Partida Rol por web

Estás en la cripta. Tus compañeros han muerto, tú les has dado descanso eterno. Sus cosas están ahí, junto a los enseres de otros muchos como vosotros, apiladas cual tesoro. Hay muchas cosas útiles, armas, herramientas, ropas...

Antes de disponerte a salir de este lugar maldito recobras el aliento, asimilas lo que acaba de ocurrir y recoges algunas cosas que pueden serte de utilidad. El lugar está en calma, y no sabes si eso es bueno o no. Sea como sea debes aprovechar el momento de calma para escapar, quién sabe si esas máscaras volverán, o si volverán aún más.

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Cosas tuyas:

Cosas de Xervasio:

Cosas de Xena:

Me pregunté qué hacer. Mil respuestas inundaron mi cabeza, enfebrecidas imágenes de huídas imposibles, salidas temerarias, venganzas improbables, salidas en la noche oscura ocultándome de los zombis, o desmadejadas carreras atravesando las calles llenas de no-muertos... Tenía que salir de allí, salir... salir... 

Parecía que llevaba una eternidad preguntándomelo, cuando el que había sido Xervasio tocó el suelo y oí el golpe. Entonces, desperté como de aquella nube que había tomado mi mente en aquellos brevísimos instantes. Allí estaba, en aquella fría y desolada cripta, llena de todo lo robado a los mil idiotas que habíamos sido engañados. Quizás, yo era el primero que quedaba con vida a esas alturas, y ese pensamiento no me ayudaba. Maldije al abad Hutor, y todo lo que hacía, pero preferí no pensar en lo que podían estar haciendo con las gentes... 

Una lágrima rebelde escapó de mis ojos. Mis compañeros. Sólo unos pocos días que nos conocíamos, pero había aprendido a apreciarlos y a sentirme cómodo con ellos, y los había tenido que matar... siendo zombis. Podridos... Pero ellos no querrían que muriese allí, ni siquiera protegiendo sus cadáveres contra hordas de podridos. Me querrían vivo, seguro. Huiría. 

Miré a mi alrededor. No había tiempo de buscar en la infinidad de cosas que había en aquella especie de almacén improvisado, y menos con lo cansado que me sentía, pero... tenía que coger las cosas. Miré a Xena y Xervasio, y me dije que su recuerdo no moriría. Cogiendo algunas telas que había, tomé la Biblia de Xena, el libro de plantas de Xervasio y el propio álbum de mi abuela, e hice un fardo con ellos. Iba a meterlo todo en mi mochila, pero vi la de Xervasio, que era mayor, con más capacidad. Tenía pocas oportunidades de salir de allí, pero cuantas más cosas llevase, más me ayudarían... 

Ya había dejado mis piedras y mis útiles de pesca, y no sabia donde, pero no iba a dejar ni mi red ni mi tridente, ni por supuesto, mi luz... que parecía intacta, gracias al cielo. Xena diría alguna frase de la Biblia, muy acertada seguro... Pero no estaba. Tenía en mi mano mi cuchillo , con el que había intentado salvarle amputándole la mano, pero no había sido útil. Pero me lo llevaría para resarcirme. De Xervasio, cogí sus vaqueros, que eran más resistentes, y de Xena, su pañuelo, más como recuerdo que como útil, aunque me lo puse al cuello, y sus brazales, que eran más cómodos que mis guantes, que tiré. 

En ese momento, vi como Xena tenía una pequeña serie de documentos, sobre un artefacto. Los metí en mi chaleco, donde seguía el mapa de Santiago, y el resto de papeles... Me pareció extraño, pero quizás fuese un buen recuerdo... o algo diferente. No podía pensar, no podía centrar la cabeza en razonar demasiado... Busqué en la mochila de Xena, y de allí cogí varias cosas, principalmente, pequeños objetos útiles y comida, e hice lo mismo con el montón de cosas que había sacado de la mochila de Xervasio.* Hice un pequeño montón con mis propias cosas, y de ellas, cogí todo. Lo único que dejé de lado, fue el bordón que habíamos cogido del montón del Altar Mayor... 

