Partida Rol por web

Ante la vista de todos, rápido como un látigo, la gran sombra que era Escamanegra se replegó sobre si misma, agachando la cabeza hasta la altura del puente, encogiendo las alas y elevando el lomo, como un enorme gato de trescientos kilos.

—¡BASTA! —gritó la sierpe, y su grito creó mil ecos en las húmedas paredes de la caverna.

Entonces, aprovechando el impacto que su grito había causado y con un movimiento tan rápido y fluido como el de una anguila, se lanzó directo a las aguas bajo el puente, por el lado opuesto a aquel en el que se debatía el enano. Al momento, dos virotes, los de Abrahel y Kraum, surcaron el aire en busca de su pellejo escamoso, pero sin éxito: indemne, Escamanegra se hundió en las aguas sin apenas hacer ruido.

Durante unos instantes que se os hicieron eternos, no se oyó otra cosa que el rumor de las aguas y vuestras respiraciones agitadas, pero al fin, escuchasteis un nuevo chapoteo, lejos de vosotros en la dirección de la corriente. Luego, un aleteo. Luego, un tremor, sólo que no era un tremor, sino esa voz profunda como aquellas cavernas, que ahora conocíais tan bien. En aquel momento, no habríais podido decir cómo era la expresión de un dragón furioso, pero sí cómo sonaba su voz.

—¡BASTA, INSECTO! —dijo aquella voz tan empapada de ácido como su aliento—. ¡No creo tus palabras! ¿Creéis que podéis engañarme, a mí, descendiente de la más antigua de las estirpes? Queréis mi tesoro, si es que no mi pellejo... ¡Lo sé! —El sonido de un violento despliegue de alas os llegó desde lo lejos.— Y aunque fueras sincero, pequeño humanoide... ¿Crees que os temo? ¿Creéis que temo a ese puma del que hablas, o a cualquier otro patético ser efímero, sea elfo, enano u hombre? ¡No sois NADA! —exclamó, y los ecos de aquella palabra os llegaron multiplicados desde todas las direcciones: «¡NADA! ¡Nada! ¡Nada...! Nada...»—. ¡Sois menos que nada! ¡Un lamentable chispazo en la noche de mi raza!

Desde donde estáis y con la luz de la linterna apuntando al puente, no veis donde está el dragón, aunque su voz apunta en una dirección concreta -detrás y a vuestra derecha, río abajo- y relativamente lejos. El aire húmedo, el frescor y la oscuridad os envuelven.

Concentrado en el paladín, Códice apenas se detuvo a observar el movimiento de Escamanegra: en el momento en el que tuvo claro que se alejaba y que no iba a por el enano, volvió a buscar frenéticamente algún lugar donde atar la cuerda. Casi no escuchó las palabras del dragón, y no tardó en encontrar lo que buscaba: cerca de la pared había una columna de roca que salía del suelo como metro y medio hacia arriba. Dejó sus armas en el suelo. El clérigo no era ningún experto en nudos y estaba nervioso, así que no le salió a la primera.

—¡Aguante, Dorn! —gritó angustiado, pero tratando de no llamar la atención del dragón—. ¡Estoy yendo a por usted!

Si para Lirian ya había sido complicado acertar con sus flechas en cuerpo de la negra sierpe cuando ésta se mantenía en vuelo estático sobre el puente, más habría de serlo cuando ésta se movía con la velocidad propia de los dragones. La flecha que dejó el arco del pescador norteño surcó el espacio que ocupaba Escamanegra cuando éste ya se encontraba bien profundo bajo las oscuras aguas del río subterráneo. Un silbido moribundo fue todo cuanto la flecha dejó a su paso, perdiéndose como las otras en la negrura de la caverna. No...no...no hay manera. - Susurró, envuelto en sudor a pesar del frío reinante. Sus ojos buscaron entonces a Rivoel a quien, con mirada y gesto interrogante y sin pronunciar palabra alguna, preguntó sobre cómo proceder a continuación. Era evidente que no saldrían de allí con Escamanegra como aliado. ¡Por todas las carpas, barbos y truchas jaspeadas! Hemos perdido la oportunidad de terminar con su vida cuando lo teníamos con la potera hendida en su garganta- maldijo para sí.

