Partida Rol por web

Tras los sorprendentes hallazgos, Nora miró a Valeria. La expresión de la paladín era todo un enigma. Las huellas reflejaban que se encontraban ante un caso extraordinario. La criatura, ser, persona, lo-que-fuera que capturó a Herman estaba lejos de su alcance mundano. Necesitaban con urgencia un ser capaz de interpretar aquello y devolverles al mercader (si querían cobrar lo pactado).

Pero, ¿en qué ser con capacidades mágicas confiar?— se preguntó en voz baja la exploradora— ¿En el espectro del bosque? ¿En los chamanes de la tribu bárbara?—. Se quedó pensativa un momento.

—Creo que debemos salir de aquí de inmediato y buscar ayuda en el poblado— dijo a los demás. —El tiempo apremia. La posibilidad de completar nuestra misión con éxito y de mantener nuestra buena reputación intacta penden ahora mismo de un hilo—. 

- ¡Espera, espera! - le dijo Rob a Nora. - Si alguien se ha teleportado aquí, lo mejor que podemos hacer es esperara a que Valeria intente buscar algo de información con Pinchopán... Salvo que Garlukan nos sorprenda con un conocimiento mágico inesperado - comentó mirando al bárbaro.

Miró una vez más el cuerno que había hecho sonar el mercader y, con cierta envidia, pensó que el hombre regordete ya tendría muchas de las respuestas a la teleportación que Rob siempre había buscado. - Bueno, al menos esta vez no se han dejado ninguna copia atrás... - comentó en voz baja, sabiendo que sus compañeros no sabrían de qué estaba hablando. - Si lo hubieran hecho, seguramente ni siquiera habrían sabido que había pasado algo raro en el campamento.

Negó con la cabeza mientras esperaba a Valeria, hasta que se dió cuenta de que estaba jugueteando con algo en su bolsillo. Un dado de hueso. "Tendré que conseguir algunos más para echar una partida", pensó. Alguien le había hablado alguna vez de un sistema de adivinación que se basaba en dos dados de doce caras, pero no era capaz de recordar su nombre.

Valeria quedó conmocionada por lo que sintió al buscar la guía de su diosa. El mal que había podido percibir la había golpeado física y emocionalmente, y no se sentía capaz de ponerse en pie. Con la voz entrecortada, dio respuesta a Rob.

-Pinxopa ya ha hablado querido mediano. Me ha advertido que la entidad que secuestró al señor Gangas entraña una maldad profunda, vasta, antigua. Su influencia se extiende a lo largo y lo ancho del valle... Temo que sin ayuda de alguien poderoso en la magia o en el trato con fuerzas de la naturaleza, poco podremos hacer por nuestro mercader.

Con dificultad y sintiéndose aún débil, la paladín se puso de pie.

-Lo mejor, ahora, será ir al poblado, como dijo Nora. Los chamanes de la tribu de Garlukan podrán ayudarnos. Me temo que si no, nuestras manos están atadas.

Con pesar, comenzó a recoger sus cosas del campamento mientras no dejaba de rumiar los conocimientos que le había ofrecido la oración. Algo en sus huesos le decía que el espectro del túmulo y la desaparición del mercader estaban conectados, pero sin pruebas, no tenía sentido alarmar a los demás.

Dicho lo cual el grupo se puso en marcha de inmediato. Metieron todas las cosas en el carromato y arrancaron de inmediato siguiendo el camino que descendía por el valle hacia el poblado.

Mientras avanzaban, rodeados por el bosque, no dejaban de darle vueltas a todo lo sucedido. Hernan era un buen hombre y no se lo perdonarían si le pasaba algo. Pero ¿por qué llevarse al mercader y dejar toda la mercancía? ¿Qué era esa maldad que acechaba en el valle? 

El camino descendía de forma más pronunciada unos kilómetros más adelante. De hecho en la posición en la que estaban podían ver el poblado bárbaro desde lo alto de un promontorio. Era la clásica población bárbara: un castro formado por media docena de casas de adobe y piedra, de planta circular, alrededor de un pozo. No había ninguna empalizada alrededor porque siendo una zona de ogros poco podría hacer tan leve defensa contra un ataque de esos monstruos. Un poco más allá del poblado un serpenteante río era cruzado por un precario puente de madera a través del cual continuaba el camino internándose en el bosque.

Pero la aldea estaba totalmente silenciosa e inmóvil, como si se tratase de una pintura. A esa hora del día debería verse el humo saliendo de los hogares o a la gente realizando las tareas de media mañana. Debería haber algún movimiento. Pero no aquel silencio sepulcral. Sólo se escuchaba, a lo lejos, el graznido de unos cuervos.

