Partida Rol por web

El semiogro se hallaba sumido en la sorpresa mientras los acontecimientos se desenvolvían a la velocidad de la pólvora. De repente, se vio inmerso en una pelea contra semidemonios y, casi sin darse cuenta, pasó a estar al borde de ser salvado por la capitana, quien, con su elocuencia y astucia, logró convencer a los oni para que cambiaran de parecer. Aunque Arashi habría disfrutado de una buena y franca lucha para desfogar sus tensiones, decidió armarse de paciencia, al menos por el momento.

Con una expresión de incredulidad, compartió una pequeña revelación acerca de sus habilidades mágicas.

- La invisibilidad, y me podría alterar a mí mismo, pero tan sólo eso. En mi vida pasada, fui un monje pacífico que no mataría ni a una mosca, y en esta varié un poco.

Quedaba bastante claro que el repertorio mágico de Arashi estaba casi basado del todo en la búsqueda de destrucción.

El samurái consiguió volver a moverse. Alguien había anulado el conjuro que lo había paralizado. Se giró para descubrir quién lo había hecho y se encontró con la mirada de la princesa Yeomi. Ya había recibido anteriormente conjuros de ayuda por su parte y creía que estaba empezando a reconocerlos. Se lo agradeció con un leve asentimiento con la cabeza.
Ante la irrupción de los guardias oni Seijuro se hizo a un lado discretamente, obviando que había sido él quién había empezado la pelea, ignorando que no había conseguido dar ni el primer golpe y pasando por alto que habían tenido que rescatarlo sus amigos, otra vez. Y ahora en una pelea de posada…
Entonces se dio cuenta que su hermana Keiko y Wufan habían vuelto, así que se dirigió hacia ellos cuando tuvo la oportunidad. No veía la necesidad de intervenir en la discusión con los guardias ya que sus compañeros se estaban apañando bastante bien. Pero sí que pensó que debía darles alguna explicación a sus compañeros de lo sucedido.
- Wufan, Keiko, bien regresados… resulta que la princesa Yeomi se quedó sola unos momentos - Carraspeó - por motivos que ahora no vienen al caso… y entonces uno de los Tieflings la siguió para secuestrarla. Con la ayuda de Shen Long lo pudimos evitar con el resultado del semidemonio muerto. Entonces decidí que lo mejor que podíamos hacer era atacar a sus compañeros de improviso antes de que descubrieran lo sucedido y atacaran ellos. Y ya no hay mucho más que decir. Eso nos ha llevado a esta situación - Dijo con media sonrisa ¿Y vosotros, que habéis hecho durante este tiempo? ¿Habéis descubierto algo interesante?

Manteniendome firme, sin inclinar la cabeza -como corresponde a este sitio donde la fuerza es lo único valioso- le agradezco al capitán de la guardia lo que ha hecho.
Aunque desde luego, YunMei ha demostrado mucho más que fuerza ¡Demuestra el poder de estos nuevos inventos!

"Una inteligente demostración de fuerza, Jefe Toruk. La justa para que nadie se atreva a cuestionar lo que usted dice" digo notando que no ha tenido que derramar sangre -teniendo luego que gastar energías en el resultado de lo mismo- pero que no ha aceptado réplica

"¿Y que interés puede tener tu señor en nosotros?"

Keiko enarcó una ceja ante las explicaciones de su hermano, entre divertida y preocupada.

-No se os puede dejar solos... Cada vez que me voy, al volver os encuentro peleando contra un dragón o liándola parda con un montón de onis. Ains.

Miró a Wufan antes de responder.

-Lo único que hemos descubierto es que o yo huelo mucho o estos onis tienen muy buen olfato. Podían husmearme como un perro, con lo que no hemos podido colarnos en ningún sitio.

Luego pasó la mirada a sus compañeros de uno en uno.

-¿Qué hacemos? ¿Les dejamos que "nos lleven ante su líder?"

- Jajajaja!!- Wufan rió con ganas.

- No, Keiko, no eres tú. Esos oni tienen un olfato fino y me da que pueden distinguirnos en la oscuridad. Cualquier intento de evadirlos va a ser difícil y puede que algunos los guardias hasta nos reconozcan o crean que tenemos algo familiar. Será mejor ir con cuidado y al menor indicio tener una buena coartada. Hasta podríamos decir que varios ya hemos estado aquí antes si el asunto se pone feo.

