Partida Rol por web

Miraban a Lena y estaba claro que tendría que ser ella la que intercediera por todos. Wufan se mantenía de momento al margen, dispuesto a hablar solo si se formaba un gran silencio. Desconocía el comportamiento general de los oni y no sabía si era mejor serles sinceros o simplemente enmascarar su presencia en estas tierras.

Pero al menos si se relajó con lo que había escuchado, pues no parecían hostiles, y aunque orgullosos, se mostraban moderadamente razonables, lo que era mucho más de lo que habían encontrado anteriormente.

Aunque quizá hablarles de las doce plegarias cambiase su actitud hacia ellos.

Antes de hacer o decir nada, intento recordar.

Recordar a quien sirve el señor de Chu-Yé, y si mentarle nuestra santa misión significaría informar a un lugarteniente de nuestro enemigo Daiguro, si es más posible que sean enemigos, o si de hecho al señor de estas tierras le interesa más sobrevivir que el beneficiar a un dios oscuro que ansia romper el equilibrio

Y tras recordar esa lección, se lo susurro a Lena, para que sepa lo que debe de decir o no.

El semiogro, consciente de la delicada situación, decidió intervenir para aclarar las circunstancias.

- No somos esclavos - declaró con firmeza -, ella es nuestra líder, pero la seguimos voluntariamente. Como ya os ha explicado, no buscamos iniciar un conflicto, pero es importante que entendáis que no tenemos miedo de una pelea si eso es lo que buscáis.

Arashi esperaba que sus palabras fueran suficientes para disuadir a los recién llegados de cualquier acto hostil. La tensión en el aire seguía siendo palpable, pero había dejado claro que estaban dispuestos a defenderse si la situación lo requería, al tiempo que mantenían su deseo de evitar la violencia innecesaria. Ahora, la pelota estaba en el campo de los soldados, y todos aguardaban su respuesta con cautela.

Keiko se había mantenido silenciosa y en un discreto segundo plano durante la llegada de los oni y los intentos de parlamentar con ellos pacíficamente. Las conversaciones no eran lo suyo. El arte de la espada lo entendía. Golpe. Estocada. Finta. Parada. Paso lateral. Barrido. Estocada. Entendía la danza de la katana, conocía los pasos, sabía a qué atenerse. En el toma y daca verbal carecía de toda la fineza y la pericia que podía demostrar en un combate, como si se guardara toda la serenidad y calma interior para la lucha y al hablar con los demás no le quedaran sino palabras directas y sin dobleces y una gran impaciencia para las mil cuestiones de la rígida y estricta etiqueta y las normas del protocolo de su Minkai natal. Por eso, solía dejar las tareas diplomáticas para alguien más versado y con un carácter más apropiado, como su hermano Seijuro. 

Como recalcando las palabras tranquilas pero firmes de Arashi, la mano izquierda de Keiko se apoyó en la empuñadura de Takahane. No aferrándola como si tuviera intención de desenfundarla, ni en un gesto hostil o agresivo. Era un gesto de reposo, apoyando la mano relajada sobre el mango en una postura que parecía decir que no tenía pensado combatir, pero que a la vez recordaba que llevaba una espada al cinto y sabía usarla. 

Se fijó en las reacciones de los oni, en sus ojos, para intentar colegir sus intenciones, intentando adivinar si estaban pensando en iniciar hostilidades o si por el contrario preferían evitar una lucha tanto como ellos.

Seijuro estaba expectante. Iba cambiando su pose a medida que iban hablando sus compañeros. Pasaba de mostrar una actitud amenazante a otra más amistosa y conciliadora, pasando por indignación, acercamiento, intimidación y agresividad contenida alternativamente, intentando respaldar no verbalmente las interpelaciones de sus amigos.

Ciertamente, poco se habían informado de la población y el país al que se habían adentrado sin permiso. Pensó en que la próxima vez deberían hacer un pequeño trabajo previo de investigación. No les habría costado mucho convencerlos de que eran esclavos, y que su compatriota Lena los estaba llevando a algún destino funesto. Pero ya era demasiado tarde para ello. Lo bueno hubiera sido también que dispusieran de un salvoconducto. Pero también iban tarde y seguramente no eran esos tipos los que tenían el poder para otorgárselo, pero era algo que podrían tener en cuenta para más adelante, incluso falsificándolo si fuera necesario.

