Partida Rol por web

La silueta de Cooty Fiyo cambiaba ligeramente con el movimiento errático de una luna azul, como si el gigantesco caballo no fuese más que un espejismo. Sin embargo, la voz que resonaba en la mente de Muhly era muy real.

La niña es el nexo, es un vórtice, como un planeta cuyas lunas giran a su son. La bestia, la bruja, tu amigo. Son cinco en total. El lugar de reposo de la niña ya lo habéis encontrado, pero para liberarla debéis encontrar lo que la retiene en este mundo. La historia ajada os dará la clave para los regalos.

Los ojos del gran espíritu refulgieron como un par de faros en la oscuridad.

Tu amigo Arthur es bondadoso e inocente, por eso resonó con la niña. Por eso le otorgó un vínculo relacionado con su mundo de fantasía. Ese papel lo ocupó antes otra criatura, pero no era digna. Otra de sus lunas se lo impuso por la fuerza. Pero es borroso, no puedo captar su alma o sus intenciones. Es como si no estuviese vivo siquiera.

Tal vez aquellas preguntas sobre Arthur le habían dejado con más dudas que respuestas, pero Muhly sabía perfectamente qué era lo que ocurría cuando le preguntabas a los espectros. Sobre todo a aquellos que podrían ver el pasado, presente y futuro al mismo tiempo en varias eras y alternativas diferentes. Las palabras del poderoso Cooty Fiyo no las llegaría a entender hasta que hubieran pasado los hechos a los que se refería. Así debía ser para preservar el río del tiempo y su fluir.

—Gracias —dijo humildemente—. En nombre de los Guardianes de la Esencia te doy las gracias, poderoso espíritu.

Cooty Fiyo relinchó a modo de respuesta, evaporándose lentamente en el horizonte a medida que Muhly despertaba del trance. Todo le dio vueltas hasta que palpó por fin el frío y familiar suelo del cobertizo.

Echó un vistazo a su smartphone antes de ponerse manos a la obra. Chénier le había enviado la ubicación en la que se encontraban los demás. Parque Louis Armstrong, parecía que no habían salido aún del barrio francés. Aquello se encontraba algo más al norte, pero no le costaría mucho llegar. Tal vez podía arriesgarse a usar el móvil por los pasadizos o emplear la forma menos arriesgada y que le aseguraba cobertura en el móvil.

Cuando consultó el teléfono tras ver como se dispersaba el espíritu del poderoso Cooty Fiyo, descubrió que sus compañeros habían ido al parque nombrado al más celebre y famoso conciudadano de New Orleans. Un parque que albergaba en su recinto importantes festivales de jazz, el auditorio municipal o otros recintos dedicados a la cultural musical de la ciudad. Aunque el preferido de Muhly siempre había sido Congo Square, donde los suyos habían bailado y tocado música desde los tiempos de la esclavitud. 

Estaba algo desorientado tras contactar con los espíritus. Era un Gran Jefe de una de las tribus indias más famosas de la ciudad, por lo que le dio vergüenza reconocer que no sabía cuál era el camino subterráneo al parque. Si su Primer Bandera lo viera en aquellos momentos iba a renegar de los Guardias of the Essence y se cambiaría a los Creole Wild West o, aún peor, a los dichosos Wild Magnolias. Así que, aunque estuviera solo, decidió hacer lo que hacía siempre que no sabía algo: actuar como si lo supiera. Se dirigió por la superficie, para evitar perderse. No estaría seguro de los caminos subterráneos, pero no se perdería nunca por aquellas calles.  

Mientras se dirigía al parque, Muhly recibió unas instrucciones algo extrañas a través de WhatsApp. Esta vez se trataba de Killian Brown, el detective.

Puede que el jefe de los Black Indians fuese alguien apreciado en la comunidad humana y sirviese de puente con las ánimas del inframundo de Nueva Orleans en muchísimas ocasiones, pero todavía había secretos de la ciudad de media luna que desconocía por completo. Entre ellos, ciertos pasadizos secretos y maneras de burlar la seguridad en zonas resguardadas.

El detective aprovechó para ponerle al corriente de lo sucedido, aunque de manera algo breve. Al parecer descubrieron a un par de vampiros que trapicheaban con sangre en el parque, hablando de una plañidera* que le daba de comer a las palomas. Una figura enorme embutida en negro que daba muy mala espina hasta a los sanguijuelas.