La poca ilusión que el norteño había albergado de derrotar al dragón al verlo tan herido se esfumó de un plumazo cuando Escamanegra desapareció y volvió a aparecer allí donde sus ojos no alcanzaban a diferenciar un ratón de un oso pardo. Ahora, temeroso de que el maligno reptil pudiese abalanzarse sobre ellos desde cualquier punto, sí que se sentía completamente inútil. Sólo los pasos de Códice cuando éste se acercó hasta una estalagmita le hicieron salir de su estupor. ¡Agua...agua...aguaanten! - Gritó con intención de sumarse al izado del enano.

Morgan sintió más que vio como sus compañeros detuvieron sus ataques esperando por la respuesta de la sierpe, estuvo por increparlos y decirles que continuasen, pero el rugido en forma de grito de Escamanegra hizo que no dijese nada y se limitase a seguir los movimientos y a escuchar a la bestia. El dragón había salido de su campo de visión y habían perdido la ventaja que tanto les había costado conseguir, tanto en recursos como en fuerzas. Se giró con ira en la mirada, haciendo un barrido por las caras de todos los compañeros y entonces las palabras del clérigo le recordaron al enano sumergiéndose en las frías aguas.

-¡Por el látigo de Miskul! Dorn... -colgó la honda en su cinturón y se acercó a la cuerda -Déjeme probar. -con manos rápidas y fuertes, la guerrera anudó la soga a la cintura del mestizo mientras sonreía para infundirle ánimos -Busque al paladín rápido, dos tirones y jalaré con todas mis fuerzas para subiros.

Afianzó sus pies en la estalagmita y cogió con fuerza el otro cabo de la cuerda.

-Necesitamos cobertura, -dijo en general para luego dirigir su mirada a la paladín -si podéis tensarlo quizás os vaya mejor mi arco que la ballesta.

Escamanegra replicó a Rivoel desconfiando de las palabras del bardo y tratándolos como lo que eran comparados con un dragón negro, unos seres insignificantes. Sin embargo el reptil, en vez de seguir el combate huyó y se escondió, señal inequívoca de que estaban a punto de derrotarlo.

El bardo se giró hacia el lugar desde el que venía  la voz del dragón y afinó sus sentidos élficos para intentar detectar su posición. Aprovechad para salvar al enano mientras lo entretengo. Luego prepararos porque lo haré salir... Susurró el bardo a sus compañeros antes de iniciar de nuevo el diálogo con el dragón.

Gran Escamanegra, no os quito razón. No somos nada en comparación a uno de los tuyos. Es verdad que somos efímeros y que cuando nosotros desaparezcamos tú permanecerás aquí. Pero tienes que creerme, eso solo sucederá si confías en mis sinceras palabras. De no ser así nunca estarás en paz. Siempre vendrá alguien a importunar tu existencia. El Puma lo mandará. Es él quien quiere tu tesoro y tu cabeza. Él desea tu muerte pues te tiene como su único impedimento para hacerse con el control y dominio de estas preciadas minas repletas de plata. Tienes que creerme si no , ¿por qué razón crees que hemos parado el combate? Nosotros no podemos cesar en nuestro empeño. Mucho sudor, sangre y muerte nos ha traído hasta aquí en busca de ese libro que buscamos y que El Puma posee. Nunca hemos estado tan cerca de él como ahora  y créeme que no nos iremos de Qark sin él. " Traerme la cabeza de Escamanegra y tendréis vuestro libro..." nos dijo. Pero hay otra forma, podemos aliarnos, con la ayuda de un ser tan poderoso como sois podemos  arrebatárselo. Y no sólo eso, puedo asegurar  que posee mucho oro y joyas, más probablemente del que guardes como tesoro. Él es tu verdadero rival y no nosotros. El Puma lo tiene claro y por eso quiere deshacerse de ti. ¿ Se lo vas a permitir o gran Escamanegra? ¿ vas a dejar que tu enemigo crezca y se haga más poderoso....?

