Partida Rol por web

- Así es. Sólo esperando un brazo fuerte que pueda empuñarla. ¡Hablad con los chamanes y liberad mi furia sobre los ogros! Cuando lidere ese combate final le entregaré la lanza al guerrero más bravo en esa batalla. Quien sabe Garlukan, tú podrías ser el próximo Protector del Valle. 

La verdad es que viendo como había terminado el anterior no parecía una oferta de las que te hicieran perder la cabeza pero todos saben que los bárbaros se pirran por títulos tales como 'Protecto del Valle', 'Rey de los Unos y los Otros' o 'Arrancabezas indestructibles' e intentan ganar su fama a toda costa. 

—Así lo haremos— dijo la exploradora despidiéndose con una reverencia y dando un paso hacia atrás.

Dando el encuentro por zanjado dejó al bárbaro que saboreara las últimas palabras del espectro. Se acercó para ayudar a Valeria con el ciervo y ponerse en camino hacia el campamento. 

Rob se separó del grupo, un poco aburrido por la conversación grandilocuente del espectro. "Lo más probable es que intente poseer a Garlukan en cuanto le dejen la oportunidad", se dijo. "Después de todo, seguro que ese montón de huesos está esperando a un brazo fuerte con ansia".

Pero, aprovechando que nadie le prestaba atención, se escabuyó hacia un lado a observar los grabados de los menhires. El lugar era extraño para el mediano. ¿Por qué estaba abandonado en medio de un bosque? Si el espíritu del gran guerrero bárbaro moraba aquí, ¿por qué no había signos de los chamanes de la tribu de Garlukan yendo y viniendo? Su compañero le había dado mucha importancia a este sitio, así que le extrañaba que se hubiera quedado olvidado en medio de un bosque.

Dado que los dibujos de las piedras no significaban nada para él, empezó a buscar alguna otra cosa con la que estuviera más familiarizado. Un poco de diversión le vendría bien después de la aburrida sobriedad del fantasma.

Mientras los demás recogían el venado Rob observaba con curiosidad los glifos y el propio círculo de piedras. Todos los pelos del cuerpo se le erizaron con sólo acercarse. Era evidente que el sitio era muy peligroso y que si estuviera activado podría atrapar a cualquiera en su interior. Pero por algún motivo faltaba energía. No sabía muy bien como pero el mediano lo sabía. Se le daban bien esas cosas. Algo había robado parte de la energía del túmulo y ahora, simplemente, la trampa que podría atrapar a cualquiera que atravesase las piedras - como sus confiados compañeros cogiendo el venado - se activaría. 

Y si algo sabía también Rob es que debajo de los túmulos había tesoros. Tesoros magníficos. Normalmente guardados por espectros siniestros como el que ahora lo observaba con cuencas vacías. Y lo observaba demasiado fijamente para el gusto del mediano.

Mientras Valeria y Nora recogían el ciervo el mediano daba vueltas alrededor del túmulo.

A nadie se le escapó el detalle de que el espectro lo miraba fijamente, dando vueltas en el aire para fijar la mirada en todo momento en el mediano. Era curioso como alguien tan pequeño podía atraer de tal manera la atención de un espectro.

El mediano observó los glifos y sonrió.

- ¡Ah! - exclamó de repente. - ¿Es por eso por lo que se ha podido aparecer ahora? - Le preguntó al fantasma. De alguna forma parecía que sus ojos le seguían incluso cuando estaba a su espalda, lo que le resultaba tremendamente interesante a Rob, que no tenía ni idea de fenómenos ópticos o de cómo la luz atravesaba los cuerpos transparentes (o más bien translúcidos) de los fantasmas. - El túmulo ha perdido algo de su poder, ¿no? Por eso podemos verle - le dijo al fantasma de Gor'ta'nak.

