Partida Rol por web

El día divino ha pasado como una exhalación y han perdido tiempo en terminar de curarse y poner todo en orden tras el combate de la noche anterior, para volver a ponerse en marcha. Desconocen si las carretas que persiguen han visto su fuego y se han puesto en alerta o han acelerado el paso, pero su rastro es claro y no están a más de tres horas de camino a lomos de un buen caballo, por lo que pueden alcanzarles si se lo proponen...

Esos malditos trolls sólo estaban a unas pocas horas de ellos. Esa distancia resultaba tentadora, ¿debían emboscarlos ahora o usar la oratoria para averiguar sus intenciones? ¿Debía honrar la memoria de Onaekko o cumplir la misión que le había sido encomendada? La decisión era muy complicada, y pese a que Gábriel seguía pensando en lo más hondo de su ser que la sangre debía ser pagada con sangre, apoyó la decisión de investigarles:

- Está bien. Pero yo no pasaría por una comerciante ni a mil leguas - les dice - Así que yo sólo viajo con vosotros porque también voy de camino a Karia y no conozco bien la zona - luego mira a Horen - y por supuesto, dejemos hablar a los mercaderes, puesto que conocen mejor estos lares y también su jerga - hace una breve pausa - Ahora debemos apretar el paso si queremos darles alcance lo antes posible.

Horen, ya recuperado, avanza rápidamente por el camino en persecución de la caravana. Se dió cuenta pronto de que este no era un grupo combativo; pero ahora, además, cree que está poniendo en riesgo su vida por culpa de una mala decisión: acompañar a unos simples mercaderes por terreno enemigo. A pesar de ello, la nueva motivación de la venganza, además de la desconfianza que le suscita alguno de sus compañeros -de los que quiere averiguar más- le compelen a avanzar.

Horen camina atento a cuanto le rodea, y asiente cualquier cosa que dice la cazadora. Lo que yo decía hace tiempo, pelirroja. Eres una mujer mandona que más pegaría en el gobierno lunar que en una granja orlanthi. Sonríe maliciosamente y le hace un gesto amistoso poniéndose a la defensiva ante la mirada airada de la mujer, que por un momento parece que le va a pegar un puñetazo. La gatita saca las uñas ante los chicos malotes -le dice mientras le guiña un ojo- La próxima vez espera antes de marcharte del combate tan rápido. Sin mujeres cerca a las que defender no resulta tan divertido luchar contra esas bestias.

Después de la charla burlona con la mujer que trata de enmascarar su verdadero sentimiento de culpa por haberla perdido de vista -y por lo que pudiera ocurrirle- se dirige al resto del grupo. Me da igual realmente lo que os apetezca hacer. Tal vez sea mejor que os adelantéis vosotros visto lo ocurrido en el último combate y tratéis de enteraros de algo con alguna buena mentira. Este grupo no está preparado para un ataque como ese . Nos matarían igualmente si entráramos por la fuerza. Yo tampoco puedo pasar por un chascapipas  -dice, usando el término vulgar theyalano con el que se refieren a los mercaderes con mucha labia que consiguen siempre lo que quieren más por el sopor al que inducen a su interlocutor que por un buen trato-, así que me quedaré en la retaguardia con el resto por si hubiera problemas.

Groth levanta una ceja al escuchar la nueva bravuconada de Horen. Ha conocido a las suficientes mujeres como para saber que esas bravatas no funcionarán con una del tipo de Gabrielle. Aunque... borracha y necesitada... nunca se sabe.

En todo caso, no es asunto suyo. Lo importante es hacerse con los objetos robados.

- Yo no las tengo todas conmigo... a lo mejor estamos asumiendo demasiado riesgo- explica dubitativo- Si sale mal, podemos despedirnos de los tres mercaderes, y de cualquier posibilidad de lograr nuestro objetivo. Además... aunque consigáis engañarlos ¿quién nos asegura que no os cortarán la garganta nada más veros? Son fugitivos y ladrones, y lo último que querrán es compartir el fuego de su campamento con extraños.

Coge una ramita y se hurga con ella entre los dientes con aire distraído. 

- Y si os matan perderemos tres buenos luchadores. Os recuerdo que ya somos dos menos, y realmente no estamos más cerca de nuestro objetivo que antes de la emboscada.

