Partida Rol por web

-Esta aberración de la naturaleza,- escupió con desprecio, sin importarle que Marius estuviese delante y le estuviese escuchando, mirándole directamente a los ojos, desafiante.- es un vampiro. Un Tremere demasiado cegado por la búsqueda de poder, capaz de hacer cualquier cosa para conseguir un poco más. Yo pensaba que ya no había ninguno de ellos, que los habían destruido a todos, pero veo que me equivocaba.

¿Recuperar el libro enfrentándonos a ti? ¿De verdad crees que estamos tan locos? - lo miró con burla. Cierto es que Septimus tiene un orgullo abundante, pero no es ningún suicida. 

Debían hacer algo, algo inteligente. Pero en esa situación nada le parecía ni lo suficientemente inteligente, ni lo suficientemente sensato. Y aunque por el momento estaban a salvo, poco les duraría la suerte. Porque si él era un vampiro, su superior seguramente también. O algo peor. Lo que estaba claro es que era más poderoso aún que Marius. Y eso no era poco decir. 

Con los pelos algo alborotados y claramente vestida a la carrera se ve bajar a la maga, se mordia el labio aun notando los recientes acontecimientos.

Aigor la mira sonriente.

- ¿Todo bien? *

- Todo perfecto... jejeje.

Al momento Aigor la pone al corriente y su semblante se torna serio de pronto.

- Bien, Aigor, prepara lo necesario, nos vamos a buscar a los demas. ¿Todos conformes sodalis?

- Que Barry confirme que tenemos el artefacto que nos dejaron en la alianza - dice en tono serio Armand- ¿Recordais el tiempo preciso para usarlo y las instrucciones para ello?

La verdad, ahora mismo estoy más preocupado por dar con nuestros compañeros que por el Enemigo al que  debemos enfrentarnos. No es momento de ir de caza, es el momento de refugiarnos juntos y esperar la llegada del día, que es cuando podemos tratar de combatirle.

La seguridad del grupo debía ser su primera prioridad; después, la captura del ladrón.

-¿Vam-pi-ro? -pregunto ante la nueva argumentación de Septimus, al parecer sabía mucho de ellos, más que yo al menos- ¿Más poder? Si para ello tengo que ir por ahí con esa cara, prefiero quedarme con mi poder actual... -hablo con toda la tranquilidad, como si lo que le estuviera diciendo se quedara entre Septimus y yo mismo, como si Marius no estuviera presente y no se pudiera enterar de lo que estoy diciendo-.

-¿Aún sigues aquí? -pregunto mirando a nuestro misterioso "amigo"-. Creí que había quedado clara nuestra posición ante tu oferta... Pero tengo una pregunta, ¿quién es tu superior? Para saber con quien tengo que arreglar las cuentas cuando acabe contigo -sonrío con toda la intención de provocar-.

Había que tirar del hilo todo lo que se pudiera, cuanto más nos dijera, más podríamos utilizar en su contra. O eso creo...

Bajo poco después que Papagena, con el olor levemente mezclado al de ella en una combinación salvaje (y abrumadoramente obvia para los compañeros), y por fortuna ni siquiera había tenido que quitarme la ropa... Cielo santo, qué mujer... Me ayudaría a entretenerme un tiempo, probablemente. Y me importaba un carajo lo bien o mal que le pareciese a cada uno... si tuviese que importarme no tendría el apodo "chispaextinta".

- Sí, sí, las recuerdo... -comento, habiendo escuchado las palabras de Armand justo antes de terminar de descender, recorriéndolos con la mirada.

Busco con las manos, con total precisión sobre dónde debería estar el artefacto, pues a cada rato palpaba el bolsillo (y en numerosas ocasiones lo miraba) para asegurarme de no perderlo... la última, en mi cuchitril de la posada, si no recordaba mal.

Armand sonrió con un momento de genuina diversión al ver tanto a Barry como a Papagena. E incluso al olerlos

- Siento haberos quitado el momento de diversión y placer, sodalis. Pero nuestros hermanos pueden estar en peligro. Vayamos hacia la taberna donde estaban. Ojalá lleguemos a tiempo - dicho esto sale

Cuando llegáis a la posada no encontráis rastro de vuestros compañeros, como temíais. Por suerte, uno de los grogs ha estado atento y os comunica que al parecer han decidido ir hacia el centro de la ciudad, a la plaza. Al ver vuestras prisas, inmediatamente se dispone a despertar a los demás para que os acompañen.

Remiel no parece poder evitar cagarse en todo lo que le rodea. No le gustaba aquella ciudad, ni aquellos pueblerinos, ni casi nada de lo que estaba sucediendo; parecía que alguien se había empeñado en mantenerles a todos separados, convirtiéndoles en presa fácil del Enemigo.

Tenemos que encontrarles cuanto antes y buscar un Refugio seguro. Cuando se haga de día retomamos la caza y damos con el ladrón.

Claro que todo aquello era mucho más fácil de decir que de hacer...

Esperemos que no les haya pasado nada, pensó el Criamon. Si el aviso llegaba demasiado tarde no se lo perdonaría nunca.

Armand ni siquiera se detiene. En sus ojos brilla la preocupación y la necesidad de celeridad

- Llévanos con ellos. Y que tantos como sea posible vengan con nosotros. Nuestros hermanos pueden estar en peligro - el tono era seco, autoritario y claro. No era el momento de perder ni un segundo en explicaciones

-Veo que todavía queda algo de juicio entre los Tremere...cierto es que no puedes derrotarme Septimus, ¿pero crees que el resto de tus compañeros me dejará escapar?-se apoya en su bastón mientras dirige una mirada a Oskari-Lo más seguro es que sean como este salvaje, ciegos e inconscientes por su lealtad a la Orden.

