Partida Rol por web

Vigilancia, victoria, sacrificio

3. La Tumba de la Novia Roja... de nuevo

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23/02/2016, 17:54
Paexter RockHead

El enano plantó la cabeza del hacha sobre la roca, tomándose unos segundos para recuperar el resuello, pesadamente. Se quitó el yelmo y los guanteletes, y con el dorso de la mano se limpió los restos de polvo, sangre y astillas de hueso que poblaban su cara y barba. Después, sin hablar, observó como la cabra se acercaba. La oyó decir algo, pero su atención estaba puesta en su compañera caída que, una veintena de metros más allá, aún estaba en la grotesca posición en la que había caído bajo el peso del implacable acero.

Miro a sus compañeros, asintiendo, también al avvarita que, tras su máscara de hierro, también seguía mudo. Finalmente, cuando las últimas motas de polvo se posaban sobre la roca, dijo una única frase:

- Vamos, hay que darle descanso a nuestra compañera. Antes de que el condenado demonio decida convertirla en una marioneta...

Cuando llegó a su altura, la colocó tumbada boca arriba, con su arco reposando en su pecho, y le susurro, en su antiguo idioma ancestral:

- ** Que la Roca te acoja en su seno, elfa. Ten por seguro que tu muerte no será en vano... **

Después levantó la cabeza, y girándose, con gesto serio, preguntó: - Quizá lo mejor sea una pira, no creéis??

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23/02/2016, 19:13
Jarlath

En cuanto el último de los monstruos cayó, los brazos de Jarlath cayeron a ambos lados de su cuerpo. Estaba espiritualmente exhausto. El silencio de aquella cueva era denso, pesado, casi doloroso. Era como si la realidad misma hubiese asumido un aspecto de muerte. Cuando el hombre se dio la vuelta hacia el cadáver de la elfa, un malestar parecido al dolor atenazó su pecho y le ascendió por la garganta hasta instalarse justo detrás de su nariz y sus ojos, que empezaron a escocerle insistentemente, como si quisieran sacar esa sensación afuera de su cuerpo. Cerró los ojos para aliviar la molestia, y los sintió húmedos. Por una vez, las palabras de Yadda no sonaron frívolas y despreocupadas. Ni él mismo habría expresado mejor aquella amarga derrota, aquel revés sin sentido, aquella vida arrebatada por nada. No luchó contra lo que sentía, y pronto, dos hilos de agua salada limpiaron el carbón de sus cuencas y la suciedad de su cara.

En un silencio compungido e impotente, el orlesiano presenció cómo su amigo enano colocaba respetuosamente a la mujer en una posición digna, su elegante serenidad rota por la macabra herida que ha terminado con su vida. Las emociones se le agolpaban en el pecho, y no podía dejar de pensar con sinceridad que se había marchado demasiado pronto. ¿Quién había sido realmente Elietta, la severa y reservada arquera con la que pasó una de sus últimas tardes en el campamento? ¿Qué amargo pasado en la elfería esconderían sus impenetrables ojos? Ya no lo sabría. Ninguno de ellos lo sabría jamás. Su destino, al parecer, era caer en una cueva maldita y olvidada, ante un amasijo de carne en descomposición animado por un demonio. Pero él no la olvidaría.

El trovador estuvo en silencio un rato, formando palabras sin emitir ningún sonido, imaginando una melodía en su mente. Acercóse después a Hroldar, con los labios apretados, mirándolo desde debajo de sus cejas. No sabía muy bien cómo formular la pregunta.

Hroldar —se decidió al fin—. Hay una cosa que quisiera preguntarte. ¿Es posible que Elietta aún esté, de algún modo… cerca de nosotros? Desconozco tus creencias y tus prácticas, y te pido perdón por adelantado si lo que voy a decir es una ofensa para ti… —Jarlath se aclaró la garganta. Ni siquiera sabía si lo que iba a pedir tenía algún sentido—. Pero en caso de que aún estuviera aquí, y si hubiera alguna forma de hacerlo, ¿podrías hacer que pudiese… oírnos? Tengo algo para ella. Un último regalo.

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26/02/2016, 01:08
Enansal

Enansal recuperó su forma élfica entre los fragmentos de hueso. La caída del último cadáver había traído una calma espesa, y la herida de su costado quemaba como un pedazo de carbón encendido. Un ardor puro, sin mácula.

Descendió tras Paexter hasta donde reposaba Elietta y le observó manipular el cuerpo de la mujer en silencio. Observó el rostro que empezaba a palidecer. El rostro de una muchacha, apenas conocido, insuficiente para hacer mella en ella. Nada más que la confirmación de la delicada mortalidad que todos compartían, y que habían entregado cuando bebieron la sangre de aquellos cuencos.

Aquella muerte arañaba débilmente el interior de su cabeza. Había en sus recuerdos un dolor irregular, un cuerpo extraño en el hueco dejado por las memorias arrebatadas, como una piedra encajada a la fuerza en el agujero de una pared, demasiado grande y, aun así, incapaz de llenar todo el espacio. Apretó los párpados, concentrándose en la tensión en sus ojos hasta que los recuerdos borrados se esfumaron de su atención.

La enterraremos, replicó al enano, abriendo de nuevo los ojos. No había aprendido los ritos funerarios de los elfos urbanos durante su breve estancia entre ellos, pero podía ofrecerle el funeral de una dalishiana. Volveré para hacer los ritos cuando acabemos con esta misión.

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26/02/2016, 15:21
Lynariel

El esqueleto regresó al pozo de donde había salido. Los huesos cayeron por su propio peso y allí donde la oscuridad había reanimado los despojos de los muertos, ahora la nada se adueñaba de los restos. La elfa dalishana agachó la cabeza, cerró los ojos. Su expresión mezclaba el dolor y la melancolía de la pérdida y del olvido.

Las heridas que manchaban su cuerpo no eran tan graves como la propia sensación de impotencia, soledad, tristeza. Un sombrío vacío permanecía aferrado en su interior como dagas punzantes clavadas en su pecho. Un castigo del que no podía escapar, ni huir. La elfa abrió los ojos, dejando escapar lentamente su aliento. Sus ojos se encontraron de nuevo a los dos esqueletos derribados y nada a su alrededor.