Observó un momento a sus compañeros, que se dirigían a por el ciervo rodeando el túmulo. - ¡No, Luna! - le gritó Rob a la pantera. - No entréis en el túmulo. Algo funciona mal y atraparía a cualquiera dejándole con ese fantasma... Y con su conversación, seguro que sería muy aburrido. - Sonrió a Nora, saludándola y haciéndole un gesto para que recordase que había vuelto a salvarle la vida a la pantera, evidentemente.

- ¿Sabe qué ha ocurrido con la energía de este túmulo? Esas cosas no se degeneran sin más, así que algo habrá tenido que "estropearlo", ¿verdad? - Le preguntó al fantasma. - Y, otra pregunta... ¿Cómo podemos estar seguros de que es usted ese Gor'ta'nak el Justiciero? Yo también podría decir que soy mi tío Saltatrampas, pero eso no me convierte en él... Si vamos a ir a su poblado a decirles a todos que le hemos encontrado, necesitamos estar seguros, porque si no Garlukan quedaría como un tonto cuando hablase con sus chamanes... - "Como si necesitase algún error de ese tipo paracer corto de entendederas, el pobre..."

Se paró un momento a pensar sobre lo que había dicho el espectro.

- ¿Acaso la Lanza del Fuego está enterrada aquí abajo? Si no es eso... ¿qué hay aquí? Normalmente en estos lugares de poder a la gente le da por esconder cosas interesantes... - dijo, revolviendo la tierra con la puntera de su bota de forma instintiva, como si se plantease cavar una entrada o buscar alguna forma de acceder al túmulo.

Vio cómo Valeria le miraba y sonrió. No quería ser descortés con el señor fantasma, sencillamente prefería estar seguro de su identidad y aprender alguna cosa más de lo que se ocultaba aquí. Pese a todo, siguió caminando en círculos para ponerse al otro lado del túmulo con respecto a sus compañeros... Hasta que se dio cuenta de que igual no se tomaban en serio su advertencia de que podrían quedarse atrapados si cruzaban por medio. Pero no, ni siquiera Garlukan en sus peores momentos haría una estupidez semejante.

Nora no era más que una niña. A veces odiaba su falta de experiencia fuera de su entorno natural. Era la primera vez que se encontraba cara a cara con un espectro y le pareció peligroso. Si se lo proponía el espíritu podría hacer mucho mal, de eso no tenía duda. Pero sus intenciones parecían nobles, ¿por qué mentir? ¿Acaso escondía segundas intenciones una vez liberado? Las palabras del mediano resonaban en su cabeza. Por una vez pacerían palabras sensatas. El afán de Nora para ayudar al espíritu de la naturaleza le había cegado por completo. Si entrar en el túmulo fuera tan peligroso, ¿por qué no el espectro no la había advertido anteriormente? Eso no tenía ningún sentido para alguien que necesitaba ayuda desesperadamente…

—¡Deteneos!— ordenó a los demás, antes de adentrarse en el interior del túmulo. Luna se detuvo de golpe y se sentó sin dejar de mirar el fresco bocado del ciervo. Se giró hacia Gor'ta'nak y dijo —Le ayudaremos oh noble guerrero, pero antes necesitamos una prueba fehaciente para convencer a los chamanes del poblado de que en realidad es usted quien dice ser—

Valeria bufó cansada. ¿Es que los demás pensaban que por ser una sierva de Panxopa se encargaría de toda la faena sola? ¿Acaso no estaban todos deseosos de un buen bocado de ciervo asado para acompañar el guisado del señor Gangas? ¿Habían tenido tan poca interacción con el mundo de los muertos que no hacían más que cotorrear y alargar una conversación con el espectro que ya había terminado hacía rato?

