Partida Rol por web

El ruido del combate en la azotea es audible, aunque viene amortiguado por el ruido de la ventisca. Se oyen gritos, entrechocar de metal y golpes sordos en la madera.

De repente, otro sonido más profundo y grave, que hace vibrar el aire, se hace oir al otro lado de la empalizada. El ariete ha comenzado a golpear la puerta.

Mira hacia las almenas con ansiedad mientras flexiona los nudillos dentro de los pesados guantes. Después se vuelve hacia sus compañeros.

- Si esas criaturas son lo que supongo, te hartarás de huesos chamuscados, amigo -le gruñe al mercader, para después girarse hacia el enano- Si se han llevado a Suk... ¿planeaban dejarle en el hueco, por el camino? El viejo y la chica son nuestros mejores guerreros, sin duda... ¡Maldita sea, no soporto estar aquí esperando a que combatan por mí!

Tras el exabrupto parece serenarse un poco. Necesitaba desahogarse tras la tensión de estos últimos días. 

- De todas formas... vigilemos. No sabemos si hay salidas ocultas, ya que tenemos que esperar aquí, por lo menos que no nos pillen por sorpresa.

Inclina la cabeza hacia la puerta, después hacia las almenas y finalmente se apoya en la torre, entrecerrando los ojos. Parece concentrado. Saca la espada de su funda lentamente y la mueve ante sí mientras mantiene los ojos entornados y musita una breve oración.

Al final la punta de la espada roza la pared de bloques de piedra, frente a él. En ese momento abre los ojos como platos y menea la cabeza dubitativo.

- Vaerles... hemos de tomar una decisión. Te necesito para luchar contra esas monstruosidades no muertas, pero Humakt me advierte de que la más cercana está tras este muro. No sé si debo pedirte que subas con nosotros... tal vez le seas más útil al grupo del ariete. Aunque tal vez haya más de esas criaturas. Si hubiera una ahí arriba es posible que no la localizara desde aquí.

-Vaya, qué habilidad más extraña tienes -comenta Vaerles enarcando las cejas-. Mmm, de momento, sigamos con el plan y ya iremos improvisando. Por cierto, nos tirarán una cuerda para subir a la azotea, ¿verdad? -pregunta mirando a los guerreros y al enano.

Lo prrimerro que hicieerron fue subirr a tu criaturra porr el agujerro. Se encarrgó mi camarrada de plata. El otrro humano le lanzó un conjurro parra aprrovecharr la oscurridad. Contestó a la pregunta de Groth respecto a Suk. Acto seguido desvió la mirada y miró a Vaerles para contestarle a él. Parra subirr lanzarran una cuerrda o nos subirran con el espirritú del airre de la mujerr, cuando no haya peligrro.

ya sé que según los informes la torre esta erigida sobre roca, pero ya que estoy allí inspecciono el suelo y la pared para ver si puedo extraer alguna información útil

El mercenario asiente y mira de nuevo hacia la cima de la torre.

- Esperemos, pues. Supongo que pronto tendremos acción suficiente para el resto de nuestra vida. Esperemos que no sea muy corta.

Horen mira a lo alto de la torre mientras hablan Groth y Thorkegar. La tensión le supera, y el pensar que está parado sin hacer nada mientras los demás ya están en plena acción le hace ponerse más furioso. Demasiado están tardando -dice de repente, saliendo de su ensimismamiento-. No es normal que hayan subido cinco allí arriba y que todavía no hayan terminado. La pelirroja y el uroxi no son plato fino, creedme. Esto me huele mal, muy mal. Parece como si el guerrero hiciera un gesto de preocupación que es borrado rápidamente por la fuerte ventisca. Con un gesto frío como la nieve que los rodea, y un semblante de impaciencia en el rostro, levanta el hacha en dirección a la puerta donde el ariete está haciendo su trabajo. Debemos esperar porque los dioses de la guerra se enojarían si no siguiéramos las órdenes establecidas, pero si no recibimos noticias en breve, tendremos que pensar en algo rápido. Tal vez nos necesiten en la puerta, y aquí no podremos ayudar de ninguna manera a nadie.

