Partida Rol por web

25 de julio de 1918, 227 de la rue de Sant Jacques, París.

Desde hace ya un año, la doctora Holgate ha estado sirviendo como voluntaria para el ejército de los Estados Unidos en Francia. El trabajo ha sido emocionante en ciertos momentos, sin duda, en otros tedioso y aburrido. Pero no cabe duda de que ella ha puesto su cuerpo y sus conocimientos al servicio de la humanidad. La cantidad de soldados malheridos que han sido salvados o aliviados por ella son la prueba viviente de que no se ha equivocado. Los amores pasajeros son y serán simplemente eso, pero el deber de un médico es algo que no puede compararse.

Desde el mes de mayo que Marjorie fue trasladada desde un hospital de campaña a trabajar en la ciudad luz, teniendo que acostumbrarse nuevamente al ritmo citadino, dejando de lado los estruendos, los nervios y la constante sangre que desbordaba estando cerca del calor de la batalla.

El jefe de piso, el doctor Alexander Scie de Villevile, un hombre serio y responsable, ha dejado a la dedicada doctora Holgate a cargo de veintiún soldados que han llegado hace cinco días. Por supuesto, un grupo de incansables enfermeras han sido asignadas a su servicio, pero aún así el trabajo ha venido siendo agotador.

Todos los soldados presentan el mismo síntoma: un profundo coma del cual no parece que vayan a despertar, que es inexplicable en términos médicos y científicos. Además, como dato curioso que hace el caso más interesante, todos tienen un extraño tatuaje en el hombro derecho.

La experimentada enfermera se acercó con paso lento hasta la doctora, su voz sonaba algo cansada Doctora, ¿desea algo para tomar? Maisy está preparando té, y quizá podamos sacar algo de pan de la cocina. Sus ojos parpadearon pesadamente La noche ha sido larga y agotadora, una buena infusión caliente nos ayudará a seguir adelante... terminó de comentar con una amable sonrisa.

NO, le agradezco... comento en vos baja, Disculpe he notado algo extraño en estos soldados, por casualidad habia visto este tatuaje antes? mientras lo observo en mas detalle.

El hombro derecho del soldado llamado Richard Harper está destapado y deja ver claramente la gruesa línea negra que demarca ese extraño símbolo.

Al observarlo con sumo cuidado, la doctora Holgate es capaz de ver algunas zonas de piel levemente sonrosadas: la tinta no tiene demasiado tiempo en el cuerpo de aquél joven, que tose pesadamente varias veces antes de volver al calmo sopor que ha mantenido desde hace cinco días junto a sus veinte compañeros de la primera compañía.

La enfermera Whitman se acercó y tambien observó el dibujo que ocupaba la piel del comatoso soldado. Hizo una breve pausa y respondió Vaya a saber nuestro señor y la virgen qué significa eso mientras se persignaba varias veces He visto aquello por primera vez cuando bañe a uno de los pobres desgraciados... quizá cuando despierten, si lo hacen, les podría preguntar más señora finalizó tristemente mientras negaba con la cabeza.

Con su permiso me retiro un momento, si desea algo me pega el grito comentó, como solía hacer, para luego darse vuelta y comenzar a caminar entre las camas.

sigo revisando a los enfermos y hago un par de rondas para ver que todo esta en orden! hablo con las enfermeras para saber si tienen algo que reportar?

mientras cuido de mis hombres y trato de descubrir mas sobre el motivo de su afeccion!

La enfermera Danvers se detuvo un momento, iba caminando algo distraida y la pregunta de la doctora la había sobresaltado. Tomando una bocanada de aire se había colocado la mano en el pecho ...a-algo que reportar? preguntó, como si se lo dijera a sí misma Si miró a la doctora a los ojos el paciente MacDonnell parece bastante agitado... no soy experta, pero algo me dice que desea despertar... 

Sin dudar un momento más, llevó a la doctora a la cama del mismo.

Robert MacDonnel, uno de los soldados llegados hace cinco días, veterano con unas horribles cicatrices en el rostro. Se nota que ya tienen sus años y muestran las clásicas laceraciones provocadas por las esquirlas de las granadas alemanas. Está sudando, su mano derecha tiembla.

Los resultados de los análisis sanguíneos de los veintiún afectados habían llegado esta mañana. El gobierno francés junto al norteamericano habían instalado laboratorios de última generación.