Me parecía estar preparado, y sólo esperé que no fuera demasiado tarde, y aquellos tarados medio podridos cubiertos con máscaras hubieran vuelto, ya que tendría que pelearme... Miré los planos que tenía de la propia Catedral, y rápidamente, el plano de la ciudad. Quería salir lo más cerca posible de un río que estaba al este, y eso implicaba salir o por la puerta principal, pero le parecía muy lejos, o por una de las laterales, que daba a una plaza, desde la que podría intentar ir hacia el río... Me puse la mochila al hombro, me puse a subir por los escalones correspondientes, echando un vistazo atrás, y echando una última lágrima. Estaba muy cansado, pero tenía que salir, ya no aguantaba más aquella atmósfera opresiva...

Cargado de cosas, tuyas, de tus amigos, y de otros, e incluso ataviado con ropas arrancadas a los muertos, te dispones a escapar de la catedral. Estás cansado, mucho, y apenas razonas con claridad; el miedo es una sombra que te acompaña; pero sabes que el tiempo se te agota y debes moverte rápido.

Veía neblinoso. Era yo, era mi cansancio, mi cabeza pesaba y quería descansar. Parpadeé rápidamente varias veces mientras me movía hacia la nave central, intentando ir en silencio... Miré y remiré, buscando las referencias en los papeles sobre la Catedral que nos dio el maldito Abad. La catedral estaba sorprendentemente silenciosa. Decidí el camino. Cuando pasé al lado de las columnas del altar mayor, en un ataque de furia, le asesté un puñetazo. Allí fue donde nos ataron. Perdí los nervios, di un grito de rabia, que resonó en toda la catedral unos segundos. Me había hecho daño en la muñeca, joder... me guardé de blasfemar. Xena me hubiera mirado mal. Pegado a la pared, caminé, pasando junto a una hornacina enorme con una estatua del Apóstol matando podridos, y llegué a las escaleras de la puerta. 

Parecía que mi grito seguía ahí. Pero no era el eco de mi grito. Pese a mi nublada cabeza, vi una luz en el fondo contrario, la otra entrada...  venían a por mi. Abrí la puerta de salida sin problema, parecía que era bastante usada, pero... Un golpe, como una bofetada, me empujó hacia atrás. ¡Una trampa! Aquellos seres inmundos atrapaban a los enviados por los fráteres, malditos sean. TRAMPAS. Así les habían capturado, y habían hecho con ellos... no, no quería pensarlo. Me entraron ganas de pelear, rabia, ira... pero me contuve. Tenía que escapar, sabía de trampas, no iba a caer en una.La cabeza me iba a estallar del cansancio. A modiño, Toxo, a modiño, con calma, con calma. Vísteme despacio que tengo prisa... 

Observé la trampa. Los objetos que se balanceaban de un lado a otro, en cuánto se entraba en su radio de acción. Eran invisibles desde el exterior, pero yo estaba... saliendo. No tenía tiempo para pararla, la esquivaría. Me lancé a la trampa, y como pude, la esquivé. Sólo un objeto me golpeó, porque tardé un instante en girarme. Me di un golpe en el hombro, pero... estaba fuera. FUERA. FUERA. FUERA. La luz del día, gris y nublado, me inundó. No parecía que hubiera muchos podridos, a lo lejos se veía alguno. ¿Estarían en el otro lado, por donde entramos? Aún así, debía huir rápido. me estaban persiguiendo, y se me ocurrió que el edificio de al lado podía ayudar a despistarlos. Me acerqué. 

 (por aquí entro)

Merda, merda, merda... La puerta estaba cerrada. Mi cabeza me estallaba. Pero lo vi. Bendito Xervasio, tú si que sabes, amigo. La piqueta, romper la cerradura. Entrar. Cerrar. Rezar. 

Dicho y hecho. 

Y no me habían visto. Me dolía la mano, el hombro, la cabeza... atravesé el edificio, vacío, con sus crujidos del piso de madera, y di con una ventana al otro lado tras algunas desesperantes vueltas. Debía ser el Obradoiro, con restos de vehículos, de combates... Sólo me quedaba bajar, correr, justo enfrente, entre los dos edificios, estaba el camino a aquel río...

