Partida Rol por web

Garlukan ya estaba asomado a la abertura cuando el mediano apareció entre sus piernas¹. Y ambos contemplaron el interior de lo que parecía un templo enterrado en la montaña. Porque la pared derribada pertencía a un cubo perfecto de enlosados dentro de la montaña cuyas paredes mostraban una serie de extraños grabados tentaculares que se mezclaban entre sí². En aquella sala cuadrada sólo había una gran puerta de piedra, situada justo al otro lado de la abertura en la pared, que mostraba una enorme cabeza de pulpo cuyos tentáculos se convertían en un marco. Puerta que, por cierto, estaba entreabierta.

Pero aunque la decoración estaba muy bien - algo tétrica, nada enana³, pero bien hecha - las miradas de Garlukan y Rob se fijaron en la persona que yacía desamparada en medio de la misma. ¡Era Hernan Gangas! El pobre hombre parecía estar semiinconsciente y algo mareado, de ahí sus gemidos.

Por detrás de ellos Valeria ya se asomaba mientras que Nora y su fiel pantera vigilaban la retaguardia de la mina misteriosa.

—Esto no me gusta nada… ¡brujería!— dijo murmurando Nora escudriñando la retaguardia como si esperara a que el autor de tales ilusiones apareciera de repente por el mismo túnel que ellos habían entrado.

Todo era demasiado enigmático para ella. Cogió el arco y se puso en posición de ataque. Luna se movía de un lado a otro pero con la mirada fija en la oscuridad de aquel único acceso. Le hubiera gustado admirar y estudiar aquellos extraños grabados como ya hiciera anteriormente con los grifos de piedra del espíritu del bosque, pero no era el momento. Allí estaba Hernan. Vivo. Quizá herido por aquellas horribles criaturas. ¿Serían ellas las culpables o había un mal peor? Un escalofrío le recorrió la espalda.

—Garlukan, coge al señor Gangas y vayámonos de aquí. Rápido. Nos ocuparemos de él cuando estemos fuera—.

Nora contemplaba aquella estancia sin disimular su desagrado. Por su parte Luna tampoco parecía mucho más cómoda bajo tierra. El enorme felino se removía tan inquieto como su dueña.

Estaba claro que algo sucedía en el sitio. Había tanta magia que a la exploradora le pitaban los oídos. Sus finos sentidos detectaban algo en el ambiente: olor a salitre. ¡Pero estaban a cientos de kilómetros de la costa más cercana! A través de la puerta entreabierta casi podía escuchar el sonido de las rompiendo. Aquella sala era un lugar fuera de lugar¹. Quedaba patente que una fuerza muy antigua dominaba aquel sitio. ¿Algo relacionado con la misteriosa talla tentacular? Nora había escuchado cosas sobre los hombres-pulpo, criaturas de pesadilla que se alimentaban de los sueños de los hombres. Pero eran leyendas ¿o no? ¿Y si aquel sitio era uno de sus hogares ancestrales?².

Lo que estaba claro es que Hernan estaba recuperando la consciencia y, de momento, no había indicios de que nadie (o nada) se aproximase por aquel pasillo³. Pero aquello no tranquilizaba a Nora.

El mediano se adelantó al bárbaro, corriendo directamente hacia el mercader.

- ¡Señor Gangas! - dijo apoyándose en él y moviéndole un poco para que recuperase la consciencia. De forma automática, es decir, sin que mediase ningún pensamiento activo en el cerebro de Rob, su mano se deslizó debajo de la chaqueta del hombre buscando algo interesante con lo que cargar sus propios saquillos. - ¿Se encuentra bien? - Cuando dejó de moverle, sus ágiles dedos aprovecharon también para vaciar las bolsas de su cinturón.

- ¿Ve cómo hizo bien en contratarnos? Hemos venido hasta aquí para rescatarle. ¡Y ahora tiene una gran historia que contar! ¿Cómo llegó hasta esta mina? - dijo, pidiendo detalles sobre la telportación. - ¿Qué es lo que ocurrió? Y, mucho más importante, ¿qué vio en el camino?

