Partida Rol por web

Durante la marcha, Códice insistió en curar a Dorn con su magia. «De otra forma, tendré que malgastar mi magia en cierto conjuro actualmente poco útil...», se excusó sonriendo, para quitar importancia al gesto. La magia del fraile dejó el ya conocido entramado de venas verdes en torno a las cicatrices sanadas. Dorn quedó como recién comprado en la tienda de paladines. Códice aprovechó el momento de cercanía con él para hablarle.

—¿No estáis preocupado de estar haciendo algo... incorrecto? —preguntó tímidamente, temeroso de estar entrando en un tema que no le incumbía—. He oído que los guerreros santos como vos y lady Isthar debéis respetar un código de conducta muy estricto para seguir... hm... mereciendo vuestra condición... —No sabía cómo decirlo: nunca había hablado con ningún paladín de estas cosas. Había pocos paladines chaunteanos, y muchos menos que se paseen por los Valles.— ¿No teméis que el ayudar a esta criatura os despoje de vuestra bendición?

Para disgusto de Morgan, el camino no os llevó a un lugar más ventajoso para combatir, sino todo lo contrario: a medida que avanzabais, profundizasteis en una cueva más alta, más amplia e igualmente ocupada por una gran masa de aguas negras que el camino bordeaba aprovechando zonas emergidas y cornisas en la pared de roca. En un momento, las paredes del otro lado de la cueva dejaron de estar al alcance de vuestra vista, con o sin linterna. Para conservar el poco aceite que os quedaba -unas tres horas, entre los frascos de Lirian y los de Códice-, la apagasteis: Códice guiaba a Lirian y Kraum, a Rivoel. La paladina se ofreció para cerrar la marcha.

Tras media hora de caminata, los que iban más avanzados se detuvieron: delante, el camino giraba a la izquierda, abandonando la pared de roca y continuando por un puente hacia el interior del... ¿Lago? Mientras alguien se adelantaba sigilosamente para investigar el puente, los demás esperasteis. Finalmente, tuvisteis una idea de lo que había allí: más allá del puente, en un afloramiento rocoso en las aguas y sobre una base escalonada, se alzaba una gran fachada de sillería. Sus rasgos eran los propios de la arquitectura enana: sillares ciclópeos, formas mazizas y robustas, líneas rectas, aristas y ángulos bien definidos. Dos grandes portales rematados en ángulo agudo se abrían en ella, subiendo hasta una gran altura, mientras que el -escaso- resto del muro mostrada diseños abstractos, de ángulos y líneas rectos, formados con surcos. La parte superior del edificio se perdía en la oscuridad, y esa misma oscuridad impedía conocer la forma del edificio o ver sus laterales desde el puente. Tres estatuas de guerreros enanos sobre pedestales guardaban la fachada: el de la derecha, con un martillo de guerra; los otros dos, con picos.

—¡Bardo, estás loco! Vámonos de aquí... ¡Nos cazará! —protestó asustado y confuso—. Si teméis al Puma... eh... uh... ¡Huid a las montañas! No podéis con esto.

Rivoel escuchó con atención las plegarias de Kraum para que abandonaran la caza del dragón y el bardo lo aprovechó para intentar sacarle información sobre El Puma.

- Amigo Kraum. No es tan fácil... Nosotros no podemos huir. Un juramento nos ata, una deuda de sangre. Tan sólo recuperando ese libro nuestra deuda quedará saldada para poder ir donde queramos. ¿ A caso crees que El Puma nos lo entregará si nos ve aparecer con las manos vacías? Tú lo conoces bien, ni siquiera con la cabeza del dragón por delante podemos estar tranquilos y No tenemos nada que hacer contra él  en su propia morada. Desconocemos sus trampas, armas y estrategias. Ni siquiera sabemos  cuántos hombres le protegen ni lo letal que puede ser su mascota. Si supiésemos todo eso.... Si conociésemos bien su guarida quizás tuviésemos  alguna oportunidad. Por eso es tan importante la ayuda del dragón . Tan solo con un aliado así tenemos alguna posibilidad de que El Puma nos entregue el libro sin que intente matarnos. ¿ A caso se te ocurre otra cosa...?

El bardo seguía pensando que podría convencer al dragón pero para la mestiza estaba claro que solo había un camino, los paladines parecían diferir en su opinión pero quizás eso era debido a que seguían a diferente dios, nunca había sido muy reliosa y no entendía de esos temas. La otra mujer del grupo se acercó a ella y, posando las manos en su brazo mas herido, usó su poder para sanarlo. La herida del mordisco no se cerró completamente pero se vio reducida a las marcas de tan sólo tres dientes.

