Partida Rol por web

Vesania y Supremacía

Prologue: In Manus Dei

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18/06/2012, 17:48
Director

24 de Junio de 1897, 01:34 - Refugio Personal de Mithras, La City, Londres.

Las húmedas noches de verano por fin hacían aparición. Una Cainita caminaba por el asfalto empedrado de Londres, dirigiéndose a una reunión con el Príncipe de la ciudad: Mithras.

La vampira era la hermana Judith, del Clan Salubri, aunque el resto de la ciudad pensaba en ella como una Caitiff, una Sin Clan, la tapadera perfecta para esconder los orígenes de su sangre y estar a salvo de las posible represalias Tremere.

El refugio personal del Príncipe era una gran casa, envejecida y decrépita en su fachada. No llamaba la atención, y parecía un esqueleto sin vida en medio de centro de Londres, casi como su dueño, con la salvedad de que Mithras sí que llamaba la atención. Vaya si lo hacía.

Cuando la monja entró a la propiedad, y tras tocar la puerta, un sirviente calvo y desgarbado le abrió la puerta, y la hizo pasar. Le informó que el Príncipe en breve la atendería. La habitación en la que esperaba era un estudio, muy funcional para los cánones Cainitas, con un enorme escritorio, y un gran número de estanterías flanqueando las paredes, con cientos de libros con títulos muy diversos. Encima de la mesa descansaban tres títulos en concreto: "Drácula", de Bram Stoker; "El Vampiro", de John William Polidori; y "Vesania y Supremacía", de Jemaine Wilburn Royce.

Apenas pudo poner una mano en el lomo del primero, antes de que escuchase una voz grave y sensual a su espalda.

- Buenas noches, Judith.

Mithras, indudablemente.

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18/06/2012, 18:59
Hermana Judith

-Excelencia. -dijo la monja, tras un leve sobresalto. La proximidad a alguien tan antiguo y poderoso siempre le resultaba inquietante, y no podía entender como a muchos Cainitas más jóvenes no se lo parecía. Quizá era la falta de perspectiva. Si lo que decían sobre el Ventrue era cierto, su edad debía rondar la que tenía Michael cuando ella le conoció, en Constantinopla... y estábamos hablando de un vampiro que creía ser un arcángel hecho carne. Se preguntaba cómo se vería Mithras a si mismo.

Se dio la vuelta, quedando de cara al príncipe de Londres, e hizo una breve reverencia. Luego se forzó a dibujar una ténue sonrisa.

-Buenas noches. No he podido evitar fijarme en los libros sobre su escritorio... ¿Tiene su excelencia un gusto por la... -dudó un momento sobre el término correcto a emplear- ..."ficción especulativa" que desconozco? ¿O está estudiando si representan una ruptura literária de la tradición de la Mascarada?

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19/06/2012, 00:29
Mithras

El Príncipe torció un poco el gesto. Habló mientras caminaba a sentarse en el escritorio, e hizo un gesto para que Judith hiciera lo propio en la silla de enfrente.

- Sólo... Intentaba ponerme un poco al día con las lecturas. Sobre todo teniendo al Sr. Royce entre los miembros de nuestra sociedad. Y pese a que ese Drácula parece ser una descripción absoluta de la vida de un Tzimisce, poco me importa si supone o no una ruptura de la Mascarada. Eso es problema de esos Chiquillos incordiosos de la Camarilla. No difiere en mi no-vida lo más mínimo.

Se sentó por fin, y cruzó su pierna izquierda por encima de la derecha, en su traje gris marengo.

- ¿En qué puedo ayudarte, Judith? Si has venido a eso... Sabe tu Dios lo que me complace conversar contigo. A diferencia de otros, claro.

Su voz nunca mostraba ninguna emoción clara. Era un Vástago altamente críptico.

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19/06/2012, 11:54
Hermana Judith

Judith esperó a que Mithras hubiese tomado asiento antes de sentarse en la silla del otro lado del escritorio.

-Yo aún no he hallado un momento para leerlo, ni ése ni la obra del señor Royce. Pero creo que por temática le falta uno, mi príncipe: se titula Carmilla y lo escribió un irlandés cuyo nombre no recuerdo -la monja dibujó una sonrisa inocente-. Una de las novicias de Santa Ana tiene un ejemplar escondido bajo su cama. Tengo entendido que es dificil de conseguir, no sé de dónde lo habrá sacado.

