Partida Rol por web

- La fuerza de un hombre se mide en como trata a los que tiene a su cargo, Arcturus.

Le espeta Papagena en claro tono de reproche mientras sigue jugando con la manzana. Ciertamente aquello era revelador cuanto menos. Al contrario de lo que muchos de sus compañeros seguramente pensaran, ella tampoco tenia un mayor interes en el diario en si, ni tan siquiera en la estabilidad de la propia Orden, mientras no dañara a la casa Mercere.

- Y aunque haya algunos que lo merecen mas que otros... -dice mirando con desprecio al vampiro- ¿Y que vas a hacer ahora con el diario?

Entre bocado y trago, Excelsius asistía sonriente a las revelaciones del poderoso mago renegado. No le parecía especialmente amenazador. Si hubiera querido acabar con ellos harto tiempo había tenido ya, y sin embargo continuaban vivitos y coleando pese a que algunos de sus compañeros no sabían detener la lengua y podía resultar ofensivos. Tal vez alguno pulsara algún resorte inesperado y viera que su boca le había perdido... Obviamente trataría de no ser él quien lo hiciera, de manera que su propia boca la mantuvo ocupada en otros menesteres.

Excelsius, así, sonreía, masticaba, comía y miraba distraídamente alrededor. Se fijaba en las puertas, en las ventanas, en el mobiliario y en la decoración. Todo podía usarse. Una estatua decorativa se podía trocar en arma improvisada inmune a los mordiscos de un vampiro, una pesada mesa en un proyectil capaz de aturdir al poderoso mago si tan sólo se le daba impulso a la manera que lo hacían las catapultas, y unas sillas despedazadas convenientemente podían ser estacas que clavar en los enemigos que tenían ante sí. Echaba en falta los grogs, claro. Incluso el lobo de Papagena, que en otras circunstancias le ponía más bien nervioso.

Definitivamente tenían que echar mano de lo que tuvieran al abasto...

Armand masticó las palabras de Arcturus para sacarles todo su jugo, mientras algunos de sus sodales hacían lo propio con los alimentos. Entendía el cómo y el porqué, pero no entendía qué pintaban ellos en todo aquello, por lo que, para tantear el asunto, comentó:

Y dinos, magus Arcturus, ahora que posées el diario del que supones podrás obtener la información necesaria para localizar las Brumas, ¿que piensas hacer con nosotros? ¿Emplearnos como conejillos de indias para ayudarte a encontrarlo? ¿Por eso nos alimentas y tratas con tanto respeto? ¿Acaso tus secuaces y tu no sois lo suficientemente poderosos para obtenerlo sin nuestra ayuda?¿ O es que nos mantienes con vida en un gesto de magnanimidad, restos del sodalis que quedan en ti? -Armand dijo esta última frase con marcado tono de ironía.

Le preocupaba lo que les fuera a suceder a partir de entonces, pero consideraba que ya estaba bien de juegos y que era momento de ir al grano antes de que alguno de sus sodales perdiese la paciencia con el viejo loco, aunque poderoso, que les retenía.

A pesar de estar hambriento y del rugido de mis tripas, me mantenía estoico en no probar bocado de la copiosa comida servida delante de mis narices. Si era un burdo intento de compra, o un intento de convencernos para unirnos a su causa, llevaba todas las de perder conmigo.

-¿Soy el único que piensa que esto es una pérdida de tiempo? -la situación se estaba yendo por las ramas. No logro entender porqué nos cuenta todo esto sin decir qué piensa hacer con nosotros. A la vista está que nos podría ejecutar si le viniera en gana, pero no, nos daba de comer y nos contaba viejas historias-. ¿Podemos pasar al plato principal? Ese en el que nos cuentas qué va a pasar con nosotros.

Despues del arrebato de ira Arcturus no parece demasiado dispuesto a seguir con la conversación, pero tras unos segundos de silencio prosigue:

-No se mucho más de las Brumas que ya os haya contado. Al parecer Magnus las encontró en una isla sajona durante sus viajes. De lo demás poco os puedo decir, pues solo hay historias; unas consideran que el artefacto fue creado por una secta de magos muy anterior a la Orden y dotada de mayores poderes, otras que es un vestigio de unas criaturas mágicas largo tiempo extinguidas.

Se sirve una copa más y esta vez vacía la jarra, aunque no parece que lo ingerido hasta el momento le haga el menor efecto. Está claro que soporta bien los licores.

