Partida Rol por web

Dorn escucho atentamente a la sierpe, impasible, escucho a sus compañeros, casi pareció que estaba tan esculpido en piedra como los dioses que le rodeaban, incluso el desprecio del dragón no provoco que moviese ni un solo musculo, tan solo la propuesta de Lirian le hizo girar la cabeza y mirar fijamente al norteño - quizás algún día lo entenderás - sin prisas cogió su escudo y aferró su arma, pese a ello no se puso en guardia ni presento animo de combate, los movimientos eran tan naturales que bien podría haber cogido un atrezo - ¡¡Escamanegra!! Moradin aquí presente - señalo a la estatua del dios - gobierna Celestia junto con Kord y Bahamut - esta ultima deidad la menciono mas lenta asegurándose de que el eco de la sala repitiera su nombre una y otra vez - si clamas servir a Tiamat, entonces somos enemigos, no sigas la senda de tal vil criatura, ese "demonio" a quien dices que no debo dar crédito es una sierva de Torm y junto con Códice aquí presente son el vivo ejemplo de que la sangre no condiciona el corazón, abandona la causa de la reina maligna y deja que Bahamut te acoja en su seno, demuestra tu valía ante los dioses de la luz y la justicia, tu recompensa será mayor que nada que hayas soñado, porque la gracia que te inundará es mayor que cualquier tesoro o dominio que puedas obtener, no nos iremos sin concluir aquello para lo que hemos venido, tuya es la decisión, es hora que dejes de cuchichear en las sombras y te reveles, así como lo que esconde tu alma - se giro a sus compañeros - ahora si, preparaos para lo que pueda ocurrir - el paladín rara vez rezaba en voz alta, siempre lo hacía en silencio, pero esta vez quería que todos escucharan como hablaba a sus dioses, su mirada paso de una a otra estatua mientras hablaba - señores de la tierra, del fuego y la forja mostrarme aquello que guía a aquel que mora en vuestros dominios compartir vuestro conocimiento con este vuestro humilde servidor

—¡Ooooh! ¡Ah! —exclamó Escamanegra tan pronto el enano acabó de hablar—. ¡Barbas de Asgorath, ya lo veo! ¡Ya lo veo! ¿Cómo he podido estar tan ciego hasta ahora? —se preguntó con emoción en la voz—. ¡«La sangre no condiciona el corazón»! ¡Claro! ¡No tengo por qué ser cómo soy! ¡El Bien es el camino! —exclamó lleno de gozo, correteando de un lado a otro por los frisos del templo—. ¡Oh, ya siento la gracia recorrer mis alas, bañar mis escamas, inundar mi pecho...! ¡Oh, sí! —exclamo jubiloso—. ¡Ah! ¡Ahaha...! ¡AHAHAHAHAHA...!

Las exclamaciones de (fingido) éxtasis catárquico degeneraron rápidamente en una risa profunda y franca. Tardó unos segundos en calmarse.

—¡Basta de sermones, enano! —rugió impaciente: la rabia volvió a su voz.— ¡Cerremos nuestro trato! Queréis a ese Puma muerto, queréis salvar vuestro hogar, ¿no? ¡Jurad que os iréis para siempre y os ayudaré!

Entonces intervino Rivoel: sus palabras fueron conciliadoras y diplomáticas, pero asertivas y cargadas de juicio. Volvió a insistir en los argumentos explicados ya anteriormente por él y por el enano, y lo hizo brillantemente: había aprendido del enfoque de Dorn y dio con el tono adecuado. Escamanegra no le interrumpió, e incluso se digno a contestarle, pero...

—No te esfuerces, pico-de-oro: ¡no me convencerás! —exclamó desafiante—. Orcos, hombres, enanos... ¡Idos todos al noveno infierno! —rugió de hartazgo, cabreado—. ¿Los orcos conquistarán estas tierras? ¡Bien! Ya se matarán entre ellos, como hacen siempre... —murmuró enfurruñado, claramente no del todo convencido—. ¡Y entonces yo me alzaré!

No parece en absoluto que Escamanegra os esté mintiendo, o que esté hablando (sólo) para ganar tiempo: parece demasiado alterado para que su interlocución sea una impostura. Realmente parece dispuesto a colaborar con vosotros, al menos que bajo sus condiciones. Por otro lado, tampoco oculta su maldad. ¿Quién sabe qué pretende hacer una vez haya cumplido su palabra? No parece que tenga la intención de empezar a actuar virtuosamente.