Thorkegar examina la roca sobre la que se cimenta la torre. Nada puede hacer con su elemental en este lugar. Los cimientos son sólidos y no hay forma de socavarlos con las herramientas de las que disponen. Solo in jolanti podría causar algún daño en la pared de piedra...

Otro estruendo del ariete contra la puerta resuena en la ventisca, y los gritos y golpes del combate que se desarrolla arriba crecen en intensidad. Miran hacia arriba con impaciencia, pero entonces el horror les golpea contundentemente: ven como de las almenas sale despedida la mujer pelirroja, como si alguien o algo la hubiera lanzado al vacío. Su lanza cae alejándose de su cuerpo mientras ella cae de espaldas con los brazos muy abiertos. En unos segundos pasa a unos metros de ellos sin proferir ni un grito, precipitándose por el acantilado y desapareciendo en la negrura de la noche de ventisca hacia las rocas que esperan decenas de metros más abajo. Unos golpes sordos les indican que la mujer se ha estrellado contra las rocas. No puede haber sobrevivido.

"Maldito sea el exceso de confianza", acierta a pensar el guerrero cuando se recobra de la impresión, "maldito anciano, malditos todos". Aprieta la mandíbula con tanta fuerza que por un momento parece que va a perder los dientes.

- Parece que las cosas en la cima de la torre no son tan fáciles como aseguró el Viejo -masculla con una sombra de dolor en el rostro -Que Humakt la acoja en su seno.

Desenvaina la espada y hace un breve saludo a modo de despedida. Le lanza una mirada al berserker, sospechando lo que va a ocurrir.

- Horen... todavía existe la posibilidad de que venzan ahí arriba -le dice mientras se coloca junto al mostali y alza las manos en ademán tranquilizador- Si el ariete derriba la puerta lo oiremos, y correremos hacia allí. Pero si logran limpiar las almenas, seremos mucho más útiles ahí arriba. Sobre todo... ahora.

Espera que el enano sea consciente del peligro que corren. El beserker estaba muy unido a la Cazadora, y con su falta de control, no le extrañaría que lo pagara con ellos. Y no puede permitirlo. Han perdido una gran guerrera, pero todavía no saben cómo terminará la batalla por las almenas.

- Ella murió como un guerrero, luchando -su voz ahora suena más firme y serena, plagada de convicción- No hay honor más grande. Nuestro deber ahora está claro: vengarla. Como vengaremos a Hal, al Hombre y Medio y a todos los que han caído por culpa de la locura de ese monstruo que se esconde tras estas piedras. Y para eso te necesitamos a ti y a tu hacha, Horen. Y a tu rabia. 

Se calla unos segundos mientras piensa.

- Si crees que no puedes soportar esta espera, ve con la gente del ariete. Cuando caiga la puerta asegúrate de que alguien nos avisa y si no nos han lanzado una cuerda, nos sumaremos. Ese ataque deberá ser el definitivo.

Una idea pasa por su cabeza, fugaz. Se gira hacia el mostali.

- Tal vez esa magia mostali sea ahora más útil en la puerta principal ¿qué piensas, Thorkegar? ¿Esperamos un poco más o vamos a intentar tirar abajo esa puerta?

-¡¡¡Noooo!!! -grita Vaerles al ver a la heroica cazadora caer por el precipicio-. Por... ¡por todos los demonios de Alkoth! Era... ¡Era Gábriel! -exclama, horrorizado, señalando a la oscuridad-. Ha... ¡ha muerto! -añade al asomarse al precipicio lo justo para ver el cadáver. Entonces se vuelve y se percata de que el humakti está tratando de tranquilizar a Horen. Traga saliva y centra su desesperación en el enano-. Señor enano, ¿no tenéis ningún modo de llegar a la azotea? ¡Tenemos que ayudar a Holguer! ¡Si está luchando contra lo que sea que ha arrojado a Gábriel al vacío, debe estar en grave peligro!

