Partida Rol por web

El bardo siguió sin atreverse a dar un paso al frente, seguía pegado a la roca como buscando su protección. Sin embargo sí tenía la valentía de seguir entonando su cántico, animando así a sus compañeros  a derrotar al dragón, aunque sutilmente cambió algo el cariz de sus ánimos para que solo lo vencieran, pero no lo mataran....

VAMOS COMPAÑEROS
SIGAN EN EL EMPEÑO
QUE DERROTAR AL DRAGÓN TENEMOS
MAS SU MUERTE NO ES LO QUE QUIERO

PUES RAZA LEGENDARIA ES LA SUYA
Y SU COBARDE VERDUGO LEJOS QUEDA.
LLEVEMOSLE A LA BESTIA OSCURA
PARA QUE DE SU VERDADERO ENEMIGO DEFENDERSE PUEDA.

NUESTRO COMETIDO NO ES LA MUERTE
NUESTRO COMETIDO ES LA VIDA
ARREBATARLE EL LIBRO A SU INJUSTO DUEÑO
PARA QUE EN EL VALLE SE HAGA JUSTICIA.

La bendición de Códice cae sobre todos. Sienten la presencia de la gran madre dentro del interior, sienten como sus corazones son calentados por aquel poder divino. La música y la poesía del bardo les hace motivarse para el combate también!

El valiente Enano avanzó directamente contra la criatura, una pequeña herida le hizo con su martillo mágico de nombre cráneorroto, el Dragón pareció apenas notarlo.

Lirian no tardó en seguir al Enano, pero no alcanzó a atacar antes de que el dragón lo hiciera. Mientras el semielfo recitaba una poesía inspiradora que desencadenaba magia pura en los corazones y los inspiraba a seguir combatiendo.

Era turnos del dragón. Había agotado su mejor ataque, pero aún tenía sorpresas bajo la manga. Atacó desenfrenadamente al Enano, era el único que habia podido atravesar sus escamas. El Enano esquivó sus golpes, pero jadeaba cansado, le tomó gran energía hacerlo. Sin duda el próximo ataque contra él impactaría de lleno. Una de las garras también apuntó al rostro de Lirian, pero este, de una vuelta y un salto logró esquivarla.

Kraum lanzó una saeta que rozó al Enano, pero que se clavó en el cuello de la bestia que rigió y lanzó una mirada con promesa de muerte al semiorco.

Desde el cobijo y el apoyo de una de las paredes, Códice pudo ver cómo el paladín enano se arrojaba contra la criatura, poniendo en riesgo de su propia vida, y atacaba con su martillo. No tardó en pagar el peaje: tuvo que llevar su talento marcial al límite para no ser destrozado por las garras y los colmillos del dragón. También vio al norteño correr al encuentro de Escamanegra, él, que no tenía ni siquiera por qué estar aquí. El ejemplo de ese hombre, junto con el del enano y la (extrañamente apropiada pero hermosa) canción del bardo mestizo, conmovieron a Códice. Comprendió de pronto no sólo que todos debían poner toda la carne en el asador en aquel enfrentamiento, o nunca saldrían de allí, sino que no podía permitir que otros se sacrificaran por aquella causa mientras él se escondía tras una piedra.

—¡No desespere, Dorn! ¡Por La Que Siembra y Siega, que allá voy a ayudarle! —gritó el clérigo, apartándose bruscamente de la pared y lanzándose hacia el enano—. ¡Lirian, deje paso!

Códice entonces avanzó y se coló entre Lirian y la pared, y poniendo sus manos sobre el hombro de Dorn, rezó:

—¡Amada Madre: insufla en este bravo enano nuevas fuerzas! ¡Ayúdale a librar de alimañas Tu viña!

Con rabia, viendo la rociada de ácido que se llevaban sus compañeros, Morgan echó mano al frasco de color bermellón que portaba en la bandolera que le cruzaba el pecho y vació su contenido en la boca con un gesto rápido. Notó como sus músculos recibían una descarga de potencia y se encaminó con pasos seguros hacia el dragón. 

Doliéndose de sus heridas pero aún con suficiente ánimo para resistir, Lirian hizo caso a Códice y se movió hacia un lado. Imaginó que el clérigo, siempre atento a la salud de sus compañeros, necesitaría espacio para socorrer al malherido enano. Lo único que no le gustó al norteño fue el que aquel paso lo dejaba frente a las afiladas fauces de Escamanegra sin ningún aliado capaz de apoyarle. - ¡A...AYUDA! - Decidió no mirar atrás, había que concentrarse en su enemigo y darle tiempo a los demás a que llegasen hasta su posición. Adoptando una aptitud cauta, la cimitarra de Lirian buscaba distraer al dragón más que ocasionar un daño real, algo difícil dada la coraza natural de su adversario. Así, por muchas pasadas que el afilado filo describiese frente al alargado rostro de la bestia, ninguno logró sacar más de una débil chispa al chocar el acero contra las escamas del dragón.

