Partida Rol por web

Wufan entró en la sala que ya conocía y se alegró de ver a Alandrel allí, a quien guiñó un ojo. Al acercarse, aprovechó para preguntar.

- ¿Te ha traído ya el pergamino? Es el momento de llevárnoslo.

Se mantuvo a la expectativa, pues el Shogun no parecía recordar del todo su estancia anterior, pero quería saber qué salía de todo aquello. Al fin y al cabo, ya sabía que tenía lo que buscaban.

Keiko estuvo a punto de cortar la mano que se acercó a su espada para quitársela. No iba a dejar que le arrebataran a Takahane. Era un regalo de la mismísima diosa, se la había confiado a ella. Su espada era su alma, sin ella no era nada. Menos que nada. 

Pero al ver que todos sus compañeros deponían sus armas, supo que no iba a tener más remedio que participar en ello. Sin Takahane, no les iba a servir de mucho en una pelea. Y confiar en un elfo oscuro... Eran depravados, malvados y traicioneros. Todo aquello parecía un error. Esperaba que sus compañeros tuvieran razón, y que el plan saliera bien. Porque de lo contrario...

Enfundó a Takahane y la entregó, con una mirada gélida.

Al ser conducidos a presencia del shogun de los oni, sintió que se le encogía el corazón. Exudaba un poder terrible.

Cuando la criatura preguntó quién de ellas era la princesa, Keiko supo que aquella era la manera en la que podía seguir siendo útil a la misión incluso sin empuñar su katana.

Dio un paso al frente.

-Yo soy la princesa Yeomi -dijo-. Mi fiel servidora viste mis ropajes regios durante nuestro viaje, y yo los suyos, como medida de seguridad hacia mi persona, pero es a mí a quien queréis.

Alandrel giró la cabeza lo justo para ver entrar a los demás... Y se quedó helado viendo como llegaban. Su rostro serio denotaba que aquello no solo no entraba en sus planes, sino que habían estropeado lo que fuera que tenía en mente. Una mirada de hielo siguió a la mujer, y ni siquiera sus palabras en élfico apaciguaron su odio hacia los drows ni lo estúpidos que creía ahora tanto a ese grupito, como a sus propios compañeros. ¿Por qué no podían hacerlo fácil y haberle dejado a él? Todo se había ido a la mierda en un instante, y tuvo que cerrar la boca y apretar con fuerza los dientes para no soltar algún improperio debido a ello. Y para no maldecir a Sun Wufan cuando se le acercó con alguna idea extraña en la cabeza.

—El Gran Shogun lleva el pergamino en su mano —respondió—. Solo queda hacer el intercambio y podréis marchar en paz —añadió, esperando que pillaran la indirecta: luchar allí podía no ser lo más inteligente.

Al dar a Tenrai Seijuro se sintió desnudo y vulnerable. Como habían llegado a esta situación? Miró fijamente a la elfa oscura mientras cedia su arma — Estamos confiando en ti y no tengo ni idea de porqué — . Pues claro que lo sabía. — No tenemos otra opción. Esta es nuestra mejor baza. — Se contuvo las ganas de reirse de su suerte y fue hacia sus compañeros para hacer piña mientras esperaba que terminara el ceremonial de humillación.

De camino por los pasillos se sentía inquieto, y se reprendia. Por muy justificable que esto fuera no le ayudaría en nada. Cuando pasaron por el recto pasillo principal cerró los ojos unos instantes sin dejar de caminar y expulsó todo el aire de sus pulmones para, después de una larga pausa, realizar una gran inspiración. Se imaginó que estaba dando un relajante paseo campestre un cálido día soleado entre árboles en flor. Los pájaros trinaban, y un alegre riachuelo celebraba sus pasos. Inconscientemente dibujó una leve sonrisa y volvió a abrir los ojos. — Pues al final no está todo tan mal. — Pensó. Ya más tranquilo se fijó en su alrededor sin complejos y disfrutó del camino, observando atento y sin temor todo lo que ahí acontecía. Seguía desarmado, pero la actitud era totalmente distinta.