Su mano se aferro a algo  siguiendo su instinto tomo fuerza  acercarse a la pared del rio, metió en su cinto el martillo para tener ambas manos libres momento que aprovecho para mirar a su alrededor en busca de otro asidero, encontro varios pero ninguno lo bastante cerca como para ser seguro sin embargo al mirar hacia arriba sus compañeros se preparaban para ayudarle ¿que había pasado?, afianzo su posición con la mano libre y espero pacientemente.

Rabiosa y alerta, a pesar de su debilidad, la paladina avanzó rápidamente hacia el borde de la plataforma para tratar de disparar al dragón que huía, pero no fue capaz de ver nada más que las ondas del lugar donde la sierpe se zambulló y no apretó el gatillo de la ballesta. Ni siquiera cuando oyó el vozarrón de la bestia lo hizo, consciente de que era desperdiciar saetas. Las palabras de Morgan la sacaron del bloqueo, dándole un propósito.

—¡Sí! —contestó marcial, tomando el arco de la guerrera (y algunas flechas) y tensándolo: era perfectamente capaz de empuñarlo. Su leve sonrisa es aterradora: es su lado demoníaco, sediento de sangre.

Cogiendo unas cuantas flechas y preparando una de ellas, se acercó al medio-elfo.

—Hazlo salir —le susurró al oído—. En cuanto vea algo, por Torm, que no se me escapa.

La desaparición del dragón puso los pelos de punta al mestizo de Qark. ¿A dónde se ha ido? ¿A dónde debo apuntar? Aterrado por la posibilidad de que la bestia reapareciera cerca de él, no perdió un segundo en comenzar a recortar distancia con los aventureros, pero en cuanto oyó a Escamanegra a su espalda, corrió como alma perseguida por diablos hasta reunirse con su «amigo» el bardo.

—¡Los necrófagos te lleven, bardo! —gruñó notablemente asustado. Apestaba a orines—. ¡No le cabrees más de lo necesario...!

En el momento en el que Rivoel «admitió» vuestra pequeñez, un risa de orgullo y satisfacción, profunda, pero breve y muda, y casi imperceptible, sonó a lo lejos por unos instantes. Luego, silencio. Apenas terminó el bardo su hábil discurso, el vozarrón de Escamanegra volvió a tronar a través de la caverna.

—¿¡Permitir que mi enemigo crezca y se haga más poderoso!? —preguntó con una mezcla de indignación y diversión—. ¡No me hagas reír, gusano! ¡El tiempo está de mi parte! ¡Soy YO, Calaunalympalax, quien crecerá y se hará más poderoso! ¡Tú y los de tu calaña envejeceréis y moriréis! —La voz se calmó, pero la maldad rezumaba en cada reverberación.— ¿Ese Puma desea mis posesiones? ¡Que venga cuando quiera! ¡QUE MANDE A CUANTOS QUIERA! —vociferó—. Creéis que me habéis vencido, ¿verdad? -preguntó con renovada calma, pero con la bilis de quien ha sido humillado—. No: ¡yo os subestimé! Fue mi error. Por eso seguís vivos... ¡Pero juro ante Tiamat que no volverá a pasar! ¡Os estaré esperando a todos! —escupió, rabioso—. Y un día mi venganza y mi ira caerán sobre vosotros, sobre los vuestros y sobre todos los miserables mortales de esta región, y entonces, cuando os haya reducido a cenizas... ¡Tomaré ese tesoro que guardáis! —En ese momento, el dragón rió, río en todo su esplendor, saboreando la anticipación de su venganza, y fue como si la gruta misma se riera—. No, no hay trato, patético mequetrefe. No me engañas con vuestras treguas traicioneras... Ahora, salid de mis dominios, donde la oscuridad y las aguas me protegen: no oséis buscarme, ni permanecer aquí... ¡U os cazaré uno a uno! ¡Estáis advertidos!