Estaba seguro de que Valeria no tardaría en decirle que dejase en paz al pobre mercader, así que le planteó todas las preguntas de golpe, probablemente aturdiendo un poco más al semi-inconsciente Hernan.

Sin embargo, las últimas palabras de Nora le hicieron enderezarse como si le hubieran pinchado en la espalda con un alfiler. - ¿¡Irnos!? ¿¡Ahora!? Pero... ¿tú has visto ese templo? ¡Tenemos que ir ahí e investigarlo! - Pasó la mirada de la exploradora a Valeria y luego a Garlukan, buscando algún aliado que le apoyase en su sugerencia. Ver al bárbaro le dio una idea. - Además, aún no hemos encontrado a la pobre gente de la aldea. ¿Qué va a pasar con las mujeres y los niños del pueblo de Garlukan? Ellos también se teleportaron como Hernan... Me lo tiene que contar con todo detalle, señor Gangas - le dijo de nuevo en voz baja al mercader.

Antes de que el mediano mencionase lo de quedarse, Garlukan ya tenía claro que de ahí no se iba a ir por las buenas. Tenía que averiguar lo que había pasado con su aldea, como bien había apuntado el ladrón.

—Yo no irme —dijo con su voz ronca—. Vosotros ir si queréis y proteger Señor Gangas. Yo buscar gente de aldea de yo. Seguir por pasillo.

Y tras decir esto, el bárbaro se asomó por el pasillo por el que parecía no venir nadie, a la espera de saber si le acompañaría el resto del grupo o no. Lo cierto era que el Señor Gangas poco le importaba ahora.

-Señor Gangas! -un enorme peso pareció quitarse de la espalda de Valeria. El haber fallado con su deber de cuidar al mercader era una carga que la tenía mal y que había interferido en su accionar desde entonces. Seguramente, ahora que lo habían encontrado sano y salvo, las cosas irían mejor.

Asintió ante las palabras de Nora y ya estaba por darle una colleja al mediano por molestar al pobre Hermes, cuando la observación que hizo sobre los aldeanos volvió a meterla en un brete moral. ¿Otra vez tendría que dejar a Gangas librado a su suerte? ¿Otra vez adoptaría la postura más cómoda de quedarse con el mercader haciendo únicamente aquello para lo que la habían contratado, mientras sus amigos arriesgaban el cuello por el pueblo de Garlukan?

-Pinxopa, ¿qué debo hacer? -murmuró una plegaria a su diosa, en busca de iluminación que no tardó en llegar. Enérgica, llegó hasta donde estaba Gangas y apartó al mediano de alli.

-Vamos hombre, levántese que tenemos una población entera que encontrar -si debía cuidar a Gangas y encontrar al pueblo de Garlukan, la solución era sencilla. El mercader iría con ellos.

-Garlukan, espéranos! A saber que hay por ese pasillo. Rob, Nora, vamos... cuanto antes empecemos, antes podremos irnos de aquí.

Al cerciorarse de que no había ninguna presencia malvada en aquel lugar Nora y Luna, aún intranquilas, dieron un último vistazo hacia el oscuro corredor y se dirigieron hacia el interior de aquella sala donde estaban sus compañeros que atendían al señor Cangas. —Creo que estamos a salvo… de momento— dijo guardando el arco —pero no conviene demorarnos—.

De repente se paró —¿No oléis a salitre? Es como si estuviéramos cercar del mar, ¡pero eso es imposible!—.

Su mirada se fijó ahora en las tallas que adornaban aquel lugar y un escalofrío como un relámpago le atravesó el cuerpo al reconocer aquellos símbolos extraños. —¡Existen!— exclamó. Inmediatamente le vinieron a la memoria las antiguas leyendas que su abuelo le contaba cuando era niña para que se portara bien. Recordaba incluso que mientras hablaba, dibujaba con un palo en la tierra aquellos mismos símbolos tentaculares. Casi lo había olvidado.