El tiempo desde que habían abandonado el barco lo había pasado en un taciturno silencio; como heredero del clan Ryokatsu, su futuro estaba predeterminado, un destino con el que Alandrel honraría a su familia y a sus ancestros. En él, no se incluía intimar con una especie de ronin... Pero ahí estaba, su mente volviendo una y otra vez hacia Keiko, regresando a la larga y agradable conversación que habían tenido en la cubierta; mientras otros bebían, fornicaban y daban rienda suelta a sus instintos más primarios, ellos solo habían hablado. Y eso le bastaba.

¿Empezaba a sentir algo o, simplemente así era la amistad sincera? En Jinin había permanecido en una posición distante con los suyos, pues su posición requería de él que fuera una figura a la que respetar —y no se respetaba a quién había sido tu compañero en fiestas y celebraciones descontroladas, ni de quien conocías sus secretos íntimos y debilidades—, así que no había descubierto lo que era tener alguien en quién confiar por camaradería y simpatía, y no por lealtad a su estatus. Tampoco, por desgracia, había conocido el amor.

Aquellas reflexiones se habían visto desplazadas en el camino, sustituidas por otros de una índole totalmente distinta, más sombrías. Debía esforzarse para mantener la calma y no dejar que sus pensamientos se reflejaran en su rostro, pues de haberlo hecho, muchos momentos desde que habían iniciado ese trayecto por las Estepas de Kwonzyi habrían sido muy distintos. Poco le había faltado para actuar cuando se habían topado con la primera patrulla oni, al ver en lo que se había convertido aquél país —evidenciado más que en ningún otro lado en Jyito y sus decadentes calles— o, finalmente, en su encuentro con aquellos pérfidos drows (su pueblo sabía lo que eran, y aún recordaban su traición) y los corruptos brujos de Shenmen, escoria aún peor que los semidemonios o los espíritus malignos que gobernaban allí.

Aún así, se había contenido, y el autocontrol daba sus frutos en forma de una oportunidad. Podrían haber luchado una y otra vez, se podrían haber abierto paso con magia y acero, pero ahora llegarían hasta el líder de aquél bruto imperio —o al menos hasta su cubil, que ya era algo—, sin derramar sangre, o al menos no mucha (esos tieflings se lo habían buscado solos). Desde ahí tenían la opción de negociar... O de obtener lo que querían y dar un golpe a ese reino fallido de una sola vez. A pesar de que sería más difícil, no dudaba ni un segundo de que eso era necesario, y para ello se estaba preparando mentalmente, repasando sus conjuros una y otra vez para tenerlos listo cuando se desataran las hostilidades.

Los recuerdos de tiempos pasados invadían la mente de la tiefling. Tanto era así que incluso durante la pelea en la taberna, en contra de su forma de ser y actuar, había preferido pasar desapercibida, yendo al baño, visitando la barra e incluso alejándose momentáneamente del grueso del grupo, para tratar de pasar inadvertida lo más posible.

Con todo el asunto relativamente resuelto y siendo todos dirigidos por uno de los guardias al mismísimo castillo, quizás incluso a ser recibidos por su señor, Lena no paraba de revisarse las muñecas una y otra vez, para que no se vieran las marcas de esclava que portaba. Por fortuna, sus brazaletes y la ropa cubrían las marcas a ojos extraños. Tampoco paró de tocarse el collar que llevaba oculto bajo la camisa, único recuerdo que conservaba de su madre y que en parte también la unía a aquel lugar del que había conseguido escapar tiempo atrás. Ahora no era una niña y sabía que era poco probable que alguien la reconociera, pues la existencia de tieflings no era raro en Chu Ye, como habían comprobado en la taberna en concreto y desde que llegaron en general.

Estaba claro que tenía que sobreponerse a sus traumas y estar lista para lo peor pues no se fiaba del tal Toruk, ya que conocía de primera mano las maldades y atrocidades de las que eran capaces los habitantes de aquellas tierras y mucho más los que servían directamente al gobernante de Chu Ye.

El tiempo diría cuando tendría que actuar, pero en aquel momento prefirió mantenerse callada y expectante, lista y preparada para lo que iba a venir, pues estaba bastante segura de que todo se vendría al traste. Estaba resultando, relativamente, más fácil de lo que ella esperaba.

- No me creo que esto esté resultando tan fácil... Estad preparados para lo peor... - Comentó por lo bajo a los camaradas que tenía más cercanos a su posición, sin ser escuchada por el guardia.