-Gracias -Morgan agradeció la acción también con un apretón y un asentimiento.

Se puso en cabeza y comenzó a avanzar agudizando los sentidos, intentando ver más allá del alcance de sus ojos para que un nuevo ataque no les cogiese desprevenidos. Fueron avanzando con cuidado sin llegar a ningún sitio adecuado, ni al cubil del dragón, ni a ningún sitio en particular -Malditas cuevas- pensó deseando estar al aire libre. Y entonces se acordó. Dio un vistazo a su espalda mirando al norteño, llevaba mucho rato sin hablar desde que había dicho de salir, tenía que ser mucho más duro para él pues no veía. Estaba por decirle algo cuando llegaron a un punto donde el camino se internaba en el agua, la guerrera dio el alto al grupo.

-Voy a adelantarme para ver que hay.-susurró.

No fue una pregunta, ya había hecho algo parecido en los túneles de la fortaleza y no tenían tiempo que perder debatiendo nada, a cada minuto que pasaba la sierpe recuperaba fuerzas. Asegurando sus armas, que cada vez eran menos, para que no hiciesen ruido, la mestiza avanzó todo lo sigilosamente que pudo. Al cabo de unos latidos, que se hicieron eternos tanto para los que se quedaron como para quien se fue, la inconfundible silueta de la mujer volvió y les puso al corriente de lo que había visto.

La mirada de Morgan estaba fija en Dorn, lo visto estaba claro que había sido hecho por su pueblo y esperó con ansia mal disimulada alguna conjetura de lo que podría ser.

Sólo por su aspecto externo y su localización, no eres capaz de decir de qué se trata. En cambio, sí te atreves a especular sobre lo que no es: no es un edificio militar, clarísimamente, y tampoco parece una vivienda ni un taller de ningún tipo. Por descarte, dirías que parece un lugar ceremonial: un templo, una tumba, un edificio comunitario... ¿Un lugar de recreo y contemplación? No es algo frecuente en el mundo enano, pero Tethyamar -el reino al que pertenecieron estas minas- existió hace mucho y tu clan no tuvo mayor relación con él.

Perdida la cuenta de las horas que llevaban caminando bajo toneladas de roca, Lirian se limitaba a dejarse llevar sin poner en común el sentimiento de aprehensión que se había adueñado de su pecho. Por la cabeza del norteño habían pasado toda clase de ideas - a cada cual más descabellada – que no habían hecho sino dejarle más confundido si cabe. Nunca imaginó que echaría tanto de menos la presencia de luz, ni siquiera de la débil luz de la luna. Tenía claro que, de poder ser, no volvería a entrar en una caverna. Además, el sentirse como una carga, como un fardo de carne y músculos que iba de aquí para allá del brazo de Rivoel o Códice, no contribuía en absoluto en levantar la minada moral del norteño. Fue por ello que, avergonzado por el papel que estaba desempeñando, no creyó apropiado el meterse demasiado en la discusión sobre las consecuencias e idoneidad de razones que había tenido Dorn para ofrecer un trato al dragón. Tampoco hizo amago alguno de apoyar al bardo en su conversación privada con Kraum. ¿De qué habría servido? Su fuerte no era la dialéctica. Así, sumido en sus pensamientos, con andar inseguro, entre tropezones y coscorrones contra los salientes rocosos, el grupo llegó hasta lo que parecía ser una pasarela de piedra que se adentraba en las negras aguas del lago subterráneo.

No te preocupes, aquí te esperaremos… - fue lo único que pronunció con mal disimilada resignación cuando Morgan partió a explorar. ¿Adónde iba a ir? - ¡Cuánto hubiese dado por poder acompañar a la guerrera en su tarea! Abatido, se dejó caer en el suelo dispuesto a esperar a que Morgan volviese o a que el dragón les diese caza. Por suerte, ocurrió lo primero. Cuando ésta regresó al cabo del rato con las noticias sobre la edificación enana, su corazón dio un vuelco de excitación. ¿En serio? - Aquello, si bien no aportaba más que nuevas incógnitas sobre lo que tenían por delante, al menos le invitaba a fantasear sobre las amplias cámaras repletas de monedas de oro que de las que había escuchado hablar en infinidad de historias contadas al calor de la lumbre.

