Partida Rol por web

Haciendo caso omiso a la conversación que se desarrollaba entre Muhly y el grandullón, Wolfskin siguió respondiendo las preguntas del detective.

—Vuestra misión era comprobar el sello u descubrir quién o qué trata de debilitarlo, pero ahora que tu primo ha logrado establecer un vinculo con el espectro, no deberíamos desaprovechar esta oportunidad. Mi hechizo era un parche, pero si pudiésemos dejar descansar a la niña en paz la solución sería más permanente. Además, es posible que su muerte esté relacionada con todo este asunto. Podríais matar dos pájaros de un tiro. Pero si creéis que este trabajo se os queda grande, puedo ser más generoso con el pago o enviar ayuda en caso de que la necesitéis.

—Al contrario. —repuso de inmediato Chénier a las palabras del Centinela. —Estaremos encantados de hacer todo aquello en lo que podamos ayudar. 

La voz cantarina del muchacho, con su ánimo jovial y una sonrisa de oreja a oreja rubricó sus palabras. La mente, en cambio seguía inmersa en ciertas cavilaciones que ni iba a compartir mientras estuviese el teléfono activado. Quizá ni siquiera después. De un modo o de otro había que andar el camino y ver a dónde les llevaba. Y este acabaría por desvelar las intenciones de cada uno de los implicados en aquel juego de máscaras.

Wolfskin seguía insistiendo en averiguar quién debilitaba el sello, pero la posibilidad de que la propia niña intentase liberarse empezaba a cobrar fuerza.

Chénier puso una mano en el enorme hombro de Arthur para tratar de consolarlo.

—Claro que no, Artie... tu eres bien corpóreo y estás vivito y coleando. Pero que hayas sido capaz de hablar con el fantasma de esa pobre niña indica que eres alguien muy especial. 

—Tranquilo —dijo el viejo para calmar a Arthur—, mi poder es tal que incluso puedo invocar el espíritu de los vivos. Aquellas golosinas que comiste eran reales. Y tú no eres un fantasma. 

Escuchó después la voz del Centinela que brotaba por el altavoz del teléfono de Kilian. Parecía que la niña estaba conectada, no solo con Arthur, sino con todo aquel misterio. Tendrían que indagar más para averiguar quién estaba detrás de todo aquello, aunque por la expresión de Chénier, éste no terminaba de fiarse del Centinela. Para Muhly aquello sería una contrariedad, bastantes preocupaciones tenían ya como para pensar que el Centinela les había enviado a una especie de trampa. 

-Tiene sentido. -Dijo confiando en las palabras de Theodore Boudreaux- Si fuera un fantasma también diría "Buuh", pero nunca he dicho "Buuh", excepto en "Buuh-enas noches" o en "Buuh-enas tardes", pero no digo "Buuh-enas mañanas" porque las mañanas no son "Buuh-enas" porque te levantas de la cama y te despiertas, y al despertarte dejas de soñar con perritos que te dan besitos y en nubes de gominola... ^{_{"N-huuB-es" es como un "Buuh" al revés... soy lo contrario a un fantasma... un... no fantasma...}}

En efecto, Arthur O'Kellan estaba en buenas manos y sobrevivía gracias a haber estado acompañado de gente que podía cuidar de él en todo lo que este grandullón carecía; y poco a poco, este grandullón iba ganando confianza con Theodore Boudreaux, como si fuera el tío que nunca tuvo, porque sus tíos no tienen plumas.

-Grande no...- dijo con voz calma -...pero sí distinto. Así que agradeceremos los cambios en los términos- dijo -Sabemos cómo se maneja cada quién- miró a los demás -Al menos algunos- y se encogió de hombros, aunque estaba hablando por teléfono.

Les hizo un gesto a todos, por si había algo que querían preguntar, y volvió a hablar.

-Si llegamos a necesitar algo te avisaremos- hizo una pequeña pausa -Muchas gracias, Wolfskin-

Cortó la comunicación si no había algo más, y se acercó a los demás.

-¿Estamos cerca orfanato o alguno tiene vehículo por aquí?- preguntó guardando el Blackberry con displicencia.

Aunque el resto de investigadores parecían satisfechos con las explicaciones del Centinela —ignorando la crisis de identidad del bueno de Arthur—, Chénier, más acostumbrado a lidiar con las emociones humanas y sus sutiles matices, fue capaz de captar un tono que los demás pasaron por alto.

Wolfskin ocultaba algo, cierto, pero no parecía ser un secreto oscuro. En todo caso era su vanidad. Le sorprendió descubrir una mácula de humanidad en un ser tan antiguo como el Centinela. Y es que Louis logró captar una leve sombra de pesar y remordimiento a través del altavoz. Concretamente cuando hablaba del espectro y del sello. Lamentaba no haber podido ayudar a la niña, su impotencia. Como, pese a todo su poder, había sido incapaz de comunicarse o ayudarla con su sufrimiento.

Pero también había decisión y alivio en sus palabras. Esperanza en que las cinco personas al otro lado del teléfono pudiesen triunfar donde él fracasó.

—Bien, si no necesitan nada más, les dejo. Espero haber aclarado sus dudas. Manténganme informado de sus avances —se despidió el Centinela.

Al terminar la conversación, Killian preguntó por la localización del orfanato, temiendo necesitar un vehículo para acortar distancias.

—Creo recordar que Muhly conocía la dirección —dijo Diana—. Calle Orleáns, ¿verdad? Eso está a unas seis manzanas, unos 9 minutos a pie.