Al entrar en la sala del trono poco le faltó para flaquear, pero se mantuvo digno y atento a todas las intervenciones y movimientos. Se alegró de ver a Alandrel aún de una pieza, y se posicionó en silencio, obviando las bravuconadas de cada uno, tan cerca como pudo del secuaz de la Drow que llevaba las armas. Estaría preparado para reaccionar con rapidez en el momento preciso.

El semiogro observó con atención la escena, notando el error crucial del gran oni al exhibir el pergamino que tanto habían estado buscando. Aquello les brindaba una oportunidad que no podían desaprovechar. Si el oni tenía el pergamino en sus manos, significaba que estaban un paso más cerca de su objetivo, pero también que tenían una ventana de oportunidad para enfrentarse a él y arrebatarle el valioso objeto.

Arashi se dirigió hacia uno de los drows, sus ojos "brillando" con intensidad. Las cuerdas en sus manos eran un recordatorio constante de la situación peligrosa en la que se encontraban. Esperaba que el elfo drow liberara sus ataduras, preparándose para desatar la violencia que se avecinaba.

- Danos el pergamino, y la princesa se te entregará. Ella valora la misión por encima de su propia seguridad, y no dudará en sacrificarse si es necesario para asegurar el éxito de nuestro cometido.

Lena seguía pensando que todo aquello era una treta. Tenían frente a si al ser más vil y despreciable del lugar, por no decir del continente. Una ira comenzaba a inundarla al pensar en todo el mal que había sufrido directa o indirectamente de manos de aquel oni y sus secuaces. No tenía sus armas, pero apretaba los puños hasta el punto de estar al limite de hacer sangrar sus palmas. 

- El shogun no hará tratos. Es una trampa. No tiene ninguna intención de entregarnos el pergamino, tan solo quedarse a la princesa. Preparaos... - Susurró a sus camaradas.

El Shogun miró a Keiko con renovado interés cuando dijo ser la Princesa Yeomi.
La susodicha, estuvo a punto de hablar, pero Yun Mei la agarró y evitó que echara al traste el plan que tenía Keiko. Si es que tenía alguno.

El Shogun miró un instante al humano que tenía como consejero, aquel brujo probablemente de Shenmen, que miró a Keiko y Yeomi y terminó por encogerse de hombros.
Tampoco era imposible lo que la Sumeragi acababa de contar.

Así que tú eres la Princesa.
Ven, acércate. exigió.

Para ir a su lado, debía cruzar aquella hoguera donde carne humana seguía alimentándola. Prisioneros que habían dejado de tener utilidad.
Quizás el mismo destino que le esperaba a Keiko.

El Shogun esperaba impaciente a que llegara a su lado, dando golpecitos al suelo con su descomunal Tetsubo envuelto en llamas.
Klavdra miró a Alandrel, mientras observaba la escena, aunque alguno podía ver que los dedos de la mano que tenía a la espalda hacían gestos que sus secuaces miraban atentamente.

Princesa Yeomi. ¡¡Acércate de una vez!!
No te preocupes, por ahora me eres más útil viva. Al menos mientras tu padre esté dispuesto a pagar por tu rescate. explicó, dejando claro para qué quería a la Princesa.
La funda del pergamino saltaba a la vista en su mano libre, pues con la otra agarraba el arma.

- ¿La quieren para un rescate!? ¡Entonces no la quieren por su poder de localización de los pergaminos! ¿O quizá nos están engañando? - Sea como sea el pergamino está ahí a la vista, a pocos metros de dónde están ellos. El momento es crucial. Seijuro miró a su hermana esperando a que esa cruzara la mirada con él y asintió con la cabeza en señal de complicidad, cómo cuándo de pequeños tenían planeada una travesura y era momento de ponerla en marcha. La jugada era buena. Deberían hacer el intercambio, y una vez el pergamino estuviera en su poder liberaríamos nuestras manos y nuestras armas con la ayuda de los Drow. Keiko era muy hábil. Lo había demostrado sobradamente durante este viaje, y Seijuro confiaba totalmente en que sabría reaccionar acertadamente y liberarse ante el caos y con nuestra ayuda. El samurai aun así era precavido e identificó todas las posibles salidas por dónde podrían llevarse a su hermana cuando se torciera el intercambio y así cortar el paso e impedir que la sacaran de esta sala.

