco estómago para ver lo que estaban a punto de hacerle a la jóven desgraciada que tenían atada de pies y manos a la mesa de su cocina.

Sabaka recogió la botella de vodka del suelo, se dejó caer en el sillón y tomó un trago. Miró a Petrushka y señaló a la chica que estaba atada a la mesa.

--Petrushka, esto no se me dá demasiado bien, y menos con una chica... es toda tuya... Si le puedes sacar información, bien y si prefieres dejarla ir, pues por mi perfecto, no sería la primera vez que la dejo escapar...

Petrushka asintió con la cabeza. Su expresión era seria. Luka estaba en peligro, y Petrushka haría todo lo que fuera necesario para salvarle. Después de todo, había establecido un vínculo con el chico que difícilmente se podría romper. No estaría aquí ahora, sino sumergida entre chatarras, de no haber sido por él.

—Tú y yo vamos a llegar a un acuerdo —le dijo a la mujer—. Te voy a hacer un poco de daño, pero no te preocupes. Tendré cuidado de no matarte. Sí, claro que lo tendré. Te necesito viva para que nos digas todo lo que necesitamos saber. Si colaboras, sufrirás menos. Si no colaboras, me encargaré de que sufras como jamás has sufrido en toda tu existencia.

En ese momento, Petrushka sonrió ligeramente. Era una sonrisa tierna, casi angelical. Aunque decir que su sonrisa era angelical mientras que la aparato agarraba el dedo de la mujer y se lo doblaba hasta adquirir una posición inverosímil, como si de una pequeña ramita se tratase, era... como decirlo... siniestro.

—¿Duele? No, claro que no. Esto no es nada comparado con lo que vas a sufrir en unos minutos —en ese momento, soltó el dedo. Luego acarició el rostro de la chica suavemente mientras acercaba su rostro al de ella. Aún sonreía—. ¿Sabes?. Los cazadores desuellan a sus presas para adquirir la piel. Bueno, eso era antes. Habían diferentes técnicas de desuello, dependiendo de qué parte de la piel iban a utilizar. Por supuesto, como en todo, habían mejores y peores desolladores. Los mejores podían desollar a un animal de gran tamaño en apenas escasos segundos. Lo hacían tan deprisa que se podría decir que, de estar vivo, el animal ni se daría cuenta. Pero —separó su mano del rostro y se acuclilló para estar a la altura de la chica—... evidentemente, se darían cuenta. El dolor es atroz. Te lo puedes imaginar, ¿verdad?. No, no podrías. Es un dolor mucho peor de los que jamás podrías imaginarte. Pero... ¡hoy estás en tu día de suerte!. Vas a poder experimentarlo. No todos tienen tú misma suerte, ¿sabes?. Tranquila, empezaré suavemente, quizás desollándote la pierna. ¿Qué opinas?. ¿O tal vez prefieres el brazo?. El rostro lo dejaremos para el final. Sí, eso es. Será como ponerle la guinda a nuestro maravilloso pastel. De ti dependerá si eso pasa. Si colaboras, tal vez finalicemos nuestra pequeña reunión antes de tiempo. Con suerte, depende de ti claro, conservarás el rostro.

Luego miró a Sabaka y volvió a erguirse. Sin perder la sonrisa siniestra de su rostro, extendió su mano hacia él. Ella se encargaría de la tortura, dejaba a Sabaka que se encargara de las preguntas. Después de todo, le querían a él... y por culpa de eso, tenían a Luka. Así pues, él sabía mejor de qué iba toda esta movida...

—Dame un cuchillo —le dijo—. Si está bien afilado, mejor. Y si no, no te preocupes... así lo haremos más interesante.

Petrushka no necesitaba nada más. Sólo unas milésimas de segundo para aprender las técnicas de desuello más efectivas. El dolor sería tan fuerte que no tardaría ni un segundo en empezar a hablar. Sólo tenía que evitar que muriera desangrada...

Piotr se llevó las manos a los oídos cuando Zeta comenzó a gritar. Intentaba, como fuera, evitar que los alaridos de la mujer cromada llegaran a su cerebro. Aunque Fiodor se había llevado al muchacho lejos, cuando comenzó el desollamiento aquellos espantosos quejidos fueron escuchados a varios kilometros sobre la chatarra de Vertedero...

Como había anunciado, Petrushka había comenzado por la pierna que ahora era una masa brillante de color rojizo. No había un dolor más espantoso que el desuello. Era un dolor que podía volver loco a cualquiera, y nadie lo resistía mucho tiempo. Más tarde o más temprano, la víctima gritaba. Y así fue también en este caso:

—¡Basta ya!, ¡por favor, basta ya!.

