Partida Rol por web

Estepas de Kwonzyi, Chu Ye

El viaje desde el Bosque de los Espíritus había sido festivo tras el éxito en obtener el tercer pergamino.
La cubierta del Valeroso había vivido una fiesta todavía mayor a la celebrada tras la visita a Yashabaru.
El alcohol, de distintos grados y procedencias, había corrido como el agua, así como el tabaco y quién sabe qué más.

Obviamente, no todos se desmadraron de la misma manera.
Alandrel era un elfo, una raza seria y elegante por naturaleza, así que fue bastante comedido en lo que bebió. Si era producto del alcohol o no, estaba por saber, pero lo cierto era que estuvo bastante más hablador de lo habitual… sobretodo con Keiko.

La Princesa Yeomi, obviamente, no se desmadró en absoluto, y con tomar un trago de ron ya pareció arderle la garganta y se abstuvo a probar el Shochu u otras cosas que tenía Alfredo en su bodega.
Aún así se quedó a charlar y reír, incluso se atrevió a cantar al compás de la guitarra de Alfredo.
También se la vio muy preocupada por Seijuro, que había regresado al mundo de los vivos tras el épico combate contra el dragón.

Hakko por supuesto que se apuntó a la fiesta, bebiendo váyase a saber cuantas copas, y terminando en un estado bastante lamentable de embriaguez.
Se le vio chinchando a Shen Long, pues parecía haberle cogido el gusto a ello, o quizás estaba tonteando.
Pero lo cierto es que aquella noche no dormiría sola, y se rumorea que no fue el Aasimar su pareja si no el Semiogro…

Yun Mei estuvo en su salsa. Ella y Hakko fueron las que más se desmadraron. Era increíble cómo una humana podía aguantar tanto alcohol en el cuerpo… y tantas horas en la cama; pero eso último sólo lo sabía alguien muy mono.

Y qué decir del Capitán. Alfredo era una esponja de cómo tragaba, y en su pico se metió tabaco en pipa y algo que olía a hierba.
Terminó que no sabía ni encontrar su camarote, acompañado de un Tengu… ¿o sería una Tengu?

Tras una resaca de campeonato y de descubrir que las reservas de alcohol habían descendido preocupantemente, llegasteis a las costas de Chu Ye.

La nación gobernada por los Oni, era probablemente la más hostil de todo Tian Xia y seguramente de Golarion.
Y aún así, teníais que entrar en sus tierras y conseguir el Pergamino de la Vida.
Sólo sabíais que había estado custodiado en un templo de Irori llamado Yuenshu, pero era de sobras conocido que los Oni lo habrían borrado de la existencia y ahora podría estar en cualquier lugar.
Aunque existía la remota posibilidad de que hubieran destruido el templo sin encontrar el pergamino y siguiera enterrado en sus ruinas.
Sea como fuera, el templo en cuestión no estaba precisamente en la costa, si no en lo que ahora se conocía como Montañas del Fuerte Nocturno, en mitad del país.
Para llegar hasta allí teníais que cruzar una zona árida, llena de montañas y llanuras sin nada. Y nada significaba nada; ni un árbol, ni un río, ni un animal, ni una población.

Aunque en realidad sí había árboles, pero todos eran restos semi calcinados de lo que un día fueron.
Y sí, también había ríos, pero por ellos fluía lava, o en otros casos algún líquido de color verde oscuro burbujeante que humeaba de forma preocupante.

Todo acompañado de un cielo donde unas densas nubes negras no dejaban ver el cielo.
Y cuando se podía ver, éste era de un color rojizo malsano.
Por suerte no llovía, porque de hacerlo saborearíais una peligrosa lluvia llena de restos de ceniza y sulfuros ácidos.

Alfredo se había quedado en el barco con la tripulación, pero a estas alturas Yun Mei ya formaba parte del grupo con el permiso del Tengu (o incluso sin él).

De vez en cuando veíais restos cubiertos por la ceniza de antiguos edificios, ahora convertidos en poco más que piedras desperdigadas aquí y allá.
Por si fuera poco, el aire estaba viciado, costaba respirar y algo os decía que pasar allí una larga temporada no podía ser bueno para vuestros pulmones.