 (Por aquí salgo, la cuerda es de 20 metros, así que puedo usarla sin atarla y recuperarla)

Coloqué la cuerda en una argolla de metal, usando ambos extremos de la cuerda, y bajé. Aleluya. Como diría Xena. Miré alrededor. Parecía sin peligro... pero decidí tirar de la cuerda con ansiedad, y echar a correr. El miedo me invadía. Veía un monte, a lo lejos. Corre, Xose. Corre... Entre los vehículos abandonados, corre hasta las escaleras...

Cuando sales de Obradoiro mirando hacia el monte que hay justo enfrente ves esto:

Es enorme, y si prestas atención hace algo de ruido. Pero no mucho para su tamaño. Es colosal. Nunca jamás en tu vida has visto nada así, ni siquiera sabes cómo llamarlo, ¿un globo? Ves que se acerca despacio a la cumbre del cerro que hay entre tú y la montaña de detrás. Está bastante cerca. Al tocar tierra ves bajar a varios individuos, una media docena.

Por un momento la quietud del lugar y el cansancio se alían contra ti, piensas que es una visión, que estás teniendo visiones. Pero una explosión te devuelve a la realidad. Una explosión proveniente de aquél cerro. El ruido retumba en Obradoiro, y a lo lejos ves a esos infelices disparar sus armas de fuego contra algo. Luego silencio. Uno de ellos se queda junto al transporte y los demás se van. Eso es, es un transporte. Un trasporte para salir de la Zona.

No sabes si puedes confiar en esas personas. Pero si quiere llegar hasta allí debes moverte rápido. Sabes que ese ruido hará que todos los podridos del lugar vayan hasta aquella colina.

Cuando vi aquello, creí que estaba loco. Personas. Por lo que parecía, relativamente cerca, y podían salir de allí. Y no eran fráteres, aquel símbolo no era suyo, y parecía que estaban más allá del río al que quería ir...

Un subidón de energía, casi electrizante, me hizo correr. Sin pensarlo. Se me había olvidado el dolor del hombro, de la mano, y estaba seguro de que no era un espejismo de mi mente cansada y derrotada... Corrí, como pude, bajando escaleras de dos en dos, sin parar siguiendo por una calle estrecha. Seguía mirando, incrédulo. Allí estaba, en el cielo. Como una señal, ¿divina? 

Llegué a una calle mayor, que cruzaba transversalmente. A lo lejos, algunos podridos avanzaban hacia el mismo lugar que yo, con calma, inexorables, pero no por dónde yo iba. Pasé de aquella calle, a otra más estrecha, que me acercaba a aquel "barco volador", y al río... Cuando avancé un poco más, me encontré cansado. Llevaba demasiado peso, y me encontraba cansado. Se había acabado aquel subidón de energía. Tengo que parar, pensar, y quizás, descargar algo, y ver si descansar ahora, o con ellos arriba... 

Una pequeña iglesia junto a un antiquísimo puente de piedra que sigue en pie. El tiempo parece haberse detenido en este lugar mucho antes del Xacobeo. Una hilera de casas de piedra enfila una carretera que se aleja de la ciudad por una zona boscosa. Hacia la derecha un desvío que asciende a la colina dónde se ha posado ese "barco volador"

Respira, Xose, toma aliento. Paré, respiré. Tengo que pasarme, estoy destrozado. Al ver esa iglesia, un pequeño vahído me hizo pensar que debía recuperarme... ¿O era pánico a lo que había pasado? Aunque no había ningún podrido en las cercanías, tenía que parar. Ya. Me dirigí a una casa, desde la cual se podía ver al barco volador.

Abrí la puerta, la bloqueé desde dentro, la exploré someramente y me fui a una ventana, a mirar con los prismáticos, comer algo, para lo que abrí una lata, y sentarme. Pararme. Parecía que hacia horas, días, años, que íbamos a entrar en la Catedral... Mientras abría la lata de comida, me senté en una vieja silla, que aun me aguantó, y descansé comiendo, mirando por los prismáticos, intentando ver quiénes eran y qué hacían aquellas personas...