Eso...eso es bueno, ¿no? - Sonrió y se apartó de la cara los cabellos canos, empapados por el sudor y la sangre. ¿Tendrá ahí su cu...cubil el dragón?

Observó el edificio largamente, no parecía nada funcional, solo podía decir aquello que no era el edificio pero... 

Dorn inco la rodilla y apoyando su martillo en posición de oración, si el edificio estaba dedicado a algún dios enano es posible que este se dignase a ofrecerle su guía.

Dorn empezó a orar

En cuanto la semiorca volvió de su incursión, las reacciones no se hicieron esperar. Eso sí: quizás no fueron las reacciones esperadas. Por un lado, Dorn no dijo nada, sino que se arrodilló... ¡Y comenzó a rezar! Rivoel por su parte parecía algo distraído, pues no encontró nada que decir sobre el hallazgo. Quizás estaba más atento a vuestro incómodo compañero: Vizko Kraum. Justo antes de reanudar el camino, el bardo había intentado que el alguacil traicionase al Puma, pero el mestizo había puesto cara de haber visto un fantasma, había tartamudeado algo inteligible y finalmente había dicho por toda respuesta:

—E-e-eso no puedo... ¡No pienso hacerlo! ¡Estás loco! Soy... soy un hombre del Puma...

...y a continuación había permanecido ensimismado, en silencio, el resto de la caminata. ¿Lealtad? ¿Miedo? En todo caso, no parecía que la fruta estuviera aún madura. Mientras rumiabais la información de Morgan, Kraum seguía dándole vueltas a sus propios pensamientos.

La reacción de Lirian ante la posibilidad de estar en el cubil del dragón fue inesperadamente optimista, síntoma de una gran confianza en las capacidades del grupo... o bien de que las cuevas definitivamente le estaban volviendo majareta. Códice, en cambio, llevaba bastante bien el periplo subterráneo: su sangre orca le hacían sentirse cómodo en lugares como aquel, opresivos, oscuros, húmedos. Lo que llevaba peor era estar allí encerrado con un monstruo volador asesino. Aún así, fue capaz de reunir la suficiente sangre fría para decir:

—No nos hemos ido, luego estamos buscando al dragón para enfrentarnos a él, de una forma u otra —razonó en voz alta. En su entrega a la causa del libro, Códice había acabado por asumir que o encontraban al dragón o poco importaría que murieran allí—. Si es su guarida... Bien: le habremos encontrado. Pero si no, quizás sea un lugar propicio para pensar. -Los ojos se le fueron hacia las alturas, preocupado.— Aquí fuera me siento expuesto...

En cuanto a Abrahel, parecía de mal humor, quién sabe si por la huída de la sierpe o por el conflicto ético que Dorn le suponía.

—Entremos —«sugirió»—. Entremos y, por Torm, que sea su cubil. Dijo que nos cazaría si no nos íbamos. —Sacó una flecha del carcaj y la preparó en el arco de Morgan.— Dejemos que lo intente.

Alrededor del grupo de aventureros, la caverna permaneció en el mismo silencio de la última media hora, un silencio sólo interrumpido por ellos y el murmullo quedo de las aguas. Si los dioses de Dorn aún ponían los ojos alguna vez en aquellas cuevas olvidadas, todo pareció indicar que no tenían nada que decir. Así que... ¿Qué hicieron nuestros aventureros, llegado este punto? ¿Dieron media vuelta? ¿Entraron en la construcción? ¿Debatieron sus opciones? ¿O alguno intentó alguna otra cosa?

Dorn se levanto mirando el edificio - es de manufactura enana pero no parece que tenga una función útil mas bien de ocio, recreo o contemplación - se giro hacia sus compañeros - igual dentro hay algo que nos diga su cometido yo opto por entrar

¿Ocio? - Por alguna extraña y estúpida razón Lirian se imaginó a cientos de enanos vestidos con sus imponentes y pesadas armaduras, luciendo bien cuidadas barbas e impolutos martillos pesados jugando al «corre que te pillo», que era lo que los chicos de su ciudad solían hacer a edades tempranas. Ahogó el impulso de reírse no sin esfuerzo. -

Me pare..parece bien, Dorn -, dijo a la vez que movía el brazo del escudo arriba y abajo para desentumecer los músculos. A...a...abramos esa puerta. - Si la puerta estaba cerrada aquello sólo podía significar dos cosas a su modo de entender: que el dragón no hubiese entrado dentro o que hubiese otra entrada que éste estuviese utilizando y que quedase fuera del alcance de la vista del grupo. El norteño trató contentarse autoconvenciéndose de aquella segunda posibilidad pues, en caso contrario, lo que encontrasen en el interior sería propiedad de los enanos y gracias a aquel sentido del honor de su compañero sería difícil hacerse con un botín interesante. Al menos, después de todo lo sufrido, esperaba salir de allí con el oro suficiente no ya para una flota pesquera, cosa que descartaba,  pero sí para un barco de al menos sesenta pies de eslora.

