Partida Rol por web

Horen y Gábriel se adelantan a lomos de sus monturas y les pierden de vista por el momento. A lo largo del día regresan a la caravana varias veces para informarles de qué desvío deben tomar o si deben mantenerse en el camino de Haarlar. Atraviesan una aldea donde según Gábriel y Horen, los lugareños dan fe de haber visto una carreta con cuatro acompañantes armados, que siguió camino hacia el noroeste. Pero cuando al mediodía llegan a la segunda aldea y aprovechan para hacer un breve alto y comer algo antes de continuar la marcha, el posadero les informa acerca de la carreta cuando le preguntan...

El viejo posadero no parece dudar cuando se le describe la carreta y los ocupantes...

- Sí... esos hombres. Estuvieron aquí hará tres días. Decían dirigirse a Haarlar... pero no eran trigo limpio. Compraron en la aldea gran cantidad de carne y pescado en salazón, galletas, varios barriles de cerveza y me consta que también compraron mantas, pieles y demás. Uno no compra aquí todo eso si va Haarlar, a pocas horas de camino, donde probablemente la mitad de esas cosas estaran más baratas que aquí. Algunos lugareños y yo discutimos sobre eso. Cuando se marcharon preguntamos al molinero y a su famila si vieron el rumbo que tomaban, pues el molino está en la colina a la salida de la aldea por el noroeste justo en el camino, y el viejo Vorlan nos contó que se salieron del camino principal y se dirigieron al noreste en cuanto se alejaron de la aldea.

Groth se acomoda en el banco, palmeando satisfecho la jarra de cerveza que el posadero ha colocado ante él. Se limpia con la manga del jubón mientras le lanza una mirada suspicaz.

- ¿Y qué puede haber al noreste que merezca una pista falsa? -pregunta, bajando la voz con aire conspirativo- Suena como si fuesen preparados para una larga expedición. Al noreste está...

Groth no puede evitar palidecer visiblemente. Allá lejos están Delela, las tierras trolls y... ¿tal vez Dorastor? Pero no conoce tan bien los caminos como para saberlo con certeza.

La anciana muestra su sonrisa desdentada y le dice al servicial posadero:

- Ha sido usted muy amable, pero aún lo sería más si pudiese traerme un buen cuenco de algo caliente, una sopa de cebolla o algo por el estilo, a ver si así logro sacarme este frío que atenaza mis pobres huesos…

En cuanto el ventero se aleja para cumplir su encargo se dirige a sus compañeros en voz baja:

- Hemos tenido mucha suerte de encontrar un lugareño tan hablador y tan dado a la chafardería… pero por eso mismo mejor no discutamos nuestros planes en su presencia – advierte con una sonrisa divertida – Supongo que todos sois conscientes de que tendremos que cambiar nuestros planes, desde el momento en que han abandonado la ruta principal para adentrarse en las montañas ya no se sostiene nuestra supuesta excusa de “un encuentro casual siguiendo la misma ruta”…

La vieja los contempla muy seria, con el ceño repleto de arrugas…

- Veréis, si de verdad estamos interesados en cumplir nuestro cometido tendremos que cambiar de planes y hacer algunos sacrificios… empezando, mucho me temo, por la comodidad de las carretas. Porque o agilizamos el paso o nunca les daremos alcance, especialmente si ninguno de nosotros es un verdadero rastreador…

Deja la cuestión en el aire para ver la reacción de los demás ante su inesperada propuesta, no tanto por su contenido sino por venir de quién viene.

Horen está inquieto, impaciente. Siempre ha estado acostumbrado a dar órdenes y a que éstas se ejecutasen sin dilación. Parece algo nervioso al comprender que no tiene ni idea de dónde se encuentra. Temeroso de que le vean dubitativo, avanza presuroso con el mayor aire convincente del que es capaz, tratando de parecer regio y seguro:

- Como es normal, las palabras acaban perdiendo su valor. ¡El único modo de resolver las cosas es mediante la senda de  -está a punto de mencionar Shargash y tiene un rápido diálogo interior tratando de convencerse de que no debería preocuparse por mentarlo, -porque  todos deberían temerle-, pero prefiere ser cauto por una vez . Y continúa -¡la senda de la batalla! ¡Sólo los victoriosos del combate pueden demostrar la verdad ante los dioses! ¡Así que basta de zalamerías (hace un gran esfuerzo al decir esta palabra aprendida tiempo ha entre la gente de "buen ver", como queriendo demostrar que no es un bárbaro mentecato como los orlanthis) y vayamos rápido a su encuentro! ¡Cada día que pasa están más cerca de su destino! Muestra los colmillos de forma intimidatoria, como un sabueso protegiendo la propiedad de sus amos. Nuestros enemigos se ocultan en las sombras, y nada podemos hacer contra ella. Más nos vale estar preparados, porque aunque yo soy capaz de combatir a ciegas -y levanta el extremo de sus labios sonriendo orgulloso, mientras señala al resto del grupo, excepto a la ardiente pelirroja- vosotros encontraríais una muerte segura si el enemigo prepara alguna artimaña.

Vaerles frunce el ceño cuando la anciana menciona la posibilidad de dejar atrás las carretas y abandonar el pretexto de viajar como una caravana comercial.

-Mmmh, no sería necesario deshacernos de las carretas si somos mercaderes que sabemos a dónde vamos -susurra-. Solo tenemos que informarnos de qué lugar hay al noreste adonde pueda dirigirse una caravana de mercaderes y tratar de encontrar un atajo o avanzar de noche -hace una pausa para comprobar si se acerca el tabernero antes de continuar-. Por otro lado, puede que nuestra presa haya pagado al tabernero para que cuente esta historia del desvío a cualquier posible perseguidor... -carraspeo-. ¿Por qué no le pedimos al gigante negro que trate de buscar el rastro de la carreta que seguimos? -sugiero, mirando al praxiano-. Tiene aspecto de ser buen cazador. Así sabremos si el tabernero nos ha dicho la verdad.

Groth pone los ojos en blanco al escuchar las bravatas de Horen. Está tentado de contestarle, pero prefiere callarse... hace mucho tiempo que aprendió a contener su lengua por cuestiones de orgullo. Tose un par de veces intentando ocultar una sonrisa, mira de reojo a Suk para comprobar que está a la vista y observa a sus compañeros con detenimiento.

- Creo que son los propietarios de las carretas los que deben decidir si dejarlas o no -se encoge de hombros con indolencia- Mi opinión personal es que no deberíamos precipitarnos y abandonar la coartada que nos permite viajar sin problemas sin tener algo más sólido a lo que agarrarnos. 

Se recuesta en el banco de la taberna, jugueteando con la jarra de cerveza y buscando con la mirada al propietario.

- En una cosa tenéis razón: no debemos fiarnos de nadie. Como dice Vaerles, podrían haber pagado al posadero para que despistara a posibles perseguidores, así que no es mala idea intentar asegurar el tiro, sea a través de un rastro, si eso es todavía posible después de tres días, o hablando con los parroquianos que ha mencionado: ya sabéis, el molinero, el comerciante que les vendió las provisiones... no pueden haberles sobornado a todos.

Se gira hacia la anciana Alëu mirándola con respeto supersticioso.

- ¿Qué dice tu magia, anciana? ¿Vamos por buen camino?

La vieja feriante dedica una larga mirada al veterano mercenario y contesta torvamente:

- Mucho me temo que mi magia se niega a orientarnos, últimamente me siento como si el destino estuviera en mi contra, cerrando todas las puertas que intento abrir... - admite, tras lo que se vuelve a Vaerles y le comenta en un susuro - Demostrais astucia y sentido común, mi buen amigo, coincido en que debemos asegurarnos de no estar siguiendo una pista falsa dejada atrás para despistar a posibles perseguidores - le reconoce - Pero no olvidemos el tema de la velocidad. Viajando por buenos caminos podemos igualar fácilmente la de nuestro objetivo, o incluso superarla si forzamos la marcha... pero si nos metemos en terreno más agreste nuestros carros pesados nos van a retener mucho, puede que con esfuerzo logremos mantener las distancias pero de ninguna manera acortarlas... ¿Así cómo les daremos alcance? ¿Cuando lleguen a su destino, con más aliados?