Lo único bueno de ese desolador paisaje era que nadie, ni siquiera los Oni, tenían motivos para pasar por aquí.
Así que pudisteis avanzar hasta divisar las escarpadas montañas que estabais buscando en el horizonte.

Os deberían quedar uno o dos días de camino, quizás menos si recurríais a la Magia. El cielo estaba lleno de ceniza flotando y de vez en cuando una de esas montañas escupía lava al cielo, y probablemente a sus alrededores.

¿Tenemos que ir allí? preguntó Yun Mei, con la boca y nariz envueltos en una tela, casi pareciendo una bandolera.

Lady Yeonmi, ¿habéis visto algo sobre este lugar? preguntó Alandrel.

La Princesa suspiró un momento.
Creo… creo que he visto esta montaña. Pero era muy distinta. Era un lugar rodeado de verde, con una aldea a sus pies. En ella había un templo, una pagoda de gran altura.
No puedo estar segura de si es el mismo lugar… respondió, mirando incómoda al elfo.

Alandrel asintió y os miró.
Quizás podamos probar a Detectar Magia… miró a Arashi y Shen Long …si el pergamino está en algún lugar, podríamos llegar a detectarlo. Pero puede llevar muchísimas horas. propuso, viéndose que no estaba del todo seguro de llevar a cabo su plan.

Cuanto más avanzaba la aventura más unidos estaban todos los integrantes de la compañía. Se notaba en los momentos de peligro, pero sobretodo durante las fiestas a bordo del Valeroso, que realmente eran para recordar. Se lo comentó más de una vez a Alfredo rodeando su ombro con el brazo amigablemente intentando disimular lo que le costaba aguantar el equilibrio a medida que avanzaba la celebración. Con quien no tomó tales confianzas por prudencia fue con la princesa Yeomi, de quien no se separó en ningún momento, y más viendo que ella se sentía cómoda en compañía del samurai.

Cuando desembarcaron el paisaje era desolador, pero avanzaron sin demora. Seijuro se ató, como algunos de sus compañeros, un pañuelo que le protegía la nariz y la boca. En todo momento estaba buscando señales de vida o peligros con los que se podrían encontrar. Durante la marcha, y de repente, cayó en que había una Oni en la compañía.

— Debe ser agradable volver a casa, no Lena?— Preguntó con algo de Ironía.

Cuando divisaron la montaña y la princesa la describió verde en su sueño se preguntó si aquí estaba pasando algo raro. — Eso es siempre así chicos? O es que ha pasado algo recientemente? — Seijuro sabía poco de ese país, que era poco amistoso, pero poco más.

Las festividades a bordo del barco se volvían cada vez más animadas y emocionantes, y Arashi estaba encantado con la situación. Comparada con su vida anterior, esta aventura ofrecía una emoción y adrenalina que nunca había experimentado. Prefería enfrentarse a los peligros que les aguardaban si eso significaba la posibilidad de disfrutar de un buen trago de alcohol y, quizás, la compañía apasionada de una amante. Estaba decidido a dejar una marca imborrable en esta travesía, asegurándose de que su paso como semiogro fuera recordado por todos.

Sin embargo, a medida que el viaje en barco continuaba, el paisaje se volvía cada vez más desolado y opresivo. La falta de vida y la densa nube de humo que llenaba el aire creaban un ambiente que contrastaba con las buenas vibraciones de la fiesta.

- ¿Una aldea? ¿Un templo? Creo que deberíamos empezar por ahí. - dijo Arashi, señalando la zona que la princesa delimitaba. El objetivo estaba claro: explorar, buscar pistas y encontrar el esquivo pergamino que tanto necesitaban.

- No habrá nadie cerca, ¿verdad? Podríamos echar a volar, Sun, quizás haya algo que ver.

Keiko se detuvo en un saliente rocoso para otear el terreno que se abría a los pies de la compañía. Aquel yermo de fuego, cenizas y roca negra era lo más cercano que se podía imaginar a Yomi, un verdadero infierno en la tierra. 

