28 de Junio de 1897, 05:17 - Templo Central de Set, Whitechapel, Londres.
La noche estaba ya cerca de su fin. Gerald Ryker acababa de volver a la Capilla, con la cercanía del sol pesándole en los párpados. La peste que despedía, a proletariado, a sudor y a cerveza, delataba en qué clase de local había escogido para pasar la noche. Pero a pesar de aquel olor, del que sospechaba que no iba a librarse nunca, el Setita tenía motivos para estar de buen humor. Para empezar, había conseguido avanzar en su plan para desestabilizar la posición de Mithras. Y finalmente, había descubierto que aparentemente Valerius le había concedido permiso para cruzar su territorio, colindante con el de su sire. Al menos, nadie había ido a detenerle aquella noche.
No era el único que estaba en buena disposición aquella noche. Halim estaba en un despacho, aparentemente incapaz de dedicarse a una sola actividad. Parecía tenso, lleno de energía, y aunque no sonreía, la peste a alegría y regocijo competía con la del aliento de los obreros y la mugre de las mesas que se le había pegado en la ropa. Apenas le prestó atención a su chiquillo, ocupado en ordenar distraídamente unos sobres que no estaba leyendo.
Cargaba aquel olor con una satisfacción algo incómoda, como si fuera un problema que debiera solucionar lo antes posible. Sin embargo, la extraña forma de actuar de Halim le suscitó la curiosidad suficiente como para quedarse allí un rato más.
- مساء الخير، السيد* - dijo el setita con una inclinación de cabeza. La última vez que habían hablado de verdad la cosa había salido un poco torcida: iba a intentar por todos los medios que aquella noche no siguiera su mismo curso. Su manera de tratarle desde entonces también se había formalizado un poco. - Si está ocupado puedo venir en otro momento. -
*Buenos noches, señor
Halim levantó la vista, y aunque recuperó su porte habitual de inmediato, le recibió con más calidez que de costumbre. Abandonó la tarea de ordenar los sobres y abrió los brazos hacia su chiquillo. La furia con la que le había despedido en su última conversación había desaparecido por completo.
-No, hijo mío. Por suerte parece que la desgracia siempre viene seguida por la fortuna, al menos en el camino de Set. La Camarilla está de luto, y sólo eso ya es motivo de celebración.
Frunciendo el ceño, Gerald se despojó de su chaqueta y de su sombrero colgando ambas prendas. Se sentía algo más liberado, quizás por la influencia del refugio de su Sire. Sonrió ligeramente ante el amable gesto de Halim y supo de inmediato que aquella 'nueva' iba a ser realmente un bombazo: pocas cosas podrían poner al setita de aquel repentino buen humor.
- Realmente es una noticia... inesperada. - dijo, curioso. No podía tratarse de Masters: sabía que había provocado algo en su Sire al contarle aquello, pero por cómo le estaba hablando el setita no parecía tener nada que ver con lo que fuera que había ocurrido - Uno menos en la estructura de la ciudad siempre es una oportunidad para añadir una nueva pieza de Set al tablero. ¿De quién se trata? -
-Horace Holden ha desaparecido. Es casi seguro que ha conocido la muerte definitiva. -Chasqueó la lengua teatralmente y rodeó el escritorio-. Quizá debería habérselo pensado mejor antes de relacionarse con ese escritor y con su chiquilla. Su sangre les hace inestables. Esto tenía que pasar tarde o temprano, pero el Príncipe no dejará que Jemaine salga impune. Las cosas tienen una manera de solucionarse solas, ¿no te parece, hijo mío?
Gerald conocía lo bastante a su sire para saber que, por muy Camarilla que fuese, la muerte de Horace Holden no era bastante para ponerle de tan buen humor. Era obvio que había algo más.
Gerald únicamente alzó una ceja ante la noticia, pese a estar realmente sorprendido. Horace y Jemaine siempre habían sido todo lo amigos que podían ser dos cainitas como ellos. Sin embargo el miembro del Clan de la Rosa era un trepa que siempre buscaba el mejor asiento desde el cual disfrutar de sus placeres y Purity Drummond era uno de ellos, o esa impresión le había dado el Toreador en su presentación del Elíseo. Quizás eso había provocado la ira del protector Sire pero... ¿hasta tal punto? O no había sido él el ejecutor o había algo más que se le escapaba.
- Horace Holden siempre tenía la mala costumbre de meter el hocico a propósito y sonreir orgulloso por su indiscrección. - dicho así, la actitud del Toreador no le sonó muy distinta a la suya en alguna que otra ocasión. Debía tener más cuidado para no acabar con él. - El diletante está bien dondequiera que esté ahora... un estorbo menos. Con sus peros, Holden era uno de los pocos 'aliados' que Jemaine tenía de su parte, aunque fuera por interés. Es posible que alguien más haya movido esa ficha... -
El setita clavó sus ojos en Halim, con curiosidad. - Sin embargo, nadie hará caso al resto de posibilidades mientras tengan la cabeza de turco en la que se va a convertir el Malkavian. Y parece que eso beneficia a Set, ¿no es así? -
Halim soltó una risa que podía haber significado muchas cosas.
-Ah, ahora veo más que nunca que hice bien al ponerte al servicio de Set. Tienes razón, sin duda el que todas las miradas estén sobre Jemaine y su chiquilla protege los intereses de Set. Y por tanto los míos.
Gerald miró a su Sire mientras se acercaba a una silla como si le pidiera permiso para sentarse y después lo hizo. Observó a Halim con calma para ver si podía sacar algún dato más de todo aquello.
- Pensaba que Horace era un alfeñique en esta sociedad, pero ya veo que me equivocaba. ¿Cómo nos beneficia esto a nosotros y qué podemos hacer para aprovecharnos al máximo de la situación? ¿O acaso el Toreador tenía algún tipo de información comprometida que ahora ya jamás saldrá a relucir? - preguntó ladeando ligeramente la cabeza
-Creo que ya le hemos sacado el máximo provecho a la situación. Cuanto antes se ocupe ese sabueso de Jemaine y de su chiquilla, antes se olvidará todo esto -respondió, muy satisfecho, y se dirigió a la puerta.