Envainó su Dar'Misaan. Su función había terminado, por el momento. Giró levemente su rostro y en la lejanía observaba a sus compañero acercarse al cuerpo de la caída. Su mente quería recordarlo todo, pero un bloqueo se lo impedía. Estaba confusa y sólo podía recordar el crujido de los huesos.

Emprendió la marcha hasta regresar junto al cuerpo inerte de Elietta. El silencio la acompañaba durante su camino y las palabras apenas salieron de su boca cuando la vio en la posición en la que el enano la había dejado. Todavía no daba crédito a lo que veían sus ojos. La batalla no le había dejado asimilar del todo su muerte.

- Este sitio no es lugar para ella…- se limitó a decir. Su mirada perdida observaba a Elietta. Apenas la conocía y su único contacto habían sido un par de palabras sueltas. Miró a Enansal.- Te ayudaré en todo lo que pueda.

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26/02/2016, 17:34
Selene

Y se acabó.

La llegada de la paz fue tan antinatural como la llegada de la guerra. El silencio se hizo sólido y denso de improviso, dolorosamente atronador en comparación con el alboroto del combate. Selene mantenía los ojos cerrados, esperando... ¿esperando a qué? Ella misma no lo sabía, pero se resistía a creer que todo hubiera acabado así, que simplemente iban a seguir hacia delante con un cadáver más y un compañero menos. Y, sin embargo, era cierto.

Espiró, suavemente, y levantó sus párpados para acercarse lentamente al cuerpo caído de la elfa. Estaba tan herida que tenía que apoyarse en su vara para avanzar, casi como si fuera el bastón de un anciano. Las palabras de Paexter, roncas y profundas, resonaban mientras caminaba y, aunque no las entendía, le resultaron extrañamente tiernas viniendo del enano.

Finalmente, se hizo un hueco entre los Guardas reunidos. Había en todos ellos una mezcla de sufrimiento y serenidad que le llevó a pensar, nuevamente, que todos estaban condenados. Que ese era el único y verdadero valor del camino que habían elegido.

Hablaban de enterrarla. Ella no sabía qué ritos funerarios deberían aplicársele a alguien de su raza que había nacido libre. En Tevinter había aprendido muchas cosas, pero no algo tan simple como eso. -Vosotras sabéis mejor que yo lo que es más conveniente en estos casos...- Les indicó a Enansal y Lynariel, con toda la voz que logró reunir -Pero sea lo que sea, hay que apresurarse, antes de que algún demonio se aproveche de su carne y de los sentimientos que nos provoca su recuerdo.

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27/02/2016, 19:54
Hroldar Torvaksen

Hroldar rascó a Yadda en la testuz distraídamente hasta que Jarlath lo sacó de su ensimismamiento. El avvarita miró al trovador largamente desde las profundidades de su máscara de hierro. Decidió que no era el momento de explicar que las almas de los difuntos nada tenían que ver con los dioses y que él no tenía poder alguno sobre esas cuestiones.

—Su alma no ha partido aún —dijo en cambio aquella voz lenta y deliberada—. Sus oídos ya no oyen, pero el alma no los necesita. Ofrece tu regalo a Elietta.

Los augures eran los encargados de celebrar los ritos funerarios en las Marcas avvaritas. Preparaban los cuerpos para que las aves llevaran el alma del difunto a los salones aéreos de la Dama de los Cielos, donde se reuniría con su familia. Pero Hroldar conocía las costumbres dalishanas, y no se entrometería en asuntos de elfos. Por muy extraño que le pareciera plantar a los muertos.

—En la muerte, sacrificio —murmuró el augur para si, mientras se separaba de Jarlath—. Recuperad el aliento mientras disponemos de su cuerpo, pero daos prisa. Selene tiene razón, debemos irnos. Y encontrar a los reclutas.

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27/02/2016, 21:47
Jarlath

Jarlath asintió, dejando escapar un suspiro, al oír las solemnes palabras de Hroldar. Cuando el avvarita le dio la espalda, el trovador continuó mascullando para sus adentros. Sin embargo, a pesar de lo que pudiera parecer, Jarlath no había perdido la razón; en su cabeza, estaba tratando de pensar una letra que resultase apropiada para un canto fúnebre que compuso hacía años. Jamás esperó tener que utilizar aquella melodía, y mucho menos en aquellas circunstancias. Después de un momento, volvió al lugar donde descansaba Elietta, con los ojos cerrados y la tez adquiriendo un matiz ceniciento. Al cabo de unos segundos, se dio cuenta de que se estaba acercando al cuerpo a pasos lentos, manteniendo el equilibrio en el pie apoyado un instante más de lo necesario antes de dar el siguiente paso; era la forma de caminar que adoptó desde niño cuando quería demorarse deliberadamente, cuando deseaba tardar en llegar a su destino. Como cuando su padre lo llamaba desde la herrería. Solo que ya no era un niño, aunque seguía estando asustado.

Cuando llegó frente al cadáver de la elfa, Jarlath se detuvo. Muy despacio, como si no quisiera despertarla, el hombre descolgó la mochila de su hombro, colocándola en el suelo para asentarla mejor, y buscó en su interior. De allí sacó una pequeña viola de arco, de hermosa factura, a cuya clara madera la luz de las antorchas arrancaba destellos dorados. Meditabundo, el hombre se sentó en el frío suelo de la cueva y cruzó las piernas, afianzando el instrumento entre ambas. Después de lanzar una mirada silenciosa hacia arriba, colocó el arco en las cuerdas, y la música empezó a sonar.

Al principio fue tan solo un quejido, apenas dos notas sucesivas, prolongadas en el tiempo para cubrir el silencio con la vibración natural de las cuerdas. Justo antes de que el sonido cesara, Jarlath volvió a efectuar los mismos acordes, haciendo llorar la viola al final. Una y otra vez, humilde, sereno, doliente. Al cabo del tiempo, la caverna empezó a llenarse con los armónicos de las notas que, insistentemente, repetía una vez tras otra, envolviéndolas, llenándolas de riqueza y emoción. Y entonces, con los ojos cerrados y una voz delicada y sensible, empezó a cantar.

Aquí yaces, dulce Elietta.

Y a pesar de tu gallardía,

te ha llegado ya el triste día

de la muerte oscura y quieta.

Dulce Elietta.

Tenías muy clara tu meta,

más con nadie de ella hablabas.

Cuando tus flechas volaban,

eran sueño de poeta.

Dulce Elietta.