-Estamos contemplando el destino de toda Tian Xia si fracasamos en nuestra misión... -dijo en voz baja en respuesta a la pregunta de su hermano, pero lo bastante audible para todos sus compañeros.

¡Qué contraste con los exhuberantes bosques donde habían recuperado el anterior pergamino! Su aventura ya les había llevado hasta las profundidades del océano al Bosque de los Espíritus y ahora hasta Chu Ye, la Tierra de los Oni. ¿Donde más les llevarían sus pasos? ¿Qué asombrosas o terribles vistas les aguardaban aún?

Eso mismo había hablado con Alandrel a bordo del navío, durante la festiva celebración de su victoria. Keiko había bebido algo de sake, lo bastante como para hacer enrojecer sus blancas mejillas, pero se abstuvo de ir más allá. No le gustaba perder el control de sus actos, y su sentido de la disciplina no le permitía ceder al desenfreno hasta el punto de la embriaguez. Había subido a cubierta a contemplar el estrellado cielo nocturno, para despejarse un poco en la fresca brisa marina, y Alandrel se había unido a ella junto a la baranda. Pasaron buena parte de la noche hablando sobre sus viajes pasados y futuros. El onmyoji era el primer elfo que había visto Keiko en toda su vida, y sentía una gran curiosidad por su pueblo, que él satisfizo con mucho gusto.

Se obligó a volver al presente.

-Recordad al dragón -respondió la kensai a la propuesta de Arashi de explorar el territorio desde el aire-. Por tierra podemos pasar desapercibidos, pero si hay criaturas voladoras surcando los cielos, echar a volar podría llamar su atención.

Los días celebrando sus hazañas habían pasado, el vanara los había disfrutado como si el mundo fuese a terminar su existencia. Lo necesitaba. Se había embarcado en un viaje cuyo incierto destino comenzaba a alcanzar el ecuador, pero ninguno de ellos sabía si llegaría al final. No iba con él preocuparse por eso, así que agradeció que se abriese la bodega de la nave y corriese el alcohol para todos, había podido ver cómo sus compañeros tenían un lado humano. La mayoría.

Tampoco había pasado aún por su camarote, pero ni siquiera lo echaba de menos. De vez en cuando hacía alguna escapada, acompañado en la nube, lo que le daba la sensación de libertad que en aquel cascarón no tenía. Así que al final se había terminado acostumbrando al agua, le sorprendía cómo empezó a no echar de menos estar en tierra firme.

Menos aún cuando llegaron a su siguiente destino. La tierra yerma dio paso a un terreno asolado por el fuego, un poder mucho mayor de lo que hubieran previsto había asolado hasta donde podían ver, y quizá mucho más allá.

- Si no es un dragón debe ser algo que se le parezca.

Wufan no soltaba el bastón, tenía la sensación de que podía necesitarlo en cualquier momento y sus mayores temores no eran hacia una criatura, sino hacia un ejército capaz de devastar la tierra como había visto esta.

- Lena, espero que los tuyos no tengan este poder.- Comenzaba a valorar de otro modo a los de su raza.

Pero la propuesta de Arashi supuso poder salir del estupor.

- Si.- Fue lo único que dijo haciendo caso al hechicero y de pronto se llevó los dedos a los labios para llamar a la nube, que lo elevó en el aire no sin antes dirigirse a Yun Mei.- ¿Vienes?- Dijo mientras le tendía el brazo.

Lena intentó usar la fiesta en el barco como algo para distraerse de su próximo destino. Bebió, comió y rió con aquellos que empezaban a sentirse como una familia. Puede que su cuerpo no lo sintiera, pero su corazón empezaba a descubrir que en su compañía cualquier lugar podía ser su casa. No fue muy tarde cuando se fue a dormir, preparándose para unos días de duro entrenamiento antes de regresar a su lugar de nacimiento. Los próximos días se los pasó trabajando y entrenando como nunca, cualquier cosa para sacarse de la cabeza el destino que se acercaba.