-Os mantengo con vida porque no me interesa mataros...y a Él tampoco. Creo que eso había quedado claro desde un primer momento. Y si os cuento todo esto es porque espero que alguno tome en cuenta mis palabras y me ayude a llevar a cabo esta empresa. Os ofrezco un gran poder que nos abrirá la puerta a un gran conocimiento. La Orden dejará de marchitarse con cada invierno que pasa y volveremos a ser tan grandes como en tiempos de Bonisagus. -su entusiasmo es patente en cada palabra, pero se torna más aspera al continuar- Peros si os negáis, me temo que tendré que tomar medidas para que no interfiráis.

Vuestro equipo, el huargo y vuestros grogs están ahora mismo en una de las mazmorras, pero os aseguro que no los hemos tratado con rudeza. Podréis verlos cuando termine la cena, aunque de vosotros depende si como prisioneros o aliados. -interviene Orestes, formulando la respuesta a una pregunta que ya se han hecho unos cuantos.

-Pues a mi me queda claro el tema: muerte o colaboración en una empresa de medios reprobables pero fines nobles. Me gustaría participar de buen grado. Si resulta bien, el beneficio es para la Orden. Si resulta mal de todas maneras ya estábamos sentenciados.

Y en el caso de que miembros de la Orden consiguieran detenerlos puedo sostener sin dificultad que no ha habido traición hacia la Orden en mi corazón y que esperaba el momento de poder beneficiarla con el conocimiento de esas brumas tan prometedoras...

-¿De dónde es este vino? Está bastante bueno –preguntó despreocupadamente, quitando hierro a su anterior frase con gran naturalidad.

Un gran conocimiento perdido... magia extraña... criaturas extinguidas en edades antiguas...

La charla de Arcturus había conseguido picar la curiosidad de Remiel. Al fin y al cabo, nada de lo que había expuesto sonaba a pacto demoníaco, y no sería el primer Magus de la historia de la Orden que había logrado sus fines con métodos reprobables.

Podéis contar con mi colaboración, Arcturus. Solamente un detalle me impide abrazar vuestra causa de todo corazón, y es que no querría verme mezclado en una expedición que estuviera a las órdenes de alguna fuerza oscura y demoníaca. Decidnos, ¿quién es este misterioso "Él"? - preguntó mientras fruncía el ceño, logrando que las cicatrices de su rostro se hicieran aún más marcadas.

Papagena lo mira todo con interes desde su esquina junto a Aigor. Mientras aun hace girar la manzana en su mano. Le gustaba la idea de viajar a tierras lejanas.

No puedo evitar sentir aversión hacia éstos que habían sido mis compañeros en la búsqueda, que ahora parecían pasarse al lado del ladrón -quizás enemigo fuera una palabra demasiado profunda- sin más, sólo porque les había encandilado con patrañas acerca de un poder por descubrir.

-Siento ser yo el que discrepe de mis compañeros, pero estoy aquí para recuperar el diario, devolverlo y volver tranquilo a mis tierras, no para leerlo y mucho menos para embarcarme en una búsqueda de poder por el mero placer de encontrarlo y, probablemente, utilizarlo. Haz lo que quieras conmigo, pero créeme que responderé en consecuencia -sentencio con total tranquilidad a Arcturus. Su teatrillo y sus esbirros no podrían amedrentarme, a pesar de haberlos visto en acción y saber que podrían conmigo sin despeinarse, suponiendo que tuvieran pelo, claro-.

A Armand, las palabras de Arcturus, le determinarón a tomar una actitud menos contemplativa.

-Y no serás el único, sodalis Toivonen. -dijo con tono severo pero con un deje de decepción, para pasar de inmediato a un tono de reproche rotundo - Arcturus, eres esclavo de tus palabras, y ellas denotan la ambición desmesurada del que ya no distingue lo justo de lo injusto, el bien del mal. Ya no es sólo el acto de robar a la Orden algo que no te pertenece por derecho propio, ni el aliarse con fuerzas oscuras para obtener aquello que tu solo no hubieras podido conseguir. Es, sobre todo, la soberbia con la que nos ofreces un poder que nos dará un gran conocimiento, un poder que no te pertenece, y el que te arrogues la misión de otorgarle poder a la orden para que deje, según tu, de marchitarse, cuando ésta no te ha dado su consentimiento para que hagas tal cosa. Lo cual, como sábes, nunca haría dados los métodos que pretendes emplear. Por tanto, todo ésto demuestra claramente que son solamente tus ambiciones personales las que te motivan, y no un gesto de generoso desprendimiento hacia el resto de tus sodales de la Orden.

Tras tomarse un instante para respirar profundamente, concluyó:

No contarás conmigo para tal empresa, pero sí cuenta con mi total oposición, en la medida que mis fuerzas me permitan.

Paro de comer y suspiro levemente, lanzando una mirada a Armand y Oskari, que me quedaban al lado contrario que Arcturus, mostrando lo estúpida que me parecía su actitud. ¿Qué ganábamos con una oposición tan...?