A continuación, oísteis un nuevo chapuzón, y luego el silencio.

Tan fluido fue el movimiento de Escamanegra que ninguna onda alcanzó vuestra orilla. Abrahel no tuvo nada a lo que disparar, pero no bajó la guardia. No aún.

Rápidamente, Morgan, Lirian y Códice se coordinaron para el desesperado rescate de su aliado enano, quien por su parte sobrellevaba la situación -su propio ahogamiento y/o ser devorado por una monstruosidad subacuática- con una templanza digna de su admirable pueblo. De este modo, mientras Lirian y Morgan sostenían la cuerda, Códice se desprendió de su mochila y comenzó a descender, atado. Cuando llegó a las negras aguas, el clérigo al principio titubeó, pero finalmente se lanzó, causando más salpicadura que tres dragones juntos. Gracias a sus sentidos cavernarios, Códice no tardó en localizar a Dorn, que le esperaba a unos pies de profundidad y le recibió con un saludo. Cuando ambos estuvieron listos, Códice dio dos fuertes tirones y ambos fueron izados hasta la superficie. Uno primero y otro después, escalaron por la cuerda hasta la terraza.

Mientras tanto, Abrahel, Rivoel y Kraum contemplaban la tiniebla sin cejar, con las armas preparadas, a la espera de que el dragón volviera a aparecer por algún lado, o quizás de oír algún sonido sobre el rumor de las aguas. Durante el rato que se tardó en sacar a Dorn del agua, no hubo señales del dragón. Ni después. La caverna estaba en calma.

Con Dorn de nuevo entre los compañeros, Lirian se atrevió a dar una profunda y sonora exhalación. ¿Había terminado aquella pesadilla? El pescador miró a un lado y a otro, buscando entre los alargados y sombríos rostros de sus compañeros una respuesta, una orden o explicación de qué hacer a continuación. Y es que aunque la caverna estaba sumida en una tensa e inquieta calma, la sensación de peligro no había desaparecido en absoluto; de hecho, aquel incómodo silencio hacía que un molesto nudo se adueñase de la boca del estómago, provocándole ganas de vomitar.

¿Y...y ahora qué? - Se atrevió a preguntar en voz baja. Sus profundos ojos azules buscaron sin lograr encontrarlo la boca del túnel que debía estar al otro lado del puente derruido. Si fue un acto inconsciente que reflejaba su deseo de salir de allí desde luego reprimió el ponerlo en común. ¿Creéis que esta...estará por aquí?¿Nos estará escuchando? - Sin esperar respuesta de sus compañeros, Lirian se puso en pie y se sacudió las manos en un vano intento de limpiarlas antes de toquetear las heridas que aún seguían abiertas tras los cuidados de Códice. Arrugó el gesto debido al escozor.

No pode...podemos quedarnos a...a...aquí. - Aferró el arco y sin demasiada confianza colocó una flecha en él, pues sabía que poco podría hacer en caso de que Escamanegra se abalanzase desde la oscuridad contra cualquiera de ellos.

Al salir del agua lo primero que hizo el enano fue comprobar el estado de sus compañeros -¿y el dragón? - cuando le contaron de la huida de escamanegra y de la respuesta del mismo Dorn observo los alrededores buscando un punto donde su voz sonase mas  lejos.