Suk caminaba detrás de Groth, cabizbajo. Era habitual en él, pero esta vez su cabizbajismo era mucho más cabizbájico de lo habitual. El hombre grande que le caía bien había muerto y los otros humanos, después de asarlo, lo cual le parecía una mala costumbre, lo habían dejado allí sin probar bocado. Ahora debía seguir con el hombre enfadado y la mujer voladora, que eran los que menos le gustaban. No prestaba atención a lo que sus compañeros discutían y aunque lo hubiese intentado, el latido de su corazón sonaba tan fuerte en sus sienes que no habría sido capaz de oír una palabra. Por no hablar de su tos, que cada vez era más contínua y hacía que la garganta le quemara. Suk caminaba detrás de Groth, moribundo.

Conduciendo el carro tirado por su fiel mula, Vaerles se fija en cómo Groth reacciona ante las palabras de Horen. El mercader sonríe, a pesar de que el día del frío hace honor a su nombre y le hace castañear los dientes.

-No hay nada seguro, Groth, ningún combate, ni ninguna negociación -contesta Vaerles mirando al noreste. Luego dirige la mirada en el mercenario-. Incluso un pacífico granjero corre riesgos al arar su campo, porque tampoco es seguro que llegue a recoger los frutos, por mucho que cuente con el apoyo de los dioses. Y nuestra aventura es un riesgo enorme, todos lo sabíamos antes de aceptar el trabajo. Así que tienes razón, Groth, estamos corriendo un gran riesgo... y para eso nos paga el patrón, claro -añade con una sonrisa algo falsa pero de oreja a oreja-. Pero te equivocas en una cosa -comenta alzando el dedo índice-, ahora sí vamos a estar más cerca de nuestro objetivo. Recuerda que nuestro objetivo no es matar a los ladrones. No es recuperar el libro. El objetivo es saber para qué quieren el libro. Y para eso, nada mejor que observarlos y escucharlos de cerca... tal como propuso Karrgiraz.

Vaerles suspira.

-Pero en fin, ya que te gusta pensar en tres mercaderes muertos, pensemos. ¿Qué hacemos si tratan de cortarnos la garganta nada más vernos? Será mejor que no vuelvan a darnos una sorpresa sin tener un plan de acción, como nos pasó ayer -en silencio, al mercader se le ocurre que pensar en un plan ante un posible ataque mantendrá a los guerreros ocupados y alejados de temores innecesarios.

El joven mercader viaja sobre el pescante de su carro maltrecho. Al carro no se ha roto nada importante, pero uno de los ejes ha quedado algo suelto tras ser volcado por el elemento terrestre de la bruja y ahora se traquetea bastante. Además, la lona esta rasgada y su interior ya no es tan oscuro como al pobre enlo le gustaría para descansar mejor cuando Yelm está en lo alto.

Heenshen anda pensativo y escuchando los argumentos de unos y otros. Nota la disensión en el grupo, y el desánimo tras el descalabro sufrido a manos de los uz que los atacaron por error. Al final, interviene con una decisión tomada.

- Creo que la mejor opción es la de acercarnos con la caravana y nuestra historia de un ataque por parte de los uz. En lugar de contarles la verdadera historia y que los uz se marcharon de nuevo a sus tierras al no encontrar lo que buscaban y saber que hay más objetos robados en otros lugares, les diremos que los uz siguen merodeando por la zona y siguen buscando algo que nosotros, simples mercaderes que viajan al norte para comerciar con los colonos de Karia, desconocemos por completo. Quizá no les parezca mala idea que nos unamos a ellos... nos verán como más gente a la que los uz deberían enfrentarse si les alcanzan. No parecemos una partida de búsqueda y castigo que ande detrás de ellos...

Echa un trago de la cantimplora antes de concluir.

- Al fin y al cabo, esa fue siempre la idea de mi patrón. Si quisiera simplemente recuperar el objeto habría contratado seis o siete jinetes bien armados o una partida de incursores uz.

Y viendo que todo el mundo parece más o menos de acuerdo, al amanecer se ponen en marcha para alcanzar las dos carretas de los supuestos ladrones, con la esperanza de que les permitan unirse a ellos haciéndose pasar por una caravana de mercaderes oportunistas que viajan a Karia a destiempo para sacar ventaja comercial asumiendo unos riesgos mayores, riesgos que se han traducido en un ataque de una partida de uz que buscaban algo que no encontraron...