Horen ve con los ojos abiertos con una furia, ahora sí, descontrolada. Ni cuando estaba bajo los efectos del conjuro berserker parecía tan agresivo. Mientras ve a la pelirroja caer, le grita -¡Yo era Yago, no puedes morir!- Entonces, como un animal herido que se encuentra enjaulado pero que lucha por su vida con deseperación, Horen grita a lo alto de la torre -¡Malditos hijos de mala perra! ¡Pagaréis por esto!.

Horen lanza hachazos al aire y a la pared, como si así fuera a aliviar su dolor. Dolor es una palabra nueva para él, y es extraño, pues en realidad Horen nunca había pensado que sintiera nada por la mujer, simplemente placer y lujuria, deseo y morbo por acostarse con una orlanthi. Pero el dolor de su pérdida es también en parte porque sabe que ahora no podrá alejarse de estas tierras sin dificultades. Su marca de esclavo imperial aún pesa sobre él, y ya ha perdido a sus dos mejores guías en esta fuga. Ahora, sólo le queda la venganza.

¡Y si han muerto todos ahí arriba! ¡Esa mujer era la mejor guerrera que jamás haya conocido! ¡Ni los mismos dioses podrían rivalizar con su puntería y su coraje, y ahora está muerta por culpa de esos monstruos! ¿Cómo podéis pensar que aún sigan con vida ahí arriba, cuando el combate ya ha empezado aquí abajo? ¿De qué sirve ahora tanta estrategia si ya saben que el combate ha comenzado? ¡Si nosotros hemos podido oír el combate ahí arriba ya lo habrán hecho todos en la torre! ¡De nada sirve ya esperar! ¡Hay que atacar con todo! ¡Vamos, maldita sea! ¡Cuanto antes acabemos aquí, antes podremos buscar su cuerpo y tratar de resucitarlo! Conozco a una sanadora blanca que podría hacerme un favor ¡Aún podemos hacer algo si actuamos!

Las palabras salen aturulladas de la boca de Horen; parece absolutamente dispuesto a buscar un combate y entrar a cabezazos, si es necesario. O peor aún, parece estar tan ofuscado que incluso podría estar pensando en trepar la torre con las manos desnudas y el hacha entre los dientes.

El mostali siguió un poco la mirada de la caída de la mujer, antes de desaparecer por el acantilado cerró los ojos para no seguir viéndola y cuando oyó el temible golpe de su cuerpo contra la roca una muesca de lamentación se dibujó en el rostro, sus ojos se apretaron aún más, y sus labios apretados desaparecieron de la poblada barba, al tiempo que cabizbajo ladeaba la cabeza de un lado a otro. Parecía una guerrera muy competente y ha caído a las primeras de cambio, ¿que será lo que hay ahí arriba?. Volvió a levantar la mirada con la esperanza quizás de ver caer ahora a algún enemigo o ver alguna señal de que el combate había acabado favorablemente. Ansiaba ver una cuerda que tirasen de lo alto para subir, ahora que ya habían perdido la oportunidad de subir con el elemento del aire.

- Al oír la pregunta de Groth se gira hacia a él y le contesta: - Esta magia enana poco podrría hacerr con la puerrta rrecubierrta de brronce, serría como intentarr atravesarr una corraza de hierrro con un cuchillo, sobrre la maderra es diferrente. Es como aplastarr un pastel de manzana con un puñetazo sobrre él. Dijo imitando con un gesto de sus manos dándose un puñetazo con su mano derecha sobre la palma de mano su izquierda.

Habrrá que tenerr paciencia, "el Viejo" no combate solo, está el joven  cachorro humano Johen y mi herrmano de plata, un hechicerro mostali muy competente. Todavía hay esperranza. Quizás esto último lo dijo más para consolarse y animarse a sí mismo que al resto de los humanos.

Ahorra solo podrremos subir de uno en uno con las cuerdas que lanzen desde arriba. Yo ni siquierra sé escalar. El combate terminarrá ahí arrriba antes que derriben la puerrta. Terminó diciendo mientras seguía mirando a lo alto de la torre.