Al poner un pie en Chu Ye, Lena suspiró preparándose para otra aventura. Se sentía extraña, la calor era como un abrazo tierno para ella y los gases del aire le recordaban a su infancia. Era como si ella fuera una pieza de un puzle y ese páramo su perteneciente lugar. Encajaba demasiado bien, pero lo que su cuerpo llamaba casa su corazón lo rechazaba. Decidió encabezar el grupo para atraer cualquier atención, mejor que la primera impresión fuera la de alguien de esas tierras. Al rato giró la cabeza para responder a las preguntas de sus compañeros.

-Claro Seijuro, no hay nada como volver a los páramos que me convirtieron en quien soy ahora-Dijo con una alegre sonrisa, tratando de no preocuparlos, antes de dirigirse a Wufan-Que yo me acuerde no, era muy pequeña cuando abandoné este lugar. Pero estoy segura de que si tuvieran este poder a mano ni las montañas quedarían de pie.

Aquel páramo era un lugar donde a simple vista no había nada más que desolación y restos, en su mayor parte engullidos por la ceniza y la lava solidificada, de una antigua civilización.
Era obvio que los Oni habían llegado a este lugar de Tian Xia por algún motivo oscuro, y que antes de su llegada, otros habrían poblado estas tierras.
Así que, los restos de edificios que veíais, podían ser de esa antigua civilización.

Sea como fuera, una patrulla por los aires sirvió a Wufan para constatar dos cosas: que no había nada más allá de desolación, y que algo o alguien se acercaba a vuestra posición.
De hecho, la humareda que levantaban era tan considerable, que incluso desde el suelo los veíais venir.

Eran media docena, quizás alguno más, de jinetes.
Saltaba a la vista que no eran humanos, por su descomunal envergadura aún y montados.
La distancia imposibilitaba ver más detalles en ellos, pero sí os quedó claro que lo que montaban no eran caballos si no una especie de gigantescos lagartos de fuego.
No teníais claro si venían justo en dirección vuestra, pero si os quedabais allí en medio os iban a ver si es que no lo habían hecho ya a esas alturas.

La presencia de los jinetes es preocupante

"Estan a una simple carga de golpearnos, No deseo derramar sangre, ni siquiera la de unos Oni, pues toda forma de vida puede alcanzar la salvación y la iluminación. Mas mucho temo que obtener la Leccion de la Vida es un imperativo ahora"

"Arashí ¿Nos puedes hacer invisibles?"

Esperando la respuesta de Arashi, Wufan agarró a Yun Mei y la subió al Kintoun antes de elevarse por los aires alejándose de la ruta que parecían llevar los jinetes. Era probable que no tuviesen nada contra ellos y solo estuvieran en su camino, pero también que fueran hostiles y el motivo de la carrera fuera que los hubieran visto desde la distancia.

El vanara no iba a estar cerca para comprobarlo y paró la nube a una distancia prudencial, presto para ayudar al resto si eran atacados.

El semiogro asintió, consciente de que no había tiempo para reaccionar.

- Puedo hacer invisibles de uno en uno, así que ocultaré a la princesa, a mí mismo y a Shen Long - explicó con rapidez -, aunque temo que solo la princesa logre quedar oculta a tiempo.

Arashi se aproximó a la mujer con velocidad pero también pensativo, tratando de encontrar una solución en medio de esta situación delicada.

- O bien intentamos hablar con ellos - sugirió en voz baja, dirigiendo su mirada hacia los recién llegados -, o nos lanzamos al suelo y esperamos a ver si pasan de largo. Esas son las dos opciones que se me ocurren, y casi diría que lo mejor es preguntar por qué están aquí. Quién sabe, podrían llevar el pergamino con ellos.

El semiogro esperaba que la princesa y Shen Long estuvieran de acuerdo con su enfoque, ya que la situación era incierta y debían tomar decisiones rápidamente para evitar cualquier conflicto innecesario en este paisaje desolado y peligroso.

Seijuro se quedó perplejo ante el optimismo de Arashi, però no lo mostró. — Puede que sean amistosos, pero lo dudo mucho. Por las experiencias que hemos tenido hasta ahora los bichos feos que hemos visto escupiendo fuego han sido bastante hostiles. — Aún tenía reciente el último encontronazo. — El último casi me mata... Bueno en realidad me mató. — Se sentía bastante extraño haciendo esta afirmación.