¿Como saldría todo el grup de ahí? Eso el samurai ya no lo sabía, pero contaba con la magia de sus compañeros y el plan de los Drow que solamente sabían ellos.

- ADELANTE! - Confirmó Seijuro al trato que ofrecía el señor de Chu Ye. Lo dijo con firmeza, pero también con pesar ya que estaban negociando con una persona de su compañía y debía mantener el farol.

El semiogro se encontraba en una situación de impotencia, con las manos atadas y sin poder intervenir directamente en la situación. Observaba con creciente preocupación cómo los drows parecían ignorar sus súplicas, y la incertidumbre sobre los planes de aquellas criaturas traicioneras lo llenaba de inquietud. Sin embargo, sabía que debía mantener la calma y buscar cualquier oportunidad que se presentara para actuar.

Arashi se estremecía pensando dónde estaría su adorada chica ninja, ¿acaso había logrado evadirse de nuevo? sería todo un prodigio, pero no se atrevía a mirar alrededor, por si el shogun sospechaba.

Mientras tanto, se aferraba a la esperanza de que los samurais, aunque excluidos de su conjuro de empatía grupal, se mantuvieran a salvo. No podía evitar preocuparse por Keiko, esperando que no la dejaran atrás en medio de aquel enfrentamiento.

La determinación de enfrentarse al poderoso señor oni estaba presente en cada uno de sus pensamientos. Si los magos y los drows se oponían a él, era evidente que tenían sus razones, y Arashi estaba dispuesto a respaldarlos en esa lucha por la libertad y la justicia.

Volvió su atención hacia la samurai, reconociendo su valentía en medio de la adversidad.

- Princesa, su sacrificio no será en vano - expresó con solemnidad, inclinando respetuosamente la cabeza. - Ser parte de un pacto no es del agrado de nadie, mas es lo mejor para todos. Me inclino respetuosamente ante vuestra firme voluntad.

Ante la imperiosa orden gritada por el shogun, Keiko cruzó una mirada de reojo con su hermano Seijuro, sintiendo la confianza y la complicidad que él le transmitía. Respondió a las palabras de Arashi con una reverencia propia, y empezó a avanzar lentamente hacia el señor de los Oni.

Era demasiado tarde para arrepentirse de su gambito, y hacerle esperar solo le enfurecería y complicaría las cosas más aún. No tenía ni idea de que haría después, ni de como aprovechar la ocasión que se le brindaba, pero los dados estaban rodando y solo Shizuru sabía de qué cara iban a caer. 

Esperaba que sus compañeros no dudaran si tenían que dejarla atrás y abandonarla allí por bien de la misión. Ella podría intentar escapar por su cuenta, e incluso de no lograrlo, si su cautiverio conllevaba que los demás se llevaran el pergamino, habría valido la pena.

Poco a poco cruzó la estancia y se presentó ante la terrorífica criatura, con el corazón latiéndole al saber que tenía el pergamino tan cerca, al alcance de su mano.

Wufan tenía una palabra en la boca, aquella que llamaría al kintoun por si Keiko necesitaba una vía de escape. Sabía que la kensai ya se había servido de ella y volvería a saber hacerlo llegado el momento.

La bárbara no daba crédito, pero permaneció en silencio esperando equivocarse con respecto al shogun. Quizás, con otro poco de suerte, entregaría el pergamino a cambio del "sacrificio" de Keiko. El problema vendría una vez que tuvieran el pergamino, pues tendrían que salir de allí y dejar atrás a Keiko no entraba dentro de los planes ni de ella ni del resto, seguramente. Tendrían que esperar a ver el desenlace de los acontecimientos.

Pese a no tener ahora sus armas, aún tenía un as en la manga, pues podía defenderse con sus propias manos, quizás no tan letales como su tetsubo pero muy dañinas y suficientes para defenderse.