Hasta ahora el trollkin se había mantenido completamente al margen de los humanos y sus conversaciones, pero esta vez parecía escuchar atentamente la discusión. Su limitado conocimiento del lenguaje comercial en el que hablaban no le permitía seguir la conversación al detalle, pero si podía entender que pensaban en abandonar las carretas para seguir un camino secundario. De ser así, terminaría la comodidad y tendría que volver a caminar, posiblemente bajo la luz del sol, con todo lo que ello conllevaba: Quemaduras en las manos, ampollas en plos pies, fatiga, dolor de espalda...
Suk miró a cuantos le rodeaban y trazó un plan. Quizás si en el momento de abandonar las carretas logarara escabullirse y esconderse, podría quedarse a vivir para siempre allí, en uno de los carros.
El trollkin comenzó a imaginar una vida de abundancia y comodidades en el carro, ajeno al mundo exterior rodeado de cajas de comida ilimitada y defendiendo su guarida de posibles intrusos, como un buen troll haría. Y perdido en sus ensoñaciones quedó ajeno a todo una vez más.
Si alguien mirara a Suk en ese instante, podría ver una sonrisa rara e incomprensible marcada en su morro.

Onaekko se alejó de las carretas en cuanto escuchó a Vaerles sugerir que encontrara las carretas. Primero husmeó el aire, luego se agachó para examinar el suelo embarrado, la tierra, el polvo del camino... y por último pidió al Gran Cazador, al conocido como Hijo Pródigo por las tribus de Prax, que le diera la pericia necesaria para encontrar algún rastro que los condujera a sus perseguidos.

La cazadora sonrió ante las palabras de Vaerles, pero no dijo nada. Era una buena oportunidad para ver las habilidades del hombre oscuro que aspiraba a protegerla. Disimuladamente siguió a Onaekko. Una cosa era ver las posibilidades del agimori y otra bien distinta confiar en que encontrara el rastro. Gábriel rastreó también la zona.

Vaerles se fija en que Onaekko y Gábriel salen a la calle, tal vez a rastrear. Había olvidado que la chica también es cazadora. Luego, se vuelve de nuevo hacia Aleü:

-Señora, dejaré mi carreta a buen recaudo cuando esté muy seguro de que hacerlo nos da una buena ventaja, pero creo que de momento sería una medida precipitada. Como dice Groth, nos quedaríamos sin coartada y creo que aún no serán una carga. Yo solo soy un extranjero en estas tierras, pero creo que el ducado de Naskorion se extiende en dirección noreste, siguiendo el curso del río, y eso quiere decir que aún podemos seguir caminos bastante decentes y no agrestes. ¿Cuál es el siguiente pueblo de importancia en dirección noreste? -pregunta mirando hacia Bosporus y Groth-. Si la presa se ha ido realmente en esa dirección, seguro que habrá un camino, aunque sea secundario, y de momento podemos seguir con el plan que habíamos acordado.

Horen comprueba con malhumor que nadie hace caso de sus palabras. Maldita panda de gordos mercaderes zampacoles. Sólo saben contar monedas, y únicamente entienden algo cuando les ponen una ante las narices. Qué falta de orden y disciplina.

Empieza a sentir nerviosismo que se hace visible para el resto del grupo. Escuchadme bien. Entiendo que tengáis otras costumbres, pero mi pueblo ha demostrado que se actúa mejor y con más rapidez cuando hay un hombre que imparte las órdenes. Si no se designa rápido a un líder, cada uno tratará de hacer lo que mejor le parezca y eso resultará en una inevitable pérdida de tiempo y recursos. Tiempo del que carecemos -dice haciendo un arco horizontalmente con el brazo extendido y la palma abierta hacia arriba, mientras apoya su otra mano sobre el pomo de su arma-. Yo tengo experiencia en avanzar por terreno escabroso, y nunca he perdido una presa de este modo (está a punto de decir que nunca le han sorprendido en una emboscada, pero entonces recuerda la última -aunque eso ocurrió porque iba en la retaguardia-). Absorto en sus propios pensamientos, sale de ellos cuando ve que siguen sin prestarle atención. Decidido, avanza hacia Aleu con grandes zancadas.

- Anciana, parece que tus sabias palabras hacen más efecto en esta panda de carreteros que la de un guerrero -le susurra-  Estoy bajo tus ordenes por el pacto que nos liga, pero estoy seguro que hasta tú sabrás comprender que cuanto más tiempo estemos discutiendo lo "mejor", más se acercan los ladrones a su objetivo. Y entonces ni yo podré combatir con tantos enemigos, y tarde comprenderán el error que están cometiendo. Diles algo, pues parece que tu lengua influye más el ánimo de estos hombres que la recompensa de una cabeza de trol.