Cualquier tipo de veneno o toxina en la sangre hubiese sido detectado allí, pero el informe de los bioquímicos era desalentador: no había anda que decir o informar sobre el contenido de la sangre. Parecían personas en buen estado de salud según sus reasultados.
La teoría inicial del doctor Villevile, en la cual la doctora Holgate coincidía, era que habían sido víctimas de algún nuevo gas; ahora podría tirarse por el piso. El desconcierto reinaba nuevamente.

Quizá la única carta que quedaba por jugar era consultar con el psiquiatra del hospital, el joven y brillante doctor White.

Atiendo un poco mas a Robert MacDonnel, intento despertarlo con algun farmaceutico leve! sino resulta me dirijo a ver al doctor white!

Marjorie intenta reanimar al sargento MacDonnell utilizando un estímulo olfativo con alguna substancia fuerte, sabe que no es aconsejable inyectar algo en el cuerpo de aquellos soldados hasta no tener más datos sobre su exacto padecimiento. El soldado se agita en su cama, sigue sudando y parece moverse entre sueños, pero continúa lejos de la vigilia.

Dejándolo a cargo de la enfermera Danvers, la doctora no tarda en llegar a la oficina del Dr. White, dónde encuentra al mismo enfrascado en la lectura de un libro. Tomándose apenas unos segundos, el siquiatra deja marcada la hoja del libro y lo apoya cuidadosamente sobre su escritorio, levantándose con rigurosa etiqueta y ofreciéndole una silla Tome asiento por favor invita amablemente me alegro de tener alguna compañía además de los pobres internados, doctora...

25 de julio de 1918, 227 de la rue de Sant Jacques, París.

Volver a su tierra natal fue algo anhelado por la profesora Floret, sin embargo no estaba ausente de aquellos momentos amargos en los que alguna callejuela traía recuerdos de Armand. Virginia sentía esas enormes ganas de abrazar a Emma y quizá llorar. Sin embargo, la vida seguía, y ahora tante gente necesitaba de ella que no podía flaquear.
Por fortuna, Jean Pierre Chauville, un primo muy querido de su fallecido esposo, estaba ahora trabajando en París como oficinista del Estado Mayor. Por lo que ella tiene alguien de confianza a quien acudir en caso de necesitarlo. La verdad es que Jean Pierre se encuentra muy ocupado actualmente, ya que los asuntos concernientes a la guerra actual son numerosos, sin embargo la ha invitado varias veces a almorzar y a hablar de los recuerdos que comparten.

Desde hace ya un año, Virginia ha sido asignada al parisino hospital perteneciente al ejército americano bajo el ala de la joven doctora Holgate. Si bien la ocupación de la actual enfermera no tenía nada relacionado con el área de la salud, se ha adaptado rápidamente a sus tareas. Diligentemente ha trabajado cuidando enfermos, atendiendo heridos y moribundos, llegando a ganarse su puesto merecidamente.

Cinco días atrás, han llegado veintiún soldados desde el frente de guerra. Todos están en un coma profundo que ha desconcertado a los médicos del hospital, así como todos ostentan un extraño tatuaje en el hombro derecho. Ninguno presenta heridas externas que sean recientes, parecen poseer buena salud, excepto por le hecho de que no despiertan.

La doctora Holgate ha estado sumamente preocupada por el caso, así como el jefe de piso, el doctor Alexander Scie de Villevile.

A pesar de no haberlos visto nunca a todos estos soldados estadounidenses, Virginia ha sentido un cierto apego a ellos por las extrañas circunstancias que los rodean. Ella sabe muy bien que ciertos pacientes pueden generar apego o cariño, y con los veintiún ha sucedido sin siquiera haber intercambiado palabras.

Quizá ayudarlos a ellos sea como ayudarse a sí misma. Probablemente Jean Pierre pueda ser de ayuda, pues el puede acceder a muchos comunicados oficiales y clasificados que maneja el Estado Mayor sobre la guerra.

El cuerpo de Bobby pesaba demasiado, su corazón palpitaba nerviosamente; el sentimiento de hambre, sed... dolor se hacía cada vez más presente, acentuándole que estaba vivo, y que estaba despertando de algún largo y pesado sueño. Con pensamientos confusos, intentando distinguir exactamente que sucedía, el soldado tanteó con sus manos, esperando encontrar su frío rifle o su escopeta, quizá algo duro o bien húmedo. Nada de eso fue hallado, su entumecida mano palpó tibias y secas sábanas... un colchón.

Estaba acostado en una cama, y algunos murmullos podía captar, evidentemente no estaba solo.