Aquí yaces, dulce Elietta.

Y a pesar de tu gallardía,

te ha llegado ya el triste día

de la muerte oscura y quieta.

Dulce Elietta.

Cuando las palabras terminaron, la fídula siguió sonando un tiempo, hasta que su sonido y sus armónicos se extinguieron, muy lentamente, en el aire. Todo este tiempo permaneció Jarlath con los ojos cerrados, abriéndolos únicamente cuando el silencio reinó de nuevo.

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28/02/2016, 23:46
Paexter RockHead

Cuando la morena y calva elfa dijo que sería mejor enterrarla, el enano, pese a sus arraigos para con la Roca, lanzó un quedo ronquido, pero no dijo nada, limitándose a encoger los hombros: - El jodido Demonio sigue cerca, seguro, ávido de poseer el cuerpo de la elfa, una vez su alma parta..., pero no es mi cometido disponer su "adios", así que, mientras lo hacen, haré lo que mejor se hacer, y se espera de mi...

Sin descanso, y pese al agotamiento físico y mental que había supuesto el combate, Paexter se secó el sudor, dio un largo trago al agua, y se dispuso a colgar el yelmo a la mochila. Asintió a las palabras de Guardia Senior avvarita, y se dispuso a vigilar el túnel que tenían por delante, dando la espalda a la representación fúnebre del Trovador. Pese a tener un corazón de roca, Jarlath consiguió que una sola lágrima rodase por la cara del enano, hasta perderse en su barba...

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01/03/2016, 21:39
Jarlath

Sin prisa, después de guardar el instrumento que acababa de tocar, Jarlath se levantó. Tras su elegía a la joven Elietta, se sentía ligeramente aliviado. Respiró profundamente, llenando unos pulmones que parecían haber ganado capacidad. Creía que había conseguido hacerle un homenaje digno a la elfa, y ello lo consolaba. De algún modo, en su fuero interno, sabía que Elietta y él eran iguales, y buscaban lo mismo: ser alguien. El reconocimiento de aquellos cercanos a ellos. Por eso, con aquel réquiem, el orlesiano sentía que humildemente le había dado precisamente aquello.

Cuando vio que Enansal y Paexter se disponían a llevarse el cuerpo de Elietta, el hombre se les acercó.

Esperad un momento —pidió, dedicando una mirada fugaz y cómplice a la mujer elfa, sin poder evitar que sus ojos se entretuvieran momentáneamente en los intrincados diseños que adornaban su rostro—. Creo que, antes de ocuparnos de los muertos, deberíamos atender a los vivos.

Dicho aquello, Jarlath descolgó su laúd y tocó tres acordes, que continuó repitiendo a medida que empezaba a murmurar una melodía suave y calmante. Permitió que la Música obrara su milagro, y con un mero roce, las heridas sufridas por el enano y la elfa empezaron a sanar rápidamente.

Ya podéis hacer lo vuestro —concedió el trovador después de concluir su tonada dadora de salud y vigor—. No tardéis.

- Tiradas (2)

Notas de juego

Lanzo dos curar heridas leves a Enansal y a Paexter. Cada uno de ellos recupera 9 pg. Cuando descansemos, despertaréis como nuevos.

Pg: 20/26. Pc: 4/13. Envenenado (Fue -2).

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02/03/2016, 01:19
Enansal

Enansal aguardó con los brazos cruzados a que le trovador tocara su improvisada elegía. El hombre demostraba una sensibilidad para arrancar melodías de sus instrumentos y su voz para la que no había encontrado igual. La canción tiraba de hilos intangibles dentro de ella, moviendo su espíritu a lugares a los que no habría ido por sí solo. Vio cómo una lágrima resbalaba por la mejilla del enano.

Se dio media vuelta para ocultar una mueca de desagrado. Lo que sentía en los gemidos de la viola no era celebración de la vida que había sido, sino una exaltación mórbida de la muerte. Algo que, años atrás, había aprendido a relacionar con los humanos, fuerano no fuere esa su intención.

Jarlath separó el arco de las cuerdas. Enansal ahogó los últimos ecos del sonido con su voz, entonando un conjuro. Otros más lo siguieron, entrelazándose con los del trovador, restañando heridas y devolviendo la fuerza a músculos debilitados todavía por el veneno.

Respiró profundamente. Era el momento de llevar a cabo la funesta labor. Solo Paexter disponía de herramientas para facilitarla, así que él sería quien la acompañara a la superficie.

Déjate llevar, le advirtió, quédate quieto y tranquilo si no quieres caerte.

Su cuerpo pareció contraerse y estallar en una nube de plumas brillantes. Se elevó hacia el techo de la cueva, sobrevoló a sus compañeros y regresó para sujetar los hombros blindados del enano entre sus garras. Azotó el aire con sus alas, más fuertes que sus brazos de elfa. Se alzó varios palmos, aleteó de nuevo, subiendo lentamente hasta abandonar la caverna y depositar a Paexter bajo el cielo estrellado de las tierras baldías.

Descendió de nuevo para llevarse el reciente cadáver.

Lesser restoration a Jarlath y Enansal (6 pc) -> Reduce en 2 puntos el drenaje de FUE de cada uno.
Lesser Vigor a Selene y Lynariel (2 pc) -> +15 pg a cada una.
pc: 3/34.

- Tiradas (2)
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02/03/2016, 02:51
Lynariel

Lynariel permaneció en silencio mientras observaba al bardo y a la elfa arquera, alternando su mirada. El sonido de la música fluía y el canto de Jarlath despedía a Elietta. Un canto triste que envolvía la quietud, abrazaba a los que se quedaban y acariciaba al que se marchaba. Un último y conmovedor regalo. Un destino ineludible que se manifestó demasiado pronto.

La dalishana olvidó el dolor, las heridas de su cuerpo. Los músculos se relajaron ante la voz mezclada con el sonido. Lyna simplemente contemplaba con detenimiento la escena, de igual forma que cuando observaba tiempo atrás el rápido devenir de la vida, subida a un árbol, mirando al cielo y al horizonte. El cuerpo de Elietta regresaría a la tierra y la energía emprendería el camino que sólo se revelaba al final de la vida. No había vuelta atrás.

- Ir abelas…- susurró en voz baja, emitiendo al final un pequeño suspiro.