Groth, Gábriel y Horen pasarán por escoltas contratados, mientras que los tres mercaderes no tendrán que fingir mucho su papel... solo contar una verdad a medias.

Transcurre casi media mañana hasta que en lontananza se avistan las dos carretas y un nutrido grupo de jinetes escoltándolas. Llega un momento, a mediodía, en el que la caravana se detiene y cuatro jinetes se dan la vuelta y se aproximan tranquilamente...

Tres de los hombres a caballo van equipados de forma bastante similar. Parecen mercenarios comúnes sacados de cualquier cidudad ribereña: hombres curtidos en incursiones propiciadas por rivales políticos, guardias de caravanas hechos a enfrentarse a bárbaros orlanthis, centinelas de castillos y ciudadelas, ecoltas de personalidades o cortagargantas a sueldo.

El cuarto hombre parece tomar la iniciativa y hace que su montura se adelante unos pasos, quedándose a unos veinte metros de distancia. Observa al grupo con parsimonia y se detiene unos segundos en la deteriorada carreta que conduce Heenshen, entornando la mirada, valorativo. Luego levanta una mano en una forma habitual de saludo y habla en idioma comercial, con acento theyalano.

- Saludos viajeros. Nos seguís desde hace algunas horas... ¿cual es vuestro destino y cuáles son vuestros negocios?

Se queda mirando alternativamente a unos y a otros, como incapaz de decidir quién será el portavoz de la extraña caravana que acaba de encontrar.

Heenshen, cuyo lenguaje comercial es más precario que el de Vaerles y Bosporus, parece mirar a sus colegas esperando que sean ellos los que cuenten la historia acordada...

Bosporus mira a sus compañeros y empieza a hablar, - Si... claro claro... somos unos honrrados mercaderes que se dirigen a Karia a comerciar con los colonos.... hemos sido atacados por unos uz, mataron a uno de los nuestros y nos revolvieron todas nuestras cosas, parecia que buscaban algo... al no encontrarlo nos dejaron vivir y los hemos visto merodear por la zona. En este punto Garan mira a sus compañeros y dice en voz baja - Espero que se lo crean. Vuelve a mirar a su interlocutor le sonrrie ampliamente y continua diciendole. - La verdad es que habiamos pensado que al dirigirse en la misma direccion que nosotros podriamos viajar juntos y si vuelven esas bestias hacerles pagar por nuestro compañero. Y termina diciendo - Todos ganamos en seguridad ¿no amigo?

El mercenario que parece llevar la voz cantante hace una mueca con la comisura de la boca, algo parecido a un tic nervioso. Se gira un poco para mirar a sus compañeros y se vuelve de nuevo a mirar a los extraños ante los que se encuentra.

- ¿Unos uz os han atacado, dices?

Observa la carreta con la lona rasgada, la sangre seca sobre el cuero de la armadura de Horen y de Groth.

- Ya veo. Suerte habéis tenido que no os mataran a todos. No se si nos convendría vuestra companía... ese carro deteriorado enlentecerá nuestra marcha. Y llevamos prisa.

No parece muy convencido por las palabras del mercader de la barba...

Al ver que el mercenario no ve la carreta de Heenshen con buenos ojos, Vaerles carraspea para llamar la atención y se dirige al guerrero, midiendo muy bien las palabras:

-Señor, si bien es cierto que el carromato es lento por estas tierras sin buenos caminos, mi abuelo siempre decía que llegar tarde adonde se quiere ir, siempre será mejor que no llegar nunca. ¿No opináis lo mismo? Si nos permitís viajar juntos y unir nuestras fuerzas, podremos defendernos mejor de esos demonios de la noche que merodean por aquí. Y así tendréis más posibilidades de llegar a Karia. Nos conviene a todos. Veréis, nuestros grandes guerreros aquí presentes -dice señalando a Horen, Groth y Gábriel- ya se enfrentaron a ellos cuando nos atacaron en plena noche y lograron matar a varios tras mucho esfuerzo. Sin embargo, aún quedan muchos con vida, entre ellos su líder, que manejaba magia de la oscuridad muy poderosa, capaz de apagar toda la luz, causar la ceguera y sembrar el terror. Y también unos enormes monstruos bien acorazados, tan altos como vos sobre vuestro caballo y armados con espadones de igual estatura -Vaerles apenas se ve obligado a exagerar al recordar la breve pero aterradora visión de aquel enorme troll-. No sé qué andaban buscando, pero si su pequeña partida de guerra os tiende una emboscada por la noche como la que sufrimos nosotros, creedme que os vendrá bien tener más espadas de vuestro lado. Apenas un par de noches atrás, nosotros nos creíamos seguros con nuestra escolta de guerreros experimentados y ved ahora nuestro lamentable estado. En fin, vosotros diréis, pero cualquiera os diría que preferir la velocidad antes que la seguridad puede resultar una mala decisión en estas tierras. De hecho, podría muy bien tratarse de la última mala decisión que toméis.

Finalizado su discurso, Vaerles espera una respuesta del mercenario con la esperanza de haberle infundido algo de temor.

El mercenario entorna los ojos de nuevo, mirando fijamente al mercader de rubios cabellos. Durante unos segundos permanece en silencio observando al grupo y luego echa una mirada más allá, escrutando el camino de donde vienen, como esperando ver a los uz acechantes en el horizonte. Al fin asiente y da su respuesta.

- Esperad aquí sin moveros. Volveré en seguida con la respuesta de los patrones.

Y vuelve grupas junto con los otros tres escoltas y se alejan con un trote tranquilo hacia las dos carretas que les esperan a menos de un kilómetro de distancia...

- Vamos, que al final me han hecho pasar por un simple mercenario - pensaba Gábriel entre dientes sin decir nada. Nunca se sabe quién puede tener los oídos cerca, y ya que estaban fingiendo, pues la Cazadora les siguió el juego - Si estos viajeros se cruzasen con los trolls se llevarían una buena sorpresa. No saben el error que cometerían de no unir sus fuerzas con las nuestras - comentaba Gábriel al resto de sus compañeros.

Tiene que disimular una sonrisa al ver la actuación de los mercaderes. Está casi seguro de que los escoltas han mordido el anzuelo, aunque habrá que esperar a ver qué dice el líder de la caravana.

Por si acaso y casi por inercia, Groth observa con ojo crítico las armas y armaduras de los hombres de armas. Parecen tipos competentes, aunque eso no es óbice a que les cambie el color de cara sabiendo que unos trolls peligrosos están en las inmediaciones.

- Sí -continúa Groth las palabras de la Cazadora- No me gustaría volver a sufrir heridas semejantes de nuevo... ni acabar como nuestro esbelto amigo, el que quemamos allá atrás.

Puede que hayan visto la hoguera, el resplandor se ve muy lejos en la noche.

Al cabo de un rato el mercenario que les ha interrogado se aproxima a medio camino y les hace señas de que continuen avanzando: parece que la caravana les espera. Conforme ponen de nuevo en marcha los carros y las monturas y se van aproximando a las carretas y los jinetes que las escoltan, pueden distinguir más claramente a los que forman la comitiva. Tal como la vieja Aleü les relatara cuando los vio usando su magia, son ocho jinetes mercenarios, casi todos equipados con armaduras de anillos, espadas y escudos, salvo el mercenario que parece de cultura orlanthi y que viste una armadura algo mejor. También se ve a los conductores de las carretas, unos personajes embozados a los que no se les ve la cara, y cuyas manos cubiertas de vendajes tampoco permiten ver ni un retal de su piel, como si fueran leprosos. Al lado de los conoductores de ambas carretas están los que parecen ser los patrones, dos hombres vestidos con túnicas que también se cubren el rostro con la capucha y les queda parcialmente velado.
 

Es uno de los hombres que visten con túnica el que se dirige primero al grupo. Su tono es cortes, pero no amable, y habla en un correcto lenguaje comercial con acento segureño.

- Saludos viajeros. Hargorek -dice señalando al mercenario con una mano extendida con la palma hacia arriba- nos ha referido vuestro desafortunado encuentro con una banda de uz, a la que pusísteis en fuga no sin sacrifícios... Me llamo Janoasdel y guio esta caravana con mi socio Molton, en la otra carreta.