-¡¡Soy Dorn Palabrasagrada hijo de Angred y Lartriel sirviente Paladín de los escudo!!- dejo un momento que sus palabras resonaran en la cueva - de mis labios no sale mentira ni engaño, no es el Puma quien debe preocuparte, un cacique en un pueblo perdido, es la fama del tesoro lo que debe preocuparte, si un pequeño grupo como el nuestro te ha hecho huir ¿que harás cuando traigan magos, detengan las aguas e iluminen cada sombra de la cueva? ¿donde te esconderás? - Dorn dio unos pasos - he derruido castillos mas grandes que esta montaña es fácil si sabes como hacerlo, Quark aún es un pequeño pueblo, pero está creciendo, en tan solo unos pocos años será una ciudad prospera ¿que harás cuando quien venga sean cazadores de dragones? ¡¡arrogante estúpido!!  he visto a uno de esos grupos de caza, tu aliento no atravesara sus defensas, saben como  rastrearte y no puedes sorprenderlos, las aguas te protegen - una sonora carcajada salió de su pecho - ¿acaso oh gran dragón - dijo con sorna - no conoces la historia de Albino y su madre la sierpe de la negrura ? el tiempo no juega a tu favor, no eres lo bastante grande y fuerte para ello - miro a su compañero bardo - puede que Rivoel sepa endulzar sus palabras, yo no lo haré, estas en un mal lugar en un peor momento, los orcos de la fortaleza lucharan entre ellos porque ha habido un cambio de poder, el Puma ya dispone de dinero de sobra para contratar un buen grupo de cazadores de dragones, no tienes la mas mínima oportunidad contra ellos - respiro profundo - El puma tiene algo que debemos recuperar, mucho mas valioso que tu tesoro sin importar cuan cuantioso sea, no tiene valor alguno para ti pero si para nosotros, este es el trato, tú nos acompañas para cumplir con llevar tu cabeza al Puma y yo me aseguraré de que nadie pueda volver a entrar en tus dominios sin tener que pasar meses retirando rocas, sellaré la entrada de la fortaleza y por los escudo si alguien intenta aprovechar este acuerdo para hacerte algún mal lucharé a tu lado

Dorn esperó en su lugar la respuesta de la sierpe.

Morgan reaccionó tirando con energía al notar la señal convenida, cuando el clérigo y el paladín emergieron, por fin, respiró aliviada y palmeó ambos hombros en señal de alegría por su bienestar. Ante la pregunta del enano de lo que había pasado, le contestó con pocas palabras diciéndole como estaba la situación mientras iba recogiendo la soga entre sus brazos.

Con el principio del discurso de Dorn la guerrera le entregó la cuerda a Códice, en su rostro se podían leer claramente sus pensamientos -Están perdiendo el tiempo-, y se movió de un lado al otro de la roca en la que estaban. Primero miró el puente derruido y buscó un lugar en la otra orilla para atar la cuerda y poder pasar sin ser arrastrados -Debería ir el enano para atarla, parece que lleva muy bien eso de estar sumergido- pensó con mezcla de admiración y de ironía. Luego escrutó el camino inexplorado, la distancia entre islas y si había algo más allá, o ahí acababa el suelo firme.

Una vez de nuevo sobre suelo firme, Códice agradeció sin palabras la ayuda de Morgan y Lirian, así como el interés de Dorn por su salud. Abrahel, en cambio, no tenía pinta de estar nada agradecida: aún apuntaba con el arco de la guerrera mestiza en todas direcciones, atenta al menor sonido. En su rostro airado se adivinaba su herencia extraplanar. En cuanto a Kraum, a todas luces habría dado una mano por verse transportado a cualquier otro lugar.

—Vámonos mientras aún tenemos piernas para hacerlo —murmuró al aire, aunque lanzando furtivas miradas al bardo, que había enmudecido de pronto.

Todos prestaron atención al discurso del paladín enano. El clérigo, aún en tensión y reponiéndose del chapuzón, escuchaba y atisbaba en la oscuridad. No se le escapó la mirada de Morgan, pero no respondió con complicidad. Su rostro de preocupación impotente parecía decir: «Si no es esto, ¿qué vamos a hacer?» Estaba cansado y tenía miedo, como el norteño que estaba a su lado y junto al cual parecía sentirse en confianza.

