Partida Rol por web

Aunque pienses que los libros son fáciles de encontrar, no es cierto. Tu colección es una selección de todo lo que los exploradores han conseguido rescatar durante años. La mayoría de libros está podridos, mojados, abandonados, llenos de polvo... o sencillamente no son útiles. Tus libros no son libros cualesquiera. Pero es tu decisión dejarlos. Aunque debes saber que no será nada fácil encontrar otros libros así.

Entras al cobertizo, con mucho cuidado. No hay ningún zombi. No hay nada. Hay algunos aperos, escobas, cubos de basura, una manguera conectada a un grifo... Pero nada más. Dejas el cuaderno en una estantería, junto a una regadera.

Vaya... me llevé un chasco. Por alguna razón, pensaba que en ese pequeño cuarto habría algo interesante escondido... pero no parecía ser más que un pequeño trastero. Suspiré y, tras dejar el cuaderno allí, me dispuse a volver con mis compañeros. Sin embargo, antes de cruzar la puerta, se me encendió la bombilla.

Me volví a girar y, tras mirar detenidamente durante unos segundos, decidí girar el grifo.

¿Saldrá agua potable?

Potable... no sabía, pero por lo menos nos podría servir para llenar la bomba de agua de La Pulga. Y... también remojarme un poco para quitarme la mugre. Hacía días que no sentía el agua recorrer mi cuerpo...

Al girar el grifo las tuberías suenan, se retuercen, pero no sale nada.

Gaspar, tenemos que irnos de aquí cuanto antes. Esto se está convirtiendo en una trampa mortal.

Lo miro con la cara desencajada y me dirijo a la Pulga, mirando hacia atrás para comprobar que  viniese conmigo.

Busco a Jose y Sunhee, y les digo lo mismo.

Si seguimos aquí más tiempo, vamos a morir. Tenemos que salir pitando. Algo me dice que esto se está convirtiendo en una trampa y somos el cebo.

Con la mano en la puerta del copiloto de la Pulga, los miro a los tres.

¡Vamos!

Estuve esperando un poco pero... ni una gota de agua. Solamente el ruido de las tuberías. Había sido una total pérdida de tiempo, pero por lo menos tampoco había tenido que enfrentarme a ningún zombie para llegar allí.

Tras cerrar de nuevo el grifo, di un último vistazo resistiéndome a la idea de no haber encontrado nada útil, y... tras cerciorarme de lo evidente, salí del cobertizo con la intención de volver con mis compañeros. Solo nos faltaba por explorar el túnel de lavado, pero dudaba que hubieran muchas cosas allí que pudiéramos saquear... lo mejor sería largarnos lo antes posible.

Nara tiene, entre otras virtudes, un fuerte instinto de supervivencia. Esto se está poniendo realmente muy complicado. Sólo me preocupa Sunhee, hace rato que no sé nada de ella. Voy pensando en la chica muentras me dirijo directo a La Pulga.

Estoy tentado de dar un grito llamando a mis compañeros pero la cantidad de zombies en los alrededores me persuade. Supongo que con el ruido del motor encendiendo será suficiente. Me ñongo al volante, arranco y en cuanto estén todos a bordo salimos de este lugar.

No se nos había perdido nada más aquí y cada vez llegaban mas zombis. Debíamos escapar de esta trampa mortal antes de que nos sitiaran y acabemos como los antiguos inquilinos.

Recojo todas nuestras pertenencias y las organizo lo mejor que puedo. Al final cabe todo con un poco de imaginación y orden. Leí en un libro algo sobre un sistema “Lean” o algo por el estilo. Un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar. Interesante…

El caso es que en unos minutos estábamos listos para irnos. Solo faltaba que mis compañeros terminasen con sus tareas.

Estaba descompuesto por lo que había visto pero, al mismo tiempo, estaba feliz por haber sido yo quien lo encontrase. Era de lejos el más prescindible y estábamos en situaciones de acción donde sus habilidades eran mas necesarias que las mías.

La Pulga esta cargada. Nos podemos ir en cuanto estéis listos.

Me acerco a la verja cerca de la puerta del recinto para llamar la atención de los que están cercanos a la puerta. Seria mejor que, cuando la abramos, no estén esperándonos justo al otro lado. Si los consigo alejar unos metros podremos eliminar la barrera con más seguridad.