—Parece que están verdaderamente interesados en las armas de fuego, así que posiblemente nos atienda su Señor para saber más. El problema será cuando se de cuenta de que no somos verdaderos comerciantes, pero con suerte nos habremos acercado lo suficiente para actuar. No causemos problemas hasta entonces —añadió él, también en apenas un susurro.

Ya había revisado sus posibilidades para una misión como esa, y creía tener recursos para actuar en cualquier situación si se torcía, ya fuera atemorizar a los oni mediante ilusiones, enfrentarse a ellos con su magia, o incluso escapar —con el pergamino, que era lo más importante—, si era necesario.

Los guardias Oni liderados por Toruk os condujeron hacia el castillo, cruzando las calles de Jyito.
No era una Capital vibrante como otras, si no que parecía una gigantesca fortaleza con escasos establecimientos que no estuvieran pensados para abastecer a los temibles Guerreros Oni.

Forjas, herrerías, curtidores de pieles, carpinteros para construir sus máquinas de guerra y en definitiva, un ambiente belicoso por todos lados.
Lo curioso era que en la mayoría de esos establecimientos, la mayoría de trabajadores eran humanos, probablemente esclavos traídos de algún lugar, con Oni observando sus movimientos látigo en mano.

Sí había un establecimiento que no estaba pensado para la guerra, además de la posada de la que acababais de salir.
Y no era otro que un burdel, o eso parecía, a juzgar por las humanas ligeras de ropa que se asomaban a las ventanas llenas de barrotes, o los Oni que salían acomodándose la ropa.

En cierto momento, Toruk respondió a Shen Long.
Las armas que lleváis, claro.
No creo que le interese nada más. respondió sin apenas mirar al aasimar.

Tras una caminata de unos diez minutos, llegasteis frente a los muros del imponente castillo.

Sus altas torres tenían una arquitectura ligeramente parecida a la de Minkai, principalmente por la forma de su tejado.
Pero por lo demás, era una construcción de aspecto siniestro, hecha de una roca rojiza y tejado de piedra negra.
A su alrededor, un foso con lava debajo, y para cruzar un puente elevadizo hecho de metal con unas cadenas enormes que lo sujetaban.

Toruk habló con los guardias del puente, uno de los cuales comenzó a olisquear el aire como si reconociera un olor familiar, aunque Toruk le espabiló diciéndole algo en Infernal.
Así, los guardias os dejaron pasar al interior del castillo, comprobando su alto techo, su construcción en roca viva rojiza, y sus portones de metal cada cierto tramo, vigilados por al menos seis guardias.

Toruk os condujo a unas escaleras que ascendían al segundo piso, todo a tamaño Oni.
Allí os hizo pasar a una amplia sala, de paredes talladas y grandes columnas de piedra negra con motivos de caras de demonio esculpidas.
En el suelo, había una gran alfombra, hecha con las pieles cosidas de algún tipo de reptil rojizo.
Habían algunos cojines para acomodarse en el suelo, y una mujer humana de algún país oriental que aguardaba, con escasas ropas que apenas cubrían sus partes íntimas, así como un collar de hierro con el gancho para engancharle la cadena.

Esperareis aquí.
Pedidle cualquier cosa que necesitéis. dijo Toruk, señalando a la esclava con desprecio.
Tras lo que se marchó, dejándoos en la estancia.

No era agradable estar allí, sabía además que Keiko estaría a punto de sacar su espada para acabar con todos aquellos demonios, pero tenían un misión y Wufan al menos debía centrarse en ese objetivo.

- Incluso eliminando a su líder, otro ocupará su lugar y toda esta gente volverá a sufrir, quizá mucho más por las represalias. Si alguien quiere hacer algo, deberá ser algo definitivo.

No necesitaba decir más por si alguno de sus compañeros pensaba dar ahora un paso similar.

- A ver qué nos espera más adelante. Su Señor no nos lo pondrá fácil y no tendrá el sello a simple vista...- aunque en realidad esperaba equivocarse, pues a veces la opulencia mostraba a los hombres un camino fuera de toda lógica, donde presumir de riquezas era la vía para encontrar la muerte,- salvo que sea tan tonto de haber decorado su corona o el trono con él.

