Partida Rol por web

24 de Junio de 1897, 01:34 - Alrededores de Hyde Park, Londres.

Las húmedas noches de verano por fin hacían aparición. Dos Cainitas caminaban por el asfalto empedrado de Londres, a punto de dejarlo para adentrarse en Hyde Park.

La primera, Charlotte Tenuvre, del Clan Ventrue. Una pobre criatura caída en desgracia tras la muerte de su Sire, Victoria Ash, que poco a poco ha levantado cabeza, reincorporándose a la vida nocturna.

El otro, Peter Northman, del Clan Ventrue. Un despojado emocional con varios cadáveres en su pasado. Pero sabe mentir.

La mujer caminaba del brazo del hombre, como dictaba la etiqueta, sonriente. La pobre muchacha creía que aquella sería una cita, como cuando era humana. Ilusa.

- Ciertamente es usted un hombre muy interesante, Sr. Northman. Es increíble que nunca hayamos charlado antes... - comentó complacida.

-Se tiende a pensar que la vida eterna es ajena al tiempo, cosa que no es cierta -dijo mirando al frente-. No sé usted, pero a mí me parece que las horas y los años pasan exactamente igual que antes. La diferencia es que envejecer ya no me importa, pero tengo objetivos parecidos a los que tenía en vida.

-Yo no tenía demasiados objetivos en vida, para ser sincera... -dijo Charlotte. Sus dedos se aferraban al brazo de él; llevaba guantes negros y un vestido a juego. Todavía le resultaba redículo pensar que iba de luto por su sire, teniendo en cuenta que ella estaba muerta en cierto modo, pero era de las pocas cosas que había aprendido en su vida mortal y parecía lo correcto-. Debe ser maravilloso, tener una voluntad tan fuerte como para que sus objetivos hayan sobrevivido a su Abrazo.

-He dicho parecidos, no iguales. Como mi cuerpo, han evolucionado. Ahora son más... definitivos -contestó Peter sonriendo de medio lado-. Pero en su caso, señorita Tenuvre, es incluso mejor. Sin las ataduras de la vida mortal, un vampiro es libre de empezar desde donde quiera. Como quiera. Al fin y al cabo, aunque el tiempo transcurra igual que antes para nosotros, el mundo cambia a nuestro alrededor. Somos criaturas desincronizadas. Dentro de cien años miraremos este mismo parque y no lo reconoceremos. ¿Quién sabe, acaso, si usted no habrá dado la espalda a todo lo que creía hoy?

El asesino miró a Charlotte con intención. Vetas negras en el aura, había dicho Timothy. Vetas negras, marca de Diablerie. El Amaranto era una cosa seria, lo decía todo el mundo. Incluso entre los anarquistas estaba mal visto, cuando no prohibido. Peter lamentaba no haber podido probarlo con su sire después de estacarlo, pero por entonces el viejo sólo le había mencionado la luz de sol y el fuego como sus anatemas. Y eso fue lo que conoció.

-A propósito... lamento su pérdida.

Charlotte apretó los dientes, pero no dejó que se notara su rabia. Todavía le dolía la pérdida de su sire. Había sido mucho más que una simple mentora para ella y bajo su protección Charlotte se había sentido menos belicosa que de costumbre. Aquellos sentimientos de inquietud, aquellos impulsos violentos que desde niña le habían enseñado a reprimir, volvían con más fuerza que nunca, ahora que la había perdido y de un modo tan injusto.

-Gracias, señor Northman -dijo con voz queda, mirando al suelo. Y luego levantó la vista para mirarlo a los ojos, con una pequeña sonrisa-. Aquellos que mintieron para acusarla injustamente serán castigados en la misma medida, si es que hay justicia en este mundo.

-¿Y quiénes son ellos, exactamente...? -preguntó Peter al aire.

Charlotte apartó la mirada. Los ojos de aquel hombre le daban escalofríos, y ella no era mujer que se impresionara fácilmente con la oscuridad que algunos vástagos parecían rezumar. Pero aquel tenía algo distinto.