Los cuatro os reunís en la Pulga. Sunhee tiene cara de decepción. Jose está satisfecho por haber conseguido encajarlo todo a bordo y no dejar nada atrás. Nara está alerta y preocupada. Gaspar se pone al volante de la flamante volkswagen modificada y reforzada como vuestro hogar y fortaleza móvil.

La puerta está despejada tras vuestros esfuerzos por liquidar y atraer a los lados a los zombis que la bloqueaban. Apartarla no supone ni de lejos el mismo esfuerzo que supuso colocarla, y fácilmente dejáis espacio para que la Pulga pase y abandone el lugar.

Al atravesar el acceso, podéis observar cómo una de las vallas junto a la tienda cede y deja entrar a un grupo de zombis. Los que están alrededor vuestra caminan ya hacia vosotros. Gaspar acelera y escapáis. El área de servicio de Brins estará infestado de zombis en pocos minutos, algunos de vosotros lo recordaréis con entusiasmo, mientras que otros aún tendréis pesadillas con lo encontrado en el oscuro interior de la tienda.

La recta carretera se abre ante vosotros. El día es soleado aunque en el horizonte podéis observar unas nubes oscuras que se acercan, el viento que empieza a levantarse las atrae hacia aquí.

Al parecer el bocinazo de Gaspar ha despejado los alrededores, atrayendo a los zombis a la gasolinera. Pero a los pocos kilómetros el paisaje es similar al de antes de llegar: carreteras cortadas, zonas infestadas de podridos, puentes destruidos, barricadas, ríos desbordados... de nuevo os veis obligados a recorrer al cinturón, a dar media vuelta, a enfrentaros a algún no-muerto, a tener paciencia y a observar con atención hasta encontrar el camino correcto. No obstante, avanzáis, alejándoos de Santiago.

Al caer la noche estáis en mitad de ninguna parte. No hay refugio a la vista, pero tampoco zombis. La carretera está alejada de bosques o cualquier edificio, a vuestro alrededor una extensa planicie que algún día fue un vasto latifundio de cereal se prolonga varios kilómetros a la redonda. El cielo es negro; no hay luna, no hay estrellas, todo está muy oscuro y empiezan a caer las primeras gotas. Esta noche va a llover.

Durante el viaje, y una vez ya estábamos en carretera y seguros de que no quedar atrapados en ningún atasco de zombies y coches oxidados por el paso del tiempo, cogí la guitarra que habíamos encontrado y me puse a toquetearla. No es que supiera tocar bien la guitarra... de hecho, tocaba fatal, pero algún acorde sí que sacaba. Lo suficiente como para que pudiera inventarme una canción.

—¡Vamos a cantar~! —exclamé emocionada—. 1, 2, 3 y...

Cogí aire en mis pulmones e, independientemente de si mis compañeros me acompañaban o no en los estribillos, me inventé la primera canción que se me vino a la cabeza...

¡La Pulga es genial,

La Pulga es mortal,

La Pulga aplasta

zombis sin paraaaaaar~!

 

¡También es bestial,

y muy sensacional,

La Pulga te va a

ennnncaaaaantaaaaaaaar~!

Ehm, bueno... quizás la letra se podía mejorar, ¡pero para ser una improvisación no estaba mal, ¿verdad? En cualquier caso, lo que quería era levantar los ánimos. A Nara se le veía aún un poco cabizbaja... Jose quizás aún seguía culpándose de lo de la puerta y Gaspar quizás también del bocinazo. Cantar canciones divertidas siempre hacía que los problemas se olvidaran y, además, que el viaje fuera más ameno.

Sin embargo, cuando comenzaba a llegar la noche, fuimos siendo más conscientes de que esta vez dormiríamos en La Pulga. Así que, antes de que oscureciera del todo, decidí bajar del coche y echar un vistazo a mi alrededor buscando zombies cercanos que pudieran ser una molestia cuando apenas hubiera luz, y también... algo de comida. Quizás aún quedara alguna mazorca que hubiera ido muriendo y volviendo a crecer encima de sí mismo con el paso de los años, algún racimo de garbanzos o lo que fuera que se hubiera sembrado allí... En definitiva, cualquier cosa que pudiera ser comestible.

Nos habíamos librado otra vez. Ya era la segunda ocasión que escapábamos de un refugio en las últimas. En realidad, casi me alegraba de no haberme cruzado con más personas visto lo visto. Sinceramente esperaba no cruzarme con nadie más salvo que fuese una comunidad con buena salud como lo era la nuestra.