Aquel animal había resultado mucho mas peligroso de lo que se esperaba pero el miedo era algo que el Paladín no conocía.

Apretó los dientes y se dispuso a atacar con todo al dragón cuando oyó la voz de Códice y sintió sus fuerzas volver cuando su velluda mano hizo contacto -estúpido- se dijo a si mismo, como podía olvidar tan fácilmente a sus compañeros de grupo, no podía sencillamente no temer a la muerte y arrastrar con ello al resto, cambió el angulo de su arma disponiéndose a mantener el combate de forma mas segura hasta que todos estuvieran en el.

-Rodeadle!!

Y su poderoso martillo impacto de nuevo, como sentenciando sus palabras.

Códice aclamó a la gran madre por energía curativa. Dorn sintió como su sangre hirvió en una agradable sensación de vigor y energías renovadas, tomó aire y se aprestó para seguir combatiendo. Abrahel, que venía retrasada con respecto a sus compañeros alcanzó a llegar a la altura del dragón y atacar, con su arma logró penetrar las duras escamas del dragón y por primera vez todos vieron la sangre de un dragón.
Rivoel prosiguió con su canto, inspirando a sus compañeros para seguir combatiendo con entereza y valentía.
Kraum volvió a disparar su ballesta, mientras mantenía la distancia, sus ataques tímidos no pasaban ni cerca de la bestia.
Lirian mantuvo una postura de combate defensiva mientras resistía los ataques del violento Dragón, atacó tímidamente sin descuidar su defensa, pero no pudo golpear como hubiera deseado.
Con las energías recuperadas, el Enano volvió al ruedo como un resorte y lanzó un poderoso ataque que hizo chillar de dolor a Escamanegra. Los ojos negros de la criatura se volvieron al Enano, prometiendo venganza con sed de sangre.

El dragón tenía algunas heridas, pero aún no se veía abatido.

Atacó con una de sus garras a Lirian que le tomó gran esfuerzo en esquivar y concentró su otra garra y sus mandibulas al Enano que recién lo había golpeado, las fuerzas del Enano empezaban a mermar. Nunca antes lo habían desafiado de esa manera, ni siquiera los orcos de encima cuando les invadía su hogar.

El combate prometía más fiereza, sangre y sufrimiento para ambas partes....

La mestiza alcanzó a ver la sangre que brotaba de las heridas que sus compañeros le hicieron al dragón antes de arremeter con su propia arma contra la bestia. La canción que entonaba Rivoel inspiraba sus acciones, por lo que apuntó su ataque contra las patas del dragón en un intento de derribarlo.

-No tiene por qué haber muertos en esta cueva. -dijo mientras lanzaba su brazo en el clásico movimiento lateral para llevar a cabo el derribo.

Rivoel seguía cantando para inspirar así a sus compañeros el valor necesario para hacer frente a un rival tan poderoso y mortífero como era el dragón. De hecho el reptil  se había cebado con Dorn y estaba a punto de hacerlo pedazos. Consciente de esto el bardo se acercó hacia el enano mientras sacaba una poción de curación para poder dársela al malherido paladín antes de que fuese demasiado tarde. Pero la buena intención del semielfo parecía difícil, pues lugar arriesgado y aislado había elegido Dorn para entablar el combate. Sólo si el paladín salía de allí podría ayudarle, pero conociendo la bravura y tozudez de los de su raza el bardo mucho temía que el guerrero santo de los de Moradín permanecería erguido frente al dragón hasta perder la última gota de su sangre, cosa que parecía iba a suceder pronto.

La oración a su Diosa había tenido el efecto deseado y muchas de las heridas y signos de cansancio que el paladín había mostrado segundos antes habían desaparecido, pero aún parecía seriamente herido y vapuleado y no tardó en recibir un nuevo golpe, así que Códice se concentró de nuevo en esa luz interior que todos los clérigos conocen y identifican con su dios y volvió a dirigir su mano hacia Dorn:

—¡Por La Que Rige el Sagrado Ciclo, sanad, heridas! ¡Volved a él, energías!

Por suerte, Códice no se había alejado del enano: había encontrado un lugar junto a la pared de la gruta, lejos de los zarpazos y las dentelladas de la bestia, y desde allí podía moverse para dar fuerzas a sus aliados. Entonces, llegó Rivoel, sacando una poción de su mochila, y el clérigo comprendió sus intenciones.