Pero de alguna manera todos allí supieron que, si no era atendida con brevedad por servicios especializados, la vida de esa mujer ya estaba sentenciada. Aún en el caso de que no muriera desangrada allí mismo, la carne expuesta acabaría secándose, agrietándose y pudriéndose.

—¡Hablaré!.

Sabaka, haz una pregunta y hazlo rápido. Es posible que a Zeta no le quede mucho tiempo de lucidez...

Petrushka, tu serás quién escuche su respuesta y nos digas que ha dicho. Presta toda tu atención...

—Petrushka, creo que te has pasado... —dijo al ver como había quedado la pierna de la cromada.

Después se dirigió a Zeta: —¿Que han hecho con Ratón?

Como era de esperar, Petrushka no tuvo que desollar demasiado para que la mujer empezara a hablar. Cuando habló, ella paró y escuchó atentamente. Habían secuestrado a ratón, y lo tenían prisionero, preparado para usarlo con la intención de chantajear a Sabaka para que hiciera lo que ellos quisieran que hiciera. Por supuesto, le habían zurrado y tal... pero, a pesar de ello, estaba en mejores condiciones de las que estaba nuestra prisionera.

En cuanto a las palabras de Sabaka sobre que se había excedido, Petrushka se encogió de hombros.

—Ha hablado —dijo, como dando a entender que había cumplido con su misión.

Luego miró a la mujer y sonrió. La pierna sangraba, sólo había una solución para que no muriera.

—Te cortaré la pierna y la cicatrizaré. Pierdes una pierna pero ganas una vida. De ti depende cuántas extremidades más quieres perder. Así que habla si hay algo más que tengas que contarnos.

No creía necesario tener que desollar de momento nada más. Pero ella tenía aún preguntas que quería saber...

—¿Cuántos sois?. ¿Cuántos están esperando a... este hombre? —no sabía si debía decir el nombre de Sabaka en alto, así que en vez de nombrarlo, le señaló—. ¿Y cuántos están vigilando a nuestro amigo?. ¿Nuestro amigo está en el mismo sitio en el que esperan que vaya él?. No tardes en contestar o continuaré con tu brazo.

No sabía qué planes tenía Sabaka, pero... Petrushka tenía claro que iría a salvar la vida de Ratón. Aunque tuviera que infiltrarse en aquel lugar y asesinar a todos los que lo tenían secuestrado.

—¡Estás loca!, ¡joder! —exclamó cuando el aparato propuso la amputación—. Llevadme, llevadme a un hospital, ¿vale?. Por favor. No quiero morir aquí. Por favor... —miró a Sabaka mientras suplicaba. Por algún motivo buscaba algún resto de piedad en el rostro del mensajero. Al lado del desuello de Petrushka, el cilindro metálico y los electroimanes enterrados le parecieron un juego de niños.

—El taller es una trampa, ¿vale?. El chico no está allí —acabó revelando en medio de su desesperación—. Llevadme al hospital y os diré dónde está realmente. Vosotros sólo llevadme. Me dejáis allí en la entrada y yo... ¡Argh! —Un espantoso espasmo de dolor la obligó a doblarse sobre si misma y sus ojos se pusieron en blanco en lo que pareció ser un amago de desmayo. No hacía falta ser médico para darse cuenta de que a la cromada no le quedaba demasiado tiempo...

Cuando empezó a suplicar, Petrushka cesó su intento de amputarle la pierna y esperó pacientemente a lo que Sabaka tuviera que decir. Sabía que dejar con vida a aquella mujer no era una buena idea pues cuando se recuperara probablemente buscaría venganza, pero a ella le daba igual siempre y cuando pudiera revelar algo de información útil sobre el paradero de Luka. De todas formas, haría bastante mal en tratar de vengarse de Petrushka.

—Lo que tú quieras.

Sabaka no le había preguntado, pero... aun así, Petrushka dejó claro su posicionamiento. Si quería que siguiera torturándole, lo haría. Si no, accedería a llevarla al hospital. Como buen aparato que era, se amoldaba a la circunstancias y dejaba que fueran los humanos quienes decidieran. Era algo común en los aparatos, incluso aunque hubieran sido reiniciados.

—Más te vale no mentirnos —advirtió finalmente a la mujer, tras zarandearla un poco para que no se desmayara—. ¿Puedo descubrir fácilmente si lo haces, sabes?.