Todo eso ya no llevaba a nada en ese momento, así que aprovechó los momentos de conversación en los que no participaba para buscar posibles puntos débiles a los que podría atacar, tanto a jinetes como a monturas.

Shen Long sabía que los Oni son una raza orgullosa, tanto que no suelen creer en ningún Dios. Es más, sus líderes, en este caso el Señor de Chu Ye, acumulan un poder que les hace equiparables a Semidioses, y son a ellos a los que siguen… pues “venerar” no sería la palabra exacta.

Así pues, no sería nada común que los Oni siguieran a Daiguro. Lo que es todo un misterio es si lo conocen, y en tal caso, cuál es su opinión.

-Llegamos en barco, venimos a negociar con el señor-Recalcó Lena algo más enfadada ya que habían ignorado su respuesta-No son esclavos ni yo una fugitiva, así que dejadnos seguir con nuestro viaje que ya muy duro está siendo para estos pieles claras. Lo último que querréis es dar mala imagen de vuestro señor a estos comerciantes, los contratiempos en el viaje acostumbras a subir los precios.

Tras decir eso, empuñó su tetsubo y hundió el final de este en el suelo, marcando que no iba a ceder. Esta era la última oportunidad que les daba antes de usar métodos más convincentes pero menos civilizados.

Los Oni prácticamente no le prestaron atención a Arashi, aunque sus últimas palabras, asegurando que no temían una pelea, provocaron numerosas miradas llenas de suspicacia y amenaza.

El probable líder escuchó a Lena y contestó con su tono altivo.
¡¿Comerciantes?! ¡Hah!
¡¿Acaso pretendes engañarnos?! ¿Dónde están vuestras caravanas? ¿Qué vendéis, aire? su broma le hizo mucha gracia a sus compañeros.

Creo que no os estáis tomando en serio la autoridad de Chu Ye, o sea, nosotros.
Así que no nos queda otro remedio que llevaros a Jyito (la Capital) y que allí os juzguen por vuestra intromisión. dijo, y sus compañeros asintieron, convencidos de que era lo correcto.

Podéis entregaros voluntariamente o resistiros; en tal caso os aplastaremos. dijo, alentando a sus compañeros.

La tensión se respiraba en el ambiente, y el enfrentamiento parecía ya inevitable… a no ser que os entregarais.

¡¡Baaaaaangggg!!

El ruido de una detonación, que a estas alturas ya sabíais identificar como uno de los disparos de Yun Mei, llenó el aire y lo sumió todo en silencio.

El yelmo de uno de los Oni había salido disparado, dejando a su dueño estupefacto.
El humo todavía salía de la pistola de la Contramaestre.

¡¿Pero qué…?! el líder parecía claramente cabreado.

Sí somos comerciantes. dijo Yun Mei con frialdad, la cual había bajado para intervenir.

Soy la Contramaestre del Capitán Alfredo Rakio, uno de los mayores comerciantes de todo Tian Xia y de Golarion en general.
Si no habéis oído su nombre, es que no sabéis nada de comercio. los Oni se miraron entre ellos, confundidos.

¡¿Qué ha sido eso, mujer?! ¡¿Qué clase de brujería es ese chisme?! el líder señaló la pistola con su enorme dedo.

No es ninguna brujería.
Es un arma de fuego. Armas modernas con las cuales podríamos abastecer al Señor de Chu Ye. respondió ella.

¡Hah! ¡Nos insultas! ¡¿Qué clase de Guerrero usaría un juguete como ese?! replicó ofendido.

Bueno… estas son las armas más básicas. Esperad a ver los arcabuces, capaces de penetrar cualquier defensa mágica. O los cañones, capaces de hacer añicos los muros más resistentes… los Oni hablaron algo en Infernal entre ellos.

¿Y dónde están esas armas? preguntó impaciente el líder.

En nuestro barco.
Venimos a hacer negocios, pero creo que nos hemos perdido… oímos de una rica ciudad llamada Yuenshu… la palabra provocó las risas de los Oni.

¡Hah! ¡¿De cuándo son tus mapas, mujer?! Bueno… no están equivocados. Estás en Yuenshu; o lo que queda de ella. soltó un par de carcajadas Esto demuestra lo que ocurre al oponerse al Señor de Chu Ye.
Pero tus armas podrían interesarle. Acompañadnos a Jyito, y quizás hagamos buenos negocios. ofreció, relajando su tono.