—¡Pase, señor Docanto! —gritó al bardo mientras le dejaba paso libre-. ¿¡Quién más necesita el auxilio de la Gran Madre!?

Había que seguir empujando, era la única opción que tenían si querían derrotar a Escamanegra. Así, viéndose arropado por el resto de sus compañeros, Lirian optó por poner toda la carne sobre la hoguera y lanzarse con todas sus fuerzas a por la bestia. Sin embargo no por mucho querer herir al dragón el norteño iba a conseguir llevarlo a cabo. La coraza natural que recubría a Escamanegra era demasiado dura para que su cimitarra lograse abrirse paso a través de ella. Aunque el golpe iba bien dirigido éste quedó en nada al salir rebotado hacia atrás. No...no...puedo hacerle na...nada. - Comentó entre jadeos debido a lo fatigoso que era mantenerse en pie en su estado. Al menos sabía que Códice estaba a su espalda listo para aplicar sobre él los mismos cuidados que había aplicado sobre el recuperado Dorn. Confiaba que entre el enano, la paladina tiflin y sobre todo Morgan diesen al suelo con el dragón antes de que éste se llevase a la tumba a alguno de ellos.

El arrojo demostrado al no retroceder ante el reptil dio sus frutos, sus compañeros como un solo ser atacaron al Dragón con mayor o menor éxito, aquello renovó el ímpetu del enano que ataco con todo su ser sin embargo pareció que el dragón esperaba el golpe y su martillo resbalo por la húmeda superficie de sus escamas con un sonido metalico

Morgan sin dudarlo se lanzó contra el bicho, con sus musculosos brazos apresó al dragón como pudo con la intención de derribarlo, pero de un movimiento ágil, combinado con las resbalosas escamas del draconiano pudo salir bien librado esta vez. Pero el dragón era inteligente y sabia que a la próxima podía terminar mal a manos de esa semiorca recién llegada a la refriega.
Códice, siempre atento a sus compañeros, como un gran padre. Sabía sus limitaciones en combate, pero sabía también como podía ser útil de otras maneras. Chauntea respondió a las oraciones de su devoto siervo y con un aura mágica que salió de las manos del semiorco que rodearon a Dorn en un amnto sagrado que empezó a cerrar mágicamente sus heridasy lo dotó de un nuevo vigor. El enano sintió a la diosa dentro de su cuerpo.
Abrahel con su espada, seguía atacando y ocasionando cortadas al dragón, pero no hacía tanto daño como para dañar seriamente a Escamanegra. Peor le iba al tartamudo Lirian, la cimitarra se estrelló violentamente con las escamas del jóven dragón, pero no hizo gran daño. Algunos jurarían ver salir chispas del golpe. Kraum seguía con su ballesta sin hacer gran cosa aparte de fallar y fallar.
Rivoel seguía lanzando palabras de valor y coraje a sus compañeros en una melodía inspiradora que reconfortaba el corazón y aumentaba la valentía. En sus manos cargaba una poción de curación. Las heridas del enano habían sido cerradas por Códice, pero pronto alguien más necesitaría de esa poción. El enano DOrn, revigorizado atacó con su martillo mágico, pero el bicho era terriblemente difícil de impactar: Ecamas fuertes y resbalozas, y agilidad de relámpago...

Pero ahora era su turno de actuar y lo haría con vehemencia...

Lanzó una dentada a Morgan, dándole la bienvenida, pero la semiorca ágilmente esquivó el golpe y apenas un comillo rasguñó su brazo. Con sus poderosas garras atacó a Abrahel y a Dorn, solo el Enano fue víctima de su ataque, las garras le rasgaron parte de su cuello en un doloroso ataque.
La criatura decidió retroceder un poco (Se ubica en C12) e invita a sus enemigos a ir tras el. -Acaso temen venir a mi, pequeñazos? Fueron las primeras palabras que pronunció, con una voz gutural y gruesa, siniestra (como la de Smaug en la película del Hobbit).

El combate era encarnizado, pero a pesar de los golpes que el dragón iba sufriendo y aunque la sangre oscura del reptil empezaba a encharcarse sobre las losas del puente, Escamanegra no parecía estar muy malherido. Sin embargo algunos de los aventureros no podrían  aguantar muchos más golpes.