A pesar de que se enteraba de miles de secretos como ese, nunca delataba o reprendía a otra monja por algo tan sano como tener curiosidad. La madre superiora de ese convento decía que sólo había UN libro que las hermanas debían preocuparse en leer... pero la vida, o la no-vida, vistas desde sólo un punto de vista resultaban absurdas. Era como ir con la vida con sólo un ojo abierto, para no ver cosas que no quieres ver. Eso para Judith era inexcusable. Para ella, ni dos ojos bien abiertos habían sido suficientes. Había necesitado un tercero. Veía mucho más que la mayoría, y aún así sabía que le faltaba tanto por ver...

Pero ahora estaba en ese despacho por otro asunto. Uno que también concernía a las monjas, pero de un modo distinto.

-Esta noche no vengo sólo a hablar, lo lamento. Verá, el obispo me ha trasladado a Santa Ana porque en el convento dónde residía ultimamente, el de Westminster, se ha declarado una cuarentena. En lo que va de semana, dos novicias han muerto durante la noche, y el único síntoma es una grave pérdida de sangre. Alguien está cazando en MI refugio, excelencia. ¿Cree que me excedo en mis suposiciones si digo que no ha sido casualidad?

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19/06/2012, 22:21
Mithras

El Príncipe asintió con educación a la recomendación de Judith. Luego se pasó la mano por la barbilla, pensativo.

- No tienes enemigos declarados, Hermana... Al menos que esté dentro de mi conocimiento. Así que no sé qué motivo podría haber para ensañarse contigo adrede, y más cuando nadie sabe dónde está tu Refugio, excepto yo. Quizás a algún Vástago le ha parecido fácil tentar a las monjas, y ha encontrado un nuevo coto de caza. Sin más pruebas, no puedo hacer nada al respecto, lo siento. - Hizo una pausa y sonrió etruscamente. - Judith, no debes temer. Todo Cainita de Londres sabe que estás bajo mi protección. Nadie se atreverá a hacerte daño. De cualquier forma, ¿tienes alguna sospecha en particular? O al menos alguna pista que nos haga dar con el culpable...

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20/06/2012, 01:05
Hermana Judith

-No tendré enemigos declarados, pero usted sabe que tampoco gozo de mucho aprecio. En parte es comprensible por la mentira que he contado sobre mi origen, pero no son las hermanas las que deberían pagar por los problemas que tengan otros Cainitas conmigo.

Suspiró y se llevó la mano a la cruz que le colgaba del cuello, acariciándola con las yemas de los dedos mientras alzaba la mirada.

-Pero tiene su excelencia razón en que nadie debería saber mi refugio. Puede que el ataque no tenga que ver conmigo, o puede que sí y simplemente hayan elegido un convento al azar. No es por mi seguridad por la que temo. Puedo cuidar de mi misma, aunque ya sabéis que os agradezco vuestra protección. Lo que me preocupa es que alguien haya decidido, o decida en el futuro, que un modo de hacerme daño sin dar justificación a vuestra ira es atacar mi rebaño.

Agarró con fuerza los brazos del asiento mientras alzaba la mirada hasta encontrarse con la de Mithras.

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20/06/2012, 01:34
Mithras

Mithras hizo un gesto con la mano, desdeñando la preocupación.

- No es necesario ser extremadamente paranóico, Judith. No tiene sentido hacer conjeturas que no llevarán a nada. La verdadera pregunta es: ¿qué puedo hacer yo para que te quedes más tranquila? Eventualmente íbamos a llegar a esto, así que prefiero ahorrarte el mal trago de pedirlo.

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20/06/2012, 01:38
Hermana Judith

Por primera vez en lo que llevaban de conversación, una sonrisa geniuna se dibujó en los labios de la monja.

-Un gesto muy amable, mi príncipe, pero no hace falta que me ahorre nada. Se lo pediré de todos modos, pues si algo he aprendido más que de sobras es el valor de ser humilde.

Poniéndose seria otra vez, se inclinó un poco hacia delante en el asiento y analizó al Vástago sentado al otro lado de la mesa. Tan inescrutable como siempre, a pesar de lo buena que era ella "leyendo" a los demás.

-Su excelencia, el motivo por el que he solicitado una audiéncia esta noche es para suplicarle que prohiba la muerte de más monjas a manos de vuestros súbditos. Que se alimenten, si quieren, pero que respeten sus vidas. Sepa que ésto lo pido por tres razones: lo pido por mí, , lo pido por ellas, y lo pido por el bien de todos los cainitas de Londres.