Una vez se realizaron todas las curaciones, Lyna lo agradeció. El dolor había palidecido en gran medida y sólo pequeñas heridas en forma de cicatrices permanecieron en su piel, como marcas que recordaban la batalla que se había producido minutos antes.

-Aguardaremos aquí hasta que regreséis. Tened cuidado ahí fuera.- les dijo a Enansal y Paexter que se marchaban volando junto al cuerpo de Elietta. Cuando se quedaron solos, Lynariel miró a sus dos compañeros.-¿Os encontráis bien vosotros dos?

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02/03/2016, 11:05
Jarlath

Jarlath vio cómo Enansal, convertida en un ave grande y majestuosa, levantaba en volandas al poderoso enano como si fuera una figura de arcilla vaciada y emprendía el vuelo con él, sacándolo de aquel pequeño mundo subterráneo en el que el resto de ellos estaban atrapados. En ese momento imaginó cuánto desearía poder alejarse volando y dejar atrás para siempre todo aquello. Sus ojos se encogieron al escrutar a través de la grieta para encontrarse con un áspero y duro cielo, broncíneo y cargado de arena.

La pregunta de Lynariel lo arrancó de su trance. Lo consolaba un poco sentir que su preocupación por ellos era sincera. Era una buena mujer.

Las heridas de nuestros cuerpos sanarán pronto —respondió a la guerrera, del modo que creyó más acertado—. Ha sido una batalla dura y amarga. Sin embargo, Paexter y tú habéis estado en todo momento mucho más cerca del combate que nosotros. Os admiro.

No eran palabras vacías, pues como muchas otras veces, lo que el trovador decía era solo la punta de la lanza del mar de pensamientos e ideas que se escondía detrás. Tal vez Lynariel y el enano solo se considerasen meros soldados, con una fuerza y una disciplina que les permitía empuñar las armas con mortífera eficacia, pero no era eso lo que Jarlath más valoraba. Era su arrojo y su determinación; la abnegación que ambos habían demostrado situándose al frente de los demás, poniendo sus vidas en peligro por proteger a unos compañeros a los que solo estaban empezando a conocer. Además, la elfa ya le había revelado a Jarlath un fragmento de su gentil alma, el día que ambos unieron sus voces para cantar una melodía del pueblo dalishano en los alrededores del campamento de los Guardas Grises. En aquel momento, mirando a la mujer, Jarlath tuvo el convencimiento de que algún día se cantarían canciones y se escribirían poemas sobre Lynariel. Solo esperaba seguir ahí para ser él quien lo hiciese.

Algún día me gustaría que me contaras qué es para ti luchar, qué es lo que te impulsa a arriesgarte constantemente todos los días de tu vida… Tal vez así logre recordar qué es lo que me mueve a mí… —Después de unos segundos de silencio, la mirada del hombre se desvió entonces hacia el montículo elevado donde el combate contra los esqueletos había terminado, y señaló en su dirección—. Opino que ese es el mejor lugar donde montar el campamento. Es suficientemente espacioso y está elevado, además de tener un acceso estrecho, lo que significa que es fácil de defender.

Sin perder ni un momento más, Jarlath se encaminó con paso decidido hacia el promontorio, dando zancadas largas y enérgicas que denotaban que había recuperado las fuerzas tras el sortilegio sanador de Enansal. Tras ascender por la pronunciada pendiente, empezó a arrojar por el borde del repecho los restos destrozados de los esqueletos, dándoles patadas. Arrugó la nariz, pensando cómo iban a arreglárselas para encender una fogata en una cueva en la que no había nada inflamable, pero decidió no darle muchas vueltas por el momento, y empezó a preparar los sacos con la ayuda de sus compañeros*. Mientras lo hacía, miró a Selene durante unos instantes, viendo cómo la joven trabajaba. Se le escapó una leve sonrisa.

«Le Petit Cardinal» —dijo afablemente, sonriendo—. El cardenal es un pequeño pájaro cantor de las frías tierras del norte, cuyo plumaje es de un rojo tan intenso que no lo creerías… No te molesta que te llame así, ¿verdad? —Sus ojos contemplaron la cabellera escarlata de la maga, con un brillo anaranjado metálico provocado por los fuegos cercanos, y no pudo evitar recordar una vez más el sueño recurrente que solía tener sobre su madre. Aunque no llegó a conocerla, sabía por su padre que sus largos cabellos eran rojos como el fuego, como los de la mujer sin rostro que le cantaba en sus sueños—. Selene, hoy has sido muy valiente, pero otra vez intenta no exponerte tanto. Quédate a mi lado, yo te protegeré. —Después de una fugaz sonrisa, su mirada volvió a lo que tenía entre manos—. ¿Cómo es ser una maga en Tevinter? He oído muchas historias, pero nunca he estado allí para comprobar si son ciertas.

Notas de juego

*En pro de la rapidez y la proactividad, he asumido que todos estabais de acuerdo con levantar el campamento donde he sugerido. Si a alguien se le ocurre un sitio mejor que lo diga XD.

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02/03/2016, 12:15
Paexter RockHead

Ante el requerimiento de Jarlath, el enano abandonó por un momento su puesto vigilante sobre el pasillo. Agradeció con un asentimiento la canción con la que el trovador era capaz de sanar sus heridas!! Nunca habia sido capaz de entender la magia, el Velo que les estaba negado a los de su especie: - Si la Roca de la que venimos nos mantiene lejos de ese Velo, por algo será!!, siempre se había dicho. De hecho, las historias hablaban de que era a través de ese Velo que los Demonios entraban en el mundo, aunque no podía asegurar si eran ciertas o no. De todas formas, tampoco le importaba. Él lucharía contra esos Demonios desde este mundo, el verdadero mundo...

Pero ver como sus compañeros eran capaces de esas proezas (curar con la música, transformarse en animal en un santiamen, etc...) era algo que, francamente, le impresionaba. Pero nunca dejaría que los demás viesen ese reconocimiento: la herencia pesaba, y el orgullo también, por lo que algo que les estaba prohibido a los suyos siempre sería algo malo. O al menos no lo reconocería ante alguien que no conociese bien, y del que no se fiase.