—Ulitsa Milashenkova número cinco... —sus palabras fueron arrastradas por un fino hilillo de voz apenas perceptible.

A Petrushka le bastaron un par de segundos para comprobar la dirección en los mapas de la ciudad y cotejar la ubicación con la imagen de algunas de las cámaras de acceso público de la zona. Sin lugar a dudas, las palabras de Zeta coincidían con un gran bloque de apartamentos abandonados. Esos fueron los mismos dos segundos que duró la consciencia de la cromada...

La cromada no ha aguantado más y se ha desmayado. Ahora tenéis un cadaver en la puerta del invernadero y una tía inconsciente a medio desollar atada en la mesa de la cocina. Tampoco sería muy descabellado pensar en la posibilidad de que los "vecinos" de vertedero se hayan podido alertar con el sonido de los disparos del rifle del negro...

¿Ahora qué?. ¿Una visita al hospital?. ¿No tenéis ya suficiente?.

Vosotros diréis.

--Petrushka, intenta que no se nos muera.

Sabaka se acercó a Zeta, -- De hospitales nada mi niña, te quedas aquí en la comuna hippy que no hemos terminado contigo...

Sabaka salió del invernadero para deshacerse del cadaver.

No se si eso de cortar y cauterizar es viable... pero desde luego agradable no va a ser...

Incluso un tipo como Sabaka prefiere largarse a deshacerse de un cadaver antes que quedarse a ver tu segundo experimento anatómico del día...

Petrushka se acercó a la chica y, apoyando sus dedos en el cuello de la mujer, le tomó el pulso. Luego miró a Sabaka para dar su veredicto:

—No será fácil. Sus signos vitales parecen estar a punto de extinguirse. No soportará mucho más.

Aun así, Petrushka lo intentó. Para ello, se descargó todas las tesis, artículos y libros relacionados con amputaciones de miembros en humanos. Mientras tanto, le pidió a quien estuviera cerca (Fiódor o Sabaka), que pusiera la sartén más grande que tuvieran al fuego de la cocina, si es que por allí cerca había una cocina. Era una auténtica chapuza que, con toda probabilidad, iría mal... pero a falta de instrumental profesional, tendría que recurrir a lo que hubiera en el entorno.

Luego apretó las ataduras de la mujer y puso un trapo en su boca. Probablemente, con el dolor, despertaría y volvería a desmayarse repetidas veces durante el proceso.

—Quizás el desuello no sea la técnica de tortura más conveniente.

Sí, era eficaz, pero muy limitado. Esa fue su deducción final antes de coger el cuchillo o lo que hubiera que cortase con precisión y se pusiera a cortar carne. El hueso... tendría que romperlo a la fuerza. Aunque, para un aparato, aquello no sería un problema. Sin duda, era toda una auténtica carnicería que descompondría el cuerpo de cualquier ser vivo. Por fortuna, Petrushka no era un ser vivo convencional.

Cuando terminara de cortar, sólo quedaría cauterizar la herida. Para ello necesitaba la sartén al rojo vivo...

Sabaka volvió cuando todo terminó. Se había deshecho del cadáver. Nada muy elaborado: una zanja de un par de metros de hondo y unas cuantas toneladas de chatarra vertidas encima de ella. Esa fué la improvisada tumba para el mamon de Metano.

Al poco llegó Fiodor: —Sacadla de aquí —hablaba de Zeta. La desgraciada había sobrevivido a la "intervención" y, como era de esperar, seguía inconsciente.

Después de decir aquello miró diréctamente a Sabaka.

—Esto ha llegado demasiado lejos —dijo. Sus ojos parecían de piedra—, y yo tengo una familia.

Tras él estaban Piotr y Duscha. El muchacho giraba la cabeza y se movía buscando un ángulo desde el que observar que había ocurrido recientemente en la cocina de su tío.

—Tu reunión con la Yakuza está arreglada. Mismo menú que la última vez —habló de manera fría, como si sacara las palabras de un congelador.

La cromada tiene una pierna menos pero esta viva. Eso es lo que importa, ¿no?. A fin de cuentas, no creo que le cause mucho trauma ponerse una prótesis de metal que haga juego con el resto de su careto. Quien sabe Petrushka, igual algún día hasta te lo agradece...

Sabaka, no me has dicho como te deshacías de ese cadáver, así que he optado por lo más simple: Zanja y chatarra.