Se mostró totalmente de acuerdo en que empezara con la princesa. Pero no había tiempo para invisibilizarlos a todos. Wufan y Yun Mei saldrían volando. Aunque no tenía claro que pudieran hacerlo sin ser vistos. Quién sabe, quizá sin quererlo servirían de señuelo, pero con eso los jinetes seguro que no pasarían de largo. Aún así confiaba en la habilidad del Vanara para pasar inadvertido. Hakko ya había demostrado que sabía apañarselas en ese tipo de situaciones, así que quedaba él, Shen long, Alandrel, Lena y su hermana. Demasiados.

Miró rápidamente hacia donde se suponía que se dirigían esa gente, por si por casualidad podía ver su posible destino. Sea como sea el camino parecía pasar por donde se encontraban ellos. Pero no se entretuvo más en sus pensamientos. Había que reaccionar rápido. Se dirigió al promontorio más cercano que pudiera cubrirle, y conminó al resto a hacer lo mismo. — ¿Se me ve? — preguntó sin alzar mucho la voz.

No estaba seguro que esto sirviera de mucho, pero por lo menos si de buenas a primeras no quedaban todos visibles no podrían saber cuántos eran y alguien tendría alguna posibilidad de sorpresa, en el mejor de los casos.

Y si todo fallaba, pensaba en Lena, quizá podrían apelar a la hermandad entre semejantes. — Vaya opciones más precarias... — Pensó para sus adentros.

Los jinetes avanzaron hasta quedar a unas pocas decenas de metros de donde estabais los que no os habíais movido.
Sea como fuera, en un principio no parecía que fueran a prestaros atención, si bien los movimientos de Seijuro intentando esconderse y de una nube sobrevolando sus cabezas, hicieron que se percataran de vuestra presencia, o al menos de la de algunos de vosotros.

Se detuvieron de golpe, analizando la situación a su alrededor.
La mayoría sacaron sus armas, que eran Tetsubo, Ono (Hacha), o incluso algún No-Dachi (Espadón) con la hoja serrada.
Uno de ellos se adelantó, con una Naginata, cómo no, también serrada.

¡Ni un paso más! vociferó, en un Tian con un extraño acento.
¡¿De dónde os habéis escapado, esclavos?! dijo, mirando a los que estaban a la vista, Shen Long, Seijuro, Arashi, Alandrel, Wufan, Yun Mei y Keiko, mientras los lagartos siseaban de forma amenazante, sacando humo y pequeñas llamaradas de sus bocas.

Al vanara le molestó el tono altivo.

- No somos esclavos, y será mejor que cuides tus palabras.- Sabía que podía perjudicarles hablar así pero no estaba dispuesto a claudicar, aunque si suavizar el tono.- Tampoco tenemos nada contra vosotros, no somos enemigos. Venimos desde muy lejos y esperábamos algo más de cortesía oni.

Miraba desde arriba al grupo, especialmente a los lagartos.

- Grandes bestias, jamás había visto algo así.

Me quedo cerca de Wufan. Ninguna civilización digna permite la existencia de esclavos. Se que los occidentales de Absalon, hasta el más borracho de sus dioses odia a los esclavistas. Así que contengo mi furia como bien enseñó el gran maestro

"Somos ciudadanos libres, y libres permaneceremos" digo firme como la roca
"Podeis elegir si quereis tratarnos cordialmente, o si preferiis enfrentaros a nosotros. Sólo os advierto de que ese de ahi" y hago un además a Seijuro "Es el verdugo de Yuk-Kuthor, el liche más terrorífico de todos los oceanos y quien escapó de Pharasma por milenios. Mientras que ella" y mi mirada se dirije a la Kensai "Ella es la ejecutora de Dragones, y ya han caido las peores sierpes a su espada"

Luego la mirada se posa en Arashi "El poder de este hijo de la magia le permite doblegar el fuego y el rayo, y ha abatido ejércitos él solo. Y respecto a él" y apenas me atrevo a posar los ojos en Wufan, el hijo del cielo "La capacidad y poder de este sabio bajo el cielo, es más grande que el de cualquiera de nosotros"