-Menos charla y más cuchillos por favor -dijo en tono admonitorio-. Debemos terminar de faenar el ciervo y volver con el señor Gangas antes de que anochezca o los ogros podrían aprovecharse de su indefensión. Además, sin un chamán, poco podemos hacer por esta alma en pena. Seguramente uno de ellos podrá decirnos si se trata realmente del gran héroe caído Go'tha'ran o si está tratando de tendernos una trampa un fantasma malvado que por sus malas acciones quedó atrapado entre planos. Pero charlando seguro que no llegaremos a ningún lado. ¿Qué son ustedes? ¿Señoras mayores haciendo labor de punto junto a una hoguera? ¿O guardaespaldas contratados para hacer que un buen hombre que ha accedido a pagar nuestros servicios llegue sano y salvo a destino? -a estas alturas, Valeria se había puesto de pie, con las manos ensangrentadas en jarra sobre sus caderas y cara de pocos amigos.

-Señor espíritu, si ha esperado durante siglos el ser liberado, podrá esperar unas horas más. Nosotros, ahora, tenemos un compromiso previo que atender y un buen asado que cocinar.

-Los demás... ¡a cortar carne de una buena vez! y nada de excusas, Rob, que ya te conozco y querrás escaquearte de la tarea. Terminemos con el ciervo, llevemos a Herman hasta el poblado de Garlukan y volvamos a ocuparnos de este asunto. Si no terminamos una tarea antes de encarar la siguiente, no haremos nada bien.

- Cuidado con acercarte demasiado pequeño ladrón.- dijo el espectro clavando la mirada en Rob. 

El mediano, acostumbrado a ir a su aire, sintió que éste se congelaba bastante a su alrededor. Por una vez incluso sintió ese cosquilleo molesto que mucha gente asocia con el miedo. No sabía por qué pero empezaba a pensar que igual hablar de forma tan franca a un espectro no era buena idea. Los muertos vivientes son muy raros. Entre otras cosas porque están muertos pero parecen no enterarse. Igual no era buena idea provocarlos.

- Sé como sois los de tu calaña. Esperáis una oportunidad para asaltar las tumbas y profanar el...

En ese momento el bramido de un cuerno sonó en la lejanía. Una vez. Dos veces. Y de pronto se interrumpió bruscamente cuando empezaba la tercera. ¡Hernan tenía problemas!

Rob frunció el ceño.

- ¡Oye! ¡Yo no soy un ladrón! ¡Y no pertenezco a ninguna calaña! No sé si tú serás o no el espíritu del héroe del que están hablando, pero desde luego... - El sonido del cuerno le interrumpió. "Salvado por la campana", pensó refiriéndose a la bronca que estaba dispuesto a echarle al fantasma. Aunque más bien el aviso le había salvado a él, pero probablemente no fuera capaz de entenderlo.

- ¡Seguiremos hablando a la vuelta! - le dijo al espíritu mientras salía corriendo en dirección al lugar en el que habían dejado la carreta. - ¡Vamos! ¿A qué esperáis? Hernan no os paga por charlar con espectros maleducados... ¡Y no atraveséis el túmulo! - Les recordó a sus compañeros.

A pesar de sus cortas piernas, el mediano corría bastante rápido. "Aunque llegaría antes si fuese montado en Luna", se dijo a si mismo mientras cogía su arco y una flecha, sonriendo al imaginarse encima del enorme felino negro.

Al escuchar el cuerno Valeria soltó el cuarto trasero del ciervo que acababa de separar y, cuchillo en mano, salió a la carrera hacia donde se encontraba el campamento.

-¡Se los dije! Hablando como ancianitas mientas el pobre Herman está a merced de los ogros!!! -la paladín estaba enojada, aunque más consigo misma que con el resto. Su curiosidad la había hecho relajar la guardia y había dejado desprotegido a quien debía velar. Ojalá llegue a tiempo...

Garlukan se alzó de forma brusca ante el sonido del cuerno, y con un reverencia apresurada al espectro, salió tras el resto de sus compañeros. Era un bárbaro, pero no un tonto, y tenía honor. Por mucho que ahora su interés principal se centrará en aquel espectro no podía olvidar su otro "trofeo", aquel orondo mercader al que habían dejado a solas para explorar aquel túmulo.