 

Ahora tenéis tres frentes abiertos:

Fiodor quiere que os llevéis a la cromada fuera de aquí. ¿Qué hacéis con ella?. ¿Dónde la lleváis?. ¿La llevarás a tu cubículo, Sabaka?. ¿O la dejaréis tirada en alguna cuneta olvidada como si fuera un perro callejero?.

Sabaka, puedes reunirte con la Yakuza. Ya sabes; tartar de cangrejo con teriyaki picante en el Gyoyaku. La pregunta es: ¿piensas que van a interceder por ti frente a los cromados?. Si lo hacen te aseguro que les vas a deber una buena. Piénsatelo bien antes de pedir ese tipo de favores...

Otra opción es presentaros directamente en el territorio de esos gilipollas "tuneados". Tenéis la dirección, así que sería cosa de partir unos cuantos caretos de cromo...

^{Cubiculo de Sabaka. Vertedero.}

Cuando Zeta recuperó la consciencia se encontró tendida sobre el colchón de un reducido habitáculo cuadrado. Una pequeña compuerta hacía de entrada y, justo en el lado opuesto, el sucio cristal de un ventanal redondo le permitió ver las montañas de escombro y chatarra que se extendían hasta un horizonte monocromado. Tuvo la certeza de que aún seguía en ese estercolero que la gente llamaba comunmente Vertedero. Maldijo su jodida suerte.

—Yo no tengo problema con los putos cromados —la voz del dueño del cubículo hizo tambalear el sopor que la envolvía. «Joder... ¿Es que nunca voy a deshacerme de este capullo» pensó ella.

—El problema es que tus colegas me tocaron los cojones nada más verme —las palabras de Sabaka zumbaban en los oídos torturados de Zeta como avispas de cristal. Era como si le escuchara a través de agua turbia. Aunque había sobrevivido, su cuerpo y su mente parecían estar aún sumidos en una especie de letargo narcótico.

—Te podría haber matado un par de veces —miró al aparato que se encontraba de pie a su lado—, y mi colega aquí presente también.

El mensajero abrió un pequeño armario y de su interior extrajo una botella de vodka. Sorprendía lo austero del lugar. Un pequeño habitáculo atecnológico carente de cualquier lujo o aparato digital. Era simple como su dueño, provisto sólo de lo justo y necesario para sobrevivir.

Su mano no tardó en tender la botella de licor a cromada: —Estás en mi casa. Tienes vodka y estás viva, piensate que cojones harás a partir de aquí.

Se descolgó la mochila de mensajero de la expalda y extrajo algo metálico de allí. Era la pierna cibernética de Metano; el desgraciado que ahora descansaba a seis pies bajo la chatarra.

—Esto lo guardé para ti. Si la información que nos has dado es buena, es posible que tengamos el detalle de implantártela más adelante—miró fijamente a Zeta, impregnando de certeza sus próximas palabras—. Si es mala, tendré que replantearme lo que hacer contigo.

—¿Tú que dices Petrushka?. Yo voy a comprobar esa dirección. ¿Te apuntas?.

Fiodor no aceptaba más. Petrushka no le culpaba. Él tenía familia y, aunque ella no supiera lo que eso significaba, entendía que el hombre cada vez estaba sumiéndose más en una montaña de mierda sin haberlo provocado que raro sería que no terminara por salpicar a sus seres queridos. Sabaka parecía estar ya sumido en suficiente mierda como para importarle un poco más. Y ella... bueno, ella sólo quería volver a ver a Luka.

Por fortuna, Sabaka parecía tener un lugar al que ir. Ella le siguió, cargando con el cuerpo de la cromada como si de un saco de patatas se tratara. Eso había sido algunas horas antes. Ahora se encontraban allí, mirando cómo la cromada abría lentamente los ojos.

—Buenos días —le dijo con una amable sonrisa en su rostro, como si no le hubiera torturado y cortado una pierna horas antes. Sería difícil pensarlo si alguien veía aquella estampa. Luego miró a Sabaka y asintió con la cabeza—. Me apunto.

Era cierto que su cuerpo de aparto aún sufría daños superficiales. Pero para Petrushka aquello no tenía importancia. Ya se autorepararía cuando tuvieran ocasión. Debía liberar a Luka antes de que fuera más tarde, ésa era su principal prioridad.

Tras dar su opinión, miró aún con expresión amable a la cromada.

—Puedo instalarte la pierna. Será más funcional que la que tenías antes. La única condición es que hayas dicho la verdad. Si no, da por perdida la otra pierna.