Por fin abandonaban esa maldita posada. A Seijuro le parecía que si se quedaba más tiempo ahí dentro se acabaría volviendo loco, así que se sintió muy aliviado. Qué podría ser peor que ese lugar infernal... Pues por lo que parecía, cualquier lugar a su alrededor era aún peor. Transitar por las calles de esta terrible ciudad le hacía bullir la sangre. Cuanto más veía más aborrecía a ese pueblo. ¿Qué podían hacer ellos? Pues no mucho. ¿Qué podían improvisar nueve viajeros contra todo un país? Además, estaban persiguiendo un objetivo todavía más elevado si cabe. Así que tuvo que tragarse todo lo que veía: esclavos por todas partes. Mala suerte les había tocado a los países que limitaban con esta gente...

Para distraerse durante el camino pensó en su estrategia. La verdad es que un muy perdido. Y les pregunto discretamente a sus compañeros asegurándose de que nadie más podría oírles.

— Se supone que vamos a negociar unas armas que no tenemos por un pergamino que no sabemos si tienen ellos. ¿Y cómo vamos a hacer el trueque? ¿Alguna idea? ¿Alguien lo ha hablado? Porque si algo se tuerce, estamos justo en la capital, justo en medio de este país guerrero, que no nos podría ser más hostil. — Se dirigió en parte a Yun Mei, de quién había salido la ocurrencia, muy acertada por otra parte, por lo menos hasta el momento. — ¿O intentamos maniobras de distracción mientras otros intentan subterfugios? Por lo menos que vayamos todos en la misma dirección.

Hakko aún seguía desaparecida, y eso era un as que el grupo tenía en la manga, però no tenia ni idea de cuáles eran sus planes, ni de que podia haver él para ayudarla, si es que podía hacer algo.

Los oni les habían escoltado hasta el palacio, sumiéndolos en una aventura en territorio enemigo en el que numerosas tragedias pasaban ante sus ojos en la forma de tantas féminas escasas de ropa. El semiogro desearía poner fin a ese imperio ahora mismo, mas no había un modo claro de conseguirlo, ni siquiera tenían aliados y tarde, se preguntó si en la posada hubiera habido alguien que les pudiera haber apoyado en cometer un regicidio o minar los pilares de esta oscura civilización.

Pronto, se encontraron en una sala de espera, bajo la atenta mirada de una criada.

- Cuidado con lo que decís.

Trató de recordarles la importancia de la cautela en ese entorno. Arashi, decidido a obtener información valiosa, se acercó a la muchacha con un tono amigable.

- Joven, ¿cuánto tiempo llevas cautiva aquí?

Sus palabras estaban cargadas de interés, buscando entender más sobre la situación de la criada y, tal vez, descubrir detalles que pudieran ser útiles en su misión.

Si a Keiko le había costado contenerse con lo visto en la taberna y en su salida a la ciudad, aquello la indignó todavía más. La esclavitud la repugnaba en cualquiera de los casos, pero la de aquellas mujeres le resultaba aún más insoportable. No estaba loca, sabía que no podía arreglarlo a espadazos, pero no toleraría la menor vejación en su presencia. 

Se situó junto a Arashi cuando el hechicero empezó a hablar con la chica. Tanto Wufan como Alandrel habían aconsejado cautela, pero fue su hermano Seijuro el que expresó las mismas dudas que albergaba ella. ¿Qué iban a hacer cuando se viera que no tenían nada con que comerciar en realidad?

No dijo nada, pero buscó los ojos de la esclava con la mirada, con expresión amistosa, con una mano apoyada relajadamente en la empuñadura de Takahane. Esperó a la respuesta de la mujer, en absoluta calma, adoptando el estado de mushin, vaciando su mente de pensamiento y emoción.

Eso la ayudaría a mantener la calma, pero también le permitiría entrar en acción sin duda ni vacilación si era necesario. Esperaba que fuera lo primero, pero estaba preparada para lo segundo.

Alandrel era parco en palabras. Al menos, esa era la impresión que daba; en realidad, se limitaba a hablar cuando era necesario, guardando las distancias el resto de las veces. Podía resultar huraño o antipático, pero en verdad era simplemente reservado y pragmático. ¿Para qué arriesgarse a decir nada en voz alta si con eso podían descubrirles? ¿Para que actuar con precipitación si eso podía ponerles una diana? Aquella actitud, que incluso llevaba a su particular forma de lanzar magia, le granjeaba pocos amigos, pero un sinfín de posibilidades de sobrevivir a todos los que había conocido. Y en ocasiones como esa necesitaría todas las opciones que pudiera ganar para completar la misión que les había llevado allí.