Tras decidir que el enterramiento iria mas acorde con las costumbres de la elfa caída, Enansal le habló de la forma en que podrían salir a la superficie de forma fácil y rápida:

- Que sepas que no me hace ninguna gracia que salir de aquí colgado como una longaniza, y que si lo hago, es por respeto a nuestra compañera caída, cuya integridad, una vez muerta, corre peligro por el condenado Demonio que ha hecho que los muertos luchen contra nosotros. Y porque, en efecto, tenemos prisa por encontrar a esos cobardes traidores, respondió, bronco, cortante, con cara de pocos amigos. Y una cosa os digo, continuó, mirando ya a todos, si este hecho sale de aquí, conocereis lo que es enfrentaros a un enano enfadado, estamos??, acabó, echando ligeros espumarajos por la boca, que se quedaron perlando su descuidada barba.

Dejando su equipo en el incipiente campamento, el enano afianzó su pico y su escudo a sus respectivos arneses, y, agarrando su hacha de forma horizontal, dijo a sus compañeros:

- Tened cuidado aquí abajo. Y si hay problemas, no dudeis en darnos una voz. Supongo que en el yermo de arriba no encontraremos mas que viento... Mientras el poderoso ave en el que se había transformado la bruja elfa le elevaban entre crujidos y quejidos de su armadura, con cara congestionada por la verguenza que el proceso despertaba en él, no perdía ojo de los rostros de sus compañeros. - Si a alguno se le ocurre si quiera sonreir, se va a enterar cuando vuelva!!!, iba pensando, mientras la grieta se acercaba peligrosamente con cada aleteo de Enansal, y su determinacion se iba mermando en igual medida, sin notar la amada roca bajo sus botas....

Notas de juego

Bueno, esta es la parte comun del siguiente post de Paexter.

El siguiente, lo hago solo con Enansal, o suponemos que enterramos a Elietta y volvemos??

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02/03/2016, 14:39
Selene

Los acordes de Jarlath llenaron la caverna, como un último tributo al espíritu que había partido. Interiormente, Selene rezó para que la elfa hubiera encontrado la paz en el seno del Hacedor, o en el de sus propios dioses, fueran cuales fueran. La religión no era una cuestión de quién estaba en lo cierto y quién en el error. En aquel momento, ella solo podía desear que el espíritu de Elietta no hubiera desaparecido por completo, sino que algo de él perviviera en la gracia divina, que hubiera una justicia última, una recompensa póstuma a su sacrificio.

Le habría gustado añadir algunas palabras para despedir a su compañera, como habían hecho el resto de Guardas, pero la canción le había producido un nudo en la garganta que le impidió pronunciar ningún sonido. Finalmente, la magia vivificadora de Enansal se filtró en sus heridas, cerrándolas, calmando el sufrimiento de su cuerpo, pero no ese horrible dolor que se había filtrado hasta su corazón. 

-Gracias- Musitó, mientras la dalishana comenzaba a transformarse, pero su voz fue acallada por las amenazas del enano. Sin embargo, la lágrima que recorría su rostro enrojecido le hizo comprender, por una vez, que esa rabia quizá no era más que una coraza, una protección contra el mismo vacío que todos ellos sentían. -Puedes partir tranquilo. No diremos nada.

Aunque la escena le hubiera resultado cómica, la tevintera no tenía ningún ánimo para reír. Dándose cuenta de la vergüenza de Paexter, dejó que su vista se deslizara hasta el suelo para rehuir la grotesca imagen, dejándole algo de intimidad al mismo tiempo que aprovechaba para volver a limpiarse sus ojos húmedos.

Notas de juego

Imito a Paexter. Post común y ahora el post privado.

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02/03/2016, 15:16
Selene

La pregunta de Lynarial hizo que Selene volviera a levantar la vista, casi sorprendida. Era curioso como a veces la preocupación por los muertos podía hacer que la gente se olvidara de los vivos. -Sí... sí, estoy bien.- Indicó, tal vez menos convencida de lo que le gustaría -Mejor ahora que nos han sanado.

El bardo, igualmente, contestó, verbalizando esa idea que ella no había llegado a expresar: que había heridas que ni el descanso, ni la magia, sino únicamente el tiempo, podían llegar a cicatrizar. Reconocía muy bien esa sensación de pérdida que ya había experimentado frente al lecho de su padre, y sabía que tardaría en desaparecer. -¿Y tú? ¿Cómo te encuentras?- Correspondió, para añadir, incluyendo a Jarlath en esta ocasión en su pregunta -Vuestros recuerdos... ¿Seguís sin ser capaces de recuperarlos? Si hay algo que pueda hacer para ayudaros...- No le hizo falta terminar la frase, porque su intención ya estaba suficientemente clara, pero ella misma no sabía que podía hacer frente a una situación así. Pero tenía claro que, de poder usar su magia para traerlos de vuelta, lo haría sin ninguna duda.

Pero antes de hacer elucubraciones acerca de elementos tan intangibles, tenían necesidades más inmediatas. Siguiendo al orlesiano, avanzó hacia el montículo, donde los restos de los esqueletos permanecían como un sombrío recordatorio del destino que había corrido Elietta. Al ver como despejaba la tierra a puntapiés, no pudo evitar preguntarse que pasado esconderían esos restos y si, alguna vez, alguien había llorado por ellos como antes acababan de hacer con su compañera. Sin embargo, sacudió la cabeza, apartando esos pensamientos de su mente, y se dispuso a trabajar.

-Si hubiera algún elemento inflamable podría usar mi magia para prenderle fuego.- Advirtió a sus compañeros, para luego volverse hacia el augur avvarita, con algo de timidez -¿Bastaría con una capa de grasa, o se apagaría demasiado pronto?

Cuando quiso darse cuenta, Jarlath volvía a encontrarse a su lado, tratando de borrar los horrores del presente a fuerza de cordialidad. No pudo evitar devolverle una sonrisa sincera cuando escuchó el apodo, agradecida por su intención. -No, no me molesta, no te preocupes. Soy consciente de que tengo un tono muy llamativo... me viene por parte de madre.- Añadió, sin saber muy bien por qué, pero tenía la extraña sensación de que podía sincerarse con ese hombre sabiendo que no la iba a juzgar. No estaba acostumbrada a que la gente tuviera una forma de pensar tan tolerante. -Era elfa. Aunque los rasgos humanos son dominantes, he heredado el color rojo, que es más inusual entre los humanos.