Vamos.

La guerrera sonrió a las palabras de sus compañeros, sonrió a todas menos a las de Kraum aunque siendo estrictos él no era un "Compañero", y se puso en cabeza como había ido hasta el momento. Por un instante la visión de otro puente hizo que pensase en pasar a la carrera, pero se dijo que si el dragón estaba dentro no era buena idea llegar a solas a su lado.

-No hay puerta Lirian, el paso es franco. -aclaró al norteño.

No sabía si eso era mas o menos bueno, pero hacia allí se encaminó con los sentidos alerta, buscando cualquier señal de peligro o de trampas.

¡Ah! Sí...claro. - Esperaba que nadie hubiese reparado en el tono rojizo que adquirieron sus mejillas después de aquella metida de pata. - La luz...ya sabes, Mor...Morgan. 

Rivoel no cesó en su empeño de convencer a Kraum de que El Puma era su enemigo, por eso, ante el dubitativo mestizo el bardo siguió dándole buenas razones para que se diera cuenta de a quién estaba defendiendo en realidad -Amigo Kraum, no hay mayor ceguera que la del que no quiere ver. Dime quién es la mano derecha de El Puma, Su brazo ejecutor, su hombre de confianza, quién sino Vizko Kraum. ¿ Quién en su sano juicio iba a enviar a su mejor hombre a una muerte segura? El PUma será cualquier cosa menos estúpido y que haya elegido a tí para que nos acompañes no es fruto de la casualidad. Tu querido señor está deseando el peor de los finales para tí. De esa manera se asegura no tener quien le pueda hacer frente en el futuro y por otra tu muerte sería la excusa perfecta para no cumplir el trato, no entregarnos el libro y tener motivos para acabar con nosotros. Piénsalo bien Kraum, aquel a quien tanto defiendes no merece la fidelidad que le profesas.

Durante el largo trayecto el bardo no se mantuvo ajeno a la también dubitativa Abrahel. Y brevemente justificó al paladín enano. - Los dioses sabrán distinguir quién está causando realmente el mal. El Dragón vive dentro de su guarida y hasta la fecha tan solo ha causado daño a aquellos que lo han encontrado, queriendo o sin querer, en el fondo de una abandonada fortaleza enana. Sin embargo El Puma está causando terror y daño sobre la población inocente de Qark y no le tiembla el pulso si tiene que quitarse de en medio a cualquiera que se interponga entre él y sus intereses, que no son otros que la codicia sin medida. Ese es el verdadero mal. Los dioses sabrán ver más allá y sabrán valorar que hacer que dos fuerzas malvadas se enfrenten sólo perjudica a esas dos fuerzas. Enfrentar a dos rivales malvados es una jugada maestra que con la ayuda de los dioses puede acabar con la desaparición de ambas amenazas malvadas. Estoy seguro que el dios de Dorn y el resto de ellos sabrán distinguir entre lo que es aliarse con un ser malvado y aliarse con un ser malvado para que se enfrente a otro. NO hay mayor enemigo para el mal que él mismo, pues nadie como él puede aplicar de manera implacable su vileza para acabar con cualquier ser, sea humano o dragón.

Tras la travesía y el hallazgo de Morgan Rivoel tan solo asintió a las palabras de sus compañeros sobre avanzar por el fastuoso lugar   - Sigamos buscando. la guarida del dragón no puede estar muy lejos...

Ya estaban todos de acuerdo en avanzar, cuando Códice se enfrentó a su compañero:

—Rivoel, no es cierto eso que dice del dragón: sí ha atacado a gente inocente que nada tenía que ver con él. —Su ceño estaba fruncido y su tono era severo.— El hermano Enethek nos lo contó: atacó a unos mineros que sólo volvían a sus casas. —Miró a Lirian y a Morgan, buscando apoyo más que confirmación.— Por eso supimos qué podía salir. Por eso sospechamos del lago. Por eso investigamos allí y encontramos sus huellas en la orilla. —Parecía no entender el lapsus de su compañero, más que tomarle por mentiroso. No llevó el reproche más lejos.— Pero tienes razón en que el Puma está siendo peor...