Espera. ¿Como se que nunca ha pasado en nuestro refugio lo que ha ocurrido en este? Los adultos podrían haber pasado una mala racha y nosotros jamás nos habríamos enterado de que comíamos. Supongo que ni aun así podríamos reprocharles nada. Estamos vivos y es gracias a ellos pero… ¿Cuál es le precio de la supervivencia?

Aproveche parte del viaje para sentirme algo mas útil. Me haría sentir bien después de lo ocurrido con la puerta. Esto se me daba bien. Saco el botiquín y examino nuestras heridas. 

Unas vendas por aquí, un poco de yodo por allá, no hay nada grave. Lo mas importante es limpiar bien las heridas para que no haya infecciones.

Aprovecho para buscar los medicamentos sin identificar en mi libro de medicina mientras me como un bote de..

¡Joder¡¡Sardinas en escabeche! ¡Que puto asco! Si no tuviera tanta hambre me darían ganas de vomitar. Odio las sardinas.

Por fin un rato para descansar y desconectar un poco la cabeza de tanta tensión. Gaspar conduce, Sunhee canturrear alegremente... Es un ambiente cómodo. Tengo algunas heridas del día frenético ocurrido en la estación de servicio, y Jose amablemente nos atiende con su botiquín y sus conocimientos. En estos momentos me alegro de contar con este empollón entre nosotros. Tras el terror que me revolvió las entrañas, por fin puedo relajarme y pensar que ha valido la pena, por todas las cosas útiles que hemos encontrado, pero aún siento un escalofrío por la nuca si me acuerdo de aquella habitación. Prefiero morir a pasar por eso. Cobardes...

Chicos, he pensado que deberíamos aparcar en una llanura plana y despejada, en el centro. Como una antigua torre de vigilancia. Podremos hacer la guardia de pie encima de la baca de la Pulga, y seremos como vigías. Si viene alguno, los veremos llegar desde lejos.

Mientras reflexiono, pienso en las flechas que tengo que fabricar pronto, en la comida caliente que voy a cenar... Por fin un respiro, nos vendrá muy bien a todos.

Estoy deseando cenar caliente, chicos, vamos a aprovechar y recobrar fuerzas a lo grande, ¿Vale? -digo, sonriendo- pero mantendremos la Pulga cerrada, para no atraer zombis ni animales con el humo, no el buen olor... Si queréis puedo hacer la primera guardia cuando Gaspar encuentre un buen sitio. ¿Quién quiere cocinar?

​​

Durante el viaje Sunhee ha tocado la guitarra durante bastante tiempo, siempre cuando no había zombis cerca. La verdad es que su interpretación musical ha afectado al viaje y a sus compañeros, aunque ninguno se ha animado a acompañarla en sus cánticos.

Jose ha ejercido de médico, y ha tratado las heridas de sus compañeros y las suyas propias. Ciertamente curar se le da bastante bien, y tiene todo lo necesario, un botiquín y un libro de primeros auxilios en el que consultar las dudas y los pasos para tratar heridas superficiales. Sus compañeros se recuperan, unos más y otros algo menos, pero todos reciben los cuidados con agradecimiento.

El día ha sido largo, y pasar la noche en mitad de ninguna parte no es lo más alentador para el grupo. Detienen a la Pulga tal como Nara indica, no es un mal plan. Sunhee se escabulle para explorar los alrededores mientras los otros tres se quedan ahí, preparándose para la noche. No hay zombis cerca. No veis ninguno, ni en la carretera, ni en las lindes de los bosques cercanos, ninguno.

Cuando Sunhee vuelve el cielo está muy nublado y la lluvia comienza a caer. En pocos minutos es una lluvia fuerte e intensa. Aún no hay tormenta.

En tu escapada descubres una antigua zona de merenderos. Hay diseminadas mesas de madera con bancos y estructuras de ladrillo que debieron utilizarse para hacer barbacoas. La vegetación lo ha invadido todo, pero se puede reconocer un lugar que antaño fue muy agradable, a donde los habitantes debían venir los fines de semana a disfrutar de sus hijos y sus amigos.

Los árboles que hay aquí son frondosos, y a sus pies hay unas bolas con pinchos, en unos, y bellotas, en otros. Dentro de las bolas hay castañas. Son castaños y encinas. El suelo está plagado de estos frutos, hay muchísimos, hasta donde te alcanza la vista. En el momento recoges unos pocos, de ambos tipos, y los llevas a tus compañeros justo cuando empieza a llover.