Lena imitó el gesto de Arashi, tratando de seguir con la farsa y dar credibilidad a toda aquella parafernalia que estaban realizando para que el plan tuviera éxito. Se inclinó, como si mostrara respeto hacía la falsa princesa.

Keiko se adelantó hasta quedar a escasos pasos del Shogun.
Claro que con el tamaño que tenía el Oni, seguramente para él era suficiente distancia como para poder agarrarla.
El asistente humano del Señor de Chu Ye observaba a la Sumeragi con los ojos entrecerrados, como si aún dudara de que ella era realmente la Princesa.

El susodicho le habló a Keiko, parecía que le preguntaba algo.
Pero no estuvo segura de qué le había dicho, pues no era ninguno de los idiomas que conocía. Por su entonación, estaba bastante segura de que era el idioma Hwan, del Reino de Hwanggot del que supuestamente venía.

El brujo sonrió al ver la reacción de Keiko, y miró al Shogun.
Y allí todo se precipitó.
Klavdra gritó algo y de pronto vuestras ataduras se aflojaron de tal modo que en muchos casos cayeron por sí solas.

Uno de sus lacayos le tendió la espada a Seijuro, a escasos pasos de él, mientras que el otro le lanzó la suya a Keiko, que con las manos libres se encontró con el Shogun a distancia de golpe.

Seguramente el brujo había detectado la mentira de Keiko y pretendía informar al Shogun. Pero Klavdra se había adelantado a los acontecimientos…
Ahora faltaba ver qué salía de todo eso y sobretodo, si seríais capaces de conseguir el Pergamino por el que habíais venido.

Keiko miró al brujo del Shogun, sin entender una palabra de lo que estaba diciendo, y supo al momento que el paripé se había ido al garete. Por fortuna, la líder de los elfos oscuros debió pensar exactamente lo mismo. Uno de los drow le lanzó a Takahane, y la kensai la cogió al aire con un gesto rápido y preciso, aprestándola con un floreo en el mismo fluido movimiento. 

El momento de la conversación había pasado. Era el momento de actuar. 

Su pie izquierdo se deslizó hacia atrás sobre el suelo de madera mientras su cuerpo se flexionaba adoptando la postura de ataque. 

Partir la Seda. 

Se lanzó hacia adelante, hacia el monstruoso Shogun de los oni, con Takahane ascendiendo como un relámpago de acero.

El Junco en el Viento.

Hizo un quiebro lateral mientras Takahane hendía de nuevo el aire con un centelleo horizontal.

Desplegar el Abanico. 

Keiko giró sobre su propio eje aprovechando el impulso del tajo de la katana en una vuelta que le permitió situarse como era necesario. 

El Halcón Emprende el Vuelo.

Takahane completó el giro en una estocada ascendente, usada para atacar a enemigos en una posición elevada... o mucho más grandes que uno mismo.

Pero la serie de ataques que lanzó la kensai eran solo para tomarle la medida al gran monstruo, y para hacerle creer que lo único que pretendía era luchar contra él. 

Justo mientras descargaba la última estocada, extendió su mano libre y saltó para tocar el pergamino que el enorme Oni llevaba en la mano. Aquel era el objetivo de su misión, lo que importaba de verdad, por encima de todo. 

Esperando que los demás entendieran que no les estaba abandonando, gritó mientras sus dedos se posaban en el Sutra:

-¡ABRÍOS, PUERTAS DEL CIELO! ¡TENGOKU NO MON!

Y entonces todo se precipitó.

A través del aire Seijuro interceptó su katana que llegaba volando y que estaba esperando con ansias. Por el rabillo del ojo veía a su hermana haciendo giros y atacando al señor de Chu Ye. El Samurai asistiría a su hermanita protegiéndola de lo que podría hacer el sacerdote que tenía el Shogun a su lado, a medio camino entre él y Seijuro.
Lanzando un poderoso grito - Yooohiaaaiiiiiiooaa!!!! - levantó a Tenrai y se impulsó tan enérgicamente como pudo con su pierna ya preparada para lanzarse de cabeza al mago y atacar ante la confusión que debía provocarle el ataque directo de Keiko a su señor.