Dejó escapar un suspiro, al pensar en todo lo que había pasado aquel día y en la ilusión que el espíritu le había tejido. A veces, se preguntaba cómo le era posible echar tanto de menos su hogar, y otras se preguntaba cómo le había sido posible aceptar lo que había aprendido en las tierras del sur. Sin embargo, el bardo no le dio ocasión de sumirse en la melancolía. Era agradable volver a tener a alguien que se preocupara por ella.

-Creo que, más que valiente, he sido una carga durante todo el combate.- Admitió, consciente de que ella estaba más cerca de ser una estudiosa que una guerrera, por mucho que las circunstancias la hubieran arrastrado hasta esa situación. -Pero tendré más cuidado a partir de ahora.- Aseguró, antes de contestar a su pregunta.

Lo cierto es que tuvo que reflexionar un poco antes de poder ofrecer una respuesta coherente. Para alguien nacido en Tevinter, no era algo que se pudiera explicar, sino el estado natural de las cosas, del mismo modo que era natural que el cielo estuviera sobre la tierra.

-Sí, se cuentan muchas cosas sobre Tevinter, pero no es la tiranía mágica de la que todos hablan.- Indicó suavemente, con un asomo más de melancolía que de tristeza. -Lo cierto es que ser o no un mago no tiene verdadera importancia a no ser que pertenezcas a un linaje noble: lo que nosotros llamamos "altus". Si has nacido "laetan" o esclavo... bueno, nadie te encerrará en un Círculo, pero su vida no difiere en absoluto de la de cualquier plebeyo de Orlais. Cada persona nacida con este don te dará una respuesta distinta acerca de cómo es su vida.

Tomo aire unos segundos, pensativa, antes de añadir -Para mí fue fácil... cómodo, más bien. Tuve que marcharme cuando aún era muy joven, así que no tenía más obligaciones que la de aprender a dominar mi arte. Supongo que una vez que perteneces al Magisterium, las intrigas y los juegos de poder se vuelven motivo de preocupación, pero no creo que presente diferencias con cualquier corte nobiliaria. A veces, nos empeñamos en buscar más diferencias de las que realmente existen para justificar viejas rencillas. Yo...- titubeó un momento -...fui feliz mientras estuve allí. Era una existencia regalada. Es cierto que hay muchas prácticas y abusos que ahora me parecen imperdonables, pero en aquel entonces todo me resultaba natural, no imaginaba que las cosas pudieran ser de otra manera. Supongo que era muy ignorante.- Concluyó, antes de añadir, algo azorada -Tú también eres... mago, ¿no es así? Cuando cantas, el Velo se estremece. ¿Dónde has aprendido a hacer algo semejante, si no es descortés preguntar?

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02/03/2016, 18:46
Jarlath

El rostro de Jarlath se mantuvo impasible mientras Selene le hablaba de su herencia mezclada, aunque lo cierto es que su confesión lo sorprendió ligeramente. De modo que la madre de la muchacha era una elfa… Al contrario de lo que muchos de sus congéneres humanos opinaban, el orlesiano creía que los elfos eran fascinantes. Había en ellos algo etéreo, una delicadeza lánguida que los convertía en criaturas de una belleza extraña. Eran lo bastante parecidos a los humanos y a su vez lo suficientemente diferentes como para dotarlos de un carácter decididamente distinguido, una distinción que, si bien no se reflejaba inmediatamente en los rasgos más evidentes de la tevinterana, sí estaba claramente presente de un modo más sutil. El cabello de Selene era fino hilo de cobre, brillante y de mechones definidos aun después del polvoriento viaje y el ajetreo de la lucha, de un escarlata resplandeciente. Su piel era tan blanca que pareciera tallada en mármol, libre de toda impureza, y tan mate que capturaba la luz de un modo que resultaba difícil de describir. Sus ojos, empero, eran tan profundos y oscuros que a Jarlath le resultó imposible decidir cuál era su color. Por último, su esbelta y frágil figura la hacía parecer un ser más del aire que de la tierra. Era una persona realmente hermosa, pensó Jarlath, y sospechaba que lo era tanto en lo que se podía observar como en lo que permanecía oculto a los sentidos. Podría dejar prendado a casi cualquier hombre, y el mismo Jarlath se dijo que, si él no hubiese sido como era, sin duda habría intentado cortejarla.

Se le ocurrían muchas preguntas que hacerle, como por ejemplo cómo era posible que una mujer elfa hubiese llegado a intimar con un miembro de la nobleza de Tevinter, aunque se daba cuenta de que en realidad no sabía nada de su cultura. Quizá los tevinteranos eran lo bastante sabios como para percatarse de que los elfos merecían la misma consideración que los humanos, pero eso era algo que él desconocía. Entornó ligeramente los ojos al oír cómo Selene restaba méritos a su desempeño, aunque dejó que continuase hablando. La joven maga le contó los fundamentos de la sociedad tevinterana, que se parecía mucho a un sistema de castas. La descripción de la mujer le dio una mayor perspectiva para elaborar su respuesta.

Eres muy valiosa, Selene —aseveró Jarlath con voz templada, aunque intentando no sonar excesivamente aleccionador ni condescendiente—. Mucho. Si no me crees, piensa en la vida que tenías a tu alcance, y piensa en la que has decidido vivir. Te has arriesgado por nosotros y por todo Thedas sin necesidad de hacerlo… Y antes de que empañes el lustre de lo que brilla, te diré que me alegro de tenerte al lado. Tienes muchas virtudes, y solo te falta confiar un poco más en ti misma.

El hombre escuchó con atención cómo la joven le hablaba de su experiencia en su tierra natal en general y con la magia en particular. Le habló de cómo había logrado eludir las maquinaciones políticas y las conspiraciones por las que tan célebre era Tevinter; pero Jarlath no pudo por menos de pensar que su propio hogar, Orlais, era muy similar en muchos aspectos al cuadro que pintaban las palabras de la mujer.

Y entonces, de un modo totalmente imprevisto, vino la pregunta, como un cuchillo en la oscuridad. La frente de Jarlath se frunció, y una arruga de angustia apareció en ella. Su consciencia pareció emerger súbitamente de entre una bruma atemporal, como si un tambor que percutiera en el límite de su oído lo arrastrara de un tirón, invocando su alma a través de un espejo ahumado. En el lado del cual provenía no había nada, y allí a donde iba, lo aguardaba la cándida curiosidad de Selene. A Jarlath le sobrevino una sensación de repentino vértigo, como si acabara de detenerse después de haber estado girando a toda velocidad.