A medida que se acercaban al poblado, la intranquilidad de Valeria iba en aumento. A la desaparición misteriosa de Herman comenzaban a sumarse otros indicios de que algo no iba bien. Apenas se escuchaba el trino de los pájaros y el viento en las hojas de los árboles parecía estar susurrando una plegaria de socorro. No habían cruzado ni un conejo desde que emprendieran la marcha y la falta de humo blanco en el horizonte resultaba inquietante. A esa hora las lumbres de las casas deberían estar encendidas, listas para preparar la cena de los coterráneos de Garlukan.

Cuando por fin el pequeño poblado apareció en su campo de visión, sus sospechas se tornaron certeza. Ante ellos tenían una postal, una visión estática de un lugar que debería haber sido un hervidero de actividad. La sensación de que todo estaba mal se arraigó en el tuétano de sus huesos y sin poder evitarlo, la paladín echó a correr, rogando en su interior estar equivocada, deseando que nada de aquello estuviera ocurriendo.

Rob observó un momento la aldea vacía y se volvió hacia el bárbaro. - ¡Anda! Pensaba que todos tus compatriotras darían tantas voces como tú, pero resulta que son aún más callados que mi gente... - comentó despreocupado.

Sin más tardanza, se adelantó unos pasos y alzó la voz.

- ¡Hola! - dijo. - ¡HOLA! - repitió, gritando esta vez. - ¡Salgan a saludar a Garlukan "Brazos de Piedra", el Azote de los Ogros, aquel que traerá de vuelta a los Antiguos Héroes para acabar con vuestro Sempiterno Enemigo de las Montañas. ¡Garlukan el Bárbaro! No llamado así por su barbarie, sino por su magnificiencia y la fuerza de sus brazos. Él, que con sólo sus manos derrumbó la entrada de la Cueva de los Ogros.

Miró a su ahora silencioso compañero después de haber gritado su carta de presentación sin ver a nadie que asomase.

- ¡Jo, Garlukan! Si no vienen a saludarte después de esa presentación es que la aldea está medio vacía... ¿Tenéis algún ritual que os lleve a emborracharos al pueblo de al lado y no volver en un par de días? - Preguntó, sabiendo que algunos humanos tenían costumbres similares en las fiestas patronales de algunas aldeas. Pese a todo, se colocó junto al hombretón, intentando ayudarle a pensar en qué podía estar sucediendo aquí.

Garlukan observó a uno y a otro lado con suma seriedad, saltaba a la vista que algo inusual ocurría en aquella aldea, que en aquella hora del día aún debía estar rebosante de actividad.

- Algo va mal - se limitó a decir con una afirmación que resonó dura y contundente - Podría ser que ogros atacar, pero no veo signos de lucha... - dijo con rostro muy serio tratando de ver alguna pista que indicase que es lo que pudiera haber ocurrido. 

Desde esa distancia, únicamente oteando, el bárbaro sólo sacaba las conclusiones que ya eran evidentes. Había desparecido todo el mundo¹ y desde luego era improbable que lo hubieran hecho de una forma natural, ya que normalmente los bárbaros no abandonan todos en grupo sus pueblos, sobre todo en una tierra fértil como ésta². El silencio del valle caía sobre el grupo como una losa³. 

Valeria llegó a la entrada de la aldea jadeando. Tal como se había temido, no se veía un alma por allí. Solo rastros de una ausencia tan brutal como repentina. Un arnés tirado en el suelo, junto a un carro a medio armar; dos baldes de agua derramados sobre una calle lateral, las cortinas de la vivienda más próxima ondeando al viento mientras la ventana repiquetaba suelta a su antojo.

-Oh Diosa mía, qué ha ocurrido aquí? -pero la paladina no necesitaba respuesta de Pinxopa ya que en sus huesos intuía que quien se había llevado al señor Gangas, también se había llevado a los moradores del pueblo de Garlukan.

Lentamente cruzó la empalizada, tratando de superar el shock y dándole tiempo a sus compañeros para que la alcanzaran. Allí había algo o alguien demasiado poderoso para que ella sola pudiera derrotarlo.

La exploradora inspeccionaba el lugar con esmero. Entraba y salía de las casa. Apartaba enseres, herramientas, removía los ropajes, levantaba cajas. Luna la seguía a todas partes husmeando en cada rincón en busca de alguna pista.