"No se trata de que siquiera herirnos es una posibilidad excepcionalmente baja aun en las circunstancias más desesperadas. Es sencillamente la imposibilidad más impensable, aun a la mente mas inculta"
"Bajad las armas, y atened a nuestros motivos, caballeros. Sed razonables"

Habían visto a sus compañeros, eso era mala señal. Parecía que ella seguía oculta, pero la idea de tenderles una emboscada no parecía ser muy sensata. Rápidamente, escondió su collar, por si acaso, y se levantó acercándose al grupo. Apoyaba su tetsubo en su hombro para intentar transmitir control de la situación, si olían el miedo se les lanzarían encima como lobos a por su presa. Sus ropajes, sus armas... Todo era caro y no había nada que moviera más a un oni que el poder y la riqueza. Si eran demasiado estúpidos les intentarían robar y si eran demasiado listos les llevarían a una trampa, de eso estaba segura.

-Gracias Shen Long por las presentaciones-Dijo Lena apoyando una mano en su hombro con su típica sonrisa-Estos de aquí son los temibles jinetes del señor, como patrullas de vuestras tierras que buscan gente que rompe reglas. Es obvio que les llamasteis la atención, un esclavo fugitivo es alguien que rompe la ley.

Tras decir eso miró a los jinetes, tomando un paso hacia delante y dirigiéndose a ellos.

-Como bien les ha informado mi compañero de piel suave, venimos en paz y con intención de negociar con el señor. Se han asustado un poco al ver tales imponentes guerreros, no tomen sus palabras como amenazas.

Sus compañeros no le habían seguido, y Seijuro, con lo poco habituado a esconderse y preparar emboscadas quedó a medio camino, un poco herido en su orgullo por escoger él mismo esconderse en lugar de encararse a lo que venía. Casi parecía que lo hubieran pillado yendo a mear, o eso esperaba él, y así prefería que fuera.
Cuando los jinetes empezaron a hablarles volvió junto a ellos con paso relajado pero con la mirada fija al que estaba hablando. Cuando Shen Long le mencionó estaba llegando justo a su grupo y se paró, mostrando actitud de estar preparado en todo momento para desenvainar su katana. Y en realidad así era, siempre.
De esta forma esperó lo que había de acontecer. De momento no había necesidad de intervenir, podía aguantar el tono de los Oni, ya que era el que tenían que utilizar con cualquier extraño que se encontrara en sus tierras, pero por supuesto no iba a permitir que siguiera semejante trato después de las explicaciones de sus compañeros.

El semiogro optó por mantenerse en segundo plano mientras la conversación se desarrollaba. Se mantuvo atento, pero en silencio, confiando en que Lena estaba tratando de establecer un diálogo pacífico con los soldados.

- Aquí no hay esclavos, sino grandes luchadores que ya han llevado a cabo importantes proezas - afirmó, buscando evitar cualquier conflicto innecesario puesto que la oni trataba de avanzar en una conversación.

Arashi compartía esa esperanza. Esperaba que estos soldados no optaran por la opción de hacerlos prisioneros, ya que eso solo conduciría a que las armas brillaran una vez más y el campo de batalla se tiñera de rojo. La tensión en el aire era palpable mientras todos esperaban la respuesta de los recién llegados, con la esperanza de que la diplomacia prevaleciera sobre la violencia en esta situación crítica.

Los guardias estaban atentos a cualquier movimiento, evaluando la veracidad de vuestras palabras.
Lena sin duda captó su atención, no por nada era una de los suyos.

El que había hablado anteriormente volvió a tomar la palabra.
¿Qué clase de broma es esta?
Una Oni viajando junto a paliduchos, mujeres y ¡un elfo!
Me hubiera gustado oír que son tus esclavos, pero supongo que eres una fugitiva… sus compañeros os observaban con claro desprecio.

Ya deberías saber que no está permitido deambular por las tierras del Señor de Chu Ye.
No sé cómo habéis llegado hasta aquí, pero infórmanos de los motivos de vuestra presencia ahora.
Y cualquier triquiñuela la pagareis duramente. exigió en un tono severo, mirando a Lena principalmente.