Al escuchar la imponente voz del dragón Rivoel no pudo evitar sentir una gran respeto y admiración por una criatura tan legendaria como aquella. No entendía por qué tenían que matarlo, nunca lo había entendido... El que en realidad quería la muerte del dragón era El Puma . Ellos estaban allí par satisfacer los deseos del cruel líder de los Pumas Negros, pero su objetivo real no era matar al dragón, si no el libro que necesitaban para salvar el valle. El bardo sintió que aquello no estaba bien y no pudo controlar un deseo irrefrenable por parar lo que a ojos de Rivoel era un auténtico error. El semielfo, cegado por su vocación no veía a Escamanegra como una amenaza, sino como una fuente de sabiduría y conocimiento. Era un ser legendario y no quería ser cómplice de acabar con una criatura así, al fin y al cabo ésta era su casa, eran ellos los invasores  que estaban intentando matarlo. El dragón solo actuaba defendiéndose por instinto.

Morgan frunció en ceño verdoso cuando el dragón se le escurrió y no pudo derribarlo, al menos tuvo suerte y vio venir la cabeza del bicho, con un rápido movimiento de su musculoso cuerpo logró apartarse lo suficiente como para recibir solo un rasguño. La guerrera sabía que no podría aguantar más de dos ataques certeros de la criatura y, dada su escasa defensa, confiar en esquivar las poderosas armas naturales del dragón era ser muy optimista.

Cuando el oscuro ser retrocedió un poco sobre el puente dejando menos espacio para que le atacasen, bufó y lo siguió -Al menos no estoy en el centro del puente- pensó recordando la aparente inestabilidad del mismo. Si habían tenido éxito con el semiogro había sido debido a su superioridad numérica y si ahora perdían ese factor no creía que aguantasen, por lo que intentó derribarlo de nuevo en un intento de que si lo conseguía entre todos pudiesen apresarlo. Oír la voz grave del presumiblemente joven ejemplar le hizo recordar que ante ella se encontraba una de las criaturas más antiguas del mundo, y su corazón y su mente se debatieron entre la vida y la muerte del ser.

-¿Miedo en un combate? Siempre, nadie es inmortal. -respondió con una sonrisa en los labios, que dejaba ver todos sus afilados dientes, con una serenidad, que no acababa de tener, y con una promesa de demostración en los ojos.

Sus palabras, a pesar de la situación, estaban muy bien escogidas para recordarle al dragón su propia mortalidad, eran muchas batallas a la espalda y la guerrera sabía de la importancia de la duda en la mente del enemigo.

La pregunta de Códice había quedado en el aire, sin respuesta por parte de sus compañeros, pero el clérigo sabía perfectamente que todos, en mayor o menor medida, necesitaban de la ayuda de la Diosa para salir vivos de aquella. Guiándose por su sentido común, decidió dirigir su magia al valiente norteño, pero antes de que pudiera elevar ninguna plegaria, una voz profunda le detuvo. Era como un eco de la creación, una vibración procedente del alba de los tiempos, y procedía... ¡De la sierpe! Por supuesto, en las historia que había leído sobre dragones, éstos siempre hablaban, pero él siempre había creído que ese detalle era pura invención. Ahora que podía escuchar la estremecedora voz de uno de ellos, deseó haber tenido razón. Incluso la voz de un ejemplar pequeño -si creemos las leyendas- como Escamanegra causaba auténtico pavor. Códice tuvo que obligarse a reaccionar.

—¡Sienta la fuerza de la Diosa, señor Lirian! —gritó, mientras canalizaba la energía benigna sobre el norteño—. ¡No temáis, amigos! ¡La Señora de los Verdes Campos está con nosotros!

Canalizadas a través de las manos del Códice, las fuerzas renovadoras de Chauntea entraron en el cuerpo de Lirian como un huracán reparador sellando hemorragias, cerrando tejidos y haciendo crecer la piel allí donde antes sólo había sangre. El dolor se alejó de forma tan rápida que el norteño incluso dudó de haber estado herido alguna vez y de que aquello no fuese sino un mal sueño. Pero no lo era en absoluto. Escamanegra estaba allí, se erguía ante ellos tan real como la oscuridad de su alma.

¡Gra...gracias amigo! - Atinó a agradecer el pescador a su compañero de sufrimientos ahora que junto con su salud había vuelto también la confianza en sí mismo, seriamente deteriorada después de los golpes y de escuchar hablar al dragón con su poderosa voz. Su dilema recaía a continuación en cómo hacer frente a la bestia, pues habiendo ésta retrocedido hasta el centro del puente las posibilidades de alcanzarla con su cimitarra quedaban anuladas. Viendo que la única solución pasaba por tomar su arco, soltó la cimitarra a sus pies y descolgó éste de su espalda. Tras ello, colocando a toda prisa una flecha sobre la cuerda, tensó con todas sus fuerzas el recio arco y lo apuntó hacia el dragón. El miedo a dar a uno de sus compañeros apareció tan pronto vio que la criatura no era lo suficientemente grande como para disparar por encima de la cabeza de Morgan. Así esperó hasta que Escamanegra asomase un ala lo suficientemente alejada de la mujer semiorca a fin de disparar allí. Pero cuando eso sucedió fue únicamente durante una fracción de segundo y la flecha, aunque la reacción de Lirian fue buena, pasó muy alejada de su objetivo siendo engullida por la oscuridad insondable del lugar.