El don de detectar la maldad a tu alrededor, que tus dioses -u otros poderes más grandes, como creía Abrahel- te habían concedido por tus virtudes, no tenía un alcance ilimitado. Era así afortunadamente, pues de lo contrario la maldad del mundo te hubiera cegado, igual que te cegaría la noche si el cielo estuviera lleno de estrellas. Sin embargo, en aquel momento habrías deseado que tu poder llegara un poco más lejos: escondida sobre el edificio, la sierpe estaba demasiado lejos para que pudieras percibir su alma.

Tras esta última proclama, oísteis las alas de Escamanegra cortando el aire y alejándose del edificio por el lado donde estaba la estatua de Dumathoin. Como un relámpago, Abrahel corrió en esa dirección hasta los escalones, arco en mano, y Códice la siguió con la linterna. Rivoel, consciente de que no podían dejar escapar la oportunidad de nuevo, insultó a la criatura como ya lo había hecho antes, para que volviera a atacaros. La criatura cayó en la provocación: segundos después de sumergirse, el dragón emergió parcialmente del agua y disparó su aliento de ácido contra el bardo. Durante unos instantes, lo tuvisteis a la vista... ¡Y a tiro! El movimiento fue tan rápido que la saeta de Abrahel falló su objetivo.

Las palabras del enano apoyando a la semiinfernal hicieron que Morgan asintiera, aunque sintió un ligero pinchazo en el pecho cuando mencionó a Códice, hablando del buen corazón de ambos y excluyéndola a ella. Apretó las mandíbulas así como su agarre a la tira de cuero, en cuanto tuviese un atisbo de escama en su rango de visión pensaba disparar. El dragón se cuidó mucho de mantenerse en las alturas y no dejar que le vieran mientras se regocijaba con lo dicho por el paladín, los ojos de la mestiza iban de un lado para el otro siguiendo los sonidos pero sin resultado. Estuvo tentada de hacer un lanzamiento solo por probar cuán alto estaba el techo, y si le daba al ser mejor, pero desistió de malgastar munición. 

Tan rápido como había aparecido Escamanegra se alejó, la guerrera siguió la dirección de la bestia al igual que sus compañeros y cuando gracias a las puyas de Rivoel reapareció, no dudó en lanzar la piedra que alojaba la cazoleta. Para disgusto de la mujer el proyectil pasó de largo, por encima del ala derecha, y se oyó como impactaba en la superficie del agua mucho más atrás. La sierpe se zambuyó de nuevo.

-¡HUYE! SUMÉRGETE EN LA NEGRURA MIENTRAS PUEDAS, TU FIN ESTÁ CERCA. -gritó con su vozarrón. -Tienes mi palabra.

Su mano ya había cogido una nueva piedra y la alojaba ente las tiras de suave piel.

¿Entender? - Se preguntó tras las palabras que Dorn había utilizado como respuesta a su proposición. Espero estar vivo para entenderlo. - Se dijo a continuación al notar como la tensión en el ambiente, como un ente palpable, incrementaba su intensidad. Y aquella tensión, como no podía ser de otra manera, acabó por estallar, haciendo que las respuestas fuesen tan dispares como la naturaleza y los pensamientos de cada uno de los presentes.

Cuando el dragón volvió a cruzar por encima de las cabezas, esta vez para alejarse, Lirian pensó que aún tendrían una oportunidad de salir de allí sanos y salvos. Sin embargo, cuando sus compañeros iniciaron su carrera hacia el lateral del altar y Rivoel sembró de provocaciones el aire, el norteño no pudo por menos que pedir a todos los dioses que conocía que se apiadasen de él y de sus compañeros. 

La respuesta en forma de chorro de ácido de Escamanegra hizo retroceder un par de pasos al guerrero, pues sus carnes ya habían sentido la mordida de aquel líquido corrosivo y no tenía intención alguna en volver a sufrirlo.  