—Acabo de recordar que mi abuelo me contaba historias sobre hombres-pulpo. Criaturas que se alimentan de los sueños de los hombres y… creo que hemos matado a una de ellas al entrar aquí— dijo a los demás mientras deslizaba sus dedos lentamente por los relieves.

—Sí, debemos investigar el interior, quizá encontremos algún significado a todo esto—.

Mientras Rob y Valeria ayudaban al pobre Gangas a levantarse,  Garlukan se aproximó a la puerta y echó un vistazo al pasillo.  El bárbaro no pudo evitar sentir un cierto mareo al atisbar en aquella semipenumbra. Porque no estaba a oscuras, pero tampoco sabría decir de donde procedía la luz. Y si ello no bastase para dar mal fario había algo extraño en la forma en que se veía el pasillo. A Garlukan le recordó aquella ocasión en la que había bebido la cerveza de las Minas de Tokarak en mal estado. Aparte del habitual mareo etílico se había sumado una leve intoxicación que hacía que todo se moviera de forma constante, como si el mundo girase sobre un eje enloquecido. Los gnomos de Dedora le llamaban 'el efecto helicóptero' en honor a uno de sus delirantes inventos voladores.

El bárbaro apartó la mirada de forma instintiva hacia el interior de la sala donde Gangas se levantaba. La sala era normal. Volvió a mirar el pasillo: nuevamente ese efecto fluctuante y mareante, como si las paredes no tuvieran muy clara su obligación de permanecer en el mismo sitio.

- ¡Gracias a los dioses conocidos! - dijo Gangas al ver al grupo - Me daba ya por muerto. Cayeron sobre mí... no sé de donde salieron. Estaba recogiendo los platos cuando de pronto unas inhumanas manos de largos dedos grisaceos me aferraron por la garganta. Luego me taparon la cabeza con algo blando y viscoso... y ya no recuerdo más. ¡Me daba por muerto! Pero no lo estoy ¿no? Sigo vivo y entero.

El hombre se palpó el cuerpo, visiblemente aliviado. Pero de pronto su expresión se enfurruñó:

- ¡Malditos sean! ¡Me han robado! ¿Han hecho esto sólo para robarme la bolsa de monedas y la daga de plata de Lekian? ¿Qué clase de  magos hacen eso?

El mediano asintió al ver la determinación de Garlukan y observó contento cómo el poderoso bárbaro arrastraba con él al resto del grupo. Asintió, orgulloso, al ver la capacidad de convicción que tenía el humano al que consideraba su amigo, sabiendo que había hecho bien al cantar sus proezas al llegar a la aldea.

Cuando el comerciante se despejó un poco y empezó a hablar, Rob miró a Gangas con curiosidad.

- ¿¡Te taparon la cabeza!? - exclamó. - ¡Malditos! - Desde su punto de vista era tremendamente cruel teleportar a alguien y no dejarle ver qué había en el espacio entre los dos lugares que llegaba a ocupar en el proceso. Seguro que, si él fuera mago y pudiera ir teleportando a la gente por ahí, el mundo sería un sitio mucho más divertido.

Frunció el ceño, indignado, ante la siguiente afirmación de Hernan. Parece que, daba igual por donde fuera, Rob estaba destinado a encontrarse con ladrones. ¡Incluso en una mina abandonada habían robado a uno de sus compañeros! ¡Inaudito, indignante! Negando con la cabeza, se inclinó sobre el comerciante para interrogarle sobre el robo.

- Entonces, ¿está seguro que le trajeron aquí unos magos? - preguntó. - ¿Los mismos que le teleportaron? - Seguramente. Despojar al pobre hombre de sus bienes era tan cruel como taparle la cabeza al transportarle de un sitio a otro. - ¿Qué nos puede decir de ellos? Igual tienen algo que ver con la desaparición de la gente de la aldea de Garlukan...