Ahora se dirige a Oskari-Tranquilo, no tardaré mucho en irme, no soporto el olor de las bestias salvajes, pero si quieres ver a mi superior os recibiremos con agrado en nuestra Alianza-señala con la mano-está a solo un día de camino hacia el Oeste. Ni siquiera alguien como tú puede perderse.

Pasa al lado de vosotros con total tranquilidad, pero antes de abandonar la calle se gira y comenta-¡Oh, se me olvidaba! Un regalo de despedida con todo mi aprecio-apunta con el bastón hasta el ayuntamiento y susurra-Ignis.

Al instante una bola de fuego sale disparada desde la punta y se estrella con fuerza en el tejado del edificio. Ávido e imparable, el fuego comienza a devorar la estructura mientras los soldados que se encuentran abajo emiten exclamaciones de asombro y temor.-Adiós, sodales-y con celeridad el vampiro desaparece antes de que nadie tenga tiempo a reaccionar.

-¡Maldito sea! ¿A quién cree que está llamando bestia cuando la única aberración es él? -estallo una vez que se ha ido, tras un breve momento de euforia y rabia me quedo mirando a lo que había sido el ayuntamiento, ahora en llamas-. Ahora sí que tenemos problemas...

¿Irnos o quedarnos? ¿Ayudarles a apagar las llamas o girar la vista hacia otro lado? ¿Avisar al resto? Demasiadas preguntas se apelotonaban en mi cabeza y no sabía responder a ninguna de ellas. Todavía estaba asimilando todo lo que había dicho aquella criatura.

Dedico una mirada a los dos que me acompañan, como esperando alguna idea de qué hacer. Aunque mi primera opción es salir de aquí, más que ayudarles. Seremos los primeros sospechosos, por no decir culpables, de lo que ha pasado.

Papagena le dice por lo bajo a Aigor.

- Por favor estate atento a cualquier signo de cualquier cosa. No sabemos a que nos enfrentamos y sabes que tus capacidades son indispensables para todos.

Al terminar la frase le pasa la mano por la chepa de manera cariñosa.

-No habéis reaccionado -fue lo primero que surgió de los labios del recién reaparecido Excelsius- O sea, me juego el cuello jugando con la máscara del Tremere ese y vosotros os quedáis ahí, de charla -y ahora les echaba la bronca, justo lo que necesitaban, sin duda- Un mago no puede hacer magia si no ve o toca a lo que quiere afectar, o si se está aguantando los huevos porque se los han machacado de una patada -que era mi segunda opción-, cosa en la que tengo amplia experiencia como aprendiz, aunque no venga exactamente al caso decirlo. La próxima vez al menos tened la decencia de correr a refugiaros o algo, ¿no? Ummm, un momento, ¿ha dicho una alianza a un día de camino hacia el Oeste? Bueno, eso es una invitación en toda regla. Tenemos que ir a hablar con los demás. E irnos -añadió al fijarse en las llamas repentinamente, como si justo las hubiera visto en aquel momento- vosotros dos llamáis demasiado la atención.

Septimus miraba en la dirección por donde había desaparecido el vampiro pensando en su invitación. Soltó una carcajada con el "regalo" del monstruo e, ignorando la cháchara que llevaba encima Excelsius, comenzó a andar con paso rápido hacia el resto del grupo, con intención de deshacer el camino que hicieron hasta aquí. A los pocos pasos se giró y miró a sus dos compañeros con irritación.

-Tenemos prisa.- Se volvió y siguió andando hacia la posada. 

Desde luego no pensaba hacerse cargo de los destrozos que el vampiro podía ocasionar a la ciudad. No era asunto suyo, además de que sólo generaría más pérdida de tiempo. 

Debería avisar al resto de mi casa de la existencia de este... ser. Aunque si soluciono el problema yo mismo...

Perdido entre sus pensamientos ni siquiera se dio la vuelta para ver si los otros dos le seguían.

Vuestro grupo avanza rápido en dirección a la plaza, cuando entonces contempláis una explosión de fuego que ilumina con un destello lo que antes estaba en sombras. Aigor es el más rápido en reaccionar, instintivamente se coloca delante de Papagena para protegerla mientras el resto de los grogs se ponen delante con la misma intención.

Aunque la atención se os desvía inevitablemente al edificio en llamas y los gritos de los soldados que se encuentran cerca, en ese momento podéis ver a Septimus dirigiéndose hacia vosotros, seguido de cerca por Exclesius y Oskari.

-Ajá, de nada por poner mi vida en peligro para salvaros el culo. Sí, no os preocupéis, estoy bien, gracias. No, no me deis todos la razón a la vez. Grmpf -refunfuñó Excelsius, pero no aflojó el paso para seguir al Tremere-no-vampiro hacia la posada de la que habían salido. Ciertamente había cosas importantes y urgentes que contarles.

¡Mierda, me podría haber hecho con una conexión arcana y he desaprovechado la ocasión! -pensó a la vez que cerraba los ojos con disgusto un momento y echaba una mirada furtiva hacia atrás. Eso tampoco le hizo perder el paso, pero sí casi pisar algo indeseable de la calle, algo relacionado con lo que acababa de pensar.