Partida Rol por web

Las chicas se alejan y os quedáis solos en la Pulga. Gaspar aferrado al volante, intentando controlar y ocultar su miedo al exterior. Y Jose aún perezoso en la cama, remoloneando un poco, y pensando en lo sucedido durante la noche.

A vuestro alrededor no hay zombis. El llano se extiende, desierto, hasta varios grupos de árboles; no de ellos por donde las chicas han desaparecido.

La carretera continúa hacia el suroeste.

Las huellas indicaban que debía ser un animal especialmente grande. Aquello me dio mala espina... Así que, cuando Nara me dijo que quería cazarlo, la miré con preocupación.

—¿Estás segura de que es buena idea? —le contesté—. ¿Y si es un oso? ¿Has visto el tamaño de las huellas? Además... hay suficientes bellotas y castañas para comer durante varios días. No hace falta que cacemos nada, Nara...

Sabía que la chica no se daría por contenta con aquella idea. Después de todo, era una cazadora nata. Pero... yo tenía mis reservas. No estaba segura de que estuviésemos haciendo lo correcto; además de que... en el fondo, sentía lástima de matar a un pobre animal incluso aunque fuera un terrible oso.

La noche había pasado sin mas sobresaltos que mi adolescencia desbocada. Me había hecho el dormido un ratito mas para no cruzar la mirada con Nara. Esa chica podía despertarse con el crujir de una ramita pisada por un zombi. Se había dado cuenta seguro y me iba a morir de vergüenza en cuanto me cruzase con ella.

Los últimos días me habían dejado claro lo importante que era analizar bien las situaciones en momentos críticos. Aparentemente no tenia suficientes conocimientos como para valorar las circunstancias correctamente. Necesitaba esforzarme en eso. Fijarme en los detalles y deducir con precisión como hacían los detectives de las novelas, como hacia Sherlock Holmes.

Las chicas ya no estaban. Me incorporo y miro alrededor. Es hora de ponerse en marcha.

Buenos días Gaspar. Esto… ¿qué tal están las chicas? ¿Han dicho algo esta mañana?

Salgo un momento de la concentración de los mapas al escuchar a José. – Por fin arriba, remolón. ¿Te ha costado dormir? Las chicas… como de costumbre, Sunhee, un sol de buen humor. Nara… no habló desde que se levantó, ni para decir buen día. Ahora que lo pienso creo que se la veía más perturbada de lo normal, y no es para nada poco decir. Jajaja.- Festejo mi propia broma con honestidad. - ¿Sabes qué me preocupa? – No espero una respuesta. – Sólo yo sé conducir. Eso podría ser un problema a futuro. ¿Qué te parece aprender  algunos movimientos?

Tengamos extremo cuidado, Sunhee. Entiendo tu preocupación pero imagínate cuántos días podemos comer si cazamos un alce, por ejemplo. Le dije, susurrando. ¡Imagínate la cara de los chicos si aparecemos con doscientos kilos de carne! - los ojos me brillaban de emoción al imaginarlo, y mi mente ya fantaseaba con cenar asado.

Estábamos agazapadas y mientras yo oteaba concentrada con la flecha cargada, Sunhee se llenaba los bolsillos de comida a reventar.

Estaba atenta a cada ruido alrededor y mis sentidos de felina totalmente alerta.

Estáis hablando en la cabina de la Pulga, Gaspar explica algunas cosas básicas a Jose: esto es el acelerador, esto el embrague, esta palanca sirve para cambiar de marcha, estas de aquí para encender las luces, los limpiaparabrisas...

Cuando en el horizonte, hacia el oeste, veis aparecer una extraña silueta. Se mueve rápidamente, la lluvia no os deja ver con claridad lo que es. Es algo que parece compuesto de dos partes, una negra y otra blanca, y se acerca.

Atónitos, observáis en silencio. Es un jinete, es una persona, vestida de blanco, montando un caballo negro, y viene hacia vosotros.

Se acerca rápidamente. Está claro que os ha visto. En un par de minutos estará aquí.

Estáis hablando sobre la pertinencia de haber colocado la trampa o no, en medio del merendero, cuando oís un ruido a lo lejos. Al principio no sabéis de dónde viene. No veis nada. Hace algo como cloc cloc, cloc cloc... es un ruido hueco, como si algo cóncavo golpease una roca o algo muy sólido. La lluvia no ayuda, y ensordece mucho el ruido. Os escondéis. Nara está alerta y Sunhee la imita, a su lado.