«...por ahora». No entró a juzgar la decisión de Dorn.

En ese momento, también intervino Abrahel:

—No voy a discutir asuntos de paladines con un no-iniciado, bardo... —La mujer se estaba ciñendo mejor la armadura que el medio-elfo le había cedido. Hablaba sin mirarle.— ...pero has de saber que no son los dioses, ni siquiera el Leal que salvó mi vida, quienes nos dan nuestros dones: hay más cosas entre los cielos y los infiernos que las que imagina tu poesía —concluyó con cierto desdén. Se apretó el cinto de la espada: ya estaba lista. Miró al bardo.— No soy una clériga, y no sólo porque sepa usar una espada. -Alzó la mano hacia Códice.- Sin acritud.

Con un gesto, indicó a Morgan que podían marchar.

Tartamudeando, Códice indicó a Abrahel que no se lo tomaba a mal. En cuanto a Kraum, no había contestado nada a Rivoel, pero tampoco había pasado de él: era obvio que le había escuchado. Y bastante bien. La orden de avanzar le impidió decir nada en ese momento.

Partisteis. El puente -que no medía mucho más de quince varas- resultó ser tan sólido y firme como endeble el anterior, y sin manchas negras, además. Avanzasteis por él con cuidado para evitar problemas, pero fue innecesario. De hecho, incluso pudisteis a apresurar el paso: la gran cueva no era precisamente un lugar seguro. La fachada era tal y como Morgan la había descrito, y pronto llegasteis a la escalinata. Los guerreros enanos eran impresionantes, ¡y uno incluso se parecía a Dorn! Aquello hizo bastante gracia a Lirian. ¿Por qué si no habría soltado aquella risilla?

Pero lo verdaderamente impresionante fue la gran estructura en sí. El edificio resultó ser un altísimo salón de planta cuadrada, de lados tan largos como el puente, y dos amplios arcos en cada una de sus paredes. El lugar estaba aislado: las aguas lo rodeaban por todas partes. Entre esto y el hecho de que los arcos ocuparan casi toda la pared, parecía más un pabellón columnado que otra cosa. El techo era alto, muy alto, rematado en una especie de cúpula facetada, como una gema tallada vista desde dentro. En las cuatro esquinas había cuatro altos braseros apagados, y sobre ellos, subiendo por los muros, relieves con escenas: enanos saliendo de la tierra, enanos aprendiendo la minería, enanos enterrando a otros enanos... ¿Mitología? Dorn tuvo claro que sí.

Por si aún le quedaba al enano alguna duda de qué tipo de lugar era aquel, la última clave estaba en las paredes también, en el espacio entre los arcos: en cada uno de ellos, salvando el espacio entre los arcos de entrado -donde sólo había una pila llena de agua mohosa-, había una estatua pétrea de un enano en pie. La de la izquierda era un enano con una larga barba, un extraño pico en las manos y una auténtica gema brotándole en la frente: Dumathoin. Todos lo reconocisteis, por un motivo o por otro. También reconocisteis la figura central: Moradin, con su martillo. Eso era cultura general. En cambio, la tercera estatua era un misterio: una enana vieja, su barba bien trenzada, con un cuarto de luna en sus manos.

Aquel espacio estaba intacto: no había signos de lucha... ¡Prácticamente no había signos del paso del tiempo! Sólo la humedad y el moho campando a sus anchas. ¿Qué era aquel lugar? Muchos no habíais visto aún ninguna ciudad enana en directo. ¿Era aquello algo normal en una simple mina? ¿Era un templo? ¿Una tumba? ¿Era siquiera algo normal en el mundo enano? ¿Qué estaban cuchicheando Rivoel y Kraum en aquella esquina mientras los demás investigabais el lugar? Y lo más importante: ¿por qué demonios no había tesoro por ningún lado?

Estabais en una especie de santuario o capilla, pero no uno dedicado a la adoración, sino a alguna otra cosa. ¿Meditación? ¿Estudio? ¿Adivinación? Podía ser todo eso junto o cualquier otra cosa. Lo cierto es que era un lugar muy atípico. Los dioses representados -efectivamente, Dumathoin y Moradin- parecían estar allí para acompañar, o para guiar, más que para ser venerados. La tercera figura era una diosa, pero no la conocías: debía de ser una deidad muy local. El creciente de sus manos era una clara referencia a la plata. ¿La plata de las minas donde estabais, quizás?