Sin duda el camino a su tribu estaba convirtiéndose en toda una amalgama de aventuras inesperadas....

Los héroes salieron a la carrera en dirección al campamento, dejando al espíritu entre sus piedras. Mientras atravesaban a toda velocidad los matorrales, intentando no resbalar por el lodo que había provocado el anterior aguacero, todos iban pensando más o menos en lo mismo:

- no estamos tan lejos 

- llegaremos a tiempo

- Hernan se sabe cuidar, sólo tiene que protegerse un poco de... lo que sea 

- no le pasará nada...

No hay tarea más ingrata para un aventurero que hacer de guardaespaldas. Arriesgar la vida es el pan de cada día para cualquier héroe, pero proteger la de los demás es bastante más complicado. Y muy decepcionante cuando se fracasa. También decepciona morir uno mismo, claro, pero no tienes demasiado tiempo para pensar en ello cuando sucede.

Y aún así, cuando salieron de los matorrales dispuestos a enfrentarse a lo que fuera, se vieron sorprendidos igualmente.

Porque el campamento estaba allí, intacto, incluso con la marmita a medio lavar.

Había un cuerno tirado en el suelo.

Pero no había ni rastro de Hernan.

Era una pequeña pradera. Habían escogido aquel punto para acampar porque había suficiente amplitud como para ver a cualquiera que se aproximase desde cualquier dirección. Pero allí no había nadie. Y ellos no se habían encontrado con nadie en el bosque. 

¿Dónde estaba Hernan? 

No habían tenido material de llevárselo de allí a rastras. 

¿Y quién se lo habría llevado? Porque los ogros no son dados a tales sutilezas...

Rob se paró en seco al ver el campamento vacío.

- Pero, ¿dónde se ha metido? Alguien como Herman no desaparece sin dejar huellas, ¿no? - dijo enseguida. - Después de todo es un mercader algo gordinflón, incluso si le han arrastrado se debería ver algo por aquí.

En seguida se acercó al cuerno y miró alrededor. Lo único que estaba claro es que alguien lo había tocado tres veces, casi con total seguridad el mercader, así que, si lo había dejado caer allí, tenía que haberse movido a algún sitio.

- Salvo que se haya teleportado... - dijo en voz muy baja mientras se agachaba a recoger el cuerno. Rob siempre había querido teleportarse, tanto o más que cabalgar a Luna. Poder aparecer en otro lugar en un instante le parecía maravilloso, y, por supuesto, le planteaba un buen montón de preguntas. ¿Qué es lo que vería a medio camino entre su desaparición y su posterior reaparición en otro lugar? ¿Se movería a través de otros mundos o dimensiones, como había escuchado teorizar a algún mago? ¿Qué ocurría si algo fallaba y se duplicaba en vez de, sencillamente desaparecer para llegar a otro lugar? Seguro que sería divertido salir de aventuras con otro Rob, aunque no estaba muy seguro de que sus compañeros pensasen lo mismo.

Tenía un montón de preguntas sobre el tema, pero en seguida volvió a centrarse en buscar a Herman, porque en ese momento no eran esas preguntas las que realmente le importaban, sino otra muy diferente: ¿qué había ocurrido aquí?

Valeria cayó de rodilla en el suelo al ver el campamento sin signos de lucha pero vacío. ¿Qué había pasado con Herman? Ella debería haber estado allí, no tendría que haber dejado al mercader solo. Alicaída dejó que las palabras de Rob penetraran sus pensamientos y aliviaran un poco su pesar.

-Tienes razón Rob, si hubieran sido los ogros, tendrían que haber dejado algún rastro evidente -su voz igual se oía apesadumbrada. Por más que la idea de que aunque hubiera estado con el mercader no podría haber hecho nada para evitar que se lo llevaran (todo indicaba magia, ya fuera terrenal o de los dioses, pero magia al fin), podría haber sido arrastrada con él y así brindarle protección allí donde estuviera.