—Temo que ahora sí hayamos llegado a un callejón sin salida —le comentó Códice en voz baja al guerrero, mientras guardaba la cuerda. Al terminar, recogió sus armas, su escudo y su mochila del suelo. Estaban secos.

Mientras Dorn terminaba de hablar, Morgan se acercó al puente y observó: alguien liviano tendría que volver a cruzarlo y atar la cuerda al otro lado, en alguna de las estalagmitas que allí había. No era algo difícil: aquello serviría para cruzar, en caso de que se derrumbase a su paso.

—No debimos vacilar... Ahora tendríamos su cabeza... —mascullaba con rabia y vergüenza Abrahel, mientras tanto.

Las palabras finales del enano cortaron de raíz sus lamentos y la obligaron a girar rápidamente la cabeza. Su expresión era de indignación e incredulidad.

—Dorn —comenzó entre dientes—, una cosa es negociar con unos estúpidos orcos y otra muy diferente es darle a esta sierpe un cubil mejor desde el que asolar el valle —expuso, conteniéndose—. O bien os habéis vuelto loco o bien estáis mintiendo. En ningún caso voy a permitirlo y no creo que los dioses lo hagan.

La mujer obviamente esperaba una respuesta de su colega. La tensión era perceptible. Mientras tanto, en la cueva persistía el silencio, roto sólo por el susurro -más que rumor- del agua corriente y algún que otro eco o ruido puntual, de origen indiscernible. ¿Seguía el dragón cerca o se había ido a lamerse sus heridas? ¿Había escuchado al paladín? ¿Le había creído? ¿Era capaz de percibir la presencia del Bien y de la Ley en la persona de Dorn? ¿Le había resultado convincente, quizás? Las palabras de Dorn fueron muy razonables, como lo habían sido las del bardo, y aparentemente más francas. Los dragones eran inteligentes, pero también orgullosos, codiciosos y -en no pocas ocasiones- paranoicos. En cualquier caso, el silencio fue la única respuesta.

Mientras Lirian y Códice se quedaban junto al puente, Rivoel y Dorn al borde del agua, y Abrahel y Kraum entre ambos puntos, Morgan avanzó unos pasos por el camino de roca. Unas cuantas yardas más adelante, el camino se convertía en tres bloques emergidos -y no muy separados entre sí*- antes de proseguir más o menos a ras de agua. No parecía una obra de cantería enana, sino roca natural trabajada lo justo para ser transitable.

La mestiza parecía un animal salvaje encerrado yendo de una punta de la jaula a la otra, cuando acabó su inspección se encaró con el grupo, apoyó sus grandes manos en las caderas y soltó algo a medio camino entre un suspiro y un bufido.

-Volver con las manos vacías es tontería. -dijo a media voz para evitar ser escuchada por el dragón -El camino de vuelta no se moverá, deberíamos buscar otro lugar más propicio para nosotros.

Para alguien habituado a combatir estaba claro que se refería a un sitio con el suelo seco, con más de 'dos palmos' de anchura y a ser posible con el techo no muy alto. Si lo encontrarían más adelante o no era algo que desconocía la guerrera, pero era mejor avanzar que esperar en aquel lugar expuesto.

 Rivoel fue consciente de ser el centro de todas las miradas, algunas asesinas, tras la huida del dragón. Había que culpar a alguien y sin duda el bardo era el único que le había dado tregua a la sierpe. No obstante él estaba tranquilo porque sabía que había hecho lo correcto. Por mucha cabeza del dragón que llevaran a la guarida de El Puma estaba seguro de que no saldrían de allí con el libro sin luchar y la alianza con el dragón era lo mejor para enfrentar a los dos enemigos y dejar que  se aniquilasen entre ellos.