Pero nada.

Era evidente que se trataba del mismo fenómeno que se llevó a Herman, como por arte de magia.

—No encuentro nada— dijo Nora tirando al suelo con rabia una cesta llena de frutas— ¡Nada! Ningún indicio que me indique hacia dónde ha ido todo el mundo. Quizás deberíamos investigar más allá de este poblado. Garlukan, ¿podrías llevarnos hasta siguiente asentamiento más cercano? Quizás allí encontremos alguna respuesta.

Nora entraba y salía de las distintas chozas sin encontrar a nadie. Valeria miraba a su alrededor desolada. ¿Qué era lo que había sucedido allí? No cabía duda que había sido algo terrible. Pero no encontraron restos de lucha. Nada que señalase una evacuación, una batalla, nada... 

Garlukan contemplaba desolado la escena. ¡Los bárbaros no abandonan su tierra sin luchar! No podía ser.

Sólo Rob parecía indiferente al drama. Su curiosidad era superior a lo demás.

Nora dio una voz de alarma. Una de las casas, que parecía la del chamán por los fetiches que colgaban en postes alrededor, aparecía totalmente destrozada. Las demás estaban simplemente vacías. Pero sobre ésta se había ejercido violencia específica.

—¡Venid todos! ¡Creo que he encontrado algo!— chillo Nora a los demás saliendo de la choza del que parecía ser el chamán de la tribu.

Nora contemplaba la escena.

Era evidente que alguien había profanado este lugar. De toda la aldea sólo el hogar del hombre sagrado había sido mancillado, lo cual indicaba sin duda un conflicto místico de algún tipo. Lo que en principio los aventureros habían tomado como manchas de suciedad, mirado con calma, tomaban otra forma. Eran tentáculos. Tentáculos trazados con ceniza por toda la pared de la choza del chamán. 

¿Qué podrían significar? 

Luna lanzó un gruñido. Parecía haber encontrado un rastro. Nora se aproximó. No se trataba de un rastro reciente y estaba casi eliminado por la lluvia reciente. Pero eran huellas de pies descalzos. Estaba bastante revuelto pero parecía que unos pies descalzos se habían movido desde el interior hacia el exterior de la choza seguidos por las huellas de unas botas pesadas. En algún punto las botas desaparecían. No es que se perdiera el rastro: desaparecían totalmente. Pero los pies descalzos parecían convertirse en zancadas que huyesen.

Rob caminaba junto al bárbaro, observando con atención las casas del poblado mientras caminaban por él.

- ¿Creéis que todos se habrán teleportado igual que Hernán? - preguntó, interesado. Dado que no habían visto ninguna señal de nadie abandonando el asentamiento parecía una opción perfectamente plausible desde su punto de vista. Claro, que el ver las cosas desde más abajo que la mayoría de los humanos igual le hacía perder algo de perspectiva, aunque ganase en detalle al mirarlas más de cerca. - Pero, si teleportas a varias personas al mismo tiempo... ¿es posible que se mezclen de alguna forma? Sería gracioso, ¡eh, Galukan! ¡Imagínate a alguien con tu fuerza y mi perspicacia! - Se paró a pensar un momento. - Claro, que creo que a los tuyos no les convencería que no llevase barba - añadió imaginando un híbrido entre el hombretón y él mismo.

Cuando Nora les llamó, corrió rápidamente a la choza del chamán y observó la ceniza dibujando tentáculos por todas las paredes. Casi instantáneamente buscó con la mirada el hogar del fuego, pensando si puede ser el origen de esas marcas o si han podido surgir de algún otro lugar.

Escuchó la descripción de las huellas en el exterior y no pudo evitar preguntar a sus compañeros. - ¿Los chamanes de tu gente van desclazos, Garlukan? Si las huellas que escapan eran suyas, igual estaría bien encontrarle antes de que quien sea que le persiguiese lo haga. Pero si van calzados, ¿detrás de quién iría? - dijo mientras miraba alrededor.

Sin embargo no salió rápidamente a investigar. Pocas veces iba a tener la oportunidad de mirar con tranquilidad la casa de un chamán sin que nadie le prestase atención, enfrascados como estaban en buscar huellas y mirar esos tentáculos, así que, empezó a echar un vistazo rápidamente sin darse cuenta de que el saquillo de su cinturón estaba abierto.