La tarde pasó entre esquivar pozos, evitar algún zombi y las canciones de Sunhee que tealmente me reconfortan mucho. Sólo verla con su buen ánimoya mejora cualquier situación. El horizonte se ponía cada vez más negro.

- Nara, no sé si vaya a ser buena idea quedarse afuera vigilando, cuando empiece a llover nos vamos a mojar muchísimo, podemos terminar enfermos. - Espeto con mucha ansiedad la comida caliente, hace días que no pruebo algo preparado, que no sea una fría lata. - Con este clima, si nos quedamos sin hacer ruido y quietitos no creo que nada se acerque. Podríamos dormir todos amontonados para darnos calor.

El mal trago por lo que había visto no se me pasaba y Sunhee también tenia la cara un poco descompuesta. Aun así, se puso a tocar.

Esta claro que todo en esta vida es cuestión de actitud. Puedes dejar que los problemas te hundan en la miseria, o puedes levantarte una y otra vez y seguir adelante con una sonrisa en la cara. Eso es lo que hace Sunhee. Y nos levanta la moral a todos con su música.

La zona parecía despejada y con el ruido de la tormenta no nos iban a detectar por el sonido. Pero se veía a mucha distancia por lo que teníamos que tener cuidado de no encender ninguna luz. Por lo demás, la propuesta de Gaspar me parecía excelente salvo porque nunca había dormido tan cerca de otra chica.

Menuda puta vergüenza. ¿Y si me empalmo?

Probablemente no estaba preparado para dormir tan cerca, pero Gaspar tenía razón. Podría hacer frio y debíamos mantener el calor corporal.

Creo que es buena idea. Aunque al menos deberíamos hacer las guardias desde dentro. Si aparece un muerto mejor darse cuenta lo antes posible. Y no encendamos ninguna luz. Podría verse desde muy lejos.

Justo cuando las primeras gotas de lluvia caían sobre el suelo, entré en el vehículo. Esbozaba una radiante sonrisa, que contrastaba con la oscuridad que comenzaba a engullir todo a su paso. Mis compañeros podían ver claramente que los pequeños bolsillos de mi chaqueta estaban a reventar de frutos secos.

—¡Chicos! ¡Mirad lo que he encontrado!

Sonreí, orgullosa de mí misma, y empecé a sacar bellotas y castañas de todas partes. Habían suficientes como para alimentar a dos personas. Por desgracia, no había para todos... pero no importaba, les dejaría que las comieran ellos. Al fin y al cabo, yo no tenía mucha hambre... había comido por la mañana, así que estaba bien para mí.

—¿Tenéis hambre? Vamos, vamos —les animé—. Asadas tienen que estar riquísimas.

Mientras tanto, yo me quité los zapatos y me tiré directa al sofá-cama. Luego me desvestí lo más ligera posible para que los chicos no vieran mi cuerpecito, y me puse la camiseta ancha (pues era de varias tallas superior a la que debería usar) y sin mangas que solía usar para dormir. Me sentía mucho más cómoda durmiendo con esa prenda que con la calurosa y nada cómoda chaqueta.

—¡Ay! —suspiré—. Estoy hecha polvo. Ha sido un día duro, ¿verdad?

Os disponéis a dormir entonces. Dormiréis de tres en tres, mientras el cuarto hace guardia, ya sea desde dentro de la cabina de la Pulga o desde fuera, sobre la baca. Sea como sea la noche pasa tranquila, ningún zombi se acerca ni os molesta.

La lluvia ensordece cualquier ruido que pudiese llegar de lejos, y también cualquier cosa que se mueva. Sólo los truenos rompen la monotonía sonora de las gotas golpeando la metálica piel de la Pulga. Durante las guardias sólo veis bien como hasta una veintena de metros, entre la oscuridad y la cortina de fuerte lluvia que os rodea. Algún relámpago ilumina algo más, pero por apenas unos segundos, y no llegáis a distinguir nada.

A la mañana siguiente la lluvia persiste, el cielo sigue cerrado y gris y la tormenta no parece abandonar vuestra posición. Las rachas de viento mecen la Pulga de vez en cuando. La escasa luz que se filtra a través de las nubes os permite, ahora sí, ver más allá, hasta las lindes de los bosquecillos cercanos. Seguís solos, no hay ni rastro de ningún zombi cerca de vosotros.