El rostro de una joven mujer lo observaba désde lo alto ¡se ha despertado! exclamó de manera repentina, demasiado repentina, al sargento le dolía la cabeza. Las manos suaves de aquella muchacha lo arroparon en intentaron mostrarle que no debía levantarse Señor MacDonnell, le suplico que no se mueva, ya le atrerán algo de comer... no se encuentra en buen estado. Le colocó una de las manos en la frente Está sudando demasiado, y parece que el corazón se le va a salir por la boca comentó mirando hacia el costado, como si le hablara a alguien.

La vigilia se abrió paso entre las nieblas de la terrible pesadilla, aquella risa gélida aún le provocaba escalofríos a Johan. Era ese momento dónde es complicado distinguir entre los verdaderos recuerdos y los sueños producto de una mente afiebrada. La desesperación y le miedo de que aquello continuase hizo que su cuerpo reaccionase, moviéndose nerviosamente, agitado, tirando algún manotazo que simplemente pudo agarrar una sábana. Una seca y acogedora sábana. Entre sus ojos podía filtrarse una luz tenue, y quizá algunas palabras llegaban, lejanas y brumosas "se ha despertado...", "rápido".

¿voces femeninas? evidentemente no estaba en las trincheras. Tenía la garganta seca y la lengua pastosa y entumecida. Volvió a su mente la petaca cargada de arena, con algo de asco y miedo alejó sus pensamientos de aquella fantasmagórica excursión.

El hombro derecho le picaba.

Respiro hondo, e intento decir de manera tranquila:"Agua por favor .."

Costaba hablar, sin embargo las palabras salieron con un poco más de volumen la segunda vez. Sus ojos se acostumbraron a la luz del lugar, dejando ver lo que era un amplio recinto, iluminado por numerosas arañas, repleto de camas con enfermos o heridos, no estaba seguro. Las enfermeras portaban el típico uniforme de las voluntarias del ejército, pero no podía identificar cuantas eran exactamente, ni por qué razón él estaba allí... ¿había recibido alguna herida de consideración? en ses momento fue más consciente de la extraña sensación en el hombro.

Una enfermera entrada en años y con un rostro cansado se acercó, como aparecida de la nada Beba, joven, con cuidado le acercó un jarro con agua fresca, ayudándolo a incorporarse un poco ¿tiene hambre? intente no moverse mucho, todavía se encuentra en observación... lo observó con algo de preocupación y luego esbozó una tenue sonrisa Gracias a dios que han comenzado a despertar, es un milagro.

Jean Pierre Chauville me ha invitado en ya varias ocasiones a almorzar con él y a charlar un poco. Pienso, charlar de qué? Me he rehusado a reunirme con él a almorzar porque no dejo de pensar que verlo a él significa volver al pasado, hablar de mi esposo es volver al pasado y tener que revolcarme en el pasado, en momentos que no volverán. Algo en mí no quiere esto, sólo quiero mantenerme ocupada y no pensar. Pero creo que ya es momento de verlo, más aun después de lo ocurrido y todo este misterio rondandonos a todos, los 21 soldados que no parecen despertar. Nadie sabe qué pensar. 

Virginia se encontraba sumida en sus pensamientos sobre los soldados internados, y el insistente primo, mientras finalizaba la taza de té que le había servido Maisy. Tambien había pan fresco que habían traido de la cocina, pero al parecer nadie lo había tocado. El teléfono parecía una visión atractiva, quizá alguna llamada a Jean Pierre podría ser mejor que un almuerzo...

El tren de pensamientos y posibilidades se interrumpió cuando el murmullo del lugar se transformó en algunas vociferaciones y revuelos. Al parecer algunos de los soldados comatosos comenzaban a despertarse. El corazón de la profesora francesa se sobresaltó, las cosas empezaban a ponerse un poco movidas.

Un revuelo en el lugar me hizo salir de mis pensamientos. Al parecer despertaron dos soldados, y todo el mundo parecía correr de aquí para allá. Todos querían acercarse. Lo que fue unos segundos en realidad, me sumergí de nuevo en pensamientosy me pareció que el tiempo se detuvo. Me quedé sin saber qué hacer y sin moverme, simplemente miré cómo todos corrían desesperados. Me corre una urgencia de ir a conocerlos y verlos, lo siento en todo mi cuerpo, una curiosidad enorme, pero algo me hizo pausar mis pasos y mis movimientos. No sabía si ir a preguntarle a los doctores qué había que hacer al respecto, o si manejarme por mí misma e ir a hablar con estos soldados, conocerlos, ver qué podía hacer por ellos. Todavía en ocasiones todo lo circundante me parece irreal, todavía siento que no es cierto lo que uno ve a diario ahí, y sobre todo, creo que yo no estoy aquí, de enfermera de guerra.