- Y, de esos objetos que le han robado - continuó, - ¿qué sabe de esa daga? ¿Quién es Lekian? - preguntó. En un momento en el que Valeria no miraba, sacó de un bolsillo lateral de su abrigo la daga de Thora. - Yo encontré esta daga en la cueva de los ogros, pero Valeria dice que es de un culto maligno... - dijo en voz muy baja al comerciante. - Igual la suya tiene también alguna finalidad especial que sirve para enfrentarse a esos magos y por eso se la han quitado.

Hernan continuaba visiblemente confundido.

- No soy capaz de recordar nada después... después de lo que me hicieron. De hecho... ¿por qué estamos aquí? Sé que venimos a cerrar algún tipo de negocio pero ¿qué hacemos en este lugar? ¿qué negocio íbamos a tratar? - miró a su alrededor, echándose las manos a la cabeza - ¡¿Qué tipo de comerciante seré si no soy capaz de recordar siquiera que negocios hago?! Oh, tendría que haber hecho caso a Brunilda y los niños e ir pensando en mi retiro. Aún no es tarde...

Luego se volvió a Rob, que lo azuzaba a preguntas:

- Lekian es una región al sur de Bamorda, conocida por hacer las mejores dagas de plata de Zork. ¡Fuertes como el acero! ¡Ideales para enfrentarse a licántropos!

Con los elegantes andares que caracterizan a las panteras negras de la selva, Luna se acercó despacio hasta el señor Gangas y empezó a lamerle las mejillas en un acto claro de satisfacción. El animal había comprendido desde el primer momento la importancia de encontrarle con vida. Y allí estaba él, confundido pero vivo.

Al ver que Rob y Luna se preocupaban por él, Nora se aproximó a Garlukan para entender por qué no había traspasado todavía el umbral de la puerta y miraba el pasillo con cara extraña. Como si intentara descifrar un texto oroní de las estepas [1].

—¿Qué te ocurre grandullón?— dijo mientras  le apoyaba una mano en su hombro —¿Hay algún problema allí dentro?—. Y se asomó hacia el interior.

Valeria comenzó a avanzar permitiendo que Gangas se apoyara en su brazo hasta tanto se sintiera seguro de caminar por sí mismo. Por eso apenas prestó atención cuando vio que Garlukan se volvía hacia la habitación con el rostro un tanto verde, como si estuviera a punto de vomitar.

-Vamos chicos, avancemos... si no hacemos nada, las cosas no se arreglarán por sí mismas -en realidad, muchas veces era mejor no hacer nada para que las cosas se arreglen por sí mismas, pero la idea de permanecer ociosa no era propia de la paladín, por lo que más de una vez había terminado en líos por meterse donde no la llamaban. Ojalá este no fuera el caso!

Al llegar a la puerta del pasillo, se encontró con la misma sensación que había experimentado el bárbaro. ¿Pero qué era aquel pasillo? Sin soltar al mercader, apoyó la mano libre en la pared y se puso a prestar atención a lo que la rodeaba.

Rob miró preocupado al comerciante.

- ¡No diga eso, señor Gangas! Aún puede conseguir ese licor de Galisian y forrarse... Además, ¡recuerde que parte de los beneficios son para sus valientes defensores! Luego ya podrá vivir feliz con su familia y salir todos juntos de aventuras - dijo. Tal vez los seres tentaculares esos se alimentasen de los sueños, pero el mediano con su prodigiosa imaginación era una fuente inagotable de ideas a cual más descabellada y, con un poco de suerte, podría recordarle al comerciante qué es lo que le trajo aquí.

- Y, ahora, ¡arriba! ¡No vamos a dejar que ese grandullón se divierta solo! - dijo mirando a Garlukan, que ya se alejaba por el pasillo. - Además, por muy fuerte que sea, seguro que necesita a alguien con un poco de sentido común a su lado. - Y, por supuesto, ese era él. Por mucho que Nora y Valeria se empeñasen en lo contrario, Rob sabía que sin él sus viajes serían mucho más aburridos y, por consiguiente, carentes del sentido intrínseco que conlleva una buena aventura. - ¡Venga! Además, tendrá que recuperar esa daga contra licántropos.