Un mensaje llegó a los oídos del dragón, sobrepasando las leyes de la física y el fragor de la batalla. Era magia tan simple como efectiva llegada de aquel que cantaba....

Parad la lucha !!!! Gran Escama negra, joven dragón de las minas, nosotros no venimos  por tus tesoros, ni siquiera queremos tu muerte,  es otro quien la desea.... solo queremos lo que nos ofrecen a cambio de tu cabeza. Mis compañeros tiene claro su objetivo y no cesarán aunque alguien perezca y si lo hace con más razón seguirán la contienda. Créeme que podrías ser derrotado y te queda mucha vida , una entera.Pero hay una solución para que nadie fallezca . Acompáñanos ante quien quiere tu muerte, El Puma le llaman y con él ajustaremos cuentas. Sólo queremos algo que tiene y que cambia por tu cabeza. A cambio de eso tanto tú como nosotros ganaremos la vida, la vida entera. Cesad el combate , a todos os lo ruego, parad la contienda , para que sólo el que lo merece muera.....

Por segunda vez consecutiva, el dragón se había librado de caer presa del derribo de la semiorca y no iba a tolerarlo más! Su mirada de odio con la semiorca se acrecentó mientras códice imploraba a su diosa para cerrar las heridas de Lirian, quien sintió un calor agradable en todo su cuerpo y un vigor que lo conducía a seguir con el combate.

Abrahel no poseía arco ni armas a distancia, fue muy poco lo que pudo hacer, salvo esperar con su espada desenfundada y lista para atacar en cuanto viera una oportunidad.
Lirian desenfundó su arco y atacó, apuntando a un ala que estuvo en la mira solo un pequeño instante. Cuando el pescador soltó la flecha, el ala estaba donde debía estar. Cuando la flecha pasó por donde debía golpear el ala, esta se encontraba unos dedos más abajo y la flecha siguió su rumbo hasta la oscuridad. El sonido estrellándose en la pared fue audible incluso a esa distancia.
Kraum hizo lo mismo, pero seguía su fallo tras fallo. Poca trascendencia tenía el semiorco en ese combate épico.

Rivole lanzó un mensaje al dragón, claramente escuchó y entendió el mensaje. Pero hizo caso omiso al ver a los compañeros del bardo con sus armas enfundadas.

En un poderoso contrataque, el Dragón arremetió contra Morgan en vista que el Enano parecía estupefacto quizá por la situación. Sus colmillos y sus garras traspasaron metal y piel e hicieron sangrar a la poderosa semiorca cuyos brazos del tamaño de un jamón, sostenían un imponente mangual.
El dragón retrocedió un poco, manteniendo arriba sus defensas.

Cuanto más usaba la magia de su diosa para restaurar las fuerzas de sus compañeros, más confiado y útil se sentía Códice, que poco a poco iba sobreponiéndose al daño y la impresión que el dragón le había causado. «¡No es una batalla perdida!», se decía, aunque las cosas estaban realmente difíciles: cada golpe de aquel monstruo era brutal, rara era la vez que fallaba y el clérigo tenía poder más que para unos pocos conjuros más.

Mientras tanto, el dragón había retrocedido hasta el puente, a modo defensivo. ¡Sólo Dorn y Abrahel podían atacarle en ese momento con sus armas! Al ver que Lirian soltaba la espada y empuñaba su arco, y entendiendo que Abrahel, sin un arma semejante, no podría hacer nada, Códice se descolgó la ballesta del hombro y se la acercó extendiendo el brazo.

—¡Abrahel, tome mi ballesta! —gritó—. ¡Y coja unos cuantos virotes! —añadió al tiempo que avanzaba la cadera, de modo que el estuche, que iba colgado de su cinturón, quedara al alcance de la tiflina.

Luego, avanzó tras Morgan, con la intención de sanarla. Desde su nueva posición, tan cerca como estaba del dragón, sólo pudo pensar en lo que todos ya sabían: el puente era una trampa.

—¡Así no podremos con él! —lloriqueó asustado, sin esperar que nadie le hiciera caso.