¡Est...estamos sin pro..protección! - Gritó a la vez que levantaba el arco y soltaba la flecha que reposaba en él. Ésta, ya fuese por los nervios, por la mala iluminación, o sencillamente por el miedo, se perdió en la espesa negrura de la caverna hasta caer en las aguas en un punto lejano.

La huida del dragón te pilló tan por sorpresa como a los demás, pero al igual que ellos, no perdiste un instante y corriste hacia los peldaños que daban al agua. Algunos de tus compañeros iban con el arco preparado, o gritando para atraer a la criatura. Tú, en cambio, te mantenías concentrado en la magia que habías conjurado mientras la sierpe hablaba. Al llegar a los peldaños no percibiste nada, pero apenas un instante antes de que el dragón emergiera del agua, lo viste: una débil aura de indudable maldad emanaba del monstruo y lo envolvía, una luz negra que resaltaba contra la negra oscuridad de la caverna.

El ataque del dragón -al que ya imaginabais huyendo- fue tan repentino que todas las flechas y virotes que le lanzasteis se perdieron en la laguna. Por desgracia, vuestro enemigo tuvo mucha mejor suerte: su chorro ácido surcó las aguas directo hacia Rivoel, impactándole y lanzando su cuerpo al interior del templete. A continuación, sin llegar a agitar las alas ni una vez, se dejó caer al agua, sumergiéndose de nuevo, quién sabe si definitivamente.

Antes de que desapareciera del todo, la paladina de Torm fue capaz de lanzarle una última flecha. El tiro pareció certero, pero al darle al dragón en el mismo momento en que se hundía en el agua, no pudisteis decir si le había dado.

En cuanto a Códice, se lanzó sobre el cuerpo de su compañero medio-elfo, el penúltimo de los Compañeros de la Pluma Blanca originales, tan pronto este golpeó el suelo. El bardo había perdido el conocimiento y apenas podía respirar: las quemaduras le cubrían todo el cuerpo, la cara, el cuello, los brazos... Incluso habían atravesado el jubón de cuero en algunos puntos. Aterrado, Códice lo abrazó como había abrazado el cadáver de Ladfiena. ¡Por Chauntea que no iba a perder a un amigo más, si podía evitarlo! Por suerte, la Diosa estaba de su parte: a medida que el fraile rezaba, la piel del mestizo fue sanando, y en lugar de quemaduras sólo quedó una constelación de verdes, como enredadera brotando de las cicatrices. Rivoel despertó. Ahora Kraum también estaba a su lado, tirando de él.

—¡Detrás del brasero, vamos! —les gritó: cuanto más a cubierto, mejor.

El sonido del cuerpo del bardo cayendo a plomo sobre las losas del suelo resonó en la cabeza de Morgan. La mestiza avanzó dos pasos apresurados hacia la escalinata que acababa en las oscuras aguas donde Escamanegra había desaparecido, con la intención de lanzarse tras el reptil, antes que las voces de sus compañeros hiciesen que se detuviera, ir detrás del dragón era un suicidio. Oyó a Kraum y estuvo de acuerdo con él a medias, a pesar del buen aspecto del puente si fuese derribado se quedarían aislados y eso sí que seria un grave problema, aunque quizas podían atraer a la sierpe a una trampa.

-Este es un mal lugar para combatir, deberíamos volver a tierra. -dijo a sus compañeros para luego susurrarles -Con suerte intentará atacarnos en el puente y estaremos preparados.

No era un buen plan, era tosco y precipitado, pero debían hacer algo pronto mientras era más probable que estuviese cerca y vigilándolos.

Lirian supo que algo había ido mal cuando vio la reacción de Códice y su apurada carrera hacia un compañero caído. Decir que el norteño tenía una noción clara de lo que sucedía a su alrededor sería decir mucho; todo había resultado tan repentino y confuso que, incluso contando con la reconfortante luz de la lámpara, sólo atinó a intuir gracias al color de las ropas que el caído se trataba de Rivoel.

Una rabia renovada crecía en su interior desplazando el miedo y ayudando a centrar y pulir sus sentidos. Escamanegra se había convertido en una silueta, un bulto carente de forma completamente difuminado debido a la lejanía y al medio en que se movía. Pero, incluso así, el norteño se dijo que aún disponía de tiempo para un disparo más. Utilizando como referencia la altura de la columna junto a la que había visto volar el proyectil que saliera de su arco instantes atrás, tomó una amplia bocanada de aire a la vez que tensaba la cuerda y disparó. No se detuvo a pensar si la decisión había sido correcta, tampoco lo hizo para pedir el favor de Tymora, pero, fuera como fuese, la flecha surcó la oscuridad de la caverna para alcanzar su objetivo, el costado del dragón.