No pienses, céntrate en la comida. Me digo, pues ya antes había definido mi línea de acción y me había propuesto no pensar en ella por si me leían la mente. Las Brumas me parecían interesantes, entonces evitaba relacionar más ideas: las Brumas me interesaban y la comida estaba buena, FIN.

La última disertación de Armand había tocado nervio; ¿realmente era posible que todo aquello solamente fuera una expedición iniciada por motivos egoístas? ¿No era la búsqueda de conocimiento el auténtico motor de todo aquello? Realmente... ¿podían confiar en las intenciones de Arcturus, un mago que sabían que se había aliado con seres despreciables para lograr sus objetivos?

Realmente, cuantas más vueltas le daba al tema, más turbio le parecía todo el asunto. Quizás se había precipitado a la hora de dar su aprobación y presentarse voluntario, pero ahora ya era demasiado tarde para desdecirse. Además, tenía la impresión que el anciano Bonisagus no se lo iba a tomar nada bien, por no hablar de sus "socios".

-Cuando quede claro lo de ese “Él”, que, por supuesto, no puede ser un demonio, todo será legal. Veréis, yo provengo del Tribunal Provenzal y allí, mientras no se toque a los magos, aprendices, familiares, biblioteca arcana o fuentes de vis, todo lo demás es legal. Incluso hay una Alianza especializada en saquear a otras Alianzas, a las que utiliza como fuente de ingresos. Eso nos deja con el asesinato del bibliotecario, claro está, pero si era mundano tampoco cuenta. A lo peor podría pagar una multa. Y nada, que a mi me sigue interesando el tema.

La verdad es que Excelsius no recordaba si el bibliotecario era un mago o no, estaba convencido que no les revelarían la naturaleza de ese “Él” (especialmente si fuera un demonio, no iban a ir proclamándolo a los 4 vientos) y el hecho de que no hubiera habido asesinatos no quitaba el robo en una de las Alianzas más influyentes del Tribunal, sino la que más, lo que significaba que en cualquier momento se podía declarar al ladrón enemigo del Tribunal. Y siendo una Alianza Flambeau, aunque esto no se diera, una vez establecido el culpable seguro que alguno de sus miembros se animaba a llevar una Guerra de Magos contra él. No obstante, mientras no hubiera una declaración del Tribunal o se notificara convenientemente la Guerra de Magos, atacar a Arcturus era ilegal. Simple y claramente era un delito contra el código el atacar a otro mago...

Ante las palabras de Excelsius, me giro hacia él, poniendo cara de no haberlo entendido bien.

-¿Me estas diciendo que se permite robar, asesinar y a saber cuantas cosas más, todo en función de la ambición de un solo hombre o colectivo, y que no hay castigo o represalia por ello, al contrario, está respaldado? Y se supone que yo soy el salvaje aquí... -eso último lo mascullo entre dientes-.

No me puedo creer que se deleiten con la comida que el enemigo les ha brindado, incluso hayan aceptado de tan buen grado colaborar con él en esa investigación aún sabiendo todo cuanto ha hecho, y ni siquiera se lo han pensado. Temo por Ghassân, por lo que le pueda pasar a manos de los esbirros de este mago descarriado y cegado por la envidia de un poder que no estaba destinado para él. Bufo y niego con la cabeza, incrédulo ante la situación.

-Sólo según las leyes del Tribunal Provenzal. Las leyes mundanas no funcionan igual, claro. Ni las divinas, ni las divinas. Y siempre que no dañe la capacidad de un mago de desarrollar su poder, eh. De ahí lo de la biblioteca arcana y las fuentes de vis -razonó despreocupadamente el Jerbiton, mientras bajaba la carne de cerdo con una manzana y aclaraba sus palabras entre bocado y bocado.

Excelsius lleva razón hasta cierto punto, no es que sea legal estrictamente hablando pero tampoco es de las cosas más graves que se pueda penar. Como dice, lo más normal es que ese tipo de actos se lleven multas (de vis) o algún otro tipo de condena no muy severa. Son maneras indirectas de dañar el poder de un mago, no directas, por eso son más leves.

Solo tienes que leerte el Código para ver lo que es ilegal o no. Y a excepción de un par de cositas que se llevan a rajatabla (como el tema de los demonios) lo demás no se toma al pie de la letra. Así que por ejemplo si un mago mata a una persona o secuestra personas para su experimentos, no pasa nada...siempre que no ponga en peligro a la Orden porque la Iglesia se de cuenta y monten una cruzada para cargárselos.

Hay que tener en cuenta que muchos magos se consideran un escalón por encima de los mundanos.