-No nos recreemos en temas tan desagradables -dijo finalmente la joven victoriana que todavía llevaba dentro, intentando suprimir los recuerdos de cómo se había alimentado de aquel malnacido para luego despedazarlo, llena de furia. 

-De acuerdo -repuso él con una sonrisa-. No he querido ofenderla, señorita Tenuvre. Sencillamente mi curiosidad por aquello que no he podido ver con mis propios ojos es a veces demasiada... Aunque, por otro lado, también soy curioso acerca de lo que he podido ver. ¿Por qué no nos sentamos un momento?

Peter buscó un banco que barrió con una mano antes de permitir que Charlotte se sentase. Tomó asiento a su lado y se quitó el sombrero para colocarse el pelo largo y lacio. Saboreó el momento.

-Ojo por ojo, ¿verdad? Y la justicia tiene que ser tan dura e inflexible como el crimen cometido.

Ella se sentó a su lado, agradeciéndole el gesto galante con una pequeña inclinación de cabeza. Recordaba haber jugado muy cerca de allí cuando era niña. El lugar no había cambiado apenas, aunque a la vez parecía casi otro lugar distinto del que guardaba en aquellos recuerdos; Londres era muy diferente sin la luz del sol, el ruido, la gente llenando las calles... Se pasaría por el West End pronto. Echaba de menos el gentío, que había sido una constante en su vida mortal.

-Así debería ser -dijo Charlotte, arreglándose un poco los guantes negros y dejando a un lado su nostalgia-. Pero claro, eso sería, como ya he dicho, si el mundo fuera justo. Rara vez lo es. Y además -dijo volviéndose para mirarle de nuevo a los ojos con perfecta compostura y frialdad-, no está en mi mano administrar esa clase de justicia. Ni siquiera pedirla. No soy más que una Chiquilla que se ha quedado sin protección y sin expectativas.
 

-Me temo que eso no es cierto y los dos lo sabemos -dijo Peter sosteniéndole la mirada-. Todos los vampiros tenemos armas y la capacidad y la voluntad para matar. Para matar a quien queramos... a quien creamos justo matar. Sabe a lo que me refiero, ¿verdad, señorita Tenuvre? Dejemos los juegos para los niños. Hablemos como adultos.

Charlotte se irguió y lo miró, alzando la barbilla con gesto orgulloso:

-No sé qué está insinuando, pero le sugiero que se retracte de inmediato.

Su voz no mostraba inseguridad y se alegró por ello; el estómago se le había encogido. ¿Estaba insinuando lo que ella creía? Como siempre, las emociones violentas despertaban aquello que su sire había mantenido a raya tantos años. Algo en el fondo de su mente quería lanzarse sobre él y golpearle la cara contra el hierro forjado del banco hasta que los sesos se le derramaran en el suelo. Pero se quedó mirándolo con indignación fingida, cada músculo de su cuerpo en tensión.

-Estoy insinuando lo que cree que estoy insinuando. La vi, señorita Tenuvre. La vi aquella noche, aterrada por lo que había hecho y casi en Frenesí, con vetas negras en el aura. La marca del Amaranto, ¿verdad? -Los ojos de Peter eran estremecedores, pero al sonreír se volvieron afables y cálidos-. Vamos, no voy a decírselo a nadie. Le he guardado el secreto este tiempo y no tengo intención de revelárselo a nadie más. Pero créame que siento verdadera admiración por su acto. Siempre me han fascinado los que, como yo, son capaces de romper el código y hacer su propia voluntad a cualquier precio.

Charlotte lo miró con los ojos muy abiertos. La habían visto. Tan sólo pensar en las posibles consecuencias la llenaba de pánico. ¿Sería verdad? ¿No iba a delatarla? ¿O sólo sospechaba y esperaba que picase el anzuelo y confesase? Aunque sólo fueran sospechas, parecía muy seguro de sí mismo.