Dejó un instante de silencio para que Mithras meditase antes de seguir.

-Le hablaré primero de mi tercera razón, pues es la que le importa como príncipe de la ciudad. En éstos tiempos la gente es menos ortodoxa, pero la fe aún tiene un gran peso. Las personas que sienten un gran fervor religioso se une a éstas órdenes anglicanas y llevan una vida de contemplación, sin molestar a nuestros asuntos para nada. Pero si estas muertes se siguen sucediendo, el miedo empezará a extenderse entre dicha gente... y ambos sabemos lo que emerge de la mezcla de fervor religioso con miedo a lo desconocido. Puede que varios de los vástagos de aquí no sepan lo que es, pero tanto usted como yo hemos visto incluso a Antiguos caer durante las noches de las hogueras, cazados y sacados a rastras de sus refugios por la inquisición. Los ingleses practican una religión más humilde y menos beligerante, esto no es España o Italia, pero ¿no queremos todos que ésto siga así? Sé que usted no está en peligro por un puñado de fanáticos con antorchas, pero una ciudad en paz es mucho más fácil de gobernar que una en guerra.

Suspiró y miró a Mithras a los ojos.

-Y su excelencia sabe bien que, incluso si todo quedase en un par de purgas que acaben con la muerte definitiva de uno o dos de los nuestros, es algo que en el continente los advenedizos de la Camarilla usarán para cuestionar su mandato.

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20/06/2012, 02:09
Mithras

Mithras frunció el ceño mientras la Salubri hablaba. Cuando Judith acabó su exposición, los segundos en los que estuvo callado parecieron una eternidad para la monja. Luego, se encogió de hombros, con despreocupación.

- Sea. Mañana lo ordenaré en el Elíseo. Ahora bien, alguien tiene que preocuparse de que se cumplan mis órdenes, y como comprenderás, Judith, no puedo internar a mis Sheriffs en todos los edificios religiosos de Londres. Ya sabes lo que produce a la mayoría de los Cainitas. Aquellos que no son como tú. Así que a partir de ahora, voy a decretar que todo el clero y la Iglesia serán dominio exclusivo de la Hermana Judith, la Caitiff. Problema resuelto.

El Príncipe dibujó una sonrisa maligna en su rostro.

- Estoy deseando que Valerius y ese demonio de Edward Bainbridge conozcan la noticia...

Y una risa grave, como una entrada al Infierno, escapó de su boca.

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20/06/2012, 02:30
Hermana Judith

Judith sonrió complacida cuando el príncipe le concedió lo que pedía y prometió anunciarlo en el Elíseo, pero cuando añadió que la totalidad de la iglesia y el clero de Londres pasarían a ser dominio suyo, la vampira no pudo evitar que la sorpresa quedase completamente visible en su habitualmente imperturbable rostro. Inclinó la cabeza a modo de reverencia.

-Soy su leal servidora, excelencia. Le aseguro que no tendrá motivo de queja alguna sobre éste... sobre MI dominio -se corrigió-. Huelga decir que puede contar con mi apoyo continuo a su gobierno, cómo hasta ahora. Y me aseguraré de que esa situación desfavorable que le he descrito no llegue a producirse.

No podía decir que no hubiese pensado en ello a veces; de hecho, se había planteado pedírselo al príncipe en un futuro, pero no esperaba que él lo sugeriese de éste modo. Si bien era cierto que la gran mayoría de los cainitas de la ciudad no tenían ni el interés, ni la inclinación ni el conocimiento necesarios para hacerse cargo de las instituciones eclesiásticas. Era posible que Judith fuese la única capaz de llevar esa responsabilidad, no sólo desde el punto de vista de la salvación de las almas de los implicados, sinó desde el punto de vista que Mithras miraba: el práctico.

Y a decir verdad, la idea de indignar al primogénito de los Usurpadores le agradaba. Dudaba de que por ofensas como esa fuese a abandonar la ciudad, pero quizá le empujaban a hacer alguna estupidez o a desafiar públicamente la autoridad del príncipe. Y eso podía acabar muy mal... para los Tremere.

Dále al César lo que es del César. En Londres, el César es Mithras, y todo es suyo. Y tras todo lo que ha hecho por mí, haré que cualquiera que quiera oponérsele reconsidere sus acciones. De un modo u otro.

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20/06/2012, 17:29
Mithras

Mithras, aún perdido en sus elucubraciones, sólo asintió.