No… —balbució—. No me acuerdo. No me acuerdo de nada… —El turbado hombre apartó la mirada, clavando la vista en un punto muy concreto, con el rostro tenso, como si ello pudiera ayudarlo a recordar. Luego, volvió a mirar a Selene, sombrío, y empezó a susurrar como si temiera que alguien más pudiese oírlo—: ¿Alguna vez, cuando eras niña, tuviste la impresión de que, por mucho que intentaras explicar cosas que estaban en tu mente y que para ti eran tan ciertas como el aire, nadie te entendía? ¿Alguna vez sentiste que te faltaban las palabras exactas para definir esa verdad, y tuviste que acabar aceptando que, sencillamente, eras diferente y nadie te comprendería jamás? —Sus ojos volvieron a apartarse—. Para mí siempre ha sido así. Es como intentar describirle el cielo, o el mar, a alguien que ha nacido ciego. Sabía que la realidad comprendía muchas más cosas que las que los sentidos convencionales revelaban. Sin embargo, si soy un mago o no depende de a quién preguntes. Para mí es solo una cuestión semántica. Yo no creo poseer ningún poder extraordinario. Simplemente, llegué a descubrir la verdadera Música, y Ella se manifiesta a través de mí, obrando sus maravillas en el corazón y en el mundo. Pero… —El esfuerzo volvió a su cara—. Es extraño. No consigo recordar cómo o por qué empecé a cantar y a tocar, ni por qué ese recuerdo perdido es algo tan crucial para mí. Es como si… hubiesen arrancado la mitad de mí, dejándome solo un hombre a medias… —Jarlath volvió a dirigir sus cerúleos ojos hacia la tevinterana, y esbozó una sonrisa débil—. Pero por favor, no dejes que mis desvaríos te perturben. Seguro que conseguiremos recuperar lo que es nuestro.

Jarlath esperaba con todo su corazón estar en lo cierto.

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02/03/2016, 20:38
Paexter RockHead

En cuanto el enorme ave en el que se trasformó Enansal le dejó en la ladera del macizo que conformaba la "Tumba de la Novia Roja", el enano dió gracias a la Roca por sentirla de nuevo bajo sus botas. La elfa trasformada emprendió de nuevo el vuelo, dirigiendose a la grieta, hacia el cadaver de la compañera caida.

Paexter agradeció el aire puro de las Anderfels, llenando los pulmones tras el aire viciado de podredumbre que se habían visto obligados a respirar en la caverna. Oteó a uno y otro lado: - Nunca se está del todo seguro, y menos en los paramos..., pensó, moviendose hacia un afloramiento rocoso cercano, mientras buscaba el lugar idoneo para enterrar a Elietta.

Acostumbrado a trabajar en los túneles, no le costó encontrar una zona con un buen lecho de tierra, y poca piedra que tener que romper y, antes de que Enansal hubiese vuelto, dejó el hacha apoyada en una roca, junto a escudo, y empezó a cavar, usando el pico para romper los terrones de tierra y los fragmentos de roca que pudiera haber, y sacando la tierra suelta con el escudo.

Para cuando llegó de nuevo el ave de presa con el fardo que era el cadaver de Elietta, el enano ya había roto a sudar, y una cuarta de tierra se encontraba fuera, amontonada. Parando un momento, se rascó la barba, y le dijo a la elfa: - Acabemos pronto con esto. Hay unos traidores que atrapar. Cuando salgamos de los túneles, honraremos a la muerta. Ahora, que al menos descanse arropada por la Roca...

Tras eso, se secó el sudor, y volvió, metodico, a su trabajo.

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03/03/2016, 02:17
Enansal

Hacía años que surcar los cielos era para Enansal tan natural como desplazarse por tierra firme. El terror brutal de aquella primera vez, agazapada contra las rocas en el nido ensangrentado, agarrotado cada uno de sus músculos, había desaparecido. La emoción desgarradora que había seguido al aleteo desesperado y la había acompañado durante los primeros planeos, el destello de unos recuerdos.

El ave rapaz surgió de la fisura con el cuerpo exánime colgando de las zarpas. Había cazado en esa forma cientos de veces. Descendía como un rayo sobre su presa, se elevaba y la dejaba caer sobre las rocas. Transportar el cadáver era más sencillo que cargar con el enano, pero su peso era suficiente para despojarla de cualquier elegancia.

Depositó el cuerpo en el lugar donde Paexter ya trabajaba para abrir en la tierra un nicho en el que dar reposo a los restos de Elietta. Cuando se posó, volvía a ser la elfa pequeña de miembros nudosos.

Negó con la cabeza a las primeras palabras de enano. Cuando terminemos, debemos descansar. No atraparemos a nadie si nos matan en las cavernas.

Se agachó frente al enano, a dos pasos de distancia. Imitó sus gestos, sacando tierra arenosa con ayuda de su escudo de madera y cuero.

La Roca, dijo tras unos instantes de silencio. Siempre vuelves a ella, a hablar de ella. No es solo piedra. Es la tierra, ¿verdad? Hablas de ella como si estuviera viva.

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04/03/2016, 18:14
Lynariel

"La batalla habrá terminado, pero aún estamos lejos de haber acabado…". Todavía quedaba mucho trabajo por hacer en el interior de la cueva y muchos peligros aguardaban en cada uno de los recovecos de la fría piedra. Aquel sitio era una dura prueba que ya se había cobrado una primera víctima. Su instinto la instaba a permanecer en alerta, a no bajar la guardia, no después de lo ocurrido. Sin embargo, ver sus rostros le recordaba la necesidad de tomar un descanso y decidir el siguiente paso.

- No os preocupéis, no ha sido nada. Además, como bien habéis dicho, estas heridas pronto cicatrizarán…- Aunque estaba segura de que no serían las últimas que recibiría. Por contra, habían otras que sólo el tiempo haría palidecer, aunque siempre estarían presentes.

A medida que proseguía Jarlath, Lyna fue suavizando la expresión seria de su rostro, un poco sorprendida por las palabras del bardo. ¿Admiración? La palabra empleada por el bardo no se la había esperado. Ella no había hecho nada especial, salvo emular y repetir todas las enseñanzas que su padre primero y miembros experimentados del clan después le habían enseñado. Un guerrero debía dominar su arma, debía ser uno con ella, formar parte de su cuerpo, como una extensión más. Esa era la teoría y todo ello para realizar las diferentes funciones de un guerrero dentro del clan dalishano.