El ruido cada vez es más fuerte. Nunca habéis oído algo así. Se acerca. Y se acerca desde una de las direcciones en las que se pierden las huellas. ¿Será el animal? ¿Serán sus huellas las que habéis visto?

cloc cloc                      

          cloc cloc

Sigue acercándose. Y muy rápidamente. Os escondéis lo mejor que podéis.

CLOC CLOC                       

CLOC CLOC

                     CLOC CLOC

De entre los árboles aparece un jinete. Habéis visto ilustraciones de cosas así, gente montada en caballos, pero nunca habéis visto un caballo, ni un jinete, en la vida real. No sabíais qué ruido hacía hasta ahora, ni cómo de impresionante es. El jinete va vestido de blanco, y va montado sobre un caballo negro; en pocos segundos atraviesa el merendero en dirección a la trampa, siguiendo las huellas que habíais detectado hace un momento.

¡¡¡ZHASSSS!!!

Sin que apenas os de tiempo a pestañear la pata del caballo acciona el mecanismo del cepo, que muerde el tobillo del animal, provocándole un relincho de dolor y que caiga al suelo. El jinete rueda varios metros y queda tendido en el suelo. El animal se retuerce de dolor tratando de zafarse del cruel artefacto.

No me lo podía creer... ¡¿Una hombre?! Al principio dudé, nunca había visto a un caballo en persona... ¡era tan grande! Tampoco a un jinete. Sin embargo, no me dio tiempo a reaccionar y a avisarle antes de que el caballo pisara el cepo, haciendo caer al jinete.

Sentí lástima por el caballo, y también temí que con, semejante caída, el jinete se hubiera partido el cuello. Así que, haciéndole un gesto a Nara para que se quedara en el sitio y estuviera alerta por si las cosas no salían como esperaba, salí de nuestro escondite con la intención de socorrerle.

—¡Mierda! —solté mientras me acercaba a toda prisa al jinete—. ¿Está bien? Dime que no se ha matado, por favor...

Intenté ayudarle pero antes de acercarme lo suficiente como para poderle incorporar, me fijé en el aspecto que tenía y en si llevaba armas visibles. Estaba pecando de imprudente, lo sabía... pero por primera vez en mi vida veía a alguien que no era del refugio. ¡Jamás pensé que vería a nadie así! Estaba emocionada, eso quería decir que quizás hubieran más refugios habitados y que podríamos encontrar un nuevo hogar.

—Lo siento, lo siento. Coloqué el cepo esperando cazar a la bestia de las huellas, pero no esperaba encontrarme con... una persona por aquí. Dime que no se ha roto nada... no me lo podría perdonar si le he hecho daño...

Estupefacta y petrificada, apunto al misterioso jinete con mi flecha desde mi escondite, preparada para cualquier cosa. Esperaba con todas mis fuerzas que fuese amistoso, aunque no hemos empezado con buen pie hiriendo a su precioso caballo. Los ojos se me iban a admirar a ese precioso animal, gigantesco y majestuoso. Sin embargo, no podía más que preocuparme por Sunhee, que se había lanzado como una loca a hablar con él.

Sin bajar la guardia, me acerqué al caballo, mientras Sunhee socorria al jinete. Con un ojo puesto en el hombre y otro en el cepo, liberé la pata del pobre animal con un movimiento rápido. Tuve que esquivar rápidamente al animal, que relinchó y se puso de pie como pudo de un salto. Inmediatamente, volví a coger mi arco, y lo cargué con la flecha. Me acerqué a Sunhee.

Sentimos muchísimo haber herido a tu caballo. Jamás pensábamos encontrar a otra persona, y menos a un caballo. Nuestro amigo seguramente pueda curarlo, tiene medicinas y conocimientos para ello. Déjanos ayudarte por el daño que te hemos causado.

Somos los únicos supervivientes de nuestra colonia y viajamos buscando un nuevo hogar. Yo soy Nara. ¿Quién eres?

Alerta, tengo mis dedos preparados por si el extraño jinete hace un movimiento rápido.

¿Un jinete? Supongo que no es de extrañar. Ya no hay nadie que destile combustible de modo que la tracción animal vuelve a ser el medio de transporte principal. No obstante, no parece intentar pasar desapercibido. Eso puede significar dos cosas. O no es una amenaza, o esta tan seguro de su superioridad que no necesita esconderse.