Era un Matusalén. Nadie sabía qué pasaba por su cabeza. Llevaba 3000 años en este mundo. Cualquier Vástago al lado suyo era un niño en pañales. Judith sabía que cuando el Príncipe se sumía en uno de sus periodos internos, era absurdo hablar con él. Simplemente no escuchaba. Sólo sonreía, o sus ojos brillaban. Nadie, ni siquiera una Salubri como ella, podía discernir lo más mínimo lo que ocurría en su interior.

Era... exasperante.

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21/06/2012, 23:57
Hermana Judith

Judith aguardó la respuesta del príncipe durante unos segundos, hasta que se dió cuenta de que se hallaba absorto en uno de sus extraños "periodos de reflexión interna", por llamarlos de algun modo. No sabía si se trataba de reflexión, nadie sabía qué rayos ocurría dentro de su cabeza. Es decir, NUNCA nadie sabía qué tramaba Mithras, pero en esos momentos, aún menos de lo habitual.

Se recostó hacia atrás en el sillón y suspiró. No podía hacer otra cosa que esperar... y pensar en lo que el Príncipe acababa de concederle. No era sólo un privilegio, implicaba deberes, y muchos. Ahora, pocas cosas quedaban que se interpusiesen entre ella y las almas de los fieles, a las que debía salvar. Pero a su vez, debía cuidar de su rebaño como haría un pastor, alzando su cayado para ahuyentar a cuantos lobos se acercasen con los colmillos brillando bajo la luz de la luna. Para empezar con esas tareas, su peso dentro de la jerarquía de la iglesia debía ser mayor. Le tocaría hacer un par de "milagros" más, y lograr que la gente hablase aún más de ella... y así lograría que las figuras de autoridad en la Iglesia la tuviesen en cuenta. Luego tocaría descubrir en qué oídos debía susurrar y...

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22/06/2012, 12:42
Mithras

- Judith.

La grave voz de Mithras la sacó de su ensimismamiento. El Príncipe la miraba con tenacidad.

- Quiero que me jures fidelidad. Con un Vínculo. No quiero que vuelva a ocurrir otro episodio como Valerius. Tan sólo un sorbo valdrá. Lo entiendes, ¿verdad?

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25/06/2012, 16:48
Hermana Judith

La monja apretó los labios cuando escuchó la condición del Ventrue. Bajó la mirada y permaneció en silencio un par de segundos, antes de volver a encontrar los ojos del príncipe y responder.

-Usted y yo tenemos un sentido distinto de la moralidad, excelencia, y, aunque coincidamos en términos generales, en lo particular puede haber cosas que yo nunca haría y un vínculo me obligase a hacer. Eso puede alejarme de mi senda y mis principios, y eso es algo que no puedo aceptar.

Estaba inquieta, se lo notaba. Sabía que Mithras no recibía un "no" por respuesta muy a menudo y eso era por algo. Pero en ese tema, se mantendría firme. Además, creía que podía razonar con el matusalén, hacerle ver que no hacía falta un vínculo para asegurar su lealtad.

-¿De verdad cree que es necesario? Usted tiene en sus manos las dos cosas que más me importan: mi no-vida, a la que debo aferrarme hasta haber logrado la redención; y la posibilidad de que yo pueda trabajar en la salvación de las almas de los fieles que usted ha puesto a mi cargo. Lo segundo me lo puede negar tal y como me lo ha concedido... y lo primero, no sólo puede quitármelo por la fuerza usted mismo, le basta con decir mañana en el Elíseo cuales son mis verdaderos orígenes y toda la ciudad me querrá muerta.

Dibujó una sonrisa humilde antes de proseguir.

-Excelencia, yo no soy inglesa. Io sono di Milano. Mi lealtad no es para con esta ciudad, ni para con la Camarilla, el Señor me libre. Si he elegido esta ciudad es por quién la gobierna. Por usted. Y os juro por lo más sagrado, y con Dios nuestro Padre por testigo, que no conoceréis traición por mi parte.

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25/06/2012, 19:02
Mithras

El semblante impertérrito de Mithras no cambió un ápice mientras Judith acababa su soliloquio. Los segundos que transcurrieron al terminar, parecieron como lozas que caían encima de la monja, pausadamente, poco a poco. El Príncipe no sonreía, ni hacía muestra alguna de sentimiento. Sólo observaba a la Salubri, sosteniendo su mirada.

- Sea. Voy a confiar en tí, Judith. No me defraudes.

Luego se levantó de la silla, se giró y se perdió en el gran ventanal, observando su dominio en la noche.

- Eso será todo.