Una vez en el extraño pabellón, mientras los demás investigan el lugar, Kraum te llevó discretamente a un rincón más apartado. No ves nada, pero le notas nervioso.

—Bardo: me... —Tragó saliva.— ¡Me convenciste! ¡Ties razón! El Puma es una víbora más que un puma... ¡Un escorpión, joer! ¡To'l mundo sabe eso! —Le podía la rabia: el miedo al dragón y tus argumentos habían hecho que su lealtad se viniera abajo.— P-pero ahora veo que me ha mandao aquí, con vosotros, a morir... ¡El muy joputa! —Tragó saliva de nuevo, se contuvo, echó un vistazo a los demás de reojo.— Quiero irme lejos ya. ¿Queréis ayuda contra él? Tais locos, pero... ¡Hecho! ¡¡¡Y ahora sacadme ya mismo de aquí!!!

Le insististe, pero no había manera: su única respuesta es que... ¡No diría nada más hasta verse fuera de la montaña!

El intercambio de opiniones en el seno del grupo pareció no importarle a la mestiza, solo le dio una palmada en el hombro a Lirian cuando hizo alusión a su falta de visión. Avanzó en vanguardia e inconscientemente apresuró el paso cuando estuvo sobre el puente, subió los escalones con grandes zancadas y miró rápidamente al interior para asegurarse que el lugar estaba tan vacío como aparentaba desde el exterior. Le pareció oír una risa a su espalda pero hizo caso omiso pues estaba concentrada examinando la estancia, sus dimensiones y su defensabilidad*.

Era una mala opción como base, tenían más espacio que durante el trayecto pero estaban expuestos por todos los flancos y además se encontraban en medio del agua, el elemento de su enemigo. Lo único a su favor eran los braseros y la posibilidad de deslumbrar al dragón* o al menos iluminar la zona de combate, aunque la tranquilidad que despedía el lugar la incomodaba.

Morgan se giró para ver llegar a sus compañeros y descubrió las tallas de los dioses enanos. Moradin era inconfundible para cualquiera que hubiese tratado mínimamente con el pueblo barbudo, y ella había tenido bastantes contactos, a Dumathoin lo reconoció gracias a su visita al templo del pueblo, pero la enana era una total desconocida. El astro nocturno en sus manos le hizo suponer que era una deidad lunar, con todo lo que ello implicaba, pero le gustaría saber la opinión de Dorn pues podía ser todo lo contrario. También vio al semielfo conversando en susurros con Vizko -Tenerlo de nuestro lado sería bueno, espero que lo consiga- pensó dejando ese asunto en las hábiles manos del bardo, o mejor dicho en su melosa lengua.

-No es el cubil. -aseveró a media voz -Está demasiado desprotegido, no deberíamos demorarnos. Maese Dorn, ¿sabéis para que servía este lugar? Igual ella tiene la clave.-su mentón señaló a la estatua de la vieja enana mientras sus ojos seguían vigilantes, al final optó por hacer partícipes al resto de sus reticencias -Es raro que Escamanegra no haya derribado este lugar...

Tras la palabras de Kraum el bardo sonrió por dentro, parecía que el medio orco había entrado en razón y sabía de qué lado ponerse ¿ O sería una estratagema para que salir de allí cuanto antes? Boen cierto era que  El Puma era una víbora, pero no menos cierto era que Kraum era su "alumno". Sería capaz hasta de decir que 2+2 son 5 con tal de ponerse a salvo. Rivoel no se lo iba a poner tan fácil necesitaba pruebas fehacientes de que lo que decía Vizco era lo que pensaba de veras....

- No va a ser tan fácil Kraum. Como has podido ver la paladina quiere acabar con él a toda costa y los demás lo ven como la única forma de poder tratar con El Puma. Eso sin hablar del tesoro que pueda poseer. Después de haberlo dejado mal herido sería de estúpidos irnos sin al menos intentar darle caza. Y además, todos te conocen ya. Nadie se fiará de tu palabra, saben las ganas que tienes de salir de aquí cuanto antes. Necesitaré algo más que tu palabra para intentar convencerlos de que salgamos de aquí. Algo con lo que poder asegurar que lo que dices es cierto. Y aún así siempre estará la duda de fiarse de tu palabra... Lo veo difícil, pero no imposible si colaboras con información valiosa que nos ayude a derrotarlo.

El bardo no cesó en su empeño y siguió intentando convencerle para que les contara algo más....