- A decir verdad, fui entrenada desde bien joven para que llegado el momento pudiese proteger a mi clan, siempre que fuese requerido, sin importar el bienestar.- Bajó la mirada, rememorando esos años.- El clan debía ser lo primero, defenderlo era lo más importante. No importaba el peligro que acechase, simplemente debías darlo todo para defenderlo. Por eso, el miedo no debe impedirnos hacer nuestra función.- Los ojos regresaron a su posición original y miraron a Jarlath.- Al menos así me lo dijeron.

Sin embargo, la petición de Jarlath la dejó pensativa. ¿Para qué luchaba?  ¿Realmente combatía para ser de utilidad a sus hermanos y hermanas? ¿O había algo más? Los pensamientos se cruzaban con el oscuro vacío, instalado en su corazón. Se encontraba confusa y una mezcla de sentimientos no la dejaba pensar con claridad.

- Está bien, os daré mi respuesta cuando salgamos de este lugar, pues ahora me encuentro aturdida por todo lo que ha sucedido y me estoy aferrando a los principios que me inculcaron. No podría daros una respuesta sincera. Aún así, ahora mismo voy a luchar para recuperar lo que nos han robado.

Cuando Selene le preguntó, Lyna no supo qué contestar. Su rostro se tornó en una mueca de aflicción y desasosiego. ¿Cómo describir la mancha que habitaba en su interior, el agujero que le había arrebatado algo querido por ella? El sentimiento de fragilidad rasgaba su ser interior, un inmenso vacío la engullía. Recordaba el bosque y a los miembros del clan, recordaba el verde terreno que siempre recorría, ya fuera al amanecer ya fuera al atardecer. Imágenes de sus hermanos, de sus familiares más cercanos acudían a su mente, pero pronto eran apartados por el agujero que había entre ellos. Algo de suma importancia para Lynariel había desaparecido. Aunque la pregunta aguardaba una respuesta, no llegó hasta que alcanzaron el montículo.

- No sé exactamente cómo explicaros cómo me siento.- Su voz era segura y serena.- Durante la batalla era incapaz de sentirlo con la misma claridad que ahora, notó un vacío que apuñala mi corazón, una oscuridad que me hace ver que una parte de mi ha desaparecido sin dejar rastro alguno. Por más que intento recordar, más me asalta el dolor y la inseguridad. No entiendo muy bien cómo ha conseguido el demonio arrebatarnos tales recuerdos...

La conversación prosiguió y Selene hizo una pequeña revelación sobre su origen. La maga poseía sangre élfica, cuya herencia se había manifestado en los cabellos rojizos que portaba. Una sonrisa apareció en el rostro de Lynariel, puesto que ahora, al fijarse en ellos, la imagen de la dulce Kiara apartó el sombrío vacío que albergaba en su interior. Cómo la echaba de menos.

- ¿Habiáis participado antes en otras batallas?.- Preguntó, interesándose por Selene, tras escuchar lo que ella decía sobre sí misma.- Tomad por cierto lo que Jarlath os ha dicho, habéis sido más valiente de lo que creéis. No todos son capaces de mantenerse en pie tras hallarse con enemigos como gigantescas arañas o no muertos, e incluso de adentrarse en una cueva oscura y hacer frente a ese demonio que habéis mencionado antes de la batalla.

Selene prosiguió dando detalles sobre la vida de un mago en Tevinter. Lyna escuchó en silencio todo lo que decía acerca de las intrigas y del juego político. El mundo era tan diferente y complicado que la dalishana se preguntaba si la postura que adoptaban los suyos era la mejor para no verse contaminado por el mundo exterior. Ya había visto de lo que eran capaces los humanos en su afán de expansión, de cómo sufrían los elfos que habitaban en las ciudades. ¿Realmente era así todo el tiempo?

Al igual que sucedía con ella, Jarlath cambió el rostro cuando Selene le preguntó acerca de sus enseñanzas como bardo. Excepto la maga, todos habían sufrido un golpe aterrador.

- Mago o no, vuestras palabras son tan poderosas como el filo de una espada, pues podéis infundir valor y temor por igual. Poséis un don innato que os permite fundiros en armonía y liberar un gran poder. Es de admirar vuestro dominio con las palabras y la acertada elección que hacéis de las mismas.- Le dijo en un intento para animarlo.- Os aseguro que lo haremos, encontraremos el modo de hacer volver nuestros recuerdos.

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04/03/2016, 19:38
Jarlath

Después de oír las últimas palabras de Lynariel, Jarlath se la quedó mirando con una expresión indescifrable, con el ceño levemente fruncido que casi siempre tenía, como escudriñando la distancia, y los labios tan solo ligeramente separados. Quizá fuera sorpresa. El hombre parpadeó dos veces, se pasó ambas manos por el rostro sucio y cansado y sonrió, bajando la cabeza y cerrando los ojos, como avergonzado. Respiró hondo, lenta y pausadamente.

Muchas gracias, Lynariel. De todo corazón —dijo el orlesiano con una voz ligeramente velada que no acertaba a transmitir lo que estaba sintiendo en aquellos momentos—. No sabes el bien que me hacen tus palabras. Pocas veces recibo elogios sinceros, o por parte de alguien que realmente comprenda lo que intento hacer. Ma serannas*.

Con solemnidad, Jarlath se llevó una mano al pecho e hizo una ligera reverencia. Después de todo era afortunado, se dijo. El hecho de formar equipo con aquellas personas excepcionales lo enorgullecía, y le daría fuerzas para afrontar el día siguiente. No podían olvidar los errores que habían conducido a la lamentable pérdida de una de ellos, pero ahora que empezaba a conocer a sus nuevos compañeros, veía las cosas de un modo ligeramente distinto.

Notas de juego

*Ma serannas: «Te lo agradezco» (en élfico). Aunque Jarlath no habla élfico ni mucho menos, pasó una temporada con un clan de dalishanos, y por tanto conoce algunos rudimentos básicos y formalidades como «sí», «no», «por favor» y «gracias», algo que podrían reflejar sus 5 rangos en la habilidad Lingüística, si a los buenos y guapos de los dires les parece bien (codazo, codazo, guiño, guiño).