No tenía sentido luchar. Si vencían, no serían bienvenidos y quizá necesitaban hablar con Chu Ye para encontrar el lugar. Y si se enfrentaban a ellos y eran derrotados, llegarían como esclavos y entonces sería imposible obtener cualquier información. Estaba claro que...

Qué demonios.

El cañón de Yun Mei había restallado y hecho volar uno de los yelmos, pero sus palabras eran sabias y los oni valoraban la fuerza antes que cualquier otra cosa. Si, podría funcionar. Se sentía orgulloso de la mujer y no puso resistencia a su plan. Además, será divertido.

Cuando todo hubo pasado deslizó su mano por la cintura de la capitana y le susurró. No dejas de sorprenderme, lástima que estemos en medio del desierto.

Bien por Yun Mei, que los había sacado del atolladero, por el momento... Seijuro consideró a esos seres bastante simples. Se piensan que todo lo que se vende se puede ver con los ojos? Ahora le tocaba a él reírse, pero no lo hizo y mantuvo la compostura. No iba a estropear lo conseguido hasta ahora. Lo bueno es que ahora cruzarían ese erial escoltados con guardias del país, con todo lujo.

Durante el trayecto se acercó a Yun Mei, para preguntarle sin que lo oyeran los guardianes: - Esto era ya un plan de Alfredo para aprovechar el viaje y hacer negocios? Tenemos estas armas, y serían a cambio del pergamino? …aunque no se si es muy buena idea ofrecer armas a esa gente…

Por lo menos deberían trazar un plan para cuando llegaran, y así no tener que improvisar en el último momento. Tiempo para hablarlo con sus compañeros lo tenían.

En ningún momento Seijuro dejo de observar el movimiento de jinetes y monturas, conociendo todo lo posible para una probable eventual lucha.

El semiogro escuchó atentamente las palabras del hombre, que parecía estar debatiéndose entre las opciones disponibles. El ambiente desolado y destruido a su alrededor sugería que el pergamino no necesariamente se encontraría en este lugar. La posibilidad de que el señor oni lo tuviera, o que simplemente no estuviera presente en absoluto, se hacía cada vez más plausible.

- Tenemos que acabar con ellos y dirigirnos a la capital si aquí no hay nada - susurró con cautela, asegurándose de que sus palabras no fueran escuchadas por los soldados.

Arashi comprendió que esta situación se estaba volviendo cada vez más tensa y peligrosa. Si los soldados decidían tomar medidas hostiles, podría estallar un conflicto en cualquier momento.

Keiko respondió a Arashi en voz igualmente queda, intentando hacer caso omiso del tono despectivo del oni cuando dijo "mujeres".

-Si luchamos ahora, nos veremos obligados a luchar contra todas las patrullas y caravanas que haya entre aquí y Jyito... No temo luchar cuando es necesario hacerlo, pero habrá tiempo de sobra para las espadas si la cosa se tuerce más adelante. Puesto que aquí no parece haber nada, creo que es mejor aprovechar la historia de Yun Mei, seguirles la corriente y dejarles que nos "guíen" hasta su capital. 

Luego sonrió a su tempestuoso compañero.

-La espada más poderosa no es la que se desenvaina primero, sino la que se desenvaina en el momento preciso.

-Agh, lo siento Yun Mei-Susurró Lena algo avergonzada en el trayecto-No soy la mejor representante, mucho menos si tengo que ser pacífica. Gracias por la ayuda, eso si.

La oni se mantuvo delante del grupo, tetstubo en mano y sentidos agudos. No quería caer en ninguna trampa, mucho menos una que acabara con ellos necesitando un rescate. Tenía que aprender a llevarse mejor en situaciones sociales, no siempre iba a poder abusar de su intimidante tamaño cuando fuera acompañado por miembros de la nobleza. No sabía como hacer eso, pero mantenerse en silencio y escuchar seguro que le iba a hacer aprender alguna lección.

Aunque Arashi propuso atacar a los guardias y deshaceros de su vigilancia, los demás le convencisteis de que no era una buena idea.
El Pergamino no parecía estar ya entre los escombros de Yuenshu, y si lo estaba, su rastro era indetectable por lo que debería estar bajo capas de runa y piedra; imposible de encontrar.

Pero un objeto tan valioso, es probable que hubiera sido saqueado en su momento, y si alguien lo tenía ahora era probable que fuera el Señor de Chu Ye, o como mínimo, albergabais la esperanza de que éste supiera algo.