En cualquier caso, no es un zombi. Para bien o para mal.

Supongo que no ser los únicos humanos vivos en la tierra debería darnos esperanzas. Nosotros somos dos, el solo uno, Nara y Sunhee están fuera y llevan armas a distancia. Creo que podemos estar “relativamente” tranquilos para este primer encuentro.

Que no se haya comido a su caballo indica que no tiene dificultades extremas. Quizás hemos tenido suerte y nos puede ayudar. O podamos comerciar algo.

Me bajo de la pulga y dejo la puerta abierta con la ventanilla bajada a modo de escudo entre el jinete y mi cuerpo.

Pero estar a cubierto nunca es mala opción.

Te acercas al jinete, y ves que lleva un casco, y una especie de abrigo blanco, algo acolchado, con un símbolo rojo, similar a una cruz, dibujado en el pecho. También lleva una gran maza a la espalda. Parece un hombre muy fuerte, que se mueve. Parece incorporarse y girarse hacia ti cuando te diriges a él.

Directamente abandonas tu posición escondida y corres hacia el caballo. El animal se retuerce de dolor, y difícilmente consigues soltarle la pierna del cepo. El animal relincha sin parar, y trata de levantarse. Al hacerlo ves claramente que tiene el tobillo roto; el cepo se lo ha destrozado. Y no puede tenerse en pie. Tras varios intentos vuelve a caer al suelo, y rápidamente se da por vencido y se queda tumbado, relinchando de dolor. Sus ruidos te estremecen.

De reojo ves que el jinete se mueve y se levanta. Te acercas a él y a Sunhee, apuntándole con tu arco.

Desorientado, sin saber exactamente qué ha pasado, intento recobrar mi consciencia y ponerme de pie. Creo que Jaril ha tropezado con algo. - Jaril - consigo pronunciar a duras penas. Temo por mi caballo.

Antes de incorporarme, y estando aún aturdido, oigo dos voces de chicas. "Mierda, me han tendido una trampa" es lo primero que pienso al oírlas. Sin pensarlo agarro mi maza y me incorporo. No veo muy bien, veo algo borroso, será por el golpe. Ante mí dos niñas, una parece china, y la otra... ¿me está apuntando con un arco?

- ¡DIOS! -exclamo, sin entender lo que dicen, me pitan los oídos, y creo que me sangra la cabeza- ¡¿Qué habéis hecho?! ¡Jariiil! - llamo al caballo que relincha sin parar, algo le ha pasado. - ¡Os juro por Dios que como hayáis hecho daño a Jaril os mato a las dos! - muy seguro ya de esto que acabo de decir por cómo relincha Jaril, me santiguo y cargo violentamente enarbolando mi maza contra la chica que tengo más cerca.

El jinete se detiene un momento algo lejos, como estudiando vuestro vehículo, en el momento que Jose sale al exterior. Tras un tenso instante azuza a su caballo para que emprenda de nuevo el galope hacia vosotros. Al estar más cerca ya podéis distinguir su cuerpo, en el pecho lleva un símbolo de color rojo, simlar a una cruz, y en la mano una lanza. Parecería salido de un libro, como de época medieval, si no fuera por las botas o la mochila.

A esta distancia da una cuelta alrededor de la furgoneta, y finalmente se acerca a paso lento hasta estar frente a Jose. Gaspar sigue dentro, pero os ha visto a ambos sin duda.

El jinete parece amigable. Por su forma de moverse y hablar parece más bien curioso y prudente, pero no agresivo. El símbolo de su pecho parece estar pintado con pintura roja muy oscura o sangre. Es algo entre una cruz y un anj.

Me acerco al vehículo. Parece mentira que aún funcione, aunque parece sacado de un vertedero. En su interior hay dos chicos muy jóvenes, no parece haber nadie más por aquí cerca. Parecen confusos, perdidos...

- Hola. Mi nombre es Estelvio. Vigilo esta frontera. -me presento educadamente sin descabalgar, y luego mi curiosidad me puede:- ¿Fue el claxon de este vehículo lo que escuché ayer? -aún me sorprende que funcione, pero tengo que mantenerme alerta- ¿Quiénes sois, forasteros? ¿A dónde vais, y de dónde venís?