Aleü atisba un leve dejo de compasión en el hombre, que parece estar imporándole algo (aunque no sabría decir con segridad qué es lo que anhela el guerrero: algo de batalla, una solución o a una mujer, o quizás otra cosa...). Aunque Horen es orgulloso, Aleü puede ver con su afilada perspicacia que hasta ese grandullón sabría aceptar una buena propuesta, aunque no quisiera admitir que la idea no fuera suya.

- Si no ponemos orden en el caos, éste acabará doblegando nuestra voluntad. Sé tú quien dirija nuestra acciones, pues no aceptaré las órdenes de nadie más excepto de tí, hasta que acabe nuestro trato. Pon a esta tropa en movimiento, si es así como debe ser, pues dudo mucho que me hagan caso y yo no conozco estas tierras. Hace un gran esfuerzo, y parece suplicarle. Por favor, ¿no ves que cada vez que lleguemos a una nueva encrucijada perderemos un valioso tiempo dalcinando... dulicinando... dilucidan... ¡va, como se diga!, ¿discutiendo la mejor opción?

Horen está deseando alejarse, quizá demasiado precipitadamente, pero está entre la espada y la pared. Puede que no tenga una buena lengua, pero no la necesito. ¿Queréis que le saque información al posadero? Puedo obtener la información que quiera. Sólo tengo que amenazarle con partirle las piernas.

Para rematar su estado de ánimo, ve cómo la voluptuosa pelirroja sale de la posada, moviendo las nalgas y obnubilando la razón del guerrero, quien se frota el cuello y traga saliva por el calor incipiente en su cuerpo. Por Shargash, dame alguien a quien matar, o acabaré mordiendo ese trasero por falta de diversión.  Y entonces mira a Aleu con cara de niño bueno al que le acaban de arrancar un caramelo de las manos.

Groth mira divertido al ceñudo guerrero mientras le susurra a la anciana, que parece entre sorprendida e indiferente. Capta lo suficiente de la conversación para volver a ocultar una sonrisa con un carraspeo.

- Bueno, los cazadores han salido a cazar -comenta en tono burlón- tal vez nuestros mercaderes, duchos con las palabras, podrían aportar su granito de arena y engatusar a los otros testigos para confirmar la historia del posadero.

Le lanza una mirada cargada de intención a Horen y continúa.

- No creo que ninguno de nosotros sea de utilidad ni rastreando ni hablando, aunque tal vez Suk sí pueda moverse en la oscuridad sin tropezar con sus propios pies -le da un trago a la cerveza, paladeándola con satisfacción- pero podemos acompañar a los mercaderes si lo desean para asegurarnos de que no tienen problemas. No creo que podamos avanzar mucho más esta noche, así que sugiero que mañana por la mañana nos pongamos en marcha hacia donde nos indiquen nuestras averiguaciones.

Medita un momento y se dirige directamente a Vaerles.

- Es difícil adivinar a dónde van si han tomado dirección noreste. El propio condado de Naskorion se extiende un centenar de millas hacia allí. Claro que pueden girar hacia el norte y buscar territorio salvaje o atravesar todo el condado y llegar hasta Delela. Habiendo trolls mezclados en todo esto apostaría por Zorarkat, en territorio salvaje, pero es imposible estar seguro de nada.

Se gira levemente y sonríe a Horen.

- ¿Contento? Ya tenemos un plan -y la sonrisa, toda llena de dientes, se hace más amplia si cabe.

Gábriel y Onaekko salen de la posada en cuanto acaban su comida, para corroborar la historia del posadero examinando las huellas que puedan encontrar en el camino donde dice que se salió del camino la carreta que supuestamente andan buscando.

Sin dejar de mirar las caderas de Gábriel conforme ésta se aleja con Onaekko por la puerta de la posada, el jóven mercader manifiesta su posición al respecto de las opiniones que se están exponiendo sobre dejar atrás carros y carretas para avanzar más aprisa.