¡Le...le he dado! - Exclamó al notar cómo el sonido del proyectil al impactar había sido completamente distinto al del estrellarse contra el agua. ¡Le...le he dado! - Volvió a repetir, esta vez iniciando su carrera para colocarse detrás de uno de los braseros.

Dorn se sorprendió ante la repentina escapada de escamanegra, su primer impulso fue correr hasta los escalones allí no le cupo duda de que el dragón estaba mas allá de cualquier redención.

Allí observo con horror como el aliento de la sierpe golpeaba irremisiblemente a Rivoel.

¿como no habían oído al dragón llegar? mientras el buen códice atendía a Rivoel la respuesta le llego clara, el dragón ya estaba allí cuando ellos llegaron dio la vuelta entrando de nuevo en el edificio  y con paso tranquilo examino las paredes detrás de las estatuas - estaba aquí - murmuro rezando de nuevo en silencio - ¿quien tiene luz?-

Si la guarida del dragón estaba ahí no necesitaban buscarlo, el vendría, la codicia lo atraería 

Una lluvia de ácido cayendo sobre él fue lo último que vio Rivoel antes de caer inconsciente a cauda del abrasador dolor que el dañino líquido le causó. Sin saber lo que había ocurrido despertó tumbado en la fría roca. Parecía que Códice le había reanimado con su magia curativa. Ligeramente incorporado miró a un lado y a otro nervioso buscando a Escamanegra, pero ni rastro del Dragón

- ¿ Habéis logrado alcanzarle...? fue lo único que a duras penas pudo pronunciar el maltrecho bardo mientras intentaba rehacerse y ponerse en pie no sin esfuerzo...

El último disparo de Lirian no sólo pareció dar en el blanco, sino que la entrada del dragón en el agua os pareció más torpe que las que habíais contemplado anteriormente: sonó más fuerte, formó más espuma y creó ondas que llegaron hasta los peldaños del templete. Más allá de eso, Escamanegra había desaparecido. La linterna, que Códice había dejado al borde de los escalones cuando corrió a atender a Rivoel, iluminaba en aquel momento las aguas**. Todo volvía a estar en calma.

Cuando todos corristeis a parapetaros en diferentes sitios* -Rivoel, desorientado y arrastrado por Kraum-, Dorn prosiguió concentrado en su letanía, inspeccionando la sala. Parecía ignorar deliberadamente la amenaza del dragón y las exclamaciones de Códice, que le conminaba a ponerse a cubierto. Mientras Kraum explicaba a Rivoel que el dragón se había vuelto a ocultar, Abrahel elevó la voz desde su escondite, detrás de uno de los braseros.

—En el camino de antes estábamos aún más expuestos —comentó, claramente respondiendo a la sugerencia de Morgan de volver a tierra.— Aquí al menos podemos ocultarnos. Debemos atraerle.

En ese momento, Kraum, desde las sombras de un brasero próximo a la salida, gritó:

—¿¡Sois estúpidas o estáis locas!? —preguntó, fuera de sí por el miedo—. ¿¡Es que no veis que tenemos que largarnos de aquí!? ¡Ese monstro casi manda al bardo al más allá!

Y realmente había estado el bardo a un paso de visitar las Tierras Lejanas. Su aspecto, escondido junto a Kraum, lo corroboraba.

En ese momento, quizás para evitar que las hembras asaetearan al alguacil de Qark, Códice, que se había escondido tras la pila ritual, intervino con inusitada firmeza:

—¡Mantengamos la calma! ¡Necesitamos un plan, no dejarnos llevar por nuestras tripas! —A continuación, recobrando su tono habitual, explicó:— Señor Kraum: si no cazamos a ese dragón, no tendremos nada que llevarle a su jefe. No tenemos opción.

Cuando Códice termino de hablar, Vizko Kraum te miró suplicando, como rogándote que convencieras a tus compañeros de que había otra salida, que podíais atacar al Puma por sorpresa. Él no iba a tomar la iniciativa: tampoco le iban a creer... ¿O sí?