—Si las cosas se tuercen, puedo sacar a unos pocos de aquí. Pero lo más importante es que descubramos el pergamino; si lo vemos, habrá que actuar como sea necesario, hasta entonces.... "disponemos de suficiente armamento de fuego para equipar a una guardia de élite y su altísimo general, y cubrir las defensas de un castillo como este". Atengámonos a esa historia.

En su fuero interno, empero, esperaba que les descubrieran y acabaran resolviendo aquello mediante la fuerza. Era contrario a toda lógica, pero ese reino merecía algo mejor, y confiaba en que si acababan con el rey, los demás onis se sumieran en una guerra civil por obtener la corona, un caos que las pobres gentes que estaban allí esclavizadas podrían aprovechar para escapar hacia un lugar mejor.

Las palabras de Seijuro abrieron la veda, además notaba la preocupacón del resto.

- Planteémonos acabar con todo de una vez.- Era una semilla que podían hacer britar.- Que nada de todo esto vuelva a ocurrir.

Ni siquiera lo decía por él, pues recuperaría el sello y se marcharía lejos, dejando a su suerte a los cautivos que se habían dejado coger, pero reconocía que por una vez algo le haría sentirse orgulloso de sus actos.

- ¿Alguna idea?

Tratando de templar sus nervios, Lena apretaba los puños tanto como podía, sin que llegase a notarse lo suficiente. Aquella forma que había tenido el oni de dirigirse a la esclava humana le era bastante familiar. Daba por hecho que tampoco a ninguno de sus compañeros les había gustado las formas, a juzgar por como se dirigían a la sirvienta.

Nuevamente, vivencias pasadas acudían a la cabeza de la tiefling, atormentándola con recuerdos de su estancia, poco o nada placentera, en Chu Ye. Ver a la doncella en el suelo, con el collar al cuello, le recordó como vivió su madre y ella misma, puede que incluso en peores circunstancias, cualquiera sabe.

Con todo esto en mente, se acercó junto con el resto a la mujer y le miró las muñecas, para ver si tenía la marca del esclavo, como ya había visto otras veces.

Viendo que podían atosigarla hablándole entre todos, prefirió por experiencia propia, mantenerse sin interrogarla todavía. Llegado el momento, podría hacerlo.

La joven se mostró sorprendida por la pregunta de Arashi, o quizás por el simple hecho de que se interesara en ella.
Yo… llevo casi un año.
Creo…
¿Necesitáis algo más, mi Señor? preguntó, mirando al Hechicero con cierto temor.

Era de suponer que los invitados de los Oni no serían muy caritativos precisamente.

La Princesa Yeomi y Yun Mei venían con vosotros, aunque no había rastro de Hakko.
Ya la conocíais lo suficiente como para imaginar que estaría escondida en alguna parte, si bien entrar y moverse por el castillo no sería nada fácil incluso para ella.

Yeomi se acercó a la esclava, que tenía la marca en forma de cabeza de Oni con cuernos en la parte interior de la muñeca, y le dirigió unas palabras.
¿De dónde eres? Dime, ¿cómo te llamas?
Vamos a sacarte de aquí, ¿vale? le prometió, aunque hacer tal cosa os complicaría mucho vuestra misión.

La joven miró a la Princesa con los ojos resplandecientes, sin saber si aquello era alguna broma o de verdad podía confiar en esa misteriosa Dama de refinado aspecto.
Me llamo Xua Lin, y soy de una pequeña aldea de Zi Ha. contó con nostalgia.

No… no creo que debierais hacer eso… los Oni son muy celosos de sus pertenencias. Si me sacáis de aquí, habrá consecuencias terribles, y seguramente otros esclavos paguen con sus vidas.
Tengo una vida… a la que ya me he acostumbrado. No os preocupéis por mí… dijo, aunque en su tono sonaba cierta tristeza por su situación.

Yun Mei estaba apoyada en una columna, con los brazos cruzados, sin que pareciera especialmente preocupada por la situación de Xua.
Tenemos un objetivo claro y rescatar esclavos sólo lo va a complicar.
Cuando todo haya terminado y hayamos salvado el mundo, el que quiera puede dedicarse a liberar esclavos… dijo con cierto sarcasmo.

Debemos ceñirnos al plan.
Esas armas les interesan, si no, no estaríamos aquí. Hasta que sea inevitable, hay que hacerles creer que tenemos lo que quieren.
Así que yo no haría nada que complicara nuestra fachada. dijo convencida de sus palabras.