Valeria siguió con atención la explicación de Nora sobre lo que había hallado en la choza, intentando discernir algo que pudiera serles útil en desentrañar el misterio que envolvía a la desaparición de todo un poblado de manera repentina. Fuera aquello obra de la magia -o tal vez de algún dios inquieto- la acción habría requerido muchísimo poder. Una cosa era teletransportar a una persona y otra a una población entera.

-Creo que sí Rob... los habitantes de la aldea deben haber sufrido el mismo destino que Gangas... lo que significa que este lugar se debe haber convertido en un faro de "luz mágica" en kilómetros a la redonda... me pregunto quién será capaz de desplegar semejante poder sin ningún tipo de reparo -mientras pensaba en voz alta volvió a fijarse en los tentáculos de ceniza. Un sonido parecido a un estornudo le vino a la mente, pero no le dio importancia. Seguramente la situación que la sobrepasaba la hacía divagar, perdiendo el foco de lo importante.

-Nora, que antigüedad crees que tengan las huellas descalzas? tal vez estemos a tiempo de darle alcance al afortunado fugitivo.

Garlukan golpeó con rabia una de las paredes de la cabaña provocando que la misma retumbara. Hasta aquel momento se había mantenido callado, silencioso, sin lograr entender porque después de tantos meses vagando más allá de las montañas ahora volvía a su hogar y lo hallaba vacío, toda una frustración para el fuerte guerrero.

- Voy a arrancar la cabeza al que ha hecho esto. - dijo con voz grave y amenazante. - y luego beberé de su cráneo para celebrar mi victoria. - continuó diciendo mientras miraba a un lado y a otro, esperando que sus compañeros tuvieran el temple suficiente para investigar el lugar y descubrir alguna pista que seguir.

Las pistas eran cosa suya, pero una vez encontrasen al culpable. Bueno, entonces ese era el momento del bárbaro. 

Mientras los demás intentaban encontrar alguna pista en el interior de la choza ella se fijó en las huellas exteriores.

Era una exploradora. El reconocimiento de huellas formaba parte de su esencia y condicionaba su supervivencia por lo que estaba a acostumbrada a ello y las examinó con detenimiento. Se puso de cuclillas sobre ellas y con las yemas de los dedos acariciaba los relieves marcados sobre la tierra. Mientras tanto Luna las olisqueaba y miraba hacia el horizonte sin cesar. —¿Qué has encontrado, Luna?—.

Nora examinó el rastro con calma. No era reciente. Llevaba ahí un par de días como mínimo y por lo que parecía se dirigía, sin desviarse, hacia el puente y probablemente hacia el bosque que había al otro lado. El problema era que llegado al puente de madera el rastro se hacía más indeleble y luego el barro de la lluvia reciente hacía que se perdiera totalmente¹. 

Luna apuntaba hacia el bosque. Sí, el chamán - pues aquellas huellas desnudas serían probablemente de él - tenía que haberse refugiado en el bosque. 

Mientras los demás examinaban los alrededores para constatar que efectivamente no había nadie más ni ninguna otra pista evidente, Rob registraba a fondo la choza. Si alguien le preguntase su respuesta sería 'busco pistas' y' sin duda él creía en esa definición. Que por el camino pudiera arramblar con todo lo que considerase útil o de valor era un detalle sin importancia. Probablemente el chamán se lo agradecería si luego lo encontraban y tenía la oportunidad de devolvérselo.

Sus ojos se detuvieron en un colgante de hueso que estaba en el suelo. Para cualquier otro sería un objeto sin importancia, una mera superchería salvaje, pero Rob contemplaba los engarces y el tallado. En un lugar civilizado podrían pagar hasta cincuenta piezas de oro por esa artesanía salvaje². 

Pero no se contentó con eso. Incluso los salvajes tienen sus escondites. Y gracias a su altura dio con el del chaman. Debajo de un precario mueble que podría ser una estantería si las piezas estuvieran bien montadas vio un conjunto de runas en el suelo. Lanzó un soplido y comprobó que había una trampilla de madera pequeña, del tamaño de una mano, pero las runas brillaron levemente al efecto del soplido. Lo cual significaba dos cosas: era una custodia mágica y por tanto lo que se guardase allí tenía que ser muy valioso.^3,4

-Bueno, parece que si el chaman sobrevivió, se ha refugiado en el bosque. Garlukan -la paladina se acercó a él en actitud consoladora. Debía ser muy duro para el bárbaro estar viviendo aquella situación.

-Hay algún refugio o sitio sagrado donde podría estar el chamán? cuanto antes demos con él, más cerca estaremos de entender qué ha ocurrido aquí y como podemos ayudar a tu pueblo.