El seguir dócilmente a los guardias Oni, tuvo la ventaja de evitaros un severo interrogatorio en varios puestos de guardia.
Era curioso como los Oni imitaban algunas de las tácticas de los Samurai, los que en teoría eran sus principales enemigos.

A medida que os acercabais a zonas más pobladas, podíais observar el modo de vida de los Oni.
Parecían vivir en poblaciones de cierto tamaño, escaseando las aldeas, así que había bastante distancia entre cada población.
Estas tenían un sólido muro que las rodeaba, así como numerosos guardias.
También pudisteis ver jaulas de metal oxidado que colgaban de las paredes de los muros, en las que había hombres humanos encerrados o directamente, cadaveres.

También visteis que cualquier trabajo estaba realizado por esclavos, generalmente humanos, aunque también visteis algún elfo, trasgo e incluso wayang.

El ambiente era desolador, pero no parecía muy astuto iniciar una campaña de liberación siendo tan pocos y teniendo una misión tan importante entre manos.
Así que hicisteis como si no os afectara, y seguisteis el camino hacia Jyito.

A medida que os acercabais a la Capital y vislumbrasteis su silueta, pronto os quedó claro que era distinta a cualquier otra población que hubierais visto hasta el momento.
Su tamaño era varias veces mayor, y sus edificios eran mucho más imponentes.
De hecho, la ciudad no dejaba de tener cierto macabro atractivo.

El gran castillo destacaba por sus puntiagudas torres, una mezcla entre arquitectura infernal y Minkai.
Los muros de la ciudad medían unos seis metros de alto, hechos con una sólida piedra volcánica de tono rojo y negro.
Las puertas eran de metal y parecían pesar horrores. Aunque estaban abiertas, su grosor debería superar los dos metros.

Los guardias del muro os dejaron pasar una vez vuestros guías hicieron las explicaciones, así que ya estabais dentro de Jyito.
Pese a su gran tamaño, no era una metrópolis bulliciosa como otras capitales, si no que parecía más bien una fortaleza gigantesca donde los escasos comercios estaban pensados para entretener a los guardias fuera de servicio; pozos de gladiadores donde los esclavos se batían a muerte entre ellos o contra demonios menores. Burdeles donde las mujeres eran esclavas de otras razas. O tabernas donde estaban los únicos visitantes de la ciudad; brujos humanos de Shenmen, Tiefling venidos de occidente, y un trío de Drow, una mujer y dos hombres.

Vuestros guías hablaron con el posadero, un Oni de barba blanca con un ojo aparcheado y que cojeaba, y el susodicho os miró con cara de asco mientras asentía en el proceso.
El líder de los guardias se dirigió después a vosotros.
Urgh, el posadero, os atenderá debidamente. También tenéis habitaciones a cargo del Señor de Chu Ye.
Hablaremos con él, no sé cuándo os podrá recibir, así que esperad aquí.
No salgáis de la posada. Y cualquier problema que causéis se castigará rápidamente.
Supongo que lo entendéis… dijo, y sin esperar respuesta, él y su tropa se marcharon, dejándoos en la posada.

El viaje hasta la ciudad Oni se hizo largo. Luego recorrer aquellas calles era descorazonador, pues este lugar era un foco de corrupción. Había visto lugares terribles antes mas no le agradabe en absoluto. Arashi no podía considerarse un semiogro típico, pues no sentía los instintos propios de los ogros.

- Vaya lugar. Vaya posada.

Miró alrededor interesándose por toda aquella gente. Imaginó que los drow no tomarían muy en serio a los más humanos del grupo. Miró a sus compañeros y entonces se aproximó hasta los elfos oscuros hablándoles al llegar cerca.

- ¡Bebamos todos, pronto podremos encontrarnos con el gran señor oni, Chu Ye, y hacer beneficiosos negocios! Sólo hay que ofrecerle algo que le favorezca en sus propósitos. ¿Estáis listos, tenéis acaso alguna duda antes de llegar hasta su presencia?

Preguntó abiertamente a los drow, pensando que tendría que pensar rápido para engañarles si hacía falta.

Umh. La idea de beber le gustaba, y no dio negativa a innumerables jarras que esperaba cayeran esa noche, pero no estaba tan de acuerdo con la idea de esperar allí. Por la cabeza del vanara pasaron multitud de opciones, y muchas de ellas conllevaban salir a explorar la ciudad. Hay tiempo, la noche es larga. No era la primera vez que lo hacía.