-No voy a negarlo -dijo finalmente con voz ronca-. Yo... la acusaron injustamente, la asesinaron y yo no pude hacer nada. No sé si se le puede llamar justicia, pero al menos sé que hice algo para vengar su nombre. Estaba tan furiosa... no pude controlarme... -notó que la mandíbula se le tensaba con el recuerdo de aquella noche-. Y no me arrepiento -añadió, con absoluta frialdad.

-No hay por qué -dijo él con voz suave, casi tierna-. ¿Quién fue el finado? Oh, no me conteste. No necesito saberlo. En realidad lo que me interesa es el acto. ¿Cómo fue? ¿Es tan complicado como dicen? ¿Es verdad eso de que se... absorbe el alma?

-Para ser sincera... -dijo ella bajando la voz sin saber por qué-, casi no recuerdo nada del momento concreto en el que sucedió. Empecé a beber y sentía que intentaba luchar y zafarse de mí, y yo seguía porque si lo soltaba estaba segura de que me haría lo mismo que hizo con mi Sire. Estaba fuera de mí, sólo recuerdo la rabia que tenía dentro. Aunque sí recuerdo que al terminar sentí algo... como una ola de placer. Estuve a punto de caer en el Frenesí más absoluto. Hice pedazos lo poco que quedaba de su cuerpo. Fue una sensación... -se detuvo un instante, intentando expresarlo con palabras-. Fue tan intenso que apenas puedo describirlo.

Peter sonrió. Fue una sonrisa torva que hizo que los ojos pareciesen llenos de malicia. Pero estaba complacido por su relato. Algo entusiasmado, también. Si hubiese sabido lo que era el Amaranto cuando acabó con su sire, lo habría llevado a cabo. Pero no lo aprendió hasta mucho después. Siempre había deseado hacer la prueba, pero los riesgos eran demasiados y más aún cuando Timothy podía leer auras. Por el momento sus ansias asesinas quedaban satisfechas con la caza de mortales, pero cuando tuviese la oportunidad... ¡ah, entonces lo disfrutaría y mucho!

-No es de extrañar. Le había arrancado todo lo que puede quitársele a una persona. La sangre, el aliento, el alma. Tiene que ser una sensación potente. Y sobre todo cuando esa persona había enviado a su sire a la picota... Dígame una cosa, señorita Tenuvre, y sea todo lo sincera que pueda. ¿Lo echa de menos? La sensación de poder, quiero decir...

-No -respondió Charlotte-. Lo único que echo de menos es a... -se tragó su nombre-, a mi Sire. Pero no echo de menos el poder. Es cierto, soy más fuerte que antes tras haber acabado con esa alimaña. Pero nunca he tenido verdadero poder, así que no puedo echarlo de menos. Ni quiero. Yo forjaré mi propio poder, señor Northman. Cuando me Abrazó, mi Sire me dijo que nunca más tendría que temer a la muerte, y aunque he aprendido que aún es posible caer en sus garras, voy a seguir su consejo. ¿Sabe qué es lo más irónico de todo?  -sonrió y miró al cielo estrellado de Londres, visible entre algunas nubes- Que ella era la que siempre me mantenía en calma, la que evitaba que me desbocara. Yo ya tenía a la bestia dentro mucho antes de que me Abrazase. Y ahora que la han matado -en sus ojos había desasosiego, temor al descontrol, a lo que había reprimido tantos años-, la bestia se les lanzará al cuello. Y no habrá nadie para evitarlo.

Peter se regocijó. ¿La bestia que ella tenía dentro? El Ventrue sintió deseos de reír. Cada cosa que Charlotte decía era un nuevo motivo por el que admirarla e interesarse por ella.

-No hay muchos que posean esa bestia de la que habla, Charlotte -dijo él volviéndose hacia la Ventrue-. Hay muchos hombres y mujeres que matan, pero los que son como nosotros, los que poseen ese impulso... No abundamos. Pero soy igual que usted, Charlotte. Siento algo muy parecido, si no lo mismo. Me he dedicado toda mi no vida a comprender mi modo de ser y a conocer a otros como yo. Me siento afortunado, ahora mismo.