Sin levantarse del piso, agachó la cabeza y murmuró una oración a Pinxopa.

-Diosa del hogar y todo aquello que nos conforta, escucha a esta sierva que no ha actuado como debía y apiádate de su tontería, pues la vida de un inocente está en juego. Oriéntame querida diosa, hazme ver qué fue lo que amenazó al señor Gangas así puedo tomar acciones para remediar mi descuido.

Cuando llegaron al campamento no había rastro de Herman. Nora descargó su rabia dándole una patada a una piedra y se dejó caer en el suelo, junto a Valeria, sujetándose la cabeza con ambas manos. No se podía creer que hubiesen sido tan estúpidos como para dejar solo al mercader en un sitio tan peligroso como ese. La tentación de poder ayudar al espíritu le había hecho perder todo su sentido común. Pero ahora era demasiado tarde.

O no.

Se levantó de golpe con orgullo renovado y se secó las lágrimas de la vergüenza que empapaban sus mejillas. Llamó a Luna con un silbido y se pusieron a rastrear juntas el lugar en busca de algún rastro que permitiera seguir a los captores, pero no sería tarea fácil: a simple vista no se veía indicio alguno…

Valeria palideció. 

El Mal que impregnaba aquel sitio era tan poderoso que casi le dolió en los huesos cuando lo sintió. Era un Mal antiguo, poderoso, y que abarcaba todo el valle. Algo, en un pasado lejano, había dejado su huella allí como un animal furioso y lo que hubiera pasado hacía unos minutos no había sido más que una leve muestra de aquel poder durmiente¹. 

Pero ¿qué había sucedido?

Para sorpresa de todos Rob examinaba el lugar de manera sistemática, nada que ver con su caótica forma de actuar habitual. La pantera le ayudaba con su olfato mientras Nora buscaba cualquier rastro.

Las huellas de Hernan eran confusas en el barro, como si se hubiera alejado del carromato de forma precipitada, pero no llegaban demasiado lejos. Había otras huellas que aparecían en un punto determinado, al lado del carromato, y que luego volvían a aparecer en el punto donde desaparecían las del mercader. Porque era así: aparecían de la nada (sin llegar allí) y desaparecían de nuevo (sin dejar rastro). El mediano lo tenía claro: alguien se había teleportado y llevado repentinamente al mercader².

Pero ¿qué o quien se había llevado a Hernan? Eso era más complicado. Lo primero sería pensar en quien. Al menos las huellas que se veían eran humanoides. Concretamente de un calzado civilizado, y un calzado delicado. No eran huellas de botas bárbaras ni mucho menos de pies ogros - eran de tamaño humano - sino que parecían calzado de suela ligera. ¿Quién demonios llevaría un calzado así en un páramo agreste tras una tormenta? Era evidente que alguien que se podía teleportar. Todo apuntaba lo mismo. ¿Un mago? ¿Una hechicera? La huella era de un pie grande³.

Rastrear por medios naturales a alguien que se teleportaba era inútil, sino imposible. Se necesitaban conocimientos mágicos o la ayuda de los dioses⁴.

Garlukan gruñó de frustración en cuánto alcanzaron el lugar del campamento y hallaron, o mejor dicho no hallaron, al indefenso mercader que se suponía debían proteger al mismo tiempo que serviría de trofeo del peregrinaje realizado por el bárbaro apodado "Brazos de Piedra". 

- ¡Imposible lo que decís! Si alguien se ha llevado el trofeo, ese alguien tiene que haber dejado rastro. Solo cazador muy hábil puede llevarse presa sin dejar rastro... - comentó el corpulento bárbaro, en cuya mente no cabía siquiera la posibilidad de imaginar todo aquello de la teleportación.

- Voy a arrancar la cabeza del que se ha llevado el trofeo. - dijo llana y secamente.