Tirando del orondo comerciante, y apoyándose en Luna para poder cargar con su peso, siguió a los demás por la puerta extrañamente tallada.

Por un momento el bárbaro dudo al mirar el pasillo. Algo extraño pasaba, y no tenía claro el qué. Un ser racional debería andarse con ojo al atravesar ese lugar.

Pero por desgracia, el bárbaro no era un ser racional. Así que tras recomponerse del primer vistazo a las paredes, y al ver que el resto del grupo le seguía, éste continuó avanzando. 

Si la gente de su aldea estaba en algún lado, era ahí. Estaba casi seguro… 

Gangas se apoyó como pudo en Rob y Valeria para seguir a Garlukan y Nora. La elfa estaba tan desorientada como el bárbaro, sobre todo cuando vio que éste entraba en el pasillo y de pronto, como por arte de magia, aparecía unos metros más allá en su interior.

Valeria tocó la pared cautelosamente para, de pronto, verse separada de los demás. Luna saltó hacia atrás instintivamente mientras que a Rob le tocó aguantar con todo el peso del señor Gangas.

Garlukan se vio sorprendido cuando Valeria apareció a varios metros por delante de él. Desde el interior el pasillo parecía más estable aunque la sensación al caminar era extraña. Uno no tenía claro cuantos pasos había dado al moverse y las distancias eran variables.

De pronto los demás dejaron de ver a sus dos compañeros cuando ni siquiera habían llegado a la mitad del túnel.

- ¡Han desaparecido!

Gangas no hacía más que constatar lo que los otros habían visto por sus propios ojos. ¿Dónde estaban Garlukan y Valeria? ¿Era esa la magia teleportadora?

Cuando Garlukan se giró de nuevo para ver donde estaba Valeria se dio cuenta de que se encontraban en una amplia sala. En el centro de la misma. Era una sala enorme, de altos techos abovedados, que podría ser una catedral. Aunque de alguna forma tanto el bárbaro como la paladín sabían que permanecían bajo tierra.

Unas enormes columnas ascendían hasta lo alto para sostener el enorme techo. Las columnas tenían talladas a su alrededor tentáculos de dimensiones colosales, quizás imitando al mítico kraken de las profundidades marinas. Las paredes de la sala quedaban fuera de la luz de los candelabros que formaban un círculo alrededor de los aventureros. Igual que lo que fuera que lanzaba crujidos y ruídos extraños, como si un enjambre de insectos gigantescos estuvieran rondando en la oscuridad alrededor del círculo de luz central.

Aún algo descompuesto por lo sucedido y tras jurar para sus adentros que nunca más cruzaría un pasillo (ahora entendía porque en su aldea todo eran chozas y casas prácticamente diáfanas), el bárbaro se acercó a Valeria para decir—. ¿Valeria estar bien? Pasillos no buenos...

Y tras sus palabras, fue cuando empezó a escuchar el zumbido como de insectos alrededor de la sala. Instintivamente, echó mano a su espadón mientras preguntaba a la paladín—. ¿Escuchar eso? Parecer bichos.

Con los ojos bien abiertos, Nora se quedó atónita mirando fijamente hacia el interior del misterioso túnel mientras intentaba dar alguna explicación a lo ocurrido. ¡Magia!, pensó y entonces reaccionó al ver que sus amigos podrían estar en peligro.

—¿Pero a dónde han ido?—Exclamó. Se asomó una vez más sin atreverse a dar un paso más.

—Debemos entrar allí, pero sobretodo debemos regresar— dijo a Rob y a Herman mientras sacaba una delgada cuerda de su bolsa* y ataba con firmeza un extremo a un saliente rocoso y el otro a su cintura. —No tengas miedo, Luna— le decía a la pantera al tiempo que rodeaba su cuerpo con un lazo.

—Agarraos bien a esta cuerda si queréis acompañarme— dijo. Y se adentró en el túnel de espaldas, sujetando la cuerda con firmeza, como si presagiara que pudiera caer al vacío en cualquier momento.