- Bueno, está claro que no estamos aquí con el beneplácito de esta gente, ya habéis visto esas jaulas.- Aunque en realidad no le importaban demasiado.- Apuesto a que si pudieran, nos habrían fabricado ya una.

Y finalmente se dirigió a Yun Mei.

- Y ahora, explícanos cómo vamos a robar ese pergamino, si lo tienen, tras creerse que les venderemos esas armas.

No era tanto una pregunta como la idea de tener que trazar un plan entre todos.

A Keiko le estaba costando contener la rabia ante todo lo que estaba viendo. Le hervía la sangre ante la esclavitud que la rodeaba por todas partes, y no poder hacer nada al respecto era una medicina amarga que tragar. Le indignaba también la grotesca parodia de la cultura samurai de su Minkai natal.

-Este lugar es agujero infernal... -susurró en voz baja a sus compañeros, con la mano cerrada con tanta fuerza en torno a la empuñadura de Takahane que tenía los nudillos blancos-. Toda ese gente colgada en esas jaulas... Esas mujeres obligadas a... a... Deberíamos arrasar este sitio hasta los cimientos.

No estaba loca, sabía que por diestros y poderosos que fueran sus compañeros, el grupo no podía hacer eso. Pero le costaba mucho mantenerse impasible. Ella había vivido siempre privada de la libertad para vivir como quisiera, y había sido muy duro incluso viviendo entre algodones y privilegios. Pensar en los cientos de veces más terrible que era la esclavitud de aquella pobre gente... 

Sabía que la misión de encontrar el Pergamino era lo que importaba de verdad, pues si fracasaban, lo que estaba viendo bien podría ser el futuro de toda Tian Xia. Pero por Shizuru que le estaba costando tragar con ello.

Respondió a Wufan, también en susurros:

-Si alguien intenta meternos en una de esas jaulas, perderá las manos antes de llegar a moverlas. 

No le gustaban los subterfugios, prefería la vía directa y sin dobleces, afrontar los problemas de cara, pero no era una insensata, así que se volvió hacia Yun Mei para ver como respondía al vanara.

La posada era un sitio paradójicamente tranquilo teniendo en cuenta el lugar en el que estabais.
Una calma tensa flotaba en el ambiente, un silencio al que se le echaba de menos la música o las conversaciones animadas de posadas de otros lares.
Lo más parecido, era una competición de pulsos que un grupo de guardias Oni estaba haciendo en una de las mesas del centro, pero el resto del local estaba bastante silencioso y tranquilo.

No obstante, Arashi se fijó en el grupo de Drow que, a diferencia de otros lugares, aquí se dejaban ver alegremente.
O por lo menos los dos varones que le cerraron el paso al Semiogro cuando éste trató de acercarse a su Señora. Eran dos tipos ataviados con armaduras de cuero tachonado, que portaban espadas cortas y ballestas de mano, con las que apuntaron a Arashi.

Su jefa les susurró algo en su idioma, un siseo sensual que aún y sin comprenderlo, no dejaba indiferente a cualquiera que quisiera llamarse hombre.
Los dos lacayos se retiraron, lanzando miradas desafiantes al Semiogro, y su Señora se acercó un par de pasos.
¿Quién eres tú? preguntó caminando alrededor de Arashi lentamente, observándolo con calma. Su sensual voz y un aroma a alguna flor especiada, llenaron sus sentidos.

Rectifico la pregunta… ¿QUÉ eres tú? le preguntó, entrecerrando los ojos, de un color naranja intenso.
Sus facciones eran sencillamente perfectas, con aquel tono de piel oscuro.
Vestía con un corpiño de cuero negro, unos brazaletes y hombreras de un metal oscuro (quizás Obsidiana), grebas del mismo material, una falda de un tono negro traslúcido con dibujos de zarzas, y llevaba un mangual en su cinto.

Yun Mei miró a Wufan ante su pregunta.
Bueno… primero tenemos que descubrir dónde lo tienen… o si lo tienen.
Y luego, tenemos dos opciones, pedírselo a cambio de algunas armas o… ¿arrebatárselo? dijo, no muy convencida.

De todos modos, habrá que pensar algo, porque no disponemos de tantas armas para abastecerles como sabréis…
Jugar al juego de prometerles cosas que no tenemos… expuso, y ciertamente, aunque visteis algunos cañones en el barco, no parecía que tuvieran tantos como para abastecer a los Oni.
Y eso les podría fastidiar de saberse.