Entras en la casa y sentada en una silla, mirando por la ventana, abres la lata sin etiqueta. Es una sabrosísima salsa de tomate que además de recomponerte un poco te reconforta y anima. Desde aquí ves bien el barco, atado al suelo, meciéndose suavemente con la brisa, dentro de lo que parece una fortaleza, amurallada; pero no ves a sus ocupantes.

No sabes dónde estarán. Desde aquí abajo no ves mucho más allá, no ves el interior del lugar, debes subir más si quieres ver algo. Tampoco ves ni oyes nada más allí arriba. A los pies de tu improvisado refugio, en cambio, ves a algunos podridos salir de entre la maleza que abarrota la calle, de las ruinas de las casas derrumbadas. Caminan despacio, erráticamente, atraídos por el ruido de la explosión que tú mismo has oído hace un rato.

Estás un buen rato mirando, descansando. Las piernas te duelen, la espalda te duele, estás destrozado y necesitas dormir, pero no puedes permitírtelo. Miras el barco, y ves en él tu única salida de la Zona. Algo llama tu atención, un zombi rápido corre ladera arriba y salta hacia el interior del recinto. En el aire es acribillado por una ráfaga de disparos proveniente del interior. Luego nada, silencio.

Pasa otro buen rato.

Aquella salsa de tomate me hizo mucho buen, junto al pequeño respiró que me tomé. De hecho, aunque necesitaba un largo descanso y me dolía el cuerpo del esfuerzo, la cabeza estaba algo más despejada. Y vi lo que necesitaba: contactar con aquellas personas. Y con cuidado, parecía que disparaban  contra lo que se movía... Los Zombis no hablaban, pero si yo hablaba, me perseguirian. Tenía que llamarles la atención pero que no me viesen como un podrido. 

Guardé los prismáticos, y me puse a buscar en la casa un trozo de tela blanca, para acoplar a la parte inferior de mi tridente, para usar como bandera... De hecho, si encontraba algún palo, podría hacer un acople para alargar el palo y que se viera más alto...

Una vez buscado, preparé todo, y me dispuse a salir. No me quedaba mucho en distancia, pero me preocupaba aquel zombi rápido, y debía tener cuidado para no ser descubierto por ninguno... Rápido o no. Y tenía mucho miedo de que se fueran de allí antes de llegar. Había que agilizar y me dispuse a ello

Encuentras la tela y el palo para alargar el mástil. Algo más de tres metros de alto, crees que suficiente para dejarla ver por encima de aquél muro. Sales a la calle, con calma, mirando bien a ambos lados, mirando en cada hueco, cada sombra, cada obstáculo. Avanzas despacio pero con pase decidido. Asciendes, subes.

Cuando estás a pocos metros de la pared alguien se asoma a ella desde arriba, es una chica, lleva un gorro de cuero con unas grandes gafas, parecen de bucear. Te apunta firmemente con un arma y tiene cara de no querer más amigos.

- Quieto ahí gilipollas.

-¡Eo! -De pronto, escuchar palabras humanas me hizo sonreír. Aunque eran amenazas de muerte con aquel arma apuntando a mí cabeza. Me puse nervioso, y de pronto, me di cuenta de que no sabía qué decirle. Durante unos instantes, me quedé callado, y me pregunté si no me dispararía así, de pronto. Me comencé a agobiar, sudar, parecía un pez abriendo la boca y cerrándola sin decir nada, dejé caer la bandera del nervio y agobio, y miré de nuevo. Venga, que puedes salir de aquí. Tragué saliva, levanté las manos, suplicante. Hablé acelerado y acongojado:

 -Soy Xose, y sólo quiero salir de aquí. Vine con un par de compañeros a ver si podíamos sacar algo de la Zona, y ellos murieron allá,-​​​​​​-dije, indicando vagamente la ciudad- y yo estoy cansado, con frío, algunos golpes, pero no me ha pasado nada con los podridos... Os vi llegar, por favor, por favor, ayudadme... -levanté la mirada hacia ella. Pedía ayuda, y apelaba a la empatía entre aquellos que están acostumbrados a ver zombis.