Lástima que la visión de sus compañeros, sobre todo la paladina recién rescatada, no fuera más allá...

Bien, sé lo que pensáis. Yo también siento que se nos haya escapado el dragón por esta vez, pero eso no cambia nada. Hemos entrado aquí a encontrar al dragón y por ahora aún no lo hemos logrado pues ha sido él quien nos ha encontrado a nosotros. Debemos seguir en su busca, su guarida no puede andar muy lejos y sabiendo que andamos por aquí no creo que abandone su tesoro.Por eso estoy con Morgan en  seguir hacia delante. Para volver  atrás siempre estamos a tiempo.

El Bardo se acercó al borde y levantó la voz con tono recio y solemne en la misma dirección que lo había hecho el enano.

-  Pensaba que la inteligencia de un dragón estaría por encima de su orgullo, eso sin mencionar  tu valentía... Has pasado de parecer una bestia temida y respetable a ser una alimaña cobarde y torpe.  No cesaremos hasta lograr nuestro objetivo. Si no tienes el coraje de salir de tu escondite Recorreremos cada rincón de esta mina hasta dar contigo.  ¿Vas a ser tan necio de refugiarte en tu guarida hasta que demos con ella? Esperaba algo más de inteligencia y  sabiduría de una raza como la tuya a la que  acabas de humillar... Escamanegra, tienes menos valor que una comadreja. ¿ Vas a salir de nuevo a nuestro encuentro o te vas a quedar escondido como un conejo...?   

No me he vuelto loco, este cubil es una trampa, siempre lo fue, que nosotros no estemos preparados no quiere decir que sea seguro, una simple pareja de paladines superiores de mi orden habría acabado ya con el dragón, mira los que somos - señalo con la mano abierta al grupo - y ha tenido que huir - nego con la cabeza - el único favor que le hago es darle la oportunidad de abandonar esa idea de la venganza y el odio, aprender a colaborar y ser un protector del valle

Tras las palabras de Rivoel, en las que llamó «necio», «cobarde», «alimaña» y «vergüenza» (para su raza) a Escamanegra -o como quiera que se llame- y le amenazó de muerte, todos los presentes contuvieron la respiración, esperando oír el ruido del dragón re-emergiendo del agua para abalanzarse sobre el bardo. Ese momento no llegó: la calma no se vio interrumpida.

A continuación, Dorn dio la réplica a Abrahel, quien le contestó:

—O la oportunidad de hacer más daño —añadió con sequedaz a las palabras de Dorn—. En fin: son vuestros dones los que arriesgáis, enano. —Negó con la cabeza, preparándose para marchar y renunciando a discutir más con el otro paladín.— Por mi parte, si vuelvo a ver a ese monstruo... lo mataré. En nombre del Leal.

Dicho esto, se acercó a la guerrera y le puso las manos encima.

—Dejad que os devuelva las energías. —Sus manos brillaron durante unos instantes con una luz tenue y Morgan se sintió refortalecida, incluso fortalecida en su compromiso con la misión.— No es mucho, pero ayudará. Sigamos.

Dorn no se había opuesto a continuar por las cuevas, y Rivoel de hecho había apoyado la idea, apuntando incluso algo interesante: el dragón no se desentendería de su tesoro. Lirian también dio su aprobación, e incluso Códice se mostró conforme. Sólo Kraum tenía algo que decir, y se lo dijo -cómo no- al bardo.

—¡Bardo, estás loco! Vámonos de aquí... ¡Nos cazará! —protestó asustado y confuso—. Si teméis al Puma... eh... uh... ¡Huid a las montañas! No podéis con esto.

De nada sirvieron sus protestas: el grupo continuó adelante por aquel extraño sendero. Las minas quedaban atrás, ahora estaban en las cuevas naturales del Colmillo de Piedra. ¿Por qué un camino aquí? ¿Por qué un puente?