- Creo que si detectamos que nuestro objetivo abandona la carreta y prosigue más ligero, desde luego nosotros deberíamos hacer lo mismo. Lo más socorrido sería contratar a alguien que llevara de vuelta a Marost nuestros carros para que Karrgiraz los tenga bajo custodia hasta nuestro triunfal regreso. Sin embargo si ellos continúan con la carreta significa que tendrán que someterse a los caminos, y serán por tanto más fáciles de perseguir, no habiendo motivo para abandonar nuestros carros de mercaderes y aparecer ante ellos como... ¿si los esuviéramos siguiendo apresuradamente para alcanzarlos?

Dándo un último trago a su jarra de barro de vino especiado, concluye su charla:

- De todas formas, debo admitir que no acostumbro a perseguir a nadie para espiarle, así que si consideráis que es más importante alcanzarlos que la forma en la que nos presentamos ante ellos cuando los alcancemos, se hará como vosotros juzguéis más oportuno.

Bosporus permanece callado durante toda la charla como si estubiese pensando en que direccion tomaron si fueron hacia donde nos dijeron... como si hiciese un gran esfuerzo por recordar algunos mapas que alguna vez ojeo.

Bosporus sabe que si toman el camino del noroeste atravesarán Naskorión a lo largo, paralelos al río Doskior pasando por las ciudades de Kantara y Bemelor y finalmente tendrían que desviarse al norte forzados por el río que también gira en esa dirección, para internarse entonces en Delela, tierras orlanthis con tribus bastante beligerantes con las gentes de Naskorion.

El silencio flota sobre la mesa, parece que nadie quiere tomar ninguna decisión. Groth se impacienta un poco y deja la jarra encima de la mesa con brusquedad. Está casi vacía.

- ¡Pero bueno! ¿Es que los mercaderes no sabéis más que contar monedas y hablar de carretas? Los cazadores están ahí afuera manchándose de barro y nosotros aquí, calentitos junto a la chimenea -hace una mueca desagradable- Parece evidente que no os vais a deshacer de los carros, así que hagamos al menos algo útil y vayamos a hablar con esos testigos. No nos llevará mucho tiempo y haremos nuestro trabajo.

Se levanta y se queda ahí de pie, esperando a que los mercaderes le sigan, tambaleándose casi imperceptiblemente.

- Sé que no estáis acostumbrados a trabajar para otros, pero yo sí, y esperan resultados ¡acompañadme!

"Y además necesito algo de aire fresco, por los colmillos de Vivamort".

Una enigmática sonrisa se dibuja en el arrugado rostro de la anciana Aleü a medida que va escuchando, pacientemente, los comentarios de todos los presentes. Cualquier observador puede percibir cómo el gesto parece acentuarse cuando el temperamental Horen le susurra apresuradamente algunas palabras, pero por lo que todos pueden ver la vieja se limita a calmarle, poniendo una huesuda mano en su peludo antebrazo y decirle sucintamente:

- Aún no ha llegado ese momento, ten un poco de paciencia, mi buen Horen…

Entonces la conversación se va apagando progresivamente sin llegar a ninguna resolución útil, más allá del mero continuismo. Y cuando la impaciencia hace saltar por fin a Groth, el otro hombre de acción del grupo, la anciana decide obrar por su cuenta. Parece que de momento no va a haber un liderazgo claro de la expedición y eso amenaza con perjudicar su eficacia. Tal vez haya que hacer algo al respecto, pero no será ahora…

Dirigiéndose al posadero, la vieja Aleü Gaal trata de negociar un acuerdo por el que se comprometa a custodiar su carromato en las caballerizas de la posada a cambio del pago de un penique diario, que se hará efectivo cuando acuda a recuperarlo. Como garantía, no hay nada mejor que el propio carro pesado, que pasará a posesión de la posada si no acudiese nadie a reclamarlo, con el documento pertinente, en todo lo que queda de esta estación y la próxima entera. Por las mulas no ha de preocuparse pues piensa llevarlas consigo en la expedición, van a necesitar animales de carga para llevar el equipo…

La propia anciana redacta un contrato que firma ante el ventero y solicita su rúbrica, aunque le exige la promesa de que no permitirá que nadie, ni siquiera él mismo, suba al carromato y toquetee sus cosas hasta que haya expirado el plazo acordado. Un acuerdo es un acuerdo.