La chica te mira sin inmutarse, sin mover un sólo músculo, sin pestañear. Te estudia, calculando tu peligrosidad, analizando tu historia, su veracidad. Observa tus ropas, tu mochila. Por ambos lados de la calle aparecen algunos podridos, nada preocupante por ahora, van a su ritmo. El muro que tienes frente a ti, cual muralla, es de piedra, difícil de escalar, de algo más de cinco metros de alto. La chica no deja de apuntarte con su arma.

- ¡Pringado! ¡Ladrón de pacotilla! -ríe- ¿No sabes dónde estás, capullo? ¡Nadie sale vivo de aquí! -sigue riendo- ¡Nadie sobrevive a la puta ZONA!

Lo que me faltaba. Se estaba riendo de mi, burlándose de que entráramos en la Zona y de que fuera ladrón... diciendo que nadie salía vivo de allí. Podía, podía ser. De nuevo, el cansancio me tenía algo aletargado mentalmente. Yo si, yo he salido... YO SI HE SALIDO. -YO SI HE SALIDO. - Digo, de pronto, con voz firme, segura, clara, sin atisbo de lo tembloroso de antes, sin darme cuenta de lo que digo. Cuando lo digo, deseé haberme callado.

- Ciertas personas nos pidieron a mis compañeros y a mi entrar aquí, pero nos jodieron. Mis compañeros murieron y yo quiero largarme de aquí. - Dije, ya que no me quedaba más que ser sincero... Y aquella no era una fráter. Seguro. - Y vienen podridos, así que, si no te importa, ¿me ayudas a subir y continuamos hablando ahí arriba?- Dije, señalando los podridos que estaban acercándose.

- ¡Todavía no has salido idiota! -exclama con una carcajada, luego mira a los lados y notas que cuenta- No serán tantos para ti, campeón. ¿Por qué debería ayudarte? ¡No me fío de ti! ¡NO ME FÍO!

En esas dispara varias veces hasta que neutraliza a un zombi que acababa de aparecer justo detrás de ti.

- ¡No te acostumbres! Estas balas valen más que tu vida, ¡inútil!

-¡Joder!- aquellos disparos tan de cerca me sorprendieron. Sonaban muy fuertes, y le dejaron algo aturdido...-¡Gracias! No me había dado cuenta. Si quieres los comparto contigo... -Me esforcé en pensar qué les podía interesar, y como ella podría fiarse de mi. Decidí hablar de quien nos había mandado... No me sonaba aquella gente, pero a los fráteres los conocerían. Y puede que hasta estuvieran actuando sin el conocimiento de los fráteres, que vigilaban las entradas de la Zona...

¡Los fráteres Dácias nos mandaron aquí como una trampa! Creo que... Joder, es una mierda... están de acuerdo con algunos podridos... Más inteligentes o algo... -quizas aquello le interesase...-tienen un modo de llegar a la zona, y engañan a buscadores...

- ¿Así que te aliaste con los frateres? Jajaja -ríe a carcajadas, sin importarle lo más mínimo los zombis que se te acercan por ambos lados- Ya veo que no eres muy listo.

Cuando hablas de compartir su cara cambia, la sonrisa desaparece de su cara y ahora te mira con atención:

- ¿Qué tienes? Quiero verlo. ¿Cuánto crees que vale un pasaporte en mi bebé? ¡Quiero ver qué has sacado de allí adentro, pringao!

Oh cielos, pensé angustiado. Una especie de rebuscadores pero de un carácter poco amable, no como el pobre Xervasio. Quería un pasaje, y él no tenía demasiado con lo que pagarlo, aunque podía intentar venderle información..  así que rápidamente, me dispuse a decirle algo: -Mira, los fráteres nos engañaron, y si, joder, nos prometieron el oro y el moto, y nos mandaron a coger un objeto de allá dentro, y no pudimos, y perdí a Xervasio, un rebuscador profesional, y Xena. Te paso un mechero que encontramos -Digo, sabiendo que era valioso para Xervasio. -Además, nos encontramos algo de comida, algúna planta medicinal, algunas latas, velas, cosas sin demasiado valor...pero vi un lugar donde había muchos objetos interesantes, que estaban allí por culpa de los fráteres y sus aliados...