Una cuerda con nudos cada pocos palmos cae desde arriba, extendiéndose hasta tocar el suelo con sus últimos centímetros. Al mirar hacia arriba, ven el barbudo rostro del enano de plata...

La silueta reconocible del hechicero enano se asoma trabajosamente entre dos almenas. Apenas medio minuto después de que la mujer haya salido despedida con fatal resultado.

- ¡Vamos ya podéis subirr, la azotea es nuestrra!

Cuando ve que el primero de los de abajo toma la cuerda, asiente satisfecho y se vuelve hacia dentro.

La cuerda espera a las cuatro figuras azotadas por el viento y la nieve en la base de la torre...

Groth apresta el escudo mientras observa los movimientos y escucha los gritos de Horen. El berserker se está convirtiendo más en un estorbo que en una ayuda y no puede permitirlo, no tan cerca de su objetivo.

Se prepara para combatir, pero justo en ese momento un cabo aparece lanzado desde las alturas. Da gracias a Humakt al escuchar la voz del mostali de Plata.

- Horen... si quieres vengar a Gábriel, ahí tienes tu oportunidad -señala la cuerda con un movimiento de cabeza- ¡Trepa y lucha para acabar con nuestros enemigos!

¡Jaaa que os decía!, dijo bravuconamente al ver la cuerda caer y ver a su camarada asomar. - ¡Yo he de subirr prrimerro! He de abrrir la puerrta, ¡cuanto menos gente cerrca mejorr, podrría ser peligrroso! Dice mientras se apresura a atarse la cuerda alrededor de su cuerpo. "Botas ligeras" ¡ayudadme los de arriba a izarme! Dijo por último mientras se sujetaba con fuerza a la cuerda.

Horen no se lo piensa dos veces, y mira a Groth mientras agarra la cuerda. No tienes que decirmelo. Iba a hacerlo con o sin cuerda. Rompepiernas, si no sabes trepar, ya somos dos. Vamos, no sera complicado con estos nudos. Mira ahora a Vaerles, y examina con prisa su herida. El problema será mayor para tí. Si no puedes subir, espera a que subamos todos, átate la cuerda por debajo de los hombros y te izaremos. 

Y se pone a subir con energía, como si hubiera descansado dos días. Al trepar sólo mira arriba, evitando mirar al fondo del precipicio. Entonces, una lágrima que nadie ve parece congelarse en su mejilla.

EL humakti guarda las armas y espera pacientemente que sus compañeros suban. Aguarda también por si Vaerles necesita ayuda para atarse la cuerda o el enano un empujón para comenzar a trepar. 

Como mercenario se siente seguro de su capacidad. Su enorme fuerza y la experiencia pasada le hacen confiarse, y lo paga. Apenas lleva unos metros de escalada cuando sus pies resbalan en la piedra helada y cae pesadamente. Afortunadamente la altura es escasa y logra frenar su inercia agarrándose al cabo.

Jurando entre dientes, vuelve a intentarlo, y cuando está un poco más arriba, vuelve a resbalar y a caer. Dolorido, se detiene unos segundos a recuperar el aliento y a frotarse el brazo entumecido. Meneando la cabeza, decide utilizar la misma magia que le ha negado al mercader. Si no, será incapaz de subir y debe estar preparado para el combate cuerpo a cuerpo ¡Muy mal irán las cosas si Vaerles tiene que batirse! Diciéndose a sí mismo que lo hace por el bien del grupo, usa su magia curativa, consciente de que ahora será muy vulnerable a un ataque mágico y que ha perdido la oportunidad de usar con garantías la Oración Descorazonadora de Humakt.

Aprieta la mandíbula, torna a amarrar la cuerda y, finalmente, con un descomunal esfuerzo y varios sustos, logra su objetivo. 

Sin hablar, se apoya contra las almenas y trata de recuperarse ¡Con todo lo que ha pasado, estar a punto de morir de esta forma!