Por más que estudiaste la sala, no detectaste ninguna maldad aquí, ni el más mínimo rastro. Tampoco encontrarse grietas o aberturas sospechosas que te indicasen estancias ocultas o grutas: el lugar era tan sólido y resistente como era de esperar en una obra de tu pueblo, y especialmente en una obra de artesanía como aquella. Nada en las paredes de los braseros, ni en los pilares, ni en el suelo, ni en las estatuas o la pila o los propios braseros... En cuanto a los techos y la azotea, aquello era otro cantar: sabías bien que ni tus poderes ni tu vista llegaban hasta allí.

Escondida tras la estatua del dios enano de los muertos, no pudiste evitar palpar los relieves a tu espalda. ¿Podrías escalar aquellos pilares ornamentados? ¿Las esquinas interiores del templete, a lo mejor? Parecía muy difícil. No algo imposible*, pero lo suficientemente parecido a algo imposible como para que lo confundieras con algo imposible si te lo cruzaras en una calle concurrida un día poco soleado.

Mientras examinabas el interior del gran vano donde estaba la linterna, sin embargo, algo te llamó la atención: ¿era aquello un tenue brillo metálico en medio de la laguna, en el límite de la zona de luz de linterna?

En el instante en que Escamanegra entraba en el agua Morgan tuvo dos sentimientos encontrados, alegría porque parecía que el dragón estaba a punto de ser derrotado y rabia porque se les había escapado. No podían seguirlo al fondo del agua. Parapetada tras la estatua del dios enano varias ideas pasaron por su cabeza mientras miraba a su alrededor -Tiene que haber algo que podamos hacer, no nos podemos haber quedado tan cerca-.

-Qué mejor cebo que el vivo... -susurró en contestación a la paladín, pero enseguida apretó la mandíbula. 

-Debe volver vivo, debe volver vivo...- se repitió mentalmente para no salir en busca de 'La Ley' y eliminar la molesta voz -aunque no dijo que debía ser entero- por suerte para el alguacil Códice intervino y la mestiza volvió a dedicar su atención a encontrar algo que llamase la atención de la sierpe -Quizás si subo... no, ¡por los siete infiernos! no pienso quedarme aquí esperando... ¿qué? ¿que es eso?- algo había llamado su atención y no perdió el tiempo en explicaciones. Con paso decidido salió en dirección a Abrahel.

-Cúbreme -dijo con seguridad mientras le dedicaba una mirada a la semiinfernal.

Se agachó para coger la lámpara que había dejado el clérigo y comenzó a bajar los escalones en dirección al agua, su mirada prendida de un punto en la lejanía. 

Un gruñido de rabia afloró del pecho del norteño pese a escuchar el brusco chapuzón de Escamanegra en las oscuras aguas, muy alejado éste del grácil y rápido sumergir del que había dado muestra anteriormente. Y es que, por los movimientos y comentarios de sus compañeros, nerviosos todos ellos a causa de los encontronazos verbales entre Kraum, la paladina y el propio Códice, el pescador se daba cuenta de que el dragón había sobrevivido a su flecha.

Sí...sí...le he dado. - Respondió a Rivoel.

Abandonó la dudosa protección de las columnas y el brasero yse aproximó hasta Morgan, que en ese momento escrutaba la superficie del lago subterráneo.

¿Crees que ven...vendrá? - Susurró a ésta. La verdad es que ni él mismo sabía si quería escuchar la respuesta que la luchadora, pues, pasase lo que pasase, las consecuencias podían resultar fatales. Por un lado, si Escamanegra aparecía, lo haría por sorpresa y todos tenían bien presentes, tanto como heridas mostraban sus cuerpos, que un ataque del dragón podía ser suficiente para acabar con sus maltrechos y castigados cuerpos. Por el otro, si aquella criatura decidía huir, el grupo tendría que desandar el enorme trecho que les separaba de la superficie y atravesar las filas de orcos sólo para llegar con las manos vacías ante la presencia del Puma. Cualquiera de las dos situaciones podía significar no sólo su muerte, sino la ausencia de unas ganancias que era tan necesarias para él como el beber mismo.